Powered By Blogger

14 de mayo de 2006

Deportes e idiotas

Está tan difusa la línea entre la diversión y la estupidez que es difícil para una persona de un nivel cultural elemental saber si lo que sale por la televisión es una manifestación de retrasados mentales exigiendo derechos o una hinchada futbolística.

A veces creo que una epidemia ha hecho papilla el cerebro de familias enteras y no aciertan ni a coordinar sus cuerpos torpes de rancio sudor.
Es desalentador si no tienes televisión de pago, encender el televisor. Un día el Barça y otro el Sevilla. La cuestión es dar por culo y molestar (para muchos lo primero no constituye un inconveniente).

Los hinchas de los equipos son como esos monos que se movían al son de un organillo. Paso mucha vergüenza ajena viendo a toda esta peña.
Cuando uno grita, el otro grita más y así en progresión geométrica se transforma la fiesta en una pandemia de la imbecilidad más absoluta. Entre borracheras vomitan sus lisos cerebros…
Muchos necesitan algo que les alegre una vida estúpida y aburrida, sus pequeñísimos cerebros se activan y se llenan de luces cuando ven una pelota de “fúmbol”.

Con el fútbol, la F1, el baloncesto y todos los deportes que la televisión emite.
Pero no son deportes, son juegos. Los deportes exigen forma física aceptable, fuerza y resistencia. Algo especial.
Los juegos son la cultura de los ineptos.
No son capaces muchos de aprobar la ESO y otros de ayudar a sus hijos con los deberes, de responder a sus preguntas.
Pero pregúntale a cualquiera de estos ridículos el resultado de la liga y te lo recitarán de carrerilla. Y los que no tienen puta idea de lo que es una rueda, ahora te explican los grados de inclinación de los alerones de un “coshe” fórmula 1; hablan de los efectos de la aceleración como si supieran lo que es.
O los puntos y estrategias de los equipos. Los hay que saben sumar puntos positivos y negativos, pero no saben pedir “cocletas” en el bar.

Poco hubiera imaginado Orwell que para mantener al rebaño bajo control, no era necesario crear un gobierno totalitario que manipulara las noticias más trascendentales de la política mundial. Simplemente se trataba de crear títeres que dieran patadas a un “esférico” o que condujeran coches rápidos llenos de pegatinas.
Hay demasiado dinero inmerecido entre demasiados jugadores. La borregada no tiene inteligencia propia, es empática y aleatoria y por alguna extraña razón que no consigo describir con sólo 45 palabras, se sienten ellos mismos afortunados por los millones que gana un descerebrado con suerte.

Con solo dar un vistazo de 10 segundos a la televisión se da uno cuenta de la nada sutil manipulación que se hace con los idiotas.
Ya no sólo retransmiten los aburridos partidos, si no que filman a familias y pueblos enteros que se lanzan a la calle con una alegría estúpida. Los gobiernos saben que sus gentes idiotas son felices de verse revolcar en la miseria. La televisión pública que se mantiene de lo que me roban de la nómina, pasa las mismas caras de idiotas felices una vez, y otra, y otra, y otra…
Esto no puede tener un final feliz.

Las noticias de juegos se prolongan hasta que siento náuseas y cuando me estoy saturado de ver a tantos miles de imbéciles, pienso que desafortunadamente no hay suficientes desgracias en el mundo.
No existen programas de cine, por lo menos que puedan ser vistos por un trabajador que ha de madrugar.
No hay quien hable de libros, teatro o pintura. Y es lógico, por mucho que se pretenda, el cerebro de un 90% de la población no es capaz de asimilar estos conceptos.
Existen breves escarceos pseudo-culturales, como por ejemplo, la polémica con la película basada en el libro El código de Vinci; se trata de un cóctel de mentiras, mitos y verdades incomprensibles para unos lectores incapaces de asimilar el mensaje de un libro, pero los que lo compraron para Sant Jordi, al menos han leído parte de la solapa.
De esta manera aparecen como por arte de magia, expertos en falsa teología, masones, templarios y antiguas y extintas sociedades esotéricas; que los más ignorantes creen que estaban en posesión de algún valioso secreto.
Y creen que leen historia…
Es por esta falta de cultura que han tachado la película de blasfema.

Mejor que sigan mirando el fútbol y carreras de coches, que se olviden de leer porque lo empeoran aún más. Deberían ser conscientes de sus escasas posibilidades para el razonamiento.
Y por si esto fuera poco, existe internet y toda la basura que se publica en ella y que cuando un hincha lee, se cree.
Tiene que haber una solución a esto; es preferible una gran guerra a la degeneración a la que se está abocando la humanidad en las ciudades.
Es casi imposible quedarse impávido ante las grandes migraciones de los rebaños que corren tras sus equipos. Las reses desbocadas dando coces, niños borrachos entre padres borrachos…
A la mañana siguiente, gran cantidad de estos tontos no hará su trabajo o lo hará mal y tendré la mala suerte de comprar algo elaborado o manipulado por un alegre e incondicional hincha de fútbol.

De esta forma tan deportiva y alegre, todo es apocalíptico y si no has escogido un grupo selecto de gente inteligente, te ves rodeado de una piara de idiotas y correr el peligro de asumir la imbecilidad como algo normal y no avisar al propio hijo de la porquería que flota alrededor para que se aparte a tiempo.
Hoy sábado 13-5-06, en apenas 32 minutos he localizado y catalogado a más de 30 idiotas dispersos y en distintos lugares, con el mismo polo azul lleno de pegatinas: el de Fernando Alonso.
Si es que encima no tienen sentido del ridículo.
Por enésima vez en lo que va de semana, he vomitado.
Me voy a deshidratar.
Buen sexo.


Iconoclasta

El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo

Hace unos días vi este engendro de película. No era una atrocidad normal, es la obra de un grupo de amigos aburridos que con el pretexto de hacer un cine transgresor, crean una mierda en la que el guionista flipa en colores.
Y la banda sonora es pura basura.
Una película tan mala como abofetear a una madre porque la sopa está fría.
De tantas ridículas escenas, alguna grosería consiguió hacerme sonreír; es una cuestión de mera probabilidad, no de aciertos. Pero esta ligera sonrisa me daba esperanza y pensaba que pudiera ser que toda esa mierda que estaba viendo, sirviera para un fin coherente, un desenlace rompedor.
Y una mierda…
Esto es lo que ocurre cuando gente acomodada, con demasiado dinero para mi gusto, se dedica a malgastar celuloide.
Los pijos, los niños bien no deberían rodar películas por el simple hecho de disponer de unos miles de euros para derrochar (lo poco que cuesta este engendro).
El cine español se empobrece día a día alardeando de una creatividad provinciana.
De puta pena. Y encima se inventaron los premios Goya como una forma de masturbación colectiva y para eternizar la pobreza.
El Segura es un petardo de cuidado.
Margaritas a los cerdos…
Buen sexo.


Iconoclasta

9 de mayo de 2006

Tímido

No sé que ocurrirá cuando le exprese mi amor, no sé si se asustará, se abrazará a mí o simplemente me ignorará.
No sé nada e imagino tantas cosas que es imposible sacar una conclusión sensata. Nunca le he expresado a ninguna mujer mi amor.
He esperado años y pensado que me equivocaba, que tenía que vencer esta vergüenza. Esta timidez asfixiante.
Pero no he estado equivocado, esta es la prueba: ha llegado el momento idóneo.
Puede ser que con tantos años de desearla, haya vencido mi patológica timidez.


Ya han pasado cinco años desde aquel día en el que a través de la ventana de un café la vi dar una patada furiosa al suelo, no conseguía encender el cigarrillo.
El viento de aquel 26 de Abril del 2001 le elevaba el faldón abierto del vestido largo con dibujos de diminutas flores amarillas sobre un crudo liviano. Con la otra mano luchaba por no enseñar más allá de las rodillas.
Estaba encantadora, me enamoré de ella y me sentí desgraciado por mi soledad milenaria.
Sé perfectamente el día porque lo apunté en mi diario, un diario en el que sólo apunto los hechos más trascendentes y agradables.
Más que un diario, es un cuaderno de efemérides; pasan meses y meses antes de que pueda anotar algo digno de atención.
Esta timidez me ha convertido en un hombre tranquilo que no precisa demasiada atención de nadie.


Lanzó el cigarrillo sin encender al suelo y entró en la panadería. Sonreía con Rosa la panadera mientras le servía lo que pedía.
Creo que me pareció oír la risa de aquella mujer de vestido largo.


Miré mi café, mis dedos amarillentos por el tabaco y sonreí sin darme cuenta. Yo compraba en esa panadería y comencé a pensar e imaginar que pudiera ser capaz de hablarle y atraer su atención. Cuando pagué el café, ya se había disipado esa ilusión y tomé conciencia de nuevo de mis limitaciones. Todo aquel sufrimiento de la adolescencia ya pasó, ahora mantengo un amargo cinismo.

Pasaron dos días desde que la vi por primera vez. Volvió a entrar en la panadería.
Soy un solitario con mucho tiempo libre y me acostumbré a tomar un café en el mismo lugar y hora por verla aparecer. Siempre entre las seis y seis y cuarto de la tarde, en algunas ocasiones compraba bollería y podía observarla algún minuto más.
Los días en los que aparecía eran los lunes, jueves y viernes.
A los cuatro meses me atreví a acercarme más a ella. La panadera me conoce de hace muchos años. Cuando ella entró me apresuré a salir del bar, cruzar la calle y entrar en la panadería tras ella.
Esperaba a que una mujer acabara de buscar unas monedas para hacer su pedido a Rosa.


-¡Asquerosas tardes!-saludé con voz bien alta e indisimuladamente seria.

Rosa lanzó una breve risotada.

-Buenas tardes, Andrés. Siempre tan educado.

-Siempre, Rosa.

Ella se giró hacia mí con una sonrisa cordial y enrojecí al instante. Me sentí incómodo y no fui capaz de seguir con algún comentario ingenioso.

-¿Dos de cuarto, Susi?

-Sí, y media docena de magdalenas.

Apunté el nombre de Susi en mi diario como un hecho agradable y extraordinario.
Su pelo es castaño, apenas le llega a los hombros. No es delgada ni gorda. A mí me parece exuberante y proporcionada. Sus pechos se mueven ostentosamente cuando camina. Ahora debe tener unos 35 años y yo 55. Otro motivo más para no expresarle mis sentimientos, por lo menos hasta ahora.


Mi madre siempre decía que yo era un tío guapo, que me las iba a llevar de calle. Rosa la panadera no se explica “como un tiarro como tú no está pillado”.
Ya no me creo eso de que estoy bien. Mi madre murió hace 16 años y yo dejé entonces de creer en lo que decía sobre mi físico.


Desde aquella tarde en la panadería comenzamos a saludarnos como vecinos cuando nos cruzábamos por las calles.
Me acostumbré a pasear por las calles que con el tiempo deduje que ella frecuentaba.
Alguna vez se me iba la mirada hacia sus pechos que deliberadamente mantenía erguidos y libres. Y la saludaba avegonzado sin mirarla a los ojos.
Nunca me atreví a decir más que “hola” o “buenas”.
Cuando me cruzaba con ella me ardían hasta las orejas.
Algún día no me devolvía el saludo; estaba de malhumor, lo comprendía. Cada cual piensa en sus cosas y no tiene porque estar pendiente de nadie.


