Powered By Blogger

21 de noviembre de 2015

Paseos


Hay paseos que pretenden servir para huir de lo horrendo, de la mentira, del asco. Paseos áridos porque no consiguen su objetivo; no cuando lo que se respira es más de lo mismo. Todas esas miserias se llevan impregnadas en la piel y se contagian, corren por las paredes, por la tierra y vuelan por el aire.

La ciudad apesta, apestó siempre.

Y friego las manos una contra otra al evocar hedores, al sentir que no podía escapar de aquello. De ellos.

Hay paseos de espacios abiertos que no pueden ser acotados por normas urbanísticas, ni violados por multitud de humanos. Son esos paseos el único disolvente eficaz del asco y la falsedad.

Los que decapan la miseria de la piel y del ánimo con la soledad (bendita, al fin...) y el rumor del agua, el de las hojas.

El rumor de la muerte monumental y omnipresente en las grandes y pequeñas vidas.

O hay espacio y libertad, o nunca se eliminará esa viscosa mediocridad con la que se despierta a las mañanas.

"Me cago en Dios....  Qué bien he dormido", es el mantra de lo que está bien por fin. La miseria, todas las miserias porque son muchas y de muy variadas formas y colores,  han quedado lejos en el tiempo y en la distancia.

Lo notas en la luz que es limpia y en los aromas del aire.

Fumo mirando el río correr unos metros bajo mis pies y los patos flotar en él, como si el agua no se moviera. De la misma forma que yo no giro con el planeta, todo gira a mi alrededor y estoy donde debo, donde elijo.

Soy pato en el río y el sol gira en torno a mí. El viento gélido y el río arrastran cosas y siento lástima por lo arrastrado.

Yo fui un arrastrado, aunque me dolía constantemente y escupía sangre y un semen tóxico. Nunca estuve contento al despertar.

Siento pena por las cosas , seres e ideas que son llevados a donde la suerte quiere. Cosas indolentes que se dejan llevar sin voluntad, con el consuelo que hay más como ellos; con una sonrisa crédula de un espejismo de inexistente determinación.

Pobres los que ríen mientras el agua y el aire los lleva, porque no tienen voluntad y cuando el viaje finaliza, llegan a una playa sucia, a un delta de sedimentos viscosos y obscenos a la belleza y la libertad; pero son tantos que no pueden ver lo que pisan, solo saben que es blando, que es mullido.

Como si la putrefacción no tuviera esa cualidad.

Se convencen de que es otra cosa, de que no es mierda. Es más, afirman que es terciopelo.

Lanzo la colilla al río y se va, se aleja con ellos. Y con ellos llegará a las tierras viscosas. El puente es firme y yo más, no nos movemos porque no queremos.

Es mi turno.

Los patos dicen "cua-cua" y yo sonrío.

Sonrío, camino y hago girar la tierra.




Iconoclasta

20 de noviembre de 2015

Barbie Obscena


Y sonríes arrebatadora, desafiante ante la idea que se me escapa de los labios en un susurro que es gemido.
Barbie Obscena porque sabes que me enloqueces y tomas el control. O simplemente me lo arrebatas. No sabría decir, no encuentro tiempo para pensar.
Tu rostro es belleza tallada, una muñeca; pero tu mirada...
Es despiadadamente sexual.

No pienso en muñecas cuando miro fascinado tus labios.
Barbie Obscena no es una muñeca; pero de alguna forma te he de llamar cuando las palabras no son capaces de dar consuelo  a la incomprensión y a lo atónito.
Quiero morir sobre tu cuerpo y dentro de él.
¿Acaso has pensado por un segundo que quiero ser virtud y decencia?

¿No ves cómo me tiembla la boca y se cierra mi puño mirando tus pechos que agreden la tela con esos pezones deseados?
Barbie... túrica.
No quiero acariciarte suavemente y decirte que te amo. Quiero invadir tu boca con mis dedos y con la otra mano tu coño.
Hasta que tus piernas se separen mirando a mis ojos encelada y pidas que te desgarre hasta el alma.
Profundamente.
Soy corrupto ante ti.

Y tú no eres un ser etéreo, eres esa Barbie Obscena que me enamora y jadea con el coño húmedo pisando los ojos de un Kent muerto, al que las ratas de este mundo le han comido los brazos.
Tu piel oscura marca mi deseo salvaje. La haré brillar con la baba que desprende mi lengua infame.
Los Kent de brazos desmembrados y penes impolutos girarán la cara avergonzados con sus plásticas cabezas deformadas y quemadas por  los cigarrillos de mi desesperación.

¿O acaso te has creído que mi pene es plástico rosado?
Palpita como los monstruos gruñen peligrosos en la oscuridad. Como el corazón del diablo que va a devorar tu alma.
Soy la más excelsa corrupción.
Una inflexión, una rotura de lo humano.
Una sima en la bondad y lo pueril que deja una herida dentada como una sierra en los hielos árticos.
En tu oído susurro: "Te voy a joder y tu ano también es mío".

Y un bebé llora en la cuna por los hermanos que no nacerán, que mueren salpicados sobre tus pechos duros y en torrente se deslizan por tu abdomen crispado, obscenamente arqueado.
Inundando el ombligo que es antro de mi lengua ávida.
Semen blanco, piel oscura, pezones duros...

No quiero ser Cristo en la cruz, no quiero sufrir por ti, por amarte con desmedida. Quiero ser la cruz y tú clavada en mí. Que los mesías lloren la arrolladora y cruel lujuria.
Dos coronas de espinas ciñen tus muslos inmortales y hieren mis sienes.
Soy una atrocidad atávica que no tiene cuidado con tu piel deseada, lamida, arañada, amada....
Amada, amada, amada.

Piarán gorriones sin alas agitando sus muñones ensangrentados por la muerte de los plásticos muñecos y la ternura, por la obscenidad de mi acto.
Por el amor hipertrofiado que hace menstruar tus pezones en mi boca, entre mis labios y dientes.
Y así, el deseo es desespero y arpón en el espiráculo de un delfín de risa eterna y ojos cerrados ofreciendo su blanco vientre al sol.
Barbie obscena de muslos brillantes... Cuando los separes sujétate con fuerza a mi pene inconsolable, porque descendemos al infierno.
Aunque no sé si es descenso o ascenso. No hagas caso, la coherencia de mi pensamiento se ha ido a la mierda con tu mirada de muñeca obscena.
Agarra con firmeza la carne que no controlo, que es tuya. Es por ti esta esquizofrenia.

Mi Barbie hermosa, oscura como una noche de luna muerta.
Somos el vicio y la perversión de este tiempo, de este lugar.
Barbie obscena, tu raja tiene la exacta medida de mis dedos imperfectos y toscos. La profundidad necesaria para enterrar mi inhumanidad.
Un filo de navaja arrastra el jabón y el vello que ha cortado y las uñas de tus dedos hieren la sábana con placer prohibido, amoral.
Nata salada en tu monte de Venus...

