Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta represión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta represión. Mostrar todas las entradas

20 de febrero de 2021

El fascismo español conquista el Sol


Si al español medio, al votante usual y visitante asiduo de los centros comerciales, se le supone una edad intelectual media de unos cinco años infantiles, los políticos ascienden en el escalafón intelectual hasta una madurez máxima de siete, ocho años máximo. Es por ello que se pueden subir tranquilamente en la chepa de sus votantes y darles por culo con una sonrisa comprensiva del sodomizado. Ambas especies están muy lejos de mis ciento setenta años de madurez mental. Bueno… Que se le va a hacer, hay idiotas ricos, idiotas poderosos, idiotas pobres, y luego estoy yo. Mi humildad es algo que llevo con dignidad; aunque si pudiera compraría una de las muchas y follables presentadoras y mentirosas profesionales de los telediarios, elegida al azar, para hacerla puta mía de lujo.

Visto esto, si el nuevo y normal fascismo español del coronavirus decretara a su chusma votante y obrera (sin que le temblara la mano) el viaje de una nave espacial al Sol para embotellar rayos UVA y Gamma de primera calidad con los que combatir el coronavirus, más conocido como La Covid 19. Y por ello, decretara a su vez un nuevo robo o estafa subiendo el IVA en todos los productos de alimentación y profilaxis un 1000 %; los que disfrutan de una mentalidad de cinco años, aplaudirían ilusionados (otra vez) y colgarían de sus ventanas y balcones pancartas con dibujitos de Pocoyo y mensajes como: “Todo irá bien”, “El Sol nos cuidará, el Sol nos salvará, el Sol es nuestra esperanza”, “Os esperamos astronautas, feliz viaje, ángeles”, “Que viva el Zumosol”  y más mierda como éstas.

Los más lelos, con su bozal muy bien puesto, irían por la calle con botellas vacías de vino, sin tapón, para recoger rayos de sol y ducharse con ellos en la intimidad y la endogamia de sus casas de mierda.

En definitiva, si a los españoles les venden que se puede viajar al Sol; los españoles buscan en internet vuelos low-cost de fin de semana a Nuestra Preciosa Estrellita con gafas ahumadas de regalo.

El resto del mundo, sobre todo países con cierta dignidad y valor, como Holanda y algunos países nórdicos; incluso algunos mexicanos relajados del miedo; exclamarían: “Pinches españoles culeros”.

Y así, en dos semanas el nuevo y normal fascismo español con sus infantiles votantes, vencerían y erradicarían el coronavirus cambiándolo por una epidemia de cáncer de piel que los mataría a todos lentamente y aplaudiendo a sus respetados caudillos y sus decretos de mierda; dejando (con un poco de suerte) espacio a nuevas generaciones con una mejor y mayor madurez mental y dignidad.





Iconoclasta


15 de enero de 2021

Fascismo inyectado en vena


1984 (en su versión original en inglés: Nineteen Eighty-Four) es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. La novela popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.

Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social.” Wikipedia.

El fascismo, sea como sea y donde sea, pretende inyectar en todo momento y lugar su ideología y marcadores de conducta. Primero lo intentó metiendo porquería falangista, socialista, comunista y revolucionaria en los cráneos vacíos del pueblo. O sea, adoctrinando al vulgo mediante himnos y panfletos de un mundo mejor y justo.

La radio acostumbró al rebaño a reunirse en torno a él para escuchar los mensajes del poder y unas noticias que aún no podían ser amañadas a la velocidad adecuada.

Luego inventaron la televisión para que cualquier piojoso gobierno entrara en las casas de su ganado con un rostro familiar.

