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17 de diciembre de 2015

666 y los daños colaterales



Mi Dama Oscura observa con ojos brillantes de emoción las convulsiones del niño que agoniza, su padre lo ha llamado Ricardito, tiene once años.
Tenía.
Su expresión es de fascinación, como si sintiera un éxtasis al ver el alma infantil salir libre y sutil con cada borbotón de sangre que mana de la tierna y pequeña yugular seccionada.
Una yugular que yo he seccionado con cierto aburrimiento y apatía no exenta de elegancia.
Amar a los niños en su vida y en su muerte es una pose de ese Dios estúpido que ejecuta sus crueldades pintándolas con una burda capa de fatídica bondad.
Yo le doy motivos para que luzca su infinita e hipócrita misericordia.
Como creó al hombre imbécil, el hombre no se ha enterado aún.
Y es que sus maldades son designios inescrutables, una frase que llena las bocas de los ignorantes.
Y a ella, a mi eréctil Dama Oscura, poco le importa. Solo siente el acto de la muerte con la misma fascinación con la que observa mi glande eyacular sobre las oscuras areolas de sus pesados pechos erectos.
Tal vez sea porque a sus mil años de edad, aún no ha sentido la apatía que da la eternidad.
Mirad si no a Dios el Celoso, el apático y aburrido Nerón de los Cielos, de su cielo de mierda.
El padre sufre un shock traumático, sus dos tibias sobresalen como madera quebrada de la carne que las cubre. Se las he partido con un mazo de acero del personal que hace trabajos en el exterior de su residencia, de un vulgar lujo de narcotraficante. Es el  ministro de interior del país más pobre de Sudamérica. Como todos los presidentes y militares de ese continente, es un corrupto de los que llamo campechanos, de los que no saben que lo son porque no conocen otra forma de gobernar. Se creen prácticamente mesías debido a su aberrante formación católica. De una forma paternalista, ordena matar a cualquier primate que obstaculice sus planes.
Es un quechua bajito y regordete llamado Hernando Montes. Su caro traje no le sienta nada bien. Es un indio sin remedio.
Ha firmado un acuerdo de cooperación con el país vecino, por sus confusas fronteras, para luchar contra el narcotráfico; lo he visto con aburrimiento en un titular. Así que he lanzado el periódico a las sombras y  le he dicho a mi Dama Oscura:
— ¿Te gustaría pasar una mañana en La Paz? Hay un asunto que hemos de estropear. Los torturamos, los humillamos, los desmembramos y nos vamos a comer un charquekan cuando hayamos acabado con toda la familia.
—Me encantaría.
Y ha metido su lengua en mi boca masajeándome los testículos.
Mi puñal insertado entre los omoplatos se removía inquieto mortificándome.
Le encanta salir de esta oscura y húmeda cueva. Le apasiono Yo y sentir el poder de la muerte desinhibida y sin moral que ejercemos sobre los primates.
Hace apenas cinco minutos hemos aparecido desde el interior de la tierra a lomos de mis crueles, que han decapitado a los diez guardaespaldas que vigilan la zona ajardinada de la residencia Montes. Uno de ellos corretea con una cabeza entre sus mandíbulas, de la que cuelga la lengua cárdena en una mueca de espanto y dolor.
Al entrar libremente en la casa-palacio, hemos encontrado al pequeño Ricardito jugando con un pequeño dron en el gran salón con decoración clásico-burdel.
—Llama a tu papá —le he susurrado al oído agachándome a su altura, con las manos apoyadas en sus pequeños y débiles hombros.
El pequeño ha mirado con curiosidad el mazo que he dejado en el suelo y al mirar mis ojos se le escapan unas lágrimas.
― ¡Papi!
Mientras el padre bajaba por la majestuosa escalera de mármol como el palurdo sin clase que es, he tomado al pequeño entre mis brazos, con su espalda en mi pecho, he sacado mi puñal de entre los omoplatos y le he puesto el filo en el cuello.
― ¡Por Dios, no le haga daño! — grita.
― ¿Por Dios, me dices, mono? ¿Sabes lo que dice Dios de los hijos? Te refrescaré la memoria sobre los consejos de Dios.
Y el filo del puñal muerde la piel de Ricardito.
―En tu biblia, el libro Eclesiástico, capítulo 30, sobre la educación de los hijos dice: "Mima al hijo y te dará sinsabores, juega con él y te dará tristeza.", versículo nueve.*
Y el puñal penetró en la carne.
El primer ministro Montes, se detiene al final de la escalera.
― ¡Deja a mi hijo, cabrón! Tengo mucho dinero en mi caja para ti y tu puta.
Me encanta cuando el miedo les hace caer su máscara afable.
― "No te rías con él, para no acabar llorando. Y rechinando los dientes.",  versículo diez ―prosigo con mi lección.
El  filo hiere la tierna y pequeña yugular al cortar cuello hacia la derecha. El pequeño patalea y el padre grita cuando la sangre comienza a teñir su guayaberita blanca.
Yo no siento nada. Si acaso, esa erección que siempre me sobreviene cuando a un primate le arranco la vida.
No puedo evitar una risa pensando en que el primer ministro es tan ingenuamente malo, que ni ante la muerte de su hijo, piensa en todas las familias que ordena matar en los campos de cultivo de amapolas y coca en los que trabajan y que ahora necesita quemar para que desde un satélite los dólares vean que se lucha contra la droga. Yo soy casual matando, muy natural y campechano también.
― "No le des licencias en la juventud ni pases por alto sus desvaríos.", versículo once.
Los niños pequeños mueren rápidamente, se desangran en la mitad de tiempo que un primate adulto.
Apenas me da tiempo a recitar el último versículo cuando el niño ya no tiene fuerzas para patalear.
El padre se lanza contra mí y la Dama Oscura saca una pequeña automática que junto con una daga lleva en el muslo derecho y le dispara derribándolo a medio metro de mis pies. Le ha herido en un hombro.
Su monte de Venus, luce impecablemente rasurado y terso bajo la falda.
Me humedece el glande...
― "Túndele las costillas mientras es niño; no sea que, indócil, te desobedezca.", versículo doce. ¿Lo ve, señor ministro? A los niños hay que tratarlos con mano dura. Es Dios quien lo dice.
Profundizo el corte hasta que los músculos no pueden soportar la cabeza. La sangre mana por su boca. Lanzo el cuerpo inerte de Ricardito contra el suelo, tomo el mazo y le destrozo las tibias al ministro Montes.
La Dama Oscura se tapa los oídos, no le gusta el crujir de los huesos.
Hay a quien le molesta el chirrido de las uñas arrastradas por una pizarra y a ella los huesos. A mí no me molesta nada que sea dolor y muerte.
Apenas se queja el boliviano, el hombro destrozado ya da suficiente dolor.
La Dama Oscura se acerca al pequeño y toca su piel delicadamente cuando aún escupe sus últimas bocanadas de sangre y su delicado pecho intenta aspirar un aire que no llega a los pulmones.
Cuando has matado tantas veces, por la piel sabes cuando se les va la vida. Es un arte que le he enseñado a lo largo de los siglos.
Preferiría masacrar a una familia paupérrima, porque da un efecto mucho más contundente sobre mi maldad y falta de consideración a los primates; pero de vez en cuando hay que dar a las clases altas una buena lección para que ni por asomo puedan pensar que son intocables.
Como ya es habitual en el mundo de los primates, a quien le dan un palo, le dan todos hasta acabar con él. Estos son aquí los indígenas agricultores, con sus muertes van a proporcionar los dólares a Bolivia, bueno, a Bolivia no; a su presidente, al ministro del interior y la pareja homónima del país con el que han firmado el acuerdo de cooperación.
Solo que ahora, el quechua Montes está potencialmente muerto.
Los pobres, a los que obligaron a plantar vegetales narcotizantes en lugar de comestibles, ahora caen bajo las balas de los mercenarios. Pero solo es temporal, cuando hayan recibido sus millones, volverán a obligar a los indios a crear plantaciones invisibles en las selvas y bosques.
Diez mil millones de dólares, eso vale justamente la deforestación de las grandes áreas selváticas y boscosas, donde en un secreto a voces, con discreción hipócrita, se planta opio, marihuana, amapolas y coca. Para llevar a cabo esa limpieza para acceder al crédito, se quema la selva y los cadáveres de las familias que la contienen.
El ministro va a recibir esa inyección económica en varios plazos, conforme se vayan cumpliendo los planes de limpieza de cultivos para la elaborición de narcóticos. Debe aparentar, como requisito, que él y su presidente se interesan por la salud de los jóvenes y adultos de Estados Unidos y los países más ricos de Europa.
Justifican sin problema alguno a su pueblo, que es el precio que hay que pagar para que los hijos de sus hijos un día puedan vivir en un país próspero y libre.
Los daños colaterales, son inevitables.
Yo digo que no los quiero evitar.
Siempre es lo mismo con Dios y con los primates que mal creó: todo es una esperanza para el futuro; pero la absoluta ganancia y satisfacción la agotan ellos en apenas unos días.
La gran obra de la fe es cegar lo que es obvio y vestir el crimen y la mentira con la túnica de los inescrutables designios.
Yo soy la luz, el foco sobre la hipocresía.
Un foco rojo y líquido.
Yo desmiembro con cegadora claridad los cuerpos de los primates. Los despellejo sin fe ni dogmas. Mi verdad son los intestinos desparramados de los monos a los que Dios tuvo el capricho de otorgarles la capacidad de hablar.
Que se merezcan morir o no es algo que no considero. Es mi trabajo, es mi pasión combatir lo que ese dios melifluo creó.
Mis actos, como  los de Dios, obedecen a mi volubilidad y aburrimiento. Os he de matar, es vuestro destino y el mío.
Un destino que dicto a veces a cara o cruz. O simplemente porque me apetece.
A Dios le es completamente indiferente lo que yo haga, él siente piedad por sus creaciones tapando un bostezo con la mano, vamos  por caminos distintos: él la desidia y Yo la pasión.
A veces intercede por las almas de los que por última visión de su vida tienen mi boca aspirando su alma y mis manos hurgando en el interior de sus cuerpos abiertos. Envía ángeles enormes, de una belleza homosexual, que montan su espectáculo piadoso y yo mientras tanto les amenazo de muerte y blasfemo contra Dios. Es un trámite.
Hace un tiempo, destrocé un arcángel en mi cueva y clavé su cadáver en las puertas del cielo. Si no los asesino a todos, es porque simplemente me aburre. Y en el fondo, es lo que desea ardientemente, ser mártires.
Todas las creaciones de Dios son de una previsibilidad deprimente.
En estos momentos, la Dama Oscura está acuchillando al personal de servicio: la cocinera y su ayudanta, las dos criadas que lavan la ropa y arreglan las camas y al viejo que cada día da brillo a los mármoles del suelo, incluyendo a su hijo, que ya tiene casi dieciséis años.
¿Habéis oído ese grito y gorgoteo? Ya no cumplirá los dieciséis.
El arcángel Isdriabel se materializa, me observa desafiante y se arrodilla para acariciar la frente ya bastante fría de Ricardito con un potente cántico tan viejo como yo mismo. Busca su alma, tranquilizando su espíritu que llora desorientado y desconsolado. Observando la escena con interés, enciendo un Cohíba. El ministro de interior gorgojea cosas ininteligibles, con mi pie presiono su cuello sin cuidado.
