De repente te aíslas del rugido del agua, de las voces y la lluvia seca; el crepitar de las hojas muertas que caen y pisas.
Mantienes la respiración porque algo va a ocurrir.
Y el silencio lo llena todo…
El silencio despliega el telón de un momento de inusitada belleza y paz.
El agua, la fronda y la garza parecen girar en un caleidoscopio hasta fijar el momento perfecto de la serenidad y la armonía. Y provoca un vértigo en el pensamiento.
La garza está ahí porque puede, es la pura esencia del ser, sin necesidad alguna, sin vanidad. De hecho, es ajena a todo, hasta tal punto que niega mi existencia.
Yo no existo y ella es el único ser vivo de ese mundo que ha sido revelado.
¿Sabes, cielo? Así te sueño, en el momento perfecto. Yo manteniendo la respiración, inexistiendo para que nada enturbie tu mundo al que aportas fascinación. Soy un admirador fantasma, un testigo accidental e intangible de cosas hermosas.
No está mal mi privilegio para ser un fracasado…
Hay momentos de melancólica dicha que parecen ríos de agua tibia corriendo bajo la piel.
Adiós garza.
Adiós, mi amor.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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