Con la informática llegó la corrupción del periodismo, amañar las noticias a la velocidad de la luz, incluso la historia. Mientras tanto, mediante reformas de los sistemas educativos entraban en los colegios para hacer idiotas a los niños, amañando y ocultando la historia para crearles una burbuja de bienestar y permisividad en la que se hicieron cobardes y mansos. Los incitaron a la ingesta masiva de alcohol y drogas narcóticas; castigando, a sí mismo, el tabaco (ya que es un hábito reflexivo y no narcótico) y refrescos (ya que el azúcar es el alimento que más consume el cerebro). Entre otras cosas les enseñaron que en el homosexualismo y transexualismo son todo ventajas y les negaron el conocimiento de las infamias de la historia para mantenerlos ciegos y torpes. Crearon las redes sociales para que esos idiotas que crecían, se sintieran formar parte de una gran rebaño de reses, y felices por ello. Con las nuevas redes de telecomunicaciones de gran potencia y alcance directamente en el teléfono móvil del ganado, consiguieron un gran y útil control estadístico, de movilidad y veterinario. Y provocaron un estado de alarma planetario para robar cualquier asomo de libertad y someter al populacho  a sus decretos mediante histeria colectiva, por medio de una simple gripe; y todo ello con la alegría de los idiotas, a pesar de la cárcel y la ruina.

De la evidente estafa.

Y ahora, lo definitivo: inyectar la mierda de su ideología y control directamente en la carne, en la sangre de la hiper adocenada chusma. Le llaman vacuna, precioso; el fascismo hace alarde de una poesía de niño de cinco años. Y si alguien se piensa que no habrá marcadores en sangre, debería dar un repaso a su madurez intelectual.

Antes han asesinado a muchos miles para crear un gran estado de alarma y pánico social que lleve a las reses a vacunarse ávidamente, desesperadamente.

Y ahora, tendrán a sus cerdos, vacas, gallinas, cabras y ovejas, sometidos a un estricto control, con una precisa ubicación cada una de las bestias votantes.

Orwell se quedó muy corto con su 1984 y sus ovejas mansas y estúpidas; pero con sus gobernantes fabricando noticias y rehaciendo la historia a su conveniencia continuamente, hizo gala de una precisión quirúrgica, es plena actualidad. Es literal a la novela lo que los fascismos que antes decían ser democracias, con la estafa del coronavirus han llevado a cabo el más importante y global movimiento dictatorial jamás creado y han subordinado toda noticia, toda literatura y arte en pro de su ideología y fines lucrativos y de poder estafando con el método epidemiológico.

Que Orwell se quedara corto describiendo una sociedad de mierda como esta en la que estoy viviendo, es normal. Nadie podría haber imaginado el grado de mezquina decadencia en la que se precipitarían las actuales sociedades.

Orwell era un cándido que sobrevaloraba al género humano. Un ser humano capaz de escribir sus ideas con claridad e imaginación, es uno entre millones. Su existencia nada tiene que ver con la inteligencia ni las habilidades de la especie humana.

Los nuevos y normales gobiernos fascistas del coronavirus están formados por una piara de trileros con una corrupta ambición como nunca en la historia se había visto con tanta desfachatez y ceguera por parte de un populacho endogámico;  sin rastro alguno de dignidad e inteligencia, salvo la básica del cobarde para encontrar un lugar donde esconder su cabeza vacía de todo.

Los actuales presidentes y ministros de los países más ricos y algunos, como España, de los más pobres, son auténticos degenerados como el mesías Hitler; solo que con otros trajes, otro decorado y, sobre todo, con la retórica de los telepredicadores y sus mandamientos sagrados: Si respiráis sin nuestro permiso, moriréis. Si os movéis donde os prohibimos, moriréis. La libertad os matará. Y sin nosotros moriréis.

Los nuevos fascismos surgidos con la estafa del coronavirus, han adquirido un carácter mesiánico para un rebaño degradado globalmente en su salud e intelecto que, en lo más absurdo nunca visto, se ha dedicado a aplaudir desde los balcones y ventanas de sus prisiones a sus perros carceleros: la feroz y carente de cerebro policía y ejército; cuando según las noticias del nuevo y normal régimen fascista, estaban muriendo cada día centenares de reses.

