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17 de diciembre de 2014

Un cuento de navidad lineal


Cuando estaban cerca, cuando las líneas estaban superpuestas, no era el momento; y se trazó una línea paralela que aisló a los dos en un tiempo de sus vidas.
No se cruzan las líneas paralelas, no hay forma de saltar de una a otra; pero a veces el Gran Delineante comete un error, o tal vez, tenga un arrebato de compasión; cosa improbable, pero esperanzadora.
Y traza dos líneas paralelas muy juntas. Demasiado para su forma de actuar, tal vez porque se le haya metido humo en los ojos.
A veces fumar es beneficioso para alguien.
De alguna forma, una gota de tinta cae entre esas dos líneas. Posiblemente debido a un estornudo del Gran Delineante. Tal vez haya sentido un ataque de compasión. Aunque no es un hecho verosímil; pero sería agradable que lo fuera, aumentaría las esperanzas en el planeta.
Se crea así un espacio por el que cruzar. Con una serena pasión entran en el espacio borroso, irregular. Cautamente por experiencia, pero con todas las ilusiones entre los dedos, como un póker de ases. Y saltan las líneas porque es el momento adecuado. Se han preparado para ello durante tiempos y desilusiones.
No hay grandes eventos cosmológicos, no hay  señales premonitorias, solo el rumor de unos árboles mecidos por una suave y húmeda brisa.
Discreta y contenidamente se acercan. Ilusionados a pesar de todo. Tal vez un poco confundidos por nuevos horizontes, por posibilidades razonables.
Las palabras saltan de un muro a otro derribando amarguras y errores, cañonazos que abren brechas en el tiempo y el espacio.
Es poderosa la palabra...
El Gran Delineante mira a otro lado, sería bonito que lo hiciera por piedad. No importa el porqué, el paralelismo se ha interrumpido.
Querer entender es perder el tiempo y ese ser podría usar corrector.
Y hay suerte, el Gran Delineante ha ido a mear.
Las palabras, escritas con cautela y letras pequeñas, se convierten en pasos paralelos que se dibujan tranquilos como por arte de magia, a veces se entrecruzan debido a un beso o un abrazo; desde la perspectiva del Gran Delineante, una hormiga con las patas sucias y colocada con marihuana está haciendo de las suyas.
Pasos serenos, cálidas y otoñales confidencias...
El Gran Delineante toma la hoja de papel y la clava con chinchetas en la enorme e infinita Pared del Destino, junto a miles más. Y cuando se da cuenta de la mancha y esas líneas pequeñas y erráticas, no hace nada. La observa y sonríe con el cigarro entre los labios.
Tal vez esté cansado de un paralelismo monótono y cansino. Cuasi eterno. Tal vez se sienta el Dalí de las líneas paralelas.
Toma otra enorme hoja de papel, se coloca unas gafas y comienza a crear otro universo de líneas paralelas, con decisión. No quiere sentar precedentes.
Es un cuento de navidad feliz, aunque el Gran Delineante sea un perfecto cabrón escondido entre los bastidores de un teatro.









Iconoclasta

13 de diciembre de 2014

Oscuro y oculto, en Binibook





Oscuro y oculto.

