Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta jinete. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta jinete. Mostrar todas las entradas

27 de noviembre de 2014

Llega un jinete libre y salvaje


Ya acabó. Se cerró una era. No hay nada que hacer, ningún deber perentorio, no hay nada pendiente que merezca especial atención. Es liberador no esperar, que no se espere nada de ti.
Y está bien, así debería haber sido siempre. Solo me espera mi cuaderno, mi pluma y mi pensamiento arrollador y agotador.
Despiadado conmigo mismo, con mi propia verdad...
"Llega un jinete libre y salvaje" es el título de una película que no recuerdo haber visto. Solo me gusta el romanticismo del título.
Cuantas veces lo he pronunciado en mi mente deseando que fuera verdad cuando todo alrededor me asfixiaba...
Nunca seré lo suficientemente salvaje, ni lo suficientemente libre; pero estoy más cerca de ello que nunca. Así quemaré los restos de una madurez cabalgando deprisa hacia la muerte, a la vejez.
La bicicleta no es una montura a la que cuidar y que proporciona compañía; pero me gusta, me tiene que gustar, no hay otra cosa. No puede ser...
La vida me ha enseñado a sacar provecho de todo, aunque sea nada. Y desgraciadamente me sobra tanta imaginación, que mi dosis de decepción diaria está asegurada cada amanecer.
No tengo por techo las estrellas, no hay un alba o un ocaso  de cinemascope cuando abro los ojos.
En su lugar hay una pierna negra e infecta que no me permitirá volver a subir jamás una montaña sin dolor.
Hay días que lío cigarrillos como haría un jinete salvaje en su caballo. Y me alegro de estar solo y no hacer el ridículo ante nadie; porque mis ojos se entornan buscando un horizonte lejano al que parece imposible llegar. Un horizonte de película.
Y eso haría reír a cualquiera, aunque yo crea que es motivo para llorar de emoción y decepción.
Me engaño pensando que mi hijo pueda sentirse orgulloso de que su padre haya emprendido un viaje de tiempo y distancia para dejar de ser un tullido que cada día sacaba a mear al perro a la misma hora. Un tullido sin nada que hacer en medio de una actividad frenética de los que le rodean. Con un futuro tan liso y predecible como una mesa de billar. Me engaño pensando que soy la representación del quebrantamiento de la monotonía y la tristeza vital.
No me engaño mucho tiempo, sujeto bien mi imaginación. Férreamente.
Me engaño lo que tarda el cigarrillo mal liado en consumirse, mientras observo nada como un idiota con los ojos entornados. Lo único que tengo en común con el jinete libre y salvaje, es que sudo.
Solo soy quien se marchó de casa por un capricho de senilidad precoz o tullido ocioso.
Y sonrío con cierta amargura, como el solitario jinete que recuerda algo amargo, porque aunque nadie lo sepa, escapé de ser el hombre del perro de la misma hora. Con el mismo bastón.
Los jinetes libres y salvajes tienen su egoísmo; pero es perdonable. No he conocido ningún Jesucristo en más de medio siglo que vago por el planeta; a lo sumo, las madres mal folladas que dan todo su ser (con amargura) por sus hijos como si fueran a ganarse algún título de santidad o un nobel humanitario.
No soy tan malo. Y menos en este planeta.
Cueste lo que cueste, quiero ser "libre y salvaje" (tener al menos una razón para creerlo), antes que ser el pensionista demasiado joven para no hacer nada y demasiado tullido para aspirar a cierta libertad.
"Se marchó un jinete libre y salvaje", quisiera que fuera mi epitafio  en la tumba. Que alguien tome nota, seguro  que no tardo en irme.
Se entienda o no, aunque sea mentira, no puede hacer daño una frase...
Lo que me jode, es que no habrá tumba, no ocuparé un lugar en la tierra; me quemarán como un viejo neumático. Joder, qué mierda... Dan ganas de llorar.
Fue bonito mientras duró la ilusión, el cigarrillo...
Bye.

"Dices que vagas por tu propia tierra" (canción Everybody's Changing del grupo Keane, 2004. Mi canción, que se convirtió en una especie de premonición de lo que iba a cambiar mi vida en muy pocos meses).












Iconoclasta