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12 de julio de 2016

Seremos sepulcro



No sé como será nuestro amor y nuestra pasión en los próximos años, no sé como nos besaremos y donde te follaré. No sé ni siquiera lo que ocurrirá dentro de un minuto.

Pero sé cual es el final.

Formaremos el obsceno sepulcro donde los afables abuelos y los buenos padres, se masturbarán. Donde las madres apretarán fuerte sus muslos estimulando su clítoris mal usado.

Seremos La Meca, la negra piedra de los hipócritas, de los que sudan pensando en cosas que no harían jamás porque no pueden, porque no saben, porque sienten asco de sí mismos.

Porque no son hombres, no son mujeres. Son rodillas gastadas de silenciosas mamadas sin luz, sodomías del alma y el ano que gozan de sus amos, de sus dioses.
Seremos los amantes muertos en un sepulcro con doseles de terciopelo rojo burdel y manchas pecaminosas en las sábanas.

La Santa Sábana Carnal, en la que la mariposa de tu coño dejó una huella indeleble, donde tu boca aloja mi polla y mamo tus pezones hasta el dolor de mis dientes, hasta el agua que brotará por tu coño.

Se masturbarán regando nuestras flores marchitas con el semen de los idiotas, con el semen corrupto de los fariseos que desean follar a sus hijas y nietas y callan y sudan la mierda de su cerebro, como un alquitrán pútrido que cubre las calles de sus ciudades.

Porque no encontraron la pasión, no encontraron la mujer, el hombre.

Se quedaron con lo que tropezaron, perezosos malos folladores, malos amantes. De negros pensamientos, de nulos actos.

Seremos mármol en el mausoleo sexual, donde te besaré cubriendo con la mano tu coño hambriento, y tú aferrarás mi polla goteante, ansiosa de ti.

Ante ellos, ante el mundo. Ante los enfermos y los locos.

Seremos el infierno en la tierra.

A pesar de la muerte.

A pesar de los puercos que orinan y piensan que eyaculan.

A pesar de los hijos que son de mierda, engendrados por sodomías esclavas, por sodomías cobardes.

Por narcóticas y alcohólicas frustraciones de un sexo que no comerán jamás.

Solo sé, amor, el final; lo que hay en medio, antes de la muerte, es maravillosamente ignoto.

Porque contigo no hay años de días iguales, contigo me espera el sepulcro de la lujuria. Morir clavado a ti.

Hundido en ti.

Ante ellos, ante su vergüenza y envidia, ante sus sexos húmedos de podredumbre.

La eternidad es tu coño.

Descansen sudando en su sepulcro los obscenos amantes.