Ahora sí podría invitarla a un café y explicarle que llevo cinco años enamorado de ella. Es un amor tranquilo basado en la creencia de que no accederá a entablar una relación conmigo. Ya soy mayor para tener esperanzas adolescentes. Y sin embargo, me he obligado a mantener una débil esperanza. Tan débil que sin ella sería un cadáver sin más pretensiones en la vida.

Hace diez meses desapareció durante casi doce semanas. No me cruzaba con ella, no la encontraba en la panadería.
Me sentía aterrorizado, temía que se hubiera mudado a alguna otra parte. Me maldije por mi maldita espera, llegué tarde.
Pero uno de esos días, al comprar el pan, le pregunté a Rosa:


-¿Qué ha sido de esa chica alta? De ¿Susi? Hace mucho que no se la ve por aquí.

-Tiene diabetes, la han ingresado ya tres veces de urgencia. Me ha dicho una vecina suya que lo está pasando muy mal. Su madre ha tenido que mudarse a su piso para cuidarla.

-Si la ves deséale que se mejore de mi parte, Rosa.

-Se lo diré Andrés.

Apunté la enfermedad de Susi como un hecho extraordinario y agradable en mi diario, algo feliz. No se había marchado, simplemente estaba enferma.
Y por fin, hace tres meses, la volví a encontrar en la panadería. Un poco más delgada, el pelo recogido y los hombros imperceptiblemente caídos, no mantenía los pechos erguidos. Usaba gafas de sol y no pude apreciar sus hermosos ojos azules.
Saltaba a la vista que había pasado un mal trago.


-¿Cómo te encuentras? Rosa me explicó que has estado enferma.

Me miró a través de sus gafas, muy seria. Me reconoció e intentó esbozar una sonrisa.

-Diabetes. Ahora ya me encuentro estable; controlo el azúcar cada 6 horas y me tengo que inyectar insulina. Es horroroso.

-Lo lamento, pero lo importante es que se te ve bien. Que te estás recuperando. Me he alegrado de verte de nuevo.

-Gracias.-y se giró para pedirle a Rosa lo que quería comprar.

Cuando Susi salió, Rosa atendió a un viejo y una niña.

-Se está quedando ciega, pobre chica. Apenas ve ya. Me ha dicho que en pocos meses perderá lo que le queda de visión.-me explicó en susurros cuando me tocó el turno.

-¡Qué mierda! ¡Qué putada!

-Qué le vamos a hacer… ¿Qué quieres, Andrés?

Han pasado los meses y Susi está ciega. Ahora observo el bamboleo de sus pechos sin ningún pudor.
Durante unas semanas, su madre la guiaba y acompañaba.
De repente un día la vi sola, caminaba moviendo su bastón con pasos cortos y cautos. Muy concentrada.
Había recuperado su figura y se había recortado el pelo. Estaba hermosa.
Escribí en mi diario como un hecho extraordinario y agradable: “Gracias a Dios, se ha quedado ciega. Susi no me avergonzará con sus hermosos ojos mirando directamente a los míos.”
Mañana hablaré con ella, la invitaré a un café y le diré lo que siento, lo enamorado que estoy de ella desde hace años, sin que su mirada me haga bajar la cabeza. Sin que me arda la cara.


----------------------------------------------------
Susi no ha accedido a que la invite a tomar algo en el café. Me ha apremiado para que le hablara en la misma calle, en la misma avenida donde la he encontrado. Rodeados de gente que anda, que nos sortea o nos mira con curiosidad. El sol me deslumbraba cuando miraba sus ocultos ojos tras las gafas. Y sudaba copiosamente.
Cuando ha entendido lo que le estaba confesando, no me ha dejado acabar de hablar. Me ha hecho ver que es ciega y que aún no lo ha asimilado. Me ha llamado estúpido y aprovechado en un arranque de cólera que jamás hubiera imaginado. Algún viejo imbécil ha detenido su camino para escuchar la conversación. Las palabras airadas y casi gritadas de Susi.
No he sido capaz de abrir la boca para excusarme. Y tras llamarme capullo, ha seguido su camino golpeando nerviosamente el suelo con su bastón.
He apuntado este hecho por ser trascendente porque de agradable no tiene nada.

----------------------------------------------

No pude dormir en una semana, sus palabras y su enojo no se me quitaban de la cabeza.
Sigo enamorado. Volveré a intentar hablar con ella, pero he de esperar el momento adecuado. Aunque pasen otros cinco años.
Ahora mi esperanza se centra en que si Dios quiere, a Susi se le desarrolle un cáncer de laringe.
Que le deban extirpar la laringe y las cuerdas vocales para que se quede muda.
Cuando no pueda hablar, le susurraré mi amor al oído al cruzarme con ella. Le haré mis confidencias de amor inquebrantable.
Y no podrá avergonzarme con sus palabras, sus hermosos y carnosos labios no emitirán más que sonidos desagradables que estoy seguro de que ella no querrá emitir.
No sentiré arder todo mi cuerpo con un rubor crematorio.
No perderé la pequeña esperanza de abrazarla. De que se quede muda; aunque pasen diez años más.
Mi amor es tranquilo y sereno, conozco mis limitaciones.


Iconoclasta

7 de mayo de 2006

Bodas perfectas

Son exigentes, todo ha de salir perfecto, todo controlado y definido. Aunque cueste años.
Cada cosa en su sitio y todo conforme las más ancestrales normas. Como sus padres desean. Es importante hacer felices a los papás y mamás.


No casarse hasta que el piso nuevo esté debidamente reformado, que se demuestre que son especiales y tienen dinero. El piso avalado por los padres, o comprado… incluso entre las dos familias; hay que ayudar a los “niños” porque la vida está difícil.
El viaje de novios planeado, el tiempo justo de la boda, el banquete y una visita a la discoteca con sus mejores amigos.
Es importantísimo que en el banquete los invitados estén debidamente agrupados y los amigos, en la mesa más cercana.
Y que suene la música de El último mohicano cuando aparezcan tras reportaje fotográfico y en vídeo.


Se casarán en la ermita más pequeña y acogedora situada en un paraje de incomparable belleza. Hay siete meses de espera más los seis que necesitan para coordinar la boda con sus vacaciones de trabajo y así sea un perfecto enlace de días de fiesta.
El coche será nuevo, negro y engalanado con lazos y flores; vida nueva, coche nuevo. Es algo que impacta.


La televisión de plasma ya está sintonizada, así como el DVD grabador. El “home cinema” está posicionado como en las salas de cine y serán envueltos por la banda sonora de las películas.
Es un regalo de sus mejores amigos.
Es un piso enorme de más de ciento diez metros cuadrados con un salón a dos niveles. Las paredes revestidas de estucado veneciano, es lo que se lleva ahora. Un tono distinto para cada habitación.
Y el disgusto de que el pintor confundiera el color de la habitación de los futuros niños…
Hay que estar en todo y exigir. Exigir porque todo ha de ser perfecto. Lo que bien empieza bien acaba.


El es un encargado en una fábrica de perfiles de aluminio que cobra un jornalazo. Ella administrativa de banca, cobra tanto como él.
Son tan amigos de sus amigos, que en las despedidas de soltero, se prometieron una eterna amistad entre mini-consoladores y mini-tetas pegadas en la frente.
Con borrachas lágrimas de sentimiento.


Lo único molesto es el lugar donde van a vivir, un pueblo mal comunicado a unos 70 km. de su ciudad natal. Los pisos en la ciudad y alrededores, son hasta cuatro veces más caros.
“Pero con el sueldazo que cobra cada uno, pronto recogerán dinero y podrán venirse aquí después de vender el piso”.
Explican los padres a los vecinos.


También han acordado una mutua de salud para cuando ella tenga que parir; les entra en el precio una suite doble.
Y la cesárea entra en el precio. Ella tiene miedo del parto y prefiere que la anestesien; “para eso están las cesáreas aunque te rajen”. Aunque sean peligrosas.
En todo caso, si algo se complicara, se encargará la clínica de trasladar a madre e hijo al hospital del seguro más cercano.
Todo coordinado y controlado.
No les falta el ordenar de sobremesa, el portátil ni la línea ADSL.
Se casaron con una precisión matemática; todo fue un éxito y fueron la envidia de vecinos y familia.


Con el tiempo, los vecinos preguntaban a los padres: “¿Cómo le va a la parejita?”.
Ya no sueltan sus mierdas de flores sobre sus tan millonarios y perfectos hijos, tan solo dicen: “Están muy bien”.
La pareja perfecta y exigente, de tan sociables y tanto que querían a sus amigos, acabaron follando entre ellos.
¿Por qué ella gemía más con su amigo?
¿Por qué él besaba tan apasionadamente a su amiga?
Luego, en la soledad de su mierdoso piso, se hacía un embarazoso y vergonzoso silencio.
Toda esa falacia de amor era basura pura.
Se conocieron en una discoteca barata y hortera. “Te quiero” susurrados con el aliento pegajoso de cubatas baratos.
Risas felices entre el humo de los porros del fin de semana.
Las mamadas de ella nunca fueron lo mismo desde que dejaron de hacerlo en el coche, el reservado de la disco.
El ya no busca su coño como cuando conducía. Ella se masturba en la ducha evocando cuando abría sus piernas para él, sentada en el coche. Los dedos buscando por entre su micro-falda, haciéndole cosquillas entre los muslos, apartando la braguita y hundiéndolos en su coño jugoso. Le excitaba que él no pudiera apartar la mirada de la carretera, se corría con sus dedos clavados en lo más profundo de su vagina elevando las rodillas con los pezones duros como rocas.


Eran un par de provincianos incultos, hijos de obreros con complejo de clase media.
Les regalaron todo a “los niños” sin conocer a los idiotas que habían criado.
No se creerían que su perfecto y “encargado de una perfilería de aluminio” hijo, se ponía ciego de beber y que a veces no sabía si se había tirado a su novia o a su amiga.
Tampoco hubieran creído lo mucho que disfrutaba “la muy responsable de la niña” babeando semen, limpiándose los cuajos de la blusa con toallitas húmedas.


Parece inevitable que ser pobre es lo mismo que ser idiota.
Es lo que hay, muchas parejas idiotas que se estropean en tres o cuatro años tras un gran fasto.
Pero no son inteligentes ni a nivel primario, deciden tener hijos para dar un nuevo enfoque a la relación, para hacer más duradera una estúpida y superficial unión.
Tienen dos hijos porque así alardean de fértiles y buenos reproductores.
Y se divorcian igualmente.
Se pelean como dos tarados por una mountain bike de hipermercado que nunca han usado. O por la colección de CDs de reguetón.
Y ahí se me escapa la risa, me río de aquella exquisitez de boda, del preciso control de todo. De esa hermosa amistad que disfrutaban con sus amigos de “toda la vida”.
Convivir juntos sin estar colocados es muy distinto a la mierda de una relación sexual.
Y ese pisazo de mierda a mil kilómetros de todo…


Que se jodan, yo me casé sin tener siquiera un televisor y con un piso de alquiler. Nadie me ayudó.
Y no soporto a esos palurdos que hablan de sus fabulosos y potentes hijos; he visto demasiado como para tragarme sus fantasías de analfabetos.
Bodas perfectas…
No es envidia, es que me aburren y los veo cada día, es como una condena el estar rodeado de subnormales.
Y esas ermitas lejanas, preciosas, recónditas.
Me la pela.

