Vivo en un mundo feroz que sacia su voracidad nutriéndose de carroña y cosas podridas con pornográfica glotonería.
Lo que indica que la humanidad es un ecosistema para buitres y hienas de dos patas y sin alas.
Y el hedor con el que impregnan el aire es insoportable y hace en la noche los sueños enfermos y febriles.
Los malos, mediocres y esclavos amaestrados, hacen un ruido repugnante al alimentarse de los huesos y las vísceras podridas de los cadáveres que temían sobre los que ríen, cagan y follan. Los sonidos masticatorios son obscenos y rituales.
Nací sin la esperanza de ser libre y limpio.
Encontré y acepté lo menos malo, lo sabía; pero para sobrevivir te has de camuflar con la mierda que te rodea.
Lo sufrí en silencio, esperando un brillo cualquiera en el ataúd donde habitaba.
No siento haber perdido el tiempo porque he aprendido cosas, he luchado para no adaptarme. Ha sido un buen tiempo invertido el de mis fracasos.
No lloro y mucho menos por el esfuerzo, como es habitual para medrar en el mundo de los buitres y las hienas.
Y el dolor me hace animal impío. Siempre he pensado que es más fácil matar que follar.
Guardo rencores como tesoros, quiero morir feliz de dejar toda esta mierda y miseria que me ahoga. Que nadie haga olas, por favor.
Soy incapaz de besar al amo, de suplicar o rogar.
No me prostituyo, aunque me luzco haciéndome pajas ante ella, corriéndome y salpicando el móvil. También me gusta meterle la lengua en el coño y un dedo en el culo para que se corra salvaje. Me gusta cuando me la mama con los cojones entre sus dedos. Y me gusta lamer los dedos que saben a su coño, los suyos y los míos. Cuando me monta me gusta alzarla en las alturas con la pelvis, cuando me arqueo corriéndome profundamente en su viscosidad impía que me atenaza el rabo.
No nací libre; pero sí bestia indecorosa. Nada ni nadie ha podido impedir mi salvajismo e indomabilidad. Y moriré así, tan salvaje e incrédulo como nací.
A la mierda el puto epitafio.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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