Iconoclasta

6 de marzo de 2016

La leyenda de los amantes atómicos


Las emociones liberan una sutil energía que produce imperceptibles cambios en el entramado sub- atómico del planeta. Es un hecho que nadie ha comprobado; pero yo sí. Soy memoria perdida.
Dolorosa y triste memoria.
Hay pequeñas heridas en el aire, en el tiempo, en el pensamiento. Llagas cuánticas, aberraciones que son solo sensibles a los amantes, los que se corresponden de la forma más triste y solitaria.
Algo completamente inusual.
A eso le llaman la triste existencia. Una afinidad entre seres que desean lo mismo, pero no se localizan.
Y desesperan.
Hay una sintomatología muy clara: en un momento determinado pierden un latido del corazón o una respiración queda suspendida entre los labios porque ambos se piensan, ambos se escuchan a través de órganos sensoriales formados por nodos neuronales en el cerebro profundo. Desconocen su identidad, solo saben que existen en algún lugar, en algún momento. En alguna nostalgia sin explicación y entre los gemidos de un sexo que no consuela, que no es el que quieren, ni con quien quieren.
Despiertan tristes cada día.
La vida les ha estafado.
Es un mal arreglo curar la tristeza con compañía de consuelo, porque se convierte en frustración y llanto.
Hasta que llegue la muerte que todo soluciona. Que anestesia de la vida.
Por alguna razón nacieron con deseos difíciles de gestionar en un lugar que no está preparado para ello. Son seres que no caben en estadísticas ni en pilas bautismales.
Acarician sus propios sexos pensando en posibilidades quiméricas.
Sus tristezas en los despertares siempre iguales, nacen de las esperanzas rotas de encontrar un ser que pudiera llenar sus huecos, sus necesidades, sus ilusiones de vivir. La triste energía que los envolvía se hizo agresiva. Se hizo peligrosa en potencia.
Sin saberlo estaban a punto de unir sus grises y vitales fuerzas para crear una deformación en el entramado de las corrientes empáticas de la humanidad.
Su energías eran idénticas y se sumaron. Se convirtieron, sin poder evitarlo y sin control, en dos generadores conectados en paralelo, duplicando la potencia, amplificándola en un microsegundo al reconocerse ambos.
Una potencia poderosa por la desesperación, por la tristeza vital que los llevaba con paso firme y seguro hacia la salida de emergencia. Hacia el suicidio.
 En una tarde gris y fría, solitarias las calles, caminaban en direcciones contrarias, hasta que se cruzaron.
Ella lloraba serenamente pensando en la caída desde un puente de metal oxidado y aguas heladas. Su cabello dorado y mojado dejaría escapar desleídas hebras de sangre por las rocas. Él había llorado, se notaba en sus ojos enrojecidos de escleróticas radiadas por venas rojas de tabaco y solución salina en forma de lágrimas. Su puño se cerraba en el bolsillo en torno a una navaja de afeitar que liberaría la demasiada vida que había en sus venas.
Y ocurrió en un parque de viejos plátanos sin hojas, de grandes troncos verdes y corteza suave, una piel que en algunos lugares había desaparecido dejando cicatrices blancas. Vitiligo arbóreo...
Con sus ramas desnudas rezaban con verticalidad hacia el universo, como si le pidieran nuevas hojas. Cierta clemencia.
Era el decorado preciso.
Los columpios infantiles enfriaban el alma con su grisentería y quietud.
El ruido de la grava al caminar creaba un rumor funesto.
El amor se encendió de repente, rompió las conocidas dimensiones y creó una nueva innombrable. El encuentro, el sueño cumplido los hizo ajenos, extraños ante el mundo. Fueron transportados a otra atmósfera dentro de la misma Tierra.
Es un hecho extraordinario por lo escaso; pero obedece a leyes cuánticas de efectos mensurables.
Se abrazaron sin mediar palabra, gemían agotados...
La dimensión de su pasión se convirtió en muro infranqueable para ellos y para el resto de seres vivos y muertos.
Se encendió una fosforescencia púrpura a su alrededor. Los árboles tenían miedo, parecían temblar en aquel parque de un otoño desolado y tañeron las campanas de un viejo monasterio sin que fuera necesario.
Hubo gente que bajó de sus colmenas de ladrillo y cemento para admirar el suceso, porque era tarde depresiva de domingo, necesitaban alguna novedad, algún suceso extraño que hiciera su vida, si acaso por unos minutos, remotamente trascendente.
Los hallados dejaron de entender cualquier lenguaje hablado o escrito. Los gestos humanos se hicieron incomprensibles. Las voces no llegaban a penetrar en su dimensión. Su burbuja neuro-atómica era ahora su planeta. Eran ellos quienes veían a las bestias hablar y gesticular en aquella jaula colosal en la que se convirtió la Tierra.
Su planeta se detuvo en un eterno y suave alba. Un amanecer amable, de medias penumbras y claridad de oro que duró el resto de sus vidas.
La Tierra había desaparecido y se convirtieron en isótopos de amor sin saberlo, dulcemente.
Una de las dimensiones rotas fue el tiempo. Apenas se amaron eternamente durante unos minutos frente al mar y el horizonte de un nuevo amanecer.
Consumían la vida a velocidades de taquiones; pero en su mundo, en aquel accidente cuántico, se sentían eternos, vivieron decenios. Tal vez, aún estén vivos.
Los humanos golpeaban aquella púrpura bola de amor, les gritaban que dejaran de abrazarse: "¡Os estáis desintegrando, idiotas!".
Los hallados ya no estaban, habían viajado lejos. La gente solo veía una proyección, un holograma que se disolvía por momentos.
Y se hicieron leyenda en unos minutos. Se hicieron mentira, porque esas cosas son imposibles y los testigos dudaron de sí mismos cuando volvieron a sus colmenas. Alguien dijo que el agua estaba contaminada, que estaban intoxicados.
Los amantes atómicos fueron un insulto a la mediocridad, a la pasividad, a la banalidad...
Los amantes atómicos no conocían ni les importaba que hubiera una ley natural que prohibía el profundo amor, que quien amaba con todas sus fuerzas, con todas sus fuerzas quemaba su vida.
Porque el amor puro es una partícula cuántica que desarrolla una energía destructiva para el tejido humano, para la razón humana.
Para la civilización castradora de ilusiones.
Y desaparecieron dejando reflejos erráticos y caóticos en las pupilas humanas. No quedó nada, la naturaleza del planeta y del universo borró todo vestigio de aquella imposibilidad atómica de amor con la firmeza de un castigo.
Lo cierto es que el planeta no pudo hacer nada para vengarse de esa afrenta, viajaron a velocidades de dios. Se escaparon de las severas leyes tácitas.
Anatema humano. El pecado capital es trascender.
La humanidad respiró más tranquila, no tenía nada ya que envidiar. La mediocridad no corría peligro.
Como era de prever, quedó latente el fenómeno de amor atómico como una leyenda sin claro origen en la conciencia humana. Se designó un día de fiesta anual para celebrar paganamente a los amantes atómicos. Los cobardes, los que temían a la soledad, se exhibían bailando descalzos sobre  alfombras de vidrios rotos para demostrar que eran tan valientes como aquellos tristes enamorados que se desintegraron abrazados en una burbuja de amor cósmica.
Y los perros, en las playas lamen los pies ensangrentados de los cobardes ebrios que jamás morirán por amor.
Fue cierto, no es leyenda. Fui testigo desde mi tumba eterna y solitaria del endo-cosmos de los suicidas. Cuando me lancé desde lo alto de aquel edificio, ella se aproximaba, lo noté cayendo. Ya era tarde. Y cuando todos mis huesos se rompían, se creó una anormalidad cuántica que desapareció cuando mi cerebro estalló contra el suelo.
Morí en el preciso momento de cruzarnos, por eso sé de estas cosas.
Soy un muerto y mudo testigo.
Ella se suicidó poco después, lo intuyo. Ahora debe ser una tristeza flotante como yo; ya no nos podremos encontrar jamás.
Somos cuantos sin energía, restos de amor que flotan como la chatarra espacial en el vacío. Una fisión fallida.
Estuvimos a un paso, a una fracción de segundo de ser amantes atómicos.
Ahora solo somos quarks de la tristeza.