Corruptos somos bajo el potente foco de una luz que hace sombras de los gemidos y hace arder la piel.
¿Entiendes ahora porque no es un tópico cuando te llamo muñeca?
¿Puedes comprender que haces de mí una aberración?

Me elevas por encima de toda ética y toda moral, no importa que sea corrupto, que sea lo que nadie quiere ver ni oír.
Contigo trasciendo. Da igual adonde, solo sé que salgo de cualquier órbita conocida por la impía belleza de tu mirada obscena.
Solo sé que sudo y lloro y bramo las horas sin ti.
De profundis ab tuum cunnus clamo: ego amo te. *



Iconoclasta

*Desde lo más profundo de tu coño grito: te amo

18 de noviembre de 2015

México querido, pero no lindo, en Atramentum.


Ojo por ojo



En momentos como éste, cuando la cuestión del terrorismo islámico está en su punto álgido, es cuando más me acuerdo de los  israelíes y la simpatía que siempre he profesado por ellos, a pesar de que socialmente es incorrecto según las más elementales normas de progresistas y filántropos. Lo humanitario es llamarlos asesinos y represores.
Claro, que la cosa cambia cuando es a los occidentales a quienes les ponen unas bombas en el culo.
Mi simpatía a los israelíes, porque están rodeados de gente que les odia, están rodeados de envidia. Y viven y los matan y responden. 
Y responden antes si pueden.
Los admiro porque la venganza es la madre de la justicia. Rápida, expedita. Un tributo a los familiares de los muertos actuales. No han de esperar tres o cuatro generaciones para recibir justicia.
Mi simpatía a los israelíes porque hicieron de un desierto lo que no  hicieron los pastores de cabras palestinos: un lugar del que comer  y del que beber.
Matan niños y personas indefensas dicen los amarillistas y los envidiosos.
Y una mierda... Matan niños todos los ejércitos  de todos los países y todos los tiempos. Y violan mujeres sean del bando que sean. No se puede ser tan frívolo e ignorante alegando recursos piadosos infantiles.
Y los somalís y mozambiqueños matan a sus propios paisanos para robarles alimento y vendérselo a precio de órganos transplantables.
¿Ahora en los bombardeos al estado islámico van a dar unas horas de tiempo para que los civiles puedan ponerse a salvo? No jodas...
La humanidad necesita las guerras y el odio para no agotar el planeta, es un tácito acuerdo entre gobiernos desde hace muchos siglos en los que se instauró ese pacto social por el que a un vividor se le otorgaba el derecho a mandar sobre otros.
Simpatizo con los israelíes porque los masacraron como a ningún pueblo han asesinado con tanta rapidez y en tanto número.
Y los muertos no hablan, pero sí. Y les dijeron que no se dejen matar como hace unos pocos años atrás los aniquilaron.
Son envidiados porque tradicional y prácticamente, tienen una pasmosa facilidad para acaparar dinero.
Es una cuestión de disciplina que viene de sus ritos, no hace falta buscar genéticas ni orígenes étnicos en los judíos. Es solo una cuestión de disciplina impuesta por su propia religión.
Una de las pocas razones que pueden parecer históricas en las falaces páginas de la biblia y su antiguo testamento, es que siempre fueron esclavos.
Bien por ellos, por su capacidad de adaptación.
Por lo demás, sería bueno que los gobiernos aprendieran de los israelíes para tratar el tema radical musulmán.
Las muertes es lo que se busca, es el objetivo, que nadie se engañe. La aniquilación.
Y no hay otra salida que responder o someterse para luego ser asesinado de cualquier forma.
Las piedras de hoy, serán las bombas llenas de clavos de mañana.
Que aprendan de los judíos israelíes de una vez y se dejen de esas lacrimógenas falacias que tan de moda están sobre los abusos de un pueblo sobre otro.
Me jode la hipocresía del fascismo igual que  la que nace de la cobardía de los bien alimentados y los no amenazados.
No hay nada perfecto, vaya puta mierda.
En todas partes hay buenos y malos judíos, buenos y malos católicos, buenos y malos musulmanes, etc, etc y bla, bla, bla....; pero el ser humano es imbécil y no hay otra forma de resolver las cuestiones de envidia que matando.
Es la historia quien lo dice.