Los actuales trileros fascistas electos en una falsa democracia, son unos genocidas que nada tienen que envidiar a los nazis o a los jemeres rojos.

Se dice que cada pueblo tiene el gobierno que se merece; pero los pueblos nunca han tenido la habilidad y la oportunidad de merecer nada, de la misma forma que las vacas no saben que las llevan al matadero hasta que las destripan; un colectivo, o un conjunto de reses humanos jamás podrá crear nada, y menos de provecho. Son meros esclavos al servicio de reses que son poco más listas que ellos.

El asesinato del individuo, como libre pensador, ha sido la consecuencia de una sociedad insectil, basada en la importancia del rebaño. Y ser parte de un rebaño es el más grande y ofensivo insulto que a un ser humano se le podría hacer, salvo ahora, en esta sociedad endogámica, asfixiante en su cobardía, analfabetismo y dejadez.



Iconoclasta


11 de diciembre de 2020

El venenoso bucle social


Hay gente que se esfuerza en entender y buscar la razón que explique tanta banalidad y engaño político y económico con argumentos apoyados en la fe de que la sociedad es capaz de encontrar algo de justicia entre las leyes creadas para defender el dinero y el poder; y así defender libertad y dignidad. Creen sinceramente convencidos por una lógica y una ética que no existen, que las cosas pueden cambiar; repararse más concretamente de forma pacífica, negociando o pactando.

Es mentira, es una ingenuidad creer algo así.

Y así transcurre todo inamovible, con las mismas esperanzas y frustraciones durante milenios.

No pueden asumir, debido a un pensamiento condicionado e integrado en la sociedad, que los más altos valores que rigen toda sociedad basada en poder y obediencia (de hecho, no existe otro tipo de sociedad), es la envidia, la ambición y la represión.

Cuando toda esa mezquindad se quiere explicar o excusar mediante leyes, política y moral; se otorga impunidad a los grandes estafadores electos, a los tiranos y a los ministros religiosos.

Si un estafador es tratado como político es impunidad.

Solo saliendo de ese círculo vicioso (como ocurrió durante un breve tiempo con la Revolución Francesa, una excepción que rara vez se da en la historia), se puede identificar correcta y realmente a los políticos y su ambición desmedida de poder y dinero. Al reconocerlos como criminales, la conciencia propia se relaja y el pensamiento se hace más grande y potente una vez liberado del yugo de la presión social que excusa lo inexcusable por medio de esperanzas y argumentos que se esconden tras un grueso pellejo de estafa, cobardía, ignorancia e indolencia.

Saber que todo permanecerá igual que los milenios pasados o peor, otorga de por sí al pensador una visión clara, la herramienta necesaria para su liberación intelectual con la que a su vez, podrá asumir y entender que política, economía y religión son un conjunto de degeneraciones que más tienen que ver con la ganadería que con la humanidad.

Saber y entender que el poder de las actuales pseudodemocracias ahoga y asfixia, que no hay protección alguna a pesar de lo que te roban y pagas, es un acto de madurez contra tanta estafa, tiranía e hipocresía.

No dar crédito a los grandes estafadores de la política, la economía y la religión, es dignidad.

Por la evolución de millones de generaciones castradas mentalmente a lo largo de la historia, el instinto de defensa y supervivencia se ha fulminado definitivamente en la especie humana. Y esperan encerrados en sus establos produciendo la miel y leche necesarias para alimentar el poder político, religioso y económico; esperan con fe ciega que sus ministros y sacerdotes los guíen y los salven del hambre y la enfermedad.

Lo que en un tiempo lejanísimo se arreglaba por la fuerza y evitaba así la proliferación de cobardía, ambición y envidia, ahora se eterniza con sesudas discusiones y explicaciones de erróneas y amañadas comprensiones nacidas de la decadencia actual con votos, aplausos, fanatismos y militancias.

