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17 de mayo de 2017

Palabras electrónicas


De joven, en la adolescencia, me convertí en el amanuense de mi abuela analfabeta según su dictado.
Me llegó a gustar escribir a mano. Y con ello aprendí a no escribir cartas de la misma  forma, con las mismas fórmulas de redacción y expresiones.
Como todo lo que he leído, me ha servido para no escribir igual. La redacción tiene que ser dura y directa como una patada. Ha de empezar a cuajar para bien o para mal en la mente del lector desde la primera frase.
No tiene que importar la opinión de nadie sobre lo que escribes, has de ser absolutamente tú.
Ni siquiera la mía, debo creerme mis propias mentiras y fantasías. No tengo escrúpulos de hipocresía o ética cuando escribo. Mi mente es libre y salvaje.
Y me gusta causar más rechazo que admiración, es mi pequeña venganza a este mundo mal hecho en el que nací.
Mi educación se basó siempre en no incurrir en las vulgaridades que oigo, veo, leo y toco. Mi principal trabajo en la vida es alejarme de todo lo que está hecho, escrito o dicho. Aunque me joda.
Y así, si quiero ser sincero conmigo mismo, si quiero ser; antes de teclear en el ordenador o en el móvil debo escribir en papel mis ideas, mis mentiras, mis sueños, mis odios, mis deseos y amores. Confesar ante el blanco lo que de verdad soy, no lo que quisiera.
Y luego llega la tarea de tergiversar mis verdades y teclear lo que ya existe, lo que se toca. Con toda su dimensionalidad y trascendencia. Cuando está escrito en la realidad, en el papel; es ley y es palpable.
Mi ley única y absoluta. Y por ella existo de forma visible y a veces, me diluyo. Es difícil ser sólido en este lugar de mierda.
Un mundo sin papel es el peor escenario que puedo imaginar.
Porque no quedaría espacio para la emotividad ni la sinceridad, el pensamiento se pudriría sin posibilidad de convertirse en algo táctil.
Cuando escribo a pulso, con la mano y en papel, creo una imagen de mi pensamiento. Trasciende más allá de mi cráneo.
Son tiempos de mensajes electrónicos que carecen de validez emocional. La misma letra, la misma esterilidad.
La misma mediocridad, todos los mensajes son iguales salvo los destinatarios.
Solo se escribe por alardear de tecnología y gracias al corrector ortográfico, a veces son legibles esos mensajes.
Los ordenadores y teléfonos crean banalidad y ordinariez a nivel de comunicación.
Alguien dirá que hay quien escribe cosas interesantes: me parece correcto; pero son tan pocos que siento un vacío en el estómago.
Si alguien no vale el tiempo que requiere escribir una carta en papel, no merece la pena molestarle con un mensaje electrónico de mierda. Puedo pasar mi vida tranquilamente sin hipocresías. Sin recibir un solo mensaje electrónico en lo que me resta de vida.
El afecto solo se demuestra dedicando tiempo a quien queremos, y gusto. Independientemente del super-ordenador o super-teléfono de mierda que se tenga.
La tecnología masificada solo sirve para  ponerse en contacto con gente en la que jamás pensabas, ni importa.
El miedo a no tener un mensaje en el ordenador o el teléfono es casi patológico para la humana mediocridad, como lo era en tiempos pasados creer en brujas y ovnis.
Seguramente hay excepciones, como he dicho; pero no pesan.
Que cada cual se consuele de la banalidad de sus palabras como pueda con esa excepcionalidad.
He escrito mensajes a Dios en el que si lo encontrara, le daría un navajazo en su divino cuello de mierda.
Que las palabras dan miedo es otra historia.
Otra de tantas.
Mierda, hostia, coño, polla... Muerte, asesinato, desgarramiento...
La Virgen puta...
Toma ya miedo.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