666 Trabajando en Israel.
Esta luz de la tierra santa... Esta luz amarillenta que da color a resecos olivos centenarios y un toque fantasmal a las ciudades que se divisan a lo lejos, como espejismos áureos; luz que da calidez a las pieles de estos primates. 
Israel, Palestina... 
Esta luz es producto de la mierda de polvo árido y estéril que viene del desierto. No es una luz cálida, os he engañado; es una luz sucia y llena de mierda. El tono cálido es por culpa del asqueroso polvo en suspensión que los vuelve a todos gilipollas, como si aspiraran continuamente rayas de una dorada cocaína. No os creáis que en vuestro mundo todo es tan bello. Tenéis verdaderas mierdas también.
Aquí fue donde le clavé más profundamente a Cristo las espinas de su corona en su santa frente, atravesando con el esfuerzo mis manos. Me subí a la cruz y le dije mirando sus ojos verdes y llenos de sangre reseca: —¿Me quieres a mí también, falso ídolo de enfermos y locos?
Le lamí la sangre que goteaba de su nariz mientras la crucifixión lo asfixiaba lentamente y se morían con él sus falsas esperanzas para un mundo de mierda mejor, donde los hombres se sacrificarían y sacrificarían a sus hijos por obedecer a un dios idiota y egoísta. Y el acre sabor de su sangre bajaba desde mi lengua bífida a mi garganta sabiendo que con cada gota me llevaba parte de su vida. La del santo hijo que abusó de locos y enfermos para ser más que nadie.
¡Qué ironía! El lugar donde murió el santo y casto varón resulta que es ahora el núcleo de la guerra de todas las guerras, la cuna de la muerte y el terror.
Se me ha puesto dura... la polla.
Y yo, asesino de asesinos, estoy aquí recordando la muerte del nazareno hace apenas unas semanas atrás...
Camino con el uniforme de soldado israelí porque soy un chulo, el chaleco antibalas de ligero kevlar me hace sudar y mis brazos fuertes y gordos como un muslo de hermosa mujer llaman poderosamente la atención. Mis gafas ocultan mis ojos ávidos de emociones y muerte; el casco me hace sentir un poco más sobrenatural, con más carisma. Reconozco que hay algo de fetichismo en ello; disfruté con aquella judía, la mujer de un almacenista de la construcción que no me dejó sacarme ni el chaleco ni las gafas de sol mientras la penetraba una y otra y otra y otra vez... Y sus piernas me apresaban el culo para que me metiera más adentro de ella.
El subfusil es ligero, he descargado tres cargadores en pocos segundos contra un viejo perro que estaba al sol y lo he convertido en una hamburguesa sangrienta. El nueve milímetros es el calibre perfecto para estas armas rápidas y de corta distancia. Podría matar en tres segundos a cuatro primates sin ningún problema.
Ningún soldado judío tiene suficientes cojones para caminar por esta zona palestina alejada del núcleo urbano. Podría ir descalzo pero estas botas molan mazo.
Hace apenas unos minutos he oído una explosión y estoy buscando la causa. Unos pequeños jirones de humo salen de detrás de una antigua y gastada loma salpicada de resecos arbustos. Cuando llego a la cima, en la pendiente contraria puedo ver como un tronco de primate ensangrentado mueve la cabeza de un lado a otro en estado de shock.
Es un barbudo palestino, uno de esos que se ponen explosivos por su cuerpo (demasiado moreno para mi gusto) para luego explotar e ir a un cielo donde unas supuestas putas le estarán chupando la polla durante toda la eternidad. Error.
Seguramente este imbécil ha hecho algo mal y ha reventado él solo aquí.
Me acerco y me río en su cara, feliz y sinceramente. Consigo captar su atención a pesar del shock cuando me quito las gafas y miro directamente a su cerebro. Llora sangre porque un ojo ha reventado. Un par de perros famélicos lamen la sangre y el hueso de los muñones que han quedado a la altura del hombro derecho y la pelvis, donde debería estar enganchada su pierna. Otros perros se pelean por una sucia alpargata que tiene aún algo de carne dentro. Con los incisivos delanteros un pequeño perro blanco pega tirones de un nervio negro y gordo, que retorcido que sale del muñón del hombro.
Necesito estar solo con este imbécil.
Les hablo a los perros para que se vayan de aquí o los mato. Se acercan hasta mí con sus hocicos ensangrentados y me lamen las manos, los más altos apoyan sus patas en mis pectorales y lamen mi cara con cariño. En mis labios han quedado restos de sangre de los lametones y me los limpio con la lengua. No soy un tío delicado y siempre me ha gustado que los seres inferiores me muestren temor y respeto.
El tronco humano se revuelve en esta sucia tierra y sus muñones se rebozan en un fino polvo; me señala con el dedo hacia el este, donde se aprecia una casa de ladrillo desnudo, de esas de los pobres. Se escuchan voces de niños y alguna mujer. Cojo el tronco del primate con una facilidad espantosa y miro en derredor para localizar a algún turista de esos horteras con cámara digital para que me haga una foto con el primate ensangrentado al hombro.
Pero no hay nadie, estoy solo con este idiota.
Me señala su casa, me señala a su familia; pretende que lo lleve ante ellos antes de morir, este subnormal no sabe lo que es el paraíso que le tengo reservado.
Cuando llegamos a unos cien metros de su mierda de hogar, lo tiro al suelo sin ningún tipo de cuidado; apenas gime, no tiene fuerza. Le doy unas bofetadas en la cara con cuidado de no partirle su moreno y sucio cuello para que espabile.
Esto que voy a hacer, no lo intentéis hacer vosotros, el subfusil es un arma para corta distancia, sólo los seres superiores podemos disparar y ser certeros a esta distancia con estas armas.
Le obligo a mirar hacia su casa y le sujeto la mano que le queda atravesándola y clavándola al sucio suelo de esta santa tierra con mi Herbert de doble filo y acanaladura. No grita demasiado y su mano apenas se ha crispado.
Ahora, antes de morir, observará el paraíso que le espera durante toda la eternidad.
Hay tres niños correteando frente a la casa que está llena de desperdicios y trozos de uralita cortantes y peligrosos que el guarro este recogió para seguramente arreglar el techo de su choza. ¿Es que no sabe que eso es un peligro para los niños? Me tumbo en el suelo en posición de combate... De caza. Mi arma apunta hacia uno de los pequeños bultos que está sentado en el suelo haciendo dibujos con un palito, disparo y casi al instante cae hacia adelante, el pequeño cuerpo inerte se ha doblado besando el suelo entre sus piernas abiertas, con sus dibujitos aún por acabar...
Hay algo de dramatismo en la mirada de este palestino moribundo y parece que no acaba de creer que acabo de reventarle la médula a su hijo más pequeño.
Los otros niños, apenas han podido reaccionar y corren hacia su hermano gritando. Apunto a la niña y de su pecho una rosa roja se abre mientras cae al suelo, el padre saca fuerzas de no sé dónde y emite un profundo grito. Es igual no me impresiona. Otro disparo más y la cabeza del niño mayor se convierte en una sandía reventada y el contraluz crea un aura roja con la sangre pulverizada en el aire. Unas lágrimas de emoción se desbordan por mis ojos ultravioletas.
Aún me quedan muchas balas...
Una mujer grita, con su gorda barriga, apenas puede correr hacia sus hijos muertos. Calculo que debe estar preñada de unos siete u ocho meses. Estos primates se reproducen como las ratas.
Le digo al palestino que tiene una buena polla y que me siento orgulloso de la cantidad de veces que ha sido capaz de joder a su mujer, y de lo muy hombre que es a pesar de ser un paria de mierda incapaz de alimentar debidamente a su familia. Le pellizco el muñón del hombro cariñosamente, de Dios a mono.
Espero a que la mujer ofrezca un perfil y... Disparo. La bala atraviesa su barriga, entra limpiamente y por el extremo opuesto se abre un agujero irregular, se sujeta la barriga lanzando un grito al aire. 
Al girar por el primer impacto se pueden apreciar pequeños huesecillos asomando entre el masivo agujero de salida de la bala; el palestino se desgarra la mano al desclavársela del suelo y querer alcanzar a su lejana mujer. En ese mismo momento, el pecho izquierdo y pleno de leche estalla con otra bala.
Y ahora el silencio, el silencio de la muerte. Mi gran momento.
Cojo el tronco y lo llevo hasta su familia muerta y dejo que muera allí; no me ha dado tiempo de quedarme con las almas de su familia así que espero su muerte. Llamo a mis crueles para que se hagan cargo de su alma y en el momento que el sucio y ensangrentado barbudo abandona su cuerpo mis cerdos, mis queridos cerdos de la profundidad lo apresan.
Estará durante toda la eternidad viendo la muerte de toda su familia. JAMÁS ACCEDERÁ A PARAISO ALGUNO Y SU AGONIA NO TENDRÁ FIN.
Me desnudo y dejo toda la ropa y las armas en este sucio rincón del mundo; más que nada para desestabilizar más esta tierra santa de ese dios maricón, para que haya más odio, más rencor y más muertes.
Más barbudos muertos.
Volveré a mi cueva oscura y fresca, maloliente. Y además, tengo unas ganas locas de follar, un buen trabajo me pone.
Esperaré impaciente como los palestinos revientan otro mercado lleno de judíos. Y así hasta que todos mueran y sus almas sufran en mi infierno, en el sótano de mi cueva.
Ya os contaré más aventuras de estas que tanto os gustan.
Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

13 de noviembre de 2015

Algo habrás hecho


Si Dios ha puesto en la tierra y en tu camino a un asesino, a un violador, el abuso, la enfermedad y la muerte de tu hijo; por algo será.