El ángel llora.
―Solo te permito esa alma, el resto son mías.
―Dios te pide que dejes de matar, Montes ha donado mucho dinero a la iglesia. Ha rezado mucho.
―Que baje Dios, que deje de toquetear a tus hermanos y venga a hacer su trabajo. Ve con cuidado, pájaro cantor, o mis crueles devorarán tus alas y tu cabeza. No serás el primer arcángel muerto.
La pequeña alma de Ricardito se desprende totalmente de su propio cadáver y flota para protegerse tras la poderosa espalda del enorme Isdriabel. Temblorosa, sin saber aún que está muerto. Montes se ha desvanecido por la falta de oxígeno y he levantado el pie de su cuello.
Me acuclillo y le doy palmadas en las mejillas para que se recupere, cuando abre los ojos le meto el cuchillo en la boca y corto desde la comisura de los labios hasta que topo con el maxilar. A pesar de lo que muchos creen, cuando  haces eso, no aparentan sonreír.
Jamás haría algo que hiciera sonreír a nadie. Solo Yo y mi Dama Oscura sonreímos.
― ¡Mi vida, mi amor, mi Ester! Mi hija no, mi hija no...
Una mujer grita en la planta de arriba, casi al mismo tiempo, algo cae por el hueco de la escalera y se estrella sordamente contra el albo suelo de mármol. Es hermosa la sangre en el blanco puro. Y pienso en la indecente y obscena imagen del ángel con las alas manchadas de sangre. Isdriabel no puede imaginar lo cerca que está de la muerte. Aún arrodillado frente al cadáver de Ricardito, lanza su canto potente mirando al techo de la casa con la pequeña alma entre sus brazos, como si pesara. Con un ridículo gesto de padecimiento en su rostro perfecto.
Histriones...
Siente mi inmensa hostilidad, mi paranoia por la muerte de todo lo que habla por la gracia y el efecto de Dios.
Tiene miedo.
Montes se arrastra con gritos hacia su hija agonizando. La cabeza de Ester está pornográficamente deformada por el golpe. Sus cuatro años aún patalean en el suelo de forma caótica por un devastador daño cerebral. Su camisetita de Dora la exploradora se empapa de la sangre que de sus oídos y boca cae al suelo.
Con un pie detengo a Montes.
―Tal vez la debería haber quemado. O envenenado con los herbicidas tóxicos. Tú lo haces ¿te hubiera parecido mejor? Tal vez lo haga con tu presidente.
Atravieso clavo el cuchillo entre el tendón de su talón derecho atravesando la piel y tiro de él.
No puedo dejar de reír, como tiene las tibias rotas, su carne parece goma y no consigo arrastrarlo sus gemelos se estiran y estiran. Montes grita y grita.
Hasta que pierde la conciencia por el dolor, a estas alturas su presión arterial está a punto de hacer reventar arterias importantes.
Así que meto la mano en la cintura del pantalón y tiro de él para separarlo de su hija.
Me arrodillo ante el cuerpo aún convulso de la pequeña Ester y le giro la cara para cubrir con mis labios su boca ensangrentada.
Y aspiro su alma profundamente.
La Dama Oscura me observa conteniendo un llanto desde arriba, con una mano amordaza la boca de Magdalena, la esposa de Montes, con la otra mano retuerce el brazo de la mujer obligándola a mirar el suelo.
La pequeña entra en mí, asustada y temerosa. La envío sin demora al infierno para que sufra eternamente el miedo y la más profunda desesperanza.
El alma de Ricardito grita y el arcángel la consuela sobre su hombro, susurrándole cantos de bondad y esperanza. El melodramático y megalómano Dios los baña con una luz dorada y a mí me suda la polla.
―Dios hace lo mismo cuando le apetece ―le digo a Isdriabel que me mira con rostro derrotado.
― ¡Mentira!
― ¿Acaso tu padre no te enseña como ayudaba a sus judíos? Arcángeles idiotas... Lee Jueces, capítulo 3. Aflicción de Israel. Débora. Versículos 15 al 22. Escucha y arráncate tus alas cosidas con mentiras.
El arcángel eleva el tono de su cántico hasta el punto de que las paredes tiemblan. Yo lanzo un rugido que se sobrepone al ruido del mundo mismo. La furia ha inyectado mis ojos en sangre y los tres seises escarificados y siempre infectados, purulentos, parecen palpitar en mi antebrazo.
― "Clamaron entonces los israelitas a Yahveh, y Yahveh les suscitó un libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita que era zurdo. Los israelitas enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab."**
―Así obra tu Dios, escucha y conoce lo que ese puerco os esconde.
Me enciendo el habano que se ha apagado salpicado por las sangres de Montes y su hija.
La Dama Oscura, desde la baranda de la escalera, aún en la planta superior, desgarra la blusa de Magdalena y me ofrece su sacrificio: clava la daga bajo los pliegue de sus pechos y corta. La sangre se derrama por el suelo para gotear encima de mí.
Sus manos se meten dentro de los pechos abiertos cobijándolas en el calor de la sangre y la carne. La mujer grita tanto...
El habano se me vuelve a apagar, cosa que me intranquiliza.
― "Habíase fabricado Ehúd un puñal de doble filo de un codo de largo, se lo ciñó debajo de sus vestidos, sobre el lado derecho, y fue a presentar el regalo a Eglón, rey de Moab, que era muy grueso."
― ¿Recuerdas esta historia, Isdriabel? O tal vez negáis ésta y otras mil en el fondo de vuestra conciencia hipócrita a imagen y semejanza de vuestro padre maricón?
―Tira a la mona, como a su hija, mi Dama Oscura. Que la sangre se funda con la sangre ―le grito observando desde aquí abajo su vagina perfecta, de labios entreabiertos, excitada y húmeda. Evoco la dureza de su clítoris y me quito el pantalón para que mi erección se expanda en la dimensión de la muerte y la desolación.
― "Cuando terminó de ofrecer el presente, despidió a la gente que se lo había llevado. Pero él se volvió desde los ídolos que hay junto a Guilgal y exclamó: «Tengo, oh rey, para ti un mensaje secreto». Eglón dijo: «¡Silencio! ». Y salieron todos los que con él estaban."
―Ehúd era Yahveh, Isdriabel ―le digo con voz sibilante―. Vuestro Dios misericordioso que dice ser pura bondad, es un psicópata astuto.
― ¡Calla, maldito...
El estrépito del cuerpo de Magdalena  al estrellarse contra el suelo lo deja mudo. La cabeza de la mujer se abre dejando ver los sesos como una excrecencia entre su pelaje negro. Montes, apenas reacciona su rostro es un constante derrame de sangre y su respiración es débil y penosa; pero lo ha visto. Ha visto la muerte de lo que amaba, es lo que importa. Era el fin.
― "Entonces Ehúd se dirigió hacia él, que estaba sentado en la cámara alta, fresca, reservada exclusivamente para él. Ehúd le dijo: «Tengo para ti un mensaje de parte de Dios». El rey se levantó de su asiento."
― "En aquel instante, Ehúd, deslizó su mano izquierda, tomó el puñal de su lado derecho y se lo clavó al rey en el vientre. Incluso la empuñadura penetró tras la hoja, que quedó tapada por la grasa, pues no le extrajo el puñal del vientre Y se le salieron las heces."
―Dios es una bestia de pelaje blanco, tu Dios es una blasfemia en sí misma. La única coherencia que rige su pensamiento es la vanidad más pura. Su absoluta y desquiciada vanidad que todo lo empaña con hipocresía de fe. Él ordena quemar a sus primates en las selvas para que le recen, para que le rueguen por sus almas sin valor. Y él se crece en la muerte de los inocentes cuando hacen misas de difuntos y claman por las almas de sus muertos. Es todo tan sencillo, que defrauda ¿verdad, arcángel ingenuo?
Elevo el torso de la primate madre agarrándola por los pelos y aspiro también de su boca ensangrentada su alma, que no estará cerca de su hija. No tendrá ese consuelo en la eternidad. La Dama Oscura me ha rodeado con sus brazos desde la espalda, haciéndome sentir sus pechos, tomando mi pene y masajeándolo durante mi éxtasis.
Es perfecta, la amo. Aunque no sé si es amar, porque a veces siento deseos de llevarme su cabeza decapitada a mi entrepierna. Intuye ese peligro siempre latente que la excita. Hija de puta... Qué valiente es...
Isdriabel se dobla atormentado como en una náusea y se diluye en el aire con otro de sus irritantes cánticos.
Me obliga a girar su rostro hacia ella y la beso profundamente, la beso hasta sentir que mis sienes ya no palpitan.
― ¿Puedo acabarlo yo, mi 666? ―me pregunta en un ruego ansioso empuñando su daga que señala a Montes.
―Hazlo ―le concedo encendiendo por enésima vez el habano.
Sin cuidado gira el cuerpo de Montes que vuelve a gritar ante el dolor que le provoca cada ligero movimiento. Con la daga corta los pantalones, los calzoncillos y la camisa. Lo desnuda en unos segundos.
En el esternón le practica un corte longitudinal que hace llegar hasta el vientre. Yo fumo tranquilo, se está bien con los gritos y los balbuceos de un moribundo.
Ahora está haciendo espacio para los dedos a la altura de la boca del estómago, cuidadosamente separa la epidermis del músculo a una profundidad y longitud adecuada para sus manos. Me observa con los ojos brillantes de expectación
Yo asiento.
Entonces mete los dedos entre las incisiones que separan piel y carne, para abrir con un tirón violento y seguro los brazos.
La piel de Montes ahora está haciendo de alfombra en el frío mármol. Parece un animal extraño, con membranas a los costados. Los pezones no dejan que la piel quede tersa en el suelo, pero nada es perfecto.
El grito que ha lanzado no ha sido nada espectacular, pero para las pocas fuerzas que le quedaban, no ha estado nada mal.
Mi Dama se desabrocha la camisa blanca y con el torso desnudo se extiende encima del cuerpo ensangrentado, para que sus pechos se pinten de sangre.
Cuando se levanta el efecto es increíble, se luce ante mí y se apoya sobre la baranda de la escalera con las piernas abiertas para que la penetre por detrás.
La penetro y la bombeo hasta que por sus muslos se derrama un semen negro como petróleo. Me insulta con su orgasmo, me llama cabrón, puerco. Me dice que me arrancará mi puta cabeza. Se gira hacia a mí, me rodea el cuello con sus brazos para besarme la boca y desgarra mis labios con sus dientes. 
Todo es sangre, todo es rojo, todo es maldad y poder...
Todo soy Yo.
Y relincho como un caballo de un millón de toneladas, grande como un buque, antes de comerme el alma corrupta de Montes.
Que nadie se crea que la destrucción de las plantaciones y campesinos se va a detener. Eso no ocurrirá, no quiero que ocurra. Quiero todos los males, todos los abusos aplastando a cada primate de Dios. Que las drogas les envenenen a ellos, a sus hijos y nietos. Que se pudran con las narices deshechas, con las venas podridas, tosiendo sus propios pulmones...
Tan solo he expuesto los daños colaterales que se derivan de un acto.
Un asunto meramente instructivo.
―Mi Dama, ¿No tienes hambre? Vamos a comer ese charquekan del que te he hablado. Y luego, si nos apetece, podemos hacer una visita al presidente. Este asunto de la familia Montes ha sido muy breve. El presidente tiene seis hijos, la mujer y dos putas en una casa anexa.
Me mira con una sonrisa arrebatadora.
Y paseamos por las calles de La Paz como dos enamorados ensangrentados buscando un buen restaurante.
Siempre sangriento: 666