27 de marzo de 2017

Una feliz coincidencia


Tomo asiento en la terraza del bar, es una tarde templada y tranquila, la gente pasa la tarde del domingo con esa deliciosa depresión que los mantiene moderadamente apagados.
Y de repente, frente a la mesa vecina ocupada por un matrimonio y su hija, se planta una gorda que pasea con su perro y los saluda.
Están tan cerca, que me infecta los oídos su cháchara.
Le preguntan si ha comprado por fin la casa.
Y es lo peor que podía ocurrir.
Me molesta tanto esa mujer asquerosa... Ya lleva media hora rajando sin cesar del precio de los apartamentos y notarios.
¿Es que nunca se va a morir?
Que se muera la puta gorda que no calla.
Me destroza la vida en este instante, la hace fea e inviable.
No cesa de hablar.
Que se muera, que se muera, que se muera.
Y su hijo que vive en Barcelona y que cobra una muy buena nómina, también. Que les reviente a los dos alguna arteria del cerebro o se les parta el corazón en dos. Me da igual, que mueran.
Por favor...
Me ofende su voz y su presencia.
Es como si invadiera mi espacio vital.
Invasora de mierda...
De repente cae un gorrión decapitado en la mesa donde sus conversadores toman sus bebidas.
La niña y su madre gritan por el susto. Y luego se asombran.
- Pobret! -dicen en catalán.
El padre dice que se le ha debido de caer a un águila o un cuervo de las garras. La gorda ha dejado de hablar durante ese instante. El padre toma una servilleta del dispensador, coge al pájaro, lo envuelve y se acerca a una papelera donde lo tira.
Yo pienso en aquel chiste de un hombre que pasea por el campo, ve un pájaro volar y eleva los brazos imitando a un cazador apuntando con la escopeta y grita: ¡Bang! El pájaro cae al suelo y el hombre asombrado se acerca al animal. "Tengo poderes" dice en voz alta. El pájaro se levanta y dice: "¿Poderes? Y una mierda. El susto que me has dado, cabrón."
Mientras tanto la gorda vuelve a hablar de su tema.
Su frecuencia de cerda degollada por el matarife me está volviendo loco. Es como si me frotaran con papel de lija el cerebro.
Mi cabeza va a estallar y meto la mano en el bolsillo del pantalón y cierro el puño en la navaja.
Que se muera, que se muera, que reviente la cerda.
Y de repente, todo pasa, me siento bien.
La gorda se ha desplomado en el suelo como un saco de mierda. Casi aplasta a su propio perro.
Ha quedado panza arriba, con su asquerosa papada ladeada como la bolsa de un pelícano. Sus ojos miran abiertos al cielo, luciendo en las escleróticas grandes derrames que invaden el iris.
De su nariz mana una sangre perezosa.
Como un río tranquilo y sereno.
Por fin...
Se me escapa una risa repentina que intento disimular con una sonora tos. Y para mayor inri, cuando doy un trago de cocacola, se me sale por la nariz.
Soy feliz con ella muerta. No puedo parar de reír...
El mismo que ha tirado el gorrión descabezado a la papelera se arrodilla junto a la gorda.
- ¡Mercé, Mercé! -le dice en voz alta al oído levantando su puta cabeza del suelo. La caída le ha debido hacer un corte por el que sangra, ha ensuciado el suelo.
- Truqueu a una ambulància, si us plau! - el hombre que la auxilia, pide en catalán que alguien avise a una ambulancia.
Yo pienso que está más seca que la mojama, mejor que traigan directamente un coche fúnebre.
A mí no me molesta ese ajetreo, incluso me divierte y distrae. Me enciendo un cigarro y saco mi cuaderno para escribir alguna reflexión jocosa ajeno ya a todo ese jaleo.
Aún así, de vez en cuando, me coloco el teléfono móvil frente a la cara, como si leyera algo, para ocultar otro acceso de risa.
No me planteo la posibilidad de disfrutar de poderes paranormales capaces de hacer mierda cerebros humanos, porque muchísimas veces he deseado la muerte de muchos seres y no ha pasado nada; no han muerto. No me hago ilusiones, ya soy mayor.
Sin embargo me basta para ser feliz con esta grata coincidencia. Me gustaría saber que el hijo de la gorda, el de la buena nómina, también ha muerto con el cerebro hecho mierda en este mismo instante; pero nada es perfecto. Un poco de alegría es mejor que ninguna alegría.
Me apresuro a beberme el refresco y largarme de aquí porque está visto que no voy a poder parar de reír.
Si fuera Supermán, incineraría a la gorda ahora mismo con mi súper visión.
No me imagino con los calzoncillos por fuera del pantalón.
Coño... Otra risa...
Ya de camino a casa, me detengo en el estanco para comprar una caja de puros y celebrar un final de domingo que prometía ser tan igual como todos los pasados.
Le deseo la muerte al estanquero a ver si me sale gratis el tabaco; pero no tengo suerte y tecleo el número secreto de la tarjeta en el terminal.
Da igual, soy feliz y me duelen las mandíbulas de tanto dominar mis ganas de reír a carcajadas.
Qué bueno...
Me enciendo un puro en el salón de casa con una buena y cómoda sonrisa.



Iconoclasta

11 de diciembre de 2016

Donde los sueños viven


Solo si eres capaz de odiar y despreciar, y en sociedad parecer amable y sumiso a las normas; mantendrás tus sueños íntegros en la mente profunda.
Los sueños viven bajo la capa de mentiras protectoras que te mantienen a salvo de la mediocridad.
Porque los sueños viven en mi mente, no en la de los demás. Mis sueños no tienen nada que ver con la humanidad. En mis ilusiones no existe el género humano más que como caza.
Cuando sientas que compartes tus sueños con la gente, has fracasado. Estás muerto de ilusiones y relleno de adocenamiento, como los pavos que se devoran en navidad.
Es una pura cuestión de control. Si haces creer que aceptas normas, leyes y costumbres sociales, la humanidad se sentirá tranquila y no joderá tu tiempo para disfrutar tus ilusiones.
Hay que engañar, porque la verdad es una trampa para incautos.
La sinceridad solo te la pedirá quien quiera hacerte daño o imponerse por encima de tus ilusiones.
Regala sonrisas y saludos que escondan un: "ojalá te mueras ahora mismo".
Y serás dueño y señor de tus deseos y tu tiempo para evadirte a tu mente absolutamente íntima y secreta.
Nunca seas sincero en nombre del amor, porque lo destruirías.
El amor quiere sueños, irrealidades y caricias.
La verdad lo pudre.
La verdad es la lepra de los amantes.
Si en algún momento exiges o te exigen sinceridad, no caigas en la trampa. Porque el amor estará muerto ¿y para qué molestarse?
No existe la resurrección del amor, ni la de cristo.
La verdad es solo para ti, tu herramienta de control secreta e incompartible.
Solo así tendrás un lugar y un tiempo paradisíacos donde los sueños viven y explotan dentro de ti, los que impiden que te suicides cada mañana al despertar.
Sueños que en nada se asemejan a lo que un día intentaron enseñarme.
La sinceridad mata la ilusión.
La mentira, regalar los oídos de los idiotas, es el condón que te da protección.
Esconde tu ferocidad y tu odio bajo una sonrisa y cuando estés solo, absolutamente aislado, busca tus ilusiones cavando un túnel entre toda esa hipocresía protectora. Y llora allá dentro si lo deseas.
Nunca, jamás se te ocurra ser sincero ante nadie.
Si deseas practicar sinceridad, te miras al espejo y dices: "Soy el más hermoso hijo de puta que hay en toda la capa de la tierra". Y eso te recordará que lo que realmente importa, son tus sueños, los que están en lo más profundo de ti. Que lo superficial es solo una hipocresía metódicamente construida.
Eres un hijoputa sobreviviendo en un mundo de envidias endogámicas.
No dejes de dar los buenos días a quien deseas ver muerto o lejos de ti.
Mantén la mentira constante, tan natural, tan repetida, que se convierta en verdad a lo que es ajeno a ti.
Protege el territorio donde los sueños viven, cuídalo.
Es lo único real que me permite respirar.



Iconoclasta

3 de febrero de 2016

¡Eh, mirad!