Algo habrás hecho.

Lo dice el juez, el médico y el policía y el sacerdote y el presidente y el empresario y el ciudadano de mierda ejemplar, mientras a sus espaldas hay una puerta cerrada donde aguarda un niño o una niña que esperan desnudos y sin saber que Dios quiere esas cosas: sus sexos y sus anos sangrando democrática, justa y devotamente.

Dios y el juez y el médico y el policía y el sacerdote y el presidente y el empresario y el ciudadano de mierda los quieren desnudos para ellos.

O muertos.

Porque algo habrán hecho.

Como mueren quemados y a tiros los que protestan en tierras de santas creencias, y borracheras ignorantes; porque algo habrán hecho, porque pensar es malo. Porque no se contesta a tu amo. Porque "nacimos perros para obedecer" dicen. "Y ellos si no quieren morir, que callen; como nosotros cobardes", insisten.

Celebrad la Pascua y la Navidad.

Y el culo de un niño o una niña que sangra porque algo habrán hecho y por ello algo les han metido. Seguramente serán los hijos de otro, que también algo habrá hecho.

Celebra la democracia y su voto mediocre e ignorante.

Celebra los designios inescrutables del puto Dios y sus perros adiestrados. Y rinde pleitesía a los penes erectos, sucios de la sangre infantil y la de inocentes, tótems de la justa retribución.



Iconoclasta


11 de noviembre de 2015

Bésale el culo al diablo



Ahora que no te pueden quemar porque aquellos puercos curas murieron.
Ahora que aquellas serpientes venenosas con biblias sucias entre sus manos y pontificados enfermos de avaricia arden en un caldero lleno de mierda, bésale las nalgas al diablo.
Si existiera.

Bendice tus deseos y maldice la triste letanía de los hombres simples que con comer les basta y se dan por bien pagados.
Bendice tu amor por ti mismo y maldice la humildad del fracasado que quiere ser ejemplo de virtud de mierda. Lanza una piedra al rostro del virtuoso que ha buscado consuelo en la humildad más indigna para hacer de su fracaso, cobardía e inutilidad, un santurrón e hipócrita ejemplo de bien.

Que sangre ese ciudadano-becerro que cree en leyes y no se la mete por el culo a su esposa.
Escupe a la cara del hombre que dice ser casto y bondad pura por ser padre. Una bestia castrada que eternizará la banalidad en sus hijos. Los padres de la bondad son demasiado tontos para hacer otras cosa.

Sodomiza el culo del diablo, si tuvieras el privilegio de encontrarlo. Y escupe en tu glande para que no duela el duro esfínter que penetras. No el del diablo, el que duele es el de la humanidad que no has podido disfrutar, siempre atado, siempre entre ratas y hormigón putrefacto, presidentes de vecinos, de empresas y del gobierno. Mierda para todas sus putas vidas. Sus anos son dolorosos y costosos de penetrar.
Costrosos de mierda y sangre seca.

Entre ellos y por ellos te has convertido en el anodino ser que eres.
Vende tu alma, si tienes, al diablo. Y si te concede un deseo, pídele que  tus males sean el doble para todos los demás.

Tírate un pedo y honra la desinhibición del hombre, honra al diablo. Métela en el oscuro  y dilatado coño de la puta, págale cuando acabes lanzándole los billetes a la cara y apártala de ti con un empujón, como si fuera mierda. Sal de la sucia habitación sin decirle adiós. Porque es cosa y está en venta.
Como tú... Sois iguales aunque os jodan por otros agujeros, por otros medios.

Como hacen contigo, como han hecho. Sé igual y que el diablo te asista, que el diablo te ayude. Porque los dioses son solo deficientes mentales babeando en sus paraísos de mierda.

Envía a tus hijos a jugar al borde de la carretera para follarte a tu esposa en una intimidad obscena. Y metérsela bien adentro, tan profundamente, que se olvide que sus hijos pueden morir aplastados si no son listos. Como en épocas atávicas los devorarían los lobos o los dientes de sable.

Dime que eres viejo y no te la pone dura unos pechos rebosando por el escote. Mejor te la cortas en rodajas, beato.
Bésale al culo al diablo, porque lo demás, no ha servido para nada.
Porque la vida es el desfile de la mediocridad sonriente, de la excretora cobardía.
De la hipocresía tan evidente, que insulta la inteligencia de los pocos que la tienen.

Bésaselo, bésale el culo al diablo y escupe en los códigos, en las tradiciones y las patrias todas.
La bondad solo es posible si con bondad se paga.
¡Vamos! Bésale el culo, cobarde.



