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11 de febrero de 2014

Caída al infierno


Caí hecho mierda por una pendiente sin fin, recorriendo etapas de un infierno cada vez más profundo y absurdo.
Las mil primeras profundidades eran millones de muertos que flotaban difuminados y me acariciaban y extendían las manos para detenerme y que me quedara con ellos, a ninguno le hice caso y seguí cayendo. Las siguientes profundidades o alturas, no sé que eran, nadie me hacía caso, pero los muertos se mordían unos a otros, vivían en un lodo de odio y envidia, seguramente como vivieron. Todos lloraban riendo con la boca torcida, lucían sus carnes rasgadas, heridas sin sangre, carnes rosadas abiertas y las orugas pulsando allí metidas como enormes granos de arroz. Nada que me interesara particularmente.
Al final caí, debieron pasar ciento cincuenta años, o tal vez dos segundos, o tal vez no me moví; pero ciento cincuenta años está bien para mi percepción del tiempo.
Se me rompieron los brazos y las piernas cuando aterricé, al cabo de veinte años se me pudrieron y se desgajaron de mi cuerpo.
Yo deambulaba como lo hacía cuando estaba vivo, sin mirar demasiado, sin que nada me importara más que por un instante. Me arrastraba como un gusano por encima de trozos de cuerpos: extremidades, cabezas, intestinos. Y todos aquellos trozos tenían algo de que lamentarse, los oía a todos, a todos los pedazos y los que estaban enteros.
Yo no me quejaba, solo me lamentaba en mi interior, de que como en vida me ocurría, aquí también tenía que escuchar estupideces que no me incumbían.
El infierno es demasiado ruidoso, parece un mercado de la mierda y la corrupción en fin de semana.
Satanás detuvo mi avance pisándome la cabeza. Y se me escapó la orina por mi desgarrado pene intentando vencerlo para seguir adelante.
Lo último que quería era hablar con un idiota que estuviera de pie, más alto que yo. Soy orgulloso.
A través de sus pezuñas de macho cabrío, en una de las cavernas de las infinitas que habían, se encontraba Cenicienta agachada, espiando por la cerradura de una enorme puerta tosca de madera. Sus dedos sucios de grasa y hollín, se metían en la vulva velluda y sucia, que dejaba escapar continuamente gotas de orina en un suelo de losas de piedra. La puerta se hizo de cristal para quien observaba la escena: se masturbaba llorando desesperada, con frenesí, espiando a sus hermanas que se bañaban felices e inocentes.
A mí me puso cachondo y se me puso dura, me dolió porque el glande estaba gangrenado; pero al dolor, al igual que al desprecio y la indiferencia, te acostumbras con una facilidad pasmosa.
—Vaya vida de mierda has tenido ¿eh?
—Sí, para cagarse en Dios.
—Yo soy un dios.
—Aquí no hay nada que perder. Me cago en ti y en el blanco que dicen que está arriba.
Lanzó una carcajada de milenaria sabiduría y sarcasmo.
No me impresionó. Ni vivo ni muerto recuerdo que haya habido algo que me impresionara demasiado.
Así que continué hablándole, cuando sé que no tengo nada que perder soy especialmente agresivo. Soy digno.
—Tampoco eres para tanto. Me suda lo que me queda de polla que te rías. No voy a reír contigo, a menos que me regales unas piernas y unos brazos para separarme más de toda esta mierda condenada que se lamenta continuamente frente a mis narices.
— ¿Y con qué me pagarías?
—Prestándote atención alguna vez, como si me importara que me hablaras, eso es bueno para tu orgullo. Porque lo cierto es que no tengo brazos ni piernas y me suda la polla lo que te rías, quiero decir que es el menor de mis problemas. No seré amable, no seré paciente y no reiré de mierda porque ni tú, ni dios, ni un bebé de meses me hace puta gracia. No te vayas a creer que he aprendido algo mientras caía en este estercolero.
No respondió, levantó su pezuña hendida y me partió la columna vertebral; quedé inmóvil sin posibilidad de arrastrarme, la cosa empeoró notablemente. Mis ojos solo veían un cráneo aún con carne pegada aleatoriamente (mi olfato no había perdido efectividad, joder) por cuyas cuencas entraban y salían koalas y osos panda en miniatura con trocitos de carne blanca y gelatinosa entre sus garras.
—Hablas poco y mal, Iconoclasta —díjome un tanto irritado.
—Hace mucho tiempo que dejé de hablar, me limito a afirmar o negar. No es conversación, no espero respuesta. Yo digo y otros escuchan, es así de sencillo.
—Dime: ¿Qué crees que te espera?
—Desaparecer evaporarme. De alguna forma, lo malo y los finales los consigo con facilidad. No estaré mucho tiempo aquí —le dije intentando levantar mi cabeza; pero solo conseguí mirar su pezuña moviendo los ojos hacia arriba.
—Eso no va a poder ser, esto es la eternidad.
De repente me sentí cansado, muy cansado y con ganas de cerrar los ojos, pero mis ojos no se querían cerrar, no podía descansarlos y mucho menos dormir.
—¿Me entiendes ahora? ¿Alcanzas a vislumbrar el infierno ahora?
Habían pasado trescientos años desde que me partió la espina dorsal y yo me mantenía en el mismo lugar. Mi único amor me besaba y se clavaba a mi pene acuclillándose sobre mi vientre, cubriéndome con un manto de cariño y humor sexual que yo le devolvía con un semen que se derramaba entre nuestros pubis con los cuerpos tensos por las descargas del placer. Blasfemábamos con cada riada de placer... Cuando yo era joven, cuando ella aún vivía también. Es lo que veía entre las patas de Satanás, en una de las múltiples cavernas, reflejado en negras piedras donde algo se movía inquieto. Yo no podía por menos que llorar.
—Eso  es lo que no volverá, esos recuerdos es lo que acaba con toda posibilidad de esperanza a aquel que se arrastra por este lugar —decía mientras defecaba y sus líquidos excrementos salpicaban mi rostro.
Vomité algo, que me ardió en la garganta y el sabor a óxido de la sangre invadió mi boca. De cabeza para abajo estaba desapareciendo, vomitaba mi cuerpo.
—No te preocupes, siempre habrá algo de ti en el infierno para que puedas seguir sintiéndote enfermo y triste, nunca acabarás de desaparecer del todo.
Llevo tanto tiempo en este lugar que tengo la sensación que no me quedan intestinos, aunque no los necesito, siempre se siente uno mejor con ellos.
Echo de menos caminar.
