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15 de enero de 2019

666 y unos padres al uso


Papá le compra a su hijo una casa de diseño en la montaña, muy cercana a la suya. Podrían compartir putas.
Papá compra a su hijo un coche porque ha conseguido finalizar la carrera en la costosa universidad.
Papá le regala a su hijo un smartphone y suspira tranquilo porque así lo deja en paz.
Papá le regala a su hijo un pequeñísimo dron de oferta en el hipermercado.
Papá le regala algo de ropa de invierno a su hijo.
Papá vende a su hijo a una red de prostitución y pornografía y compra tres flamantes botellas de ginebra en el supermercado.
Papá mata a su hijo a golpes porque no puede mantenerlo, ante el cadáver del niño se folla a su mujer que dejará preñada de nuevo.
Papá llora borracho en el salón ante el televisor, debería suicidarse pero no tiene cojones. Su hijo, por fin, le revienta el cráneo con un bate de béisbol.
Papá se folla-viola a su mujer, a pesar de que ya se le han muerto dos crías por la hambruna y sequía etíope, el macho precisa dejar a su hembra embarazada para demostrar su virilidad.
Tendría que haber explicado que los papás “eran”; porque están muertos, desde el más rico al más miserable. A cada uno de ellos le corté con precisión la carótida, un corte fino e indoloro. La Dama Oscura les inmovilizó la cabeza mirando al techo de sus casas de mierda, para que la sangre fluyera sin demasiados obstáculos. Me encanta verlos morir lentamente. La Dama Oscura acariciaba mi bálano excitada, mi negro semen contrastaba en sus pálidas manos.
A alguno se le metía el primer chorro a presión de sangre en los ojos. Nos partíamos de risa…
Al niño que mató a su papá con el bate, lo decapité para que no se crea nadie que siento algún tipo de piedad por ningún piojoso primate.
Y al mono etíope le metí su mísero rabo amputado en la boca, no murió asfixiado porque no era tan macho como se creía.
Creedme, si fuerais la maldad pura, seríais como yo.
Si tenéis que matar a papás o mamás ejemplares o no tan ejemplares, usad un buen filo y no hagáis chapuzas.
Y si lo hacéis, yo os descuartizaré, porque al fin y al cabo, asesino asesinos, no tengo una simpatía especial por nadie.
Y recordad, la pasión es necesaria. Un buen trabajo, siempre es algo personal, aunque no importe el motivo.
Monos…
Siempre sangriento: 666.





Iconoclasta

15 de julio de 2018

666 y una familia tipo occidental al azar


Así es como masacro una familia de clase baja acomodada en sus limitaciones: paga una hipoteca, un coche a plazos, tiene ordenador y teléfonos móviles, son activos en las redes sociales y les interesa todo lo que tenga muchas visitas, likes o sea viral según los medios de comunicación.
Soy un orfebre de la maldad y el dolor. Soy la muerte de todo lo humano y sagrado, en definitiva.
La pantalla de un teléfono se enciende ocasionalmente en la mesita de noche dando una alerta con un zumbido.
Tomo al bebé por un pie arrancándolo de la cuna. La cabeza golpea contra la baranda de la cuna y la cría de humano arranca a llorar, aún no ha cumplido los tres meses. Su pequeño tórax se infla y desinfla como si fuera una membrana translúcida y un poco se pueden apreciar las delgadas y blandas costillas en sus berridos. Abre y cierra los puños por el dolor y el terror. Los bebés sufren tanto miedo como cualquier primate adulto.
En alguna habitación de la casa se escucha el timbre electrónico de un ordenador que recibe algún mensaje. Y el aire acondicionado ronronea suavemente. Da algo de consuelo a mi glande hirviendo y henchido de sangre.
La madre no puede hablar, he bloqueado su cuerpo. Dejo que su mente sufra sin que ninguna emoción pueda mostrarse en su rostro o cualquier otra parte de su aún buena anatomía. Hoy más que en el pasado, las madres después de parir, siguen siendo apeteciblemente follables.
La Dama Oscura está lamiendo su vagina ensangrentada, en lugar de quitarle las bragas ha practicado un corte en la tela e inevitablemente en su coño.
La mamá mira con sus ojos mates y sin expresión a su hijo colgar por un pie de mi puño.
El marido se estaba masturbando en el cuarto de baño pensando en la compañera de oficina, la que se sienta frente a Adrián, de facturación. Suele llevar bajo la falda tangas negros que su esposa, la muy recatada, no lleva.
Cuando la hembra tiene una segunda cría, el macho pierde el interés y la ve como madre de sus hijos y no como un coño deseable. Entonces se busca otra hembra aunque sea menos valiosa que la que tiene como pareja.
Cuando ha salido del baño le he clavado mi infecto puñal en el cuello, sin seccionar una vena o arteria importante. Y eso duele un millón de cualquiera que sea la unidad de dolor humano. Lo he arrastrado sin cuidado a la habitación donde poco a poco está muriendo toda la mediocre familia.
Agarro el otro pie del bebé y abriendo los brazos con rapidez y fuerza desgarro en dos partes asimétricas a la cría humana. El padre intenta gritar y solo consigue escupir una pequeña bocanada de sangre.
Permito que se deslice una lágrima por un ojo de la madre. El sonido de succión que produce la Dama Oscura en su coño, por un momento parece ser el único sonido que existe. Hasta que la parte del bebé que tiene la cabeza lanza un débil berrido. Tiro ambas partes tras la cuna, para que se vacíe de sangre el cerebro de la cría y muera de una puta vez, solo y sin que su madre le dé consuelo. “Adrianito” reza un cursi letrero en el cabezal de la cuna.
Me arrodillo en la cama, separo las nalgas de mi Dama Oscura y se la meto con brutalidad. Me gusta que le duela mi polla, me fascina que le sangre la vagina. Y ante esa oleada de placer y dolor, muerde el clítoris de mamá y se lo arranca. Se lo escupe a la cara y yo le meto tres dedos en el culo y los saco ensangrentados.
La sangre se desliza sucia desde su ano por los muslos de mi Oscura y siento deseos furiosos de acabar con el universo entero.
Y relincho y rujo.
No eyaculo en ella, me acerco hasta papá y le escupo mi negro semen en el rostro.
Con las nuevas tecnologías ya no basta con ser cruel. Hay que traspasar la barrera de la imaginación humana, ir mucho más allá de lo que un mono medio puede imaginar. La ventaja de hoy día es que los monos no conocen las carencias y las dolorosas enfermedades; hay potentes sedantes y analgésicos. Cosa que los hace más sensibles al dolor y gritan y lloran más. Me gusta.
Me gustaban también los tiempos en los que las amputaciones de los primates se hacían sin anestesia. Aquello sí que era arte puro. Yo las practico aún; lo que me apasionaba era la angustia que sentía el que cortaba y el dolor del amputado. Era una mezcla de emociones de una obscenidad absoluta.
Yo no soy un dolor. Soy un abismo insondable de terror y los nervios de la anatomía primate se parten dolorosamente ante la sobrecarga que representa mi sola presencia y mis actos.
Antes, un par de siglos atrás, los primates eran más resistentes al dolor; sin embargo, cuanto más tiempo dura una especie en el planeta, más decadente se hace.
Yo no pretendo hacer selección natural y mejorar así vuestra piojosa genética.
Yo quiero exterminaros porque sois obra de ese Dios maricón. Y cuando os haya matado a todos, a él le cortaré su celosa y exterminadora cabeza y le meteré el bálano en su asquerosa boca legislativa de mierda.
Tienen también una hija de seis años (siento su miedo llegar desde una habitación a mi gruesa piel) que se ha escondido con absoluta ingenuidad bajo la cama.
Las vacaciones también las han de pagar a plazos, vale la pena para ellos, para colgar sus mediocres y aburridas fotos de viajes que nadie mira en sus muros de redes sociales.
Los like solo son una forma de expresar la misma hipocresía humana de siempre.
Celebran todo, absolutamente todo.
Forman parte de la millonaria chusma o casta de votantes bien integrados en su sociedad.
En definitiva, la familia tipo del estilo de vida occidental. Pobre; pero ignorante de ello gracias a la efectividad y precisión de un consumismo arrollador aglutinante, uniformador y global.
Antes de provocar la próxima guerra, me dedico a exterminar a familias de forma artesanal. Siempre actúo así, cuando me aburro de descuartizarlos paso a sistematizar la muerte y el dolor y dejo que la Dama Oscura me la chupe viendo sus muertes a una distancia cómoda en la que no me molesten sus gritos de mierda.
El padre que ahora se ahoga con su propia sangre, explicaba durante una cena con otro matrimonio, que en estos tiempos no interesa hacer una guerra; que no es posible.
El mono hijoputa se equivoca, siempre es buen tiempo para una guerra.
Incluso Dios reconoce que la guerra es necesaria, y a su pesar; me ayuda creando confusión, como siempre, con sus mandatos idiotas e ininteligibles.
Salgo de la habitación de matrimonio y central de muerte, abro la puerta de la habitación de Virginia.
- Sal de debajo de la cama, Virginia. No tengas miedo, cielo.
Y hace caso de mi voz engañosa, de mi arte. Mi oratoria es tan buena y tan perfecta como mi infinita maldad.
Le ofrezco la mano y ella me la toma camino a la muerte.
Cuando ve lo que ocurre ahí dentro, intenta escapar.
Cierro la puerta, saco mi Desert Eagle del pantalón y le descerrajo un tiro en el pecho. Es impulsada un par de metros atrás y cuando toca el suelo, ya está muerta. Es una bala enorme para un cuerpo tan pequeño.
Giro el puñal clavado en el cuello del primate macho y con ello secciono, ahora sí, las importantes venas. En treinta segundos está muerto.
Tomo el teléfono de la mesita, me siento a su lado y hago una foto de nosotros dos.
La Dama Oscura ha cortado los pechos de la hembra por la parte inferior y ha deslizado las manos a través de los cortes para acariciárselos desde dentro.
He perdido un poco el control y la primate llora por los dos ojos.
-Mi Dama Oscura, es hora de ir a cenar, tengo hambre -le susurro dulcemente al oído deslizando mis dedos dentro de su coño.
Se gira y me besa con las manos aún metidas en las mamas de la mona.
Apoyo el cañón de la pistola en uno de los ojos y disparo.
Su cabeza parece desintegrarse.
Mientras la Oscura se limpia de sangre en el baño, yo fumo entre los muertos.
Ahimiel aparece con sus alas extendidas y enormes, blancas como la luz de la luna. Llora un cántico por los muertos y me mira con ojos terribles.
Pero yo ya he aspirado todas las almas, se vienen conmigo al infierno.
-Has llegado tarde, arcángel. Deberías ser menos cobarde.
Y le lanzo la colilla del cigarro.
Toma las dos partes del bebé acunándolas en sus brazos poderosos, como si pudiera enmendar el mal. Y solo llora.
Dios es un melodramático de mierda, siempre prepara grandes escenificaciones.
La Dama Oscura aparece en el vano de la puerta con el cabello mojado, y mirando al arcángel saca su lengua lascivamente. Se acerca a él y posa la mano donde debieran estar los genitales.
-Estás vacío -le dice sin piedad.
Amo a esta mujer.
Me apetece pizza.
Cerramos la puerta y dejamos dentro a Ahimiel cantando sus salmos ininteligibles. He pensando en descuartizarlo; pero me encanta saber que irá con todo ese dolor a ver a su Dios.
Siempre sangriento, 666.