Iconoclasta
*: La Biblia. Eco 30, 9-12
**: La Biblia. Jue 3, 15-22

13 de diciembre de 2015

Odiada mía


Debería odiarte porque por mujeres como tú los hombres son idiotas.
Hay una frecuencia en tu voz que me hace perder el hilo de mi propio pensamiento y balbuceo incoherencias de amor en tu oído. Olvidando lo que debía decir como hombre formado.
Con tu voz me haces adolescente provocándome una punzada en el pecho que solo puede calmar tu abrazo, tu respiración.
Tus pechos presionando el mío.
Me deshaces. Por favor...
Debería odiarte porque tu llanto es  mi canto de sirena. Porque buscas el consuelo de mis brazos y los labios para recoger las lágrimas. Destruyes mi fortaleza construida con tesón a lo largo de los siglos, amén.
Provocas una ternura infinita que desconocía poder sentir.
Me siento vulnerable, indefenso frente a la apabullante carga de tu sensibilidad.
Debería odiarte porque has destruido mi independencia, ya no puedo concebir los días solo. Te odio...
No hay paz sin ti.
Debería odiarte porque haces de mí un absurdo trípode cuando clavo la mirada en tu escote.
Debería odiarte porque tus labios hermosos secan los míos cuando los contemplo.
¿Te das cuenta, odiada mía, que haces de mí lo que me esforcé en no ser?
Estás rozando la ilegalidad, es prácticamente secuestro lo que haces conmigo.
Debería odiarte por llevarme por sueños imposibles, cuando ya era hombre que ensuciaba sus manos y pies con el polvo en el que se convierten los seres al morir.
Odiada mía, debería odiarte cuando dices amarme y siento que no soy de acero forjado, si no de piel y carne temblorosos ante ti, encima de ti, dentro de ti...
Pienso que nunca conseguiré besarte tanto por lo que te odio. Tu piel es inabarcable como un universo en mi mente pequeña y simple.
Cuando tus ojos brillan al verme, siento el vértigo de los años cientos en los que nadie me miró así. No lo sabía todo, odiada mía.
Qué equivocado estaba...
Me doblo con una arcada ante tanto tiempo perdido sin ti.
Y te odio cuando la melancolía de tu ausencia me hace llorar.
Porque los hombres no lloran, cuando lloran están derrotados. Mírame, soy tu trofeo encima de una chimenea.
Antes no sentía esas "cosas" brotar de mis ojos, eso no iba conmigo.
¿Qué me has hecho, detestada mía?
Te odio porque dividiste mi vida en "a. de Ti" y "d. de Ti" (antes y después de Ti), como si fueras un hermoso y divino Jesucristo de cuerpo rotundo y sensualidad perfecta.
Partiste mi vida con "Piénsame" y un "Te pienso".
Convertiste una parte de mis oscuras edades en prehistoria.
No sabes lo que sufro al escribir "debería odiarte" o "te odio", porque la sola idea de odiarte, me provoca convulsiones. Duele imaginar que por un milisegundo pudiera aborrecerte.
¡Te odio!
No...
Te amo con toda mi alma. Es la única forma de concluir este listado de reproches por lo que has hecho de mí.
Te amo a pesar de que has hecho avanzar el tiempo a velocidad de híper-espacio. Hay tan poco tiempo y tanto que amarte... Me falta vida ahora, cielo.
Pero ¿sabes, odiada mía? Vendería la mitad de mi vida al diablo o a dios si existieran, para que mis últimas horas fueran contigo.
Pacto morir a tu lado.