Iconoclasta

9 de noviembre de 2015

Cansados


Llega a casa y se deja caer en el sillón, al lado de su hombre.
Se besan.
—Estoy cansada.
Ha subido el vestido por encima de las rodillas para dar consuelo a las piernas que parecen arder. Y apoya la cabeza en el brazo del hombre dejando ir un suspiro de liberación por una jornada de trabajo tan cansina como la de ayer.
Él piensa en el insoportable calor, en las suaves piernas de su mujer y en su polla que se desarrolla libre dentro del pantalón ante el contacto de la cálida piel.
Lleva la mano por debajo del vestido, hacia los muslos firmes de la fatiga.
Ella dice "no" con cierta desidia.
Él mete los dedos por el elástico del tanga, en la ingle izquierda y acaricia sutilmente los labios, despacio, sin invadir.
Ella dice "no" y separa las piernas.
El separa mínimamente los labios y ella se tensa al sentir el clítoris emerger.
Ella dice "no" y sus manos toman suavemente el brazo que mueve la mano en su coño, para asegurarse de que no cese de tocarla.
Él se baja la cintura elástica del pantalón y muestra su pene erecto.
"Me duele" le dice.
Ella lo aferra con fuerza y abre las piernas, los abductores de las ingles se tensan. Le ofrece su sexo indefenso.
"Te voy a arrancar el cansancio por el coño", le dice el hombre al oído, en un susurro.
Y un dedo aplasta su clítoris desesperadamente.
Toma una profunda bocanada de aire con los pezones erizados. Su mano agita, sin pretenderlo, el pene húmedo y resbaladizo.
Y siente los espasmos que produce la sangre que lo llena. Es paroxismo puro entre sus dedos y en su mente.
La mano se cierra fuerte entre sus muslos acaparando la vagina completamente, y se acomoda a esa cosa recia que la oprime empujando con la cadera.
No se da cuenta que ha cerrado con tanta fuerza el puño en el pene, que lo estrangula y el glande luce púrpura por la congestión sanguínea. Él gime muy cerca de su oído.
Ella también. Gime porque su vagina parece un volcán estallando y vaciándola de energía en un prolongado orgasmo. Su puño cerrado en el pene de su hombre es un frenético temblor.
Ella susurra:
"¿Por qué siempre cuando te digo que estoy cansada?"
Él responde en secreto:
"Porque tu voluntad está deliciosamente débil"
Ella dice con picardía haciendo cosquillas en su oído:
"No estoy cansada, amor".
Libera y presiona, ahora sí, el pene con un ritmo uniforme.
Él apenas puede susurrar entrecortadamente:
"Déjame ser perverso, malo. Me imagino abusar de ti indefensa"
Ella sonríe y deja caer su cabello sobre el pubis del hombre, sobre su pene.
Antes de cerrar los labios en el palpitante glande, dice:
"Estoy derrotada, amor"
Lleva la otra mano a los testículos y se los masajea sin cuidado mientras eyacula salpicando su mentón, el cabello. El semen corre perezoso entre sus dedos. Siente en su mejilla los espasmos del vientre.
Y piensa con una sonrisa en las voluptuosas mentiras que combaten y conjuran las asépticas verdades diarias.
"No te quiero" dice ella.
"Yo tampoco" responde él.
Y sin darse apenas cuenta se quedan dormitando muy juntos, relajando las aceleradas respiraciones y el ritmo cardíaco.
No están cansados de un puto día de trabajo.
Quién lo diría...



Iconoclasta

3 de noviembre de 2015

El demiurgo



"...bueno, entonces agradezcamos al demiurgo por el reencuentro.

Y ahora sí me voy convenciendo que nunca es tarde para lograr lo que se quiere"


Nunca es tarde. Aún muerto buscaré la forma de lamer tu pensamiento y tus palabras, sólida e inextricablemente unidas a la piel y la carne que deseo .
No hay concepto de amor sin tu pensamiento, sin cada palabra que dices en el momento preciso, con la pasión segura, con la firmeza absoluta.
No basta la carne, lo quiero todo.
Podría haber agradecido a un dios el reencuentro, pero no sería específica, sería demasiado fácil. E infantil.
Y ella puede ser cualquier cosa, pero infantil sería una idea desconcertante, absurda.
El demiurgo en su connotación y en su fonética provoca una turbación atávica en la razón, hace banal al dios conceptual y universal.
Su idea es absolutamente efectiva y acertada, es tan inteligente la muy amada...
El demiurgo... El creador y administrador de un caos o el universo. Como si un idiota (dios usual) creara algo verdaderamente complicado y otro ente (el demiurgo) tuviera que dedicar su tiempo a darle coherencia y orden.
El demiurgo es más que un dios: la parte imbécil de la divinidad, la que crea cosas y seres por aburrimiento, con despreocupada crueldad. Y luego retoca.
Ergo, usa la inteligencia, se da cuenta de lo que mucho que se ha equivocado.
Cosa que explica tantas miserias: a veces sufre accesos de ira contra sí mismo.
A mí me ocurre.
El demiurgo es creador y responsable, un dios es solo un idiota con suerte.
Hay filósofos que llegan a la conclusión de que el demiurgo es el pensamiento humano y otros que es la maldad; pero lo cierto es que no hay maldad en el pensamiento humano, solo una falta de eficiencia intelectual.
Semánticamente dios y demiurgo es lo mismo: creadores.
La semántica me la paso por el culo, hay palabras que llevan encerradas sutiles y subliminales imágenes en su redacción y dicción. Lo culto es tentacular, no se conforma con  la versión para dummys.
Me gusta creer en el demiurgo. Y en los centauros si ella los nombrara.
Agradecer al demiurgo el reencuentro...
Como si el demiurgo no tuviera cosas mejores que hacer.
Ella es el demiurgo y si es maldad, beberé maldad entre sus piernas, la sorberé de sus pechos y de sus labios.
Y la he imaginado desnuda, hermosa. Potente ordenando las cosas del universo, poniéndome frente a ella, donde debo, donde quiero estar.
Solo sé que es más inteligente que yo, y es privilegio para un ser de mis características, de mi cultivada brutalidad.
En cualquier caso, sea cuestión de azar o de la voluntad de una entidad divina y oscura, en este reencuentro yo gano y ella no tiene fortuna como yo.
Yo gano su amor, su pensamiento ("no dejes de pensarme" me dice y yo siento que me hago jugo de vanidad), su belleza y su piel.
Ella solo gana algo como yo. 
Pobre demiurgo cegato.
Necesita lentes.
Urgentemente.
Haré lo posible para que me adore desbocadamente, para que se sienta absolutamente amada, tanto que sentirá que soy lo mejor que ha creado. No tengo escrúpulos, creo en la mentira porque la verdad es mediocridad, desencanto y tedio; es absolutamente innecesaria mentarla. Las verdades existen para ser ignoradas, para estrellarme contra un muro pensando que no puedo morir. Es mi capricho y la verdad no tiene poder de convicción.
Quien sepa de la vida no necesita averiguar verdades, solo usarlas o desecharlas a su conveniencia. Los hay que nacemos enseñados y los hay inseguros que necesitan cantar sus verdades continua e hipócritamente, o buscarlas husmeando y envidiando vidas y espacios ajenos.
Las verdades son para los niños, los hombres solo buscamos el demiurgo y su cegata voluntad para lamer sus ingles deslizándose sin pausa hacia el eje de simetría de sus muslos.
Ordenando el universo a lengüetazos lentos y arrastrados.
Dejando mi vida en sus manos, que le dé sentido, que me haga útil.









Iconoclasta

1 de noviembre de 2015

Ofrendados


Fumo al son de la música recostado en el sillón y observo a papá acercándose translúcido a la ofrenda.

- ¡Has venido, papá! Creí que no...

Papá se gira hacia a mí sonriendo con tristeza.

- No, Pablo. Has llegado tú.

Justo al lado  del retrato de papá, hay uno mío también.

- Feliz día de muertos, hijo.

Y me abraza.

Y yo lo aprieto fuerte contra mí, huele como lo recordaba cuando hace mil años era niño.

La ofrenda se hace un planeta, una llanura enorme. Caminamos entre calaveritas de azúcar, pan de muerto, botellitas de rompope, flores y la niebla que forma el copal al arder.

Mi padre coge el paquete de cigarrillos que alguien que nos amaba, nos ofrendó. Y usamos el copal para encender un par. Charlando translúcidos, atravesamos una hoja de papel picado.