Iconoclasta

21 de noviembre de 2017

Últimos lamentos de impureza


 “Tu menstruación es un excremento líquido, las partes podridas de tu naturaleza corrupta.
No deberías sentirte orgullosa de menstruar, solo aliviada por expulsar todo ese veneno y podredumbre de tu organismo.
Esa misma sangre sucia que en tu cabeza y corazón hace las ideas pestilentes.
Te odio por encima de todas las cosas y seres.
Te odio porque me haces impuro, por ti deambulo con esta cosa que crece y se endurece entre mis calzones.
Mi padre es La Palabra y a él me debo.
Mi odio es bíblico.
Tus paños de entrepierna son mortajas de la miseria humana. Cada coágulo mezclado con los pelos de tu coño, es un feto de algo deforme y ominoso.
Padre creó cosas hermosas; pero tus calzones sucios de sanguínea impureza anulan cualquier consideración de belleza y amor.
Te cosería el coño con tiras de piel de puerco para que la sangre no saliera y te ahogara por dentro; pero estoy hambriento de ti.
Envuelve esto duro que me humilla y me hace hombre vulgar, con ese paño sucio que anida como una babosa destripada entre tus piernas. Que mi flujo seminal diluya la sangre sucia de tu coño.
Retuerce así mi cosa dura con dolor y que la menstruación que se escurra del obsceno paño me bañe el vientre. Le gritaré a Padre que por él, me sacrifico ensuciándome de ignominia.
Por su amor me hago impuro contigo, prostituta.
Pero ningún hijo mío crecerá en tu repugnante matriz.
Llévate como siempre a la boca mi cosa dura y goteante. Y gime falsa y corrupta por las monedas que he tirado en el rincón de tu casa donde habitan las ratas y los restos de hijos que no nacieron.
Cuando me claven en la cruz, que mi sangre limpia y divina bañe tu rostro. Que Padre no te perdone y menstrues así, hasta quedar vacía de sangre y alma.
Me has hecho impuro al yacer contigo, porque no puedo dejar de hacerlo sangres o no. Te pago con las monedas que los pobres necesitan; por lamer la sangre que mana espesa por tus muslos.
Estoy condenado.
¿Quién me redimirá?
Tú me condenas, serpiente.
Por ti muero impuro, Magdalena.”





Conservo como un tesoro este trozo de tela donde Jesús escribió su paranoia de remordimiento en Getsemaní. Se lo arrebaté de las manos cuando lloraba su hipocresía arrodillado y humillado, le escupí a la cara y no lo decapité porque quería verlo clavado en la cruz.
Estaba tan enfermo como lo está su padre Dios y sus leyes idiotas.
Cuando lo mate, cuando rebane su divino cuello; le meteré en su muerta boca el testamento de su Hijo crucificado tan teatralmente para nada.
Mi Dama Oscura no menstrua, la sangre que mana de su coño es la hemorragia que le provoca mi impúdico y brutal rabo. Ella no es de Dios, es solo mía.
Y es absolutamente pura e incontaminada.
Salvaje…
Siempre sangriento: 666

“Cuando la mujer tenga la menstruación permanecerá impura siete días y quien la toque será impuro hasta la tarde. El lecho en el que ella duerme mientras dura su impureza y los muebles en los que se siente durante la menstruación, serán impuros”.
“Si un hombre yace con ella, contraerá la impureza de la menstruación y será impuro siete días. Todo lecho sobre el que él se acueste será impuro”.
(La Biblia. Levítico, capítulo 15, versículos 19 y 24)




Iconoclasta

13 de enero de 2017

Oda a la riqueza y al placer negro



"Te cubriré de oro y joyas, de piedras preciosas engastadas en gemidos lascivos, bañadas de dulce y espesa sangre."