Un tedioso paseo


Paseo distraído fijándome en el suelo, porque no me acabo de relajar cuando me cruzo con alguien.
Así que doy patadas a fragmentos de hormigón y asfalto que aparecen en mi camino.
Tal vez debería dar patadas a seres humanos; pero no sería un paseo suficientemente tranquilo para mi gusto.
Aunque tranquilidad no define bien un paseo por las calles sucias, donde los coches dejan estelas de irritantes olores y sonidos en el aire.
Unos gritan sus frutas, otros venden gas, otros son chatarreros...
Me duelen los oídos y alguien con voz monótona y cansina como una letanía, vende tamales.
Me roban hasta el pensamiento...
Le doy una patada a una piedra y ésta golpea la matrícula de un coche estacionado.
Menos mal que hay piedras. En dios no creo; pero las piedras tienen una lúdica inutilidad.
Pateo otra piedra que golpea contra el portón metálico de un garaje particular.
Unos perros ladran furiosamente tras la puerta y un deficiente mental ya mayor, sentado en el bordillo de la acera, cesa de contar unas monedas dentro de una lata de pintura vacía. Me mira con la boca abierta durante un eterno segundo y vuelve a meter su cabeza en la lata.
Hay más piedras y pienso en como sonarían al impactar en la cabeza del idiota. Sonrío.
Cuando la vida ha cometido una crueldad contigo, te sientes autorizado a cometerla también.
De cualquier forma, las crueldades lo son cuando  se cometen. Cuando se piensan son simplemente banalidades de un cerebro  recalentado por el sucio y polvoriento sol de mediodía.
"Partirá la nave partirá...!". Pienso en la vieja canción italiana y mis ganas por salir de este momento de calor, hastío y aburrimiento.
Doy otra patada a un trozo de asfalto y golpea con fuerza contra el plástico de las luces traseras de otro coche estacionado.
Hay un placer insano, casi inmoral, en el sonido de algo que se quiebra. Sea lo que sea.
Llego a un cruce don se acumulan en las esquinas bolsas de basura y otros desperdicios que huelen mal. A mierda pura.
Cosa que no aporta ningún beneficio a mi ánimo.
Y por si fuera poco: "¡Empanadas de atún, empanadas de crema...!". Atruena de golpe el anuncio a través de un megáfono abollado que asoma por una ventanilla de un viejo coche que me rebasa.
Me sobresalto, me irrito, me enfurezco.
Un trozo de hormigón del tamaño de un puño, restos de un tope anti-velocidad, vuela y luego rueda veloz por una patada furiosa que le he propinado.
Adelanta al coche sin tocarlo, para mi desilusión, y queda en el centro de la calzada.
Una de las ruedas del vendedor ambulante lo pisa lateralmente y sale disparado por el aire a una velocidad de mierda, peligroso como puta infectada.
En  ese instante, una mujer de unos treinta cruza la calle y su cabeza se cruza en el vuelo de la piedra.
"Hay un placer insano, casi inmoral, en el sonido de algo que se quiebra. Sea lo que sea."
Desde diez metros atrás, lo observo con la nitidez de una proyección Imax.
La piedra golpea la sien de la mujer y cae en el suelo como un robot de juguete sin pilas, sin un solo grito. Su rostro se ha deformado por el impacto, de los ojos, nariz y orejas mana sangre. Su cabello corto y oscuro parece gelatina de café. Durante unos segundos, los pies patalean frenéticos para quedarse abruptamente inmóviles después.
"¡Empanadas hawaianas...!". El ambulante apenas reduce la velocidad, observa por la ventanilla a la mujer tirada en la calle y acelera repentinamente llevándose su mierda de sonido a un volumen de la hostia.
En parte ha sido culpa mía. O totalmente, me importa poco. Y no hay nadie en la calle que lo haya visto. Y es que paseo cuando a nadie le apetece demasiado.
Saco el teléfono del bolsillo para llamar a la policía. Desde la ventana de una casa, un televisor habla veloz y atropelladamente de cuarenta y pico de estudiantes torturados, mutilados, asesinados y calcinados, no siempre en el mismo orden, en un lugar que me recuerda un reptil: Iguana, aunque habla tan rápido el locutor que no podría asegurarlo.
 Ya con más tranquilidad y ambiente festivo, dan paso a los resultados de los partidos de fútbol.
Guardo el teléfono, le doy otra patada a otra piedra y golpea contra la cabeza de la mujer tendida en la calzada.
"Cuando la vida ha cometido una crueldad contigo, te sientes autorizado a cometerla también."
La rebaso sin dirigirle una mirada y prosigo mi camino. Hace mucho sol, quiero llegar al frescor de mi casa.
Tampoco es para ponerse nervioso por una muerte accidental cuando la costumbre es que mueren por veintenas.
La crueldad en exceso aburre y lleva a la indiferencia. No es que sea malo ni bueno, es así.
Hay días tan mediocres que te arrepientes de haber salido a la calle.









Iconoclasta

11 de diciembre de 2014

Oscuro y oculto


Qué hermosa intimidad
con la madre noche
cuando el planeta duerme
y yo fumo.
Cuando el planeta despierta
y cierro los ojos a la luz,
negándola.
Soy oscuro, soy noche,
mi propio sueño tangible
milenario y ancestral.
Una erección lunar
una sangre maldita
una piel oscura y doliente.
Después de tanto tiempo,
de tanta lucha,
tantos años...
Oscuro y oculto
la más grande y discreta
íntima libertad.
A salvo de envidias
de dioses y gusanos.
Oscuro y oculto...











Iconoclasta

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta "touch"

Las Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta ya no son virtuales. Ya se pueden tocar, doblar, usar como papel higiénico de emergencia, etc...


Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
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Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta


8 de diciembre de 2014

El viento y yo


Salgo a fumar a la calle cuando es de noche y el viento sopla fuerte, cuando llega veloz arrastrando la gelidez de la cima del volcán nevado. Al oeste... Aunque poco me importa de donde viene ese viento helado. Del infierno o del paraíso, del mar o de una cloaca.
Ese aire arranca de mi boca el humo en una fracción de segundo, como si me lo robara de los labios. No hay  una voluta-ameba flotando ingrávida, haciendo pantalla de mis recuerdos o emociones.
Enfría la piel y el pensamiento.
Veloz, rugiente...
No se desvanecen las emociones lentamente, es una amputación rápida como un escalofrío incontenible.
Los ojos se entornan porque hasta las lágrimas se lleva el viento.
Si las hubiera... Pero el viento no lo sabe.
Se lleva las emociones que la piel retiene.
El corazón palpita rápido y por algún misterio que no me interesa investigar, me la pone dura.
Excepto eso entre mis piernas libre de calzones, no hay presión. Es vacío, es liberación.
El viento me convierte en un guerrero solitario en un páramo de familias, amistades, de sus voces y ruidos de platos en las cocinas.
Quedamos yo, la luna, el viento y alguien que me mira desde su ventana bien cerrada con notoria curiosidad, preguntándose por mi salud mental.
Mi hijo lejos, mi hijo hombre ya. Lo hice bien con él... A salvo del viento helado.
Me tranquiliza.
Tal vez, cuando tenga más edad haga lo mismo que yo, tiene mis genes. No es motivo de gozo para él.
Aspiro otra bocanada de humo, potente y nociva. Ideas y emociones se ralentizan dando prioridad a las defensas térmicas del organismo.
Solo queda una lucha contra el temblor de las extremidades y llevar el cigarrillo certero a los labios. Como luchan las flores cerradas por no ser arrancadas de sus tallos.
Lanzo la colilla y el viento la arrastra creando chispas que mueren apenas las ves.
Y está bien, tristes recuerdos y emociones se van tras ella, dejándome vacío, dejándome en paz.
Al entrar en la casa el calor me acoge con ternura y las intensas pupilas de las gatas, me observan serenas como si fuera de ellas, de su naturaleza. Como si no fuera hombre.
La piel se templa con una calidez de renovación. Solo queda el frío en las fosas nasales, como una melancolía. Un lugar donde abrazarse uno mismo.
Solo queda esperar, una serena espera.
Lo nuevo... Lo desconocido... Buscar, luchar, cazar, amar, doler...
El frío ha arrastrado lo muerto, como un bautismo arrastra una culpa convenientemente inventada.
Bendito frío.
Y bendito el calor que de nuevo me llena.
Bendito el tabaco que me hace épico y loco.
Maldita la realidad que me hace vulgar...









Iconoclasta

4 de diciembre de 2014

El frío, en Binibook






El frío.

El árbol humano, una novela de Iconoclasta


"La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo." (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta "touch"

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Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
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Un sagrado misterio


No somos dos enamorados.
No somos solo eso: solo amantes.
Somos dos rarezas en una esfera transparente de cristal de amor.
Somos un sagrado misterio en el planeta. No existen dioses, solo nosotros.
Un sagrado misterio porque nadie puede comprender como es posible amarte tanto, con tanta fuerza.
Cómo es posible ser tan amado como yo.
Somos la representación plástica y metafísica del amor. Una performance conceptual, surreal, mística y carnal.
Carnal, carnal, carnal...
Por todos los dioses, no sabes lo  que te amo...
Somos admiración, ante todo envidia.
Van a destruir nuestra esfera de amor, ya no seremos exclusivos el uno para el otro, ya no seremos especiales. Van a reventar a golpes el misterio que somos, con puños y dientes. Rabiosos, fariseos...
Ahora, precisamente ahora...
Te busqué en países lejanos, en tiempos que eran trampas.
Y estabas aquí, mi amor. Perdí tiempo y fuerza en errores.
Se acercan, quieren tocar, violar y mancillar el sagrado misterio, mi amor.
Abrázate urgente y fuertemente a mí. Oprime tus preciosos y menudos pechos contra mí, quiero fundirme contigo y que sientas la sagrada erección del amor. Antes de que nos olvidemos, antes de que nos destruyan como misterio.
Quiero crear en mi memoria toda una vida contigo, creer con firmeza que estos instantes de amor en los que te he encontrado, reconocido y besado, han llenado mi vida.
Dame tus labios y tu lengua, no te importe que los rasgue,  que duela el beso del sagrado misterio.
Quiero estar unido a ti cuando destruyan lo que somos y  dejaremos de ser.
Es tan breve lo hermoso, mi amor.
Cientos de hombres, mujeres y niños golpean la esfera del sagrado misterio de esos amantes anónimos y obscenos en su amor exclusivo y aislado del mundo. Son golpes sordos, en un silencio de pasos sin voces, de emoción insana, sin alegría...
Unos quieren entrar y ser misterio, otros quieren destruir lo que les está vedado.
La primera fisura que se abre en la esfera, contamina el interior en un instante corto como un latido de corazón.
El mediodía hace de la calle y sus seres un infierno, un horno al rojo vivo.
Los amantes han cesado el beso y sus cuerpos se separan.
Ya no hay misterio. La esfera de sólido cristal de amor estalla como una burbuja de jabón que cae dulcemente sobre el suelo ardiente.
Sin ruido y con la vulgaridad como atmósfera, los cientos de seres guardan silencio cuando los amantes se alejan el uno del otro con indiferencia autómata.
Alguien entre la multitud ríe, y todos se dirigen hacia algún lugar de la ciudad, charlando animadamente o con una carga de mediocridad sobre sus hombros que los encorva.
Los amantes ya no existen, no hubo misterio jamás. No se distinguen del resto de seres humanos.
El atardecer y sus sombras largas como finos cuchillos, masacran los restos de un misterio sagrado y efímero.
Jamás ocurrió, no hubo nada ultra terreno.
No es posible, no es legal semejante amor.
No hay misterios en un mundo plano, previsible y anodino.