Subir, trepar, escalar, arañar la tierra...
Los hay que bajan, son los menos.
Tal vez, en el imaginario de la colmena o el rebaño, bajar es acercarse a la muerte, bajar a la propia fosa.
Y subir es alcanzar más luz, más vida.
Sinceramente, me importa una mierda. Subo porque donde estoy no he encontrado cavernas y hay un cementerio, pero las tumbas son pequeñas y están amontonadas, no son estimulantes.
Me conformo con encontrar sitios nuevos, algo que no haya visto.
Morir o vivir es algo que no considero hasta que llegue el momento.
Si no lo hiciera así, pensaría que durante la subida o la bajada, la rótula podría desmoronarse y salir a la luz del sol a través de la piel y la carne.
Es una idea un tanto incómoda.
Y el movimiento se demuestra andando, incluso muriendo.
Se demuestra guardando el debido silencio del depredador acechante.
Míralos, espantando sus frustraciones con amistades gritonas y convenientes, superfluas. Apoyados en sus autos baratos y mediocres con adornos que pretenden ocultar que pertenecen a una triste cadena de montaje como ellos mismos.
Es una buena altura para ver la miseria.
Obsérvalos bien, tan alegres, tan resueltos, tan valientes...
Una mierda. Se cagan al verse solos, se cagan de frustración, se cagan por los anillos que hacen los años en sus huesos, se cagan de beber un vaso de cerveza barata solos. Hasta follan por miedo a no estar en  el grupo de los selectos toros y vacas que tienen asignados en sus conciencias de colmena. De obreros sin cerebro, de trabajadores crédulos en su espejismo de exclusividad.
Hasta para mear, los muy valientes van en rebaño.
Un viaje sin otro idiota a su lado, no es posible.

¡Eh, no estamos solos!
(de mierda)
¡Eh, mirad soy feliz!
(de mierda)
¡Eh, tengo tantos amigos como pelo en el pubis!
(de mierda)
¡Eh, aún soy joven y divino!
(de mierda)

Son el ejemplo del ridículo, de lo que siempre huí. Me aterroriza verlos y sentir la posibilidad de que hubiera podido ser como ellos.
Por eso estoy aquí, silencioso y sin ningún tipo de alegría frente a un trozo de la mandíbula de un conejo que su cazador ha abandonado al escuchar mis pasos, aún sangrante, con restos de carne.
No huele aún, pero las moscas-verdes-metálicas-robots lo cubren. No estoy seguro si es por comer o por guardar el secreto de la vida y la muerte.
Lo último que podría desear ahora es que alguien estuviera a mi lado, desgarrando con su voz idiota el momento más sagrado de la montaña.
No os preocupéis, repugnantes seres metálicos con alas (¿dónde están las baterías que os dan movimiento?), no traigo a nadie más tras de mí. No voy a gritar para que alguien vea la tragedia que cubrís, que coméis.
No quiero compartir esto, es mi secreto también. Me lo he ganado subiendo con dolor la pendiente inacabable y mortal para una rodilla que tiende a querer salir a través del tejido que la cubre.
Ya hay demasiada vida. Y la muerte, mejora mi circulación sanguínea.
Es algo que experimento, no es retórica facilona.
No quiero un amigo fariseo con el que hacer banalidad de esta muerte, esta caza, esta vida.
No se lo merece el cazador, la presa, ni yo.
Saber que no hay dioses, protectores y destinos me hace héroe en un planeta de rebaños y colonias.
Me bastaría mi amante, mi hermosa amante de profundas palabras, sujetándome la mano con gravedad, con su inteligente silencio y sus pechos respirando agitados por el esfuerzo, como fatigado yo.
Y decirle que la quiero follar unos metros más arriba y celebrar la comunión de la carne en el paraje de la muerte y la soledad. "Te la quiero meter tan profundamente que si Dios existiera, giraría la cara, si la tuviera".
Me parece oír a los adocenados acercarse, como una pesadilla. Tengo un terror atroz a que aparezcan.

¡Eh, mirad, he descubierto un cuerpo devorado!
(de mierda)
¡Qué bonita la vida salvaje!
(de mierda)

Paso por encima del trozo de hueso y las moscas que han vuelto a cubrirlo, vuelan incómodas entre mis pies. Alguna aún me sigue.
Me dan asco; pero nada nuevo. Hay seres que no son moscas y producen  el mismo efecto en mí.
Solo pienso en la simplicidad de ser cazador o cazado, sin tener que soportar todo esa superficialidad de los seres alegres, de los amigos divinos, de la putrefacción de sus cerebros.
Sin alegrías (de mierda) que hagan de la vida un eterno chiste de humor vulgar.
Y así marco diferencias, distancias largas y cómodas entre cobardes y mi soledad que solo deja a salvo del desprecio a tan pocos humanos, que apenas podríamos llenar el salón de una casa.
Pienso que todos los días son buenos para que muera alguien o algo.
Incluso yo.
"Eh, mirad. Estoy absolutamente apartado de vosotros, castrados".
A la mierda, sigo subiendo...
Muriendo.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