Iconoclasta

6 de septiembre de 2015

A quién le importa


Es extravagante el planeta con su multitud de episodios o escenas, todo transcurre absolutamente independiente de quien muera o viva. Solo a unos pocos les importa lo que les ocurra a otros pocos por su proximidad o parentesco.
Menos mal, de lo contrario podríamos estar en una especie de beneficencia enfermiza.
La enorme y repugnante babosa se alimenta lenta y miserablemente de un hongo, un viejo orina contra un muro de la calle, un niño se cae con la bici, un hijo desprecia a un padre, una madre que no quiere serlo llora porque los abortos no fueron posibles, un tipo trabaja con cables en lo alto de una escalera con cierta tristeza, un padre aprende a ignorar a su hijo, alguien muere de hambre, alguien muere alcoholizado gracias al mucho dinero que ha podido disponer para ello, otros compran automóviles como si fuera la exhibición orgullosa de sus genitales, una mujer se masturba con cadencia hipnótica frente a la cámara de su pc, y un hombre con menos elegancia. Una cucaracha suena a patata frita cuando se la aplasta, un idiota luce a su hembra preñada como si hubiera sido el macho alfa de alguna mierdosa manada, como si embarazar una mujer fuera algo insólito o digno de admirar.
Y yo, otro tipo, escribe de lo que estaba harto de ver y de lo que se ha librado al fin, en una ya fría montaña...
 Y así hasta marearse y vomitar. 
No vomitas porque te das cuenta que el ruido de motores se ha transformado en el sonido de un río al correr entre las piedras y ya no hay aristas arquitectónicas delimitando un pequeño trozo de cielo.
Sin embargo, todas estas cosas que apenas atañen a nadie, son juzgadas por escleróticas enfermas de deseo e injerencia. Allá donde los humanos castrados lucen su mierda de oropel, las ciudades son el escaparate de la mediocridad.
Envidia en definitiva.
Porque los mediocres tienen una "normalidad" patrón y todo  lo que se sale de esos parámetros es algo que denunciar, es algo por lo que irritarse, hijos de puta. Hasta la forma en la que un niño hambriento caga sus propios intestinos porque los tiene vacíos.
¿A quién le importa quién ríe y quién llora? Cada cual tiene su turno de tragedia y comedia, no debería haber piedad ni fascinación por nada ni nadie con tanta frivolidad.
No se debe prestar atención a todo, se debe ser selectivo y dirigir odio, amor, sexo y violencia a objetivos concretos. Muy bien escogidos.
Una serena indiferencia es lo que quedaría si se esfumara la envidia.
Muchas amistades que son meras alianzas para consolarse de lo que no se tiene o conseguir lo que se envidia, pasarían a ser simples conocidos que apenas se saludan. El nivel de amistad bajaría un millón porcentual.
Esa indiferencia, tal vez, dejaría paso libre a otros afectos.
La mierda evoluciona a otras formas gracias a moscas y microorganismos; pero no así. Jamás desaparecerá la envidia, ni en los sueños. Esto no es Disneylandia.
Hay que buscar un cielo sin aristas y un mundo sin motores para alejarse de toda esa mediocridad que es la envidia cosida a todos los humanos y sus accesorios.
Hay que volver allá donde los instintos no son sometidos a juicios y donde los hijos aprenden a vivir por si mismos con rapidez, para que la envidia y la inmediatez con la que nacen no haga de ellos los insectos y los microorganismos de un excremento.
No es que me importe, no quiero un mundo mejor ni peor, solo digo.
Puede morir, reír, masturbarse,  nacer y abortar quien quiera.
Solo suspiro aliviado de poder evocar y ya no padecer los tiempos pasados y tristes de mediocridad.
Es más, quiero que siga así. Me gusta ser algo extraño, exclusivo y excluyente.
Que quien tenga que sufrir, sufra. No importa.
Me gusta el crujido de las hojas secas en otoño, como me gusta el olor de la resina caliente de los pinos en verano. Es suficiente.
Bye...



