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14 de marzo de 2014

13 de marzo de 2014

Ni petite, ni mort


La petite mort es una metáfora de mal  gusto, una frase que no acaba de llegar a explicar ni por asomo lo que siento cuando tu coño se desliza y deja mi  pene mojado de ti y de mí, palpitante como un animal que agoniza. Extenuado...
Cuando tus labios vaginales al abandonarme rozan el glande, los dedos de mis pies se encogen porque se preparan para una bajada imparable a la animalidad.
Quien padeció la petite mort no supo jamás lo que es amar, lo que es joder, lo que es el puto  deseo que se extiende desde mi pijo y sube por los intestinos como un trallazo hasta mis sesos anulando todo raciocionio.
Quien padeció la petite mort echó un polvo más o menos afortunado, pero ni de su coño ni de su polla salió su alma y los abandonó.
Hostia puta...
Siempre se quedan cortos o yo soy un alienígena con amnesia que no recuerda como fue la última vez que jodió con quien amaba.
He tenido que nacer para explicarlo, para que la chusma sepa lo que es el final de un orgasmo.
El problema no solo está en el bajo intelecto medio de la población mundial, está en su mediocridad e hipocresía. Las putas palabras que dan miedo de escribir, de pensar, de decir. Siempre es igual: morir es "dormir", una enfermedad terminal es "estar enfermito", follar es "hacer el amor", odiar es "ya no te amo de la misma forma" y quiero joderte es "estás preciosa".
El" te amo", se dice durante la comida, meando o viendo una película; y si te la quieres tirar, se lo dices.
Cuando era pequeño no podía acertar que era lo que me repugnaba de una forma latente y continua en mi cerebro. Me hice un poco más mayor y supe que el asco venía de lo que pensaban ellos, todos. No quería saberlo, pero es así, me invade la humanidad como una metástasis de otra metástasis más profunda.
Unos pintan cuadros y yo tengo cáncer de vómito ante la humanidad.
Se inventan alucinaciones angelicales creyendo ser seres divinos y en lugar de sexos que huelen a orina y excremento, pareciera que tienen crisantemos y un colibrí libando sus sexos con suprema delicadeza.
Pues bien, yo aplasto al colibrí y arranco los crisantemos, quiero la carne desnuda y la orina escapándose de placer junto con el semen y las babas.
Esa comunión de éxtasis y flaccidez mental, cuando un coño se llena de semen y una polla se vacía, es solo para menores de edad, para intelectos menores e hipócritas.
La petite mort no explica mi segunda eyaculación, cuando de tu sexo mana mi semen en mi  vientre  por una simple cuestión de gravedad, cuando tu raja se muestra aún blanquecina.
La petite mort parece solo una estúpida tontería que padecen hombres y mujeres sin demasiadas inquietudes.
Mi gran muerte me lleva a odiarlo todo cuando me desvanezco entre los ecos de una corrida que parece arrancarme los cojones y hacer mierda mi voluntad.
Y blasfemo en nombre de la bestia en la que me convierto. Tu coño me roba la inteligencia y lo humano.
 Me corro como dios, o como le gustaría hacerlo. Dios babea cuando ve mi vientre contraerse y mi semen abrirse paso por la carne de mi bálano.
Después de joderte soy libre, soy la antimateria y un ser sin intelecto.
Pero ante todo soy un guiñapo incapaz de defenderse, si me quisieran abrir el pecho y arrancarme el corazón no podría hacer nada por evitarlo. Porque aún, durante unos minutos estoy en tu vagina, sintiendo esa presión que me arranca los hijos que jamás nacerán y que no los quiero.
Solo puedo aferrar mis cojones y sentir que no te los has llevado. Y descansar...
Descansar y no ser.
Eso no es una petite mort, es una bajada directa al más puro bestialismo. Es estar cabronamente vivo y jodidamente idiota por unos minutos.
Es estar a merced de lo que te amo, por eso permanezco indefenso sujetándome la polla aún goteante y respirando como puedo.
Si pagara a una puta, no habría nada de eso, le daría una patada en el culo para que se fuera de mi lado. No soy un bohemio de la absenta y las putas sifilíticas de otros tiempos, que inventaron la petite mort porque sus cerebros estaban demasiado descompuestos. Demasiado vulgares sin las drogas.
Putas y bohemios de vida fácil y divertida... Qué coño sabrán, idiotas...
La petite mort, no explicará jamás porque me quedo tan vacío cuando me arrancas parte de mí con tu coño inmenso, con tu coño dulce, con tu coño ávido, con tu coño soberbio que se sabe superior a mí.
Que lo es...
Hay una expresión que es la verdadera: hacerse mierda.
Y fumar hasta que la voluntad vuelva, tarde lo que tarde.