Y así, el poder actúa cada vez con más impunidad y virulencia, con el beneplácito de sus ingenuos votantes frustrados que, prefieren engañarse a sí mismos a realizar el esfuerzo de la correcta y digna defensa; pero sobre todo, si reconocen la degeneración de la sociedad en la que viven, deberían reconocer la suya propia y su cobardía; cosa que no les complacería si tuvieran la suficiente intelectualidad y cultura para concluir que gozan de semejantes “virtudes”.

Un solo tarado estafador, alimenta y da esperanza a millones de seres, sin que haga ninguna de las dos cosas. Desde siempre ha sido así.

Es una sociedad ciega que ocupa todo el planeta. Y no sé ya si su cobardía se debe a esa ceguera, o la cobardía le infectó los ojos. A efectos prácticos poco importa el origen o causa de ambas cualidades.

A efectos filosóficos, como ocurre desde tiempos inmemoriales, se han convertido la ceguera y la cobardía, el gobierno y la estafa; en un misterio indescifrable para ocultar la indignidad de que millones de seres humanos sean pastoreados por un sujeto de pocas luces y mucha suerte.

A un parásito, el gobernante; se une otro en simbiosis, el filósofo que los disculpa con sus meta estupideces (los filósofos, al final acaban creando leyes, tradiciones y culturas adecuadas para el rebaño). Al fin y al cabo, el filósofo, como animal nacido en granja, se avergüenza de sí mismo excusando al poder y por tanto su dignidad al vestir de complejos pensamientos su propia cobardía, inoperancia e indolencia.

Amén. 



Iconoclasta


1 de agosto de 2020

España, historia reciente de la cobardía y la ruina


La cobardía no es algo de lo que sentirse orgullosos. Es una tara mental, es indignidad.
En marzo del 2020 millones de personas entraron en pánico y se ocultaron en sus casas esperando que unas decenas de miles les salvara de morir por coronavirus o “la covid 19”, como el gobierno español decidió bautizarlo para suavizar la palabra virus y en femenino además, que es más inclusiva de mierda para una población envejecida, decadente, perezosa; pero ante todo cobarde.
El gobierno español en un descarado giro al fascismo rápido como el rayo, calcó los medios del genocida gobierno chino para contener la epidemia. Decretó la prisión domiciliaria para todos los españoles y cerró las residencias geriátricas con cadenas para que se murieran dentro los viejos. Todo ello, comprando los medios de comunicación y prensa que operan en España para instaurar su filosofía de encarcelamiento y persecución policial al ciudadano.
Durante los tres meses de represión china en España, las televisiones tenían la obligación de emitir todos los partes de contagios y muertos, usando para ello a personajes que al final calaron hondo en el imaginario de la cobarde población. Como el indigente Simón, el anodino Illa o el ex astronauta ministro de no sé qué. Sin olvidar por supuesto, el institucional y patético momento diario de aplausos a la autoridad y los sanitarios.
