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15 de enero de 2021

Fascismo inyectado en vena


1984 (en su versión original en inglés: Nineteen Eighty-Four) es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. La novela popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.

Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social.” Wikipedia.

El fascismo, sea como sea y donde sea, pretende inyectar en todo momento y lugar su ideología y marcadores de conducta. Primero lo intentó metiendo porquería falangista, socialista, comunista y revolucionaria en los cráneos vacíos del pueblo. O sea, adoctrinando al vulgo mediante himnos y panfletos de un mundo mejor y justo.

La radio acostumbró al rebaño a reunirse en torno a él para escuchar los mensajes del poder y unas noticias que aún no podían ser amañadas a la velocidad adecuada.

Luego inventaron la televisión para que cualquier piojoso gobierno entrara en las casas de su ganado con un rostro familiar.

Con la informática llegó la corrupción del periodismo, amañar las noticias a la velocidad de la luz, incluso la historia. Mientras tanto, mediante reformas de los sistemas educativos entraban en los colegios para hacer idiotas a los niños, amañando y ocultando la historia para crearles una burbuja de bienestar y permisividad en la que se hicieron cobardes y mansos. Los incitaron a la ingesta masiva de alcohol y drogas narcóticas; castigando, a sí mismo, el tabaco (ya que es un hábito reflexivo y no narcótico) y refrescos (ya que el azúcar es el alimento que más consume el cerebro). Entre otras cosas les enseñaron que en el homosexualismo y transexualismo son todo ventajas y les negaron el conocimiento de las infamias de la historia para mantenerlos ciegos y torpes. Crearon las redes sociales para que esos idiotas que crecían, se sintieran formar parte de una gran rebaño de reses, y felices por ello. Con las nuevas redes de telecomunicaciones de gran potencia y alcance directamente en el teléfono móvil del ganado, consiguieron un gran y útil control estadístico, de movilidad y veterinario. Y provocaron un estado de alarma planetario para robar cualquier asomo de libertad y someter al populacho  a sus decretos mediante histeria colectiva, por medio de una simple gripe; y todo ello con la alegría de los idiotas, a pesar de la cárcel y la ruina.

De la evidente estafa.

Y ahora, lo definitivo: inyectar la mierda de su ideología y control directamente en la carne, en la sangre de la hiper adocenada chusma. Le llaman vacuna, precioso; el fascismo hace alarde de una poesía de niño de cinco años. Y si alguien se piensa que no habrá marcadores en sangre, debería dar un repaso a su madurez intelectual.

Antes han asesinado a muchos miles para crear un gran estado de alarma y pánico social que lleve a las reses a vacunarse ávidamente, desesperadamente.

Y ahora, tendrán a sus cerdos, vacas, gallinas, cabras y ovejas, sometidos a un estricto control, con una precisa ubicación cada una de las bestias votantes.

Orwell se quedó muy corto con su 1984 y sus ovejas mansas y estúpidas; pero con sus gobernantes fabricando noticias y rehaciendo la historia a su conveniencia continuamente, hizo gala de una precisión quirúrgica, es plena actualidad. Es literal a la novela lo que los fascismos que antes decían ser democracias, con la estafa del coronavirus han llevado a cabo el más importante y global movimiento dictatorial jamás creado y han subordinado toda noticia, toda literatura y arte en pro de su ideología y fines lucrativos y de poder estafando con el método epidemiológico.

Que Orwell se quedara corto describiendo una sociedad de mierda como esta en la que estoy viviendo, es normal. Nadie podría haber imaginado el grado de mezquina decadencia en la que se precipitarían las actuales sociedades.

Orwell era un cándido que sobrevaloraba al género humano. Un ser humano capaz de escribir sus ideas con claridad e imaginación, es uno entre millones. Su existencia nada tiene que ver con la inteligencia ni las habilidades de la especie humana.

Los nuevos y normales gobiernos fascistas del coronavirus están formados por una piara de trileros con una corrupta ambición como nunca en la historia se había visto con tanta desfachatez y ceguera por parte de un populacho endogámico;  sin rastro alguno de dignidad e inteligencia, salvo la básica del cobarde para encontrar un lugar donde esconder su cabeza vacía de todo.

Los actuales presidentes y ministros de los países más ricos y algunos, como España, de los más pobres, son auténticos degenerados como el mesías Hitler; solo que con otros trajes, otro decorado y, sobre todo, con la retórica de los telepredicadores y sus mandamientos sagrados: Si respiráis sin nuestro permiso, moriréis. Si os movéis donde os prohibimos, moriréis. La libertad os matará. Y sin nosotros moriréis.

Los nuevos fascismos surgidos con la estafa del coronavirus, han adquirido un carácter mesiánico para un rebaño degradado globalmente en su salud e intelecto que, en lo más absurdo nunca visto, se ha dedicado a aplaudir desde los balcones y ventanas de sus prisiones a sus perros carceleros: la feroz y carente de cerebro policía y ejército; cuando según las noticias del nuevo y normal régimen fascista, estaban muriendo cada día centenares de reses.

Los actuales trileros fascistas electos en una falsa democracia, son unos genocidas que nada tienen que envidiar a los nazis o a los jemeres rojos.

Se dice que cada pueblo tiene el gobierno que se merece; pero los pueblos nunca han tenido la habilidad y la oportunidad de merecer nada, de la misma forma que las vacas no saben que las llevan al matadero hasta que las destripan; un colectivo, o un conjunto de reses humanos jamás podrá crear nada, y menos de provecho. Son meros esclavos al servicio de reses que son poco más listas que ellos.

El asesinato del individuo, como libre pensador, ha sido la consecuencia de una sociedad insectil, basada en la importancia del rebaño. Y ser parte de un rebaño es el más grande y ofensivo insulto que a un ser humano se le podría hacer, salvo ahora, en esta sociedad endogámica, asfixiante en su cobardía, analfabetismo y dejadez.



Iconoclasta


7 de enero de 2021

La mediocridad de la sociedad y sus accesorios


Lo han hecho todo mal, todo se fabrica con y para la mediocridad; y los seres sobresalientes mal vivimos en medio de medidas y calidades despreciables.

Por ejemplo, los inodoros. Cuando cago he de hacerlo con un cubo entre las rodillas, puesto que mi pene no cabe dentro del inodoro; y si me esfuerzo por mantenerlo vertical, rozo la porcelana con la consiguiente inquietud y frío para mi ánimo y bienestar.