Iconoclasta

10 de diciembre de 2015

AC - DC

Jesucristo y los siete enanitos




No es el nombre del grupo de rock heavy de los ochenta del siglo pasado. Me refiero a la forma de datar los tiempos de la historia según fuera antes y después de Cristo.
Esta forma de dividir las distintas épocas es una convención. Es el pago que tuvo que realizar la ciencia a la religión para poder enseñar y avanzar en conocimientos.
Porque si no fuera por esta división temporal, la iglesia hubiera quemado muchos herejes que no lo eran, como era su costumbre hacer hasta que las ciencias y la enseñanza comenzaron a estrangular la ciega fe. 
Negar los progresos tan evidentes de las ciencias y las humanidades, cuando la capacidad de leer y escribir estuvo al alcance de los humildes, hubiera sido un camino directo hacia la rebeldía.
A Dionisio el Exiguo, un monje del siglo VI en el año 525, le ordenó el  papa Juan I, poner fecha al nacimiento de Jesucristo. Y un fanático organizando la historia, es el peor negocio que pueda haber.
(Me gusta pensar con una sonrisa astuta, que el 525, es la fecha de creación de la biblia)
Jesucristo no existió, creer en él es un acto de fe. No hay documento alguno que lo nombre. Y los evangelios, son simples lecturas mitológicas (mucho más dulces que el antiguo testamento) como lo son las sagradas escrituras de Homero y Virgilio.
Así, que el antes y después del nazareno, es una convención como la de los colores de los semáforos: alguien eligió rojo para parar y verde para andar.
Nada más.
Sin embargo, esta datación mantiene la fe del ignorante con rango académico: hace creer a la gente sin demasiadas inquietudes intelectuales que Jesucristo tiene respaldo histórico, que es una figura verídica.
Es el más craso error.
El carbono 14 hace mucho que tumbó muchas mentiras, muchas reliquias y mucha ropa sucia.
Yo y los curas, sabemos muy bien que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad a los ojos del rebaño.
Cuando falla la fe, siempre quedan los OVNIs para saciar las necesidades de esperanza de los seres humanos. La esperanza para escapar a una vida plana, llena de mediocridades e incomprensiones.
Y es que el intelecto se ha sobrevalorado mucho en la especie humana, por rarezas como Einsteins, Da Vincis, Miguel Ángeles, Hawkins y Galileos.
Ellos no representan la capacidad intelectual de la  humanidad, son honrosas excepciones.
Por otra parte, la figura de Jesucristo, no se creó para salvar al hombre (redimirlo de su propia estupidez), cualquiera que haya leído la biblia con un mínimo de comprensión, sabrá que el viejo testamento es un compendio de amenazas y  glorificación del asesinato, la exterminación, la ira y la esclavitud. Es el manual del perfecto dictador o tirano.
La biblia es clara y tajante, no tiene misterio alguno en su apología del miedo y la esclavitud. Tiene como fin la opresión y el sometimiento de un pueblo sobre otro. 
Por eso es necesario que la lea un cura, que convierta esas afirmaciones y mandatos maquiavélicos en dulces eufimismos (en puras mentiras) para la ignorante masa humana.
Es deber del sacerdocio esconder el verdadero fin y propósito de las enseñanzas: que el esclavo respete al amo.
Porque "los hombres son de dura cerviz", dice tantas veces la biblia en nombre de Yahvé, el dios que se llama a sí mismo "celoso". Iracundo hasta el vómito.
Se necesitaba una figura que diera algo de bondad y dulcificara tanta miseria.
Así es como se inventó al personaje Jesucristo.
El día de navidad es una fiesta pagana, que celebraba el solsticio de invierno: indios coitando en las playas o frente a hogueras que los mantenga "calientitos" y embriagados con los hongos de sus regiones geográficas.
Como siempre han hecho todas las religiones, adaptaron las fechas clave de celebraciones populares para que el pueblo tuviera sus dosis periódicas de alegría. Las grandes religiones han gobernado el planeta durante miles de años, solo en época moderna se han constituido gobiernos laicos.
Es por así decirlo, como el tambor que alegra las horas al remero esclavo de las galeras.
Hoy además, están los deportes de masas y sus estrellas compitiendo con Jesucristo. Lo laico se va imponiendo poco a poco; pero en modo alguno van a ceder parte de su poder los privilegiados que nacieron con suerte.
Así que se puede decir que la clasificación en Antes y Después de Cristo, es una prostitución que tuvo que aceptar la ciencia para no ser aplastada por la religión, cuando en las manos de los curas, estaba el matar a cualquier ciudadano del mundo que no les besara el culo.
Hoy día hay referencias reales y precisas para datar la historia. La ciencia sigue arrastrando la miseria de la fe ciega y los ciudadanos siguen pensando que si hay un antes y después de Cristo, es que existió semejante individuo, semejante cuento.
Siguen engañando a los niños con esas ridículas fechas.
Y así se eterniza la ignorancia y se alimenta esa mentira repetida durante tantos miles de años.
No es casualidad, que la iglesia gaste ingentes cantidades de dinero en excavaciones arqueológicas, buscando aunque sea un miserable rastro de la existencia del nazareno. Las ventas de las nuevas biblias, quintuplicarían los beneficios de las grandes multinacionales en dos semanas.
Si se repitiera mil veces que Cristo se crió con siete enanitos en una cabaña de un bosque, la chusma pondría los nombres de los enanitos de Disney a sus hijos.
Es todo tan previsible, es tan sencillo en su burda ejecución, que me parece imposible que pueda pisotearse lo obvio argumentando mentira sobre mentira y nadie le preste demasiada atención.
La mentira de hoy, son los trabajadores y docentes del mañana.
Y el oscurantismo está matemáticamente codificado en las sintonías de los programas de telebasura.



Iconoclasta

2 de diciembre de 2015

Los brazos rotos


Hay algo que parte los huesos, los troncha como madera seca.
Es el vacío.
Cuando se abraza la nada en la que se forma el espejismo de un deseo, los huesos se astillan y sientes el lacerante dolor de lo que no hay.
Los sueños incumplidos tienen el terrorífico poder de la ruptura impía.
La ausencia parte el ánimo como una paja seca y el ánimo siempre está alojado en el tuétano, en la médula tan profunda como el amor que me destruye.
Es normal que se partan los brazos. Los levantadores de pesos no tienen que elevar el vacío, por eso no sangran cuando elevan los 200 kg. por encima de sus cabezas.
No es extraño despertar con los brazos colgando, como si fueran las alas podridas que el cuervo arrastra por el suelo. 
Oyes el crujido y piensas que no es posible, que no pueden partirse tantas veces los huesos, que eres un Sísifo que apenas se recompone, se parte de nuevo.
Y lloras brevemente todo ese dolor antes de que el sol te ilumine el rostro. Con cierta vergüenza, porque ¿cómo explicas que el vacío te ha roto los brazos? Que no es cáncer.
"Es que ella está horriblemente lejos, médico de brazos rotos,  y deja su vacío allá donde miras".
¿Es que nadie me va a entender?
Si mi pene tuviera huesos, se partirían. Eyacularía sangre que correría por mis muslos espesa, pornográficamente dolorosa...
Es como si el vacío pidiera  mi médula para llenarse. No sé...
Duele madre, duele la vida que me diste.
Hiciste mis brazos de cristal...
El mundo me está destrozando en vida, coño.
Piensas que si usaras los pulmones para aspirar el olor de su cabello y su coño, las costillas se partirían y rasgarían los pulmones.
No existe nada tan letal como aspirar vacío.
Lo sé por las alas marchitas de los cuervos y las mías. Tan rotas que me hacen amorfo, me roban la humanidad y crean un gusano de mí.
 Mierda...
El dolor no es espejismo, no es un vacío. Es la obscena y única materia que llena la nada con cúbitos y radios estampados con lunares rojos.
Habito un vertedero de huesos ensangrentados.
¿Cuántas veces podrán destrozarse mis brazos para llenar el vacío? Debe haber un final, una conclusión. No puede ser tan largo.
No hay mal que un millón de asquerosos años dure.
Lloras para liberar la presión osmótica que se crea entre la membrana del sueño y la de la fatalidad. Observando el cúbito y el radio asomar obscenamente, rasgando la piel que debería ocultarlos. Y piensas en el calcio y su deficiencia.
Y en que la única fe es la del absoluto e insaciable poder del  vacío.
Duelen los oídos porque la baja frecuencia del sonido de un hueso al partirse, afecta al tímpano y a un puto corazón que está al borde del colapso.
Es lo mismo que decir que eres impetuoso muriendo...
En tu piel, en tu rostro y en tu coño deseado está mi protección. En tus labios entreabiertos que mi lengua invade.
Cualquiera de los dos pares.
Sin ti el mundo enmudece con un escalofriante chasquido y se parten los brazos allá donde abrazaban tu torso brillante.
Suave, suave...
Y se cierran los ojos lentamente con la más triste aflicción y las manos crispadas aún, intentando contener tanta locura.
Toda la locura.
Toda tú.


