Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
9 de octubre de 2008
3 de octubre de 2008
Momias patéticas
Da pena ver restos tan antiguos, cadáveres y cultos que no encontraron nada más allá de la muerte.
Son tan frágiles las momias...
Frágiles y patéticas, porque entre sus restos, entre vendas y podredumbre están las muertas esperanzas intrincadas.
No necesitaron sus órganos tan celosamente guardados.
Vasos canopos... Cicateros ricachos guardando celosamente vuestras asaduras.
Todo fue una gran mentira creada por el miedo hacia la muerte, por ignorancias.
Y por una ambición desmedida.
Sed sinceros viejos muertos; queríais eternizar vuestra riqueza y vuestro poder.
Da un poco de pena al veros ahí, corruptos e inanimados. Muertas y vanas creencias cuyos ritos tanto tiempo y energía os llevó cumplir para nada.
Dan pena los vivos que aún creen que hubo magia en aquella farsa con la que moríais.
Nunca debieron engañarse los poderosos antiguos y pensar que la muerte era una esperanza, una puerta a otra vida.
Os prometieron que os recibiría Isis y vosotros, enfermos e ignorantes ambiciosos, lo creísteis.
La muerte es el fin e Isis y Osiris personajes de un cuento cándido e infantil.
Adiós viejas momias, no os contemplan los dioses, sólo nosotros, esclavos de nuestro tiempo, como vosotros lo fuisteis del vuestro aunque no os reconocierais como tales.
Sobrevalorados faraones y emperadores, no teníais magia, sólo inspirabais terror en los esclavos. Y una vez muertos, os lo robaron todo. Hasta vuestra alma polvorienta.
Patéticos payasos revestidos de yeso y oro.
Me embarga cierta sensación de tristeza verlos ahí presentes y corruptos tras tantos años. Ha habido tanto tiempo para que sus dioses los revivieran...
Isis la mentirosa, la resucitadora, os dejó plantados.
Y pensar que soy yo el que os mira, el que es testigo de vuestra corrupción y muerte eterna e irremisible. Soy la prueba viviente de que no hay dioses.
Seres como yo rompieron y saquearon vuestras tumbas, esparcieron vuestros secos cuerpos y derramaron vuestras vísceras, se llevaron vuestros tesoros. Rasgaron vuestras curtidas pieles.
Vanidosos muertos...
La prueba de vuestra muerte es que no os sentís humillados al estar expuestos a los ojos de todos nosotros. Si estuviera viva vuestra alma, os taparíais los rostros avergonzados.
Tantas tumbas pretenciosas creadas con sangre y piel esclava. Tanto esfuerzo por no dejar de ostentar vuestro poder.
Ahora soy un dios que os mira, soy el dios con el que creíais encontraros, os miro a través del cristal de la urna que os protege del polvo y la polilla, y pienso en todos esos años de espera.
Y aunque no tengáis ya ojos para mirar, ni piel para sentir; aunque vuestra vieja alma no sea más que una pátina mohosa adherida a vuestros huesos, miradme como un dios, porque a vuestros ojos lo soy.
Soy un dios creado por vuestra muerte, por vuestra ambición enfermiza de ser más que nadie. Yo, hijo de esclavos y parias. Soy el dios que os mira.
Que se ríe ante la guasa del destino.
Curioseo vuestras intimidades, os imagino creyendo las mil y una mentiras de una vida ultra-terrena y se me escapa la risa, al fin y al cabo los dioses son inmisericordes.
Es difícil mantener la pena hacia vosotros, enseguida se muta en risa y burla cuando pienso en vuestra vanidad. Narcisistas de la muerte...
Somos deliciosamente malvados e injustos los dioses. No nos rezasteis bastante.
Yo, un desgraciado sin un collar de oro con el que adornar mi cuello, siente pena y luego cierta emoción malvada, cierta malicia, al saber lo que fuisteis y en lo que no os habéis convertido. Vuestros fracasos y la poca pena que siento, os convierte en patéticos restos de ambición, miedo e ignorancia.
De la pena a la burla sólo hay un pensamiento. De la vanidad al ridículo una venda vieja y podrida.
Fuisteis maestros del engaño.
De una inocencia pueril.
Qué pena dais, mis patéticos muertos.
Yo os bendigo.
Yo soy vuestro Isis y Osiris; un esclavo...
Son tan frágiles las momias...
Frágiles y patéticas, porque entre sus restos, entre vendas y podredumbre están las muertas esperanzas intrincadas.
No necesitaron sus órganos tan celosamente guardados.
Vasos canopos... Cicateros ricachos guardando celosamente vuestras asaduras.