Mientras avanzaba el tiempo, se perdían miles de empleos, los enfermos se curaban como de cualquier otra enfermedad y los que morían podrían ser los mismos que mata la gripe. Con la salvedad de que la represión más dura del mundo contra el ciudadano, la española, mataba a más gente que ninguna otra debido al empobrecimiento físico de la población reclusa en sus casas.
A finales de junio, cesó el estado de alarma; pero impusieron el uso de mascarilla al aire libre. La ciudadanía española, cobarde como en ningún otro país, las usó de forma masiva prohibiéndose a sí mismos un aire necesario para reforzar los pulmones y por tanto el organismo. Si un país es cobarde, puedes apostar lo que quieras a que también es ignorante y desconoce totalmente el concepto de sentido común.
Los cobardes mueren antes y sufren más.
No sirvió de nada la mascarilla de mierda, surgieron brotes de coronavirus entre individuos de menor edad que en marzo, gente que había quedado debilitada inmunológicamente por tres meses de encierro e inactividad.
Los caudillos Sánchez e Iglesias, delegaron autoridad en los caciques de las distintas comunidades autónomas para que procedieran, según su criterio, con la represión que tan buenos resultados les había dado durante tres meses. 
Arruinada España, ya en una profunda recesión; los países europeos que no hicieron gala de la cobardía y salvaje represión a la española, avisaron al dictador Sánchez que buscara soluciones económicas con sus propios medios.
Empresas importantes como Airbus o Nissan, han anunciado su cierre dejando decenas de miles de personas sin trabajo.
En definitiva, muchos países no están dispuestos a sufragar la cobardía y la desidia de un país de marcada índole fascista que quiso ser hermano de la dictadura china. Y el capital, necesario para que un país pueda avanzar económicamente, huye de los lugares donde reina la cobardía, la desidia y la ignorancia.
El mentado Sánchez tuvo que mendigar un fondo de rescate durante días.
Ahora España está al borde de la ruptura total sin haber erradicado la enfermedad.
¿Qué hubiera pasado con España si hubiera tenido que, igual que otros países, vivir con enfermedades endémicas como la malaria?
Definitivamente, los cobardes mueren antes que los valientes. Y la inmovilidad es enfermedad.
Los nuevos enfermos más jóvenes demuestran sin lugar a dudas el empobrecimiento orgánico provocado por el nuevo fascismo español.
Y los países europeos con un carácter más demócrata, piden que sus ciudadanos no hagan turismo en España, con toda razón. Un lugar en el que es necesario respirar con mascarilla las veinticuatro horas del día, es veneno puro.
Es la historia de la reciente España sin los detalles aburridos, solo los esenciales: enfermedad, muerte, tiranía, ignorancia, cobardía, represión y ruina.
El único récord del que puede alardear el fascismo español es el del número de muertos por habitante que ha provocado su particular “la covid 19”.
Cecilia compuso y cantó “Mi querida España”, no sé si hubiera podido cantar lo mismo en este año de la era de “la covid 19” y la vergonzosa nueva normalidad española 2020. Quiero pensar que no, que se hubiera sentido ofendida hasta en lo más profundo de ver lo que es España.