Iconoclasta

12 de enero de 2015

Envidia y cobardía


Lo malo de estos tiempos no  se limita a la hipocresía y a la moralina que está en el cerebro de la chusma (la moral es la degeneración de la ética). Y todos sabemos que la chusma, lo despreciable de la humanidad es el 99 % de la población del planeta. Dada la cantidad de millones de reses que hay, el 1  % que vale la pena conservar, suma una buena cantidad, tampoco hay que ser derrotista.
Cada día hay más fanáticos acosadores de los deportes de lucha como el boxeo o las artes marciales, los hay que sufren como si les pusieran cosas punzantes en los genitales con la tauromaquia; con las corridas de toros, quiero decir, porque muchos no saben qué coño es tauromaquia.
Alegan civilización, paz, compasión y dignidad para prohibir que se emitan partidos de boxeo en horas diurnas y a ser posible, siempre. Y cada día hay más ciudades anti-taurinas.
Visten sus iras del ropaje de la tolerancia y la convivencia.
Y una mierda.
Que existan hombres y mujeres con la valentía suficiente para ponerse ante un toro, o luchar libremente y por afán de superación con otro ser humano, pone de manifiesto la cobardía del resto de la humanidad. Los "tolerantes" se sienten cobardes, y en estos tiempos que se proclama la cobardía intelectual (y no hay intelecto suficiente) como moralina de convivencia, la envidia es el único argumento que hay detrás de todas esas retóricas baratas que esgrimen contra la valentía de otros hombres y mujeres.
Quieren que se prohíban esas demostraciones de valor, para que no quede patente su cobardía.
Porque un toro pesa cinco o seis veces más que un ser humano, y los boxeadores compiten golpeándose y sangrando. El dolor da miedo.
Cualquiera que haya aprendido a leer (si tiene suficientes inquietudes) sabe que la envidia es el motor del ser humano.
Los políticos se ponen de parte de la chusma, porque son los que tienen la mayoría de los votos. Así que políticos y gobernantes no tienen ninguna autoridad ética, son solo oportunistas y arribistas que escalan por encima de la humana cobardía.
Por ello, una Barcelona por ejemplo, ha prohibido espectáculos taurinos.
El boxeo, cualquier lucha y la tauromaquia, son ejercicios de libertad como lo es la pornografía. Y aunque los toros no tienen capacidad de elegir, son criados con ese fin; tienen más honor, libertad y dignidad en la arena que cualquier animal que es transportado y sacrificado en un matadero de la forma más cruel e indiferente. Hay toros que han matado toreros, no es una broma la tauromaquia.
Lo más importante es que a nadie le obligan a ver toros o lucha entre seres humanos.
Buscan joder las libertades para sentirse bien, para que nada les haga pensar que son unos cobardes que son transportados cada día en un coche, camión o tren que los conduce a la esclavitud con breves destellos de libertad el fin de semana para emborracharse y follar con alguna puta barata para olvidar la mierda de vida cobarde que tienen.
Un acto de valentía de un individuo hace cobardes a cientos de miles.
Si tan intelectuales son algunos, deberían saber y reconocer sin hipocresías que el hombre es un depredador, que marca su territorio de forma instintiva y que los niños pelean entre sí de pequeños para intentar superar a otros. Somos animales, y la prueba está en que la chusma, apenas sabe escribir correctamente un par de palabras seguidas a pesar de haber ido al colegio durante más de diez años.
No tienen autoridad ética ni intelectual para prohibir nada, solo les mueve la envidia de ser inferiores a otros.
Menos discursos de moralina emotiva y argumentos civilizados, que acepten sus limitaciones y su naturaleza cobarde, que se sigan masturbando con un condón para no mancharse las manos.
La envidia es asquerosa, ergo los envidiosos son repugnantes.

"El hombre de hoy no es heroico, le basta con sentirse poderoso". (Mercé Rodoreda)
"No hay caza como la cacería del hombre. Aquellos que han cazado hombres armados durante bastante tiempo y les ha gustado, nunca se interesan por otra". (Ernest Hemingway)

(Dedicado a Juan Manuel Aguilar, una amigo que está hasta los cojones de tanta hipocresía.)









