¿Y si su alma reside en su vagina? Es lo que
pienso cuando acoge mi pene.
Toda esa cálida, resbaladiza y vertiginosa
humedad…
Inacabable, insalvable…
La mía, mi alma, habita y se crea en mis
cojones. Lo sé porque me la extrae y me deja vacío; mi bálano palpitante y
exhausto es la prueba de un morir, de un no saber si soy humano o un bruto sin
alma.
Su alma, ergo su coño, es voraz. Es mi
basílica pagana e idólatra.
Y mi pene es el pecador reincidente que busca
obsesivamente su absolución.
Yo solo me abandono con los brazos en cruz y
mi polla escarificada para que me arranque de nuevo el alma en una pornográfica
penitencia.
Iconoclasta
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