Iconoclasta

22 de noviembre de 2015

Dolor en el cielo y en la tierra


Se ha desprendido un trocito muy pequeñito de una gran nube, dulcemente...

No lo hagas, no pienses, no imagines.

Y se ha deshilachado, como si muriera. Se ha evaporado apenas se ha separado de su mamá. Como un cruel accidente que te mata un hijo en una décima de segundo.

No mires el cielo, no sueñes. Pisa la tierra fría, siente el dolor de las fibras de tu carne, las que no sabías que existían y ahora enumeras en cada paso. Céntrate en el dolor de los tendones metálicos que agreden la carne que los envuelve. No añadas tristeza al dolor. Concluir cosas duele más que la carne negra que te cuelga en cada paso.

La madre ha gemido. Por favor... Me doblo de tristeza. ¿Nadie oye el atroz dolor de madre nube?

Esto  no tendrá final feliz. Sube, no desciendas más, estamos a tiempo, escritor. No tenemos que pasar por esto, mira el río y oye su sonido de vida.

¿Sabes qué tiene en común el universo y la tristeza?

Pablo, calla... Por lo que más quieras.

Que son infinitos y profundos. Y no hay consuelo.

Es autodestrucción, no es legal lo que estás haciendo.

Era muy pequeñita, solo quería volar solita un rato. Ha muerto sin haber hecho nada malo. Ni siquiera ha llovido una lágrima sobre la tierra.
Tan pequeña y tanta muerte...

Las nubes no mueren, no sigas por el camino de la aflicción. No hay dolor en ello, lo construyes tú.

Madre nube se ha detenido en el cielo para llorar la muerte de su hija, es la única inmóvil entre los altos vientos invisibles de color azul ektachrome. ¿Será por eso que a veces llueve? ¿Llueven sobre nosotros lágrimas?
Es lo más triste que pudiera imaginar.

Los universos que creas nos hacen daño. Debes no pensar. Hay canciones, hay cuadros, libros y películas por los que vale la pena sonreír. Es  solo una puta  nube y estás un poco cansado del dolor. Tranquilo, llegamos a casa y descansamos, ponte los auriculares y escucha música; pero no te escuches a ti mismo.

Esa nube es ahora un vapor de pura desolación, lo sé porque me duele el corazón. Aquí dentro en el pecho, profundo como universo y tristeza; donde no puedo acariciarlo para consolarlo.
Sé lo que siente mi nube, porque me ha abofeteado la muerte de lo amado y soy padre y soy hombre y soy finito y una parte de mí es agonía, la muerte me tatuó su color.

Pablo... Hablar de muerte es pedir muerte. Das miedo, escritor.

Percibo el horror de madre nube en su pérdida y he sentido el pánico y la incomprensión de la pequeña al morir rápida, rápida, rápida...
La más cruel de las sorpresas.
No existe tragedia mayor.

Deja que cada cual y cada cosa sufra, no nos importa, no importamos a nadie.  ¿Qué más da una puta nube? Estás sobreactuando. ¿No te das cuenta? La imaginación es enfermedad cuando duele tanto, ¿lo sabes, verdad? Eres frío bajo el dolor que te dobla. En el fondo quieres morir, inventas más pena para escapar del dolor real. Eres un tramposo constructor de la desolación.

¿Qué ocurrirá cuando se desprenda mi pierna? Cuando se pudra y se evapore entre  tierra y hojas muertas. Porque no quiero que nadie me vea mantener el equilibrio, a saltitos sobre una pierna, con la pena que siento por la tristeza de la nube.

Vuelve, sube de nuevo a la conciencia de lo táctil. Las nubes no mueren, no viven. No son madres, ni hijas. No busques el premio Nobel de la Muerte.
Vamos a casa y llama a una puta. Sufre, mortifícate mientras te cabalga, mientras te la mama, como un escritor maldito, como hacen todos.

Somos un noventa y cinco por ciento de agua que se evapora, el resto es desolación. Cuanto más evaporamos, más devastación somos. Las matemáticas son trágicas también. Todo es trágico mirando el  cielo y la sangre invisible de nube hija.

Cierra los ojos, pues.

Hay un frasco de pastillas antitristeza en casa, hay quince dosis de antitristeza en un frasco de plástico etiquetado como "salida de emergencia". Cuando llegue a casa las tomaré brindando  por la breve vida de tu hija, nube de la pena. Estoy cansado, majestuosa doliente. Voy con tu pequeña, alguien debe hacer algo para variar.

Lo sabía. He sabido que no podía acabar bien en cuanto te has quitado las gafas de sol mirando al cielo. ¿Es hora de morir, verdad?

Sí.

Mierda.




Iconoclasta

21 de noviembre de 2015

Paseos


Hay paseos que pretenden servir para huir de lo horrendo, de la mentira, del asco. Paseos áridos porque no consiguen su objetivo; no cuando lo que se respira es más de lo mismo. Todas esas miserias se llevan impregnadas en la piel y se contagian, corren por las paredes, por la tierra y vuelan por el aire.

La ciudad apesta, apestó siempre.

Y friego las manos una contra otra al evocar hedores, al sentir que no podía escapar de aquello. De ellos.

Hay paseos de espacios abiertos que no pueden ser acotados por normas urbanísticas, ni violados por multitud de humanos. Son esos paseos el único disolvente eficaz del asco y la falsedad.

Los que decapan la miseria de la piel y del ánimo con la soledad (bendita, al fin...) y el rumor del agua, el de las hojas.

El rumor de la muerte monumental y omnipresente en las grandes y pequeñas vidas.

O hay espacio y libertad, o nunca se eliminará esa viscosa mediocridad con la que se despierta a las mañanas.

"Me cago en Dios....  Qué bien he dormido", es el mantra de lo que está bien por fin. La miseria, todas las miserias porque son muchas y de muy variadas formas y colores,  han quedado lejos en el tiempo y en la distancia.

Lo notas en la luz que es limpia y en los aromas del aire.

Fumo mirando el río correr unos metros bajo mis pies y los patos flotar en él, como si el agua no se moviera. De la misma forma que yo no giro con el planeta, todo gira a mi alrededor y estoy donde debo, donde elijo.

Soy pato en el río y el sol gira en torno a mí. El viento gélido y el río arrastran cosas y siento lástima por lo arrastrado.

Yo fui un arrastrado, aunque me dolía constantemente y escupía sangre y un semen tóxico. Nunca estuve contento al despertar.

Siento pena por las cosas , seres e ideas que son llevados a donde la suerte quiere. Cosas indolentes que se dejan llevar sin voluntad, con el consuelo que hay más como ellos; con una sonrisa crédula de un espejismo de inexistente determinación.

Pobres los que ríen mientras el agua y el aire los lleva, porque no tienen voluntad y cuando el viaje finaliza, llegan a una playa sucia, a un delta de sedimentos viscosos y obscenos a la belleza y la libertad; pero son tantos que no pueden ver lo que pisan, solo saben que es blando, que es mullido.

Como si la putrefacción no tuviera esa cualidad.

Se convencen de que es otra cosa, de que no es mierda. Es más, afirman que es terciopelo.

Lanzo la colilla al río y se va, se aleja con ellos. Y con ellos llegará a las tierras viscosas. El puente es firme y yo más, no nos movemos porque no queremos.

Es mi turno.

Los patos dicen "cua-cua" y yo sonrío.

Sonrío, camino y hago girar la tierra.