¿No podrían medir veinte centímetros más de longitud los cagaderos?

Es difícil, incluso, limpiarse el culo. He de asir el pene en vertical para que no caiga contra en el agua. Le deberían haber dado otros veinte centímetros de profundidad.

Pero lo peor llega cuando aprieto. Lo normal es mear ¿no? Pues por eso el cubo, porque como el pene reposa horizontalmente como una venosa serpiente albina, apoyado en el asiento del minúsculo inodoro, el chorro sale directo contra el armarito de las toallas y condones. Hay instantes de urgencia que ni el cubo sirve para nada.

Por que si vas con prisa o diarrea, no te da tiempo de apretar, mear y a la vez mantener el cubo en la línea del caño de orina. Hay días que salgo estresado y agotado después de cagar.

Cuando era pequeño, recuerdo el momento de soltar los truños como una dulce y relajada intimidad mientras me la pelaba con las guías de televisión y sus anuncios de ropa interior de mujeres: las modelos luciendo braguitas. No se les veía la cara, pero siempre me ha importado el rabo de la vaca el color de ojos de la maciza que lucía la minúscula y tersa prenda, realzando sus tan maravillosos muslos y el vientre liso y deseable con un perfecto ombligo, colocado con precisión en la justa perpendicularidad de la raja de su sexo, Siempre observaba detenidamente si en alguna foto se podía ver un asomo del vello del monte de Venus; pero nunca tuve suerte hasta que encontré una baraja de póker de mi padre con tías en pelotas y las piernas tan separadas que me mareaban. No tenían vello; pero era innecesario para mi trabajo.

Como iba diciendo, en esta sociedad mediocre de medidas y accesorios más mediocres aún, para cagar preciso de una logística comparable a la de Amazon y sus envíos.

Masturbarme, sin embargo, es dulce y suave. Uso el cubo porque ya que está, lo aprovecho; pero no soy melindroso con la leche si me cae en los pies o en los muslos y a veces en mi pecho cuando pierdo el control durante el orgasmo. Vaya donde vaya la lefa, siempre me hidrata graciosamente. Además, es ácidamente dulce, cosa que la orina no.

Insisto, el tamaño de los inodoros es una vergüenza para alguien especial.

Y vamos a ver, el tamaño de la ducha no es como para tirar cohetes; pero si me sitúo en un extremo de la diagonal, puedo mantener una distancia de seguridad, un par de centímetros libres hasta el extremo opuesto y así, no tener que pasar el glande por las baldosas continuamente con la consiguiente irritación que ello conlleva. El problema es que en cuanto meto un pie en la ducha, me sobreviene inevitablemente una erección, cosa que es buena porque facilita la higiene íntima y lo que después será incontenible durante el suave, metódico y jabonoso roce.

Ser sobresaliente en una sociedad mediocre, es incómodo por decir poco; por decir lo mínimo.

Es el drama de la excelencia, qué le vamos a hacer…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

4 de enero de 2021

La increíble fe de la cobardía


Es increíble, absolutamente absurda la fe de la cobardía.

Les han robado la libertad más básica, la del movimiento; los han encarcelado en sus propias casas, les obligan a usar un bozal que les cubre el hocico y han dicho amén a la ruina económica.

Incluso han dejado entrar mezquinamente la desconfianza y la cobardía en sus casas, entre su familia y amigos.

Es increíble, absolutamente absurda la fe de la cobardía que, ha accedido a prostituir su libertad de respirar libremente para nada.

Son incapaces en su cobardía de ver la estafa y el ansia de control de los tiranos que votaron.

Ni siquiera con la rotundidad matemática de la duplicación y triplicación del coronavirus, son capaces de razonar que todo ese control, prisión y dominación que ha decretado el nuevo fascismo de las democracias, ha servido para duplicar y triplicar muertos y contagios. Aunque muertos, no; porque cada vez quedan menos vivos susceptibles de morir por coronavirus. Es una purga.

Sus mesías políticos no han conseguido frenar la enfermedad, la han hecho más virulenta porque por ignorancia y ambición de poder, han minado el organismo de los habitantes que han aceptado debilitarse por una cobardía injustificada. La imagen de las ovejas amontonadas entre ellas, ofreciendo sus cuartos traseros a los lobos es la verdad de esta sociedad que algunos pocos hemos tenido la mala fortuna de ver, oír y sentir.

Es fascinante en su sordidez observar la fe de la chusma que, a pesar del engaño obvio y en presente, siguen llevando con fe indigna su bozal de moda, creyendo que pueden morir si respiran con decencia y dignidad.

Es fascinante en su sordidez la fe de la chusma, en sus políticos electos, estafadores y dictadores que ven como auténticos mesías y padres salvadores.

Y se dejarán inyectar el veneno de la mezquindad con agradecimiento y reverencia.

Ni siquiera es necesario esperar un tiempo para tener una perspectiva histórica de esta decadencia político social.

Es tan patente ahora que vuelve a ser increíble, absolutamente absurda la fe de la cobardía.

Es sucio incluso de escribirla; y no hay un gel, filtro de aire o vacuna que cure la mezquindad y la cobardía, estoy abandonado…

Nunca como ahora, los límites entre ganadería y política, veterinaria y medicina, nazismo y democracia, voto y sumisión, oscurantismo y educación, y madurez e infantilismo; han sido tan confusos y difusos.

Tal vez, el gran visionario que haya conocido la humanidad en toda su historia, fuera Kafka.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

29 de diciembre de 2020

Puramente accidental


Jamás pretendí existir, nunca rogué ser parido.

Soy un accidente, un infortunio.

Mis padres follaron con demasiada alegría y despreocupación.

Y por ello tuvieron que cargar con la consecuencia: yo.

Y yo con ellos.

La vida está sobrevalorada.

Demasiados pseudo literatos de retórica fácil se callan muy cobardes y ansiosos de ventas, que la muerte y el dolor son la canastilla del recién nacido.

Lo peor que te puede pasar es nacer fuerte, porque no sucumbes a ningún dolor.

Si eres fuerte, la vida es asaz larga.

Sinceramente, prefiero que pase el tiempo rápido, en un bip-bip que diría el Correcaminos.