Buen sexo.
Iconoclasta

5 de mayo de 2006

La insoportable desestructuración de unos gitanos

Esto de salir a caminar por la calle, a veces resulta estimulante. Digo “a veces” por ser optimista; porque salvo por hace un par de semanas no he visto otras estimulaciones en un montón de años.
Claro que mi situación geográfica tampoco es un centro neurálgico de actividades y ocio culturales.
Toda esta parrafada es un eufemismo para no decir que Barcelona es una mierda. Y para ser justo y ecuánime y la hostia de sensible, diré que todo es una mierda menos las obras de Gaudí que son cantiduvi de exóticas y torcidas.


Dicho esto y habiéndoos situado en un verdadero clima de suspense, os narraré una visión que padecí durante uno de mis largos paseos bastoniles, renqueantes, cojeantes y llenos de relajación y buen humor. Baste decir que cojeo con los ojos brillantes de ilusión. Lo juro.

A las 11:30 am. los niños están en el colegio si no fuman. Es así porque tengo ya los cojones pelados de verlo cada día porque salgo sobre esa hora a pasear.

Me sorprendió ver tras el murete que bordea un parque infantil la cabeza de un niño de cuatro o cinco años. Pensé:

“¡Joder! Este debe ser un hijo de esos de familias desestructuradas que está tan de moda nombrar”.

Y pensé en invitarle a fumar para charlar un rato sobre su desestructuración.
Afortunadamente conservo una visión excepcional gracias a las pajas que me hago probando variados y policromáticos condones; el último lote tenía en el cubre-pijo un patito que decía “cua” cuando te acaricias (o acarician para los más afortunados) el pijo.
Fue horrible la humillación que padecí en la fábrica cuando tuve que probar el primer prototipo. Y suerte que no prosperara el proyecto del cerdito juguetón.
Conclusión: las pajas no dejan ciego a nadie; todo lo que os enseñaron de pequeños es mentira.


Creo que me he desviado del tema, retómolo ya con la verbigracia que me caracteriza.

Si alguna vez miro a alguien cuando paseo, es porque está muy buena o llaman poderosamente mi atención por medio de estímulos sensoriales estridentes.
Como por ejemplo: una botella de vidrio rodando a base de patadas.


Fue ese ruido lo que realmente provocó que detectara aquella cabeza de niño, iba a decir cabecita, pero el tamaño era demasiado grande para calificarla así.

Gracias a que el niño no se estaba quieto, durante unos momentos se separó del murete y pude apreciarlo entero y así mi aguda visión pudo identificarlo, analizarlo y valorarlo.
Desistí en el acto de acercarme más, aquello era un gitano. De los desestructurados, claro.

Tenía más mierda en su piel que el rabo de una vaca. Seguro que sería moreno, yo sólo veía mugre. Aún tengo pesadillas imaginando que por accidente pudiera tocar aquel pelo pegajoso y venenoso. Hay medusas urticantes que no me dan tan mal rollo al observarlas. Estoy convencido de que si le hubiera apagado un cigarro en uno de sus tentáculos, no se hubiera quemado; tal era el grosor de la capa de roña.
No puedo dejar de imaginármelo entre las casetas de la feria de abril y a los caballos y sevillanos separándose de él en un radio de 15 m. Hasta he imaginado una toma aérea y todo.
Joder con la desestructurada mofeta.


Yo esperaba un final de esos… bueno, que soy morboso per natura.
Por ello, encendí otro cigarro, por eso y porque encandilado por la cría de gitano y mi intensa curiosidad zoóloga, me quemé los putos dedos.
Pensé en cruzar la calle y darle una hostia al niño, por pura maldad más que nada.
Y porque necesitaba desahogarme del intenso dolor de la quemadura.


Lo pensé mejor y decidí conservar mi ira interior para escribir con más pasión. Y me soplé con orgullo las uñas de la mano y después les saqué brillo frotándolas en mi prominente pecho.

El bicho cogió con sus pseudópodos la botella (un envase vacío de una cerveza mediana) y comenzó un concierto de percusión.
Como ya he descrito, el murete le llegaba hasta el cuello. Cuando se rompiera el envase, los vidrios le saltarían a la cara.
Ese era el final morboso que yo esperaba completamente acongojado, con el corazón en un puño. Dramático.
Mira que me gustan las tías que enseñan las crestas ilíacas por encima del pantalón. Me la ponen dura.


Cada vez le endiñaba más fuerte a la botella y yo evocaba la bendita inocencia de los desestructurados niños gitanos que pudieran quedarse ciegos.

O eso o que su borracho padre lo mate a tiros. Bueno, eso me la pela, lo que de verdad me importaba era saber si habría sangre. Aquí me he de explicar para que no se me tome por un insensible:

Esta curiosidad por las desgracias que a veces siento, es una consecuencia natural de ver los programas de noticias de la tarde sobre asesinatos, malos tratos y algún follar no deseado que se dan entre sujetos de muy bajo nivel cultural y genético, y escaso valor económico de la España Profunda. Mi mujer suele quitarme mi canal de videos musicales VH1 para ver esa mierda; desde aquí le digo que la quiero. Mucho.

Mi mirada de Terminator recorrió toda la plaza y detectó en unos bancos de madera despintada, a dos desestructuradas gitanas, una con un cochecito de bebé y la otra fumando. Hablaban con su desagradable acento analfabeto por lo que mis poderosos y sotisficados radares acústicos pudieron captar.
La más joven (de teñido y sucio cabello rubio que estaba fuera de lugar en una tez más curtida que unas alforjas), es decir la que no tenía el cochecito pegado a sus rollizas rodillas marcadas por unos bastos calcetines de media que me avergonzaba mirar; parecía ser la desestructurada madre del futuro invidente. Y como confirmando mi pensamiento eficaz, gritó:


-¡Keeeeeeeeevin! ¡Ponte que te vea!- y a su vez el sucio pequeño giró por unos instantes la cabeza para mirar a su madre, golpeando mecánicamente la botella; en plan autista pero mucho más sucio.

Su sonido atronaba en aquella plaza.

A punto estuve de decirle a la madre que no era necesario verlo, que por el ruido lo podía detectar incluso metiéndose una pastilla de speed directamente en vena. También busqué por los bolsillos la tarjeta de visita del otólogo que visita a la abuela de mi mujer que está casi tan sorda como la gitanaca. Pero no me gusta que una gitana me la chupe, así que pasé de comentarle nada y continué impasible y a la vez con una contenida expectación, que la botella se rompiera en su mano de una puta vez.

Si uno es perspicaz, mirando por unos instantes a los ojos del bicho, se puede saber qué grado de idiotez tendrá cuando sea un macho sexualmente maduro. Si además cuentas con la presencia de la guarra de la madre que lo parió para apreciar en toda su amplitud su herencia genética; se le podría adjudicar el grado sumo de idiocia patológica.
Si se lo llevara un camión de de la protectora de animales, seguramente lo disecarían como un fenómeno animal inclasificable. O tal vez lo soltarían en un bosque para que se adaptara a la vida salvaje.

Y por fin llegó el gran momento, como yo estaba sumido en mis pensamientos, me pilló por sorpresa y casi le grito hijoputa con el susto del estruendo de cristales rotos.
Los vidrios salieron despedidos contra su cara y le golpearon sin provocarle herida alguna, la gruesa capa de mierda que le cubría la piel, lo protegió.
Es otra prueba de la adaptación al medio y consiguiente evolución de las especies.
Eso sí, acabó con la jeta salpicada de gotas de cerveza caliente. Me dio mucho asco y escupí un pollo con un gran alarde de efectos sonoros.

Las guarras, al oír el ruido giraron sus hocicos hacia el Kevin:

-¡Keeeeeeeeeevin!¡Como te ensucies te mato, hijo puta!

Además de sorda ciega, porque con la cantidad de excrementos que su hijo tenía en el cuerpo, la cerveza no hacía más que limpiar toda esa mierda. No me dejaría tocar por su hijo ni en coma.

Y ahí es donde me sobrevino la luz, el entendimiento; lo que antes se conocía como “familia de guarros”, “familia de hijos de puta y chorizos” o simplemente “colla de cerdos del primero al último” ahora resulta que se les llama eso:
FAMILIAS DESESTRUCTURADAS.

Me toca los huevos la mierda de la retórica.
Si estas familias tuvieran mucha más ayuda de las instituciones, si ayudaran al gitano a metérsela a la gitana y les facilitaran libros y cultura como Aristóteles, Góngora, Becquer, Kant, Marx, Hemingway… Estos desestructurados lerdos aprenderían que el vidrio corta, que los hijos son para cuidarlos y que el agua y el jabón no sirven para hacer sopa que huele bien.
Lo que realmente se impone es que los camiones de la basura vacíen sus miserias a las puertas de sus viviendas y así esta gente de vida libre y alegre se cebe en la porquería y saquen de allí todo lo que necesitan para vivir y morirse sin que sean contaminados por nuestra forma de vida materialista.
A cada cerdo lo suyo.

Y meditando con este altruísmo y objetividad sobre la desestructuración de los huevos, seguí mi camino.
Que conste en acta y tome nota el cabrón del notario que para eso cobra una pasta: esta escena que presencié no me enriqueció en absoluto y sería igual de feliz que ahora si no la hubiera vivido.

Recuerdo vagamente algún dicho sobre metérsela a una gitana, y no sentir nada o yo que sé… Vaya que no me acuerdo pero me suena algo. Me revienta la sabiduría popular y por eso no memoriza una mierda de sus estupideces. Soy muy selectivo.

Llegué a casa y aún meditando sobre las consecuencias sociológicas de un mundo lleno de miseria, coloqué el DVD: Paraíso lésbico con frondosos consoladores vegetales entre las piernas de las más bellas zorras rebozadas en agua y arena, y me la pelé unas cuantas veces con los condones de patito. Ese “cua” al final me pone.
Mientras se me tensaban los dedos de los pies con alguna corrida, podía oír a una vecina por la ventana de la cocina hacer algún comentario despectivo sobre el follón que forman los dichosos patitos de los del ático.
Pero yo me corría igual, soy muy bueno en lo mío.


Que vuestra sexualidad jamás se desestructure y sea buena, placentera y abundante.