Satanás ha desaparecido, o desapareció hace doscientos años, no lo sé.
El cielo es de color azul oscuro, la tierra es roja, tan roja como caliente. La piel arde sin piedad. Hay que fijarse en los detalles, en las sórdidas imágenes que decoran el infierno. Sea o bueno o malo, hay que observar y olvidar que la muerte es un fuego que no consume y acaba lentamente con la razón.
Mahoma grita en un idioma que no entiendo, pero está blasfemando contra Alá; sus calzones están sucios de mierda y sangre, los lleva a la altura de las rodillas. Intenta meterse el extremo de una media luna, intenta metérsela toda por el ano; pero no deja de sangrar cada vez que se sienta con fuerza sobre la afilada punta.
Debe haber sesión de videoclips teológico-fetichistas, porque Buda toca el pene de un niño de cinco años y suda copiosamente intentando acariciar su propia picha enterrada en grasa.
—Hay más, es como la pornografía para los humanos: primero ofende, luego excita y al final aburre, porque te das cuenta de que todos la meten igual, todas la chupan igual. El infierno es la amplificación de la vida, simplemente más de lo mismo; pero sin los ratos felices —me dice Satanás en su  periódica visita de cada cien años.
Sigo pensando que hace tan solo unas horas que he muerto.
Intento mirarlo a la cara, pero mi cuello no puede doblarse tanto.
—¿Me puedes sacar esa rata que ha hecho un nido en mi nuca? No puedo rascarme y me da comezón.
—¿Es todo lo que se te ocurre pedir?
Observo sus pezuñas hendidas doblarse y se agacha, toma mi mentón con el dedo índice y me obliga a observar como se come una rata con su quijada de cabra chascando los dientes. Lo cierto es que no me picaba la nuca, el hecho es que no siento absolutamente de boca para abajo. Lo que quiera que quede.
—¿Si te diera extremidades no te gustaría estar con ellos?
Y lleva mi mirada hacia unos escenarios, tan vívidos, que siento los olores, capto hasta las miserias que corren por las venas de todos esos personajes.
Thor sodomiza a Odín con el mango de su martillo. Las valkirias se frotan sus sexos abriendo desmesuradamente sus piernas, coño contra coño. Odín llora de vergüenza cuando Satanás mete su lengua de cabra en su oreja y Thor muestra un pene pequeño y arrugado que no puede usar.
—Eres un astuto, Satanás. Tus hologramas son perfectos, pero posiblemente tan falsos como este infierno y como yo mismo.
—Idiota... —me dice al tiempo que desaparece.
Y ahora escupo mis dientes podridos, estoy tan cansado que no puedo ni alzar el cuello sin sudar, sé que algo corre por mi espalda, algo que me agita. Y hasta mi cara se acerca una abeja grande que empuja su aguijón peligroso contra mi globo ocular derecho. Me dan asco los insectos, me da miedo el dolor que podría provocar. La pezuña de Satanás la aplasta.
—Este mundo es hostil, afortunadamente. Siempre hay algo dispuesto a martirizar. Me debes tu ojo. Entiéndeme, no soy bueno, si pierdes tus ojos, debería conectarme a ti para llenarte de toda esta mierda y tengo demasiado trabajo para perder el tiempo.
Jesucristo está besando la boca de Pilatos, profundamente, con su espalda despellejada por los latigazos, mete la lengua en la boca del romano y ambos se acarician los genitales.
La verdad es que siempre pensé que podría ser así.
Yo tenía un hijo que jamás hubiera pensado como yo, él estaba a gusto con la vida, no era un renegado como yo. Como lo adoraba y lo adoro. Qué suerte que no se pareciera a mí y no hubiera toda esta mierda en su cabeza. Seguramente, a estas alturas está muerto y no está aquí.
Jesucristo está clavado en la cruz, ya muerto. María Magdalena acaricia la avejentada y gris vulva de la virgen María para consolarla de la muerte de su hijo a los pies de la cruz. María gime de placer avergonzada y la orina del nazareno las riega como una ducha dorada.
—Eres un genio, la meada es una obra maestra, cabrón. Eres un figura —grita Satanás entre carcajadas Satanás alzándome en brazos —. Sabía que tenías potencial, cabrón Iconoclasta.
María y Magdalena nos observan con miradas tímidas y avergonzadas, sin poder dejar de tocarse.
En el pesebre de Belén, tras el buey y la mula, María está arrodillada encima de un montón de estiércol haciéndole una mamada a José, que tiene su cabeza entre las manos para marcarle el ritmo.
El buey está excitado y su pene yace entre la paja sucia, cubierta la carne desnuda de garrapatas, la mula lo observa con indiferencia.
El bebé Jesús llora pataleando entre excrementos con su carita sucia. Y se calla y se calma cuando le ofrece oro un rey que pasaba por allí.
Consigo darle algo de interés al infierno, si es verdad lo que dice Satanás.
—Esto es una obra maestra, Iconoclasta. Te voy a dar piernas y brazos, te voy a devolver tu físico. Continuarás aquí por toda la eternidad. Serás el encargado del castigo y mortificación de los que mueren por bondades y creencias religiosas, eres bueno, hijo de puta. Castígalos, que vomiten, que se deshagan en heces viendo su fe convertida en mierda.
Y desde hace mil años ya sonrío. Puedo evocar a mi amor, a mi hijo y algunos momentos que valieron la pena en mi vida sin sentirme perdido, sin la necesidad de consolarme; pero por encima de todo, me siento bien con este trabajo. Nací para morir y caer aquí. Me gustaría ahora que quien en su día me amó, viera lo feliz que soy.
Porque sonrío y la eternidad es mi sorpresa, mi gran triunfo. Valió la pena una vida de mierda para llegar al triunfo total.
Los condenados aúllan, Pinocho se ha encontrado con su creador y le ha metido su enorme nariz en el culo. Los bebés corruptos, se agitan en el suelo como gusanos ante algo que no comprenden pero les hiere: un bautismo con ácido les deforma los rostros. No crecerán jamás, y en los próximos cien mil años, no quedará absolutamente nada de la inocencia con la que murieron.
Sigo con mi trabajo, en la sección de mujeres musulmanas con clítoris extirpados, tengo una sesión maratoniana de sexo con crucifijos y navajas de afeitar.
Y así por toda la eternidad. Mi eternidad, mi mundo, mi paraíso.
Nos veremos aquí, crédulos y santones, os espero con impaciencia, mi imaginación no tiene límites, no se acabará nunca, como vuestro tormento y vergüenza.
Es hora de morir, venid a mí.