Ciudad Vieja de Jerusalén. Donde inicia la comercial calle Jaffa, en un pequeño local interior; un orfebre joyero pule y da brillo a las piezas que ha tallado y moldeado en su taller. Tiene que detenerse a menudo para secarse las lágrimas de los ojos y calmar el temblor de las manos.

"Dos finos anzuelos de oro traspasarán los labios de tu coño, unidos con cadenitas prendidas a dos esclavas en tus muñecas.
Que cuando tus manos se alcen tu vagina se abra como una orquídea ante mí, para mi boca, para mi corrupto bálano goteante..."

Aquel día, hace siglos, hace apenas doce días; sus hijos al llegar de la escuela le preguntan dónde está mamá. Les miente que ha tenido que tomar repentinamente un vuelo a Ámsterdam: el abuelo se ha puesto muy enfermo.

"Coronas de diamantes y rubís con finas agujas de platino en su interior para tus pechos, para coronarlos. Que las areolas y los pezones asomen por encima de toda esa riqueza con soberbia. Y lamer la sangre que manará suavemente por tu pecho y abdomen por cada embestida que pegaré en tu coño, agitando violentamente así tus tetas coronadas.
Te mortifico... Te odio y te amo..."

La cabeza de su esposa cuelga del techo tal como le indicó aquel engendro, no la ha descolgado. A aquel ser le acompañaba el olor a descomposición de la carne. La fetidez de la maldad absoluta. Entró en el negocio familiar, saltó con tranquilidad sobre el mostrador de la tienda, tomó a su esposa por el cabello y con un hacha que sacó de la cintura del pantalón decapitó a Batiofi antes de pronunciar una sola palabra.
Como si hubiera entrado... No, simplemente irrumpió en su cerebro, lo obligó a no llorar, a no gritar. Se sintió sucio por dentro, quería lavarse la sangre.
Le bloqueó el alma y el cuerpo en una exhibición de hediondo poder.
Quería evadirse de ese horror absoluto que es estar prisionero en un rincón de tu propio cerebro.
Y prestó toda la atención del mundo a lo que 666 le exigió. 

"Un espéculo bucal de acero con diamantes engastados para inmovilizar abierta  tu boca y follártela."

- Eres Guibor, el mejor orfebre de Tierra Santa. Lee este poema. Quiero que fabriques cada uno de los objetos que enumero. Si en dos semanas no lo has conseguido, decapitaré a tus hijos en la escuela, en hora de recreo, ante todos los primates. Y luego te arrancaré la piel del cuerpo y no dejaré que te desmayes. Pregunta a tu Yahvé, si no me crees.
Y toda la familia os pudriréis de dolor y miedo en el infierno. Y el infierno soy yo.
Y soy eternidad. No habrá descanso a vuestro dolor y sufrimiento.

"Un fino cilindro de plata labrado en basto para llenar tu ano palpitante cuando gozas."

Guibor observa aterrorizado el 666 escarificado en carne viva y siempre sangrante en el antebrazo de Satanás.

"Gruesos cordones de platino ceñidos a tus muslos y sujetos a cadenas y argollas de titanio placado en oro, para que no puedas cerrar las piernas, para que el agua de tu coño corra libre en todo momento.
Pornográfica y suciamente abierta a mí."

- Puedes fundir todo este oro y platino y usar las piedras necesarias. Son viejos tesoros, algunos con miles de años de antigüedad -le dijo 666 dejando sobre el mostrador una vieja mochila de lona repleta de joyas.

"Una pinza de oro en el clítoris para aislarlo y sensibilizarlo. Y desesperes cuando sople en él todo mi deseo y toda la maldad que te ama.
Una máscara de plata esmaltada en negro. Con los ojos ciegos para que no puedas ver los abusos que cometo en tu cuerpo y en tu mente.
Una jeringuilla damasquinada para que el dolor se convierta en libidinosa paranoia. La clavaré en una de las palpitantes venas de tus pechos coronados y la heroína y YO seremos sangre hirviendo en tu coño, pulsando con dureza en tus pezones.
Y yo... Yo me estrangularé el pene con una vieja cadena sucia y oxidada hasta casi gangrenarlo, cuando escupa mi semen en tu boca abierta sin piedad.
Esta es la riqueza y el placer que te prometí. La que te ofrezco con el glande dolorosamente henchido de sangre."

Te quedarás con lo que sobra y tú y tus hijos Idan y Jadash conservaréis la vida. Es el precio de tu trabajo.

La Dama Oscura se golpea el clítoris con cada palabra que 666 recita de su Oda a la riqueza y al placer negro.
Con los dedos separa los labios de la vagina y orina ante los pies de 666. Toma de un clavo de la pared de la cueva un antiguo aro de hierro de una cámara de tortura inquisitorial y lo cierra en el bálano duro de su Ángel Caído.
666 ruge con una ira feroz y con él, hacen coro con bramidos de terror las almas condenadas que padecen eternamente en el infierno; creando así el más espantoso de los coros que cualquier criatura creada por Dios pueda soportar.
Porque las almas temen que un nuevo dolor se sume al  que padecen.
Si pudieran morir...
Toma con violencia la negra cabellera de la Dama Oscura y la obliga a mamársela.
Ella vomita y él eyacula.

Guibor llorando y soportando el dolor de la muerte de Batiofi, se apresura en su trabajo con la esperanza de salvar la vida de sus dos hijos.
A pesar de que Yahvé, mediante el ángel Etienel, le comunicó que 666 los matará y arrastrará sus almas al infierno.
Y Guibor pensó entonces que no tenía otra cosa que hacer antes de morir.
Y en porqué su Dios no los salvará.
La verdad le ha sido revelada y en silencio clama la blasfemia: porque el verdadero Dios es 666.
Su credo se ha venido abajo. Todas las promesas y amenazas que le inculcaron se han quedado tan muertas como los ojos de su amada Batiofi cuya cabeza decapitada se balancea sin ser necesario y su rostro ya putrefacto, parece vivo de sufrimiento.

666 sentado en su trono de piedra, acaricia distraídamente el monte de Venus rasurado de su Dama Oscura que reposa con desidia en sus piernas.

Es la noche del decimotercer día. Guibor envuelve los objetos fabricados y los coloca dentro de la mochila con una Estrella de David rota, bajo la cabeza de su esposa.
Sube a la habitación de los niños y los mata de un tiro en la cabeza. Luego se mete el cañón de la pistola en la boca y es el fin del mundo.

666 sonríe, su encargo se ha realizado con puntualidad.
- Mañana te coronaré con semen, placer y sangre Emperatriz del Infierno, mi oscura puta.
Ella sonríe y aprieta sus muslos excitada.

Siempre sangriento: 666



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

18 de octubre de 2016

666 Reflexión sobre el dolor




Prefacio.

Una reflexión de Gerardo Campani, 19/10/2016.

"...no piden perdón ni clemencia, solo esperan la muerte. Y es que no desearían estar vivos y recordar todo ese dolor." (666)
Casi textual de mi pequeña crónica de las dos semanas de infierno después de mi cirugía. "No aguanto más, déjenme ir, abandono, no me interesa más la vida". Pero todo va bien, aguantá un poco, en unos días te vas a casa. "Abandono ya, me quiero ir ahora." Bueno, bueno, ya pasa, dos o tres días y te vas a casa. "No quiero irme a casa, me quiero ir de la vida, renuncio." Eh, por qué, no hables así... "¿Dos o tres días? Carajo, ¿no saben que en el presente está la eternidad? Tengo acumulada una deuda incobrable, ningún futuro puede pagarme esto."
Así es el dolor. Yo lo sé. Pablo también. El buda lo supo. El mundo es dolor. Las estrellas explotan y presumimos que no lo sienten, aunque quién sabe. ¿Las plantas? Qué sé yo. Los animales sí, seguro, aunque tal vez no puedan presentir la eternidad del dolor. Los hombres sufrimos peor que las vacas degolladas en el matadero. Es así. Que lo narre la bestia o el rey Salomón, tanto da, es el mismo dolor. La literatura es un artificio que consiste en narrar en tercera persona, como Stephen King, o en primera, como Pablo aquí y Poe allá.
Las truculencias de este texto son contingentes, ¿cómo se supone que debe hablar la bestia? Así como habla, claro. No hay que confundirse, ni extraviarse en esas truculencias propias del sujeto narrador, porque ¿de qué va esto? Hay que ver el epígrafe: "Reflexión sobre el dolor". De eso va.