Iconoclasta

4 de diciembre de 2014

Un sagrado misterio


No somos dos enamorados.
No somos solo eso: solo amantes.
Somos dos rarezas en una esfera transparente de cristal de amor.
Somos un sagrado misterio en el planeta. No existen dioses, solo nosotros.
Un sagrado misterio porque nadie puede comprender como es posible amarte tanto, con tanta fuerza.
Cómo es posible ser tan amado como yo.
Somos la representación plástica y metafísica del amor. Una performance conceptual, surreal, mística y carnal.
Carnal, carnal, carnal...
Por todos los dioses, no sabes lo  que te amo...
Somos admiración, ante todo envidia.
Van a destruir nuestra esfera de amor, ya no seremos exclusivos el uno para el otro, ya no seremos especiales. Van a reventar a golpes el misterio que somos, con puños y dientes. Rabiosos, fariseos...
Ahora, precisamente ahora...
Te busqué en países lejanos, en tiempos que eran trampas.
Y estabas aquí, mi amor. Perdí tiempo y fuerza en errores.
Se acercan, quieren tocar, violar y mancillar el sagrado misterio, mi amor.
Abrázate urgente y fuertemente a mí. Oprime tus preciosos y menudos pechos contra mí, quiero fundirme contigo y que sientas la sagrada erección del amor. Antes de que nos olvidemos, antes de que nos destruyan como misterio.
Quiero crear en mi memoria toda una vida contigo, creer con firmeza que estos instantes de amor en los que te he encontrado, reconocido y besado, han llenado mi vida.
Dame tus labios y tu lengua, no te importe que los rasgue,  que duela el beso del sagrado misterio.
Quiero estar unido a ti cuando destruyan lo que somos y  dejaremos de ser.
Es tan breve lo hermoso, mi amor.
Cientos de hombres, mujeres y niños golpean la esfera del sagrado misterio de esos amantes anónimos y obscenos en su amor exclusivo y aislado del mundo. Son golpes sordos, en un silencio de pasos sin voces, de emoción insana, sin alegría...
Unos quieren entrar y ser misterio, otros quieren destruir lo que les está vedado.
La primera fisura que se abre en la esfera, contamina el interior en un instante corto como un latido de corazón.
El mediodía hace de la calle y sus seres un infierno, un horno al rojo vivo.
Los amantes han cesado el beso y sus cuerpos se separan.
Ya no hay misterio. La esfera de sólido cristal de amor estalla como una burbuja de jabón que cae dulcemente sobre el suelo ardiente.
Sin ruido y con la vulgaridad como atmósfera, los cientos de seres guardan silencio cuando los amantes se alejan el uno del otro con indiferencia autómata.
Alguien entre la multitud ríe, y todos se dirigen hacia algún lugar de la ciudad, charlando animadamente o con una carga de mediocridad sobre sus hombros que los encorva.
Los amantes ya no existen, no hubo misterio jamás. No se distinguen del resto de seres humanos.
El atardecer y sus sombras largas como finos cuchillos, masacran los restos de un misterio sagrado y efímero.
Jamás ocurrió, no hubo nada ultra terreno.
No es posible, no es legal semejante amor.
No hay misterios en un mundo plano, previsible y anodino.




Iconoclasta

17 de noviembre de 2014

Putilla de antro


Te dieron tetas (bien sujetas en el brasier son hermosas) y una vanidad injustificada en lugar de cerebro y dignidad.
Quien regala tu ego, recibe una buena mamada en los sucios asientos de un coche barato, a cambio de que no mencionen las lonjas de tu cintura.
Putilla de antro, te haces selfis de mirada ovejuna, con las que pretendes dar sensualidad y enmascarar un coño que no sabe bien como correrse en los moteles baratos de mediodía o a las tardes.
Putilla de antro de nariz blanca y vodka en sangre, solo bailas tú con tu vanidad y con otro borracho que no la ve. Te quedas sola y no tienes nada en las noches que duermes en casa de papá y mamá.
No eres joven y usurpas edades que no te corresponden.
Compites por follarte a güeros y nativos con las chicas de veinte, y pierdes el control de tu coño.
Te come la envidia hacia los jóvenes, putilla de antro.
Mala combinación: vanidad y envidia.
Sola te quedas demasiadas veces, porque tus palabras son mentiras que no cuajan en los hombres serenos. Son solo para ebrios.
Sola te quedas con tus tetas bien apretadas en el brasier y una minifalda que cubre un coño torpe; esperando en la mesa de la oficina la hora de la comida, el momento en que te la metan para decirte lo hermosa que eres.
Putilla de antro de baile fácil, de vanas palabras románticas y sexo mediocre, tienes que follarte a uno y a otro para que te digan que eres reina y divina.
Y no cobras nada... Pobre putilla sin cerebro...
Con tu mirada ovejuna, piensas en seducir, pero todos esperan tu mamada en el asiento de atrás del carro con tu apestoso aliento a vodka y las tetas rebosando por el escote; tal vez en el motel si hay suerte y dinero. Te tragas el semen y te limpias los labios con tu mirada de cordero degollado pensando que eres seductora.
Putilla que confunde ya el antro con el trabajo y en pleno día, en  la oficina, te disfrazas de conejito de playboy para poner cachondos a los machos que te rodean.
Es sórdido y vacuo lo que te rodea, por eso necesitas el antro oscuro y ruidoso, donde confundir a los borrachos y que te digan hermosa y divina.
Putilla de antro licenciada para nada, un fracaso tras otro y te crees deidad. En el mundo de los borrachos de antro, todas las zorras lo son.
Abres tu coño a los que dicen reconocer tu divinidad y acabas sola como puta tirada en la calle del cliente, que espera un taxi con su coño apestando a semen y orina.
Pobre putilla de antro, metida en un círculo vicioso del que solo saldrás con las tetas más caídas y una menopausia indigna. O tal vez tengas suerte y le hagas una buena mamada a un rico borracho que te ponga una casita y algo de dinero.
Y es que quien te ve, te reconoce.
Das pena putilla de antro, porque en el fondo, buscas quien te ame; pero tu coño tonto y fértil y tu vanidad te traicionan. No hay suficiente inteligencia entre tus apretadas chichis para comprender que tus mamadas solo gustan a borrachos y deficientes.
Mas no estás sola, putilla, en el mundo sois muchas y dejáis una buena descendencia para que no se pierda esa vanidad a través de las generaciones.
La vida se abre paso entre campos de basura y mediocridad.