Iconoclasta

El sociópata perfecto, en Binibook

El sociópata perfecto.




28 de enero de 2014

Mis recuerdos, mi tesoro


Son pequeñas bombas que van estallando en mi cabeza. A veces detonan sin causa aparente creando una reacción en cadena. Una triste y melancólica fisión neuro-emotiva.
Es posible que la muerte esté cerca; cuando uno piensa mucho en sus recuerdos, es que se presiente el final. Es un examen de conciencia inevitable que ha de juzgar de si ha valido la pena vivir. Estoy convencido de ello, lo he experimentado, lo he sentido en los que han muerto.
Los duendes del pasado lejano y reciente detonan una mina situada en lo profundo y olvidado del cerebro y un torrente imparable de imágenes y de emociones colapsan mi sistema nervioso.
Pierdo un latido y muero un segundo.
Contengo la respiración porque el torrente de emociones me ahoga, me asfixia deliciosamente, narcóticamente...
Me tiemblan las manos porque las emociones son descargas potentes de nostalgia.
Un solo cigarrillo no basta para diluir en humo todas esas tristes alegrías que han muerto en el tiempo.
Cierro los ojos y los oídos al mundo para revivir aquello, para alargar una mano y tocar las emociones que maltratan mi sistema nervioso. Es desesperante, porque están ahí dentro y no puedo tocarlos, no puedo acariciar a mi hijo bebé, como no puedo dar la mano al hombre joven que fui y que me convirtió en lo que soy.
Me arañaría el cerebro para pringar mis dedos de esas emociones, como los pringo en el coño de quien amo. Mas los recuerdos son cadáveres de luz y color que se mantienen preciosos en mi cabeza, son mis tesoros: intocables y no pueden resucitar. No se les puede aplicar el desfibrilador para que vuelvan a vivir; solo se pueden añorar.
 En cada uno de ellos, estoy yo muerto, sonriente y fuerte; mi hijo es un delicioso cadáver de bebé de ojos azules, y un adolescente alto y musculoso en otro instante, los cuerpos de mis recuerdos son hermosos.
Ahora son diferentes, son más bellos y perfectos porque aún están vivos, se pueden tocar y por ello no hay tristeza, solo franca alegría.
Pero malditos recuerdos traicioneros...
Yo quiero morir así: intentando no llorar hacia fuera con esas tristes alegrías pasadas, con toda esa melancolía que me haga olvidar que ya no puedo respirar, que no debo respirar.
Que se pare el corazón en ese instante de triste belleza.
Quiero morir bien, porque he vivido bien. Con tal intensidad que mi pene estará erecto sin saber por qué, pobre pene... Siempre ha sido un buen compañero, aunque sea idiota.
 Tengo recuerdos de él, de su primer coito, de la primera mamada, de la primera masturbación, las primeras erecciones, tan extrañas, tan placenteras... Nada de lo que avergonzarse.
Es bueno, no puede hacer daño morir ahora que todo está bien, que el balance es positivo.
Da miedo la vida y apostar por más años y que el inventario pueda dar negativo; no quisiera morir así: triste y sin melancolía. Sin razones para sentirme satisfecho de lo vivido y sentido.
Un viejo video musical golpea como un ariete contra la barrera que pongo a las lágrimas. Me arrastra a evocar momentos felices. Los tristes están allí escondidos, son a prueba de bomba, para que no estropeen lo más hermoso. Mi cerebro es tan eficaz, que lo echaré de menos durante esa fracción de segundo que sabré que estoy muerto.
No quiero soñar, quiero cerrar los ojos escuchando la música y dejarme inundar, hasta sentir que lloro, que mi fortaleza no pueda evitar que las lágrimas salgan al exterior.
No quiero dormir, solo quiero cerrar los ojos y hundirme en mis recuerdos aunque duela, abrazarme a ellos y morir sin darme cuenta, siendo yo aquel, siendo yo un tiempo pasado y ya caduco.
Si sigo viviendo, crearé más recuerdos y no quiero más por hermosos que sean, porque duele la vida pasada, duele la belleza y la alegría que ya murió.
Es una putada, dios. Lo hiciste todo tan mal... Hasta tú te hiciste mal a ti mismo.
Yo soy dios y un tanto crítico conmigo mismo.
La alegría se acumula como el mercurio en el organismo, y los recuerdos anulan el tiempo y la perspectiva, es posible un viaje al pasado. El tiempo se fractura entre el pasado y el presente y crea solo una desconfiada incertidumbre del futuro.
Tengo miedo a esa nostálgica tristeza y a la vez busco el momento del silencio de mediodía cuando la comida se asienta y el organismo se relaja, cuando las defensas mentales se hacen permeables a los sentimientos y las bombas-recuerdos detonan sin piedad en esa preciosa semi inconsciencia de la tarde. No quiero recuerdos que me hacen débil y aún así, alargo la mano para tocarlos y acariciar el pelaje brillante de Bianca, la doberman llorona; de Megan, el gremlim; de Falina, la escapista; de Atila el bravo y desobediente; Demelsa la llorona...
Animales queridos...
La voz de mi padre, potente, perfecta, firme...
La alegría de mi madre, su amor avasallador y su orgullo de que caminara a su lado de pequeño y de viejo.
Ellos ya están muertos, solo hay alegría triste, solo hay momentos de un cariño inenarrable.
Las charlas, las travesuras e ilusiones con mis hermanos en toda su historia: niños, adolescentes, hombres y mujeres...
Esas charlas que no han acabado y hay otras por iniciar. Somos y seremos, pero lo pasado es tan hermosamente nostálgico...
Cuando esos recuerdos se convierten en drama, la melancolía desaparece instantáneamente. Porque mi cerebro es eficaz y no permite el trauma. Solo es un ejercicio, una práctica que me prepara a la muerte; una lección que me enseña a no tener miedo porque todo se ha hecho, porque mi vida está saturada de recuerdos tan bellos que son tristes por su condición de impalpables.
Eternas y orgánicas son las emociones que inocularon en mi sangre.
No me gusta ese momento en el que mi cerebro decide cortar el suministro de nostalgia: sin previo aviso me deja abandonado en el presente, sin siquiera un "hasta luego".
Es hora de morir, o tal vez no, pero no hay miedo. Está todo hecho, he hecho lo que debía, porque no hay nada de lo que me arrepienta.
El vídeo de U2 avanza tierno, mostrando un desfile de alegrías y esperanzas, sincronizando mis emociones  mientras Bono canta a la cosa más dulce.
Pero no saben hasta qué punto es dulce, y por lo tanto adictiva.
Como el olor a nafta del gas que sale con un relajante siseo del fogón apagado de la cocina.
Podría fumar si no fuera por el gas, pero es un detalle sin importancia.
Hoy no será efímera: hoy será eterna la felicidad de mi nostalgia, hoy moriré con ellos. Mi cerebro no me arrancará de esa historia mágica que hay en mi pensamiento. Detonaré todas y cada una de las minas de emociones que están sembradas en mi cabeza, con la absoluta tranquilidad de que no volveré al presente y sentir la pérdida de lo que una vez fuimos.
Los cerebros se cansan de crear emociones y acumularlas en el pensamiento, pero gestionarlas es responsabilidad del dueño del cerebro y no sé donde guardarlas ya.
Digo yo que es un aviso para acabar ya con la vida. Y la vida debe ser como el dominó: quien acaba antes sus fichas, gana.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Es imposible no sentir tristeza por lo que una vez viví, por lo que sentí.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Son irrecuperables imágenes. Y ahí radica la profunda tristeza de lo pasado, de lo muerto.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Un beso y un abrazo a mis recuerdos, os quiero y no me arrepiento de haberos creado y atesorado hasta el umbral mismo de la tristeza.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
A vosotros, mis recuerdos, os debo lo que soy, os debo la vida y la felicidad que me causa esta melancolía, porque lo malo quedó desterrado en algún rincón oscuro de la mente.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Soy vuestra creación, mis entrañables recuerdos.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Moriré satisfecho de todo lo que hay en mi cabeza, de todas esas imágenes y emociones.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Fantasmas de seres vivos y muertos, dañaría mi cerebro para poder tocaros.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Ya tengo bastante emociones para la eternidad si existiera.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Si fuera más débil lloraría también por fuera.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Recuerdos: sois mi vida, sois yo, y yo soy vosotros.
¡Oh oh oh, the sweetest thing!
Os quiero con toda mi alma por haberme llenado de vida y vida y vida...
¡Oh oh oh, the swe...








Iconoclasta

26 de enero de 2014

Vídeo del Tractatus de Iconoclasta

Desde aquí, por Hilda Breer.

Nuestra querida amiga a y colega, ha tenido la generosidad de enviarnos un relato erótico para que lo colguemos en nuestro blog.
Gracias por el detalle, Hilda.
Que disfruten la joyita.

La Adela de siempre... Todas esas mujeres en ella, la Adela santita y la cochina...
La Adelita que canta rancheras, la Adela que limpia el piso  bien arrodillada, pa que le vean el trasero. Esa mujer de tantas facetas tiene una gran falta. Una falta que no podrá corregir jamás.
Ama a un tipejo algo libidinoso y con espíritu de machito en celo, con su pija siempre en erección aunque siempre lo disimula, completamente cubierto como monje franciscano: hábito marrón desteñido con la falda muy amplia para que las féminas no se asusten de un bulto extraño cuando la verga  comienza a pararse ¡descomunal! 
Cosa que él no puede evitar y debe confesarse con el padre superior, que cuando escucha las confesiones del cura, maldice en silencio al diablo que lo tienta, parándole la verga de tal manera que no puede salir enseguida del confesionario para irse a la sacristía, donde hay una monjita que se ve bastante buena y él debe bajar los ojos para que ella no se dé cuenta de su lamentable estado.
Pobre tipejo el de Adelita, siempre sufriendo, siempre escondido detrás de un árbol o una puerta entreabierta para espiar a cualquier fémina que esté vestida o desnuda, o en el baño ¡lavándose la chucha!  ¡Uy, eso si que es excitante!
Una chucha enjabonada  y la mano de la dueña  pasándosela  por esos lados, lentamente porque no solo se limpia la rajita sino que se acaricia el botoncito rosado
¡Mmm... Qué delicia!
El tipejo se puede pajear con toda tranquilidad pero debe tener cuidado de no gritar cuando largue su leche en la mano para no dejar rastros en el piso...
Y escribiendo esto, la Adela decide recostarse en la cama y...
Lo demás no es necesario de contar. Mejor imaginarse la escena...
¡Mmm... Ricooo!