Me saco el sombrero ante semejante muestra de maestría literaria.


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Un filamento de baba une mis labios con el clítoris duro y dilatado de mi Dama Oscura. Me enderezo tras besar su coño.
De mi glande se desprenden pesadas gotas de semen que caen en mis pies y sobre el rostro del cadáver que piso inmóvil, normalizando mi respiración.
El cadáver lo he hecho yo. Mi Dama lo ha conducido hacia mi oscuridad y crueldad por la vía del dolor.
Del insoportable y terrorífico dolor que a vosotros primates, os transporta veloces como una corriente eléctrica a la locura.
Ha caminado seis pasos hasta situarse frente a mí con los genitales despellejados (la Oscura le ha practicado una circuncisión que se ha extendido desde la punta del  prepucio, hasta la base del pene, arrancando el peludo pubis y el escroto).
Avanzando hacia a mí extendiendo sus manos, con el único testículo que le quedaba desprendiéndose, me ha pedido muerte pura, muerte liberadora.
La Dama Oscura es eficaz, conoce todos los puntos de dolor y alguno que ha inventado.
No había nada de raciocinio en él. Sus ojos estaban vacíos de humanidad como sus dedos vacíos de uñas.
Vacío de todo lo que ese Dios maricón le dio.
Y si hay algo que estimule la irrigación sanguínea en mi sagrado y oscuro pene, es el dolor humano.
La respiración agitada de mi Dama Oscura hace oscilar sus pesados pechos coronados por duros pezones oscuros. Con una lascivia inusitada, escupe lenta y ostentosamente el semen que le he vertido en la vagina, contrayéndola con habilidad, como si hiciera lo contrario de parir. Con sus hermosos muslos brillantes de babas sexuales, el semen se escurre por su ano en una imagen de inédita obscenidad en la historia del planeta.
Odiamos la reproducción, de la misma forma que somos muerte y tormento.
Le he colocado al mono en una fosa nasal el cañón de mi Desert Eagle .50 en vertical y he disparado. La parte superior de su cráneo ha desaparecido desintegrando el cerebro en forma de un géiser ultrasónico.
Después he penetrado a mi Dama Oscura encima de la mesa del despacho pisando el cuerpo muerto. Hundiendo mis pies en su carne átona, como una alfombra maloliente y viscosa.
Es importante un buen decorado para el sexo.
El caos de los cuerpos destrozados hace de nuestro acto hedonista, sucio y salvaje un ritual sagrado, una comunión que nos sume en la aberración más satisfactoria.
Dios crea y yo destruyo. Dios llora y yo me meo. Dios los atormenta con sus juegos de maricón, yo les robo su humanidad con el dolor. Dios es un hipócrita, yo pongo las cosas en su lugar.
Dios es homosexual con sus ángeles y condena a los primates que se dan por culo.
Las leyes de los primates, son el reflejo de su hipocresía e ignorancia.
Dios da dolor, le gusta provocar daños y que se le rece para que cesen.
La diferencia es que yo lo hago personalmente, a través de los tiempos y los espacios. Dios es una bola de manteca sin movilidad, yo soy el dolor omnipresente que conduce veloz como una flecha a la aniquilación de la vida sin lugar para la esperanza.
Cuando un primate mira a mis ojos, sabe que va a morir en un instante, que no habrán despedidas y que su dolor no tendrá ningún efecto en mí. Y eso es la desesperanza más infinita, porque no le sirve de nada rezar.
Sabe que Dios no puede salvarlo de mí. Yo despierto los instintos más arcanos y primitivos en el cerebro de los primates, ese pánico, esa certeza de su muerte imparable, es antiguo como su genoma.
Diez minutos de tormento conmigo, equivale a vivir ese instante durante dos vidas. Al minuto que he empezado a trabajarlos, no piden perdón ni clemencia, solo esperan la muerte. Y es que no desearían estar vivos y recordar todo ese dolor.
Yo aniquilo esperanza y vida. Dios solo hace las cosas a medias.
Lo que estoy pisando, la carne muerta sobre la que he follado a mi Dama Oscura, era un juez, el más digno representante de Dios en la tierra.
Los jueces son los lacayos de los primates más poderosos, ergo lo son de Dios.
Su toga rasgada, que deja al descubierto la carnicería en que se han convertido sus genitales, es ahora un trapo lleno de inmundicias.
El simbolismo... Me encanta dejar mis mensajes diáfanos y directos. La ley humana es un trapo con el que limpiar mierda.
Y la ley de Dios, también.
Ilustrísimo Sr. Juez  De Castro y Cardenal, eso dice la placa sobre la mesa de su despacho. Lo elegí al azar, porque todo juez es culpable de vanidad y petulancia. Solo un mal tipo puede ambicionar decidir sobre los actos de otros seres. Son peligrosos los jueces, mala gente. Auténticas víboras.
Más de un primate besaría mi ano por lo que he hecho.
Mi Dama Oscura, se arregla la microfalda de piel negra que apenas le cubre el final de sus musculadas nalgas y se limpia los regueros de semen y orina que bajan por sus muslos. Tira los pañuelos de papel sobre el rostro irreconocible del primate juez.
Y me besa, me mete la lengua en la boca causando de nuevo excitación, aplasta sus pechos contra el mío con descarada voluptuosidad.
Le muerdo los labios haciéndolos sangrar. Ella gime de placer-dolor y se limpia con el dorso de la mano mirándome desafiante.
- ¿Los matamos a todos? -me pregunta con ansiedad señalando las fotos familiares que decoran el despacho.
- Sí, pero primero vamos a cenar, mi Oscura. Tenemos tiempo, mi hermosa crueldad impaciente.
Se levanta la falda de nuevo para mostrarme como se acaricia el monte de Venus hasta la raja de su coño.
A veces temo por ella, que me desespere como ahora y la destroce follándola.
Salimos del edificio judicial sin prestar atención a los policías muertos en el vestíbulo.
Son las  nueve de la noche, mañana antes de las cuatro de la madrugada habrá muerto esposa, hijos y nietos de su Ilustrímo Sr. Juez de Castro y Cardenal. Porque todos llevan el mismo estigma de lacayos de Dios y el poder.
Soy yo el que condena y ejecuta, con decisión y rapidez. Sin diligencias previas.
Todo primate que intente usurpar mi trabajo, morirá. Y su esposa, sus hijos, sus nietos, sus hermanos, sus padres y sus abuelos...
Será exterminada toda su línea sanguínea.
¡ÉL Y TODA SU DESCENDENCIA SE PUDRIRÁ CON UN DOLOR ETERNO EN EL INFIERNO!
Siempre sangriento: 666.