Iconoclasta

20 de noviembre de 2015

Barbie Obscena


Y sonríes arrebatadora, desafiante ante la idea que se me escapa de los labios en un susurro que es gemido.
Barbie Obscena porque sabes que me enloqueces y tomas el control. O simplemente me lo arrebatas. No sabría decir, no encuentro tiempo para pensar.
Tu rostro es belleza tallada, una muñeca; pero tu mirada...
Es despiadadamente sexual.

No pienso en muñecas cuando miro fascinado tus labios.
Barbie Obscena no es una muñeca; pero de alguna forma te he de llamar cuando las palabras no son capaces de dar consuelo  a la incomprensión y a lo atónito.
Quiero morir sobre tu cuerpo y dentro de él.
¿Acaso has pensado por un segundo que quiero ser virtud y decencia?

¿No ves cómo me tiembla la boca y se cierra mi puño mirando tus pechos que agreden la tela con esos pezones deseados?
Barbie... túrica.
No quiero acariciarte suavemente y decirte que te amo. Quiero invadir tu boca con mis dedos y con la otra mano tu coño.
Hasta que tus piernas se separen mirando a mis ojos encelada y pidas que te desgarre hasta el alma.
Profundamente.
Soy corrupto ante ti.

Y tú no eres un ser etéreo, eres esa Barbie Obscena que me enamora y jadea con el coño húmedo pisando los ojos de un Kent muerto, al que las ratas de este mundo le han comido los brazos.
Tu piel oscura marca mi deseo salvaje. La haré brillar con la baba que desprende mi lengua infame.
Los Kent de brazos desmembrados y penes impolutos girarán la cara avergonzados con sus plásticas cabezas deformadas y quemadas por  los cigarrillos de mi desesperación.

¿O acaso te has creído que mi pene es plástico rosado?
Palpita como los monstruos gruñen peligrosos en la oscuridad. Como el corazón del diablo que va a devorar tu alma.
Soy la más excelsa corrupción.
Una inflexión, una rotura de lo humano.
Una sima en la bondad y lo pueril que deja una herida dentada como una sierra en los hielos árticos.
En tu oído susurro: "Te voy a joder y tu ano también es mío".

Y un bebé llora en la cuna por los hermanos que no nacerán, que mueren salpicados sobre tus pechos duros y en torrente se deslizan por tu abdomen crispado, obscenamente arqueado.
Inundando el ombligo que es antro de mi lengua ávida.
Semen blanco, piel oscura, pezones duros...

No quiero ser Cristo en la cruz, no quiero sufrir por ti, por amarte con desmedida. Quiero ser la cruz y tú clavada en mí. Que los mesías lloren la arrolladora y cruel lujuria.
Dos coronas de espinas ciñen tus muslos inmortales y hieren mis sienes.
Soy una atrocidad atávica que no tiene cuidado con tu piel deseada, lamida, arañada, amada....
Amada, amada, amada.

Piarán gorriones sin alas agitando sus muñones ensangrentados por la muerte de los plásticos muñecos y la ternura, por la obscenidad de mi acto.
Por el amor hipertrofiado que hace menstruar tus pezones en mi boca, entre mis labios y dientes.
Y así, el deseo es desespero y arpón en el espiráculo de un delfín de risa eterna y ojos cerrados ofreciendo su blanco vientre al sol.
Barbie obscena de muslos brillantes... Cuando los separes sujétate con fuerza a mi pene inconsolable, porque descendemos al infierno.
Aunque no sé si es descenso o ascenso. No hagas caso, la coherencia de mi pensamiento se ha ido a la mierda con tu mirada de muñeca obscena.
Agarra con firmeza la carne que no controlo, que es tuya. Es por ti esta esquizofrenia.

Mi Barbie hermosa, oscura como una noche de luna muerta.
Somos el vicio y la perversión de este tiempo, de este lugar.
Barbie obscena, tu raja tiene la exacta medida de mis dedos imperfectos y toscos. La profundidad necesaria para enterrar mi inhumanidad.
Un filo de navaja arrastra el jabón y el vello que ha cortado y las uñas de tus dedos hieren la sábana con placer prohibido, amoral.
Nata salada en tu monte de Venus...

Corruptos somos bajo el potente foco de una luz que hace sombras de los gemidos y hace arder la piel.
¿Entiendes ahora porque no es un tópico cuando te llamo muñeca?
¿Puedes comprender que haces de mí una aberración?

Me elevas por encima de toda ética y toda moral, no importa que sea corrupto, que sea lo que nadie quiere ver ni oír.
Contigo trasciendo. Da igual adonde, solo sé que salgo de cualquier órbita conocida por la impía belleza de tu mirada obscena.
Solo sé que sudo y lloro y bramo las horas sin ti.
De profundis ab tuum cunnus clamo: ego amo te. *



Iconoclasta

*Desde lo más profundo de tu coño grito: te amo

18 de noviembre de 2015

México querido, pero no lindo, en Atramentum.


Ojo por ojo



En momentos como éste, cuando la cuestión del terrorismo islámico está en su punto álgido, es cuando más me acuerdo de los  israelíes y la simpatía que siempre he profesado por ellos, a pesar de que socialmente es incorrecto según las más elementales normas de progresistas y filántropos. Lo humanitario es llamarlos asesinos y represores.
Claro, que la cosa cambia cuando es a los occidentales a quienes les ponen unas bombas en el culo.
Mi simpatía a los israelíes, porque están rodeados de gente que les odia, están rodeados de envidia. Y viven y los matan y responden. 
Y responden antes si pueden.
Los admiro porque la venganza es la madre de la justicia. Rápida, expedita. Un tributo a los familiares de los muertos actuales. No han de esperar tres o cuatro generaciones para recibir justicia.
Mi simpatía a los israelíes porque hicieron de un desierto lo que no  hicieron los pastores de cabras palestinos: un lugar del que comer  y del que beber.
Matan niños y personas indefensas dicen los amarillistas y los envidiosos.
Y una mierda... Matan niños todos los ejércitos  de todos los países y todos los tiempos. Y violan mujeres sean del bando que sean. No se puede ser tan frívolo e ignorante alegando recursos piadosos infantiles.
Y los somalís y mozambiqueños matan a sus propios paisanos para robarles alimento y vendérselo a precio de órganos transplantables.
¿Ahora en los bombardeos al estado islámico van a dar unas horas de tiempo para que los civiles puedan ponerse a salvo? No jodas...
La humanidad necesita las guerras y el odio para no agotar el planeta, es un tácito acuerdo entre gobiernos desde hace muchos siglos en los que se instauró ese pacto social por el que a un vividor se le otorgaba el derecho a mandar sobre otros.
Simpatizo con los israelíes porque los masacraron como a ningún pueblo han asesinado con tanta rapidez y en tanto número.
Y los muertos no hablan, pero sí. Y les dijeron que no se dejen matar como hace unos pocos años atrás los aniquilaron.
Son envidiados porque tradicional y prácticamente, tienen una pasmosa facilidad para acaparar dinero.
Es una cuestión de disciplina que viene de sus ritos, no hace falta buscar genéticas ni orígenes étnicos en los judíos. Es solo una cuestión de disciplina impuesta por su propia religión.
Una de las pocas razones que pueden parecer históricas en las falaces páginas de la biblia y su antiguo testamento, es que siempre fueron esclavos.
Bien por ellos, por su capacidad de adaptación.
Por lo demás, sería bueno que los gobiernos aprendieran de los israelíes para tratar el tema radical musulmán.
Las muertes es lo que se busca, es el objetivo, que nadie se engañe. La aniquilación.
Y no hay otra salida que responder o someterse para luego ser asesinado de cualquier forma.
Las piedras de hoy, serán las bombas llenas de clavos de mañana.
Que aprendan de los judíos israelíes de una vez y se dejen de esas lacrimógenas falacias que tan de moda están sobre los abusos de un pueblo sobre otro.
Me jode la hipocresía del fascismo igual que  la que nace de la cobardía de los bien alimentados y los no amenazados.
No hay nada perfecto, vaya puta mierda.
En todas partes hay buenos y malos judíos, buenos y malos católicos, buenos y malos musulmanes, etc, etc y bla, bla, bla....; pero el ser humano es imbécil y no hay otra forma de resolver las cuestiones de envidia que matando.
Es la historia quien lo dice.