18 de enero de 2014

No es soledad


Hay gente llorando su soledad entre sus amigos, familia e hijos, y también clama por tener una vida maravillosa que tal vez con unos cuantos millones de la lotería pudiera ser factible.
No lloran su soledad, lloran su frustración.
Es un error sintáctico bastante común.
No saben que se equivocan con la palabra y confunden el sentimiento, no lo hacen de mala fe, pero no ayuda a mejorar su ánimo; cosa que me importa exactamente lo mismo que la migración de las mariposas monarcas y el vuelo sincronizado del ibis. Simplemente soy vanidoso y me gusta lucir mi sabiduría.
Sé que no soy Coelho; pero para lo que me pagan, que le den por culo al optimismo y la esperanza. Tampoco tengo interés en ayudar a nadie.
The Secret es un libro al que recurro frecuentemente cuando el portarrollos de papel higiénico está vacío. Odio el papel satinado para limpiarse el culo, no recoge nada.
Es un error lingüístico común confundir la sensación de soledad con la frustración de un montón de decepciones y vanidades insatisfechas.
La cuestión de mis errores es algo con lo que puedo vivir; hablando en plata, me suda la polla lo que me equivoqué.
La frustración es uno de esos efectos colaterales que comporta la vida, no mata, puedo vivir con ello también. Y la muerte no hace ángel a nadie; así que una vez cadáver no me preocupa si dejo o no un buen recuerdo, así que jamás me siento solo. No quiero ser un Gran Yoda flotando en una nube blanca asesorando psicológicamente y ofreciendo paz de mierda a un maníaco depresivo.
Lo que me hace deliciosamente solitario y en lugar de llorar soledades o frustraciones, mejor me las meto en el culo junto con mis vanidades insatisfechas y sigo caminando.
Porque aunque desafortunadamente nunca estamos solos, lo que sí es cierto es que el movimiento se demuestra andando.
Da gusto tener una ley física a la que aferrarse y no un montón de frustraciones que acunar entre los brazos en compañía de seres perfectos que jamás existieron ni existirán.
Las cosas no son tan complicadas: si estás solo te haces una paja y si estás acompañado follas.
Si no es perro es perra y si va con faldas bien podría ser un travelo (a veces las cosas se complican por cuestión de vestuario nada más).
Los seres humanos no son tan complejos como se creen o sueñan. Son más simples que una pelota.
Así que como hizo mi madre querida antes de morir (y los japoneses también son aficionados a ello con sus suicidios), me meteré cualquier cosa que encuentre en el culo y a seguir jodiendo la vida como ella me jode a mí.
Por lo demás, fumo.
Buen sexo.









Iconoclasta

8 de enero de 2014

Biominerales


Somos básicas representaciones de lo mineral y lo biológico.
Lo biológico se corrompe en las sábanas: manchas de fluidos que llevaron en algún momento vida.
Lo mineral es efímero, la dureza de los materiales: de sus pezones duros y erectos, de mi pene en ese instante inquebrantable.
Podríamos representar más cosas: el pensamiento y el puro instinto, las emociones y la muerte: pero cuando la razón se disipa, como si de una nube tóxica se tratara, solo importan los restos y la dureza de los elementos. El resto de consideraciones solo obstaculiza y retrasa el placer.
El hedonismo es el único paraíso probable de lo humano, de lo poco humano. Es la vanidad más desinhibida, sin bendiciones ni maldiciones.
Fuimos paridos para la cópula, para el placer. Otras obligaciones no son culpa nuestra, ni responsabilidad.
Un vómito de semen que sale de un trozo de carne en barra, una raja trémula destilando un humor blanco.
La lengua que todo lo lame...
No hay nada que sentir, los jadeos nacen de las entrañas sin cerebro, los sexos tienen su propio sistema nervioso, las mentes están lejanas, no hay mentes. Solo el sordo chapoteo de la cópula, los estertores del placer.
Un follar lacónico, mecánico. Lo único que somos capaces de desear con la suficiente fuerza como para hacerlo realidad.
Porque el pensamiento y la emoción matan el placer y matan la animalidad. Diluyen los minerales y hacen virus de los fluidos. El pensamiento humano lo destruye todo.
El pensamiento es erosión.
Dos piedras follando, dos piedras cubiertas de pequeños vestigios de vida.
Líquenes como pieles...
No se piensa cuando se penetra, no se duda cuando se abren las piernas para recibir ese mineral carnoso y lubricar la lítica dureza.
El amor se queda flotando como una deshilachada nube de humo y los crucifijos cuelgan cabeza abajo ante los biominerales que follan. Como un castigo a los dioses por haber hecho mal las cosas con las mujeres y los hombres. Las oraciones son blasfemias regurgitadas en las cumbres del placer. 
Los biominerales se olvidan que existe la humanidad cuando respiran rápidamente tras el derrame de líquidos, podría reventar el planeta y ellos seguirían sintetizando el placer que han conseguido.
Soy una piedra, soy algo que se hunde en el agua sin gritar cuando se ahoga, soy una boya que flota indolente en el mar, un mojón en el camino con el único fin de ignorar todo aquello que no es placer.
Soy un tumor de mí mismo, encapsulado. Un cáncer que anula el pensamiento y cualquier emoción.
Soy el reservorio de la indiferencia y el deseo no humano de meter mi pene en su raja de suave talco (el mineral más blando, el más fragante).
Soy una roca que suda y que escupe a la vida, sin odio ni pasión. Porque lo único que existe es joder.
Las piedras no mueren nunca, estamos ahí, esperando que alguien nos pise, que alguien nos joda. Esperamos ser instrumento de caza, defensa y muerte.
Somos los híbridos entre lo animal y mineral, los biominerales somos un coño y una polla que se deslizan y penetran sin importar dolor, muerte, vida o amor.
Miles de años de evolución, asco y aburrimiento nos han formado. 
Litos y Eros... Ni siquiera esa romántica combinación somos.
Y dormimos abrigados por el musgo y la defecación que llueve de lo humano sobre nuestros simples compuestos.
Es una suerte haber nacido híbridos, somos lo mejor y lo peor, sin términos medios, sin grises.
Somos negro y blanco.
Dureza y determinación.
Un día fuimos pecado, ahora somos únicos.