6 de septiembre de 2015

A quién le importa


Es extravagante el planeta con su multitud de episodios o escenas, todo transcurre absolutamente independiente de quien muera o viva. Solo a unos pocos les importa lo que les ocurra a otros pocos por su proximidad o parentesco.
Menos mal, de lo contrario podríamos estar en una especie de beneficencia enfermiza.
La enorme y repugnante babosa se alimenta lenta y miserablemente de un hongo, un viejo orina contra un muro de la calle, un niño se cae con la bici, un hijo desprecia a un padre, una madre que no quiere serlo llora porque los abortos no fueron posibles, un tipo trabaja con cables en lo alto de una escalera con cierta tristeza, un padre aprende a ignorar a su hijo, alguien muere de hambre, alguien muere alcoholizado gracias al mucho dinero que ha podido disponer para ello, otros compran automóviles como si fuera la exhibición orgullosa de sus genitales, una mujer se masturba con cadencia hipnótica frente a la cámara de su pc, y un hombre con menos elegancia. Una cucaracha suena a patata frita cuando se la aplasta, un idiota luce a su hembra preñada como si hubiera sido el macho alfa de alguna mierdosa manada, como si embarazar una mujer fuera algo insólito o digno de admirar.
Y yo, otro tipo, escribe de lo que estaba harto de ver y de lo que se ha librado al fin, en una ya fría montaña...
 Y así hasta marearse y vomitar. 
No vomitas porque te das cuenta que el ruido de motores se ha transformado en el sonido de un río al correr entre las piedras y ya no hay aristas arquitectónicas delimitando un pequeño trozo de cielo.
Sin embargo, todas estas cosas que apenas atañen a nadie, son juzgadas por escleróticas enfermas de deseo e injerencia. Allá donde los humanos castrados lucen su mierda de oropel, las ciudades son el escaparate de la mediocridad.
Envidia en definitiva.
Porque los mediocres tienen una "normalidad" patrón y todo  lo que se sale de esos parámetros es algo que denunciar, es algo por lo que irritarse, hijos de puta. Hasta la forma en la que un niño hambriento caga sus propios intestinos porque los tiene vacíos.
¿A quién le importa quién ríe y quién llora? Cada cual tiene su turno de tragedia y comedia, no debería haber piedad ni fascinación por nada ni nadie con tanta frivolidad.
No se debe prestar atención a todo, se debe ser selectivo y dirigir odio, amor, sexo y violencia a objetivos concretos. Muy bien escogidos.
Una serena indiferencia es lo que quedaría si se esfumara la envidia.
Muchas amistades que son meras alianzas para consolarse de lo que no se tiene o conseguir lo que se envidia, pasarían a ser simples conocidos que apenas se saludan. El nivel de amistad bajaría un millón porcentual.
Esa indiferencia, tal vez, dejaría paso libre a otros afectos.
La mierda evoluciona a otras formas gracias a moscas y microorganismos; pero no así. Jamás desaparecerá la envidia, ni en los sueños. Esto no es Disneylandia.
Hay que buscar un cielo sin aristas y un mundo sin motores para alejarse de toda esa mediocridad que es la envidia cosida a todos los humanos y sus accesorios.
Hay que volver allá donde los instintos no son sometidos a juicios y donde los hijos aprenden a vivir por si mismos con rapidez, para que la envidia y la inmediatez con la que nacen no haga de ellos los insectos y los microorganismos de un excremento.
No es que me importe, no quiero un mundo mejor ni peor, solo digo.
Puede morir, reír, masturbarse,  nacer y abortar quien quiera.
Solo suspiro aliviado de poder evocar y ya no padecer los tiempos pasados y tristes de mediocridad.
Es más, quiero que siga así. Me gusta ser algo extraño, exclusivo y excluyente.
Que quien tenga que sufrir, sufra. No importa.
Me gusta el crujido de las hojas secas en otoño, como me gusta el olor de la resina caliente de los pinos en verano. Es suficiente.
Bye...



Iconoclasta

29 de agosto de 2015

Un reflexión misantrópica


Si mientras tomo este café hubieran a mi alrededor pequeños seres danzando con un sombrerito de fieltro verde, desnudos de cuello para abajo mostrando sus pequeños sexos y riendo como deficientes mentales, entendería mejor el planeta y lo que contiene. Confirmaría mis convicciones y entre las cuales cuenta que me encuentro rodeado de la más espantosa mediocridad y superficialidad sin ningún tipo de magia que equilibre la balanza del desesperado hastío. Porque hasta los duendes convertiría en idiotas la humanidad.
Sin embargo, me descoloca la aparición extemporánea de seres extraordinarios a los que sacar de las filas de humanos (idiotas míos de cada día, como el pan del padrenuestro de los católicos) que caminan hacia los acantilados de setecientos metros de altura con un mar embravecido que hace carne picada contra las rocas hasta de una sardina despistada. Y me descoloca la aparición de estos seres, porque por ellos vale la pena un poco de control, si los tratara igual que a la chusma, pecaría de la misma idiotez que respiro todos los días.
La dignidad y la ecuanimidad están profundamente intrincadas en  mi adn.
Así que tengo que tomarme un trabajo extra y sacar de la fila de la exterminación a los pocos que valen la pena, cosa que retarda la limpieza y me impacienta un poco. Todo se complica con los seres interesantes.
Porque una cosa es cierta y el respeto es absolutamente incompatible con la libertad de opinión: hay seres cuya existencia molesta y debe hacerse algo con ellos.
Es mejor que seamos pocos, muy pocos interesantes, que multitudes sin interés alguno y absolutamente innecesarias para mí y el medio ambiente.
El planeta hace lo que puede, pero sus recursos para controlar la plaga humana con hambre, sed, enfermedad y catástrofes sísmicas, es limitada.
Asaz limitada.
Debemos ayudar al planeta y controlar la proliferación gratuita e indiscriminada de ONGs, las cuales, si no hay enanitos del bosque inteligentes que salvar, no tienen ningún fin más que hacernos perder el tiempo y la paciencia. Y la verdad, lo de las ballenas... Pues como que ya hay tantos videos en yutup, que resultan de lo más aburridas.
Yo digo que así que existieran duendes, sirenas (siempre me he preocupado por donde se puede satisfacer una sirena, no creo que les baste un gusano retorciéndose en un anzuelo) y unicornios, tampoco sería justificación para soportar tanta mierda.
Los enanos danzantes no bastan para frenar la marcha de los idiotas al acantilado de la muerte, como tampoco son suficiente consuelo los seres excepcionales que le dan interés al planeta.
Aunque me descoloquen y sorprendan, hay que cosas que deben hacerse.
No hay que demonizar ni denostar alegremente la misantropía, cuando se trata de una filosofía de vida que enaltece las cosas más grandes de la humanidad y limpia la porquería que no nos deja ir con los pies descalzos, con libertad.