Me alegro que sea tan bonito y no como yo temía.

 Nos convertimos en todo y en nada contándonos cómo fue la vida, si valió la pena.

Sonrío porque ya está, ya pasó todo, me lo dice papá fumando mientras la trompeta de El silencio suena cada vez más lejana desde los altavoces.

Feliz día, padre.



Iconoclasta

31 de octubre de 2015

Una ofrenda a mis amigos mexicanos


Era el uno de noviembre, sábado. Y día de muertos.
No creo en los muertos, hay muerte y todas las cosas se acaban, o retóricamente, fenecen.
Una vez muertos los humanos y los animales, no hay razón para dedicarles nada porque dejan de existir. No hay almas libres y flotantes en el mundo; pero ya se sabe que las gentes necesitan alicientes para vivir y no deprimirse, por ello se crean celebraciones que les haga olvidar por unos minutos su miserable vida esclava. 
Los muertos también pueden ser un buen motivo para pillar una buena curda.
Yo no celebro nada de eso, porque nadie puede engañarme sobre mi mierda de vida, prefiero joderme de ira e insultar, a sonreír como si fuera idiota mientras me la meten por el culo sin mantequilla.
La Antorcha Humana hizo un arco en el cielo y sonreí al salir a la calle.
Así que de México me traje esa hermosa tradición de las ofrendas del día de muertos, solo que yo celebro el día de vivos, de mis queridos humanos que ríen y hablan y cantan y juegan. 
Lo despreciable tiene también un recuerdo para no olvidar que hay mala gente, no soy tan estúpido de obviar lo repugnante en nombre de lo bueno. Las dos cosas conviven  entrelazadas como la sangre y las heces del excremento de un enfermo.
Era un gran día el de los muertos del 2014, mi día escogido. Ansiadamente esperado para obtener la libertad y echar la podredumbre de mi lado. Tras más de dos años de lucha, por fin era el momento propicio para deshacerme de la rémora, ya no tenía el pretexto de sus hijos y un lugar para ellos y continuar su chantaje. Doy gracias a sus borracheras por ello.
Soy lo que rima con joya de rápido aprovechando las oportunidades (obsérvese que me soplo y froto las uñas de la mano en el pecho).
Así que mientras ella se tiraba al deficiente mental de su compañero de trabajo en el almacén (o en un motel de mal gusto, como otras veces y con tantos otros), ambos sacando la lengua y diciendo: "cuidado no nos vayamos a trompezar con las manderas, porque ya vistes: están deshordenadas". Yo salía con un buen amigo al centro de la ciudad a desayunar unos tacos y ver tiendas de electrónica.
Bueno... Solo unos tacos no, mi amigo se comió un plato de fruta y helado que pensé que no se acabaría nunca (XXXL). Eructamos los dos al tiempo, a pesar de que yo no comí de aquella montaña de fruta y dulce; yo devoré un taco árabe con queso que aún me hace la boca agua al recordar aquellas buenas carnes.
Qué buen recuerdo... Empezó bien el día y yo sabía que seguiría así, tenía ese buen presentimiento de que el día de muertos sería a partir de entonces, especialmente festivo para mí.
Supermán surcó el cielo con los calzones por fuera, como siempre, contrastando contra un cielo gris.
Decidí celebrar mi particular día de muertos (por lo que iba a morir) ofrendándome una consola Nintendo con un juego de Super Mario Kart. Ya estaba saboreando mi futura libertad y tranquilidad.
Un sujeto con retraso mental (no patológico, sino adquirido con voluntad) y analfabetismo, no tiene futuro con alguien medio inteligente o un tanto informado. Así que es normal que se estuviera revolcando en mierda con un idiota mientras yo me gastaba una pasta en un buen desayuno y electrónica.
Hacía muy bien, porque ningún ser con ciertas inquietudes o ética puede permanecer demasiado tiempo al lado de alguien como aquella rémora sin sentir que está tirando su tiempo a la basura. Mejor que se quedara con el burro, porque era eso o nada.
Además, los idiotas se aburren si no tienen algo que llevarse a la boca, lo que sea.
Lo que sea por infectado o sucio que esté...
Los tontos con los tontos, es la única forma posible de que sean medianamente felices. Siempre están buscando entre la basura y encuentran algo todos los días: justo lo que yo desecho.
Hulk, con un rugido iracundo, le arrancó el motor a un coche que circulaba por Reforma porque invadió el paso de peatones mientras lo cruzaba.
Cuando vas bien acompañado o solo, el mundo se hace más interesante. Estaba contento aquel sábado, ya sin presión.
Así que tras llegar a casa y despedirme de mi amigo hasta la noche, en la que pasaríamos una velada de juego, charla y música acompañados de mi querida amiga, su esposa, me dediqué a conectar la consola esperando con impaciencia a que la "licenciada" llegara con su rótulo de neón en la frente que decía: he cogido con el tarado esta mañana y esta noche de muertos cojo con él y con otros.
Y me parecía bien, solo quería que desapareciera.
Borrarla con un par de palabras muy claras.
Esas ofrendas mexicanas, son hermosas, son entrañables; aunque no crea en el motivo por el que se hacen. Me encantaba el gusto y el cariño que ponen en crearlas, la cantidad de detalles que habían en aquellas mesas repletas de dulces, velas, papel picado y objetos de recuerdo, fotos, comida y flores.
Y su olor...
Aquella hermosa pequeña queriéndose comer los dulces, montando guardia para hacerse con uno. Como la echo de menos...
Y así, a las cuatro de la tarde apareció con su impecable hipocresía y olor a macho idiota impregnado en la piel y en la ropa; envanecida como una "Reina Midas", solo que lo que toca lo convierte en mierda.
Bugs Bunny me preguntó royendo una zanahoria: ¿Qué hay de nuevo, viejo?
Y ambos la miramos con una media sonrisa.
A las cuatro y media, configurando la consola, comiendo unas croquetas y sin apenas mirarla a la cara, la envié a la mierda, literalmente. Tras llorar un poco porque a partir de ese momento tendría que pagarse ella solita el plan de su celular, se largó con ese aroma rancio de las cogidas reproductoras, conejiles y recientes en moteles y cuchitriles sucios.
La ordinaria cerró la puerta tras de sí y ya no volvería a verla nunca más. Cerré los ojos por fin descansado, fumando sin ser consciente.
Me duché para quitarme ese aroma que dejó en el aire y empecé a pensar en maletas, viajes y apartamentos, en nuevas ciudades y en acabar de configurar la consola para empezar a jugar.
La mañana siguiente fue una mañana de claridad y de paz, de liberación.
El gran día de muertos fue mi día de vivos.
Y todo empezó a ir bien, a la semana siguiente en el cine vi una gran película de ciencia ficción y viajes tristes: Interstellar, mi primer y agradable recuerdo de mi ansiada soledad y libertad. Maravilloso. La primera experiencia que barrió los años de sordidez con aquel burro a mi lado.
Cada día el aire era más limpio, los amaneceres de cafés y música tranquila. Las mañanas y las tardes de chocolates helados y paseos.
Y mi piel más limpia, ya no había rastro de la rémora.
Encontré un paraje precioso para vivir y poner kilómetros de por medio entre aquella y yo; sabía que cuando necesitara dinero, haría lo posible por ensuciar mi vida de nuevo.
Cuando vives al lado de algo podrido, te salpica continuamente, te lo has de quitar de encima y alejarte para no enfermar. Tiene el coste de dejar lo que quieres, nada es perfecto.
Y  por ello, por mis amigos, me traje el cariño de las ofrendas, para recordarlos siempre: cigarros, inquietudes, charlas y risas...
Elegí aquel día de muertos a conciencia, con frialdad. No me importaba esperar semana más o menos; me di el gusto de que fuera en ese día tan especial en  México.
Día de muertos: una metáfora y una realidad.
Quedaría un entrañable recuerdo de aquellas ofrendas que ya no volvería a ver en mucho tiempo, me dejarían un dulce sabor de la añoranza de un lugar y una gente hermosa: mis amigos que combatían con su presencia la miseria que aquella tipa arrastraba tras de sí cuando entraba en la casa.
Y así ofrendo a lo vivo, a lo que quiero, en este día de muertos.
Tengo una ofrenda de cariños con rummys, juguetes, cartas, canciones, dulces, refrescos, cerveza, botanas, paletas, helados y letras de amor y amistad. Cierro los ojos escuchando la película de Matilda, con mi pequeña amada amiga comiendo cacahuates muy pegada a mí en el sillón. Conservo el calor de su  cabecita en mi brazo.
El Capitán América vuela sobre su escudo y rompe una farola. Es espectacular la libertad, te deja ver cosas que antes estaban oscuras. No tener que soportar la miseria de otro ser.
Jugamos al rummy los amigos mientras nos contamos los más increíbles chismes y chistes en noches musicales y nebulosas de placenteros cigarrillos.
Un charco de agua de hielo deshecho en el suelo y risas a la madrugada.
Y tomamos gigantescos cafés y raciones de pastel durante horas de charla, llenando ceniceros.
Risas "jamonas"...
Y  ofrendo a lo malo, a lo podrido, para que jamás vuelva. Para no olvidar que existe la ponzoña. Una ofrenda con un cochecito verde y uno gris con gusanos dentro, metidos en un zapato sucio de tacón que reposa en dos tangas sucios y apelmazados. Y un vestidito corto negro, barato y sucio de manchas blanquecinas y vómito. Esa ofrenda la tengo al lado del cubo de la basura.
Yo no ofrendo a los muertos, ofrendo a los amigos siempre vivos, a la libertad que conseguí aquel día, a las mañanas libres y frescas. En mi casa no entrarán muertos, solo acepto cariños y sonrisas en una ofrenda para sonreír al pensar en ellos. 
Y tengo ese monumento al asco que me hace suspirar aliviado al recordar que un día como hoy, un uno de noviembre, pude arrancarlo de mi vida. http://ultrajant.blogspot.com.es/2015/03/adios-putilla-adios.html