Iconoclasta

28 de diciembre de 2013

De padre a hijo


¿No te das cuenta de los pequeños detalles? Esos pequeños pájaros que ayer no estaban, son la prueba de que es un día diferente. No te falla la memoria ni es un sueño.
La muerte marca el tiempo y el tiempo se escurre entre los dedos mientas esperamos. Entre muerte y muerte solo hay un suspiro, una ráfaga de color.
Una rata aplastada y unos pequeños intestinos que parecen de juguete se entrevén a través del humo del tubo de escape de un coche que se aleja veloz buscando más ratas. La muerte y el tiempo, existen, son palpables, se pueden tocar ambos.
Si esos detalles no son perceptibles a tus ojos cansados porque los confundes con una alucinación; ve a un hospital, observa detenidamente a los moribundos, fotografíalos (no pidas permiso para ello, no les preocupa otra cosa más que aspirar otra bocanada de aire). Toma tu tristeza y vuelve a tu madriguera a esconderte de tanta vida y luz.
Imprime las fotos y espera fumando que pasen veinticuatro horas.
Vuelve al hospital y compara las fotos. Verás que esos seres han empeorado y verás también camas vacías donde antes agonizaban.
Verás ataúdes oscuros y blancos con seres dentro. Fotografíalos es un precioso contraste.
¿Ves ahora que los días pasan? No estás maldito, no tendrás jamás esa suerte. La magia no existe.
 Confórmate con saber que el tiempo avanza y el semen  que hoy derramas observando toda esa muerte, es distinto del que ayer escupías observando los pajarillos que envenenaste.
No llores más en tu oscuridad, si no crees que el tiempo pasa, cree en la muerte y aférrate a ella como si fuera el caballo que te salvará la vida en un desierto.
No envenenes pájaros, no sigas ahorcando gatos o apaleando perros.
Mientras asesinas niños, la muerte actúa en otros lugares y puedes morir en cualquier momento. No malgastes tiempo y energía.
Ya hay suficiente muerte en el planeta. Tanta como para que puedas eyacular cuatro o cinco veces al día. No hay que desesperar buscándola. Observa a tu alrededor. La ansiedad nubla la visión y esconde detalles de dolor que puedes gozar.
No busques  emociones que no existen en exóticos parajes que tampoco existen. La metafísica del hastío y la monotonía se combaten con la pragmática muerte. La vida es solo un rodeo para evitar la nada.
Todas las células del cuerpo piden vivir y no podemos hacer nada sin un tremendo esfuerzo por dejar de respirar y ese tipo de esfuerzo, está vedado a los fuertes. Solo es para los deprimidos cuyas células también lo están. El suicidio es un cúmulo de debilidades, no tienes esa suerte tampoco.
El suicidio es un azar de emociones, como lo es este planeta creado por una serie de errores y azares.
Así que toma aire, acaríciate las sienes y respira profundamente ante el último aliento de los demás.
Tu degeneración es tu desdicha; pero también marca la diferencia con los otros. Es mejor ser alimaña que vulgar. Es mejor eyacular ante la muerte que en un coño muerto e insípido. Aunque la piel de ese niño aún esté caliente y su sangre aún no se haya coagulado en torno al agujero por el que le has sacado el corazón, estás en un tiempo muerto.
El tiempo pasa mientras otros mueren y no lo gozas.
Debes optimizar los recursos que te ofrece el planeta.
No mates más, porque pierdes el tiempo, solo has de mirar y acariciarte hasta vomitar de placer.
El tiempo y la muerte van tan íntimamente ligados, que la experiencia se convierte en agonía. Todos los recuerdos del mundo son tristes, sean cuales sean.
No se dan cuenta, pero el recuerdo es una muerte, todos...
El tiempo y la muerte es un bebé de dos cabezas.
Tal vez llegue pronto tu muerte, si se diera el caso, excava ya tu propia tumba para que no te entierren junto a ellos. Es importante morir como has vivido: solo y con la mente podrida.
Cava cerca de casa, que te puedas arrastrar al ataúd como el gusano que eres cuando sientas que el corazón se te ha partido, cuando la sangre se mezcla con la orina y vomitas trozos de hígado.
Todos sabemos cuando vamos a morir, arrastra pues tu degeneración y que nadie sepa que un día exististe.
Vamos, hijo, no hagas que me arrepienta de no haberte devorado cuando naciste.
Papá que te ama.










Iconoclasta

21 de diciembre de 2013

Semen y perdón


Yo practico la expiación y provoco la de mi amada.
Si Cristo expió los pecados de la humanidad, yo expío los de ella, mi propiedad, y los propios con cada una de las venas palpitantes de mi bálano.
Nuestro hijo será un cúmulo de pecados y nacerá maravillosamente culpable de nuestros miedos, goces y perversiones.
Si Cristo escupe sangre en la cruz, yo eyaculo sobre la faz de la humanidad e impido la resurrección de los muertos.
La sábana sagrada conserva la efigie y la piedad del nazareno. Mis sábanas conservan el acre olor del esperma endurecido. Entre ellas jugará nuestro hijo para purificarse, como los cristianos mojan sus cabezas para lavar las miserias con las que nacen.







Iconoclasta

13 de diciembre de 2013

Juguetes playlegoidiotas


Estaba viendo la televisión infantil, cosa esta que es un mal necesario por el que has de pasar cuando tienes hijos o cuando estás en compañía de niños. No es malo siempre y cuando puedas luego desintoxicarte con una película violenta y sangrienta o con una porno aunque solo la mires durante apenas un minuto, porque una vez has eyaculado se inhibe la libido y piensas en fumar que dura más y te pringas menos.
Ya estaba divagando con mis lácteas aficiones.
Mientras veía en la emisora de televisión de pago algo de Pocahontas (india asexual que no me excita en absoluto), pasaron un bloque de anuncios comerciales (a pesar de ser de pago la televisión, me cago en dios) y salió un muñeco de Lego con la forma de Supermán.
(Tomad aire y leed rápido, esto es documento multimedia).
Y pensé en lo feos que son esos muñecos en lo simples y mal hechos y que el fabricante toma a los niños por idiotas porque al fin y al cabo son humanos y los humanos son idiotas. Idiotas porque son humanos y los idiotas ven la tele de pago con anuncios incluidos y los idiotas ven en los legos y playmobil juguetes que excitan la imaginación porque no tienen huevos los idiotas a comprarse una muñeca hinchable para follar lo que su esposa amante de los legos y los playmobil no le permite y ve en esos pequeños muñecos de mierda algo que meterse en el culo mientras se la pela tristemente con la mano metida en los calzoncillos para que su hijo/a no se dé cuenta de lo que está haciendo y sueña con los dedos manchados de esperma que su hijo será una figura de la física cuántica y por ello su esposa y madre de su hijo se enamore de éste y monten un espectáculo porno incestuoso cuando el niño tenga pelos en la polla y no como un playmobil o un lego de mierda.
Esta vez he divagado rápido, ¿eh?
Yo jamás he jugado con esa mierda de juguetes, a mí que me dieran figuras realistas de soldados, vaqueros, buzos, caballeros, etc.. Siempre vi en esas cosas algo demasiado simple, como un insulto a mi inteligencia. Lo malo es que estos juguetes no solo son la alegría de niños de dos o tres años (justo lo normal), lo preocupante es que sus papás son amantes de ellos y ya tienen cierta edad. No hay que pagar por un cubo de plástico mal pintado y mal hecho un dinero que puedes invertir en cervezas.
¿O es que son más idiotas de lo que imaginaba? Jamás, mi imaginación es más poderosa que toda la imbecilidad de este mundo. Estaba usando un recurso retórico para dar más énfasis a mis palabras.
Vamos a ver, este tipo de muñeco es el esquema mal hecho de una persona y por lo tanto ya induce al niño a entenderse como eso, como un trozo de carne con partes móviles, justo como somos para los poderosos y burócratas de alto nivel.
Aparte de esto, también pensé que como hay foros para explicar las intimidades sexuales e intercambiar videos de masturbaciones, también los debe haber sobre playmobilegomuñecos, no me he equivocado y por enésima siento la pesada carga de mi sabiduría. Esto son mensajes sin editar, tal y como aparecen en el foro:
1. Los Lego son excelentes para que el niño desarrolle la imaginación y active ambos emisferios cerebrales, les ayudan incluso a entender mejor las matemáticas y cómo se divierten con ellos, yo recomiendo los Lego, mi sobrino siempre jugo con ellos y le va excelente en ciencias exactas y quiere estudiar astrofísica.
2. Pues yo creci con los play mobil y la mera neta me gustan un buen lo malo es que si es mas caro que el lego y ademas con el lego tienes ventaja de que si no te gusta el coche lo vuelves avion y asi y en el play mobil no si no te gusta el carro tienes que comprar el avion.