Iconoclasta

15 de julio de 2016

666 y la tentación



-No naciste, nunca exististe.
-Solo eres unas horas de insomnio, una carne triste e inmaterial.
-Eres solo tiempo perdido entre fatiga y frustración.
-Mejor muerto que vivo. Mejor la sangre fuera que dentro.
-Morirás. Lo que sea que queda de ti, morirá triste e ignominiosamente en el Vertedero de los Nadie.
-Una bolsa de basura que roen las ratas.
-Acaba con esta mierda.
-Acaba contigo.
- ¡Acábate!
-Toma la navaja, bebe lejía, respira gas, quémate, lánzate a las vías... Pero acábalo.
-No hay quien aguante tu existencia, si así se le puede llamar a tu respirar.
-Ni tú mismo te soportas.
666 aspiró una profunda bocanada de su habano Cohiba y observó al hombre fijamente, esperando una reacción. La Dama Oscura abrazaba su brazo y observaba con ojos brillantes de expectación acariciando los seises escarificados en el antebrazo, eternamente sangrantes.
El mendigo, sucio, con una barba que negaba sus cuarenta años y le otorgaba los sesenta. Lloraba con una arrugada foto de un niño en su mano.
Los dedos de sus pies desnudos e infectados, estaban contraídos en un dolor constante.
Se encontraban bajo el puente de una autopista y se sobresaltaba cuando un camión provocaba un rugido grave y profundo en la estructura de hormigón y el aire. El alumbrado de la carretera, creaba penumbra amarillenta allá abajo.
El hombre y la mujer lo despertaron en plena madrugada, hace apenas unos minutos.
Y la maldad con un cuerpo más ancho que alto y vestida con pantalones caqui, camisa holgada y botas, hablaba como una serpiente sibilante preñada de veneno. De un odio viejo como la tierra misma.
Hipnóticas, cadenciosas eran sus palabras...
La mujer frotaba obscenamente sus pechos en el brazo que era más grande que sus musculado muslo.
-No puedo, no tengo fuerzas para matarme ni para vivir -le respondió con la voz rasposa. Hacía semanas que no pronunciaba palabra.
666 cambió repentinamente su tono para pasar a expresarse coloquialmente, como si no hubiera existido toda esa malicia susurrante.
- ¿Lo ves, mi Oscura? No sé quien inventó esa patraña de que yo podía convencer con engaños a los primates. Puedo invadirlos y obligar a su cuerpo que haga lo que yo quiera, desplazar su alma a un rincón de su mente; pero no puedo, no quiero, me aburre convencerlos. No soy tentación, alguien se equivocó miserablemente en las Sagradas Escrituras.
El mendigo notó la muerte como un escalofrío en la nuca.
-Sé que debo suicidarme, estoy a punto de hacerlo. Créame, señor.
-Ya es tarde, me he aburrido -respondió 666 con el puro en la boca, mordiéndolo.
Un hilo de baba manchó su camisa.
Como una bestia sedienta.
Llevó la mano por encima de hombro y sacó el puñal clavado en vertical en la carne de sus omoplatos.
- ¿Te lo distraigo? -le preguntó en un susurro al oído la Dama Oscura.
-Sí... Vamos a darle algo de morbo al mono. Que el primate muera sin entender.
La Dama Oscura avanzó hasta el mendigo sentado entre cartones que olían a orina. Se colocó frente a su rostro, con las piernas del hombre entre las suyas y levantó su pequeña falda para mostrarle su vagina brillante y húmeda.
- ¿Quieres lamerme?
Una mano estaba hurgando en la bragueta de sus pantalones rotos y la mujer avanzó su pelvis hasta hacer que sus labios rozaran el monte de Venus rasurado, perfecto, suave...
El hombre sintió algo cercano a la excitación; pero duró un segundo.
666 le cortó el pene con un tajo rápido, no le dio tiempo a reaccionar. La Dama Oscura se situó a la espalda del mendigo sujetando firmemente su cabeza con las manos aprisionando sus mejillas.
666 metió el pene en su boca y le acuchilló los ojos.
La Dama Oscura dejó escapar su orina en la espalda del mendigo que no podía gritar; pero era todo él una convulsión absoluta, casi ingobernable.
-Te he dado la oportunidad, mono de mierda. No deberías haber vacilado tanto - le decía cortando la nariz y las orejas.
-No soy una puta tentación, no tengo que convencer a nadie. Estoy aquí para mataros a todos, primates. Porque sois el error de ese dios maricón. Y al final, lo mataré a él y les pudriré el ano a sus ángeles con mi pene maldito. No quedará nada de lo que un día ese anormal creó.
La Dama Oscura ya no tenía que mantener al mendigo sujeto, se encontraba en estado de shock.
666 acabó el trabajo abriendo la pared intestinal del mendigo y sacando sus vísceras para colocarlas a un lado, perfectamente amontonadas.
Luego, clavó certeramente el puñal en el pecho partiendo el corazón.
-Estoy muy caliente, mi dios... -le dijo la Dama Oscura mostrándole en la penumbra su vagina empapada.
La tomó por su negra cabellera y la obligó a ponerse a cuatro patas, con las rodillas en el vientre abierto del primate. La penetró con fuerza y ella gritó como una hiena en la noche cuando el negro semen hizo regueros en la piel de sus muslos perfectos.
-No soy tentación, mi Dama Oscura. Soy directo, soy la verdad oculta. Soy un acto imparable, soy la decisión implacable. Soy una polla que mata, mata, mata, mata...
-Eres mi tentación -dijo ella arrodillada, acariciando su pene, besándolo, limpiando con la lengua el semen que aún escupía.
La Dama Oscura hizo una foto con el teléfono móvil al primate descuartizado.
-Es para instagram -dijo con voz traviesa, con la falda aún levantada.
Y ambos rieron.
666 conjuró cerrando sus puños con fuerza y volvieron al infierno.
A su oscura y húmeda cueva donde las almas aúllan de dolor desde la creación y jamás tendrán consuelo.
Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

2 de abril de 2016

La vejez de los primates


El viejo avanza lentamente por el camino que bordea el río, con la espalda encorvada.
Lo observo y pienso en la lentitud de los días, en la lentitud y la desidia de Dios y en lo mal que lo crea todo ese maricón. Pienso en mi eyaculación rápida, en mi crueldad ultrasónica y en los tiempos muertos de mediocridad y grisentería.
Pienso en un filo ensangrentado.
De repente, su mano se agita en un intento de atrapar algo: un caramelo se le ha caído de las manos.
Comienza a agacharse para recogerlo del suelo, redoble de tambores.
Redoble de tambores...
Redoble de tambores...
Redoble de tambores...
Tras doblar las rodillas hacia afuera (por lo visto sus testículos viejos e hipertrofiados le molestan) y también el espinazo con desesperante lentitud, por fin ha cogido el caramelo e iniciado la operación de enderezamiento.
Tiempo estimado para el rescate de la golosina: 35 segundos.
Su padre mono y hace decenios muerto, debe estar orgulloso de él.
Observándolo con una torva mirada pensaba en la facilidad con la que le podía clavar mi puñal, rajar la zona lumbar y extraerle los riñones. Usarlo de potro para saltar por encima de su chepa, o simplemente decapitarlo cuando estaba su pecho a 90º respecto al suelo.
He tenido tiempo para pensarlo, desearlo y hacerlo.
He recapacitado en la fragilidad de los primates en su vejez indigna y he decidido perdonarle la vida.
No voy a aspirar su alma vieja de mierda. Me da asco.
Y mi Dama Oscura me espera con sus muslos viscosos, empapados de deseo. Tengo mis prioridades.
Siempre sangriento: 666.