Queridos amigos mexicanos, si un día nos encontramos de nuevo, que sea un uno de noviembre, que es el día (mío) de mis mejores amigos y momentos. Por mucho que digan que es de muertos.
Feliz día grandes y pequeñas amigas y amigos, no os olvido.
Sois tantos, que sois innombrables, vosotros sabéis que os quiero. Eso es lo que importa.
Hasta pronto.



Iconoclasta

29 de octubre de 2015

Estoy bien



El cielo pega un último estallido de color para luego oscurecerse rápidamente, más rápidamente de lo que puedo caminar.

Un camión lleva troncos de árboles y deja una estela fragante de madera en el aire que mi alma aspira. Y es bueno.


Oscurece... Un tractor cansado arrastra un remolque con balas de heno que dejan su olor y briznas en el aire.


Y mi alma también lo aspira.

Y es bueno.


Estoy dos veces bien.


Ya apenas se ve el camino, la oscuridad trae un calor extraño que conforta y acentúa todos los aromas de la tierra.


Recortado en una loma, apenas contrastado el color de sus pelajes, un rebaño de ovejas muy juntas, desprende su fuerte olor a lana y a perfecta existencia.


Se extiende alrededor de mí y parece un ser vivo que olisquea mi rostro.


Y mi alma aspira también el rancio olor.


Y está bien.


Cuando llego al pueblo de nuevo, huele a leña ardiendo y la perfección del momento alcanza el grado de una extrema unción.


Porque es un momento que sería perfecto para morir.


Para dejar de respirar sabiendo que has llegado a lo más precioso. Que tantos años de estar en lugares erróneos, se han borrado con solo una hora en la que el alma ha aspirado todo lo que debía, lo que necesitaba. Donde yo mismo era un aroma, una nostalgia, un ser formando parte de ello.


Dan ganas de sentarse en la total oscuridad de un árbol y dejar que la noche me convierta en un aroma, fundirme, dejar la carne. Evaporar, ser humedad, ser todas esas cosas, todos esos aromas que forman una vida tan íntima y tan intensa, capaz de azotar el pensamiento hasta arrancarle un gemido.


Porque hacen de la noche algo que puedes tocar y acariciar.


Debería aprovechar la oportunidad de morir, ahora que es perfecta la vida. Antes de que se estropee de nuevo.


Duele tanto el tobillo y la rodilla que la idea de fallecer es un mero trámite para ser noche en las altas montañas.


Pero pienso que la amo, marco su número y se lo digo: "Ojalá estuvieras aquí". No le digo que quiero morir ahora, no es justo para ella. Me dice que me ama también. Disimulo un gemido con una tos, porque hay simples palabras que se conjugan con los aromas de la más pura vida. Y lo hacen todo más precioso.


Debería aprovechar el momento para hacer mutis por el foro.


No sé cuando se alinearán de nuevo los aromas de la noche; tal vez tarden tanto como los cometas que cruzan el universo ante nuestras narices cada cientos de años.


Mi alma aspira sus propias emociones impregnadas de este universo, en este instante.


Y está bien.


Y es bueno.





Iconoclasta

28 de octubre de 2015

Sin dolor



—Shh... Los hombres no lloran.

Y se ríe sin dejar de comer.

No lloro, no puedo llorar.

No tengo miedo, solo siento tristeza de desaparecer así.

No duelen las orugas al hacer túneles en mi carne, como si ya estuviera muerto.

Esa es mi tristeza: morir sin sentir.

—Calla, déjanos comerte en silencio, no lo estropees.

Al menos que duela, por favor.