Todo fue una gran mentira creada por el miedo hacia la muerte, por ignorancias.
Y por una ambición desmedida.
Sed sinceros viejos muertos; queríais eternizar vuestra riqueza y vuestro poder.
Da un poco de pena al veros ahí, corruptos e inanimados. Muertas y vanas creencias cuyos ritos tanto tiempo y energía os llevó cumplir para nada.
Dan pena los vivos que aún creen que hubo magia en aquella farsa con la que moríais.
Nunca debieron engañarse los poderosos antiguos y pensar que la muerte era una esperanza, una puerta a otra vida.
Os prometieron que os recibiría Isis y vosotros, enfermos e ignorantes ambiciosos, lo creísteis.
La muerte es el fin e Isis y Osiris personajes de un cuento cándido e infantil.
Adiós viejas momias, no os contemplan los dioses, sólo nosotros, esclavos de nuestro tiempo, como vosotros lo fuisteis del vuestro aunque no os reconocierais como tales.
Sobrevalorados faraones y emperadores, no teníais magia, sólo inspirabais terror en los esclavos. Y una vez muertos, os lo robaron todo. Hasta vuestra alma polvorienta.
Patéticos payasos revestidos de yeso y oro.
Me embarga cierta sensación de tristeza verlos ahí presentes y corruptos tras tantos años. Ha habido tanto tiempo para que sus dioses los revivieran...
Isis la mentirosa, la resucitadora, os dejó plantados.
Y pensar que soy yo el que os mira, el que es testigo de vuestra corrupción y muerte eterna e irremisible. Soy la prueba viviente de que no hay dioses.
Seres como yo rompieron y saquearon vuestras tumbas, esparcieron vuestros secos cuerpos y derramaron vuestras vísceras, se llevaron vuestros tesoros. Rasgaron vuestras curtidas pieles.
Vanidosos muertos...
La prueba de vuestra muerte es que no os sentís humillados al estar expuestos a los ojos de todos nosotros. Si estuviera viva vuestra alma, os taparíais los rostros avergonzados.
Tantas tumbas pretenciosas creadas con sangre y piel esclava. Tanto esfuerzo por no dejar de ostentar vuestro poder.
Ahora soy un dios que os mira, soy el dios con el que creíais encontraros, os miro a través del cristal de la urna que os protege del polvo y la polilla, y pienso en todos esos años de espera.
Y aunque no tengáis ya ojos para mirar, ni piel para sentir; aunque vuestra vieja alma no sea más que una pátina mohosa adherida a vuestros huesos, miradme como un dios, porque a vuestros ojos lo soy.
Soy un dios creado por vuestra muerte, por vuestra ambición enfermiza de ser más que nadie. Yo, hijo de esclavos y parias. Soy el dios que os mira.
Que se ríe ante la guasa del destino.
Curioseo vuestras intimidades, os imagino creyendo las mil y una mentiras de una vida ultra-terrena y se me escapa la risa, al fin y al cabo los dioses son inmisericordes.
Es difícil mantener la pena hacia vosotros, enseguida se muta en risa y burla cuando pienso en vuestra vanidad. Narcisistas de la muerte...
Somos deliciosamente malvados e injustos los dioses. No nos rezasteis bastante.
Yo, un desgraciado sin un collar de oro con el que adornar mi cuello, siente pena y luego cierta emoción malvada, cierta malicia, al saber lo que fuisteis y en lo que no os habéis convertido. Vuestros fracasos y la poca pena que siento, os convierte en patéticos restos de ambición, miedo e ignorancia.
De la pena a la burla sólo hay un pensamiento. De la vanidad al ridículo una venda vieja y podrida.
Fuisteis maestros del engaño.
De una inocencia pueril.
Qué pena dais, mis patéticos muertos.
Yo os bendigo.
Yo soy vuestro Isis y Osiris; un esclavo...
22 de septiembre de 2008
El crepúsculo
Cada día miro al cielo con la salvaje expectación que me provoca la lucha y la sangre.
Es la lucha a muerte entre la luz y la oscuridad.
La muerte...
En el crepúsculo combaten el día y la noche tiñendo el cielo de una pasión roja.
El cosmos apuesta fuerte una infinita fortuna por la noche, por la luna. Es su puta.
Creo escuchar los gritos del sol a medida que la sangre se extiende hasta el límite de la oscuridad. Y la noche devora esa marea agonizante que vomita ese dios asqueroso que es el sol. Inmisericordia.
Cuando muere el día siento un placer obsceno, una retribución justa a la monotonía a la que me somete la vida. Otro día más de mierda, otro día muerto.
Mi noche es mi vengadora.
