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23 de enero de 2016

Al cerrar la pluma


Al cerrar la pluma, al cerrar el cuaderno, se acabó lo bueno, lo intenso. Vuelvo a lo que no es mío, a la realidad que no pedí, que con asfixias soporto.
¿Y si los escritores somos seres malditos condenados a expresar aquellas emociones que siendo absurdas, gozamos y padecemos?
¿Soy un cerebro en coma?
Escribimos de la magia que no existe; pero necesitamos crearla. Escribimos de amores legendarios, de héroes, de dolores y horrores inconcebibles y naves espaciales. Sabemos que nada de ello existe.
Miro mis manos con la triste certeza de que al cerrar la pluma y el cuaderno, te quedarás solo con la realidad.
Es normal suicidarse en un lugar en el que no hay absolutamente nada que ilusione al despertar.
Es lógico no saber en que momento has llegado al paso de las vías del tren para cruzarlas e ir a ninguna parte en concreto. Hay gente esperando también a que las barreras se alcen, no desentono.
Soy del mismo color apagado que ellos, no me engaño. Soy de una vulgaridad que espanta.
Es angustioso escuchar el tren y que los pensamientos funestos se agolpen nerviosos en los dedos de los pies que parecen telegrafiar mensajes de urgencia-stop-stop-stop-quiero salir de aquí-stop-stop-stop...
El tren se acerca veloz con el escándalo de la sonajería eléctrica de aviso de peligro.
Mantenerse tras las barreras... Como si pudieran evitar algo.
Me aferro a la pluma y deslizo el capuchón dejando el afilado plumín relucir con destellos de oro y negra tinta. E imagino que un tren parará ante mí y el maquinista me llamará por mi nombre:
— ¡Pablo López! Suba, por favor, vamos destino a algún sitio que nadie conoce. Probablemente es peligroso; pero lo peligroso no es doloroso por definición. Y por otra parte, el peligro nos distrae del dolor. Va a morir de todas formas, todos los que vamos en este tren, vamos a morir en poco tiempo. Incluso los hay ya muertos, aunque así no lo crea cuando cierra la pluma. A pesar de su tristeza hay secretos, créame.
El maquinista soy yo, que se aguanta firme sobre dos piernas sólidas, indoloras. Se nota en su gesto sereno, en su gesto amable. Y aún así, somos absolutamente distintos. Imposible reconocerme en mi propio rostro. No sabía que en otro mundo pudiera ser interesante.
Siento la vibración de las lejanas ruedas-guillotina de un tren que sería incapaz de evitar a tiempo, embestir a su propio creador si se pusiera delante.
Y Dios mata a Dios.
— ¿Me da un minuto para acabar el cigarrillo? Y quisiera ver el tren que se acerca, me gusta el temblor de la tierra, la invisibilidad fantasmagórica de los pasajeros a través de las ventanillas, el rugido infernal de sus ruedas que enmudece al mundo y me deja solo con mi terror ante su desmesurada y metálica inhumanidad; que sin embargo aloja vida y ojos que observan el paisaje como si fueran raptados de un lugar que añoran sin ninguna razón. Es usted un buen tipo, maquinista. Mantendré la pluma abierta hasta que pase.
—Nadie habla así en ese lado de la vía. Es importante por ello que cruce aquí. Suba al tren en cuanto acabe sus asuntos. Tenemos una tertulia incompleta, hay demasiada formalidad. Necesitamos algo de obscenidad para reír e incluso llorar. ¿Sabe que se permite fumar? Si no quiere, no tiene porque ser ése su último cigarrillo.
—Por cierto, hay mujeres hermosas —eleva la visera de la gorra haciendo un guiño.
Me callo que yo no lo soy, hermoso, para que no se sienta mal. Cuando te dicen algo con buena intención, es mezquino pagar con desánimo. Hay seres que merecen creer que hacen sentirnos bien.