A comentar sobre el primer testimonio: que ni su puta madre se cree que el niño va a ser astrofísico o que le vaya bien con las ciencias exactas. Ese niño si tiene edad de estudiar y juega con esos muñecos, es que tiene alguno de esos "emisferios" seriamente dañados. Y su tío/a es otro retrasado/a que sin duda alguna, le ha regalado innumerables muñequitos de esos porque es pobre hasta para limpiarse el culo con papel higiénico y usa nopales, y es lo más que puede invertir en el subnormal de su sobrino de mierda.
Sobre el segundo testimonio: ni puto caso al analfabeto/a. Se puede observar por su cultura y expresión escrita, lo bien que le ha ido con los puñeteros muñequitos si creció con ellos. Lo más seguro es que crecieran los muñequitos y su cerebro se quedó estancado.
Iros a tomar por culo con vuestro Supermán cuadrado de mierda, yo me quedo con algo más serio, idiotas.
Me cago en la virgen... Hasta en las cosas más banales te encuentras una profunda imbecilidad.
Cosa que me agrada, porque me lo paso bomba, joder.

Buen sexo.






Iconoclasta

7 de diciembre de 2013

El hombre cerdo y la bella (cuento de navidad)


Su melena oscura y rizada lucía hermosa y suelta, sus rotundos y pesados pechos de pezones color canela se agitaban al ritmo de una respiración acelerada.
Sus labios temblaban de pavor.
Entre sus piernas abiertas, el cerdo hociqueaba su sexo, arañaba con los dientes el clítoris y tiraba de los labios vaginales. Las vaharadas que le llegaban de su maloliente piel, le provocaban una náusea que por momentos se veía incapaz de disimular.
Toda su mente estaba concentrada en pedir a todas las fuerzas del planeta, no tener que hacerle una felación al hombre cerdo. Llevarse aquella cosa a la boca era repugnante, la ponía enferma. Le sobrevenían arcadas, como si estuviera embarazada de su verdadero amor.
Recordaba con tristeza cuando se llevaba su pene a la boca, y el pensamiento la llevó a una cueva profunda de su mente donde todo es confuso y no llegaba a comprender porque ese cambio, porque no lo supo ver, porque a ella... Sus grandes y oscuros ojos derramaron dos lágrimas que arrastraron el rímel e hicieron dos tortuosos ríos en su rostro angulosamente delicado.
Su cuerpo se agitaba violentamente con las cada vez más fuertes hociqueadas con las que el hombre cerdo maltrataba su sexo.
Al final, el cerdo se masturbó con la boca pegada en su coño, y no le pidió que se la chupara.
Se acostó de lado, muy lejos de esa apestosa piel.
A menudo dormía y soñaba con su amor, el que le abrió los ojos a su error. También con su madre muerta, que un día, como una película de final feliz, llegaría de alguna forma para ayudarla.
Nadie podía imaginar que alguien pudiera metamorfosearse en cerdo, eso solo ocurría en los libros. No fue un error, lo amaba y era amada.
No fue un error, el mundo la engañó, su felicidad acabó en poco tiempo en una cloaca infecta.
Se frotó el sexo con un pañuelo para secarse con asco las babas del hombre cerdo.
Trabajo... El trabajo la distraía, sus compañeros la querían y la hacían reír. Y así apareció Leo en su vida, con una sonrisa radiante como un sol, el que ama. Y esperaba que un día volviera, hubo una promesa y a ella se aferraba. Es lo único que le quedaba, ese amor ahora lejano y sus hijos.
Se durmió y la imagen de su madre recientemente muerta, dulcificó sus sueños, y le protegió de los ronquidos del hombre cerdo.
Su espalda era adiposa y redonda, la piel rosada y sucia. Ocupaba más de las tres cuartas partes de la cama y ella debía dormir casi en el filo del colchón, y daba gracias por ello, por no tener que rozarse con aquella cosa infecta.
Cuando conoció a Leo y supo de una forma contundente que estaba enamorada, al llegar a casa se dio cuenta de que la nariz de su pareja había cambiado, sus fosa nasales se veían de frente, y su pelo se había retirado notablemente. Su voz era más ronca, difícil de entender.
— ¿Te encuentras bien? —le preguntó.
— Sí, cielo, estoy bien.
Ya no le besó en la boca, le parecía asqueroso y simplemente apoyó momentáneamente la mejilla contra la suya, para percibir un tenue olor a mierda y orina.
A medida que su amor con Leo se afianzaba y adquiría tintes de drama, su pareja iba cambiando más rápidamente, sus uñas se hicieron negras y su cara se redondeó y perdió la barba, su brazos engordaron como jamones y supo que en su mente crecía también la maldad.
Sus genitales se hicieron pequeños y su pene se marchitaba entre la grasa de su bajo vientre ahora colgante.
Una tarde recibió un mensaje de despedida, amor y esperanza de Leo. Su rostro se demudó de tristeza, le costó horrores no ponerse a llorar en la mesa de aquel bar, porque el hombre cerdo estaba sorbiendo un café y fumando frente a ella. Aún así, sacó fuerza y coraje para responder a su Leo el mensaje; el hombre cerdo perdía cada vez más inteligencia y continuó fumando y sorbiendo aquel café fuerte y desagradable que parecía gustarle.
Su amor se fue lejos, tal vez por una temporada, la soledad y el miedo la golpearon con dureza y su mente se enfocó en mantener vivo el recuerdo de su madre y volcarse en sus hijos hasta la desesperación.
Quería que aquel engendro desapareciera de su vida, sus náuseas eran cada vez más fuertes ante él y follar con aquella cosa era un llanto eterno. Como los fines de semana que parecían durar años al lado del cerdo.
El suicidio se hizo una carga pesada, una sombra constante en su pensamiento que solo la compañía de sus hijos y los mensajes que por la noche y en la oscuridad de la habitación intercambiaba con su amor, le disipaban de la cabeza.
Vivía al día, esforzándose en respirar, con la débil esperanza de abrazar a Leo, a veces lloraba en el trabajo y sus amigos le daban el consuelo necesario para afrontar las horas del día.
Cada instante en presencia de su hombre cerdo, era una lucha por evadirse de su compañía. Su mente giraba veloz e inteligente buscando medios para evadirse de su él. Con amigos, con tareas, con trabajo... La mente lerda del hombre cerdo era demasiado básica para luchar contra su inteligencia superior, y consiguió un precario equilibrio entre el asco de su presencia y la esperanza de encontrarse con su amor verdadero.
Ahora la situación ha empeorado, sus hermosos ojos siguen con disimulo al hombre cerdo que hociquea entre las estanterías llenas de libros de una tienda, mientras se abraza a su hijo con desesperación, rogando en sus adentros que no se vaya y no la deje sola con  él otra vez.
Las piernas del hombre cerdo ponen a prueba la integridad de las costuras y la tela de los pantalones, su respiración es claramente un ronquido. Teme por su integridad y la de sus hijos. Entre las manos que abrazan a su niño, está el teléfono, del que espera sentir la vibración de un mensaje de amor y esperanza.
Solo necesita unas palabras que la convenzan por unas horas, que ha de seguir viviendo por sus hijos, por su amor. Que no se rinda.
El hombre cerdo se gira con un libro entre sus pezuñas y la mira con una sonrisa podrida atroz, en un saludo que provoca su terror más profundo.
Ella aprieta con más fuerza su abrazo en su hijo y se esfuerza por no gritar en esa librería donde todos se preguntan que hace una mujer tan hermosa con un cerdo.
Saliendo de la tienda, el hijo se va con sus amigos a pasar la tarde, el silencio es ominoso entre la pareja que forma la bella y el cerdo. Es ominoso el miedo y el asco.
Está tan cansada... Conduce por la ciudad a su casa nerviosa, su compañero de trabajo le acaricia la mano que aferra fuerte y crispada el volante.
—Tranquila, todo se arreglará, no te preocupes —le dice dándole un beso en la mejilla antes de apearse del coche para tomar un autobús.
Cuando llega a  casa, el cerdo está viendo una película, se encuentra desnudo, y sus orejas enormes se agitan cuando la bella y triste mujer entra en la casa.
— ¿Cómo estás? —le pregunta sacando fuerzas de flaqueza.
La bella se queda pasmada de horror cuando le contesta:
— ¡Oink, oink!
Él la toma por el brazo, la sube a la habitación y cierra la puerta para que los hijos no entren. Le arranca la ropa y ella mantiene su grito en silencio, no quiere asustar a los niños.
La hace girar por los hombros y la pone a cuatro patas en la cama, la monta por detrás arañándole los pechos, metiéndole en el coño aquella verga fina, larga y rizada, que parece que le revienta las tripas con cada embestida. Le pesa tanto que no le deja respirar bien.
Cuando el cerdo eyacula y se desprende de ella, su vagina deja caer un viscoso líquido incoloro y llorando se viste. Secándose los ojos de lágrimas y con las piernas separadas por el dolor de su sexo, se dirige al cuarto de sus hijos donde se encierra en silencio para hacer la tarea con ellos, mientras el cerdo ronca dormido en la cama.
Llega la hora del baño y cuando desnuda al pequeño, ve que en su espalda hay arañazos y golpes.
Se dirige al cuarto de matrimonio y golpea con un zapato la cabeza del hombre cerdo.
— ¿Qué le has hecho a mi hijo, hijueputa?
— ¡Oink, oink! —responde el hombre cerdo, que ya nada tiene de hombre, rascándose la cabeza con la pezuña delantera y poniéndose en pie frunciendo los belfos para mostrar sus amenazadores colmillos.
La bella reacciona rápidamente y toma al pequeño en brazos para encerrarse poniendo el seguro del picaporte en la habitación de los niños.
El cerdo golpea furioso la puerta con su hocico, pero no puede abrirla de momento.
Es la víspera de nochebuena, y en el ordenador de la habitación pone villancicos a todo volumen para aliviar el miedo y el llanto de sus hijos.
— Vamos a cantar muy fuerte porque mañana vendrá Santa Claus por la noche.
Y cantando, consiguen hacer inaudibles los ronquidos del cerdo. La bella, cierra los ojos para acceder a un mundo donde no haya miedo ni dolor, donde el amor sea el pan nuestro de cada día y ruega por un poco de felicidad. Solo le pide a su madre un poco de suerte.
— ¡Mami, es la abuela! —dice el hijo mediano señalando el monitor del ordenador, en el que se ha formado una difusa imagen.
— ¡Sí, es la abuela, má! —grita el mayor.
De repente los golpes en la puerta han dejado de sonar al tiempo que escuchan un golpe sordo en el suelo.
La madre los saluda diciendo adiós con la mano, diluyéndose entre píxeles, con una sonrisa. Como ocurre en las películas.
Con cuidado, la bella abre la puerta de la habitación, el hombre cerdo está tendido en el suelo, no respira. Como si hubiera tenido un ataque al corazón.
El teléfono vibra en su manos, es un mensaje:
"Hola, mi amor, he llegado al fin, te necesito".
Y ahora son lágrimas de felicidad y descanso lo que brota de sus ojos.
Todas sus esperanzas de un final feliz se han cumplido.
"Voy a ti, mi amor, voy a buscarte al aeropuerto, espérame Leo" responde así al mensaje de su amor.
El suicidio se disipó como las nubes son rasgadas por los rayos del sol y todas sus esperanzas, sus débiles esperanzas se hicieron realidad.
A veces las cosas salen bien, a veces la vida es un cuento de navidad.
Cuando recogieron el cadáver del cerdo, los policías se preguntaron que llevaría a una familia a tener por mascota a un cerdo de aquel tamaño.
La bella dormía abrazada a Leo.
— Te amo, Leo —dijo somnolienta.
—Oink, oink —respondió Leo con una sonrisa malvada.
Feliz Navidad.