Cua, cua, cua, cua, cua, cua


Iconoclasta 04-05-06

21 de abril de 2006

44 años y contando



44 años y contando... Contando que han sido 44 años de fracasos. Nada de lo que deseaba se ha cumplido, bueno si; el escribir. Siempre he deseado escribir, es lo único que está en mi mano. Es lo único que se gesta en mi cabeza sin contaminantes externos.
Nada se ha cumplido, los fracasos han sido caprichosos. No es nada malo, porque los fracasos de algunas de mis voluntades, posiblemente me han llevado a un mejor camino.
Pero no soy tonto, demasiadas veces he rabiado como un animal. Es injusto esto de contar años cuando la fiesta no es como a uno le gustaría.
Cumplí 43 con una pierna rota, ahora 44 con la pierna que ya puede sostener mi peso, andar...
Hay unos nervios en ello, un ansia indescriptible ¿sabéis que tras tanto estar en reposo y sentado, ahora que puedo caminar me siento un traidor a mí mismo cuando me siento? Nací en el año chino del tigre, pero sólo me parezco a él en mi ir y venir en una reducida jaula.
Es como si el hecho de sentarme a escribir estas líneas, fuera una traición a mi vida. Ahora estar sentado y escribir es un acto de sabotaje a mi pierna, a mí mismo.
Perdonad que no haya estado todo lo que debiera, pero han sido unos días de no saberme relajar, de no sentirme a gusto con nada. De andar, de andar más... Terriblemente despacio, sin hacer caso del dolor, de los ruidos de las articulaciones.
Es el ansia desatada después de un año entero de práctica inmovilización. Y tengo un bastón de madera... No es bonito, pero no es una muleta aparatosa de metal frío y goma ortopédica.
Más adelante, si lo continúo necesitando, compraré un bonito bastón como Gala, pero en macho, no os vayáis a pensar que mi sexualidad se ha tornado tolerante o cosas de esas por las que uno sonríe con malicia.
A veces tengo miedo que se rompa la pierna de nuevo, y piso más fuerte para que ello ocurra y no me haga esperar demasiado.
No soy miedoso, sólo impaciente.
Pero dentro de mis mejores fracasos, el mejor con diferencia es este grupo y los que he conocido. Ha sido un tremendo fracaso conocer tantos escritores, o tantos lectores. O tantos humanos que no se sienten del todo a disgusto con lo que a veces escribo.
Un fracaso que me hace sentir afortunado. Suurgiendo de la nada, el Iconoclasta y sin propaganda ha acaparado los mejores escritores y escritoras. Las mejores personas sin más necesidad que el escribir y comunicar miedos y fantasías.
Es la función de escribir.
Besos y abrazos a todos, estoy volviendo poco a poco a la carga. Ya me estoy cansando de caminar... ¡Ja!
Buen sexo.


Iconoclasta

Safe Creative #1002215568145

20 de abril de 2006

Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca y me muerdo los labios, cuesta un poco girar, acomodarse a un husillo sinfín.
Girar sin llegar a nada ni a nadie.
Vueltas de tuerca. Adelante y atrás.
Y tú a izquierda y derecha.
Es todo tan árido a veces, tan árido como desearte y no tenerte.
Creer es una vana esperanza; creer en ti es una alucinación que me hace levitar en un mundo de atmósfera plomiza.
Debería comerte a besos por toda esa ligereza; vuelos sin motor en torno a tus labios.
Y hundir mis dedos entre el vello de tu pubis, tirar de él con deseo. Sentir tu vientre contraerse y mi ansia desatada.
Arrancarte un gemido prolongado. Mi venganza por todo este amor que me encadena, que me inmoviliza y me ciega a ti misma.
Otra vuelta de tuerca es seguir caminando y esperar que seas tú la que aparezca en cualquier momento, en cualquier lugar.
Soñar… Eres tú, podrías ser tú la que camina allá lejos. No me acercaré, conservaré la esperanza de que seas tú. Porque si no lo fueras, me muero.
Podrían ser tus labios los que ahora mordiera con hambre atávica.
Poder transmitir toda esta desesperanza de no tenerte con un beso hambriento; no llorar, no insultarte por existir y ni siquiera coger tu mano.
Otra vuelta de tuerca y la cabeza me va a estallar, pienso y pienso y pienso…
Duele ser expulsado del paraíso y duele la certeza de que no volveré jamás.
Duelen los besos en el tiempo.
El paraíso… Besar tus pechos prohibidos hasta que tus manos aferren mi cabeza y desees que los aspire.
Y entre la suavidad de tus piernas mi pene arrastrándose, rozándote, buscándote con cada movimiento.
Otra vuelta de tuerca y te penetro. Penetro en tu coño y en tu mente. En tu amor lejano, desintegrando mi hambre de ti.
Fulminando toda esta sed.
Otra vuelta de tuerca, preciosa.
Otra vuelta de tuerca que me haga aterrizar en mi realidad de nuevo, que me cueste un llanto y el reconocimiento de que te deseo tanto que sería peligroso para ti. Que sería capaz de alojarte en este husillo sinfín, de arrancarte del paraíso y obligarte a girar conmigo.
No siempre reconoceré esto, no siempre podré ser sincero y reconocer que te raptaría para llevarte a ningún paraíso. Porque eres mi locura y mi paraíso es extraño y tal vez no lo merezcas. No sé que pasará cuando con otra vuelta de tuerca, me abrace tan fuerte a ti que los dioses sientan necesidad de poner freno a una pasión que ni ellos soñaron.
No les gusta que algo sea más fuerte que ellos.
Otra vuelta de tuerca, cuesta despedirse de ti.
Cuesta dios y ayuda dejar de dar vueltas a la tuerca loca que no llega a ningún sitio.
Sísifos del amor…


Iconoclasta

13 de abril de 2006

Vacaciones semana santa 2006

No es necesario que la semana santa sea calurosa pero; es la gran preocupación de la peña: el tiempo.
Claro que sí, es normal. Porque los hay que para cuatro estúpidos días, vuelan a los lugares más selectos del planeta.
Es precioso viajar, es precioso volver al cabo de casi una semana y pillar a una víctima a la cual enseñar todas y cada una de las estúpidas y aburridas fotos.
Aguantar la torre de Pissa con la mano y con sonrisa de carnero es increíblemente divertido.
No te jode la horterada…

Si llueve es malo (bueno para otros), si no hay sol tampoco mola (a mí sí). Y si hay buena luz pero hace frío, no se lucen a gusto las ortopédicas sandalias de aventura. Ni los pantalones cortos de safari tan bien planchados y con un brillante y nuevo cinturón de piel negra que le da un toque de elegancia al conjunto.
La madre que los parió…

El tiempo ha de ser bonancible también, para que las fotos con las que nos han de joder tras el viaje, sean de un pixelado exceptionel.
Temo a los compradores de viajes a plazos, les temo más que a una vara verde. De ahí mi carismática antipatía, no me junto con según quien.

Cuando paseando con mi podrida pierna, paso frente a una tienda de fotografía y veo toda esa carne encajada allá dentro, me siento como el anticristo llevando el crucifijo en los cojones.
In nómine pater.

La DGT hace una pregunta en un anuncio publicitario e institucional de dramática dureza: ¿Piensa morir estas vacaciones?
Y yo, respondiendo con vehemencia y pasión por el turista hortera, clamo: ¡SI, OJALA QUE SI!
¡Ahh, el sentido del humor! es que me descojono como el negro al que cuelgan en el consabido chiste.

Si no fuera porque soy más pobre que las ratas, no estaría escribiendo este sesudo ensayo. Dicen que el hambre agudiza el ingenio: una mierda. El hambre sólo provoca el vómito; no tiene efectos secundarios milagrosos. Eso sólo lo dicen los millonarios a los que se la pela el hambre.
Bueno, también tiene una propiedad terapéutica: nos mantiene a salvo de gastar el dinero en fotos.
De fotos que no le importan tres cojones a nadie más que a los padres del fotógrafo. Y que tampoco se fíe, el que sean padres no quiere decir que se vayan a sumir en un éxtasis místico porque sus hijos hayan viajado a una selva falsa o a la capital más sobria e insulsa que lo son todas las de la barata Europa del este. Eso sí, tienen unas estatuas cagadas de palomas que te cagas.

Como ya he dicho, por mí pueden llover chuzos de punta, soy sumergible y si me propongo salir a pasear, me la pela lo que el Meteosat diga.

Lo peor del año, son estas primeras vacaciones. La peña está tan salida por olvidarse de sus miserias que no es cuidadosa y lo fotografía todo. Son pocos días y no tienen reflejos para reflexionar en tan poco tiempo. En verano esto no pasa, porque a los 12 días ya están asqueados de todo.
En la semana santa, los turistas son como los perros oliéndose el culo en las colas que se forman para entrar en los lugares más emblemáticos de su destino; cosa que no tiene mérito porque es lo mismo que hacen exactamente cada semana en los hipermercados.
Tras estos días de descontrolado asueto, aguantan otros meses más hasta que llegan las vacaciones de verano o los despiden. Habrá pasado un mes y aún contarán a sus víctimas los preciosos lugares que visitaron.
Los más cultos tendrán una buena colección de impresionantes testimonios de idiotas sacudiéndose con un látigo o primeros planos de un paso de procesión. Incluso una foto del yonqui de la prisión liberado por el Cristo encadenado o quemado o lo que cojones quiera que sea.
Preferentemente, lo que más fotografían son los detalles de los pasos de figuras temblonas y ojos mal pintados, auténticos patrimonios de la España profunda que soportan en sus hombros costaleros con capirotes y colocados con vino y coñac; y si tuvieran sonido las fotos, podríamos oír las risas beodas que emiten bajo su roja y dilatada nariz.

En fin, espero que haga muy mal tiempo y que ningún hortera pueda hacer fotos como un loco. Y si las hace, que sean oscuras y mal enfocadas. Algo que nos libre de ver tanta estupidez repetida año tras año.

Y es que prefiero la sana sinceridad y sencillez sin pretensiones de los que aprovechan estos días para ir a Cuba o Tailandia para follarse unos niños o niñas por unos céntimos de euro.
Donde vas a parar…

Buen sexo.

Iconoclasta

1 de abril de 2006

La estela del reactor

El reactor avanza casi vertical, definiendo con su estela la cúpula celeste. La imposible curvatura de un cielo plano y recto.
Es un reactor y existe porque deja tras de sí una línea de humo, fina cuando sale de un punto no visible y que se ensancha y dilata como el estómago de una anaconda. La nave desde el suelo no se ve.
Aquí y ahora, el humo da vida.
Es estúpida la idea y jodido escribir.
Pensar.
Entristecerse.

Se podría desprender que uno depende de su estela. Dependemos de nuestra impronta para dar sentido a los actos que llevamos a cabo.
Pero yo sólo veo estelas en el cielo. Si las hay en la tierra hemos de reptar por el suelo para admirarlas. Y a nadie le importa demasiado una estela polvorienta.
Las del cielo son esperanzadoras por oscuros motivos poéticos. Religiosos.

Las estelas dibujadas en la tierra son espejismos de una vida demasiado reseca.

No soy un reactor, soy mucho menos espectacular, nunca he tenido un momento de gloria con el que marco en el cielo mi curso; a la vista de todos.
Con orgullo.
Dibujo con aire en el aire los segundos pasados, los que se acumulan tras de mí dejando una estela translúcida. Tan poco vistosa que bien podría ser una aberración óptica que apenas dura el parpadeo de un ojo aburrido.

Tal vez no sea ni un pequeño rastro y sea simplemente la visión de un cristalino demasiado húmedo.
Es tan efímera mi estela, tan efímera y volátil que no consigo verla por más que mire hacia atrás a cada momento.
No trasciende, es insignificante.
¿Mi estela es mi vida?
Pues mi vida no vale lo que un papel rasgado.
No es bueno mirar al cielo y luego comparar, hace un daño apagado y profundo que mina el ánimo.
Es una indecencia lo baladí de mi vida.
No tiene importancia, no importo, no importas, no importáis.
Conjugaciones para un epitafio.