Observo la pluma entre mis dedos, la hago girar sintiendo la cada vez más intensa vibración, hay un pitido lejano que llega a través de un túnel que se presiente. Siempre hay túneles para los trenes, como si necesitaran de vez en cuando ocultarse de la luz para hacer cosas que nadie pueda ver. Para que aparezcan seres sentados mirando ensimismados por la ventana. Que desparezcan luego en otro túnel, cuando apartamos la vista desorientados y deslumbrados por la luz que inunda repentinamente el vagón.
—Soy maquinista por esa expectación. Llevar un tren, atravesar un túnel y sentir que algo ha cambiado. No le voy a engañar, hace años que no piso una casa, que vivo en el tren recogiendo pasajeros que caminan sobre un mundo quieto, sin movimiento. Sin túneles ni peligros, ni sorpresas.
—Una vez me atropelló un coche —recito con cadencia de pensamiento— y no dolió, no sentí el golpe. Simplemente volé y caí. No hay tiempo material para sentir miedo en ese instante. Solo después, al verme tan roto llegó el miedo con un dolor que me asustaba. Lo bueno del tren es que no permite el dolor que sigue a la embestida. Es absolutamente definitivo cuando te golpea. No habrá más que descanso y dulzura. Los trenes no te empujan, te recogen de las vías y te llevan dulcemente no sé adónde, a no sé cuándo. No necesito aferrarme a la pluma para saber esas cosas.
—Espere a subir en mi tren, no tenga prisa. No le ponga el capuchón a la pluma, tenemos fantasías que discutir, penas que llorar, miedos que narrar, risas para atragantarse. Y mucho tabaco y café. ¿Sabe que hay muertos dispuestos a emocionarse cuando lo vean? Le aseguro que usted se emocionará también.
Le sonrío asintiendo con la cabeza porque llega ya el tren empujando un aire gélido a presión que parece querer arrancarme el abrigo. He de ser preciso.
Me apasiona ver como crece todo ese acero en movimiento en mi campo de visión, es casi apocalíptico. Miro el cielo que está inquietante y absolutamente azul, una enorme serenidad y esperanza inalcanzable. Es la última mirada triste al planeta.
— ¡No se entretenga, salimos en un minuto, en cuanto este tren nos ceda su vía! —me grita para hacerse oír sobre el rugido de la máquina que ya está aquí.
Yo no he gritado, ha gritado un hombre y una mujer. 
—Es una pluma hermosa, Pablo. Vámonos, no la cierre hasta tomar asiento —me da una palmada en la espalda invitándome a subir al tren y me devuelve la pluma que ha tomado para admirar.
Hay un bastón roto al otro lado, el que he dejado atrás. Pienso sonriendo con tristeza en epitafios y en jeroglíficos macabros. Mi corazón late con fuerza y toco mi pecho.
Veo gente gritar y llevarse las manos a la cabeza desde la ventanilla de mi tren, en esa realidad hay una pie entre las piedras de las vías y trozos de carne y ropa ensangrentada a ambos lados de los raíles.
Cierro la pluma y nada cambia. Hay una voz que creí olvidada, dos voces, tres... Los abrazos cálidos que creí que no sentiría jamás.
— ¡Joder, han debido atropellar un gato enorme! —les digo con un mal simulado espanto señalando las vías.
— ¡Qué cabrón! Si casi descarrilas el tren —dice una voz que me hace llorar de alegría.
No quiero nombrarlos, porque no son lo que eran, son la esencia pura que quedaba encerrada entre las hojas del cuaderno.
Hay murmullos de expectación en el vagón cuando el tren entra en un túnel de terciopelo negro. Las luces que se encienden son cálidas e iluminan rostros que están bien, que están donde deben. No sabemos que ocurrirá donde quiera que lleguemos.
Ya no hay pluma ni cuaderno, mis manos están libres.