Iconoclasta

6 de diciembre de 2013

Autofelación


Consejos para una placentera vida sexual.
Para aquellos a los que su mujer se la ha dejado de chupar porque hay sabores mejores, le da asco el vuestro o bien se ha aburrido. O para los que son pobres y no tienen dinero para pagar una puta que se la chupe,  existe el yoga y sus asanas y contorsiones.
Una vez que has logrado la mística elasticidad que confiere la práctica del yoga, llega la prueba de fuego: ponte unas gafas de policarbonato como protección contra salpicaduras y golpes e inténtalo (en caso de que tengas suficiente flexibilidad y durante las primeras automamadas, hay que tomar precauciones para evitar lesiones oculares, podrías hacerte daño por una falta de precisión; de la boca al ojo hay una distancia cortísima cuando practicas este asana).
Puede ser que no llegues y eso se debe a:
- La tienes muy pequeña.
- Tu entrenador ha sobrevalorado tu habilidad de forma piadosa respecto a este asana autocomplaciente.
La solución más sencilla es que desarrolles el pene, porque tu espalda ya no está para más contorsiones.
Mira bien tu correo electrónico, porque seguro que tienes un "enlarge your penis" cada día en la bandeja de entrada.
Si es demasiado caro, que te la chupe tu entrenador de yoga, que:
- O bien te ha sobrevalorado para que continúes pagando tus clases.
- O bien no imaginaba que un pene pudiera ser tan pequeño.
En ambos casos es responsable de tu frustración y de un importante desembolso económico en unas clases que no han servido para nada.
En caso de que lo hayas conseguido:
- Puede ser que te salga por la nariz el esperma que has eyaculado. Debes seguir practicando una correcta respiración para no ahogarte con tus propios miasmas.
- Puede ser que tu gato esté jugando con tus huevos  en el momento más inoportuno: usa coquilla. En caso de que sea el perro el que te esté oliendo el culo con su hocico fresco y húmedo: déjate hacer porque eso imprime más fuerza e intensidad a la eyaculación.
- Si te encuentras practicando este asana en el gimnasio, pide al entrenador que te meta un dedo en el ojete para que te estimule la próstata, chillarás como un marrano de placer.
Y ya, cuando tengas más soltura y puedas usar las manos coordinadamente, graba un video y cuélgalo en tu tuiter o feisbuc para que tu imbecilidad se haga tan famosa como la de Justin Bieber o la del presidente de cualquier país elegido al azar.
Son los buenos consejos de Iconoclasta.
No os rindáis jamás, calentorros míos.

Bueno sexo, buena mamada.