Iconoclasta

3 de diciembre de 2014

El frío


Es un frío agradable que hace cálida la casa.
Un frío amigo de liberación y renovación.
Un frío acogedor que apaga las brasas de un calor insano, ondulante y vibrante como cinta de asfalto bajo el sol de mediodía. Un espejismo, una mentira...
El frío es la verdad y la luz.
El frío bendito que deja las calles vacías y silencios caídos en el suelo...
Vencido el calor, vencido el polvo cegador y asfixiante, barridas las moscas y los aromas corruptos, el frío anida en el corazón como un estilete que rasga una membrana sucia.
El frío trae la serenidad como premio a esos sudores derramados con hartazgo y desgana.
Vence a fiebres contagiosas y contagiadas por ese calor metido en los sexos mediocres y sucios de semen y humores rancios.
El frío, mi frío, lo arrastra todo, incluso tiempos y dolores.
Y el amor entra por los resquicios de la ropa creando escalofríos, cálidas erecciones y humedades entre el ropaje y las hojas secas de los árboles
Abrígate junto a mí, mi amor.
Clávate a mí en este frío conmovedor, mi amor.
Haremos cálido el hogar con nuestros corazones ardientes y la piel fría.








Iconoclasta

1 de diciembre de 2014

La ecuación del amor


No aquí, no en este planeta.
No en las dimensiones conocidas.
Los verdaderos amantes no pueden existir en este lugar, en este espacio.
Aquí y ahora, los amantes solo son seres de compra-venta. Proyectos de amor sin consistencia, efímeros.
Hay una idea en mi cerebro, pulsando como un quasar en el cosmos: el amor tiene que existir, es una idea instintiva. Nací con ella como una certeza. No lo aprendí.
Tal vez se encuentre en el seno incomprensible de la parábola de una ecuación de segundo grado.
Hay que cruzar un portal dimensional, difícil y oculto, hay que dejar sangre y piel al atraversarlo.
Mi pensamiento no miente, no a mí.
Y aunque jamás he encontrado el amor, toda mi puta y obstinada razón me dicta buscarlo entre espacios invisibles e imposibles, en tiempos contraídos y expandidos.
No hay pistas que buscar, no hay datos de localización del portal del amor.
Es una cuestión aleatoria, aleatoria, aleatoria, aleatoria...
Una misión que suele acabar con la muerte sin encontrar el portal del sosiego y la serenidad.
Encuentras atisbos de amor fantasioso que son pistas erróneas, falsas alarmas. Hay que alejarse de esas trampas, hay que arrancarlas de cuajo de las entrañas y quemarlas. Que no quede nada que nos pueda distraer de la búsqueda.
No existen dioses que guíen, ni un umbral luminoso.
El amor es tan exclusivo que no se anuncia. Es un club secreto en el barrio de una ciudad sórdida y sucia.
Mientras los amantes simplones que se aparean intentan convencerse de su amor fatuo, busco pequeños  cambios de luz, una ráfaga de aire que arrastra un aroma ignoto, polvo extraño en mis zapatos.
No pierdo el tiempo, no me distraigo más de lo estrictamente necesario. No cambio mi solitaria búsqueda por una emoción prostituta.
Pago la mamada y sigo caminando hacia ningún lado, esperando poder resbalar algún día por el extremo de la ecuación y descender al seno de la parábola, allá donde el positivo y el negativo se unen para crear un misterio.
Dicen que es la nada, que es el cero absoluto. No importa, porque de hecho, esto es nada.
Solo atiendo a mi pensamiento, a mi idea.
El tiempo está en mi contra, lo sé. Es algo que ocurre desde el momento que nací.
No es preocupante.