 






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.


30 de abril de 2020

Coronavirus: la nueva sociedad revelada


España es una de las sociedades más oscuras y opacas del mundo, es el ejemplo máximo del advenimiento de la tiranía de los estafadores de paternal retórica; pero no quita por ello un ápice de despotismo al resto de países que anuncian una nueva era de mierda gracias al terrorismo de estado del coronavirus: en lo que se han convertido sus habitantes o votantes y el destino que les espera.
En Ripoll, donde vivo, hay un túnel bajo las vías del tren que lo resume todo con una decepcionante y escalofriante claridad.
El acoso y la extorsión en España, es tan solo la muestra de un catálogo de miseria, hipocresía y control dictatorial a los que se verán sometidos todos los rebaños humanos de todas las naciones-granjas.
Igual que España, el resto del mundo ha marcado un camino lleno de sombras, sin ninguna bifurcación, sin un lugar en el que protegerse de la amenaza de los policías que hacen guardia formando oscuros muros de opresión. De aniquilación de cualquier tipo de libre pensamiento.
Así han quedado la sociedades una vez aniquilada la fuerza, la pasión, la creatividad y la libertad del individuo: todo son manadas de rumiantes sin más inquietud que mal reproducirse ebrios e idiotas.
Han hecho de la vida un túnel sucio, de paredes ennegrecidas por la pobreza, el miedo, la represión y la mentira institucional. El pensamiento creativo, el poder y libertad del individualismo han sido devorados por la imbecilidad de la sociedad grupal, del pensamiento insectil que insulta a la inteligencia única de cada hombre y mujer de los que aún pudiera haber.
La mediocridad más pura, más carente de ningún tipo de rasgo, se ha instalado de la mano del gran engaño, ha creado un pensamiento obsceno, comparable al de una colonia de insectos cualquiera.
En la oscuridad de esos cenagosos muros del túnel se castrará con comodidad y en serie a todos los humanos que aún ostenten un libre pensamiento crítico, convirtiéndolos en cerdos de granja que avanzan hacia el dibujito que ellos ven como una pantalla de ordenador conectado a la red.
No se dan cuenta que el dibujo indigno e infantil, es el tope de su propia libertad, de su irrelevante intelecto. De su mediocridad tallada a golpes de sonrisas idiotas, de paternalismos y lágrimas de mal actor. De una indecente decadencia de cobardía y fe ciega en sus matarifes.
Es la nueva sociedad donde caminan todos juntos y hermanados hacia libertades que limitan con los oscuros muros del estrecho e infame túnel decorado con infantiloides mentiras de bondades que indignamente creen. La única libertad es el muro al final del túnel.
La mediocridad es el cáncer del pensamiento. Y ahora todos lucen su tumor como una mierda envuelta para regalo. Creyendo las patrañas de sus líderes cuando les decían que eran héroes por quedarse en su casa “confinados” y cagados de miedo, que así luchaban contra la enfermedad.
Te juro que se lo creyeron de verdad, te juro que dan ganas de vomitar ante tanta hipocresía y retraso mental. Deberían llevar a juicio a esos millones y millones humanos-vacas que creyeron que su cobardía era auténtico heroísmo. Los he visto y los he olido; y son seres humanos formados con excrementos y cables viejos.
Es necesaria una extinción, hoy más que nunca.
Lo malo no es la enfermedad. El coronavirus hace lo que debe y puede para limpiar de basura una especie que es plaga.
Lo malo son los cobardes que han asomado sus antenas de cucarachas desde las ventanas y balcones de sus casas, mirando la peste avanzar bajo el manto protector de su dictador que los hizo tarados hace generaciones atrás.
Lo malo es la hipocresía ofensiva de esa alegría en tiempos de muerte, de los aplausos que el gobierno les ha condicionado a ofrecer, con fe ciega en que serán salvados por ellos, por sus matarifes.
Son los descendientes directos de los que quemaban brujas y seres humanos en hornos industriales.
Lo malo es una sociedad degenerada y decadente que vive sobre ríos de mierda, orina y ratas.
Es una sociedad prescindible, no hace bien al planeta.
Y lo que ha de morir debe morir.
Debería…
Pero no ha podido ser.
Es pecado mortal gastar recursos y tiempo en cosas perdidas, como esos rebaños de millones de humanos, ya bestias de pastoreo, que se dirigen felices de su mezquina existencia hacia el único destino, un muro, el puto muro al final del túnel.
Las ratas jamás deberían haber subido a la superficie de las ciudades.
Al final del sórdido túnel debería haber una picadora de carne; pero nada es perfecto.
No hay que matarlos, solo mantenerlos estabulados y que rindan beneficios con obediencia grupal a cambio de no sufrir por coronavirus.
El coste ha sido la especie humana misma, su degeneración, la aniquilación de la creatividad, la inteligencia, la libertad, la independencia y la grandeza del individuo.
Porque solo el individuo merece la vida; las masas, la colectividad es el insulto, la degeneración insoportable de una sociedad podrida que debe desaparecer por peste o por balas.