Iconoclasta

27 de agosto de 2015

Sonreír o no sonreír


Elegir es una hermosa ilusión de libertad, porque la libertad se encuentra muchas veces entre lo malo y lo menos malo.
Nunca es fácil elegir, hablo de ellos, de los ajenos a mí, que son todos. Porque yo elijo sin dificultad alguna.
Elijo sonreír poco, lo mínimo.
Hay tanto por lo que llorar o dejar el semblante grave...
Sin embargo, hay gente que ha nacido solo para sonreír, son voluntariosos en ello, como fanáticos religiosos de la sonrisa. Tienen la firme convicción y pueril esperanza de que sus vidas se arreglarán o mejorarán riendo continuamente. La sonrisa no conjura nada, no es un hechizo.
Y una mierda. Pueden reír hasta llorar, pero sé mirar mucho más adentro de una dentadura. Identifico con quirúrgica precisión las sonrisas neuróticas, las que esconden fracasos y complejos, las que nacen de la inseguridad y la frustración. Las ambiciosas, las interesadas, las cobardes...
Demasiado se ríe.
Yo no soy un negro de dentadura blanca como los de las viejas y malas películas que sonreían a su amo de mierda en cada palabra.
Con una sonrisa hablan de sus dramas y felicidades, contando cosas que los haga sentir sabios y experimentados. Pretenden ser didácticos y ejemplo a seguir esos apologistas de hilaridad idiota.
Dicen cosas que yo sabía de hace mucho, cosas que las conocía ya al nacer.
La previsibilidad y la iteración no me parecen graciosas si no es en un video en el que una y otra vez un ser humano se estrella contra algo en su coche. Entonces me parece hipnótico, pero tampoco río, le presto una seria atención intentando ver qué es lo que tiene de terrible, intento ver que es lo dramático de una muerte ajena.
Es necesario que los trabajadores y sobre todo los arribistas que pretenden escalar puestos en su empresa, a falta de prostituirse sexualmente con sus jefes por falta de recursos estéticos, sonrían y mucho. A los empresarios y sus secuaces les encanta el buen ánimo y la buena disposición de sus "colaboradores". Y una sonrisa luminosa al inicio de la cochina jornada es algo que me hace vomitar, pero a ellos les sienta mejor que la mamada que les gustaría que el soso de su cónyuge les hiciera.
Yo no sonrío, mi ademán es neutro, no quiero ser del todo hipócrita; pero tampoco puedo permitirme el lujo de perder mi trabajo ya que no tengo medios ni poder para ejecutar a tanta gente de mierda merecedora de ello.
Trabajo en un laboratorio de análisis de sangre y con el rostro neutro contamino las muestras para que muchos sonrientes pongan a prueba su filosofía feliz al saber que tienen anomalías en su cuerpo y que algunas son muy peligrosas.
Hay muestras que dan extraños niveles de orina en sangre. Me reiría si viera la cara del paciente cuando le digan que sus riñones están hechos mierda; pero yo jamás veo  al paciente, así que de risas, ni hablar.
En mi ambiente laboral ofrezco un rostro neutro, pero estudiadamente cordial que les hace desconfiar un poco, pero no se atreven a concluir porqué.
Es más o menos el mismo que uso cuando me follo a mi esposa.
Ella es solo un coño donde meter la polla. Si se la meto ahorro dinero con las putas.
Así que intento convencer a mi verga de que no es el coño de siempre, que es otro. Cualquier otro.
Me corro en su coño mediocre, sacudo los restos de semen en su vientre y me doy la vuelta en la cama dándole la espalda. Cuando acabo de follar, siento rechazo por el roce humano, mi cerebro no funciona bien en el rango de la ternura y la empatía. 
Su sola presencia me provoca rechazo me la haya chupado o no. Si tuviera posibilidad de quedar embarazada y se embarazase, la abandonaría sin una sonrisa y sin ninguna pena. Sonríe demasiado, no quiero hijos de mierda sonrientes. 
Mi semen es tan estéril como su útero mutilado en el quirófano.
Es muy simpática, pero folla de puta pena.
Dentro de unas horas me masturbaré para compensar el poco placer que he obtenido. 
Para correrme como a mí me gusta.
Hay cosas buenas por las que sonreír todo el mierdoso día. Cuando las encuentre sonreiré discretamente, porque cuando conoces algo por lo que sonreír sinceramente, suele durar poco.
La cotidianidad y la previsibilidad hacen mates todas las superficies.
Si alguna vez brillaron, claro.
Así que si un día mi cara neutra falla, seguramente perderé el trabajo y nadie querrá contratarme ante la imposibilidad de mi sonrisa.
Si llega ese día, le pegaré una buena paliza a mi esposa, se la meteré por el ano con todo mi asco y le clavaré un cuchillo en la nuca, luego meteré en el maletero del coche la escopeta de caza y mataré a todo  el que se cruce en mi camino en la empresa. Lo haré hasta que me maten o me detengan.
Y lo haré con mi mejor sonrisa.
"Buenos días, al mundo entero. Mirad como sonrío a todo y a todos. El amigo sonriente os da las buenas muertes".
Hay gente que no entiende porque un tipo, un buen día decide matar a unos cuantos seres humanos al azar.
Sonreír demasiado atrofia las capacidades intelectuales, es lógico que no entiendan. La risa tiene contraindicaciones.
Tal vez no sea así, tal vez no mate a demasiada gente; pero es en estos momentos, durante estas reflexiones, cuando sonrío sinceramente. Tengo mis buenos momentos, mis ilusiones y sueños. Sé como gestionarme en un mundo sonriente.
Por eso, con la afilada punta de un cuchillo escarifiqué un Mr. Smiley en mi rasurado pubis. Tuve la mala suerte de que se me infectara, pero valió la pena. Es ahí donde está mi sonrisa, es mi íntima broma en esta vida de mierda que estoy padeciendo.
Tengo treinta y  cinco años y espero no llegar a los cuarenta porque esto parece empeorar día a día.
Voy a ensayar alguna sonrisa en el espejo, aunque me duela la cara.
Así salvaré unas cuantas vidas en un futuro incierto, pero sugerentemente posible.
Me parto...