Iconoclasta
Fotografía de Iconoclasta.

14 de agosto de 2015

El pabellón de los enamorados


Hay un ala especial en el manicomio: el pabellón de los enamorados.
Somos los enfermos más ridículos del mundo.
Dicen que amar no es locura, es virtud, es necesidad; pero somos la práctica demostración de que el amor tiene sus leyendas.
La enfermedad comienza al convertir el amor en sueño o fantasía, en esforzarse en otorgarle toda esa importancia que lo constituye como un elemento necesario en la atmósfera para poder respirar.
Ahí radica el problema, porque hacer sueño del amor es despertar y sufrir la paranoia de que es una pompa de jabón estallando en el aire.
El amor es demasiado volátil, voluble... 
Te despiertas aterrorizado ante la posibilidad que el amor sea el sueño que muere al despertar. Requiere convencerse de que es táctil y suplicas palabras de amor a quien amas.
Y quien amas, se asusta de toda esa paranoia.
Dime que no me faltarás nunca, mi bella diosa de la locura...
El amor requiere no despertar jamás, estar en ese limbo de romanticismo y sexo. Porque si un día faltara, faltaría el aire.
Si un día no está ocurre esto: la cordura es la que estalla en el aire.
En el pabellón de los enamorados los locos observamos inmóviles durante horas el aire a través de las ventanas enrejadas, buscando el amor en forma de amebas translúcidas, que es el ideal de espejismo para algo tan sutil y tan efímero como es el amor. 
El amor no se entiende sin lo carnal y el sexo se convierte en devoto, sagrado, puro, pornógrafo, cruel, humillante, sucio, sangriento... Según la paranoia de cada cual.
Demasiado sexo, demasiado complejo, el amor lo complica todo.
O tal vez sea que complicamos el amor. No podría asegurar nada, al fin y al cabo estoy loco.
Al sexo le basta con ser brutal en su pasión.
Ojalá lo pudiera decir siempre y no solo bajo el efecto de los medicamentos.
No debí convertir el amor en una representación teatral; pero mi vida, mi rostro es el ejemplo que figura en las enciclopedias como mediocridad tipo.
Soy aquello que nadie jamás debe ser.
Tuve la ilusión de que el amor me haría especial.
Me dosifican drogas para no soñar con el  amor. Y sueño que soy lo que veo en el espejo, algo anodino, algo banal que no importa.
Me despierto con la certeza de ser un mierda y todo está perfectamente controlado para no desangrar toda esa miseria que soy con una cuchilla, o colgarla por el cuello de un cinturón, o de una sábana en una tubería. No me dejan intimidad ni libertad para salir de aquí en una camilla con ruedas hacia la morgue.
Los sueños son efímeros, ergo el amor lo es.
Y por ende la cordura.
Todas estas consecuencias, hacen la vida desesperadamente larga.
¿Cómo no estar loco? Es una condena, un filo constante en el cuello ante la posibilidad de morir asfixiado porque faltas en el aire.
No puede ser... Fue un sueño. No te corté la cabeza, para tenerte siempre cerca de mí y besarte al despertar. Fue una pesadilla, no fue real.
Yo no follé tu cuerpo sin cabeza. ¿Cómo pueden pensarlo?
Toda aquella sangre que inundó mi boca al besar la tuya...
Aquella erección brutal...
El sueño a veces se hace pesadilla.
Es la pesadilla de ellos, los que no tienen amor.
Los enfermos del pabellón de los psicópatas asesinos son los seres más patéticos del mundo cuando no pueden bañarse en sangre.
Los celadores del pabellón de los enamorados no nos dejan suicidarnos, pero nos lastiman los genitales con cigarrillos y nos dicen que no es real, que es un sueño.
 Y ríen, y ríen, y ríen, y ríen...
Y sueño que beso tu lengua púrpura sin sangre sosteniendo tu cabeza entre mis manos, cuando la brasa del cigarrillo crepita en la piel de mi glande y ellos ríen.
Pero no duele porque te sueño, porque te amo.