Es el único momento del día en el que me permito soñar esperanzadoramente.
El crepúsculo es sangriento porque se niega a morir; la luz es soberbia como los humanos. Y sangra como ellos.
Que se joda el sol, que se joda el día.
Que se joda la humanidad y se ahogue en sangre como su Dios Sol tan adorado.
Miserables.
Ruge el sol como una bestia agonizante dando zarpazos ciegos a la oscuridad. Sufre, sufre, sufre... Sangra.
Como a mí me haces en cada amanecer, en cada día que me obligas a vivir como una condena. Igual a ayer, igual al otro y al otro y al otro y al otro día.
El día muere luchando y no tiene un buen perder, yo tampoco.
Que se joda.
Si tuviera ojos, se los arrancaría.
La noche lo ahoga en su propia sangre, el cielo anaranjado se extiende hasta el límite de lo oscuro y grita y se revuelve como un animal destripado. Y mis lágrimas no son rojas por la pena. Me sangran los ojos impresionado por la belleza de un ocaso hemoglobínico.
Muere día de mierda, muere y púdrete en una tumba abierta donde todos los animales te arranquen las entrañas, sol de mierda.
Que la belleza láctea de la luna nos cubra y haga oscuros los colores que radian adulando al sol.
Que la sangre del sol, se extienda como la de la ballena muerta por las hélices de un barco en el mar.
Un día y otro y otro igual.
Eres el mismo cabrón de siempre.
Un día, la hermosa y fresca noche, acabará contigo para siempre y no habrá más luz cegadora. Sólo una luz fría que hará nuestras pieles pálidas. Que resaltará el azul de las venas. Que arrinconará a los cobardes en sus madrigueras para que no ocupen mi espacio.
No quiero llorar cada día ante la serena muerte de la noche. Ella sí que tiene elegancia, sabe morir sin miedo, sin histeria.
A pesar de tus rayos de mierda iluminando el horizonte, hay en el alba una franja de un azul oscuro y opaco que se retira lentamente, sin sangre. Sin cobardía.
Sus negros ojos miran tus rayos sin pestañear. Sin sangrar como tú, perro.
Cuando la noche muere, lanzo un beso al cielo y le digo que la espero.
Quisiera ser tan alto como la luna ¡Ay, ay!
Para darle un beso de despedida, y decirle que si muero bajo el sol abrasador, que cubra mi cadáver con su manto negro. Que amortaje mi cuerpo y lo enfríe pronto. Que me salve del sol. Misericordia...
No quiero que mis tripas estallen frente a ese repugnante y caliente astro.
Asesina del sol: si estoy muerto cuando el día se desangre, hazme estrella, hazme punto en el firmamento.
Dame vida para luchar contigo
contra el sol cada día.
Quiero manchar mis manos de crepúsculo, quiero ser el matarife del cielo. Lo teñiré tan rojo, que la humanidad temerá que llueva sangre.
El sol es un bastardo que nos señala, que revela secretos, que nos desnuda a ojos de otros. Despierto cada mañana contando los minutos, observando su movimiento. Mirando al oeste con la esperanza de que cada vez se encuentre más cerca de él.
Que se ahogue en sangre el hijo de puta.
Tú eres mi diosa, Noche. Tú eres la que me das un momento para el amor, la que baja el volumen del ruido de la vida. Los cobardes te temen, saben de tu poder, saben que cada día matas al sol. Y los hombres, tristes y cobardes, temen que les pueda ocurrir lo mismo.
Como si tuvieran importancia alguna para ti; lerdos ignorantes.
La luna se deja mirar blanca y deseable, provocando locuras y mareas. La luna se deja mirar como una puta hermosa prendida del brazo del cosmos.
Te doy un millón de euros por una felación, luna hermosa y asesina. Te doy mi propia vida si así lo quieres.
Pero mátalos, mata todos y cada uno de los días que me hunden en un tiempo y en un lugar inamovible y sin salida.
El tiempo es un barro sucio, la tierra un pozo negro ya colmado.
Misericordia...
Blanca luna, negra noche, mátalo; por mi vida. Mátalo de nuevo y que sufra el día.
Que sangre.
Que se joda.
Es la lucha a muerte entre la luz y la oscuridad.
La muerte...
En el crepúsculo combaten el día y la noche tiñendo el cielo de una pasión roja.
El cosmos apuesta fuerte una infinita fortuna por la noche, por la luna. Es su puta.
Creo escuchar los gritos del sol a medida que la sangre se extiende hasta el límite de la oscuridad. Y la noche devora esa marea agonizante que vomita ese dios asqueroso que es el sol. Inmisericordia.