Iconoclasta

19 de agosto de 2015

El polvo


Pasan los días y se crea una fina capa de polvo en los estantes de vidrio y los muebles. Siento un nudo en el estómago que se deshace cuando lo toco, porque es suave, es polen y trae aromas dulces y de vida.
Arrastro el trapo que se desliza suave y deja limpia la superficie casi con dulzura.
E intento limpiar los recuerdos del indecente polvo lejano en tiempo y distancia; pero es inevitable que surja como un mal sueño en la memoria.
Y paso los dedos por las superficies dulcificadas por el polen para palpar el presente y aferrarme a la dulzura cuando el polvo forma tristes torbellinos en mi memoria.
Con un suspiro de alivio, tomo conciencia de que ya no he de arrastrar los dedos en el áspero polvo que se posaba en los muebles y el suelo de aquella casa en Puebla, donde más que polvo, era una arena agresiva que molestaba al respirar, arañaba los muebles, mi piel y el ánimo.
Polvo y ceniza.
Una casa enferma con seres enfermos. Paranoias de la hipocresía y de inexplicables vanidades .
Cenizas de un volcán y cenizas de unas vidas quemadas por su propia apatía y mediocridad. Todo lo cubría una capa blanca insana, lastimosa. Algo de lo que huir para no convertirse en lo que ellos eran.
La madre polvorienta, los niños de polvo...
No había refugio en aquella casa, era peor dentro que fuera.
Héroes de un mal cómic que se deshacen en partículas de mentiras y llantos, de ebriedad e incomprensión hacia su propia naturaleza.
A veces miraba mis propias manos y temía que se me derramaran de un momento a otro en una catarata polvorienta.
Un polvo constante que caía de la piel de un ser ebrio, narcótico, hipócrita y frustrado que había contagiado a sus hijos.
La madre de todo aquel polvo, la empolvada malicia torpe.
La familia polvorienta...
Dos niños de partículas de ceniza, vestidos con pasto seco que crecían entre la paranoia que fermentaba la madre y su ropa íntima sucia de cenizas mojadas como un barro negro.
El polen es como una nieve, danza ingrávido en el aire,  a veces toma formas de seres alados blancos y respiras dando gracias a no ser alérgico y poder vivir entre toda esa vida.
Y sonrío sin darme cuenta hasta que siento las comisuras de los labios temblar.
En aquella casa de México se respiraba esmeril en la garganta, abrasivo que hacía sangrar las encías y los riñones. Llevaba el germen de la miseria, la vulgaridad y la decepción cada día, como una tormenta de mierda en el desierto.
 Una lluvia de partículas que caía mientras limpiaba, como una pesadilla recurrente y diaria. No se limpiaba jamás, como si el brillo de las cosas estuviera prohibido, condenado.
Era tan deprimente...
Amores incinerados,  abrazos nacidos de la desesperación, sin cariño. Ternuras falsas y de interés, lágrimas ebrias. Gritos que nacían de una garganta sedienta de vodka y dedos vacíos buscando marihuana que llevarse a los labios pintados de mentiras.
Cada fin de semana el desierto se comía más el horizonte.
Miradas de neurosis de las que huir entre la niebla sucia de las habitaciones. Sus vidas se iban entre mentiras y somnolencias vacías de sus mentes pobres durante horas.
Dormían histéricamente para anestesiarse de sí mismos.
La visión deprimente de aquellos dos niños que arrastraban cada tarde tras de sí las mochilas, trayendo consigo el polvo de la mentira y la paranoia.
Que lloraban de miedo por la lluvia y sin otra razón.
Acunando la paranoia de sus padres entre risas neuróticas y peleas enfermizas, entre ropas polvorientas y los asientos pringados, embarrados de miserias de un coche gris que los llevaba a la escuela gris de la gris ignorancia.
La paranoia hipócrita de su madre y la del indigno padre que no conocía el trabajo y vivía aún metido en el coño de su madre. La vida más triste...
Era desesperante perder la vida entre tanta miseria que cultivaban celosamente, como escarabajos haciendo afanosamente pelotas de los excrementos.
Indignas vanidades que ofendían el pensamiento mismo.
Pobres niños alimentados de polvo y miseria.
Se convirtieron en el puro y nítido reflejo de aquellos dos que los parieron.
Padres erróneos, futuros previsibles. Una historia escrita de antemano con tinta de agua, polvo y cenizas.
El reloj corría lento para salir de aquella prisión de polvo y recoger a la pequeña en la guardería, el momento esperado y ansiado para comer unos tacos con una horchata y estar a salvo durante un tiempo de aquella casa polvorienta y sucia. 
Los momentos hermosos son tan difíciles de ver entre el aire opaco de la ceniza  y el polvo... La podredumbre lo enturbia todo.
Un helado que comprábamos y que duraba horas para no estar allá dentro, entre el polvo y bajo el polvo. Aunque el precio final fuera que la madre polvo llegara tarde a la heladería e impusiera su inmundicia sobre la mesa limpia en la que comíamos el helado.
La mujer que dejaba tras de sí una estela de polvo amarillento y viejo.
El polen se ha enganchado en mis dedos y lo amaso hasta formar una bolita suave como la mirada y la voz de la pequeña. La amaso pensando en los amigos que conjuraban el polvo, que barrían la niebla de la hipocresía y la miseria durante un tiempo y daban descanso a mis ojos y garganta con su presencia y charla. Hubieron momentos de luz y cafés entre todo aquel miserable polvo. Había un lugar llamado Crystal y era la claridad que combatía el polvo apestoso y asfixiante, un refugio...
Ahora el aire es absolutamente limpio y el polen hace tranquilizadoramente difusa mi visión cuando se prende en las pestañas.
Y pienso en mi fortaleza, en la voluntad y en la decisión, en el trabajo y en la ética, en las sonrisas y en la tristezas francas; en las cosas que jamás podrá reflejar el polvo que es ciego y lo ciega todo, alimentándose de sí mismo como un tumor.
Es una atmósfera ya lejana, añoradamente salpicada por  la brillantez de cordialidades, palabras, sonrisas, bondades y bellezas; a pesar de los seres de polvo y su empeño psicótico por anular todo brillo en la superficie de las cosas.
Pasan los días y el polen se acumula, dejo que así ocurra para poder palparlo al limpiar.
Me conforta... Me  hace sentir táctilmente que estoy lejos de aquellas cenizas flotantes humanas.
Es mentira lo que dicen, no soy polvo ni en polvo me convertiré.
Cuando muera, mi piel se desprenderá en jirones de polen, jamás seré aquello ya innombrable.