Iconoclasta

Diálogo con Yomismo en Binibook







Diálogo con Yomismo

7 de marzo de 2014

6 de marzo de 2014

Diálogo con Yomismo


—Hola Yomismo. ¿Qué haces ahí fumando en la penumbra?
—Me he dado un baño de vapor, estoy cansado para soportar el peso de la luz. También me he dado un baño de ridículo.
—Nunca aprenderemos; pero es normal, estamos cansados Yomismo.
— ¿Tú también eres Yomismo?
—Nos confundimos como se confunden en las caricaturas Robert de Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman y Jack Nicholson.
—No me hagas reír, estoy jodidamente cansado.
—Pues riamos y fumemos en la penumbra, nadie nos verá reír tan ridículamente.
—Me gusta sudar...
—Y no nos gusta el jabón.
—Somos unos cerdos.
—Unos cerdos cansados.
—Sí que lo estoy (cansado).
—Ya se acabó, unos días más y  morimos.
—Ojalá no volvamos a hacer el ridículo antes de morir. Tenemos que vigilarnos mutuamente. ¿Quién de nosotros dos habla ahora, Yomismo?
—Da igual... Morir con una paranoia te garantiza una entrada al cielo de los escritores más patéticos. Es bueno, ridículo, pero interesante.
—Estoy realmente cansado, Yomismo.
—Tranquilo Yomismo. Ya no importa lo que pase, importa que acabe.
— ¡Qué acabe, por favor! Cansa vivir tanto. Más de medio siglo hace mierda las cervicales.
— ¡Venga, otro baño de vapor a tope de fuerza! Si tenemos suerte, ese corazón miserable que va a su puta bola y no le importamos, fallará.
—Y acabará, Yomismo, por fin descansaremos.
—No hace falta jabón.
—No me hagas reír, estoy cansado de veras.
—Nos vamos, ponte en pie, esto se acaba por fin.
—Hasta que se caiga la piel.
—Así será, como serpientes...
—A descansar, Yomismo.
—Igualmente, Yomismo.
—Yomismo...
—Dime.
— ¿No podríamos cerrar un poco la salida de vapor? Se nos está pegando la lengua al paladar.
—Muy gracioso...









Iconoclasta

Chorros de vida en Binibook

Chorros de vida.