No consigo morir.

—No podemos comer tu pensamiento, pero nos esforzamos; tal vez algún día evolucionemos y comamos lo eléctrico de ti. Y así puedas morir junto con tu piel.

Son tan repugnantes, amarillo veneno y erizadas de púas...

Debería doler su solo tacto urticante. El horror de sus voraces mandíbulas y sus cientos de patas puntiagudas reptar por todo mi cuerpo, se diluye en la tristeza de dejar de ser sin un solo sentir.

—No podemos dolerte, agotaste todo dolor, mira tras de ti.

Y hasta el horizonte se extienden seres que he perdido, hay cariños muertos  que forman un rastro que me sigue. Es apocalíptico.

¿Cómo he podido vivir así?

La orugas hablan como una sola mientras comen.

Me comen.

¿Por qué no puedo moverme?

—Porque sabes que es mejor intentar morir, lo que hay detrás tuyo, lo que te sigue, no es bueno. No se puede vivir con eso.

A algunos los quise tanto...

Una oruga se abre paso entre la uña y la carne de mi dedo. Mana una sangre perezosa a medida que desaparece dentro de mí devorando, haciéndose espacio con sus fauces inquietas. Percibo su movimiento malvado y reptante en lo profundo.

Mi dedo se tensa pensando que hay un dolor atroz, pero no lo hay.

Es estar podrido en vida...

¿Siempre ha sido así? ¿Desde cuándo no siento dolor?

—Nosotras hacemos bien nuestro trabajo, si pudiéramos te causaríamos dolor. Esa indiferencia tuya es mala, cruel. Naciste sin algo en el cerebro, algo falló en tu concepción.

La oruga se mete entre mis labios, segura de que no la voy a partir en dos con los dientes, es tan repugnante que no puedo morderla.

Escarba en mi paladar con un cosquilleo, se mete dentro del cielo de la boca y la siento por debajo de mi nariz retorcerse muy profundamente.

El sabor de la sangre es hierro dulzón al caer en mi lengua.

Todos esos cariños muertos en mi caminar... ¿Sufren? ¿Es posible que se convulsionen de dolor como serpientes agonizando? ¿O simplemente hay un terremoto?

 Y yo sin sentir nada...

Otra oruga se abre paso por el meato del glande y grito de miedo y pánico. Grito tanto que escupo la oruga que se había metido en el paladar y queda muerta por el golpe contra el suelo con sus púas aplastadas por la sangre y la saliva.

—¿Ves? Morir no es tan malo? Unos morimos, otros vivimos y tú simplemente eres el ser más triste del planeta. Son cosas que pasan, hay mutaciones, hay deformaciones y tú eres ambas cosas. Tus padres no deberían tener más hijos, podría nacer otro como tú. Y eso no es bueno para el amor ni el cariño; míralos, tu camino es un vertedero.

En algún momento me convertí en el Gran Derrochador de Amores y Seres. Algunos han puesto precio a mi  cabeza. Yo lo haría.

La oruga se arrastra por mi cuello, con su negra cabeza ya entrando en la oreja derecha. Sé que duele el oído, he tenido infecciones.

Sé de dolores.

Sé tanto de dolores que sé que esto está muy mal.

Quiero llorar, pero no salen lágrimas.

Me acuerdo cuando lloraba y toda esa presión disminuía, me calmaban las salinas lágrimas escurriéndose por mis labios. Los mocos que salían de la nariz se mezclaban con el llanto, con un hipo entrecortado.

Y todo ese caos me relajaba.

La oruga está devorando mis testículos, el escroto se mueve y del meato mana sangre y semen.

Tampoco hay placer en ello.

He perdido seres y cariños por el camino como quien pierde llaves y monedas. No es justo para mí, ni para los cadáveres que cubren mis huellas.

No tienen un valor cuantificable, con ellos perdí una parte de mí, tal vez las lágrimas, y la capacidad de lavarme en ellas.

Purificarme... Santificarme si hubiera dios y no estuviera muerto en la estela de mi vida.

Hay dos orugas corriendo dentro de mi pubis, la comezón me incita a rascar, pero los dedos no penetran; rascan donde no debieran, sin efecto.

Los dejo en el vientre, crispados, para aferrarme a mí mismo.

No sé porque, pero todas las carencias, miedos y tristezas se alojan en el vientre. Las manos descarnadas intentan dar consuelo y cubrir ese abismo que aspira las entrañas a otra plano existencial.

Es recurrente hablar y recitar que no eres tan malo, que no eres nada especial, los hay mejores en su calidad de hijos de puta. Soy demasiado mediocre para tanta angustia.

Demasiados cariño y esperanzas desecándose en el páramo...

¿Por qué no sufren otros? No es que me importe especialmente, pero alguien me presta demasiada atención y me cago en dios.


Son las ocho de la mañana, mi corazón palpita veloz, he debido tener una pesadilla.

Con la mirada desenfocada alcanzo a ver la cajetilla de cigarros en la mesita y enciendo uno tosiendo.

Orino y hay sangre. Me asusto solo un poco, es demasiado pronto para alarmarse. 

Me limpio sangre seca de la nariz al mirarme al espejo y escupo en el lavabo la primera flema del día.

Hace tiempo que no recuerdo los sueños, y está bien.

Recuerdo sueños que me destrozaban el ánimo todo el día sin ser necesario.

Es agradable no soñar e ignorar por qué hay sangre donde no debiera.

Y concluyes que a veces hay errores y el organismo se equivoca al conducir la sangre a conductos que no son adecuados.

O eso, o estoy pudriéndome.

¡Bah!

Si no hay dolor, no hay daños, eso dicen. El dolor es el medio que nos protege ante agresiones, lesiones y enfermedades.

No hay de qué preocuparse.


 

Iconoclasta




Iconoclasta

23 de octubre de 2015

Perdóname


No llores, mi amor.

No cuando no puedo darte el calor de mi piel.

¿Te das cuenta de lo hermosa que te hace tu tragedia? ¿Te das cuenta de mi angustia por las lágrimas que se bebe la tierra sin que corran por mi pecho?

No llores si no puedo envolverte, ten piedad...

No muestres tu tristeza a este mundo de mierda.

¡Qué valiente eres!

Confieso que tu llanto es mi paz. Me construye como tu hombre, porque no existe nada tan íntimo que asistir a tu tristeza en la madrugada.

Todo irá bien, cielo.

Perdóname por verte tan hermosa, tan mujer cuando la tristeza te abruma.

Perdóname por amar tus lágrimas.

Amarte me hace egoísta y tu llanto pone a prueba mi decencia.

Temo amarte más, porque descubrirá lo más bajo de mí, lo que yo mismo me niego.

Llora en mí, hazme saber que soy tu consuelo, tu fortaleza.

Llora...

Perdóname, amor.




Iconoclasta