Iconoclasta

3 de agosto de 2015

Borrones, miseria y alquitrán

Prólogo.

 "A ver si te dicen algo" me dice Óscar en un mensaje adjuntando estas dos fotos. Y yo pienso con el cerebro aún legañoso: Joder, claro que me dicen. Cómo no me van a decir algo. Son como bofetadas a la conciencia.

Y así que frente al arte de mi amigo Óscar, me pongo a desmenuzar la gris ciudad como profundo conocedor que soy de lo artificial y gris.

Así que aquí, junto al arte de mi colega y amigo, dejo ese "algo que me han dicho sus imágenes". Un algo mucho menos importante que el impacto de su mirada objetivada, pero no domada ni condicionada.


Borrones, miseria y alquitrán.

Tal vez eso sea lo que quede de los ciudadanos cuando mueren, porque mueren, por muy jóvenes que se crean.

Por muy adoradores que sean de Peter Pan.

Borrones de lo que fueron... Un gigante pinta rayas con sus dedos pringados con el alquitrán que son los restos de un urbanita, tal vez un ciudadano ejemplar, digno espécimen de la mediocridad nuestra de cada día. Como el pan de Dios, que no lo es, es el pan que ganamos con nuestro tiempo prostituido por una miseria.



O tal vez aplaste a algún humano dejando su silueta borrosa en otro muro como muestra de la miseria y la denigración de las ciudades donde la libertad degenerada y la total ausencia de naturaleza, mata instintos y valentía haciendo de los seres humanos esos insectos que se aplastan sin ninguna preocupación.



Los grises muros urbanitas son borrosos nichos de alquitrán y miseria.



Fotografías de Óscar París París.
Texto de Iconoclasta.

23 de julio de 2015

Silvia y Alejandro

 
Comercial  del nuevo producto de Deadalive Ludocorp:

"Somos  Silvia y Alejandro, los nuevos tamagochis  perfeccionados para vosotros, adultos. Somos capaces de gestionar tal gama de emociones, que pasaremos de la euforia más narcótica, a la depresión suicida según nos tratéis. Adóptanos, no te arrepentirás."


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-Serás mi hermana -le dice Marta de forma lenta y clara oprimiendo el discreto pulsador en uno de los plásticos omoplatos de Silvia.
Silvia intenta sonreír y lo consigue tras unos segundos de procesar estadísticas que la llevarán a hacerlo de forma audible o discreta. Su hermana la ha dejado sentada con las piernas colgando en una balda del librero del salón. Apenas supera los treinta y cinco centímetros de los pies a la cabeza.
Ha articulado la boca y los arcos superciliares para mostrar una sonrisa discreta, ya que no ha podido analizar aún  las distintas gamas de frecuencias de la voz de Marta para optar por una sonrisa más notoria.
Queda almacenada la fecha y la hora de la sonrisa en su base de datos, junto con parámetros como temperatura, datos de frecuencia cardíaca y respiratoria y el ph epidérmico.
Marta no le ha prestado atención, así que Silvia, tras cuatro segundos, retorna a una expresión neutra y su procesador queda en suspenso esperando una nueva señal sensorial por parte de su hermana adoptiva.
Tras registrar la compra de Silvia en la web de Deadalive Ludocorp, se prepara la cena.
Come mirando el noticiero de las nueve y chateando con el móvil.
Cada vez que suena el aviso de mensaje recibido, Silvia sonríe y moviendo torpemente la boca dice:
-Espero que sean buenas noticias. Que tu pareja esté enamorada de ti, que tus hijos te expresen abrazos y besos, que sea tu mejor amigo o amiga...
- ¡Calla, Silvia! -ordena Marta.
Silvia apaga el brillo de sus ojos y el tono cálido de su piel.
Ha detectado malhumor por el análisis de la frecuencia de sonido en la voz de Marta tras compararla con parámetros estándar precargados en la factoría . Otro dato que queda almacenado en su memoria.
La mujer escribe a su amiga:
- ¡He comprado una Silvia! Es una monada. Ya la he tenido que hacer callar.
- ¿Es verdad que pueden alcanzar la felicidad y la depresión tan fácilmente y de forma tan realista? -le pregunta Lidia.
-Eso pone en el libro de instrucciones.
- ¿Has visto que en Yutup ya hay un canal para Silvias y Alejandros? Son una delicia,  pero me dan pena.
-Claro que he visto los videos, por eso me he comprado una. Ya te diré.
-Te envidio, chocho.
-¿Cuándo te vas a comprar una?
-No lo sé, son muy caros, tal vez espere a que salgan modelos de otros fabricantes.
-Puedes hacer el pago fraccionado, Nuria, cómprate una Silvia, o un Alejandro, puedes adoptarlo como novio.
-Te dejo, Marta, voy a ver  la isla de los famosos. Mañana me pasaré por la tienda a ver si me animo.
-Ok, amiga.
Marta tomó en sus manos a Silvia, acarició el sedoso cabello rubio platino. Silvia esbozó una amplia sonrisa y le dijo:
-Hola Marta, hermanita.
-No soy tu hermana, pequeña mierda.
Se dirigió con Silvia a la cocina, tomó unas tijeras y le cortó el pelo tirándolo a la fregadera.
Silvia esbozó un gesto de tristeza bajando la comisura de los labios.
-Pequeña asquerosa, te he comprado para meterte en el microondas, me das asco.
Los ojos de Marta sonreían, disfrutaba, estaba ilusionada por provocar el suicidio de Silvia, cuanto antes mejor.
Se durmió a las doce de la noche, estaba agotada de trabajar.
Silvia vertió unas lágrimas tirada en el suelo, al lado de Marta, que dormía más arriba, en la cama.
Marta tiene treinta y nueve años y es directora de un colegio privado de enseñanza primaria. Es divorciada.