Y si hubiera nacido libre de dolores y tristezas concebidas amén, hubiera encontrado la forma de sentirme asqueado en este tiempo y lugar, una consecuencia más de mi aleatorio nacimiento.

Estaba condenado al fracaso.

Soy la consecuencia de una cópula mediocre.

Y si algo no pides o no quieres, se convierte en condena y el mundo en un vertedero.

Todo lo que contiene un vertedero es basura, a mí me contiene también; ergo…

En familia debes tragar cada año doce uvas que son cristales rotos que destrozan las muelas y a ti por dentro.

Hasta que rompes con casa y familia y la cosa mejora un poco; pero tampoco es que sea para tirar cohetes con explosión multicolor y traca final de alborozo.

Cuando al fin te quedas solo, de ser accidente no te libras.

Así que meto la mano entre tus muslos y accidentalmente, cuando los separas húmeda y viscosamente, juego con los filamentos que desprendes y los extiendo por esos labios que palpitan ante el roce de mis dedos ásperos. Cuando los separo y descubro esa belleza de perla que esconden, dura y resbaladiza; al presionarla tus uñas hieren la piel de mi brazo como si quisieras frenarme y a la vez, meter todo eso más adentro de tu coño.

Esa desesperación tuya no es un accidente; pero me roba la cordura y el decoro si alguna vez lo tuve.

Y chupo tus pezones para beberte, los amenazo con los dientes porque te comería. Me haces voraz.

Un voraz accidente.

Un accidente imprevisible que en medio de una frustración decide follarte.

Follarte sin piedad y cerrar la puerta a todo, incluso al aire y la luz.

Será que el corazón a veces baja al pene, se aloja en el glande y hace lo que debe con todas esas venas y con mi instinto accidental, como un jaco en vena que me arrebata de mi propia accidentalidad.

Y cuando te la meto, sin delicadeza alguna, todo está bien. Tu coño cálido se contrae y expande comprimiendo mi carne dura que hierve de presión, haciendo de mí un animal encelado, sin pensamiento.

Todo tiene sentido cuando revienta mi pene y la leche rebosa entre la cópula de tu coño y mi bálano.

Luego, mientras mi mano descansa en tu monte de Venus, a medida que el semen se enfría, vuelvo a mi accidentalidad y te beso como si tuviera que marchar lejos de nuevo, allá donde no pedí estar.

No follarte me devuelve a aquello…

Es una mierda ser fuerte.

Soy un organismo puramente accidental.




Iconoclasta

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27 de diciembre de 2020

El reparador sueño


¿Y si dormimos con y por la esperanza de que al despertar la realidad sea otra?

Necesitamos escapar.

No es solo por descanso.

Tal vez pretendemos que el mundo duerma y mañana amanezca raro.

Sea como sea, cuando dormimos somos incorpóreos y escapamos a las leyes de la física. Viajamos a la absurda e incuantificable velocidad del pensamiento.

Todo es posible.

Y la posibilidad es la dimensión de la esperanza.

El sueño es la libertad infinita. La suprema libertad.

Y dormir la cuántica esperanza de que todo sea diferente al despertar, no mejor o peor; sino otra cosa.

Tal vez al despertar, tu sueño me haya convertido en algo no mediocre. En algo que se diferencie de los otros que duermen solo para descansar, o por narcosis. Esos… los de los sueños vacíos que no reparan nada.

¿Tienes el poder de cambiar la vida, cielo? 

Di que sí mientras duermes, porque en los sueños todo es sinceramente extraño, son absurdas realidades, extrañas certezas que duelen o ensalzan las almas.

Eres mi esperanza.

¿Sabes? Muchos de mis despertares son tristes; porque cuando irrumpe la consciencia, tengo la certeza de que no ha cambiado nada, el aire tiene el mismo tacto que ayer.

Y duermo desesperanzado de que pueda cambiar la vida. Escribo lo que me hubiera gustado ser y sentir. Escribo que quiero volver allá donde el sueño es tan absurdo y sus luces tan extrañas, donde el amor se siente en la corriente sanguínea y los miedos son tan grandes, que me hacen héroe.

Te deseo hermosos sueños porque te amo y además son mi esperanza.

Un día despertarás y seré digno. Y quedará una palabra a medio escribir en el papel nocturno. Una palabra que en algún momento de tu sueño, se interrumpió en mi mano porque no era ya necesaria.

Algo cambiaste…

Querré llorar.

Todos los seres tristes quieren dormir.

Lo fascinante del absurdo, es que no precisa ni tiene explicación; es imprevisible y debes abandonarte a lo que ocurre con la serenidad que da lo expectante e ignoto.

Duerme, cielo, eres mi esperanza a la desesperanza.

Tal vez, cuando despiertes mi vida y el mundo merezcan la pena o una sonrisa.

Y entonces no sabremos que ocurrirá y todo estará bien, sin tristezas al despertar.

Pero hoy la vida ha vuelto a despertar triste, que desolación.

Me quiero morir, cielo…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


19 de diciembre de 2020

Un latido en la sien


Existo cuando respiro violento, cuando pulsa un latido hostil en la sien.

No puedo ni debo renunciar del animal que soy; por ello quemo la vida y digo que la paz es para los muertos.

A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo renunciar de lo que soy; por ello quemo la vida.

Y quemo la vida.

Otra vez…

Y la vida arde.

Las cenizas ahogan y hacen la sangre espesa.

Todos rotos, todos destrozados.

El arrepentimiento pulsa una muerte ¿Está en la sien la muerte?

Todos quemados.

Los sueños todos… Por favor…

A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo… la vida quemada… La paz es muerte…

A menudo me arrep… Soy un enfermo de podridas venas.

Un chute de aspirina de la buena...

Un caballo salvaje que trota en las venas y piafa en el corazón gélido.

Los muertos no hablan y sus labios suturados duelen; pero no debería ¿O sí?

El cerebro hierve en el cráneo y no hay control, no hay coherencia. No hay paz.

No es nieve, son las cenizas de las ilusiones.

El arrepentimiento llega tarde, cuando hay paz y no hay retorno.

Qué desolación…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


17 de diciembre de 2020

Un pirado en el metro

Lo bueno de tener una pierna hecha mierda entre cáncer, venas podridas, piel negra, articulaciones con artrosis y además, torcida como un tirachinas con una rama rota; es que no tengo que ir a trabajar. Vamos, que no me dejan trabajar.

