Ser un fluido tiene sus ventajas, podría llegar a ti con la velocidad del pensamiento. Ser tu buen fantasma y protegerte de las pesadillas y otros fantasmas.
Una refrescante corriente de aire en el centro de calor de tus muslos.
Y sin ostentosas ceremonias provocar que tu vientre se contraiga con un espasmo de placer penetrándote, embistiéndote vaporosamente.
Acariciarte el corazón cuando lo sientas frío y solo e hidratar tus labios en un largo beso onírico.
Velar por tu respiración tranquila y pausada.
Ser tu bálsamo obsceno extendiéndose por tu piel toda.
Y hacer un poltergeist con tus pechos agitados por mis manos y boca invisibles.
Decirte unas ternuras en un susurro cuando temas que hoy algo no está bien. Y aunque rías...
Pero soy de carne y no vivo en un constante estado de lujuria, de deseo.
Bastaría un cigarrillo y un café frente a ti con cualquier palabra que surgiera en ese instante, para serenarme de estas palabras de deseo y posesión.
Mi lujuria de ti es tan fácil de aplacar...
No soy de esos grandes romances universales, tan solo de pequeñas y serenas cotidianidades, de esas pequeñas ternuras que se atesoran en nuestros recuerdos y súbitamente se evocan en algún momento.
Iconoclasta