4 de marzo de 2014

Inconsciente


Estoy tan acostumbrado a la vida, que no soy consciente de ella, me muevo y deambulo como un animal, tal vez peor. Busco coños con mi glande henchido y empapado; es una antena eficaz que detecta hembras a las que metérsela.
Busco coños, porque no sé que otra cosa me pueda interesar.
Soy como un viejo animal que hace siempre lo mismo, que olisquea el culo de una hembra e intenta beneficiársela por el culo por el primer agujero que encuentre.
Es importante el concepto de agujero, porque eso lo hace todo más fácil. No se puede ser inconsciente y a la vez exigente. Son antítesis.
No importa.
Respiro y no pongo interés en ello. Me alimento sin alegría, la muerte es algo que ya vendrá.
No tengo nada ni nadie.
Asesino lo que está cerca, sé matar lo vivo y los espejismos: emociones humanas que ya no son emociones de tan vulgares, son puro sedimento calcáreo en mi cerebro.
Está bien, no es bueno ni malo, es así.
Tal vez el animal tenga conciencia de adonde va.
Yo la tuve un día.
Los demás, los otros,  los que me rodean ríen, sienten y aman todo  lo que está cerca de ellos, todo lo que un día se cruzó en su vida.
A mí me la pela, todo fueron errores que cometí inconscientemente. O tal vez a conciencia, pero ya no importa, soy uno con la basura: Om.
Yo no lo entiendo, no entiendo de esas cosas de amor y amistad. No me sirve de ejemplo tanto cariño y tanto amor. Voy por libre, soy extranjero en el planeta.
Es un hecho que los humanos se amen y hagan amigos y familia y toda esa mierda difícil y complicada. No me afecta.
Sigo en movimiento inconscientemente como la mano que lleva el tenedor a la boca. O el movimiento de mis nalgas al violar a una hembra.
De la misma forma que meo, cago o me corro.
Solo soy consciente de que fumo, no necesito ninguna conciencia más.
La capacidad para la inconsciencia se adquiere con el tiempo, a menudo cuando vas a morir, un poco antes en mi caso; pero nunca es tarde si la inconsciencia es buena.
Apenas me doy cuenta de que aplasto un cuerpo bajo las ruedas de mi coche. Apenas me doy cuenta de que no importo, de que soy molesto, de que soy bulto.
Y está bien, inconscientemente, me importan poco esos hechos.
Inconscientemente me doy cuenta de que no hay amor, de que no hay posibilidades de ello.
Sin pena me doy cuenta de la esterilidad de mis cojones.
Tener hijos nunca ha sido algo que me preocupara. Seguramente, inconscientemente los hubiera matado, o se la metería a mi hija hasta que sus intestinos infantiles se pudrieran por los hematomas de mis embestidas.
Apenas me doy cuenta de que los días pasan, no sé si es ayer o mañana.
Apenas soy consciente de mi erección, es habitual.
Apenas soy consciente de que me acaricio rítmicamente la dureza que palpita viva como una infección.
Apenas me doy cuenta de que he eyaculado, el semen tiene la temperatura de la piel de mi vientre.
El templado semen da paz, como un baño relajante de mí mismo.
Apenas me doy cuenta de que mis ojos se cierran en la penumbra de las cortinas cerradas, de que entro en un narcótico sopor donde no soy consciente de que estoy solo.
Y está bien.
Está tan bien como la sangre que mana del cuello de la puta cocainómana con nariz de boxeadora. Apenas me doy cuenta de que  le hago un corte rápido e indoloro con la navaja de afeitar en el cuello, cuando está concentrada en chuparme la polla con los cuarenta euros que le he dado aún en la mano. Quiere que me corra rápido y poder hacer diez mamadas esta noche y llevarse una pasta.
Siente la cálida humedad de la sangre que le gotea por el mentón, se palpa el cuello y me pregunta que he hecho, si soy un hijo puta y esas cosas. La saco del coche de una patada y camina torpemente sobre unos tacones monstruosamente altos, para caer al suelo, con la mano en el cuello intentando detener toda esa sangre que se escapa. El hilo del tanga lo lleva metido en el coño, profundamente. Y sueño que es un cable de acero y con ello, partirla en dos en vertical.
El dinero está sucio de sangre en sus manos. Y mis cojones también, están llenos de su sangre.
Paso las ruedas por sus piernas, pero no  está lo suficientemente muerta como para no sentir dolor.
Oigo risas de borrachos.
No sé donde voy, no importa.
Inconscientemente sabré que hacer.
Asesinar es otra vulgaridad, otro acto que se lleva a cabo de forma inconsciente. Yo debería haber clavado a Cristo en la cruz, hubiera hecho un buen trabajo. Con profesionalidad.
¿Eyaculó Cristo en la cruz cuando escupió la vida por la boca entre sangre y vinagre?
Seguro que lo hizo inconscientemente, como yo.
Somos parecidos, al fin y al cabo.
Es un hecho, otro de tantos.
Deambulo inconscientemente, ya llegará la muerte, no importa.
Soy un inconsciente.
No puede hacer daño, a mí no.









Iconoclasta

27 de febrero de 2014

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta "touch"

Las Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta ya no son virtuales. Ya se pueden tocar, doblar, usar como papel higiénico de emergencia, etc...


Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta


Chorros de vida


Tengo chorros de amor que emitir.
Tengo chorros de semen que eyacular.
Tengo chorros de lágrimas por los sueños muertos.
Tengo chorros de tierra con los que cegarme los ojos.
Tengo las manos vacías y no saben qué les falta, están crispadas.
Tengo una pena vital, porque la vida es muy pequeña.
Tengo un dolor en la médula, dentro de los huesos.
Tengo mucha presión, chorros de impaciencia por un tiempo que transcurre lento.
Tengo un encendedor ya gastado.
Tengo una afilada cuchilla para liberar tanta presión.
Mierda...