Por mí, de puta madre; pero es que si quisiera, ninguna empresa contrataría un tullido con tanta mierda ni para vender caramelos en un quiosco, por muy guapo y fuerte que sea.

Un tullido no es negocio si tiene tantos números para que todo le vaya a peor, y no pueda aguantar sin descanso tres o cuatro horas caminando, sentado o de pie.

Ya sé que un día me subirá algún trombo al pulmón, un trozo de cáncer al cerebro o se me desprenderá la pierna caminando y la tendré que recoger para reciclarla y que no me multe la bofia fascista; pero todo eso carece de importancia, porque mi enfermedad es mi libertad.

Y por otra parte no voy al médico porque solo quiere verme para aconsejarme sobre la amputación (uno de ellos). Otros no, simplemente me dicen que hay que cuidarla y me dan una bolsa de supermercado llena de ibuprofenos para que me coloque durante tres o cuatro meses.

Y yo no me desprendo de un miembro ni de mi polla tan fácilmente. Por mucho que joda o me duela; por poco que pueda, conseguiré que mi cadáver pese lo que debe pesar en canal y entero.

Bueno, pues cuando tenía la mala suerte de tener que acudir al trabajo diariamente, todos los putos días de cada semana en algunas ocasiones; una mañana al salir del vagón del metro, me tropecé con un tipo.

-Perdón -le dije sin sinceridad ni afabilidad, era un puro trámite.

El tipo olía a marihuana desde la barba hasta los pies descalzos, en los cuales, sobre cada empeine lucía una cicatriz circular, de esas que se hacen algunos con el cigarrillo por puro aburrimiento. O eso, o le habían clavado unos clavos a martillazos o golpeando con una piedra, no sé…

Y no quiero hacer comentario alguno, para no ser aburrido en detalles, de su sotana de jipi, o la cuerda de esparto a modo de cinturón. O de sus serenos ojos tristes. Ni de su media melena castaña y tan sucia como la barba. O de aquella franja de cicatrices pequeñitas, como una viruela, que lucía en la frente y le bajaba hasta las cejas.

-No… La culpa ha sido mía, perdóname por no haber estado más atento y haberte molestado por ello -respondióme con humildad. 

Había juntado las palmas de las manos como saludan los chinos en las pelis (porque nunca en las tiendas chinas me han saludado así, ni de coña); pero sin mover rápidamente la cabeza arriba y abajo. En el dorso de cada mano tenía también una cicatriz circular, como las de los pies. Parecía que se hubiera quemado por puro aburrimiento con sus porros (tanta maría provoca reacciones raras o adversas hacia uno mismo). O bien, también la habían metido un clavo en cada mano a martillazos o golpeando con un taco de madera, no sé…

Por un momento tuve un deyavú (también se francés, aunque prefiero que me lo hagan), que mi hizo pensar en alguna película que había visto de pequeño; cuando el hijo de puta de Franco ordenaba que la televisión emitiera en semana santa películas de romanos y leones comiendo cristianos. Aburridísimas, un auténtica mierda bostezante. Y cada año la misma basura.

-No te preocupes, no ha pasado nada -le dije otra vez con idéntico nivel de sinceridad y afabilidad que hacía unos segundos.

Y me di la vuelta para continuar mi camino hacia el calvario laboral.

-Quiero que sepas que lamento mucho mi torpeza. Perdóname por ello, rezaré por ti.

Me giré ya con la paciencia a niveles de hierro en sangre de anémico y díjele:

-Oye, no tengo tiempo para esto, y no llevo nada suelto para darte.

¿Y sí además de jipi era marica? ¿Eh? ¿Eh?

Y con decisión, sin esperar más, me puse en marcha y me alejé camino a las escaleras mecánicas; yo no hago esas estupideces de subir escaleras a trote de atleta gilipollas. Y es que tenía unas tremendas ganas de salir de la puta estación para encenderme un cigarrillo.

Solo por no encontrarme con pirados así, vale la pena ser un tullido y la libertad que conlleva. Duele, pero nada es perfecto.

Coño, es que parecía el mismísimo Jesucristo Superstar. Y ese olor a porro…

Qué gusto, ahora, no entrar en el metro y así en el campo, aspirar el efluvio de la mierda de vaca y el podrido estiércol tan propio de los ambientes rurales, cuyos labriegos y ganaderos tienen también ganas de aportar su granito de arena para que nada sea perfecto con su: “vamos a tocar los cojones para que se enteren lo que es oler mierda de la buena” (sinceramente, es mejor el olor de aquel pirado, eso sí).

Como yo me entere de que rezó por mí, vuelvo al metro para encontrarlo, tropezarme con él cojeando y meterle un clavo en cada ojo y otro en la lengua.

Buen sexo.



Iconoclasta


Medida desesperada

He decidido, en vista de que el nuevo y normal fascismo del coronavirus parece que va a durar cuarenta franquistas años más, sacrificar mi alma al diablo por un bien para mí mismo.

Y de rebote, desgraciadamente, que os libere a vosotros, ¡oh gandules y decadentes seres!

Soy tan asquerosamente generoso, que mi propia conciencia me insulta.


Siempre asqueado de esta sociedad: Iconoclasta, el hombre.


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En estas entrañables fiestas navideñas del Año de los Hijoputas del Fascismo del 2020, deseo que los que intentan robar y controlar mi libertad mueran entre fuertes dolores, vomitando sangre por la boca con las vísceras en descomposición.

A saber quiénes:

Así deseo que mueran reyes, presidentes y ministros; y así mismo sus seres queridos, familia y amigos.

Así deseo que mueran los altos funcionarios; y así mismo sus seres queridos, familia y amigos.

Así deseo que mueran los médicos y periodistas que propagan las mentiras que intentan robar mi libertad; y así mismo sus seres queridos, familia y amigos.

Así deseo que mueran jueces, militares, bofia y serenos de las noches negras, carceleros de la libertad; y así mismo sus seres queridos, familia y amigos.

Así deseo que mueran vecinos acusadores y confidentes; y así mismo sus seres queridos, familia y amigos.

Y que a los cobardes se les seque la sangre en las venas.

Mi alma (si la tuviera) será tuya cuando haya muerto todo aquel aquí designado. Solo pretendo ver morir hasta el último mono y sentirme en paz. ¡Oh Mi Negro Señor de Maldad y Muerte!

