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28 de diciembre de 2021

Un día electoral en la Nueva y Normal España Penitenciaria Fascista del Coronavirus


Ciudadano -1 se despierta, consulta en el móvil la predicción del tiempo y cagando, da un repaso a las noticias.

Es día de elecciones generales. No hay avisos de una mutación nueva del coronavirus. Y decide que irá al colegio electoral pronto, una vez haya desayunado.

Y en efecto, tras elegir una mascarilla oscura estampada con copos de nieve (es invierno), sale de casa para dirigirse al colegio electoral. Durante el recorrido revisa que su brazalete nazi o certificado de vacunación veterinaria del coronavirus, luzca en verde el código QR.

Porque para acceder a la sala de votación, primero debe presentar el brazalete nazi antes de cruzar las rejas del colegio y las alambradas de espinas de seguridad.

Dos soldados con máscaras herméticas antigases y armados con subfusiles protegen la reja de entrada al colegio y tras ellos, se encuentra el presidente de la mesa electoral, que con su móvil en la mano, da el visto bueno o no a los ciudadanos que presentan su brazalete nazi y los soldados se separan o no para permitir o negar el paso al interior del colegio.

En una zona de aparcamiento adyacente al colegio, hay una tienda de campaña militar con una cruz roja, es un centro de vacunación móvil rápida para los votantes cuyo brazalete nazi esté caducado o luzca rojo.

El Ciudadano -1, tranquilo y orgulloso de que su brazalete esté en orden y su bozal sea el correcto según las especificaciones del Gobierno Penitenciario Autonómico de su Región Militar, se acerca hasta los dos soldados armados.

El presidente de la mesa electoral asoma la cabeza entre los subfusiles que mantienen en alto los militares:

–Muestre su brazalete nazi, por favor.

Ciudadano -1 eleva el móvil hasta la altura del rostro del presidente electoral que con su propio teléfono móvil escanea el código QR.

–Su brazalete nazi no está actualizado con la última pauta.

Ciudadano -1 observa el código QR ahora en rojo.

–Le aseguro que hace menos de tres minutos, estaba en verde.

–Acaba de decretarse la 9ª revacunación de invierno –responde el presidente de la mesa electoral indicándole con la cabeza que se dirija al centro militar de vacunación.

Ciudadano -1 se apresura como perro de ocho patas  hacia el centro de vacunación veterinaria militar para evitar que entre alguien antes, tiene prisa para acabar el trámite del Buen Ciudadano.

Al cabo de veintiocho segundos vuelve a la entrada del colegio con el móvil en alto.

Por un momento los soldados le han apuntado el pecho hasta cerciorarse de que solo alzaba un teléfono.

El presidente de la mesa, escanea de nuevo su brazalete nazi.

–Perfecto, yasvotao.

–Oiga, ni siquiera he entrado en el colegio –replica -1 sudando copiosamente por la reacción de la vacuna.

–Sí que ha votado. La novena vacuna tiene efectos secundarios como breves lagunas mentales, amnesia. Nada grave.

– ¿Y a quién he votado?

–No lo sé, su voto ha sido secreto.

– ¡Oh! Está bien. Adéu!

–¡Eh, Ciudadano! ¿Acaso no quiere votar? –le increpa el presidente de la mesa electoral cuando -1 comienza a alejarse.

– ¡Pero si ya he votado! Me lo acaba de decir.

–Yo no –le responde el presidente con semblante serio.

–Me acabo de pinchar la novena vacuna del invierno.

–No señor, eso fue ayer, en las pre elecciones. La vacuna, con toda probabilidad, le provocó un fuerte shock.

Ciudadano -1 respira agitadamente por ansiedad, y le muestra temblorosamente el brazalete nazi al presidente para que lea el código QR.

–Está caducado –le responde malhumorado el presidente de la mesa electoral–. Vaya al puesto de vacunación y haga lo que cualquier ciudadano ejemplar del régimen haría.

Ciudadano -1, de nuevo se encamina confuso hacia el centro de vacunación militar. Es un día soleado, aunque la periferia de su visión forma una zona oscura que parece hacerse más grande por momentos.

Una vez pinchada la décima vacuna, se acerca de nuevo al acceso de entrada al colegio electoral.