Iconoclasta

25 de febrero de 2014

De papel, tinta y retrasados mentales


Nunca se agotarán las ideas o el pensamiento, al menos el mío y el de uno o dos más que hay en el planeta, en proporción a la cantidad de monos parlantes.
Lo único que se agotará y que prohibirá será el papel y los objetos de escritura, para que nadie pueda perpetuar su pensamiento, si fuera capaz de hacerlo.
El espacio físico donde la idea adquiere tres dimensiones, color, olor y tacto. Con ello existencia.
El sistema triunfa y apenas se usa papel más que para limpiarse el culo, los mocos o el semen de la polla o la vagina. Los han criado idiotas, incapaces de escribir bien, avergonzados de sí mismos y de su caligrafía; para que no escriban y conviertan en algo tangible y duradero lo que piensan.
Si piensan, claro.
El poder se ahorra así mano de obra y tiempo en romper ideas y negar autorías a seres que son más inteligentes e inquietos que la gran mayoría.
El poder corrupto quiere virtualidades que se puedan borrar con un "del" o editar con un "copy paste". Sin autógrafos incómodos.
Para que solo quede lo que ellos escriben, dictan y ordenan escribir.
Es por ello que solo encuentro en las librerías noveluchas baratas como Crepúsculos, Juegos del Hambre y misterios milenarios y esotéricos sin base ni fundamento histórico real. Esoterismo de feria barata. Se encuentran hasta en la sección de hortalizas de los supermercados.
Se pretende que humanos que han sobrepasado ya la adolescencia, continúen leyendo la basura adolescente que los hará subnormales y cobardes eternamente.
La peste de Camus, llegará a prohibirse, como El Exorcista dejó de editarse porque ponía de manifiesto que era peor la religión, el analfabetismo y la sanidad pública que el diablo si existiera.
Me ensucio los dedos al ojear las páginas de los libros de autoayuda: come mierda, da gracias por ello y sé feliz.
Toda esa basura está en la estantería nombrada como imbecilidad y cobardía, en todas las librerías, en todas las pescaderías del mundo.
Por ello el papel  se está prohibiendo, para que nadie pueda escribir nada más que eso.
Mientras la chusma lee cuentitos sin peso ni profundidad, hay una horda de retrasados mentales asesinando gente en un pueblo durante nueve horas sin que aparezca nadie, ni un policía, ni un político. Apenas una reseña un tanto incómoda que anunciar (en Guerrero, México un día antes de la fiesta de la bandera en el 2014, para ser más exacto).
Y así, como en la edad media, cuando el analfabetismo era el arma del poder, ahora lo es la escritura electrónica y la literatura infantiloide y cobarde.
Otras formas de analfabetismo encubierto.
Y si se piensa bien, la humanidad no se merece otra cosa más que trabajar y ser exterminada por corruptos gobiernos en un emotivo día de banderas de mierda.
Apenas un extraño caso de seres que ocupan el papel con su pensamiento entre cientos de miles que follan borrachos y leen basura y ven mierda en la televisión. Todos esos cientos de miles de retardados, se adjudican el intelecto de dos o tres que saben escribir.  Se adjudican capacidad intelectual, cuando solo hay una excepción inteligente cada sesenta años.
Y a medida que escribo mi pensamiento con tinta marrón que resalta contra la blancura del papel como una mancha de diarrea en la sábana blanca o en la santa, llego a la conclusión de que nueve horas de exterminio en una ciudad no son suficientes, es muy poca cosa.
Se requieren turnos de veinticuatro horas asesinando monos parlantes para que la subnormalidad deje de reproducirse a este ritmo ratonil.
Cuando yo muera y descubran los kilos de pensamiento que he escrito y acumulado y los quemen, alguien pensará: menudo hijo de puta era este tipo.
Solo que será demasiado lerdo para darse cuenta de que es incapaz de escribir ni una sola frase de más de tres palabras en una simple carta. Al igual que los más de siete mil millones de habitantes del planeta.
Hay chimpancés que desarrollan un mayor nivel intelectual que un pueblucho con miles de habitantes, a los que matan sin que nadie preste atención.
Y es que la selección natural se abre paso como sea, aun que los retrasados mentales que son los medios para llevarla a cabo, no sean conscientes de lo que son. Tal vez, ni sepa lo que están haciendo, si no es de un modo tan básico como el instinto reproductor de las ratas.
En pocos años, cuando alguien no tenga teléfono para escribir un mensaje, se tendrá que meter un dedo en el ano para escribir con mierda su saludo de subnormal en una pared.
Y luego se lo limpiará chupándoselo.
Buen sexo y feliz imbecilidad.
Y sobre todo, paciencia.