Iconoclasta

5 de julio de 2015

Una mariposa en mi mano


Algo debe estar bien en mí, pequeña.
Supongo que ya soy de aquí, de la naturaleza. Soy reconocido. Me gusta, porque nadie me ha dado la bienvenida jamás, nadie me ha esperado con una sonrisa en la boca, con una caricia. Nadie me ha dicho "eres de aquí".
Supongo que soy bueno para alguien por fin.
No pesas nada, bonita.
No imaginaba la levedad de tus patas. No esperaba que revolotearas a mi alrededor y posarte de nuevo en la otra mano.
Debes ser una mariposa con complejo de loro, como aquellos que siempre iban en el hombro de un pirata.
Qué casualidad, preciosa, casi tengo una pata de palo...
Tan pequeña y tan valiente... Supongo que sabes que no te haría daño, estas cosas las sabemos todos los seres con mirarnos a los ojos, solo que algunos son tan malos, ignorantes y porfiados que imaginan su propia maldad  e ignorancia en todos los seres.
Ahí, posada en el anillo de la calavera, luces como un monumento a la gallardía, con esas alas tan blancas y tan pequeña pisando el rostro de la muerte.
Me gusta mi anillo cuando estás en él, me ha gustado tu valentía tan sencilla que ni lo parece.
En la Teoría del  Caos, dicen que hay un efecto llamado "mariposa". Vivimos en un mundo tan hipócrita, pequeña, que algunos sueñan con hacerte responsable de un tifón, un tsunami o cualquier desastre por el batir de tus alas.
Si el aleteo de tus alas en un mundo sin mariposas pudiera provocar un huracán, el efecto de mis pasos destruiría el planeta.
Son idiotas y no tienen valor, necesitan crear cuentos y leyendas, ahora cuánticas, para explicar la muerte y el dolor.
Pretenden que la conciencia insectora de la humanidad, acepte una desgracia natural con la ilusión de que tú la has empezado a crear con tu batir de alas.
Pequeña, ambos sabemos que tu batir de alas no moverá ni una hoja de este bosque, son unos hijoputas cobardes. 
No pueden aceptar que son simples insectos también ellos y buscan en su mortalidad una causa maravillosa, fantástica, mágica.
Como si los humanos fueran tan especiales que para morir, necesitan una causa extraordinaria.
Pobre pequeña... Mirándote tan de cerca, tan frágil, el efecto mariposa se me hace una obscenidad, una mala fotografía de una revista pornográfica.
La humanidad lo contamina todo.
Los desastres vienen de alas de acero que sueltan bombas y se estrellan en las ciudades y las montañas, vienen de los errores, abusos y perversiones de seres que buscan la felicidad en su cochazo de mierda, en el plástico del dinero o en el acero de un reloj costoso. Las miradas de la envidia crean los genocidios y la ignorancia atesorada, miseria.
Que no se inventen cuánticas leyendas, teorías solo para ilusos idiotas sin ningún fundamento.
Es la retórica ignorante y cobarde vestida de ciencia.
"El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" (proverbio chino).
Nada se amplifica en el mundo; para que algo se amplifique, alguien tiene que construir un instrumento que lo haga todo peor.
No hagas caso, los chinos dicen tantas tonterías como los africanos, los caucásicos o los latinos. Son solo humanos pedantes con ambición de ser los más sabios. Quieren romper el entusiasmo de las ideas de los creadores e innovadores con sofisticadas retóricas pseudo filosóficas.
Mi soplido perderá fuerza a diez centímetros de mi rostro y tu aleteo se diluirá a un centímetro del vello de mi mano.
No trascendemos más allá, ni queremos.
Sabemos que somos insignificantes, tengo memoria histórica y sé de lo que soy capaz. No hay amplificadores para el aleteo de una mariposa.
Que no vistan su decepción y su mediocridad, su muerte insignificante como lo es su vida, con cuentos de aleteos de mariposas que crearán una debacle cósmica.
Son idiotas, pequeña.
Vuela y acaricia mi piel, dime simplemente que soy de aquí.
Sé que morirás pronto, bonita, pero no soy como ellos, sé que tu vida habrá sido plena y que tu conciencia dirá dentro de unas horas, que es hora de morir, que la vida se ha cumplido.
Y no habrá miedo, ni habrás dejado ninguna posibilidad de catástrofe.
La muerte de otros, será mediocre, sin sortilegios ni cuánticas teorías caóticas.
Vuela pequeña, no temas, no importamos, somos fósforos que se apagan en dos segundos, no nos convertimos en volcanes.
Soy como tú, moriré en otra escala de vitalidad, pero igual que tú.
Gracias por tu bienvenida, por tus caricias.



Iconoclasta

11 de junio de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

4 de junio de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

28 de mayo de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
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y
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21 de mayo de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
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y
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14 de mayo de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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y
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7 de mayo de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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30 de abril de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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y
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23 de abril de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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y
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16 de abril de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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y
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9 de abril de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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2 de abril de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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y
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26 de marzo de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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19 de febrero de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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y
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17 de febrero de 2015

Lo decente es morir, en Atramentum


Marlyn Centeno, directora y editora de Atramentum/Voces Subversivas, me ha otorgado la gracia de cederme un espacio donde acomodar una de mis locuras. Y lo ha hecho indecentemente bien con su gran conocimiento y hábil técnica como editora y diseñadora.
Como yo no sabría hacerlo.
Le da elegancia a todo lo que toca de forma que parece fácil. Sería de tontos pensar que lo es, que es fácil.
Gracias por  esa generosidad y ese tiempo que has dedicado, sé que lo haces con todos los autores y compañeros, que tienes ese esmero; pero éste es mi caso y orgullo.
Que lo disfrutéis si podéis.
Un abrazo para ella, para Marlyn y su media hora de genialidad (un poco más, es generosa).

Otra abrazo para Luís Francisco Cintrón, otro de los creadores y propulsores de este Atramentum / Voces Subversivas.

Buen sexo.
Iconoclasta
https://vocessubversivas.wordpress.com/2015/02/17/lo-decente-es-morir/

12 de febrero de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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29 de enero de 2015

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

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