–Ya tengo la pauta completa de la vacuna –le dice al presidente de la mesa electoral mostrándole el brazalete nazi.

El presidente escanea de nuevo.

– Molt bé! ¡Yasvotao!

– ¿De verdad? ¿A quién?

–A nuestro Nuevo y Normal Caudillo Penitenciario Fascista del Coronavirus.

–Yo pensaba votar a Unidas Jodemos…

El presidente con displicencia le muestra en su móvil un video de una mujer votando al Nuevo Caudillo Fascista.

–Esta era usted hace apenas quince minutos.

– ¡Es una mujer!

–Exacto, era usted con los efectos secundarios de la décima dosis.

–¡Vale! –exclama con cansancio y desánimo Ciudadano -1– Adéu!

Ciudadano -1, aturdido camina paralelo a la valla del colegio electoral, dirección a su casa. Cuando de repente tose.

Los micrófonos unidireccionales instalados en la valla, recogen el sonido de su tos. De la tienda médica militar, emerge un soldado con un fusil de precisión con mira telescópica. Apunta cuidadosamente a la nuca del Ciudadano -1 y dispara.

Al presidente de la mesa electoral se le escapa una risotada al ver el impacto de la bala en la nuca de -1.

Cuando su rostro toca el suelo, no queda nada de conciencia en él.

La mascarilla se ha rasgado con el impacto. Junto al tejido textil y cerebral, en el suelo, en forma de estela, se puede también observar restos de huesos, parte de la nariz, medio labio y varios dientes, algunos rotos. Hora de la muerte por coronavirus: 11:14.

Las noticias de las 11:15 anuncian a través de mensajes a móviles, radio, televisión y boletines impresos con urgencia por los ayuntamientos que, en pleno día de elecciones generales en la Nueva y Normal España Penitenciaria Fascista del Coronavirus, se ha detectado la primera víctima mortal por coronavirus kappa (-1) -en honor al primer ciudadano que ha muerto infectado e intubado en un hospital militar con esta nueva variante o cepa del coronavirus-.

 Se decreta el uso indefinido de la triple mascarilla en exteriores y el encarcelamiento diurno y nocturno por estado de alarma en toda España y sus taifas autonómicas. Se prohíbe así mismo y se castigará severamente cualquier acto por procurarse el sustento vital mediante ejecución pública con un disparo en la cara.

El Nuevo y Normal Tribunal Sanitario Penitenciario Fascista Español del Coronavirus, avala la destrucción de los mínimos derechos biológicos y sociales (año 13 de la Nueva y Normal Era de la Dictadura Penitenciaria Fascista Española del Coronavirus).



Iconoclasta


15 de enero de 2021

Fascismo inyectado en vena


1984 (en su versión original en inglés: Nineteen Eighty-Four) es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. La novela popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.

Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social.” Wikipedia.

El fascismo, sea como sea y donde sea, pretende inyectar en todo momento y lugar su ideología y marcadores de conducta. Primero lo intentó metiendo porquería falangista, socialista, comunista y revolucionaria en los cráneos vacíos del pueblo. O sea, adoctrinando al vulgo mediante himnos y panfletos de un mundo mejor y justo.

La radio acostumbró al rebaño a reunirse en torno a él para escuchar los mensajes del poder y unas noticias que aún no podían ser amañadas a la velocidad adecuada.

Luego inventaron la televisión para que cualquier piojoso gobierno entrara en las casas de su ganado con un rostro familiar.

Con la informática llegó la corrupción del periodismo, amañar las noticias a la velocidad de la luz, incluso la historia. Mientras tanto, mediante reformas de los sistemas educativos entraban en los colegios para hacer idiotas a los niños, amañando y ocultando la historia para crearles una burbuja de bienestar y permisividad en la que se hicieron cobardes y mansos. Los incitaron a la ingesta masiva de alcohol y drogas narcóticas; castigando, a sí mismo, el tabaco (ya que es un hábito reflexivo y no narcótico) y refrescos (ya que el azúcar es el alimento que más consume el cerebro). Entre otras cosas les enseñaron que en el homosexualismo y transexualismo son todo ventajas y les negaron el conocimiento de las infamias de la historia para mantenerlos ciegos y torpes. Crearon las redes sociales para que esos idiotas que crecían, se sintieran formar parte de una gran rebaño de reses, y felices por ello. Con las nuevas redes de telecomunicaciones de gran potencia y alcance directamente en el teléfono móvil del ganado, consiguieron un gran y útil control estadístico, de movilidad y veterinario. Y provocaron un estado de alarma planetario para robar cualquier asomo de libertad y someter al populacho  a sus decretos mediante histeria colectiva, por medio de una simple gripe; y todo ello con la alegría de los idiotas, a pesar de la cárcel y la ruina.