Iconoclasta

La biblia for dummys 2, en Binibook

La biblia for dummys o la iconoclasta verdad, cap. 2.


18 de febrero de 2014

Geometría con la luna


No sé que coño significa, no sé porque observo la luna al amanecer por encima de la vulgaridad de un pinche depósito de agua (es obvio que no estoy en un bosque, carajo).
Tal vez no hay otro sitio donde mirar antes de que salga el sol de mierda y revele por enésima vez mi piel en toda su decadencia, a toda madre.
Tal vez sea un ejercicio de geometría sobre la verticalidad, perpendicularidad y toda esa mierda de la perspectiva; pero no hay perspectiva.
Vaya mierda de geometría.
Simplemente mis ojos son viejos como una piedra y mirar lo gris y lo anodino relaja mis ojos ya petrificados y quebradizos.
La luna era accidental, no me interesaba una verga.
No es arte, es algo puramente funcional.
Es solo que me queda a la altura de los ojos, y para lo que hay que ver, ya está bien.
Los hay que tienen suerte y viven en un bosque boreal donde los putos amaneceres son la hostia puta de hermosos y bellos.
A la mierda, yo miro ángulos, rectas y circunferencias, y no me pongo a llorar como un joto epatado por una belleza de mierda.
Punto.









Iconoclasta

15 de febrero de 2014

Mi desierto


Mi jardín no tiene flores ni árboles. Mi jardín es un arenal con un viejo toldo rasgado para que dé sombra. Es un trozo de desierto puro y árido.
Es duradero.
La arena no muere, la arena es eterna.
En cambio, las flores y los árboles mueren siempre y rápido. Las hay que duran muchos años y los árboles llegan a los trescientos años; pero no conmigo.
No sé que ocurre conmigo, con mi suerte.
La arena no muere y cubre a los muertos, tal vez sea lo que me toca, tal vez me llevo bien con la muerte y con la nada.
Los árboles y las plantas se secan y mueren cuando los miro. Sin apenas dar una flor, sin tiempo para un fruto. Es tan triste...
Me cago en mi suerte.
Mi jardín es un trozo de desierto en el que nunca habrá un oasis. Y eso es bueno, es único, soy la hostia puta de la innovación. Y acepto esa imposibilidad de vida en mi desierto como el único lugar del planeta en el que no crecerá nada jamás mientras viva.
Me gusta la exclusividad, no soy humilde.
Y como la situación era cuanto menos irritante, sino frustrante, cubrí las flores y los árboles muertos con arena. Enterré a la muerte lenta y desecante en más muerte.
Más que nada porque aquel cementerio de vegetales, parecía el reflejo de mi vida: cuando algo está a punto de florecer,  cuando va a rendir frutos, se me escapa como esta arena blanca y seca se me escurre entre los dedos.
Cuando miras el brote y crece y piensas que vas a tener un bonito árbol, se muere.
Y se genera cáncer y enfermedades y ya no quieres estar en la tierra y pierdes la esperanza y todo es tan triste como la cabeza decapitada de un delfín que se hunde en el océano sonriendo.
Así que me ahorro la metáfora de mierda que constituye el maldito jardín de las flores muertas.
Porque si la vida intenta darme una lección, me cago en la vida y hago exactamente lo contrario de lo que la puta experiencia dicta.
Y así es como en mis tardes solitarias, hasta el anochecer, me tiendo en la arena, encima de la muerte.
Con dos cojones.
Con un arrebato de valentía.
Un tanto enojado con la vida.
Demasiado enojado si he de ser sincero. Haces algo con ilusión y siempre hay alguien vigilando para estropearlo, como si cometiera un delito cuando me siento bien.
Plantas un árbol y el perro de un deficiente mental te lo pudre con su orina.
Una planta se seca con una flor a medio brotar bajo el asqueroso sol por mucho que la riegue.
Tienes un hijo y se muere o nace idiota.
Tienes una mujer y se hace fea.
Tienes un perro y te lo envenenan, porque si de algo hay, son cantidades industriales de cerdos de dos patas.