Iconoclasta

27 de noviembre de 2014

Llega un jinete libre y salvaje


Ya acabó. Se cerró una era. No hay nada que hacer, ningún deber perentorio, no hay nada pendiente que merezca especial atención. Es liberador no esperar, que no se espere nada de ti.
Y está bien, así debería haber sido siempre. Solo me espera mi cuaderno, mi pluma y mi pensamiento arrollador y agotador.
Despiadado conmigo mismo, con mi propia verdad...
"Llega un jinete libre y salvaje" es el título de una película que no recuerdo haber visto. Solo me gusta el romanticismo del título.
Cuantas veces lo he pronunciado en mi mente deseando que fuera verdad cuando todo alrededor me asfixiaba...
Nunca seré lo suficientemente salvaje, ni lo suficientemente libre; pero estoy más cerca de ello que nunca. Así quemaré los restos de una madurez cabalgando deprisa hacia la muerte, a la vejez.
La bicicleta no es una montura a la que cuidar y que proporciona compañía; pero me gusta, me tiene que gustar, no hay otra cosa. No puede ser...
La vida me ha enseñado a sacar provecho de todo, aunque sea nada. Y desgraciadamente me sobra tanta imaginación, que mi dosis de decepción diaria está asegurada cada amanecer.
No tengo por techo las estrellas, no hay un alba o un ocaso  de cinemascope cuando abro los ojos.
En su lugar hay una pierna negra e infecta que no me permitirá volver a subir jamás una montaña sin dolor.
Hay días que lío cigarrillos como haría un jinete salvaje en su caballo. Y me alegro de estar solo y no hacer el ridículo ante nadie; porque mis ojos se entornan buscando un horizonte lejano al que parece imposible llegar. Un horizonte de película.
Y eso haría reír a cualquiera, aunque yo crea que es motivo para llorar de emoción y decepción.
Me engaño pensando que mi hijo pueda sentirse orgulloso de que su padre haya emprendido un viaje de tiempo y distancia para dejar de ser un tullido que cada día sacaba a mear al perro a la misma hora. Un tullido sin nada que hacer en medio de una actividad frenética de los que le rodean. Con un futuro tan liso y predecible como una mesa de billar. Me engaño pensando que soy la representación del quebrantamiento de la monotonía y la tristeza vital.
No me engaño mucho tiempo, sujeto bien mi imaginación. Férreamente.
Me engaño lo que tarda el cigarrillo mal liado en consumirse, mientras observo nada como un idiota con los ojos entornados. Lo único que tengo en común con el jinete libre y salvaje, es que sudo.
Solo soy quien se marchó de casa por un capricho de senilidad precoz o tullido ocioso.
Y sonrío con cierta amargura, como el solitario jinete que recuerda algo amargo, porque aunque nadie lo sepa, escapé de ser el hombre del perro de la misma hora. Con el mismo bastón.
Los jinetes libres y salvajes tienen su egoísmo; pero es perdonable. No he conocido ningún Jesucristo en más de medio siglo que vago por el planeta; a lo sumo, las madres mal folladas que dan todo su ser (con amargura) por sus hijos como si fueran a ganarse algún título de santidad o un nobel humanitario.
No soy tan malo. Y menos en este planeta.
Cueste lo que cueste, quiero ser "libre y salvaje" (tener al menos una razón para creerlo), antes que ser el pensionista demasiado joven para no hacer nada y demasiado tullido para aspirar a cierta libertad.
"Se marchó un jinete libre y salvaje", quisiera que fuera mi epitafio  en la tumba. Que alguien tome nota, seguro  que no tardo en irme.
Se entienda o no, aunque sea mentira, no puede hacer daño una frase...
Lo que me jode, es que no habrá tumba, no ocuparé un lugar en la tierra; me quemarán como un viejo neumático. Joder, qué mierda... Dan ganas de llorar.
Fue bonito mientras duró la ilusión, el cigarrillo...
Bye.

"Dices que vagas por tu propia tierra" (canción Everybody's Changing del grupo Keane, 2004. Mi canción, que se convirtió en una especie de premonición de lo que iba a cambiar mi vida en muy pocos meses).












Iconoclasta