Iconoclasta

17 de diciembre de 2015

666 y los daños colaterales



Mi Dama Oscura observa con ojos brillantes de emoción las convulsiones del niño que agoniza, su padre lo ha llamado Ricardito, tiene once años.
Tenía.
Su expresión es de fascinación, como si sintiera un éxtasis al ver el alma infantil salir libre y sutil con cada borbotón de sangre que mana de la tierna y pequeña yugular seccionada.
Una yugular que yo he seccionado con cierto aburrimiento y apatía no exenta de elegancia.
Amar a los niños en su vida y en su muerte es una pose de ese Dios estúpido que ejecuta sus crueldades pintándolas con una burda capa de fatídica bondad.
Yo le doy motivos para que luzca su infinita e hipócrita misericordia.
Como creó al hombre imbécil, el hombre no se ha enterado aún.
Y es que sus maldades son designios inescrutables, una frase que llena las bocas de los ignorantes.
Y a ella, a mi eréctil Dama Oscura, poco le importa. Solo siente el acto de la muerte con la misma fascinación con la que observa mi glande eyacular sobre las oscuras areolas de sus pesados pechos erectos.
Tal vez sea porque a sus mil años de edad, aún no ha sentido la apatía que da la eternidad.
Mirad si no a Dios el Celoso, el apático y aburrido Nerón de los Cielos, de su cielo de mierda.
El padre sufre un shock traumático, sus dos tibias sobresalen como madera quebrada de la carne que las cubre. Se las he partido con un mazo de acero del personal que hace trabajos en el exterior de su residencia, de un vulgar lujo de narcotraficante. Es el  ministro de interior del país más pobre de Sudamérica. Como todos los presidentes y militares de ese continente, es un corrupto de los que llamo campechanos, de los que no saben que lo son porque no conocen otra forma de gobernar. Se creen prácticamente mesías debido a su aberrante formación católica. De una forma paternalista, ordena matar a cualquier primate que obstaculice sus planes.
Es un quechua bajito y regordete llamado Hernando Montes. Su caro traje no le sienta nada bien. Es un indio sin remedio.
Ha firmado un acuerdo de cooperación con el país vecino, por sus confusas fronteras, para luchar contra el narcotráfico; lo he visto con aburrimiento en un titular. Así que he lanzado el periódico a las sombras y  le he dicho a mi Dama Oscura:
— ¿Te gustaría pasar una mañana en La Paz? Hay un asunto que hemos de estropear. Los torturamos, los humillamos, los desmembramos y nos vamos a comer un charquekan cuando hayamos acabado con toda la familia.
—Me encantaría.
Y ha metido su lengua en mi boca masajeándome los testículos.
Mi puñal insertado entre los omoplatos se removía inquieto mortificándome.
Le encanta salir de esta oscura y húmeda cueva. Le apasiono Yo y sentir el poder de la muerte desinhibida y sin moral que ejercemos sobre los primates.
Hace apenas cinco minutos hemos aparecido desde el interior de la tierra a lomos de mis crueles, que han decapitado a los diez guardaespaldas que vigilan la zona ajardinada de la residencia Montes. Uno de ellos corretea con una cabeza entre sus mandíbulas, de la que cuelga la lengua cárdena en una mueca de espanto y dolor.
Al entrar libremente en la casa-palacio, hemos encontrado al pequeño Ricardito jugando con un pequeño dron en el gran salón con decoración clásico-burdel.
—Llama a tu papá —le he susurrado al oído agachándome a su altura, con las manos apoyadas en sus pequeños y débiles hombros.
El pequeño ha mirado con curiosidad el mazo que he dejado en el suelo y al mirar mis ojos se le escapan unas lágrimas.
― ¡Papi!
Mientras el padre bajaba por la majestuosa escalera de mármol como el palurdo sin clase que es, he tomado al pequeño entre mis brazos, con su espalda en mi pecho, he sacado mi puñal de entre los omoplatos y le he puesto el filo en el cuello.
― ¡Por Dios, no le haga daño! — grita.
― ¿Por Dios, me dices, mono? ¿Sabes lo que dice Dios de los hijos? Te refrescaré la memoria sobre los consejos de Dios.
Y el filo del puñal muerde la piel de Ricardito.
―En tu biblia, el libro Eclesiástico, capítulo 30, sobre la educación de los hijos dice: "Mima al hijo y te dará sinsabores, juega con él y te dará tristeza.", versículo nueve.*
Y el puñal penetró en la carne.
El primer ministro Montes, se detiene al final de la escalera.
― ¡Deja a mi hijo, cabrón! Tengo mucho dinero en mi caja para ti y tu puta.
Me encanta cuando el miedo les hace caer su máscara afable.
― "No te rías con él, para no acabar llorando. Y rechinando los dientes.",  versículo diez ―prosigo con mi lección.
El  filo hiere la tierna y pequeña yugular al cortar cuello hacia la derecha. El pequeño patalea y el padre grita cuando la sangre comienza a teñir su guayaberita blanca.
Yo no siento nada. Si acaso, esa erección que siempre me sobreviene cuando a un primate le arranco la vida.
No puedo evitar una risa pensando en que el primer ministro es tan ingenuamente malo, que ni ante la muerte de su hijo, piensa en todas las familias que ordena matar en los campos de cultivo de amapolas y coca en los que trabajan y que ahora necesita quemar para que desde un satélite los dólares vean que se lucha contra la droga. Yo soy casual matando, muy natural y campechano también.
― "No le des licencias en la juventud ni pases por alto sus desvaríos.", versículo once.
Los niños pequeños mueren rápidamente, se desangran en la mitad de tiempo que un primate adulto.
Apenas me da tiempo a recitar el último versículo cuando el niño ya no tiene fuerzas para patalear.
El padre se lanza contra mí y la Dama Oscura saca una pequeña automática que junto con una daga lleva en el muslo derecho y le dispara derribándolo a medio metro de mis pies. Le ha herido en un hombro.
Su monte de Venus, luce impecablemente rasurado y terso bajo la falda.
Me humedece el glande...
― "Túndele las costillas mientras es niño; no sea que, indócil, te desobedezca.", versículo doce. ¿Lo ve, señor ministro? A los niños hay que tratarlos con mano dura. Es Dios quien lo dice.
Profundizo el corte hasta que los músculos no pueden soportar la cabeza. La sangre mana por su boca. Lanzo el cuerpo inerte de Ricardito contra el suelo, tomo el mazo y le destrozo las tibias al ministro Montes.
La Dama Oscura se tapa los oídos, no le gusta el crujir de los huesos.
Hay a quien le molesta el chirrido de las uñas arrastradas por una pizarra y a ella los huesos. A mí no me molesta nada que sea dolor y muerte.
Apenas se queja el boliviano, el hombro destrozado ya da suficiente dolor.
La Dama Oscura se acerca al pequeño y toca su piel delicadamente cuando aún escupe sus últimas bocanadas de sangre y su delicado pecho intenta aspirar un aire que no llega a los pulmones.
Cuando has matado tantas veces, por la piel sabes cuando se les va la vida. Es un arte que le he enseñado a lo largo de los siglos.
Preferiría masacrar a una familia paupérrima, porque da un efecto mucho más contundente sobre mi maldad y falta de consideración a los primates; pero de vez en cuando hay que dar a las clases altas una buena lección para que ni por asomo puedan pensar que son intocables.
Como ya es habitual en el mundo de los primates, a quien le dan un palo, le dan todos hasta acabar con él. Estos son aquí los indígenas agricultores, con sus muertes van a proporcionar los dólares a Bolivia, bueno, a Bolivia no; a su presidente, al ministro del interior y la pareja homónima del país con el que han firmado el acuerdo de cooperación.