Mi sangre te pertenece, con ella pacto ante vos, el pago por mis deseos cumplidos.

Que la sangre de los que deben morir en estas entrañables fiestas, forme ríos visibles desde el profundo espacio. ¡Oh Mi Negro Señor de Maldad y Muerte!


 


 




 


 





Iconoclasta

Manuscrito de Iconoclasta.


11 de diciembre de 2020

El venenoso bucle social


Hay gente que se esfuerza en entender y buscar la razón que explique tanta banalidad y engaño político y económico con argumentos apoyados en la fe de que la sociedad es capaz de encontrar algo de justicia entre las leyes creadas para defender el dinero y el poder; y así defender libertad y dignidad. Creen sinceramente convencidos por una lógica y una ética que no existen, que las cosas pueden cambiar; repararse más concretamente de forma pacífica, negociando o pactando.

Es mentira, es una ingenuidad creer algo así.

Y así transcurre todo inamovible, con las mismas esperanzas y frustraciones durante milenios.

No pueden asumir, debido a un pensamiento condicionado e integrado en la sociedad, que los más altos valores que rigen toda sociedad basada en poder y obediencia (de hecho, no existe otro tipo de sociedad), es la envidia, la ambición y la represión.

Cuando toda esa mezquindad se quiere explicar o excusar mediante leyes, política y moral; se otorga impunidad a los grandes estafadores electos, a los tiranos y a los ministros religiosos.

Si un estafador es tratado como político es impunidad.

Solo saliendo de ese círculo vicioso (como ocurrió durante un breve tiempo con la Revolución Francesa, una excepción que rara vez se da en la historia), se puede identificar correcta y realmente a los políticos y su ambición desmedida de poder y dinero. Al reconocerlos como criminales, la conciencia propia se relaja y el pensamiento se hace más grande y potente una vez liberado del yugo de la presión social que excusa lo inexcusable por medio de esperanzas y argumentos que se esconden tras un grueso pellejo de estafa, cobardía, ignorancia e indolencia.

Saber que todo permanecerá igual que los milenios pasados o peor, otorga de por sí al pensador una visión clara, la herramienta necesaria para su liberación intelectual con la que a su vez, podrá asumir y entender que política, economía y religión son un conjunto de degeneraciones que más tienen que ver con la ganadería que con la humanidad.

Saber y entender que el poder de las actuales pseudodemocracias ahoga y asfixia, que no hay protección alguna a pesar de lo que te roban y pagas, es un acto de madurez contra tanta estafa, tiranía e hipocresía.

No dar crédito a los grandes estafadores de la política, la economía y la religión, es dignidad.

Por la evolución de millones de generaciones castradas mentalmente a lo largo de la historia, el instinto de defensa y supervivencia se ha fulminado definitivamente en la especie humana. Y esperan encerrados en sus establos produciendo la miel y leche necesarias para alimentar el poder político, religioso y económico; esperan con fe ciega que sus ministros y sacerdotes los guíen y los salven del hambre y la enfermedad.

Lo que en un tiempo lejanísimo se arreglaba por la fuerza y evitaba así la proliferación de cobardía, ambición y envidia, ahora se eterniza con sesudas discusiones y explicaciones de erróneas y amañadas comprensiones nacidas de la decadencia actual con votos, aplausos, fanatismos y militancias.

Y así, el poder actúa cada vez con más impunidad y virulencia, con el beneplácito de sus ingenuos votantes frustrados que, prefieren engañarse a sí mismos a realizar el esfuerzo de la correcta y digna defensa; pero sobre todo, si reconocen la degeneración de la sociedad en la que viven, deberían reconocer la suya propia y su cobardía; cosa que no les complacería si tuvieran la suficiente intelectualidad y cultura para concluir que gozan de semejantes “virtudes”.

Un solo tarado estafador, alimenta y da esperanza a millones de seres, sin que haga ninguna de las dos cosas. Desde siempre ha sido así.

Es una sociedad ciega que ocupa todo el planeta. Y no sé ya si su cobardía se debe a esa ceguera, o la cobardía le infectó los ojos. A efectos prácticos poco importa el origen o causa de ambas cualidades.

A efectos filosóficos, como ocurre desde tiempos inmemoriales, se han convertido la ceguera y la cobardía, el gobierno y la estafa; en un misterio indescifrable para ocultar la indignidad de que millones de seres humanos sean pastoreados por un sujeto de pocas luces y mucha suerte.

A un parásito, el gobernante; se une otro en simbiosis, el filósofo que los disculpa con sus meta estupideces (los filósofos, al final acaban creando leyes, tradiciones y culturas adecuadas para el rebaño). Al fin y al cabo, el filósofo, como animal nacido en granja, se avergüenza de sí mismo excusando al poder y por tanto su dignidad al vestir de complejos pensamientos su propia cobardía, inoperancia e indolencia.

Amén. 



Iconoclasta


9 de diciembre de 2020

Sin ninguna otra consideración


¿Dónde reside la belleza?

¿En las cosas vivas o muertas? ¿En mi mirada? ¿Tal vez en la conjunción de ambas?

No importa, tan solo afirmo con arrogancia lo que es bello.

La belleza no es subjetiva. No es moda.

No considero lo que otros vieran o ven, estén vivos o muertos, de cualquier civilización o lugar.

La belleza es algo que me atañe a mí y yo decido; lo que otros puedan sentir y ver como hermosura, es su problema o su indecisión.

Esa maldita ambigüedad con la que pretenden complicarlo todo.

Soy tajante.

El mundo es lo que veo y así lo trato y juzgo, no me interesan otras opiniones. Soy firme e inamovible. Lo que es bello no admite discusión. No existe un ápice de ambigüedad en la belleza que capto, que deseo, que envidio, que tomo…

Quien quiera ver la belleza con los ojos o el pellejo de otro, que se joda con sus miedos e indecisiones.

Sé de lo bello y execrable. Jamás apostillaré razón ni excusa para comprender otros gustos. Que se jodan otra vez.

Yo no digo: “a mi parecer es bella”. Afirmo: “es bella”, zanjando así cualquier discusión. Desoyendo y despreciando lo que otros puedan juzgar. A ellos no les importa mi pensamiento, ni a mí el ajeno. Soy isla, una perfecta isla amurallada.