¿Por qué me aferro a la vida, a la mía, como si fuera algo importante?
Mi estela no existe, no dejo una hipnótica línea tras de mí; no creo ser algo vivo, ni siquiera digno de estudiar como algo biológico.
No tengo taxonomía de grupo.
Un poco triste ¿no?
Nadie recapacitará aunque me estrelle contra una excavadora y me clave los dientes de la pala en las cuencas.
Ni siquiera mi hemoglobínico rastro crearía expectación.
No existo.
Si no hay estela, no hay vida.
Corolario desolador.
Es duro reconocer la propia inexistencia.
Requiere valor.
Locura.

Y el reactor, indiferente a las pequeñas vidas que ni siquiera siente, crea una estela que permanece en el cielo durante largos minutos. Ostentando su importancia, su trascendencia.
No me ve, me ignora. Desdeña mi vida y mi historia como yo envidio su importancia en el estado general de las cosas.
La estela del reactor es un alarde de lo que nunca llegaré a importar a nadie.

Observándola casi con veneración, deseo que se deshaga, que se difumine rápidamente; que los altos vientos la arrastren y limpien el cielo de esa mierdosa estela que me empequeñece.
Que la hagan jirones.
Quisiera que esa estela fuera tan efímera e inexistente como la mía. He girado tantas veces la mirada y no he visto nada…
Mirar atrás y no ver nada lo suficientemente sólido, crea un vacío en el estómago y el camino que queda por recorrer es una cinta de una longitud inhumana.
No hay recuerdos que distraigan de un camino árido y de desleídos colores quemados por el sol.
Las imágenes resbalan como gelatina de su soporte de papel.

El reactor virará, se acercará de nuevo bajando casi en picado, con elegancia y gallardía.
A los reactores les gusta hacer gala de su potencia en esta zona desértica y de profundos cañones.
La estela se convierte en una elipse invertida y el atronador ruido se hace patente.

Sé que es difícil, es algo poderoso lo que hiere el cielo así.
Y de la misma forma que me aferro a la vida; con el mismo sentimiento de pérdida con el que vivo. De la misma forma lo intento. Una negra esperanza.
La rampa del lanzamisiles se eleva al accionar el pulsador del pistón hidráulico y el viejo jeep chirría y se queja. El misil mira al cielo con vehemencia. Es otro creador de estelas, hambriento de gloria.
Y yo…

Tecleo las instrucciones necesarias en un absurdo y ultramoderno ordenador que se encuentra en el asiento de podrido tapizado.
Ahora el caza, parece rascar el suelo en algunos momentos, cuando en la lejanía, la distancia entre el suelo y el aparato es inexistente.

Se pueden escuchar las lejanas ondas sónicas rotas. La bestia lanza un grito de guerra sangrante levantando breves estelas de polvo. No tiene bastante con mostrar su vida en el cielo.
El radar del ordenador ya no lo detecta y el momento del disparo queda a merced de un hombre sin estela.
Presiono el “enter” para realizar el disparo.
El calor del propulsor es abrasador, dura un instante pero; la piel y la ropa conservan ese ardor como algo valioso. Si pudiera crear una estela la mitad de intensa que el calor de mi piel la podría admirar por fin.
Si tuviera esa capacidad…

Puedo ver entre el fuselaje del caza los mortíferos cohetes destructores de cabañas de adobe y paja.
Y el misil, pequeño y creando una discreta estela, se dirige a su encuentro. Parece desearlo.

El piloto vira demasiado tarde y el misil seguidor de calóricas estelas impacta en la panza de la nave. La explosión envuelve al piloto en el aire; ha tardado demasiado en eyectar de la carlinga. Tal vez miraba atrás, admiraba su estela, como yo.

Y ahora me siento importante.
Porque es algo comprobado en la praxis habitual que sólo algo importante es capaz de destruir a la importancia misma. Da igual que haya sido suerte. Nunca he disfrutado de la suerte; sólo de una voluntad agotadora.
No puedo crear estelas ni en el cielo ni en la tierra, ergo no tengo de que admirarme.
Sólo la alegría de la destrucción que he creado disminuye y aplaca esta sensación de intrascendencia.
Fútil y efímero…


No emprendo el camino hacia la base hasta que se ha borrado el último vestigio de la estela. Parece resistir una eternidad, es un tatuaje…
Si ahora me mataran, moriría pensando que he fracasado con mi misión.
No es sólo el caza; es su estela mi enemigo, la que me humilla.
Y este calor…
Le dispararía al sol.
Y a Dios.

Iconoclasta

1 de marzo de 2006

Tristeza

La tristeza se extiende en él como una marabunta de hormigas rojas que pican, que duele en cosquilleo allá por donde corren.
Triste como un ruiseñor viejo y sin fuerza para cantar.
Yace en ella.
Solo y oscuro.
El libro abierto muestra el inicio de un capítulo que escribió hace apenas un año, un siglo:
“te deseo hasta el dolor, y a pesar del tormento te amo…”
Apoyado tras el sillón, con las persianas bajadas para inundar de penumbra un lugar lleno de una luz de sol radiante, se arrodilla ante una pena densa y pegajosa.
Una luz que lo desnuda y muestra una espesa añoranza que no sabe ya de donde sale.
El sol es un foco que le hace sudar.
Que lo avergüenza dejando al descubierto medio siglo de fracaso.
Su tristeza se cierne en el pene aprisionado en su mano, en el batir del puño intentando engañar ese manto espeso de una melancolía aniquiladora.
Cambia lágrimas por una corrida, por un semen blanco como una paloma portadora de serenidad.
De buenas nuevas.
De la paloma decapitada y sangre en plumas blancas.
Un nuevo acceso de placer que enmascare la miseria que se le ha cogido a la piel como una sanguijuela.
No puede hacer daño.
No puede hacer el daño que le radia como un mazazo desde el hombro izquierdo hacia el corazón.
El pene no adquiere dureza a pesar de la mano desesperada que lo mueve. Del mudo grito de soledad e impotencia.
Nadie lo quiere ni lo quiso.
Se masturba como otras veces, soñando con una mujer que lo ame, que lo acaricie.
Y sólo hay un respirar entrecortado, no hay placer. Es sólo el batir de un pájaro negro, mojado en lágrimas. Intentando no quedar aprisionado en una pegajosa marea de alquitrán.
Se ha colmatado el alma de tantos deseos imposibles, ya no hay nada en su imaginación. Sólo breves amistades, mujeres que no lo amaron. Amigas…
Es como pudrirse, es no ser nada. Ni un solo beso en los labios, ni un solo abrazo. Palmadas vacías en su espalda.
Tanto soñar y pretender conocer el amor perfecto; quería el sumum del amor.
No un amor normal, algo nada usual.
Encontrar algo de verdad en el pozo de las mentiras.
Se escapa de su boca un prolongado gemido y apenas es consciente de que el glande se está ennegreciendo por falta de riego.
Ni siquiera intuyó vez alguna el amor, nunca lo vio, él tenía que ser perfecto. Esperar a una hermosa afrodita que lo elevara a un cielo de sólido azul y algodón blanco y suave. Joder…
Escritor del amor, y el ser más alejado del sentimiento real.
Escribió que de amor se moría, que la amaba como el mar ama a la costa; como las olas siempre rompiendo en su cuerpo. Eternamente.
Está podrido de soledad, escritor acabado y triste llorando en un salón, tras un sillón en la penumbra.
Y el pene no se endurece, ya ni su cuerpo responde a estímulo alguno. No le queda ni el placer de la autocomplacencia.
La tristeza se ha comido hasta sus fantasías.
Ni el semen cubre con su blanco la negrura.
Y si se acaba esto ¿qué le queda? Un libro, hablar más del amor que no conoce pero sueña que sea así.
Eso es nada, más de lo mismo. La misma mierda repetida en periódico simple.
Y si ya no hay nada, ha esperado demasiado tiempo.
Y Dios cae de golpe encima de él. Clavando sus divinas rodillas en su pecho.
Ese podrido Dios que no existe, que creía que no existía.
Es lo único que ve, porque no hay nada de ese amor soñado.
Sólo hay un Dios reventando su corazón y dejándolo con su pene fláccido en la mano, aprisionado.
Y él no creía en Dios.
¡Qué forma más triste de morir!
Y Dios ríe como una hiena con el hocico manchado de sangre.
Yo también, estos romanticones de final trágico son la hostia; tan exigentes y selectos…
Y sólo para inventarse una idea romántica para follar.
Hasta para un miserable infarto se inventan un dios.
Míralo, tanto amor y ahí lo tienes con la boca abierta soltando baba y la mano crispada encima del corazón. Ni su pene se ha puesto duro con el último estertor, con el último ronquido.
Hasta para morir han de dar la vara, coño.


Iconoclasta

4 de febrero de 2006

Contorsionismo

Voy a practicar una contorsión que dará la vuelta del revés al cerebro, y no será verse en un espejo. Creo que estas cosas son más complicadas.
Si la llamo asana, tal vez suene más exótico. Y más creíble.
Asana cerebral bajo tremenda presión por nada en concreto.
He visto anunciadas películas de arte y ensayo con títulos más feos.
Y la vida es penosamente lisa. Las cosas son tan sencillas que le restan emoción a la vida. Saberlo todo es no necesitar saber más y una forma de escaparse de esta certeza es realizar una complicada contorsión.
Es lo que tiene aburrirse, uno hace cosas que no son posibles sabiendo que duelen.
Es incoherencia. El cerebro no está contento con este ejercicio y me hace escribir ideas grotescas.
Patéticas.
Y se ven cosas complicadas por dentro; como una lágrima que está formada por demasiados dolores, por excesivas penas, por pocas alegrías. Es difícil destilar y separar los distintos elementos; requeriría una centrifugadora y no estoy dispuesto a vomitar.
Se me escapa la risa, y es que el cerebro ha dicho cosas blasfemas, me mira a mí mismo y dice que me podría dedicar a clavarme astillas entre uña y carne en vez de molestarle. A veces es sarcástico con un toque de ira. Un lujo que se permite conmigo porque sabe de mi paciencia. De mi resistencia a lo anodino.
Quiere tranquilidad y seguir gobernando el cuerpo, provocar pesadillas por las noches.
Vanas esperanzas en la vigilia.
En el profundo universo de las descargas eléctricas de mi cerebro simple todo son clics y luces; son tan rápidas que parecen repetirse millones de veces, la misma sinapsis, la misma neurona. Siempre lo mismo.
Por lo menos ahora comprendo porque este aburrimiento autodestructivo. Mi cerebro es fuerte, tantos años soportando esto…
Temo intentar mirarme las manos con los ojos que ahora miran adentro y lloran al revés pero en la dirección correcta; porque sangrarían, creo que todo iría al revés y la sangre saldría disparada a través de los poros de la piel. Por la palma de las manos.
Y el vello saldría entre las uñas.
Todo confuso, todo imprevisible.
Sangrienta contorsión de un cerebro doblado.
Ahora confuso.
Es otro buen título para este momento de creación literaria.
¿Y si en esta extravagante doblez practico un doble salto mortal?
Yo creo que tal y como están las cosas las piernas se meterían hacia el vientre y las manos se fundirían con las costillas.
No tiene sentido, ni falta que hace. El sentido ahora mismo es el rugido atronador de la sangre en las venas no hay nada del exterior y Urano (una neurona que se me antoja románticamente lejana) pulsa de tal forma que creo que se está creando una idea.
Margaritas a los cerdos… No necesito ninguna idea mierdosa, yo sólo quiero algo que me distraiga sin necesidad de pensar.
Si me lo propongo, el riñón funcionará al revés y la sangre tendría otro color, otra textura.
¿Se reflejaría en mi sonrosada piel el dorado color de la orina?
La ocurrencia es asquerosa.
Y el cerebro aúlla advertencias de muerte ante la visión de la dorada ducha interior: que si estoy en la cuerda floja, que si una psicosis, una depresión suicida, que si ya no veré jamás a los que amo (como si hubiera tantos), bla, bla, bla…
Como si fuera un drama.
Mejor me desdoblo, el cerebro tampoco es un lugar acogedor.
Consigue hacerme extraño a mí mismo.
Que estupidez, que estúpido soy.
¿O era aburrimiento?
Y entre húmedos chapoteos, enfoco un conjunto de edificios más sosos que un ataúd vacío. Más de lo mismo.
No me dedicaré al yoga, no es lo mío.