Iconoclasta

11 de noviembre de 2014

Un aviso a los peques


No sé ningún cuento, y por otra parte, os contarán muchos en el futuro, pequeños.
Yo pretendo dejaros unas palabras, unas verdades para variar de tanto cuento bueno y malo.
Primero os engañarán para haceros felices y protegeros de la verdad cruda, pura y dura. 
Como si la verdad fuera un escorpión venenoso.
Luego, cuando ya hayáis crecido un poco más, os mentirán para que seáis como otros quieren. Os mentirán sobre el sexo; cuando el sexo lo ha practicado la humanidad desde que arrastraban por la tierra el dorso de las manos al caminar.
Ya adultos, las mentiras son más abundantes; pero crecer lleva consigo el aprendizaje y el conocimiento de los humanos. Detectaréis la mentira para sortearla o evitar daños prolongados.
Os mentirán para que trabajéis más por menos dinero, para robaros, para sentirse más inteligentes que vosotros, os engañará quien amáis por vanidad, y porque el universo es cambiante y la humanidad amoral.
Los humanos son religiosos cuando tienen miedo.
La humanidad, incluidos vosotros, es cobarde y envidiosa a grandes rasgos. Los pequeños rasgos, son tan pocos, que es probable que en vuestra vida,  jamás encontréis uno.
No mintáis por cultura, por envidia o por vanidad.
A ser posible por favor... Esforzaos, hay tanto embuste que alguien debe hacer algo para frenar tanta basura.
Detectad al embustero, no os convirtáis en esos seres vulgares de vida mediocre y gris que usan la mentira en todos sus diferentes horarios a lo largo del día y de su triste vida.
Porque llegará el momento en el que seréis conscientes que todo lo que tenéis es embuste o producto de ello. La mentira es volátil y lloraréis de vergüenza y fracaso sin saber bien porque. Construiréis otra mentira para tapar otra.
Y os creeréis toda esa basura.
Sabed pequeños, que a Pinocho solo le crecía la nariz al mentir.
En la vida real es peor: los hipócritas naufragan y malviven entre mentira y mentira. Necesitan gente nueva que no les conozca cuando quedan solos y abandonados con sus embustes.
Y ahora viene lo difícil de entender y realizar, pequeños: no digáis nunca la verdad, u os quedaréis indefensos ante los embusteros.
Hay un método: escuchar... Escuchar muy bien y analizar. Con el tiempo podréis hablar o actuar según convenga. No es fácil ni cuando te haces adulto.
No hay ningún consejo más que valga la pena daros.
La vida es así, como os digo. Es culpa de la humanidad.
Os diré una verdad: no tengo fe en vosotros, en vuestra ética futura; porque es difícil no ser como mamá y papá.
Así que siento una profunda decepción y escepticismo por vuestro futuro.
Si tenéis inquietudes y aptitudes, intentarán someteros para que no sobresalgáis, porque la mentira es hija de la envidia. Debéis ser tenaces, fuertes y fríos. Si caéis en la mentira, seréis un fracaso de mediocridad como mamá y papa.
¡Ánimo, pequeños! Los reyes magos y papa noel existen ahora; pero como toda mentira, morirán.
Morirán en el momento justo que empecéis a comprender por vosotros mismos, cuanto antes mejor, amiguitos.
No es preocupéis, no es tan malo. Entre mentira y mentira hay momentos hermosos por los que vale la pena sonreír.
No os fiéis, no bajéis la guardia.
Y moriréis, que nadie os diga lo contrario, porque alimentará la cobardía.
Fuerza y resolución, mis pequeños amigos que jamás conoceré.
Es que os llevo demasiados años de ventaja viviendo, y os repito, que morimos todos. No es malo, simplemente es así, pequeños humanos.
Sed buenos, pero no tontos.