666 Trabajando en Israel.
Esta luz de la tierra santa... Esta luz amarillenta que da color a resecos olivos centenarios y un toque fantasmal a las ciudades que se divisan a lo lejos, como espejismos áureos; luz que da calidez a las pieles de estos primates. 
Israel, Palestina... 
Esta luz es producto de la mierda de polvo árido y estéril que viene del desierto. No es una luz cálida, os he engañado; es una luz sucia y llena de mierda. El tono cálido es por culpa del asqueroso polvo en suspensión que los vuelve a todos gilipollas, como si aspiraran continuamente rayas de una dorada cocaína. No os creáis que en vuestro mundo todo es tan bello. Tenéis verdaderas mierdas también.
Aquí fue donde le clavé más profundamente a Cristo las espinas de su corona en su santa frente, atravesando con el esfuerzo mis manos. Me subí a la cruz y le dije mirando sus ojos verdes y llenos de sangre reseca: —¿Me quieres a mí también, falso ídolo de enfermos y locos?
Le lamí la sangre que goteaba de su nariz mientras la crucifixión lo asfixiaba lentamente y se morían con él sus falsas esperanzas para un mundo de mierda mejor, donde los hombres se sacrificarían y sacrificarían a sus hijos por obedecer a un dios idiota y egoísta. Y el acre sabor de su sangre bajaba desde mi lengua bífida a mi garganta sabiendo que con cada gota me llevaba parte de su vida. La del santo hijo que abusó de locos y enfermos para ser más que nadie.
¡Qué ironía! El lugar donde murió el santo y casto varón resulta que es ahora el núcleo de la guerra de todas las guerras, la cuna de la muerte y el terror.
Se me ha puesto dura... la polla.
Y yo, asesino de asesinos, estoy aquí recordando la muerte del nazareno hace apenas unas semanas atrás...
Camino con el uniforme de soldado israelí porque soy un chulo, el chaleco antibalas de ligero kevlar me hace sudar y mis brazos fuertes y gordos como un muslo de hermosa mujer llaman poderosamente la atención. Mis gafas ocultan mis ojos ávidos de emociones y muerte; el casco me hace sentir un poco más sobrenatural, con más carisma. Reconozco que hay algo de fetichismo en ello; disfruté con aquella judía, la mujer de un almacenista de la construcción que no me dejó sacarme ni el chaleco ni las gafas de sol mientras la penetraba una y otra y otra y otra vez... Y sus piernas me apresaban el culo para que me metiera más adentro de ella.
El subfusil es ligero, he descargado tres cargadores en pocos segundos contra un viejo perro que estaba al sol y lo he convertido en una hamburguesa sangrienta. El nueve milímetros es el calibre perfecto para estas armas rápidas y de corta distancia. Podría matar en tres segundos a cuatro primates sin ningún problema.
Ningún soldado judío tiene suficientes cojones para caminar por esta zona palestina alejada del núcleo urbano. Podría ir descalzo pero estas botas molan mazo.
Hace apenas unos minutos he oído una explosión y estoy buscando la causa. Unos pequeños jirones de humo salen de detrás de una antigua y gastada loma salpicada de resecos arbustos. Cuando llego a la cima, en la pendiente contraria puedo ver como un tronco de primate ensangrentado mueve la cabeza de un lado a otro en estado de shock.
Es un barbudo palestino, uno de esos que se ponen explosivos por su cuerpo (demasiado moreno para mi gusto) para luego explotar e ir a un cielo donde unas supuestas putas le estarán chupando la polla durante toda la eternidad. Error.
Seguramente este imbécil ha hecho algo mal y ha reventado él solo aquí.
Me acerco y me río en su cara, feliz y sinceramente. Consigo captar su atención a pesar del shock cuando me quito las gafas y miro directamente a su cerebro. Llora sangre porque un ojo ha reventado. Un par de perros famélicos lamen la sangre y el hueso de los muñones que han quedado a la altura del hombro derecho y la pelvis, donde debería estar enganchada su pierna. Otros perros se pelean por una sucia alpargata que tiene aún algo de carne dentro. Con los incisivos delanteros un pequeño perro blanco pega tirones de un nervio negro y gordo, que retorcido que sale del muñón del hombro.
Necesito estar solo con este imbécil.
Les hablo a los perros para que se vayan de aquí o los mato. Se acercan hasta mí con sus hocicos ensangrentados y me lamen las manos, los más altos apoyan sus patas en mis pectorales y lamen mi cara con cariño. En mis labios han quedado restos de sangre de los lametones y me los limpio con la lengua. No soy un tío delicado y siempre me ha gustado que los seres inferiores me muestren temor y respeto.
El tronco humano se revuelve en esta sucia tierra y sus muñones se rebozan en un fino polvo; me señala con el dedo hacia el este, donde se aprecia una casa de ladrillo desnudo, de esas de los pobres. Se escuchan voces de niños y alguna mujer. Cojo el tronco del primate con una facilidad espantosa y miro en derredor para localizar a algún turista de esos horteras con cámara digital para que me haga una foto con el primate ensangrentado al hombro.
Pero no hay nadie, estoy solo con este idiota.
Me señala su casa, me señala a su familia; pretende que lo lleve ante ellos antes de morir, este subnormal no sabe lo que es el paraíso que le tengo reservado.
Cuando llegamos a unos cien metros de su mierda de hogar, lo tiro al suelo sin ningún tipo de cuidado; apenas gime, no tiene fuerza. Le doy unas bofetadas en la cara con cuidado de no partirle su moreno y sucio cuello para que espabile.
Esto que voy a hacer, no lo intentéis hacer vosotros, el subfusil es un arma para corta distancia, sólo los seres superiores podemos disparar y ser certeros a esta distancia con estas armas.
Le obligo a mirar hacia su casa y le sujeto la mano que le queda atravesándola y clavándola al sucio suelo de esta santa tierra con mi Herbert de doble filo y acanaladura. No grita demasiado y su mano apenas se ha crispado.
Ahora, antes de morir, observará el paraíso que le espera durante toda la eternidad.
Hay tres niños correteando frente a la casa que está llena de desperdicios y trozos de uralita cortantes y peligrosos que el guarro este recogió para seguramente arreglar el techo de su choza. ¿Es que no sabe que eso es un peligro para los niños? Me tumbo en el suelo en posición de combate... De caza. Mi arma apunta hacia uno de los pequeños bultos que está sentado en el suelo haciendo dibujos con un palito, disparo y casi al instante cae hacia adelante, el pequeño cuerpo inerte se ha doblado besando el suelo entre sus piernas abiertas, con sus dibujitos aún por acabar...
Hay algo de dramatismo en la mirada de este palestino moribundo y parece que no acaba de creer que acabo de reventarle la médula a su hijo más pequeño.
Los otros niños, apenas han podido reaccionar y corren hacia su hermano gritando. Apunto a la niña y de su pecho una rosa roja se abre mientras cae al suelo, el padre saca fuerzas de no sé dónde y emite un profundo grito. Es igual no me impresiona. Otro disparo más y la cabeza del niño mayor se convierte en una sandía reventada y el contraluz crea un aura roja con la sangre pulverizada en el aire. Unas lágrimas de emoción se desbordan por mis ojos ultravioletas.
Aún me quedan muchas balas...
Una mujer grita, con su gorda barriga, apenas puede correr hacia sus hijos muertos. Calculo que debe estar preñada de unos siete u ocho meses. Estos primates se reproducen como las ratas.
Le digo al palestino que tiene una buena polla y que me siento orgulloso de la cantidad de veces que ha sido capaz de joder a su mujer, y de lo muy hombre que es a pesar de ser un paria de mierda incapaz de alimentar debidamente a su familia. Le pellizco el muñón del hombro cariñosamente, de Dios a mono.
Espero a que la mujer ofrezca un perfil y... Disparo. La bala atraviesa su barriga, entra limpiamente y por el extremo opuesto se abre un agujero irregular, se sujeta la barriga lanzando un grito al aire. 
Al girar por el primer impacto se pueden apreciar pequeños huesecillos asomando entre el masivo agujero de salida de la bala; el palestino se desgarra la mano al desclavársela del suelo y querer alcanzar a su lejana mujer. En ese mismo momento, el pecho izquierdo y pleno de leche estalla con otra bala.
Y ahora el silencio, el silencio de la muerte. Mi gran momento.
Cojo el tronco y lo llevo hasta su familia muerta y dejo que muera allí; no me ha dado tiempo de quedarme con las almas de su familia así que espero su muerte. Llamo a mis crueles para que se hagan cargo de su alma y en el momento que el sucio y ensangrentado barbudo abandona su cuerpo mis cerdos, mis queridos cerdos de la profundidad lo apresan.
Estará durante toda la eternidad viendo la muerte de toda su familia. JAMÁS ACCEDERÁ A PARAISO ALGUNO Y SU AGONIA NO TENDRÁ FIN.
Me desnudo y dejo toda la ropa y las armas en este sucio rincón del mundo; más que nada para desestabilizar más esta tierra santa de ese dios maricón, para que haya más odio, más rencor y más muertes.
Más barbudos muertos.
Volveré a mi cueva oscura y fresca, maloliente. Y además, tengo unas ganas locas de follar, un buen trabajo me pone.
Esperaré impaciente como los palestinos revientan otro mercado lleno de judíos. Y así hasta que todos mueran y sus almas sufran en mi infierno, en el sótano de mi cueva.
Ya os contaré más aventuras de estas que tanto os gustan.
Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

13 de noviembre de 2015

Algo habrás hecho


Si Dios ha puesto en la tierra y en tu camino a un asesino, a un violador, el abuso, la enfermedad y la muerte de tu hijo; por algo será.