Iconoclasta

1 de febrero de 2006

Enfermo

Que a veces te sueño no es un decir, no es una vulgaridad. Me tienes enfermo, preciosa.
Porque cuando estoy contigo me arrancas del planeta, me envías a una órbita cálida donde soy incorpóreo, ingrávido.
Es cuando te abrazo que el torbellino me lleva, me eleva, me hace sonreír y pensar que está todo bien.

Esto no es sano, es una enfermedad mental. Es grave.
Como una hermosa hada, creas un mundo de color.
Y mis ojos reflejan colores imposibles, como imposibles son las casas de caramelo de los cuentos.
Mis ojos duelen por esa policromía erótica.
Estoy enfermo de ti.
Y no puedo ser miserable a tu lado, me inmunizas contra mí mismo.

¿Ves lo que escribo? No es normal, soy un hombre con miles de razones para detestar.
Y provocas una peligrosa felicidad en mí cuando me besas.
Me desarmas con una mirada, con tus pechos desnudos, cuando elevas el vientre al sentir mi lengua arrastrarse a tu sexo.
Al hundir tu lengua en mi boca…

Yo no quiero ver mundos de color, es humillante. Es como decrecer, es menguar la experiencia y renacer inocente.
Y no quiero eso, eso me matará, me dejas inofensivo a ataques y ofensas.
A las malas intenciones.
Cuando no estás, en esos momentos en los que estoy solo, me propongo olvidarte; es por mi bien.
Perdona este egoísmo, perdona esta locura. Pero cuando no estás, soy malo como la peste.
Cuando no estoy contigo blasfemo, escupo y golpeo porque algo no es como quiero. Soy libre en un mundo estúpido, aburrido y sórdido. Soy parte de los grumos y la mediocridad.
No quiero verte, desaparece.

No me hagas diferente, no me hagas sonreír por cualquier cosa. No quiero ver hermosas criaturas que después se transforman en alimañas cuando desapareces.
Estoy enfermo y veo arco iris tras de ti. Levantas un brazo al cielo y ni los pájaros cagan de tan perfectos.
De tan pura belleza me siento pequeño, mareado, colgado de ti.
Maldita hada preciosa…
No me lleves a tu mundo ¿no entiendes que luego he de volver al pozo negro en el que moro?
A cada momento estoy más enfermo.

Tus labios tampoco son normales, sólo evocarlos la saliva moja los míos. Y deseo con todas mis putas fuerzas alcanzarlos y lacrarlos con un beso desesperado, con esta ansiedad que me provocas. Comerte…
¿Sabes que toco tu sonrisa en el aire, que la sigo con mis dedos pensando que el mundo que creas para mí es real?
Estoy enfermo; y me inyectan torazina y psicotrópicos cuando grito tu nombre en mi dormitorio.
Si me ven reír, piensan que empeoro, que mi cerebro lesionado y esquizofrénico, me hace oír voces que nadie modula.

Las voces vuelven contigo.
Piensan que no existes, aunque no son capaces de explicar cómo ha llegado a mis manos un tulipán negro, o esas hermosas piedras de un rosa extraño e hipnótico que saben a fresa y nata.
No se preocupan en probarlas, ni siquiera se plantean que este color no existe en la tierra. No existen piedras con piel de terciopelo.
Y cuando les ruego que me crean, muestran un semblante preocupado, el médico escribe y no se le ocurre otra cosa que subirme la dosis.

Hay días en los que arrastro los pies por los pasillos, que miro a través de las rejas esperando ver el reflejo de tus ojos. Se me escapan hilos de baba sin poder evitarlo, cuando me devuelves a esta inmundicia.
Mis monstruos, mi esquizofrenia desaparece contigo, pero es tal mi euforia que necesito proclamarlo. Decirles que no soy como ellos; como el que aplasta moscas contra el vidrio y se lame la mano.
No sabes lo mucho que duele todo cuando no estás, lo débil que soy desde que me he enamorado de ti.
No vuelvas, déjame sólo con mi locura, que me seden y no me acuerde de ti.

Déjame ser fuerte de nuevo. Que sean las voces de mi esquizofrénica mente las que me arranquen de la realidad.
Cuando aparezcas, no podré pedírtelo, sólo me abrazaré a ti.
O llévame antes del electroshock, no imaginas el fogonazo del rayo que me parte la cabeza, que te desintegra en mi mente. Los dientes se me cierran a punto de partirse y me dura horas el sabor de la silicona del protector. No es el sabor de tus labios.
Pero que me frían el cerebro no es tan doloroso como volver desde tu paraíso y aterrizar en esta prisión. Esperar que vuelvas de nuevo.
¿Por qué te quiero tanto si me haces tanto daño?
¿Es por esto que estoy loco?
¿Por qué no me dejas allá, contigo?
No vuelvas jamás, no iré contigo, es grande el dolor.

¡Has vuelto mi vida! Llévame allá, contigo.
No me dejes un solo segundo más aquí.
Envuélveme en tu torbellino de sensualidad; arráncame de aquí.


Iconoclasta

30 de enero de 2006

El follador invisible: De ligue

Cuando era pequeño, pensaba que si fuera invisible como Zarpa de Acero, me haría rico. Podría conseguir mucho dinero, objetos, admiración.
No es así, cuando se es invisible, uno se encuentra en una dimensión privilegiada. Tanto es así, que no quiero ni quisiera ser visible nunca más.
Soy como un fantasma gozosa y obscenamente vivo.

Hay momentos en los que me olvido hasta de comer; porque jugar con hombres y mujeres, usarlos como muñecos y golpear sus mentes, es para mí lo más valioso e importante del mundo.
De mi existencia.
No existe nada igual al poder de aterrorizar, asombrar y enloquecer a un ser humano. Es la cima absoluta de la predación más elaborada y cruel.
La riqueza y el poder social han perdido cualquier sentido si alguna vez lo tuvieron para mí.
Ser invisible es como ser Dios, estar en todas partes, la libertad absoluta. La impunidad.
¿Para qué conducir o viajar? ¿Para qué conocer nuevos lugares? Cojo, uso y juego con cualquier ser que me apetece. Elegido al azar o con motivos.
Saber que tengo la capacidad para asesinar al ser más poderoso del planeta, me llena de una paz espiritual que nadie podrá alcanzar jamás.

Es inimaginable lo mucho que cambian las necesidades personales cuando se es invisible.
Tomar posesión de un ser vivo, trastornarlo, es una necesidad, la violencia o la muerte forman parte del juego, de mi vida. Es como si me alimentara de sus miedos y dolor, de su incertidumbre y su ceguera respecto a mí.
Me cuesta mucho dormir cuando rememoro mis actos, cuando me masturbo ante la mujer o la niña que he violado. Me río con el hombre al que he manipulado y dañado irreversiblemente.

Incluso aquí, en este inmundo y sucio lavabo de bar, me siento como en un palacio. Y no por mi imaginación, sino porque soy el puto amo de todos.

Tíos demasiado bebidos descargan sus orines cargados de cerveza y licor en los urinarios, mirándose la polla y suspirando por el placer del desahogo.
Son casi las 2:30 de la madrugada del sábado. Es una de esas noches primaverales que comienzan cálidas y acaban frías, con lo cual, los borregos se aposentan más tiempo en los bares musicales. Perezosos como ganado vacuno.
Los que no han trabajado suficiente durante la semana, se encuentran en estos sitios, con energías de sobra para bailar, beber e incluso follar. Aunque de estos últimos no hay tantos, las estadísticas mienten como el cura en sus sermones. No follan tanto.
Si a un tambaleante de estos que entran en el meódromo y lanza suspiros, le rozo la espalda para llamar su atención; se gira con cuidado y lentamente, como si tuviera una lesión en el cuello; sobresaltado porque hubiera jurado que no vio a nadie al entrar. Es mi prueba de alcoholemia.
Es ahí donde me lo quedo para mí.
Ahora piensa el meón que es una falsa sensación, que está más cargado de lo que pensaba. Y vuelve a girar la cabeza para admirar su polla y el chorro ámbar que está soltando.
Me meto en uno de los dos inodoros y descargo la cisterna.

-¡Hijo puta!- pronuncio casi gritando y evitando que se me escape la risa.

Esto lo hago porque me gusta cortarles el chorro de golpe.
Se mete la polla dentro del pantalón sin sacudírsela y se acerca a la puerta.

-¿Perdón? ¿Decía algo?

Me he situado a su espalda y le susurro:

-Hijo puta…

Se vuelve hacia a mí sobresaltado, casi rozándome y sin saber que me mira a los ojos, mira a través de mí buscando al dueño de la voz.
Y sale de los servicios sin lavarse las manos.
Mi vida ya no tiene sentido sin estos juegos.

Lo sigo hasta la barra donde ocupa su taburete. Las mesas están abarrotadas de gritonas mujeres y silenciosas y babosas parejas, no hay nuevas reses desde que entré en el aseo de caballeros hace ya una media hora larga.
Siete u ocho hombres como el que es mío ahora ocupan la barra cavilando cómo follarse a alguna de las tías que hay sentadas por las mesas.
Mi juguete echa un largo trago al medio tubo de cerveza y dirige su mirada aún inquieta a la puerta de los lavabos. Luego desvía la mirada a distintos puntos al azar evidentemente descolocado.
Un cigarro, alza la mano para llamar la atención del camarero y pide un vodka con hielo. En el anular izquierdo luce la deformación que provoca una alianza que debe llevar metida en el bolsillo del pantalón.
¿Qué hace un hombre solo en un bar musical en plena madrugada con un buen traje?
Pues viene aquí a follar, es el típico cincuentón acomodado, de aladares plateados que pretende exprimir sus últimos años de “atractivo” y con lo mucho que va de putas, aún le gusta el ligue y probar así su capacidad de atraer.
Esta peña se siente tremendamente insegura a esta edad; caminan directos a la vejez y su holgada posición económica no lo puede impedir.

Un poco más sereno, gira su mirada hacia atrás, hacia una mesa ocupada por cinco sonrientes mujeres jóvenes. Supongo que lo son, porque van tan maquilladas, son tan extrovertidas y juveniles, que bien podría tener alguna los 40 tacos.
Algunas de ellas se han dado cuenta de sus miradas insistentes, de su exhibición de macho potencialmente reproductor. Y ríen sonoramente a su costa. Devolviéndole juguetonas miradas.
Joder con los adultos, todo un dechado de madurez.