Iconoclasta

10 de septiembre de 2013

Lo que hago aquí




En la vida respiro porque un montón de células así lo exigen; pero tampoco es como para tirar cohetes que estallan con formas de mujeres con las piernas abiertas mostrando su menstruación con los pezones duros. Porque hay un montón de células ajenas a mí que evitan que pueda hacer algo decente por cuestión de envidia, usura y ambición. Pero ante todo, porque sus cerebros son lisos como el sobre de la mesa de vidrio donde escribo.
En definitiva y para ser redundante, lo que hago aquí es evitar la envidia y la idiocia de los que coartan mi libertad y truncan mi bienestar en su beneficio, aunque sean tan deficientes mentales que no sepan que lo hacen.
Hago lo que puedo en un planeta  en el que los muertos lo hicieron todo  mal y los vivos perfeccionan y amasan la mierda que heredaron.





Iconoclasta

16 de abril de 2013

Antinacimiento




Solo las mujeres pueden parir; pero los antinacimientos (partos de ausencia y desesperanza) no conocen sexo ni biología. Los momentos de dar a luz y  antinacer se diferencian en someros detalles durante las primeras horas. Cambia una cosa: el final en un antinacimiento nunca será feliz. Es tan duro y tan doloroso que no se olvida jamás. Son losas pesadas con la que nos carga la puta vida en el pecho para que no podamos respirar.
Porque cuando alguien que amamos muere, muere solo él, no morimos con él; ni siquiera románticamente una parte de nosotros. Nos quedamos embarazados de dolor y pena; los que quedamos apesadumbrados, antiparimos.
Padecemos el antinacimiento.
No basta con despedirse, con sentirlo. Hay que sufrir largo y tendido, mierda de vida…
Me cago en dios…
Aunque no son muchos los antinacimientos: la gente no suele amar; solo se siente desolada con vacuidad y dramática pompa, solo cumple un ritual de mierda sin más trascendencia que una lágrima farisea.
La mujer al parir respira, exhala repetida y rápidamente la respiración. Grita de dolor y de repente se calma ante un final feliz, ante lo esperado.
El antinacimiento provoca una respiración lenta, abrimos la boca para captar un aire que nos roba un invisible puñetazo en el abdomen. Es un aire que necesitamos en esos momentos porque lleva la esencia de nuestros muertos. Y parece que mueren aún más cuando perdemos el aliento.
El corazón se para durante un segundo varias veces por hora, en el parto se acelera.
Son diferencias que uno se calla para no parecer derrotista, para no parecer dramáticamente herido; pero piensas sin poderlo evitar en la vida y en la muerte, y al final gana la muerte por puntos, nos roba mucho más aire y sangre que un nacimiento.
Tras la apnea del antinacimiento, no hay alegría ni descanso, no hay sudor, cansancio, ni unas lágrimas felices. Tras los intentos por aspirar grandes bocanadas de aire, queda la tristeza perfecta, la descomunal desolación que día a día provoca un vacío en el corazón. A veces no late pensando en quien murió.
Y deja secuelas como el molesto dolor que ataca sorpresivamente a lo largo de toda la vida, como un vértigo que no podemos controlar. Nos detenemos para tomar aire ante el abismo de algo que no volverá, que está irremisiblemente muerto.
Cuesta dios y ayuda sonreír cuando llevas ya unos cuantos antipartos.
Si has amado lo suficiente, claro. No todo el mundo tiene la desgracia de “gozar” de un antinacimiento.
Otra vez a antiparir, antinacer… Esto es una mierda…
Estas apneas durante la consciencia y las punzadas en el corazón y el vientre, es mi antinacimiento sin final feliz.
Lo acojo como mi prueba de cariño, de capacidad de amar, me jodo por ella. Si la amé es sus caricias, la amaré en su miedo y dolor.
Es un brindis y mi homenaje a un ronroneo dulce, unos ojos que se convertían en ranuras negras sobre fondo dorado, unas patas pequeñas y de fino pelaje carey que buscaban mi cara cuando estaba cubierta por una capucha. Un maullido casi infantil en demanda de una caricia. Una lengua pequeña y rasposa que aportaba una ternura de tal magnitud a mi piel, que me hacía dudar de que en mi vida hubieran ocurrido cosas malas. Se revolvía en el suelo para que acariciara su barriga. Pedía cosas posibles, bonitas, sencillas y hermosas. Nunca quise que hablara, no quería nada de humanidad en ella.
Era todo tan sencillo, tan hermoso en su simplicidad…