Iconoclasta

4 de diciembre de 2013

Tiempo de amar


La humanidad siempre dice que es tiempo de amar.
Sobre todo en navidad.
Y mientras la chusma busca el amor (o un cambio de decepcionante pareja), yo me masturbo con sórdidas imágenes y recuerdos ya borrosos. Pareciera que los actos pasados solo tienen el fin de ayudarme a eyacular. Luego me resultan completamente indiferentes y olvido, como si el semen fuera la vacuna contra el amor.
Si una vez amé, fue para llegar a este momento de total comprensión. El tiempo da sentido a un cúmulo de errores y los convierte en actos de lógica reacción.
Las estampas pornográficas que un día protagonicé no tienen nada de ternura ni de cariño, son panfletos descoloridos de carnales momentos, páginas pegajosas de una revista. Sexo gratis simplemente.
Es tiempo de amar para ellos. Hace años aprendí que amar son solo ganas de follar; dos o tres pajas al día lo cura todo.
Es tiempo de amar, no se sabe a quien, no se sabe a qué.
No puedo perder tiempo, la vida es corta, el corazón suele fallar y las infecciones siempre están presentes a través de esta psoriasis que hace de las palmas de mis manos dos hamburguesas poco hechas.
El sida es un caldo de cultivo para las miserias, ahora que me pudro y desaparezco, he alcanzado la plena conciencia de lo que es el amor. Y no lo busco por ello.
Amé la jeringuilla ponzoñosa de sangre y caballo que me llevaba a ver hermoso el coño podrido de mi novia yonqui. Y lamí su chocho maloliente como si fuera una rosa, se la metí e intercambiamos enfermedades besándonos las venas podridas de los brazos.
Cientos de veces... En mi mano hay semen fresco de una paja que me he hecho evocando la vez que le inyecté la heroína en un pezón. Gemía, lloraba y temblaba. Me corrí sin que me tocara, regué su pecho inflamado con mi semen.
Tuvimos que ir de urgencias al hospital porque se infectó, en el coche sonreía mostrando que sus dientes estaban podridos.
Salió mejor cuando me inyectó en una de las gordas venas de mi verga. Hizo un torniquete que la inflamó y cuando me metió el caballo, perdí la sensibilidad, pero se mantenía dura y firme.
Me masturbo recordando en como se corría montándome, yo la miraba sin sentir placer, como si aquello no fuera conmigo. Me gustaba ver sus pechos agitándose, por la infección le habían amputado el pezón izquierdo. Se bebió todo mi semen, era una yonqui glotona.
No la amaba, lo supe cuando murió con el cuello rígido por una meningitis: no sentí apenas nada y su cuerpo sin vida, me pareció repugnante. Estábamos en nuestra casa alquilada y allí llegó la policía y un asistente social que tuvo a bien inyectarme metadona pensando que la necesitaba.
El amor es un reflejo deformado en la jeringuilla.
De la misma manera que se deforma mi picha en las bolas que adornan el árbol de navidad.
Así que mejor me la pelo mientras me quede polla y paso de buscar amor de mierda. No quiero enamorarme por unos días para que luego sienta asco de mí. O yo de ella; el que esté podrido y ya consumido, no quiere decir que tenga que amar a cualquier cosa.
Es mejor estar solo que mal acompañado.
Es tiempo de amar, sobre todo en navidad.
Y mientras buscáis a quien o que, la bendita masturbación me evade y salvaguarda de la angustia de semejante búsqueda.
Cuando pasa el tiempo, cuando te has masturbado lo suficiente, llegas a la sencilla conclusión, de que al final, no necesitas a nadie y que no vale la pena buscar tanto lo que no existe.
Que se amen ellos, yo ha he tenido suficiente amor.
Una vez la vi follar con otro, con mi amigo, las narices las teníamos blancas y ella se metió en la boca la polla pequeña de Daniel, yo le dije: — No te amo, pero me va bien no pagar a una puta cuando estoy caliente.
Y nos reímos los tres, me masturbé ante ellos mirándome abrazados.
Luego preparé una jeringuilla de heroína muy pura y se la regalé a Daniel, murió en cuatro minutos, y la yonqui de mi novia, se reía.
Es tiempo de amar ¿verdad?
Sobre todo ahora en navidad.
Tengo una llaga en el ano que me obliga a morderme la mano cuando cago. Mis testículos escupen un semen oscuro que parece orina.
Feliz navidad, es tiempo de amar.
Brindo con mis retrovirales por ello.
Y en pocas horas, me correré buscando el amor. Otra vez.
Es que me parto de ternura...









Iconoclasta

3 de diciembre de 2013

Follar y el cosmos


He jalado del prepucio y el glande rosado, húmedo y resbaladizo se ha desbordado. Luce enorme y obsceno.  Manan unas gotas de sangre por la piel desgarrada de tanta presión.
No es accidental, ni aleatorio. Estoy caliente como un sol.
Mirándolo pienso que soy la metáfora viviente de la teoría del Big Bang y la continua expansión del Universo.
Vanidad justificada...
Deslizándose el fluido necesario por el bálano para penetrar y bombear en su deseado y hambriento coño, pienso en los agujeros negros y su mortal fuerza de atracción.
Aferro con fuerza toda esa carne dura y se me cierran los ojos de placer. Una gota de deseo rojizo se desliza ardiente por mi puño y me enciende, me embrutece, soy el hombre que vuela directo por el cosmos a la perdición.
Los dos, mi pene y yo, nos dirigimos suicidamente al horizonte de eventos , al coño que palpita de deseo.
Soy el satélite de mi polla y me dejo arrastrar al otro lado si lo hubiera.
Una vez dentro ya no sé qué es el glande o qué es la vagina que me oprime furiosa y sin piedad. Es fusión total. Solo sé que siendo absorbido me aferro a sus poderosos y rotundos pechos en un intento por no desaparecer. Por no desintegrarme.
No lo consigo.
Muriendo así, tengo la absoluta certeza que el cosmos es una mujer con las piernas abiertas y una vulva goteante.
Es una revelación que se repite constantemente, como el padrenuestro en las iglesias y en los colegios; sin que el humo del cigarro que me irrita los ojos aplaque en algo mi total indiferencia hacia la fe que nada tiene que ver con su cósmica vagina.
Bendito sea el semen mío de cada día con el que anego su coño...
Padre, no me arrepiento, no he pecado. Soy perfecto en mi brutal deseo.
Tiene sentido que exista la Vía Láctea cuando el semen rezuma por los deseados labios de su coño al eyacular furioso y sin aire en los pulmones.
Tiene sentido que los bebés nazcan con la mancha del pecado original que es mi semen en su cabeza. A veces nacen muertos y no importa demasiado; mi objetivo es follarla y cualquier otra consideración no procede. Los que mueren, que descansen o no, en paz.
Respecto a mis cojones: son dos áridos y estériles asteroides que no buscan reproducción. El que estén cargados de esperma es puramente accidental, podría tratarse de petróleo o nicotina.
O mierda...
Solo existen pegados a mi polla para que expulsen algo que llene los conductos seminales y así provocar el explosivo placer.
Como una supernova que en lugar de luz, riega con semen el cosmos.
Es algo hedonista y mecánico que nada tiene que ver con la consecución de la vida.
Ni siquiera con el amor; porque el Universo y yo somos gélidos a pesar de los rayos ultravioletas, gamma y solares de miles de astros que invaden el vacío.
No tenemos una memoria a largo plazo, el pasado y lo pasado, lo que fue y lo que no existió, está ya demasiado lejos e inalcanzable; como en una ecuación de segundo grado, lo nacido y lo muerto, lo soñado y lo vivido se ha precipitado en el seno de la parábola donde nace lo negativo y lo positivo sin que tenga consecuencia alguna.
Porque todo se olvida y muere cuando follo, cuando la meto, cuando escupo mi semen ardiente en ese coño enorme.
El cosmos es el vertedero de mis recuerdos.
Lo malo es que no hay otra dimensión "al otro lado" del agujero negro. Una vez he descargado y mi falo agotado ha sido víctima de los espasmos de su coño, vuelvo aquí, entre ellos, los vulgares. Saboreando aún las babas de su vagina, el aroma fuerte a orina y corrida de ese precioso agujero negro que es su coño. La siempre agresiva dureza de su clítoris que sobresale bizarro entre los pliegues de ese coño por el que mataría a dios y mi padre.
No...
Corrección: no es malo volver, no es malo no acceder a otra dimensión.
Vale la pena vivir en esta triste y decepcionante realidad para surcar el cosmos de nuevo, cientos de veces, y ser engullido por esa deseada singularidad que es su vagina desplegada, agitándose con cada inhalación de aire cuando meto mi lengua en ella.
Soy una estrella fugaz que resucita en breves ciclos con el único fin de follarla.
Follar el cosmos, que es finito y es ella...









Iconoclasta