Y digo que de esa agua no beberé.

Que cada cual decida, si tiene la determinación necesaria en esta hipócrita época de ambigüedades y temores a no ser moralmente intachable.

El diente de león es hermoso como un rosa de sangre fresca; o una seca de pétalos coagulados.

Y bello es tu coño que brilla húmedo y palpita.

Tus pezones contraídos y tu gemido obsceno.

Tus labios pronunciando cualquier palabra en una coreografía de sensualidad…

Y hermoso el cadáver de aquel zorro en su tierna y triste inmovilidad; por favor, que pena.. parecía dormidito.

Y horrendo el de mi padre muerto. Mentían cuando decían lo guapo que estaba en su ataúd. “No parece que mi Paco esté muerto. Mi Paco duerme”, un rosario de pena que mi abuela lloraba en letanía, su madre.

Y una mierda.

Esa carne de su rostro, de sus manos; tan fría, tan cérea…

En aquella piel sin color había más muerte que en un camposanto. Allí no quedaba nada de lo que amé, se había ido todo asomo de belleza.

Y digo con hostilidad que la belleza de mi mundo excluye cualquier opinión o concepto. 

Sin matices.

Sin oportunidad alguna a la tolerancia o corrección.

Cualquier otro patrón es inadmisible.

Y así con las cosas y así con las personas.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

3 de diciembre de 2020

La Biblia for dummys o la Iconoclasta verdad

 


¡Recién salido del horno!

Un ensayo en clave humorística y sarcástica.

Aunque pudiera ser que de vez en cuando, levante ampollas en la dignidad; cosa que nos ayudará a entender la mezquindad que hoy día vivimos.

La Biblia es muy larga, con muchas páginas repetitivas y muchas páginas aburridas; pero para eso estoy aquí, para darle interés, diversión y comprensión a los misterios que no lo son.

Lo podéis leer en Issuu:

https://issuu.com/pablolopez5/docs/la_20biblia_20for_20dummys_20o_20la_20iconoclasta_


O bien, por demanda en comentario, os puedo enviar el pdf por email.

19 de noviembre de 2020

Solo algunos segundos, compañero


Sé que no  te detendrás jamás; pero… ¿podrías contar lentos los segundos de la Alegría? Es que no abunda, amigo.

Y cuando la vida duela, cuéntalos veloces, hazme viejo por minutos; no importa. Porque de dolor hay tanto que lo dan gratis.

Yo siempre mantendré tu corazón caliente por mucho que la vida duela, lo juro. Puedes creerme, no soy del todo un mal tipo.

Es que no me fio del diablo y sus imprecisos contratos de sangre y alma.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


13 de noviembre de 2020

Un amor de ciencia ficción


Amar a más de dos metros de distancia es absurdo. A kilómetros es ciencia ficción.

¿Qué ciencia puede explicar el amor tan lejano? ¿Dónde está la ficción para que no sea tan doliente amarte?

Somos cosmonautas en animación suspendida cruzando nuestros sueños, dejándonos arrastrar al espacio profundo en una nave que nadie ve, de la que nadie se acuerda.

Es tan bello como triste.

Necesito escribir un relato de ciencia ficción de amor que diluya la tragedia de esta distancia y un tiempo que me aleja de ti inexorablemente.

Sueño esperanzas y así soy capaz de sonreír sin dolor a mi hermosa astronauta.

Navegamos rumbo a un mundo enano, donde no habrá distancias, donde nada nos podrá alejar. Por así decirlo, como el del Principito; pero un dúplex bien arregladito con vistas a la nebulosa Transsamor X2RT, que cambia sus formas como el humo del tabaco que tantas veces observo flotar soñándote.

Podría seguir escribiendo nuestra odisea espacial de amor durante meses sin repetir ningún pasaje, descubriendo nuevas estrellas en un amanecer púrpura de tu mano en algún rincón lejano del universo, donde ni siquiera llega la muerte.

Hasta que me sangraran los dedos…

Escribirte es amarte, y al igual que el universo, infinito y fascinante.

Podríamos viajar de luna de miel al otro lado del universo a través de un agujero de gusano, follándote entre ráfagas de fotones que cruzan indoloramente las pupilas, en nuestra íntima quinta dimensión.

Lo dejo aquí, en el agujero de gusano; clavado a ti, sumergido en ti, apresado a ti… Es que me siento un poco triste de nostalgia en este momento, cielo.

Dormiré contigo y al despertar, haremos aquel viaje que planeamos al cabo de las Playas de Mercurio, donde las olas de cálida crema blanca rompen como caricias sobre la piel.

Y cuando despertemos del hiper sueño, todo estará bien ¿verdad?

Hasta el infinito dentro de ti.




Iconoclasta

10 de noviembre de 2020

Bienvenidos de nuevo al siglo pasado español


El nuevo y normal fascismo español del coronavirus ha hecho retroceder social y económicamente a su población a las décadas franquistas del siglo pasado.

Como resultado de su asfixiante represión, ha resurgido una especie mezquina de la que muchos de sus especímenes quedaron impunes de sus actos de envidia que, causaron encarcelamiento, tortura, muerte y un expolio de bienes del que se vieron beneficiados en la dictadura franquista.

Colaboracionistas que denunciaban a sus vecinos por una razón de envidia y ambición eran premiados por el régimen franquista con una caricia en la cabeza o bien con parte del botín que la piara formada por Franco y sus secuaces, robaban sin ningún pudor. Con alegría.

Esos informantes, chivatos, confidentes y mierdas más; los que por envidia llevaban a la prisión, tortura e incluso a sellar la pena de muerte para sus vecinos (España está plagada de barrios, pueblos y ciudades donde viven sus descendientes que eran legión) son los que se asoman a las ventanas corriendo un poco las cortinas, para denunciar a gente que usa su libertad y recibir, como con Franco, las caricias; ya sea de los perros policía o de sus amos los fascistas normales españoles del coronavirus que llevan a cabo la gran estafa social y económica.

El fascismo español ha dedicado grandes titulares a denunciar que la juventud ha propagado el coronavirus, y el resto de la población se lo cree. España está llena de mierdas analfabetas, de auténticos pedazos de mierda, sean machos o hembras.