Cuando muere el día siento un placer obsceno, una retribución justa a la monotonía a la que me somete la vida. Otro día más de mierda, otro día muerto.
Mi noche es mi vengadora.
Es el único momento del día en el que me permito soñar esperanzadoramente.
El crepúsculo es sangriento porque se niega a morir; la luz es soberbia como los humanos. Y sangra como ellos.
Que se joda el sol, que se joda el día.
Que se joda la humanidad y se ahogue en sangre como su Dios Sol tan adorado.
Miserables.
Ruge el sol como una bestia agonizante dando zarpazos ciegos a la oscuridad. Sufre, sufre, sufre... Sangra.
Como a mí me haces en cada amanecer, en cada día que me obligas a vivir como una condena. Igual a ayer, igual al otro y al otro y al otro y al otro día.
El día muere luchando y no tiene un buen perder, yo tampoco.
Que se joda.
Si tuviera ojos, se los arrancaría.
La noche lo ahoga en su propia sangre, el cielo anaranjado se extiende hasta el límite de lo oscuro y grita y se revuelve como un animal destripado. Y mis lágrimas no son rojas por la pena. Me sangran los ojos impresionado por la belleza de un ocaso hemoglobínico.
Muere día de mierda, muere y púdrete en una tumba abierta donde todos los animales te arranquen las entrañas, sol de mierda.
Que la belleza láctea de la luna nos cubra y haga oscuros los colores que radian adulando al sol.
Que la sangre del sol, se extienda como la de la ballena muerta por las hélices de un barco en el mar.
Un día y otro y otro igual.
Eres el mismo cabrón de siempre.
Un día, la hermosa y fresca noche, acabará contigo para siempre y no habrá más luz cegadora. Sólo una luz fría que hará nuestras pieles pálidas. Que resaltará el azul de las venas. Que arrinconará a los cobardes en sus madrigueras para que no ocupen mi espacio.
No quiero llorar cada día ante la serena muerte de la noche. Ella sí que tiene elegancia, sabe morir sin miedo, sin histeria.
A pesar de tus rayos de mierda iluminando el horizonte, hay en el alba una franja de un azul oscuro y opaco que se retira lentamente, sin sangre. Sin cobardía.
Sus negros ojos miran tus rayos sin pestañear. Sin sangrar como tú, perro.
Cuando la noche muere, lanzo un beso al cielo y le digo que la espero.
Quisiera ser tan alto como la luna ¡Ay, ay!
Para darle un beso de despedida, y decirle que si muero bajo el sol abrasador, que cubra mi cadáver con su manto negro. Que amortaje mi cuerpo y lo enfríe pronto. Que me salve del sol. Misericordia...
No quiero que mis tripas estallen frente a ese repugnante y caliente astro.
Asesina del sol: si estoy muerto cuando el día se desangre, hazme estrella, hazme punto en el firmamento.
Dame vida para luchar contigo
contra el sol cada día.
Quiero manchar mis manos de crepúsculo, quiero ser el matarife del cielo. Lo teñiré tan rojo, que la humanidad temerá que llueva sangre.
El sol es un bastardo que nos señala, que revela secretos, que nos desnuda a ojos de otros. Despierto cada mañana contando los minutos, observando su movimiento. Mirando al oeste con la esperanza de que cada vez se encuentre más cerca de él.
Que se ahogue en sangre el hijo de puta.
Tú eres mi diosa, Noche. Tú eres la que me das un momento para el amor, la que baja el volumen del ruido de la vida. Los cobardes te temen, saben de tu poder, saben que cada día matas al sol. Y los hombres, tristes y cobardes, temen que les pueda ocurrir lo mismo.
Como si tuvieran importancia alguna para ti; lerdos ignorantes.
La luna se deja mirar blanca y deseable, provocando locuras y mareas. La luna se deja mirar como una puta hermosa prendida del brazo del cosmos.
Te doy un millón de euros por una felación, luna hermosa y asesina. Te doy mi propia vida si así lo quieres.
Pero mátalos, mata todos y cada uno de los días que me hunden en un tiempo y en un lugar inamovible y sin salida.
El tiempo es un barro sucio, la tierra un pozo negro ya colmado.
Misericordia...
Blanca luna, negra noche, mátalo; por mi vida. Mátalo de nuevo y que sufra el día.
Que sangre.
Que se joda.
Iconoclasta
18 de septiembre de 2008
Sympathy for the Devil
Simpatía por el diablo (letra traducida)
Por favor, déjame que me presente
soy un hombre de riquezas y buen gusto
Ando rodando desde hace muchos años, muchos años.
He robado el alma y la fe de muchos hombres.