De la evidente estafa.

Y ahora, lo definitivo: inyectar la mierda de su ideología y control directamente en la carne, en la sangre de la hiper adocenada chusma. Le llaman vacuna, precioso; el fascismo hace alarde de una poesía de niño de cinco años. Y si alguien se piensa que no habrá marcadores en sangre, debería dar un repaso a su madurez intelectual.

Antes han asesinado a muchos miles para crear un gran estado de alarma y pánico social que lleve a las reses a vacunarse ávidamente, desesperadamente.

Y ahora, tendrán a sus cerdos, vacas, gallinas, cabras y ovejas, sometidos a un estricto control, con una precisa ubicación cada una de las bestias votantes.

Orwell se quedó muy corto con su 1984 y sus ovejas mansas y estúpidas; pero con sus gobernantes fabricando noticias y rehaciendo la historia a su conveniencia continuamente, hizo gala de una precisión quirúrgica, es plena actualidad. Es literal a la novela lo que los fascismos que antes decían ser democracias, con la estafa del coronavirus han llevado a cabo el más importante y global movimiento dictatorial jamás creado y han subordinado toda noticia, toda literatura y arte en pro de su ideología y fines lucrativos y de poder estafando con el método epidemiológico.

Que Orwell se quedara corto describiendo una sociedad de mierda como esta en la que estoy viviendo, es normal. Nadie podría haber imaginado el grado de mezquina decadencia en la que se precipitarían las actuales sociedades.

Orwell era un cándido que sobrevaloraba al género humano. Un ser humano capaz de escribir sus ideas con claridad e imaginación, es uno entre millones. Su existencia nada tiene que ver con la inteligencia ni las habilidades de la especie humana.

Los nuevos y normales gobiernos fascistas del coronavirus están formados por una piara de trileros con una corrupta ambición como nunca en la historia se había visto con tanta desfachatez y ceguera por parte de un populacho endogámico;  sin rastro alguno de dignidad e inteligencia, salvo la básica del cobarde para encontrar un lugar donde esconder su cabeza vacía de todo.

Los actuales presidentes y ministros de los países más ricos y algunos, como España, de los más pobres, son auténticos degenerados como el mesías Hitler; solo que con otros trajes, otro decorado y, sobre todo, con la retórica de los telepredicadores y sus mandamientos sagrados: Si respiráis sin nuestro permiso, moriréis. Si os movéis donde os prohibimos, moriréis. La libertad os matará. Y sin nosotros moriréis.

Los nuevos fascismos surgidos con la estafa del coronavirus, han adquirido un carácter mesiánico para un rebaño degradado globalmente en su salud e intelecto que, en lo más absurdo nunca visto, se ha dedicado a aplaudir desde los balcones y ventanas de sus prisiones a sus perros carceleros: la feroz y carente de cerebro policía y ejército; cuando según las noticias del nuevo y normal régimen fascista, estaban muriendo cada día centenares de reses.

Los actuales trileros fascistas electos en una falsa democracia, son unos genocidas que nada tienen que envidiar a los nazis o a los jemeres rojos.

Se dice que cada pueblo tiene el gobierno que se merece; pero los pueblos nunca han tenido la habilidad y la oportunidad de merecer nada, de la misma forma que las vacas no saben que las llevan al matadero hasta que las destripan; un colectivo, o un conjunto de reses humanos jamás podrá crear nada, y menos de provecho. Son meros esclavos al servicio de reses que son poco más listas que ellos.

El asesinato del individuo, como libre pensador, ha sido la consecuencia de una sociedad insectil, basada en la importancia del rebaño. Y ser parte de un rebaño es el más grande y ofensivo insulto que a un ser humano se le podría hacer, salvo ahora, en esta sociedad endogámica, asfixiante en su cobardía, analfabetismo y dejadez.



Iconoclasta