En España, el analfabetismo de la síntesis y la comprensión lectora, ha llevado a millones de personas a creer que arruinándose, empobreciendo su salud y humillando su libertad; conseguirán que el virus se marche al espacio exterior en busca de otros cuerpos que invadir.

Y el nuevo fascismo normal español del coronavirus, ha comprado toda la prensa posible y convertido a todos los periódicos españoles o agencias informativas, en la Hoja del Lunes del franquismo.

La Hoja del Lunes, era un diario publicado por el régimen franquista exclusivamente los lunes, ya que los censores no trabajaban en fin de semana (era pecado y estaba prohibido trabajar en domingo) y los periódicos por ello, no podían publicar en lunes.

Era por gente como aquellos mierdas confidentes, que los crímenes del fascismo se extendieron durante casi medio siglo en el tiempo. Los mismos que ahora lamen los genitales de las fuerzas del orden púbico para ganarse algún favor o sacar a pasear a su puto perro un par de veces más al día durante el encarcelamiento que imponen los caudillos Sánchez e Iglesias por su necesidad de enfermar y arruinar a la población para sacar más dinero de los fondos de la Unión Europea por esa gripe llamada coronavirus.

Cuando murió el cerdo (Franco) aquellos mezquinos confidentes (y aún vivos unos cuantos), lloraron porque no sabían que hacer sin aquel mierda en el poder.

Y en aquel instante se encuentra ahora España, sin necesidad aún de torturas (aunque nunca se sabe, mantienen un férreo control de la prensa y ahora quieren, al igual que sus amos chinos, controlar internet) y fusilamientos. En ese instante de una libertad robada y estafada hasta la pobreza y la enfermedad, con el tácito beneplácito de una población cobarde, decadente y degenerada en su endogamia.

El nuevo y normal fascismo español condena la violencia. Necesita para ejercer su estafa y prolongar su tiranía durante años, que los cabestros habitantes sean sumisos; aduciendo que si obedecen, les salvarán la vida.

Lo gracioso es que los están matando, están cometiendo genocidio con gente verdaderamente enferma a la que han negado sus tratamientos vitales.

Pero como el fascismo no se alimenta precisamente de inteligencia, se equivocan. Franco consiguió dominar a millones de españoles tras exterminar a más gente que la peste.

La guerra en sí no fue larga. Lo que se prolongó fue el sistemático asesinato de todo sospechoso de no ser afín al régimen; solo así se consigue implantar el terror en la población, para su obediencia y control. Franco y sus secuaces dedicaban meses a la depuración de todo pueblo o ciudad a la que llegaban las tropas; que no avanzaban hasta haber matado todo lo que debían.

El nuevo y normal fascismo español, si quiere durar como Franco, va a tener que masacrar a mucha gente para seguir en el poder. No lo ha hecho.

Y ahí radica la equivocación: la violencia es tan necesaria como inevitable para ganar una libertad robada. Y por lo tanto, el fascismo durante un tiempo va a perder mucho dinero que ha robado para atajarla.

Hay una violencia para agredir y otra para defender; pero tras una sola batalla de la guerra por la libertad, solo existe la violencia agresora.

Los cuchillos no solo sirven para cortar bistecs y embutidos, son igualmente útiles para cortar carne humana; un bate de béisbol, además de golpear una pelota, sirve para romper huesos. El fuego no solo sirve para cocinar y tener calor en invierno, también sirve para incinerar a los hijos de puta.

Quiero decir, que no es suficiente para evitar la violencia, la prohibición de la posesión de armas de fuego; es algo ya experimentado.

Afortunadamente, vivimos rodeados de objetos que pueden herir, matar, defender nuestra libertad y dignidad, etc…

Objetos con los que se puede defender el simple derecho a caminar por donde y cuando quieras.

Muchos cobardes morirán por inanición y debilidad orgánica que causa el nuevo y normal fascismo español del coronavirus.

Y unos pocos vivirán lo suficiente para intentar devolver el mal que se les ha hecho.

Mientras tanto, aquellos serenos (vigilantes nocturnos del franquismo que disponían de las llaves de las porterías de los barrios que rondaban para controlar quien salía, quien entraba; e interrogar a donde iba y de donde venía la gente cuando comenzaba a la noche el toque de queda eterno, de las 22:00 a las 06:00, y que se prolongó durante décadas) ya vuelven a arrastrarse por las calles como peligrosas alimañas a las que no les importa matar o asfixiar a nadie.

Bienvenidos de nuevo al siglo pasado de una España enferma y mezquina.

Y no es una broma, la dictadura franquista ha sido la más larga y sangrienta de la historia, tienen ese honor los españoles. Y ahora llega otra mierda igual.





Iconoclasta

9 de noviembre de 2020

Un magnífico día de epidemia


Es preciosa la soledad que una epidemia otorga a la naturaleza y sus sendas.

Magnífica.

Hay momentos en los que sin pretenderlo, creo ser el único hombre de la tierra; es ya de por sí, sin escribir una sola palabra, un poema.

Y cuando las nubes se deshilachan y los jirones marcan la velocidad y la dirección del viento, en un cielo azul de diapositiva ektachrome, soy un privilegiado.

Es entonces cuando te necesito más que nunca.

Eso que se oye por encima del rumor de las tristes hojas que aún quedan en los árboles, es el chillido de un águila que vuela bajo.

No… Necesidad no, cielo.

Hambre, siento un hambre atroz de ti; deseo follarte, metértela violentamente como si fuera el último día en la tierra, bajo este cielo en el que seremos únicos.

No está mal el menú para ser un día de epidemia ¿verdad, amor?

¿Sabes? No importan los que mueren o podrían morir, importamos nosotros que estamos vivos.

No puedo ser piadoso, solo voraz.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.




4 de noviembre de 2020

La caricia de la llovizna


Llueve, cielo.

Es llovizna, esa lluvia que es como las motas de polvo revoloteando en un rayo de sol que atraviesa la ventana en la que la te busco todos los días.

Es la lluvia más piadosa, porque te moja con cuidado, con cariño.

Como quien reconoce el dolor o la tristeza y no quiere añadir más.

La llovizna no tiene más remedio que, al final, calar tus ropas y la piel; pero te dice que debe hacerlo, no puede evitarlo. Y yo miro al plomizo cielo con los labios entreabiertos dejando que las gotas, como suaves agujas de agua, se prendan en mis pestañas.