De hecho, el maduro este, aposentó su culo aquí porque veía tema con este grupo de cinco cotorras. Aquí encontraría su ligue de los viernes.
Lo que me pone de estos grupos de tías es que siempre ríen con naturalidad y vehemencia. Y cuando lo hacen, se llevan las manos juntas entre las piernas, al coño. Como si evitaran mearse. Y eso me la pone dura, porque imagino que son mis manos las que apresan sus coños sudados.
Imagino follándolas, violándolas, provocarles el llanto y el terror…

Una morena de pelo ensortijado y brillantemente hortera, intenta salir del fondo de la mesa pegada a la pared. Sortea con dificultad a dos amigas cuidando el equilibrio entre tantas piernas y alcohol. Y claro esas posturas para poder pasar, las hace reír. Es que son idiotas.
Yo también sonrío.
Mucho.
El tonto del madurito sonríe a la morena divertido y con ello ya ha elegido a su puta.
Ella le devuelve la sonrisa y gira a la izquierda, al lavabo de mujeres.
Y ya han ligado.
Un ménage à trois, será genial.

Entra dando un empujón a la puerta y se va directa a los espejos del lavabo, y yo detrás.
Se alborota los rizos y practica algunas sonrisas.
Cuando levanta los brazos, el jersey se eleva descubriendo un ombligo adornado por una bolita cromada. No tengo nada en contra del piercing, simplemente me es indiferente. Lo que llama mi atención, es que el pantalón es tan bajo de cintura, que se puede ver parte del pubis rasurado, el elástico de las bragas.
Rozo suavemente la piel que limita con la cinturilla del pantalón, haciendo resbalar el dedo por ella y ejerciendo más presión justo encima del pubis.
Contrae el vientre y da un paso atrás mirándose el ombligo.

-¡Uff! –suspira.

Me acerco a su cuello y le lanzo el aliento. Se le eriza la piel y se frota la carótida.
Eso la lleva a enfilar hacia la puerta de salida, pero con el pomo en la mano, hace una pausa.
Suelta la puerta y se dirige a unos de los inodoros; imagino que se olvidaba de mear; va muy cargada de cubatas.
Si se decide a cagar, no me quedo, no vale esta tía tanto como para admirarla defecando.

La puerta del inodoro, abre hacia fuera por lo reducido del espacio, así que abro la puerta cuando veo los pantalones en sus tobillos.

-¡Ocupado! –dice pensando que alguien ha entrado.

Y alargando el cuello, levantando un poco el culo de la porcelana, mira a derecha e izquierda.
Intenta cerrar la puerta sin levantarse pero no llega.
Y yo la entorno, despacio.
Está soltando un sonoro chorro y sus ojos se relajan cerrándose un instante. El tanga blanco está hecho un rollito en sus pantorrillas y el pubis se mueve mágicamente con el acto de mear. Sobre todo en los últimos chorros.
Me sitúo frente a ella abriendo mis piernas todo lo que puedo para situar cada una a un lado.
Casi con ternura paso mis dedos por el pubis, rozando un pequeñísimo triángulo de vello que queda allá donde se unen los labios de la vulva y que guarda su clítoris que arrancaría a bocados.
Su respiración se detiene por un instante y se mira el coño. Se toca como si buscara algo. Y hunde los dedos en esa ínfima porción de vello para pasarse suavemente las uñas. Muy someramente.
He acercado a su cara mi polla dolorosamente dura, y la huele. Lo veo en el aleteo de sus fosas nasales, conoce el olor de un pene. Su mano aún está metida en el coño y la presiono allí, como un pequeño toque nervioso.
Se muerde el labio inferior, cree que la bebida le ha sentado divinamente.
No está asustada, mantiene una expectante serenidad.
Brevemente le vuelvo a presionar los dedos y consigo que el dedo corazón se le hunda en esa raja húmeda.
Y relaja las piernas, su vulva se entreabre y deja entrever los labios menores, rosados, mojados. Cierra los ojos y encogiendo el cuello a un lado, presiona el clítoris.
Sus dedos se han humedecido. Los pezones, y a pesar del sujetador presionan contra la tela del jersey.
Arranca un trozo de papel y comienza a secarse el coño. La muy tramposa se roza más de lo necesario.
Está tan caliente que me la follaría aquí mismo. Desearía que me la mamara, la tiene tan cerca de su boca…
Una gota cae de mi pijo a una de sus rodillas, una gota viscosa de lubricante, de humor sexual. Lo recoge con la punta del dedo y lo frota. Lo huele extrañada sin conseguir ver la textura.

Abren la puerta del aseo y ella se sube rápidamente el tanga y el pantalón. Por un segundo se pasa el dedo por encima del tanga, siguiendo el perfil de sus labios.
Se abotona el pantalón y sale del aseo saludando a la rubia que se está metiendo una raya en la pica del lavabo.

El cincuentón la observa salir y ve rubor en su cara. Una media sonrisa.
El sonríe y ella no le mira.

-¿Una copa?- le pregunta cuando ella llega a su mesa y se prepara para ocupar su sitio.

Mira a su grupo de amigas sopesando la oportunidad.

-Gracias, una crema de whisky.

Desde la barra saluda a sus amigas y alguna la llama guarra con una falsa voz baja haciendo que rompan a reír por enésima vez.

-¿Sois estudiantes?- él ya sabe que no lo son, pero tiene experiencia ligando.

-No… Compañeras de trabajo. Solemos encontrarnos los viernes para celebrar el fin de semana.

-Me llamo Fernando.

-Silvia.

Y se dan dos de esos estúpidos y estériles besos en la mejilla. Silvia se acomoda en un taburete y se deja invitar a un pitillo.
Estoy muy pegado a ella y rozo las copas de su sujetador con mucho cuidado de no tocar su espalda. Quiero que se sienta acariciada por su imaginación. Se calienta, estoy tan pegado a ella que lo noto en un cambio del ritmo de su respiración.
También se siente incómoda, algo en su instinto le dice que estoy violando su espacio. He de ser cuidadoso.

La insulsa conversación decae y Fernando llama al camarero para pagar la cuenta.

-¿Vamos?- pregunta Fernando.

-Espera, me despido de mis amigas.

Risas, insultos cachondos y alguna palmada en el culo para la primera folladora de la noche. Si se descuidan le dan dos orejas y una vuelta al bar en volandas.
¿Algo que no sepa para variar?

Al salir, Fernando, en un arranque de sensibilidad la coge de la mano. Enfilan hacia el parking dos travesías más abajo y los sigo escuchando con aburrimiento su estúpida e insulsa cháchara.
Lo único que me importa es que se dirigen a una pensión “muy limpia” en la zona alta de la ciudad. Una “preciosa torrecita azul”, según Fernando.
Joder con el idiota este.

Ya hemos llegado al coche y Fernando acciona el mando a distancia del Peugeot, se liberan los seguros y abro una de las puertas traseras para meterme dentro.

-¿Eso es normal?- pregunta Silvia señalando la puerta que ha quedado abierta.

-No, seguro que ha quedado mal cerrada. O han entrado dentro para robar.
Fernando se acerca y apoyándose en la puerta examina el interior. Sin saberlo, me está mirando los cojones.

A ver si se la meto en la boca al madurito ligón…

-No ha entrado nadie. Se ha debido quedar mal cerrada.

Ocupan los asientos y se enganchan de morros.
Yo aprovecho para sobarle las tetas a la Silvia, acariciándole por debajo de los brazos que abrazan a su chulo. Y ella responde pasándole la mano por encima del paquete, presionando su polla.

Fernando arranca el coche a toda hostia y nos dirigimos a la pensión de putas, a la que él llama “torrecita azul”.
Pero ella va tan caliente que ni hace caso de esa fachada hortera.
Yo estoy caliente como un perro en celo.

El paga la habitación a la vaca del recepcionista y a cambio le da una llave enganchada a un llavero obscenamente grande.

-Primer piso, puerta 4.-canturrea el aburrido gordo.

Por muchos litros de ambientador que tiren, el olor a orines y mierda no hay dios quien lo saque, hasta las paredes huelen a folladas. Leches viejas incrustadas como un tumor en la estructura.
Y así, en la apestosa habitación y con prisa, se pegan un prolongado morreo.

-He de ir al lavabo.-dice Silvia retirándose del abrazo del chulo.

Cuando ha cerrado tras de si la puerta, Fernando se saca la ropa hasta quedarse en calzoncillos, sentado en el borde de la cama. Fuma y se toca la picha para ponerla bien dura. Estoy seguro de que cuando está solo, le habla y todo.

Silvia sale en ropa interior. El tanga está mojado; se ha lavado el coño. Fernando se levanta y le magrea las tetas durante otro morreo.

-Ahora vengo guapísima.-y se mete en el aseo.

Mientras él se lava los cojones y mea, ella se estira con pereza en la cama.
Está buenorra.
Me subo encima de ella y antes de que pueda reaccionar ya le he tapado la boca. Sacudo la almohada hasta que sale volando el cojín y me quedo con la funda en la mano.
Y se la meto con fuerza en la boca hasta que le es imposible siquiera mover las mandíbulas.
Sus ojos se mueven enloquecidos tratando de ver a su agresor, a moi.
Me siente, me huele y me toca pero; no me puede ver y eso es terrorífico.

-¡Calla, coño!-la orden y un puñetazo en su quijada le llegan al mismo tiempo.

Aún se escucha el ruido de agua corriente del idiota en el bidé, seguro que se la está pelando para no correrse enseguida.
Ahora que la tengo aturdida le doy la vuelta como a un pelele y la dejo con el culo en pompa; todo su cuerpo se agita con un mudo gimoteo. Llevo sus manos a la espalda y apreso sus muñecas para doblar los codos lo más cerca que puedo hacia su nuca. El dolor es intolerable, pero no se mueve ni dios cuando a uno le hacen esto. Es tan doloroso cualquier movimiento que se dejará hacer cualquier cosa. Como una sana y ecológica sedación.

Con mis rodillas clavándose en sus muslos no tiene más remedio que abrir las piernas y me acomodo bien entre ellas.
Le arranco el tanga, es una tela bastante resistente y le quemo la cintura con el roce.
Y con dificultad, consigo meterle en el culo mi invisible polla.
Rasgar un esfínter es una sensación impagable (no sé si habéis visto el anuncio de la Mastercard). El glande presiona con fuerza y de golpe ¡Rasss! Puedes sentir en la punta de la polla la rasgadura. Como el rasgón de una tela, menos ruidoso pero mucho más inquietante. Es la cima de la posesión.
Yo creo que a pesar de la sangre que rebosa el ano entre mi polla, no le duele. Está impresionada por mí. Siempre les pasa, mi personalidad carismática acapara todas las ondas sensoriales.
Todo es incomprensión, terror.

Voy tan salido que me corro en segundos, en el momento en el que Fernando sale del aseo con sus ahora relucientes y perfumados cojones.
El ojete de Silvia rezuma un líquido rojo muy espeso: mi semen, su sangre.
Es como una compota de fresas.
Estoy vaciándome, dando las últimas arremetidas contra sus nalgas...

-¿Qué está ocurriendo?- musita viendo como el despatarrado cuerpo se convulsiona en la cama, con los brazos doblados en una extraña posición.