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Comercial  del nuevo producto de Deadalive Ludocorp:

"Hacednos felices y obtendréis una magnífica coreografía y una bellísima canción, exclusiva para cada unidad y que podrás registrar como prueba de haber logrado la máxima cota de empatía entre tu Silvia o Alejandro. Si la tristeza se apodera de nosotros, podríamos autodestruirnos, suicidarnos.
Interactuad con nosotros, enseñadnos y pasaremos unos ratos inolvidables."


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Tras comprar a Alejandro en un Hiperciberland, Cristóbal se apresuró para llegar a casa, expresar a Alejandro que sería su amigo y registrar el número de serie del equipo en la web de Deadalive Ludocorp. Lo sentó a su lado, en el sillón frente al televisor. Se desnudó y metió un DVD en el reproductor, una película pornográfica de zoofilia. Mientras se sucedían las imágenes, se emborrachaba con ron, se acariciaba el pene y cada poco tiempo tomaba a Alejandro en sus manos y le decía:
- Tu vida no vale nada, muñeco asqueroso, no debería haber energía en tu CPU inútil. No sirves ni para lo que hacen esos perros en la película.
Tras procesar toda la gama de frecuencias de la voz de su amigo, frecuencias respiratorias, cardíacas, y el ph de la piel, decidió que debía llorar.
Y por los pequeños lagrimales, brotaron gotas de agua destilada a modo de lágrimas.
Cristóbal, soltero, de cincuenta años y conductor de autobús, estaba disfrutando seguro de que iba a conseguirlo en muy poco tiempo.


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En la tercera tarde desde la adopción, Silvia, ante la continua vejación de su hermanita Marta (le había arrancado el vestido rasgándolo y desgajado una pierna del tronco) expulsó unas lágrimas de agua destilada por los conductos lacrimales y con sus manitas y bracitos giró su cabeza hasta romper el cuello y con él los conductores y semiconductores medulares que forman parte de la CPU alojada en la cabeza.
Marta filmó el suicidio con el móvil y se apresuró a colgarlo en Yutup y en la web Deadalive Ludocorp.
Tiempo empleado para llegar al suicidio desde su adopción: 50 horas.
Promedio de habilidad: lento.


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Nota de prensa:

"Apenas superan las cuarenta y ocho horas de funcionamiento y cuestan la mitad de un jornal mensual medio; sin embargo, ningún cliente o comprador ha efectuado reclamación alguna. La demanda de Silvias y Alejandros de Deadalive Ludocorp, está superando todas las expectativas de mercado.
Las redes sociales están atestadas de videos y comentarios de estos tamagochis, un fenómeno que ha marcado un hito en la industria del ocio."


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Cristóbal, ya de madrugada y completamente ebrio amenazaba casi a gritos a Alejandro, diciéndole que le arrancaría la "puta cabeza", que lo abandonaría en un vertedero lleno de ratas.
Alejandro no puede imaginar nada, pero es sensible a las frecuencias hostiles y a los ph epidérmicos que muestran estrés en alto grado. Todo ello lo traduce en iniquidad profunda.
Alejandro expulsa sus lágrimas de agua destilada y con una mirada triste y la boca formando una "u" invertida, mete la cabeza en el vaso de ron hasta inundar los circuitos integrados y cortocircuitarlos.
Cristóbal graba con el móvil el suicidio.
Tiempo empleado para llegar al suicidio desde su adopción: 8 horas.
Promedio de habilidad: rápido.
Tres horas más que el récord registrado por un tal Eladio en la web de Deadalive Ludocorp.
Es el tercer suicidio que registra Cristóbal en tres meses.


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Nota de prensa:

"De los tres millones de Silvias y Alejandros vendidos y registrados en la web de Deadalive Ludocorp, solo un 0,5 % de los equipos han llegado a desvelar su canción secreta y su coreografia especial.
El fabricante está diseñando una nueva generación de Silvias y Alejandros que dispondrán de un software que incluirá respuestas hostiles al  cliente. Para llegar al Breakdown CPU (suicidio del equipo técnicamente hablando), se deberá emplear más tiempo. A cambio de esta pequeña "dificultad añadida", Silvia.2 y Alejandro.2, dispondrán de sensores bajo la piel sintética para simular dolor."


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Nota de prensa:

"Ante la acumulación de deshechos electrónicos y la imposibilidad de los ayuntamientos por procesar tal cantidad de material, Deadalive Ludocorp ha firmado un acuerdo con los países afectados para llevar a cabo el reciclaje de sus productos a cambio de una rebaja en el IVA de un 3%."


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Nota de prensa:

"Los usuarios de la redes sociales Feisbuc, Tuites, Instagrac, Tueti, etc... Exigen con mensajes virales al fabricante Deadalive Ludocorp, que moldee los respectivos genitales en Silvias y Alejandros. Consideran que unos seres tan avanzados emocionalmente, deben tener sus órganos sexuales definidos: "Aunque sean equipos electrónicos, también merecen dignidad."


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Nota de prensa:

"Deadalive Ludocorp sacará al mercado el primer día del próximo mes, los nuevos Silvia.3 y Alejandro.3, con órganos genitales modelados y cigarrillos especiales para efectuar lesiones en ellos, sin elevar el coste de los equipos."


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Nota de prensa:

"Los usuarios de las redes sociales han elogiado al fabricante.  En los "muros" de los usuarios, se multiplican las fotos de portadas de perfil de usuarios con los mini genitales lesionados de Silvia.3 y Alejandro.3, las nuevas versiones de los célebres tamagochis que hoy se han puesto a la venta."








Iconoclasta