Las caricias son tan escasas, que hay que aceptarlas todas.

¿Sabes, amor?

Hay un matiz que separa la frontera entre tristeza y dolor.

La tristeza es una ilusión, un sueño pequeño de ternura y amor que camina en la cuerda floja. Allá sola, tan indefensa, avanzando con temblores a mil metros del suelo. A mil metros en lo profundo de mí…

Inalcanzable de tan alta, de tan profunda…

La tristeza es una belleza que está solita y en peligro, nos tiene el alma en vilo por miedo a que se precipite al vacío y se rompa.

Y sus esquirlas se claven en el corazón.

Nos hace tristemente esperanzados, porque tener una funámbula tristeza es mantener la esperanza de que llegará al final del cable, indemne y hermosa como una divinidad. Cruzará al otro lado del abismo donde cada cual nos encontramos y será hermoso.

Por eso la tristeza se pega a la piel.

Reside en la piel, porque si hay esperanza; existe. Y si existe es palpable. Es la razón de que los tristes abrazamos nuestros propios hombros o llevamos la mano al corazón sin que sea necesario. No por frío.

El dolor no, el dolor no tiene belleza; es el horror de lo definitivo. El dolor es el asesino de la tristeza.

El dolor del amante, de los padres, de los hijos, de los amigos. Los que mueren y sus tristezas jamás cruzarán la cuerda floja. Cayeron.

Pobrecitos ellos y nosotros…

El dolor tiene la dudosa piedad de no dejar ni un solo atisbo de esperanza. Y si le das tiempo, si no mueres por él; se transformará en un álbum de ternuras y una sonrisa de lo que fue la vida cuando aquello amado habitaba el mundo y viajaba hacia a ti, o estaba en ti.

El dolor es el rayo y el trueno y el crujido de tus huesos. Y la estrangulación inconsolable de todas las vísceras.

La última voz que oíste salir de su boca. Sus últimas letras…

La tristeza es llovizna, la ternura de un deseo sencillo y pequeño que intenta avanzar en un mundo malo para hacerse realidad, como un milagro.

Las tristezas llenan los huecos de un silencio íntimo y reposan en la piel como un bálsamo.

El dolor te parte el cráneo y sientes que el corazón se abre y la sangre mana fría por sitios dentro de ti donde no debería haberla. Entre la carne y el alma, es por ello que quisieras arrancarte la piel con las uñas, para sacar esa bestia de dentro de ti.

¡Quítame este dolor, por lo que más quieras!, le gritas a Dios.

Si no luchas el dolor te llevará a la locura. Y a morir.

La tristeza desliza una lágrima cálida cuando menos lo esperas. Los deseados labios que se deslizan por la piel.

El dolor te vacía del deseo de vivir.

Te hace desear la muerte.

La tristeza tu boca..

La tristeza es un conato de tragedia del que no queremos desprendernos. En la tristeza trascendemos y por las tristezas vivimos.

Una vez has experimentado en la vida el abominable dolor, temerás siempre encontrarlo de nuevo.

La tristeza la acunarás en los brazos y la protegerás.

Sé triste mi amor.

Y fuerte para soportar el inevitable dolor.

Me gustaría escribirte también de la alegría; pero si no estás frente a mí, no existe. Me muevo entre las bellas tristezas, sorteando dolores que podrían destruirlo todo.

Eres mi tristeza, mi hermosa tristeza.

Aquellos dolores… No recuerdo como conseguí sobrevivirlos, solo sé que ahora son hermosos recuerdos que se difuminan con el tiempo.

¿Sabes que todas las tristezas tienen su propia canción?

Y los dolores su locura.

En mis pestañas hay cientos de tus besos y debo ya mirar la tierra y seguir el camino como la tristeza avanza en la cuerda floja.

Bye, cielo.






Iconoclasta

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1 de noviembre de 2020

Las campanas que no importan


Día un millón: estoy en el bosque y suenan lejanas unas campanas, repetidamente.

Son las once de la mañana y es el día de los muertos, es la razón de su insistencia. Llaman a los vivos, es hora de llorar frente a los huesos. O de reír, no todo lo muerto es bueno.

No hago caso, estoy donde debo estar.

Tengo ya unos cuantos muertos en el cementerio; pero no voy a visitar sus nichos, los huesos no tienen nada que decir.

Ni esperan nada.

No son nada.

Pienso en la resurrección y la putrefacción de los cuerpos. Pienso en la reencarnación y en los riesgos de iniciar otra vida de mierda.

Simplemente morir, es lo correcto. Está bien.

Todos los días, al igual que a quien amo, hay un instante para evocarlos, solo requiere una milésima de segundo y hay cientos de miles de ellas en un día.

En el cementerio nunca. Es un lugar demasiado aburrido. Demasiado festivo cuando tocan a muertos las campanas.

Sin embargo, hay días que paseo por el cementerio, para huir del rugido de vida del bosque, se han de cuidar los oídos…

A pesar de que ahí no hay ninguno de mis muertos, paseo convirtiéndome en silencio entre sus tumbas y nichos. Paseo para imaginarme ahí dentro, en una tumba, vertical u horizontal, no importa; para leer cuánto vivieron y ver a quien gano y a quien no ganaré en años de vida. Para fotografiar la decrepitud definitiva…

Es día de muertos, pero el bosque es más poderoso que las campanas. Y mis muertos no me esperan. Y yo no hablo con simples calaveras que ni siquiera tienen ojos. El tiempo es oro y los muertos no aprecian estas cosas.

Flores no necesitan, están rodeados de ellas. Ellos enriquecen el suelo con lo que fueron.

Y la condensación de su cuerpo muerto hace tiempo que se esfumó. Las almas tienen la longevidad de un cigarrillo.

Hay muertos sin nombre que tampoco se preocupan por las campanas. A veces creo que tengo más en común con los muertos que con los vivos.



Iconoclasta

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El coronarabia


Hay que entender que el fascismo español de la nueva normalidad del coronavirus, no va a dejar de ejercer su tiranía; cuando el cerdo prueba la sangre no quiere otra cosa.

Y por otra parte el virus ha mutado en rabia.

Con toda probabilidad, el gobierno fascista español, intentará ahogar las protestas y la violencia asfixiando con más ruina y prisión a la población; para que el hambre haga su trabajo.