Algo habrás hecho.

Lo dice el juez, el médico y el policía y el sacerdote y el presidente y el empresario y el ciudadano de mierda ejemplar, mientras a sus espaldas hay una puerta cerrada donde aguarda un niño o una niña que esperan desnudos y sin saber que Dios quiere esas cosas: sus sexos y sus anos sangrando democrática, justa y devotamente.

Dios y el juez y el médico y el policía y el sacerdote y el presidente y el empresario y el ciudadano de mierda los quieren desnudos para ellos.

O muertos.

Porque algo habrán hecho.

Como mueren quemados y a tiros los que protestan en tierras de santas creencias, y borracheras ignorantes; porque algo habrán hecho, porque pensar es malo. Porque no se contesta a tu amo. Porque "nacimos perros para obedecer" dicen. "Y ellos si no quieren morir, que callen; como nosotros cobardes", insisten.

Celebrad la Pascua y la Navidad.

Y el culo de un niño o una niña que sangra porque algo habrán hecho y por ello algo les han metido. Seguramente serán los hijos de otro, que también algo habrá hecho.

Celebra la democracia y su voto mediocre e ignorante.

Celebra los designios inescrutables del puto Dios y sus perros adiestrados. Y rinde pleitesía a los penes erectos, sucios de la sangre infantil y la de inocentes, tótems de la justa retribución.



Iconoclasta


11 de noviembre de 2015

Bésale el culo al diablo



Ahora que no te pueden quemar porque aquellos puercos curas murieron.
Ahora que aquellas serpientes venenosas con biblias sucias entre sus manos y pontificados enfermos de avaricia arden en un caldero lleno de mierda, bésale las nalgas al diablo.
Si existiera.

Bendice tus deseos y maldice la triste letanía de los hombres simples que con comer les basta y se dan por bien pagados.
Bendice tu amor por ti mismo y maldice la humildad del fracasado que quiere ser ejemplo de virtud de mierda. Lanza una piedra al rostro del virtuoso que ha buscado consuelo en la humildad más indigna para hacer de su fracaso, cobardía e inutilidad, un santurrón e hipócrita ejemplo de bien.

Que sangre ese ciudadano-becerro que cree en leyes y no se la mete por el culo a su esposa.
Escupe a la cara del hombre que dice ser casto y bondad pura por ser padre. Una bestia castrada que eternizará la banalidad en sus hijos. Los padres de la bondad son demasiado tontos para hacer otras cosa.

Sodomiza el culo del diablo, si tuvieras el privilegio de encontrarlo. Y escupe en tu glande para que no duela el duro esfínter que penetras. No el del diablo, el que duele es el de la humanidad que no has podido disfrutar, siempre atado, siempre entre ratas y hormigón putrefacto, presidentes de vecinos, de empresas y del gobierno. Mierda para todas sus putas vidas. Sus anos son dolorosos y costosos de penetrar.
Costrosos de mierda y sangre seca.

Entre ellos y por ellos te has convertido en el anodino ser que eres.
Vende tu alma, si tienes, al diablo. Y si te concede un deseo, pídele que  tus males sean el doble para todos los demás.

Tírate un pedo y honra la desinhibición del hombre, honra al diablo. Métela en el oscuro  y dilatado coño de la puta, págale cuando acabes lanzándole los billetes a la cara y apártala de ti con un empujón, como si fuera mierda. Sal de la sucia habitación sin decirle adiós. Porque es cosa y está en venta.
Como tú... Sois iguales aunque os jodan por otros agujeros, por otros medios.

Como hacen contigo, como han hecho. Sé igual y que el diablo te asista, que el diablo te ayude. Porque los dioses son solo deficientes mentales babeando en sus paraísos de mierda.

Envía a tus hijos a jugar al borde de la carretera para follarte a tu esposa en una intimidad obscena. Y metérsela bien adentro, tan profundamente, que se olvide que sus hijos pueden morir aplastados si no son listos. Como en épocas atávicas los devorarían los lobos o los dientes de sable.

Dime que eres viejo y no te la pone dura unos pechos rebosando por el escote. Mejor te la cortas en rodajas, beato.
Bésale al culo al diablo, porque lo demás, no ha servido para nada.
Porque la vida es el desfile de la mediocridad sonriente, de la excretora cobardía.
De la hipocresía tan evidente, que insulta la inteligencia de los pocos que la tienen.

Bésaselo, bésale el culo al diablo y escupe en los códigos, en las tradiciones y las patrias todas.
La bondad solo es posible si con bondad se paga.
¡Vamos! Bésale el culo, cobarde.



Iconoclasta

9 de noviembre de 2015

Cansados


Llega a casa y se deja caer en el sillón, al lado de su hombre.
Se besan.
—Estoy cansada.
Ha subido el vestido por encima de las rodillas para dar consuelo a las piernas que parecen arder. Y apoya la cabeza en el brazo del hombre dejando ir un suspiro de liberación por una jornada de trabajo tan cansina como la de ayer.
Él piensa en el insoportable calor, en las suaves piernas de su mujer y en su polla que se desarrolla libre dentro del pantalón ante el contacto de la cálida piel.
Lleva la mano por debajo del vestido, hacia los muslos firmes de la fatiga.
Ella dice "no" con cierta desidia.
Él mete los dedos por el elástico del tanga, en la ingle izquierda y acaricia sutilmente los labios, despacio, sin invadir.
Ella dice "no" y separa las piernas.
El separa mínimamente los labios y ella se tensa al sentir el clítoris emerger.
Ella dice "no" y sus manos toman suavemente el brazo que mueve la mano en su coño, para asegurarse de que no cese de tocarla.
Él se baja la cintura elástica del pantalón y muestra su pene erecto.
"Me duele" le dice.
Ella lo aferra con fuerza y abre las piernas, los abductores de las ingles se tensan. Le ofrece su sexo indefenso.
"Te voy a arrancar el cansancio por el coño", le dice el hombre al oído, en un susurro.
Y un dedo aplasta su clítoris desesperadamente.
Toma una profunda bocanada de aire con los pezones erizados. Su mano agita, sin pretenderlo, el pene húmedo y resbaladizo.
Y siente los espasmos que produce la sangre que lo llena. Es paroxismo puro entre sus dedos y en su mente.
La mano se cierra fuerte entre sus muslos acaparando la vagina completamente, y se acomoda a esa cosa recia que la oprime empujando con la cadera.
No se da cuenta que ha cerrado con tanta fuerza el puño en el pene, que lo estrangula y el glande luce púrpura por la congestión sanguínea. Él gime muy cerca de su oído.
Ella también. Gime porque su vagina parece un volcán estallando y vaciándola de energía en un prolongado orgasmo. Su puño cerrado en el pene de su hombre es un frenético temblor.
Ella susurra:
"¿Por qué siempre cuando te digo que estoy cansada?"
Él responde en secreto:
"Porque tu voluntad está deliciosamente débil"
Ella dice con picardía haciendo cosquillas en su oído:
"No estoy cansada, amor".
Libera y presiona, ahora sí, el pene con un ritmo uniforme.
Él apenas puede susurrar entrecortadamente:
"Déjame ser perverso, malo. Me imagino abusar de ti indefensa"
Ella sonríe y deja caer su cabello sobre el pubis del hombre, sobre su pene.
Antes de cerrar los labios en el palpitante glande, dice:
"Estoy derrotada, amor"
Lleva la otra mano a los testículos y se los masajea sin cuidado mientras eyacula salpicando su mentón, el cabello. El semen corre perezoso entre sus dedos. Siente en su mejilla los espasmos del vientre.
Y piensa con una sonrisa en las voluptuosas mentiras que combaten y conjuran las asépticas verdades diarias.
"No te quiero" dice ella.
"Yo tampoco" responde él.
Y sin darse apenas cuenta se quedan dormitando muy juntos, relajando las aceleradas respiraciones y el ritmo cardíaco.
No están cansados de un puto día de trabajo.
Quién lo diría...



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