Es normal, es otro de los síntomas del antinacimiento: las manos se crispan involuntariamente con la absoluta certeza de que tras el antiparto (cuando pasan los años y se apilan los dolores) no volveré a experimentar ese tacto tan suave para el alma. No volverá jamás la suavidad de ese inocente cariño.
No quiero pensar en su miedo, tristeza, dolor y agonía, porque me retuerzo de pena y remordimientos.
Es duro cuando muere un humano; es espantosamente doloroso. Lo sé de la misma forma que conozco la enfermedad; pero cuando muere tu animal, tu amigo; muere la más pura inocencia, es la quintaesencia de lo puro. En ellos no hay bondad ni maldad, su naturaleza es perfecta y equilibrada.
No carecen, no necesitan y sienten.
Con el antinacimiento se desvanece toda esperanza de ternura sorprendente a lo largo del día.
No hay consuelo alguno en el antinacimiento y soy culpable de no haberla protegido suficiente. Yo sabía que en el mundo hay seres humanos y por ello: envidia y maldad.
Mi gata no tenía herramientas ni medios para saber que alguien la maltrataría, la robaría de su hogar o la mataría por capricho, por asco, por aburrimiento, por ignorancia; pero sobre todo por envidia. Hay perros y gatos más guapos que sus hijos, mejor alimentados, mejor educados, más inteligentes que ellos mismos. Es esto lo que desconocen los gatos, los perros y todos nuestros amigos irracionales cuando son pequeños. Y lo que es peor: cuando crecen mantienen intacta su idiosincrasia.
Y son siempre pequeños, cálidos, dulces…
No pueden entender ni creer que haya tanta mierda en el cerebro de los humanos.
No degeneran como el hombre.
No hay suficientes muertes ni guerras, no muere el prójimo en la necesaria cantidad para consolar mi antiparto. Falta algo más de dinamismo en la humanidad para que se renueve sangre idiota.
Para vengar la muerte de mi amiga.
Y no quiero consuelo, quiero joderme y cultivar la ira, aunque el cáncer me coma las entrañas.
Yo conozco a la mierda del ser humano y sé que mi gata no se tendría que haber separado de mis brazos. Mi antinacimiento es mi penitencia por ella, por lo que sufrió, porque me amaba y quedó solita ante los humanos.
Le falté cuando me necesitaba soy un traidor de mierda a su cariño.
Ojalá me muera.
Cago sangre por ella apretando los dientes.
La dejé libre lo que creía que serían unos instantes. Soy un hijoputa porque lo sabía, porque conociéndoos, la dejé a vuestro alcance.
Ya no habrá pasitos ligeros encima de las sábanas, el ronroneo de algo que te ama como fondo a nuestras respiraciones. No habrá un pequeño cuerpo cálido que respira tranquilo y feliz. Porque ellos son felices con nosotros, lo sabe cualquiera que no sea un subnormal endogámico que mata animales.
Llega un momento en la vida en el que dudas que puedas soportar otro antinacer.
Se suman los dolores, se apilan el uno encima del otro y cuando te das cuenta, llegas a la conclusión de que no hay esperanza para la inocencia.
Todo muere, todo es agredido por los que viven demasiado tiempo.
¿Por qué viven tantos años los idiotas y tan poco mis amigos animales?
El antinacer de mi gata es la reafirmación de la extinción de la ternura y el cariño. La absoluta certeza de que habrá un final en el que la envidia, la ignorancia y la imbecilidad, vencerán.
Han vencido los cerdos por enésima vez.
Si murieran sus hijos, yo albergaría esperanzas y mi antinacimiento sería menos doloroso.
A Xibalba también le debo mis engaños y mis fantasías sobre la ternura, el cariño y la inocencia. Ella también me hacía sonreír y recordar que aún puedo ser cariñoso. Con su muerte vuelvo a ser la bestia sin ningún tipo de escrúpulos que soy en esencia; y volveré a girar las cabezas de los bebés para matarlos por el simple capricho de sentir sus vértebras crujir.
Los antinacimientos, si no son buenos para mí, tampoco lo son para la humanidad.
Mi gata tenía tanto que enseñaros, envidiosos anormales…
Aprendo de nuevo a dormir antinaciendo, intentando anestesiar el dolor de mi cabeza e intentando no pensar en las tiernas caricias que no volverán.
Ya no sentiré miedo a abrazar ese cuerpo tan pequeño y romperlo de cariño. Hay miedos hermosos.
Joder…
Yo no quiero más antinacimientos, estoy harto.
Estoy cansado de tanta mierda.

Por Xibalba. Enero 2011 – Abril 2013.






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