-¡Silvia…!- se aproxima lentamente, casi con temor y su mirada va al ojo del culo, el cual pulsa, se abre y se cierra a merced de mi polla. Como una obscena “O” y sucio de sangre.

Le desclavo la polla y el madurito puede ver como el ano se vuelve a contraer, cerrándose. Se acabó la función.
Aún mantengo a la guarra en una postura improbable, porque me la estoy sacudiendo y ahora apoyo todo mi peso en sus muñecas y espalda, con lo cual se arquea aún más.

Fernando está a punto de tocarle un brazo para llamar su atención; le coloco un buen puñetazo en la boca del estómago arrancándole todo el aire de golpe. Se le abren los ojos como platos y alucina pepinillos en vinagre.
Se arrodilla de puro dolor, buscando aire; y le pego un buena patada en la mejilla derecha provocándole una pequeña hemorragia en el oído.
Bueno, ya lo tengo donde quiero.
Silvia está intentando sacarse la tela de la boca, la agarro por los pelos y le golpeo la frente contra la pared de la cabecera de la cama. El cuadro barato de un amanecer rojo en una playa, está a punto de caerse por la sacudida.
Rasgo unas tiras de sábana y le ato las manos a los traveseros de la cama, dejando que quede casi incorporada y pueda descansar sus brillantes rizos contra la pared. Es que quiero que crea en mí, que vea lo que ocurre. No mola hacer una obra de arte y que la zorra se quede mirando al techo y encima llorando.

Está preciosa, las lágrimas han corrido su rimel y bajo sus nalgas aparecen manchas de sangre en la bajera. Verla así, como una muñeca rota y la boca llena de tela, me pone. Le bajo las copas del sujetador y le doy un besito en cada pezón. Ella se los mira y le salen mocos por la nariz.

Fernando está recuperando la respiración y saca fuerzas para ponerse en pie.
Le doy una bofetada.

-¿Qué coño ocurre?- pregunta sin mirarme, buscando algo en el aire. Escupiendo sangre.

-Soy un hombre invisible- se lo digo tan cerca del oído que puede sentir el calor de mi aliento.

Da un paso atrás.
Apreso con rapidez su muñeca y llevo su mano a mi pene empapado aún.

-¿Me sientes?

Queda paralizado, pensando sin poder concretar nada.
Pero no creo que sea por el tamaño de mi pene, es demasiado usual. Ser invisible no quiere decir que un servidor sea una polla andante.
Se acabó la parte social.
Una patada en la barriga (razonablemente lisa porque se cuida, eso se nota) lo lanza contra el vano de la puerta del aseo.
A punto de caer, consigue mantenerse en pie aferrándose al marco.
Con un puñetazo en los genitales consigo meterlo dentro. Y cogiendo su cabeza con las manos, le estrello la cabeza contra el canto de la pica del lavabo. Se ha roto algún hueso, lo noto en que se le ha hundido el cuero cabelludo, como una fea abolladura. Lo dejo caer y vuelve a golpear el suelo con la cabeza.
Unos borbotones de sangre manan de entre el pelo y bajan por su cara. Son como pequeñas olas.
Respira rápida y débilmente.

Silvia está histérica. Lo ha visto todo a pesar de lo sucios que tiene los ojos por el rimel corrido. Y patalea como esa muñeca que me parece, como si su mecanismo se hubiera embalado y estuviera a punto de romperse.
Le arranco el sujetador y apreso su pezón izquierdo, apretándolo con fuerza para que me preste atención.

-Te vas a dejar hacer lo que a mí me de la gana o te arranco los ojos, golfa.- le aviso sin ningún asomo de cordialidad, con mala leche. De verdad.

Le doy una sonora bofetada y levanto su rostro para que mire y sepa donde está el mío.
Ser invisible no quiere decir que sea insensible.

-Soy invisible, disfruta de mí, porque no hay nadie más como yo.

Y me lanzo a mamar sus pezones con fuerza. Ya sé que no se le pondrán duros, ni que gozará, pero eso no me importa. Es mía y hago lo que quiero con ella. No me importa su placer, no me importa una mierda nada de ella.
Es su espanto e incredulidad al ver sus pechos deformarse por una fuerza invisible, sentir una invisible saliva que cae por su pecho. Mis babas… La succión salvaje de sus pezones que se erosionan entre mis dientes.
Es ese pánico lo que me hace disfrutar. Llegar a desesperar a alguien es mi meta. Es mi gran momento.

Cuando bajo la lengua deslizándola entre sus pechos en dirección a su coño, comienza a patalear rechazándome. Y me da un talonazo en el cuadríceps que me hace ver las estrellas.
Le sacudo un puñetazo en las narices y su coronilla golpea con un sordo golpe contra la pared. Sus ojos se hinchan por momentos debido a la rotura del tabique nasal.
Ahora se encuentra desorientada y preciosa con esa sangre que mana de la nariz regando e inundando sus labios como un jarabe rojo. Un excitante néctar.
Pero no la beso, porque me es desagradable el sabor de la sangre.
Abro y alzo sus piernas y mi glande hiperlubricado entra con total facilidad en su vagina, se abre paso entre los labios enterrándose, partiendo el hielo como un buque en el ártico helado…
Después de la dureza de la penetración anal, esto es un paseo por las nubes, y mi pijo lo agradece; se siente bien en blando. Es un dulce placer…
Y así mete y saca, mete y saca; me voy corriendo de nuevo. Suavemente, sin ansias, disfrutándolo con desidia. Mis cojones golpean con suavidad su ano.
Incluso me miro y soplo las uñas; tal es mi habilidad.
Me importa una mierda el placer de esta golfa. Me la pela. No es mi intención que se corra conmigo. No la amo. Sólo es un juguete.
Me corro en su pubis, con una mano me sujeto los huevos y con la otra extiendo mi crema en su carne blanda y flexible, le empapo hasta los labios menores.
¡Qué gusto…!

Y ahora me da asco. Siempre me pasa, cuando me las follo, me dan repelencia.
Fernandito interrumpe mi momento de paz y reflexión con sus lastimeros gemidos. Parece un bebé grande y subnormal que llora pidiendo la protección de su madre.
Vacío el bolso de Silvia y encuentro con ilusión una lima para las uñas, una de esas metálicas con un pequeño mango de color crema que sirve para pasar los ratos de aburrimiento.
Saco al madurito del aseo arrastrándolo por los brazos y lo llevo al lateral de la cama para que Silvia se sienta acompañada.
Ella me pide algo con los ojos y me da cierta pena. Y en ese momento y con mucha lentitud, palpo el cuello de Fernandito, detecto su nuez y allí mismo le clavo la lima, todo lo que puedo.
Apenas hace nada, más que un estremecimiento, como si hubiera sentido una descarga eléctrica. Hace ruido boqueando por aspirar aire durante unos segundos y por fin se muere.

Cojo una toalla del aseo y me envuelvo la cabeza con ella.

-¿Ves lo que soy? ¡Mírame, cerda!

Abre todo lo que puede los inflamados ojos y ahora parece que ha encontrado los míos. De su boca amordazada se escapan balbuceos e intenta gritar.Arrastra y frota con terror los pies en la cama.
Y no puedo evitar una sonora carcajada. Es muy importante el buen humor, evita malos recuerdos.
Le doy un dulce besito en la frente y le coloco la toalla en la cara, tapando su rostro antes de largarme de aquí.

Me quedo con las ganas de saber qué comentarán los polis cuando entren y vean este follón. Cuando Silvia les hable de un hombre invisible.
Pero prefiero perder el tiempo en cosas más placenteras, es finde y se presenta la mar de divertido.
Me voy a dormir un rato, sólo un par de horas, estoy nervioso por volver a coger a otro ser y usarlo como me apetezca.
Buenos días mundo, dentro de un rato nos vemos.

Iconoclasta

20 de enero de 2006

Rosas rojas

Tal vez alguien ha creído que las rosas rojas nacen solas. Que brotan rojas.
Que son rojas por algún motivo evolutivo o aleatorio.
No…

Y mil veces no.

Oledlas, hay un punto acre cuando se mueren. Tienen algo de humano, de animal.
Cuando se marchitan son como sangre seca.
Y es la sangre de las heridas del amor, la sangre las tiñe. Indoloras hemorragias que nos vacían sin darnos cuenta, con dulzura.
Almas que se desangran entre besos y abrazos.
Esperas sangrientas, corazones latiendo a máxima presión. Y todo es rojo y sangre.

Son días de rosas, sí…
Visten su belleza con un ropaje sangriento.

Se alimentan de amores no cumplidos, de amores muertos, amores inconclusos. De amores soñados. De la felicidad del breve encuentro tras una cruel ausencia.
Hermosas y suaves carroñeras.

El dolor de los amantes las ha teñido durante siglos. El amor es un juego de esperas y encuentros. Ellas las rojas rosas, eran blancas. Infinitos amantes las tiñeron de un vehemente rojo.
Las alimentaron con su propia sangre.
Son hermosos vampiros fragantes, esas rosas rojas.
Tocad su tallo, siempre hiriente, punzante.
Es una obscenidad el vasto y doloroso tallo de la aterciopelada flor. Olorosa.

¿Y si es el tallo la vida, el amor, la locura por ti…?
Y la flor la trampa.
Pero es tan bella…
Se alimentan de nosotros, hieren la piel y esplenden con un sangriento fulgor.
Tal vez es que las apretamos demasiado y ellas se defienden; las estrechamos entre nuestras manos como estrechamos a nuestro amor en un encuentro. O en una despedida.
¿No podía ser simplemente un tallo sin espinas?

A veces parece que dios se ríe de nosotros, que él tiene una rosa roja entre sus manos que gotea sobre nuestras cabezas. Pero no es su sangre, los dioses no tienen sangre.
Son perfectos.
Es la sangre de miles de amores muertos, gotas de roja y trágica esperanza llueven a veces sobre nuestras cabezas.

A veces me siento agotado, tocar la belleza comporta un dolor. No es justo, la vida redondea al alza, a su favor. Tal vez soy un animal sucio y grotesco y las preciosas rosas se defienden de mí con esas espinas malintencionadas.
No se me hubiera ocurrido dañar una rosa.
Mi rosa preciosa…
¿No puede haber placer sin un dolor a cambio? Es usurera la vida, como la rosa: cobra un interés abusivo por cualquier dulzura.

Una ternura es un vaso de sangre.

-Sírvame cinco vasos de ternura, camarero. Quiero acabar con esto de una forma feliz.

Rojo indoloro. Terciopelo entre mis dedos.
Mierda…

Las rosas no nacen rojas. Son rojas porque se alimentan de mí, de mi deseo obsesivo por hundirme en un placer. Bucear en ti y dedicarte mi sacrificio de amor: una rosa teñida con mi sangre.
Y mis dedos se cierran con fuerza en el tallo. Es inevitable.

Si hay una lágrima en la entrega mezclada entre los pétalos, es porque a veces el amor no es tan indoloro; a pesar de toda esta ansia, el cuerpo se abandona y fluye el llanto. Pero es precioso, le da el aspecto del rocío.
Y mi sangre sube por sus venas para teñirlas.
Son carnívoras.
Y las amo por cada una de las heridas que me han hecho.


Iconoclasta

Safe Creative #1002175543992