Está tan difusa la línea entre la diversión y la estupidez que es difícil para una persona de un nivel cultural elemental saber si lo que sale por la televisión es una manifestación de retrasados mentales exigiendo derechos o una hinchada futbolística.
A veces creo que una epidemia ha hecho papilla el cerebro de familias enteras y no aciertan ni a coordinar sus cuerpos torpes de rancio sudor.
Es desalentador si no tienes televisión de pago, encender el televisor. Un día el Barça y otro el Sevilla. La cuestión es dar por culo y molestar (para muchos lo primero no constituye un inconveniente).
Los hinchas de los equipos son como esos monos que se movían al son de un organillo. Paso mucha vergüenza ajena viendo a toda esta peña.
Cuando uno grita, el otro grita más y así en progresión geométrica se transforma la fiesta en una pandemia de la imbecilidad más absoluta. Entre borracheras vomitan sus lisos cerebros…
Muchos necesitan algo que les alegre una vida estúpida y aburrida, sus pequeñísimos cerebros se activan y se llenan de luces cuando ven una pelota de “fúmbol”.
Con el fútbol, la F1, el baloncesto y todos los deportes que la televisión emite.
Pero no son deportes, son juegos. Los deportes exigen forma física aceptable, fuerza y resistencia. Algo especial.
Los juegos son la cultura de los ineptos.
No son capaces muchos de aprobar la ESO y otros de ayudar a sus hijos con los deberes, de responder a sus preguntas.
Pero pregúntale a cualquiera de estos ridículos el resultado de la liga y te lo recitarán de carrerilla. Y los que no tienen puta idea de lo que es una rueda, ahora te explican los grados de inclinación de los alerones de un “coshe” fórmula 1; hablan de los efectos de la aceleración como si supieran lo que es.
O los puntos y estrategias de los equipos. Los hay que saben sumar puntos positivos y negativos, pero no saben pedir “cocletas” en el bar.
Poco hubiera imaginado Orwell que para mantener al rebaño bajo control, no era necesario crear un gobierno totalitario que manipulara las noticias más trascendentales de la política mundial. Simplemente se trataba de crear títeres que dieran patadas a un “esférico” o que condujeran coches rápidos llenos de pegatinas.
Hay demasiado dinero inmerecido entre demasiados jugadores. La borregada no tiene inteligencia propia, es empática y aleatoria y por alguna extraña razón que no consigo describir con sólo 45 palabras, se sienten ellos mismos afortunados por los millones que gana un descerebrado con suerte.
Con solo dar un vistazo de 10 segundos a la televisión se da uno cuenta de la nada sutil manipulación que se hace con los idiotas.
Ya no sólo retransmiten los aburridos partidos, si no que filman a familias y pueblos enteros que se lanzan a la calle con una alegría estúpida. Los gobiernos saben que sus gentes idiotas son felices de verse revolcar en la miseria. La televisión pública que se mantiene de lo que me roban de la nómina, pasa las mismas caras de idiotas felices una vez, y otra, y otra, y otra…
Esto no puede tener un final feliz.
Las noticias de juegos se prolongan hasta que siento náuseas y cuando me estoy saturado de ver a tantos miles de imbéciles, pienso que desafortunadamente no hay suficientes desgracias en el mundo.
No existen programas de cine, por lo menos que puedan ser vistos por un trabajador que ha de madrugar.
No hay quien hable de libros, teatro o pintura. Y es lógico, por mucho que se pretenda, el cerebro de un 90% de la población no es capaz de asimilar estos conceptos.
Existen breves escarceos pseudo-culturales, como por ejemplo, la polémica con la película basada en el libro El código de Vinci; se trata de un cóctel de mentiras, mitos y verdades incomprensibles para unos lectores incapaces de asimilar el mensaje de un libro, pero los que lo compraron para Sant Jordi, al menos han leído parte de la solapa.
De esta manera aparecen como por arte de magia, expertos en falsa teología, masones, templarios y antiguas y extintas sociedades esotéricas; que los más ignorantes creen que estaban en posesión de algún valioso secreto.
Y creen que leen historia…
Es por esta falta de cultura que han tachado la película de blasfema.
Mejor que sigan mirando el fútbol y carreras de coches, que se olviden de leer porque lo empeoran aún más. Deberían ser conscientes de sus escasas posibilidades para el razonamiento.
Y por si esto fuera poco, existe internet y toda la basura que se publica en ella y que cuando un hincha lee, se cree.
Tiene que haber una solución a esto; es preferible una gran guerra a la degeneración a la que se está abocando la humanidad en las ciudades.
Es casi imposible quedarse impávido ante las grandes migraciones de los rebaños que corren tras sus equipos. Las reses desbocadas dando coces, niños borrachos entre padres borrachos…
A la mañana siguiente, gran cantidad de estos tontos no hará su trabajo o lo hará mal y tendré la mala suerte de comprar algo elaborado o manipulado por un alegre e incondicional hincha de fútbol.
De esta forma tan deportiva y alegre, todo es apocalíptico y si no has escogido un grupo selecto de gente inteligente, te ves rodeado de una piara de idiotas y correr el peligro de asumir la imbecilidad como algo normal y no avisar al propio hijo de la porquería que flota alrededor para que se aparte a tiempo.
Hoy sábado 13-5-06, en apenas 32 minutos he localizado y catalogado a más de 30 idiotas dispersos y en distintos lugares, con el mismo polo azul lleno de pegatinas: el de Fernando Alonso.
Si es que encima no tienen sentido del ridículo.
Por enésima vez en lo que va de semana, he vomitado.
Me voy a deshidratar.
Buen sexo.
Iconoclasta
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