Solo que ahora, el quechua Montes está potencialmente muerto.
Los pobres, a los que obligaron a plantar vegetales narcotizantes en lugar de comestibles, ahora caen bajo las balas de los mercenarios. Pero solo es temporal, cuando hayan recibido sus millones, volverán a obligar a los indios a crear plantaciones invisibles en las selvas y bosques.
Diez mil millones de dólares, eso vale justamente la deforestación de las grandes áreas selváticas y boscosas, donde en un secreto a voces, con discreción hipócrita, se planta opio, marihuana, amapolas y coca. Para llevar a cabo esa limpieza para acceder al crédito, se quema la selva y los cadáveres de las familias que la contienen.
El ministro va a recibir esa inyección económica en varios plazos, conforme se vayan cumpliendo los planes de limpieza de cultivos para la elaborición de narcóticos. Debe aparentar, como requisito, que él y su presidente se interesan por la salud de los jóvenes y adultos de Estados Unidos y los países más ricos de Europa.
Justifican sin problema alguno a su pueblo, que es el precio que hay que pagar para que los hijos de sus hijos un día puedan vivir en un país próspero y libre.
Los daños colaterales, son inevitables.
Yo digo que no los quiero evitar.
Siempre es lo mismo con Dios y con los primates que mal creó: todo es una esperanza para el futuro; pero la absoluta ganancia y satisfacción la agotan ellos en apenas unos días.
La gran obra de la fe es cegar lo que es obvio y vestir el crimen y la mentira con la túnica de los inescrutables designios.
Yo soy la luz, el foco sobre la hipocresía.
Un foco rojo y líquido.
Yo desmiembro con cegadora claridad los cuerpos de los primates. Los despellejo sin fe ni dogmas. Mi verdad son los intestinos desparramados de los monos a los que Dios tuvo el capricho de otorgarles la capacidad de hablar.
Que se merezcan morir o no es algo que no considero. Es mi trabajo, es mi pasión combatir lo que ese dios melifluo creó.
Mis actos, como  los de Dios, obedecen a mi volubilidad y aburrimiento. Os he de matar, es vuestro destino y el mío.
Un destino que dicto a veces a cara o cruz. O simplemente porque me apetece.
A Dios le es completamente indiferente lo que yo haga, él siente piedad por sus creaciones tapando un bostezo con la mano, vamos  por caminos distintos: él la desidia y Yo la pasión.
A veces intercede por las almas de los que por última visión de su vida tienen mi boca aspirando su alma y mis manos hurgando en el interior de sus cuerpos abiertos. Envía ángeles enormes, de una belleza homosexual, que montan su espectáculo piadoso y yo mientras tanto les amenazo de muerte y blasfemo contra Dios. Es un trámite.
Hace un tiempo, destrocé un arcángel en mi cueva y clavé su cadáver en las puertas del cielo. Si no los asesino a todos, es porque simplemente me aburre. Y en el fondo, es lo que desea ardientemente, ser mártires.
Todas las creaciones de Dios son de una previsibilidad deprimente.
En estos momentos, la Dama Oscura está acuchillando al personal de servicio: la cocinera y su ayudanta, las dos criadas que lavan la ropa y arreglan las camas y al viejo que cada día da brillo a los mármoles del suelo, incluyendo a su hijo, que ya tiene casi dieciséis años.
¿Habéis oído ese grito y gorgoteo? Ya no cumplirá los dieciséis.
El arcángel Isdriabel se materializa, me observa desafiante y se arrodilla para acariciar la frente ya bastante fría de Ricardito con un potente cántico tan viejo como yo mismo. Busca su alma, tranquilizando su espíritu que llora desorientado y desconsolado. Observando la escena con interés, enciendo un Cohíba. El ministro de interior gorgojea cosas ininteligibles, con mi pie presiono su cuello sin cuidado.
El ángel llora.
―Solo te permito esa alma, el resto son mías.
―Dios te pide que dejes de matar, Montes ha donado mucho dinero a la iglesia. Ha rezado mucho.
―Que baje Dios, que deje de toquetear a tus hermanos y venga a hacer su trabajo. Ve con cuidado, pájaro cantor, o mis crueles devorarán tus alas y tu cabeza. No serás el primer arcángel muerto.
La pequeña alma de Ricardito se desprende totalmente de su propio cadáver y flota para protegerse tras la poderosa espalda del enorme Isdriabel. Temblorosa, sin saber aún que está muerto. Montes se ha desvanecido por la falta de oxígeno y he levantado el pie de su cuello.
Me acuclillo y le doy palmadas en las mejillas para que se recupere, cuando abre los ojos le meto el cuchillo en la boca y corto desde la comisura de los labios hasta que topo con el maxilar. A pesar de lo que muchos creen, cuando  haces eso, no aparentan sonreír.
Jamás haría algo que hiciera sonreír a nadie. Solo Yo y mi Dama Oscura sonreímos.
― ¡Mi vida, mi amor, mi Ester! Mi hija no, mi hija no...
Una mujer grita en la planta de arriba, casi al mismo tiempo, algo cae por el hueco de la escalera y se estrella sordamente contra el albo suelo de mármol. Es hermosa la sangre en el blanco puro. Y pienso en la indecente y obscena imagen del ángel con las alas manchadas de sangre. Isdriabel no puede imaginar lo cerca que está de la muerte. Aún arrodillado frente al cadáver de Ricardito, lanza su canto potente mirando al techo de la casa con la pequeña alma entre sus brazos, como si pesara. Con un ridículo gesto de padecimiento en su rostro perfecto.
Histriones...
Siente mi inmensa hostilidad, mi paranoia por la muerte de todo lo que habla por la gracia y el efecto de Dios.
Tiene miedo.
Montes se arrastra con gritos hacia su hija agonizando. La cabeza de Ester está pornográficamente deformada por el golpe. Sus cuatro años aún patalean en el suelo de forma caótica por un devastador daño cerebral. Su camisetita de Dora la exploradora se empapa de la sangre que de sus oídos y boca cae al suelo.
Con un pie detengo a Montes.
―Tal vez la debería haber quemado. O envenenado con los herbicidas tóxicos. Tú lo haces ¿te hubiera parecido mejor? Tal vez lo haga con tu presidente.
Atravieso clavo el cuchillo entre el tendón de su talón derecho atravesando la piel y tiro de él.
No puedo dejar de reír, como tiene las tibias rotas, su carne parece goma y no consigo arrastrarlo sus gemelos se estiran y estiran. Montes grita y grita.
Hasta que pierde la conciencia por el dolor, a estas alturas su presión arterial está a punto de hacer reventar arterias importantes.
Así que meto la mano en la cintura del pantalón y tiro de él para separarlo de su hija.
Me arrodillo ante el cuerpo aún convulso de la pequeña Ester y le giro la cara para cubrir con mis labios su boca ensangrentada.
Y aspiro su alma profundamente.
La Dama Oscura me observa conteniendo un llanto desde arriba, con una mano amordaza la boca de Magdalena, la esposa de Montes, con la otra mano retuerce el brazo de la mujer obligándola a mirar el suelo.
La pequeña entra en mí, asustada y temerosa. La envío sin demora al infierno para que sufra eternamente el miedo y la más profunda desesperanza.
El alma de Ricardito grita y el arcángel la consuela sobre su hombro, susurrándole cantos de bondad y esperanza. El melodramático y megalómano Dios los baña con una luz dorada y a mí me suda la polla.
―Dios hace lo mismo cuando le apetece ―le digo a Isdriabel que me mira con rostro derrotado.
― ¡Mentira!
― ¿Acaso tu padre no te enseña como ayudaba a sus judíos? Arcángeles idiotas... Lee Jueces, capítulo 3. Aflicción de Israel. Débora. Versículos 15 al 22. Escucha y arráncate tus alas cosidas con mentiras.