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

10 de abril de 2020

El timo de la mascarilla


Una vez consiguieron la infraestructura necesaria para la localización y control de la población por medio de las nuevas redes 5G, los gobiernos de las naciones del planeta ya disponían por fin de una potente herramienta de control humano para crear una gran ola de terror planetario por medio de peste coronavirus, represión y ruina.
Una vez conseguido el encierro del ganado humano y su exhaustiva represión y clasificación según su estado viral, se procede a la implantación del uso de mascarilla bajo pena de costosas sanciones y presidio en campos de concentración en caso de no seguir la norma dictada por las nuevas “repúblicas” del coronavirus.
Hay realidades que divertidamente concuerdan, cuadran con hipótesis mucho más apasionantes que la vulgar y decepcionante realidad. Y da gusto vivir una película de ciencia ficción distópica, es emocionante.
La red 5G ya en funcionamiento. Las manifestaciones por cualquier cosa por banal que fuera, se convirtieron en una cotidiana celebración festiva en todo el planeta y ahora han cesado de una puta vez, por fin… Cesado no, prohibidas.
La implantación a nivel genital de los ordenadores, teléfonos y relojes inteligentes. La cobardía que se ha hecho tumoral en el cerebro de las reses humanas viciadas y, esperanza ciega en el retórico y falso paternalismo de sus líderes políticos y religiosos. Centenares de falsas amistades y sexo de mentira en las redes sociales. La solidaridad y tolerancia facilonas sin criterio como formas de hipócrita educación en lugar del pensamiento crítico. La fe ciega en los científicos ambiciosos con ansias de notoriedad. Creer con vergonzosa ingenuidad que es primero la salud que el dinero cuando en una sociedad capitalista, no hay salud sin dinero o trabajo que lo proporcione.
El exceso de viejos y sus pensiones de jubilación… La tan cacareada insostenibilidad de las pensiones en la envejecida sociedad occidental, sobre todo en la decadente, vieja y pequeña Europa; se resuelve con un virus muy certero que mata a viejos en un rango de edad muy determinado, con gran precisión y eficacia.
La decadente, inmadura y vergonzosa ingenuidad de la chusma adulta hacia la fe en las medidas de protección de su gobierno, como una paga por su inmovilidad y prisión domiciliaria y por la que perderán su trabajo definitivamente; ingenuidad muy parecida a la de los judíos de la Segunda Guerra Mundial que afrontaban su encierro en los campos de exterminio sin apenas resistencia.
La misma ingenuidad que lleva a los más lerdos (la aplastante mayoría) a aplaudir desde sus casas-prisión a sus policías carceleros.
Delatores colaboradores voluntarios de las fuerzas de represión, tarados mezquinos que creen llevar a cabo una misión religiosa, sin mencionar el miedo que los convierte en gusanos agitándose en sus casas; denunciando a los que caminan por la calle, a los que pudieran entrar en su segunda residencia. A los fracasados la envidia se los come, con la voracidad que sus madres lamen sus genitales, orgullosas de haber parido a tan preciosos hijos de puta delatores de la Gestapo. Como aquellos buenos tiempos en los que los vecinos denunciaban a otros vecinos más agraciados de brujería, de judaísmo, de rojos comunistas o de capitalistas traidores corruptos para que los mataran y conseguir trato de favor, una parte del expolio o simplemente para dar de beber a su repugnante envidia.
Toda esa cobardía eficazmente programada e inducida en las reses sin cerebro, ha hecho posible que se les obligue, sin rechistar siquiera, a llevar mascarilla por los siguientes objetivos: robarles dinero, obligarlos a ser un bulto de carne irreconocible convirtiéndolos simplemente en cosas productoras con baja autoestima y sobre todo, para que desconfíen entre ellos y se sientan enfermos y amenazados a todas horas del día, tristes como los perros con bozal.
Se crearán dos nuevas clases sociales: infectados e inmunes.
Debido a la miseria generalizada, los gobiernos y las grandes corporaciones serán los que digan qué, cuando y como debe consumirse y que alimentos serán mejores para la salud de los productores de la colmena. Los estados y sus filiales, las grandes corporaciones, serán los Grandes Hermanos que velarán por la salud de su chusma racionándoles todo.
Es casi perfecto, solo que los mandatarios de los países no son personas inteligentes, son tan idiotas como sus votantes, solo juegan con la suerte y tienen más dinero para apostar más tiempo.
La suerte dura poco y la destrucción no tardará en llegar.
Eso espero ferviente e impacientemente.
Ahora que me voy a morir, empieza lo divertido, coño.
Gracias a la informática y sus redes, la historia real que se leería en los libros dentro de cincuenta años, se puede documentar hoy a tiempo real. Me jode como a Cristo no poder rascarse los cojones crucificado que, los perros policía acosen a cada momento; pero estoy disfrutando del momento histórico.
Esta sociedad, merece desaparecer, extinguirse.
Y me gustaría de verdad asistir a ello, aunque me joda.
Es una buena y genial novela en la que participar.
Mientras se hace toda la mierda realidad, yo me entretengo en soñar con mundos mejores, más violentos, ergo más intensos. Si algunos pequeños detalles, no ocurren, mala suerte.
El miedo que se lo metan ellos con un supositorio por el culo.
Además, tener un cáncer te inmuniza contra el miedo a una mierda de coronavirus.
Cada uno es como la vida lo hace, si tiene cojones, claro. 
De lo contrario, eres un mierda como esos que miran con sus infectos ojos delatores a los que se mueven por la calle.
Sí, ya era hora de que sufrieran y temieran millones y millones de humanos acomodados y decadentes hasta el vómito.
Como Nerón hizo arder Roma.
Que adrenalínico…
Justicia pura y dura.
Buen sexo.






Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

2 de abril de 2020

Un aplauso a los generalísimos


¿No sienten pudor o vergüenza alguna los serviles que aplauden a los policías (sean civiles o militares)?
Se les debería caer la cara de vergüenza.
¿Son tan lerdos que no han visto en los rostros de los policías la cara más nítida y sincera del fascismo y su represión?
Los policías han asumido que cualquiera que camina por la calle es un delincuente en potencia. Y con dedicación absoluta acosan ferozmente.
Policías liderados por políticos y políticas de supuesta izquierda y clara orientación (supuesta también) hacia el bienestar de la clase obrera y clase obrero, como son el PSOE y Unidas Podemos.
Esos grandes defensores y defensoras de la justicia y el justicio social, no han sentido temblor alguno en sus manos (como tanto les gusta decir a Pedro Sánchez) para lanzar a sus perros y acosar a la población instaurando semanas de régimen carcelarios, oscurantismo y ruina.
Pero todo esa verborrea de justicia social, la tienen tan metida en el culo, que si sentaran deprisa en sus butacas, sangrarían.
Tal vez el timo de todo esto del coronavirus COVID-19 se encuentra en que han de hundir en la miseria al país para tener la herramienta legal que les de acceso e impunidad para intervenir las cuentas particulares de los ciudadanos y confiscar sus ahorros. Supongo que ese es el gran plan. El famoso corralito, un robo perfecto.
Lo han probado y les ha gustado, como los cerdos se vuelven histéricos al probar la sangre. El poder de la dictadura les ha fascinado. Tanto que se han convertido en la reencarnación de Francisco Franco y Arias Navarro. Así de fácil.
Les ha encantado convertir a la población enferma y sana, en peligrosos delincuentes a los que “confinar”, acosar, multar y encarcelar.
Lo más divertido, es que esos mismos ciudadanos aplauden cada tarde, festivamente, a sus carceleros.
Tiene una explicación: cobardía e ignorancia son los pilares básicos sobre los que se asienta toda dictadura.
¿Aplausos? Solo es servilismo e indignidad.
Y el miedo más vergonzoso que jamás haya visto en mi vida.
El acoso y el abuso policial es algo normal, estaba cantado que todos los cuerpos tendrían la absoluta dedicación a perseguir y controlar a ciudadanos, que la absoluta negligencia y omisión que demuestran en tiempos corrientes para controlar a la verdadera delincuencia.
Un brazo en alto por los generalísimos Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, futuros amos del corralito. Y por sus fieros y eficientes perros.
Que duerman felices las ovejas, las estúpidas ovejas.






Iconoclasta