Son habitualidades de la vida, no son raras, ocurren a menudo, solo hay que escuchar el mundo atentamente y te das cuenta de que la felicidad es un pequeño y breve claro en una lluvia de mierda.
Y soy optimista...
Un vecino llamó a la puerta para recolectar dinero para los arreglos del jardín comunitario y lo invité a pasar porque soy un tipo solitario y sé que algunos piensan cosas raras porque no me relaciono. Lo invité a un café.
Un tipo listillo, ingenioso, chistoso de mierda. De esos que una vez ha abierto la boca para decir sus subnormalidades, te das cuenta de que es mejor que estuviera muerto.
A mi jardín, a mi desierto, se accede desde el salón, queda en la parte trasera de la casa.
Y se acerca hasta las cortinas y las separa para atisbar cuando me dirijo a la cocina a por unas tazas de café que ha aceptado con rapidez.
"La verga... Parece el arenero de mi gato pero en grande. Y eso sí, limpio".
"Mi jardín es un arenero de gato; pero no cago ni meo en él, tío mierda hijoputa" Pienso sintiendo como el veneno de su puta envidia invade mi organismo.
La envidia es malísima para las plantas y los árboles, para los jardines.
Me pregunto si puede ser mala para un desierto.
"Hay arenas y piedras de colores. Precisamente, donde trabajo, al lado hay una tiendita que vende cosas de jardinería, te traeré algo a ver si te gusta".
Otro que tiene fabulosas y buenas ideas, otro que tiene que mejorar lo que no es suyo y dar sus putos consejos e ideas a alguien que apenas conoce. Y eso porque ve un espacio tan grande y tan extraño, que se caga de rabia de la mediocridad que tiene en su casa.
"Tómate el café de mierda y vete, puerco. Tómatelo y vete ya..."
Me costó tanto no decírselo...
No sería la primera vez, ha habido gente que no conocía y he insultado con calma, pero aquí, en el barrio no quiero malos rollos con los vecinos.
"Pues has tenido una buena idea", le miento apretando los puños con ganas de acuchillarle los ojos y cortarle la lengua.
Y la polla.
Después de unos cinco minutos de decir cosas a las que no le presté atención, se marchó.
A los siete meses, el vecino ingenioso y simpático, su mujer, su hija de doce, su hijo de ocho, el pequeño de cinco, su suegro y su madre, murieron asfixiados por un fallo en la evacuación de gases quemados del calentador de agua. Murieron apaciblemente de noche.
Sinceramente, me sentí feliz. Sentí el aire más limpio sin ellos.
He sentido más pena por las flores muertas de mi jardín.
Y compré la casa que nadie quería, al menos nadie que supiera de su historia.
La vacié completamente, la desinfecté, la pinté por dentro y por fuera de un color amarillento semejante a la arena y llené todo el piso de arena, dos palmos de arena en cada habitación y rincón.
Y los fines de semana, como si de un viaje o una expedición se tratara, me meto en mi desierto con un saco de dormir, un libro y un farol de gas. Es más grande que el de mi jardín, más estéril aún y con el inevitable aroma de la muerte en su paredes.
No puedo ver las estrellas del cielo, pero maldita sea la falta que me hace ver algo que ni siquiera sé si existe en estos momentos. Hay estrellas que podrían estar tan muertas como las flores bajo mi desierto, o como la familia que vivía en esta casa.
Y así no hay engaños y este cansancio de cada día, de cada día lo mismo, de cada hora lo mismo; se desvanece entre la arena de este desierto que es obra mía.
A veces me siento tan cansado que desfallezco, cansado por dentro, como si en la cabeza tuviera músculos en lugar de cerebro.
Y soy razonablemente feliz así. Todo lo feliz que mi suerte de mierda me permite ser.
No es poco, es solo mi mérito, soy soledad y soy arena en el desierto, en mi desierto.
Al fin y al cabo, soy un árbol sin frutos, el vegetal más solo y seco del planeta.
Es mi opinión, es mi experiencia.
Es mi eterna tristeza, mía y solo mía, exclusiva, intransferible.









Iconoclasta