El arcángel eleva el tono de su cántico hasta el punto de que las paredes tiemblan. Yo lanzo un rugido que se sobrepone al ruido del mundo mismo. La furia ha inyectado mis ojos en sangre y los tres seises escarificados y siempre infectados, purulentos, parecen palpitar en mi antebrazo.
― "Clamaron entonces los israelitas a Yahveh, y Yahveh les suscitó un libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita que era zurdo. Los israelitas enviaron por medio de él un presente a Eglón, rey de Moab."**
―Así obra tu Dios, escucha y conoce lo que ese puerco os esconde.
Me enciendo el habano que se ha apagado salpicado por las sangres de Montes y su hija.
La Dama Oscura, desde la baranda de la escalera, aún en la planta superior, desgarra la blusa de Magdalena y me ofrece su sacrificio: clava la daga bajo los pliegue de sus pechos y corta. La sangre se derrama por el suelo para gotear encima de mí.
Sus manos se meten dentro de los pechos abiertos cobijándolas en el calor de la sangre y la carne. La mujer grita tanto...
El habano se me vuelve a apagar, cosa que me intranquiliza.
― "Habíase fabricado Ehúd un puñal de doble filo de un codo de largo, se lo ciñó debajo de sus vestidos, sobre el lado derecho, y fue a presentar el regalo a Eglón, rey de Moab, que era muy grueso."
― ¿Recuerdas esta historia, Isdriabel? O tal vez negáis ésta y otras mil en el fondo de vuestra conciencia hipócrita a imagen y semejanza de vuestro padre maricón?
―Tira a la mona, como a su hija, mi Dama Oscura. Que la sangre se funda con la sangre ―le grito observando desde aquí abajo su vagina perfecta, de labios entreabiertos, excitada y húmeda. Evoco la dureza de su clítoris y me quito el pantalón para que mi erección se expanda en la dimensión de la muerte y la desolación.
― "Cuando terminó de ofrecer el presente, despidió a la gente que se lo había llevado. Pero él se volvió desde los ídolos que hay junto a Guilgal y exclamó: «Tengo, oh rey, para ti un mensaje secreto». Eglón dijo: «¡Silencio! ». Y salieron todos los que con él estaban."
―Ehúd era Yahveh, Isdriabel ―le digo con voz sibilante―. Vuestro Dios misericordioso que dice ser pura bondad, es un psicópata astuto.
― ¡Calla, maldito...
El estrépito del cuerpo de Magdalena  al estrellarse contra el suelo lo deja mudo. La cabeza de la mujer se abre dejando ver los sesos como una excrecencia entre su pelaje negro. Montes, apenas reacciona su rostro es un constante derrame de sangre y su respiración es débil y penosa; pero lo ha visto. Ha visto la muerte de lo que amaba, es lo que importa. Era el fin.
― "Entonces Ehúd se dirigió hacia él, que estaba sentado en la cámara alta, fresca, reservada exclusivamente para él. Ehúd le dijo: «Tengo para ti un mensaje de parte de Dios». El rey se levantó de su asiento."
― "En aquel instante, Ehúd, deslizó su mano izquierda, tomó el puñal de su lado derecho y se lo clavó al rey en el vientre. Incluso la empuñadura penetró tras la hoja, que quedó tapada por la grasa, pues no le extrajo el puñal del vientre Y se le salieron las heces."
―Dios es una bestia de pelaje blanco, tu Dios es una blasfemia en sí misma. La única coherencia que rige su pensamiento es la vanidad más pura. Su absoluta y desquiciada vanidad que todo lo empaña con hipocresía de fe. Él ordena quemar a sus primates en las selvas para que le recen, para que le rueguen por sus almas sin valor. Y él se crece en la muerte de los inocentes cuando hacen misas de difuntos y claman por las almas de sus muertos. Es todo tan sencillo, que defrauda ¿verdad, arcángel ingenuo?
Elevo el torso de la primate madre agarrándola por los pelos y aspiro también de su boca ensangrentada su alma, que no estará cerca de su hija. No tendrá ese consuelo en la eternidad. La Dama Oscura me ha rodeado con sus brazos desde la espalda, haciéndome sentir sus pechos, tomando mi pene y masajeándolo durante mi éxtasis.
Es perfecta, la amo. Aunque no sé si es amar, porque a veces siento deseos de llevarme su cabeza decapitada a mi entrepierna. Intuye ese peligro siempre latente que la excita. Hija de puta... Qué valiente es...
Isdriabel se dobla atormentado como en una náusea y se diluye en el aire con otro de sus irritantes cánticos.
Me obliga a girar su rostro hacia ella y la beso profundamente, la beso hasta sentir que mis sienes ya no palpitan.
― ¿Puedo acabarlo yo, mi 666? ―me pregunta en un ruego ansioso empuñando su daga que señala a Montes.
―Hazlo ―le concedo encendiendo por enésima vez el habano.
Sin cuidado gira el cuerpo de Montes que vuelve a gritar ante el dolor que le provoca cada ligero movimiento. Con la daga corta los pantalones, los calzoncillos y la camisa. Lo desnuda en unos segundos.
En el esternón le practica un corte longitudinal que hace llegar hasta el vientre. Yo fumo tranquilo, se está bien con los gritos y los balbuceos de un moribundo.
Ahora está haciendo espacio para los dedos a la altura de la boca del estómago, cuidadosamente separa la epidermis del músculo a una profundidad y longitud adecuada para sus manos. Me observa con los ojos brillantes de expectación
Yo asiento.
Entonces mete los dedos entre las incisiones que separan piel y carne, para abrir con un tirón violento y seguro los brazos.
La piel de Montes ahora está haciendo de alfombra en el frío mármol. Parece un animal extraño, con membranas a los costados. Los pezones no dejan que la piel quede tersa en el suelo, pero nada es perfecto.
El grito que ha lanzado no ha sido nada espectacular, pero para las pocas fuerzas que le quedaban, no ha estado nada mal.
Mi Dama se desabrocha la camisa blanca y con el torso desnudo se extiende encima del cuerpo ensangrentado, para que sus pechos se pinten de sangre.
Cuando se levanta el efecto es increíble, se luce ante mí y se apoya sobre la baranda de la escalera con las piernas abiertas para que la penetre por detrás.
La penetro y la bombeo hasta que por sus muslos se derrama un semen negro como petróleo. Me insulta con su orgasmo, me llama cabrón, puerco. Me dice que me arrancará mi puta cabeza. Se gira hacia a mí, me rodea el cuello con sus brazos para besarme la boca y desgarra mis labios con sus dientes. 
Todo es sangre, todo es rojo, todo es maldad y poder...
Todo soy Yo.
Y relincho como un caballo de un millón de toneladas, grande como un buque, antes de comerme el alma corrupta de Montes.
Que nadie se crea que la destrucción de las plantaciones y campesinos se va a detener. Eso no ocurrirá, no quiero que ocurra. Quiero todos los males, todos los abusos aplastando a cada primate de Dios. Que las drogas les envenenen a ellos, a sus hijos y nietos. Que se pudran con las narices deshechas, con las venas podridas, tosiendo sus propios pulmones...
Tan solo he expuesto los daños colaterales que se derivan de un acto.
Un asunto meramente instructivo.
―Mi Dama, ¿No tienes hambre? Vamos a comer ese charquekan del que te he hablado. Y luego, si nos apetece, podemos hacer una visita al presidente. Este asunto de la familia Montes ha sido muy breve. El presidente tiene seis hijos, la mujer y dos putas en una casa anexa.
Me mira con una sonrisa arrebatadora.
Y paseamos por las calles de La Paz como dos enamorados ensangrentados buscando un buen restaurante.
Siempre sangriento: 666


Iconoclasta
*: La Biblia. Eco 30, 9-12
**: La Biblia. Jue 3, 15-22