Yo estaba allí cuando Jesucristo tuvo su
momento de duda y dolor
y me aseguré por los infiernos que Pilatos se
lavara las manos y sellara su destino.
Encantado de conocerte.
Espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta
es la naturaleza de mi juego.
Estaba cerca San Petersburgo
cuando vi que había llegado el cambio.
Maté al zar y a sus ministros
Anastasia gritó en vano.
Conduje un tanque, tenía el rango de general
cuando estalló la guerra relámpago
y los cuerpos hedían.
Encantado de conocerte.
Espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta
es la naturaleza de mi juego.
Miré con alegría mientras vuestros reyes y reinas
luchaban durante diez décadas por los dioses que crearon
grité: ¿Quién mató a los Kennedy?
Cuando después de todo fuimos tu y yo.
Deja que me presente
soy un hombre de riquezas y buen gusto.
Tendí trampas a los trovadores
que murieron antes de llegar a Bombay.
Encantado de conocerte.
Espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta
es la naturaleza de mi juego.
Al Igual que cada policía es un criminal
y todos los pecadores santos
y cara o cruz es lo mismo, llámame simplemente Lucifer.
Necesito cierto freno.
Así que si me encuentras, ten cortesía
un poco de simpatía y cierta exquisitez.
Usa tu bien aprendida educación
!o haré que se te pudra el alma!
Encantado de conocerte.
Espero que sepas mi nombre.
Pero lo que te desconcierta
es la naturaleza de mi juego.
The Rolling Stones.
Sympathy for the Devil (traducido habitualmente en español: "Simpatía por el diablo", aunque la traducción más apropiada sería "Compasión por el diablo"; siendo que aparentemente el diablo busca exonerarse de los pecados de los hombres) es el título de una canción de The Rolling Stones. El tema abría el álbum Beggars Banquet, publicado por el grupo en el año 1968. En el año 2004, la revista Rolling Stone incluyó a la canción en el puesto 32 en su Lista de Rolling Stone de las 500 canciones más grandes de la historia (extracto del artículo Sympathy for the Devil, de Wikipedia).
13 de septiembre de 2008
Golosina
Golosinas, caramelos, dulces y el humo de un cigarro. Ojalá fueran sólo ideas culinarias, postres y tabaco nada más. Algo intrascendente.
Pero no es posible que ahora pueda saborear un dulce sin sentir una profunda sensación de falta. Ni es el dulce que quiero ni el lugar donde se deshace en mi boca reseca.
Seré realista: este bombón no tiene el tacto ni la tersura de tu piel.
No sonríe como tú.
Dan ganas de soltar unas lágrimas de frustración y pena.
Masturbarme con los dedos manchados de chocolate; sólo por esto puedo resultar a veces dulce yo también.
Eres tú mi golosina, es tan fácil afirmarlo como difícil contener esta creciente ansia que todo lo dulce me provoca.
Maldito el día en el que adiviné que eras dulce. A partir de ese momento cualquier golosina eres tú.
Qué putada amarte. Se acabó la tranquilidad, se acabó mi pensamiento egoísta y práctico. Ahora existo para saborearte, paladearte, chuparte...
¿Sabes que los caramelos tienen propiedades vaso-dilatadoras? Es algo que he descubierto recientemente.
Contigo.
Chupo un caramelo y tengo una erección y pienso en ti.
Es mentira, no es el orden real de los síntomas de la patología.
Chupo un caramelo, pienso en ti y me crece, se expande.
Pienso en ti y chupo un caramelo.
Chupo caramelos porque te amo.
Dulces ensayos clínicos a los que me someto con tu dulzura, con solo evocarte.
¿La perdida de la madurez es un efecto secundario de la pasión por lo dulce? ¿Se puede perder el peso de la vida por sólo un dulce?
Un caramelo... Sólo...
A pesar de todo el tiempo vivido.
Es vergonzoso desear con avidez. Incontinencia de sinceridad...
El misterio de nuestro ser nos hace interesantes a ojos de otro.
Y amar así es perder todo asomo de exclusividad; sentirse mediocre y desnudo ante tu dulce sonrisa.
Ante tus ojos de menta.
Tus labios de fresa.
Tus pechos de gominola.
Ositos de goma...
Eres una chuche, mi caramelo. Preciosa.
Y yo un niño con barba, un poco amargo.
Pero no es posible que ahora pueda saborear un dulce sin sentir una profunda sensación de falta. Ni es el dulce que quiero ni el lugar donde se deshace en mi boca reseca.
Seré realista: este bombón no tiene el tacto ni la tersura de tu piel.
No sonríe como tú.
Dan ganas de soltar unas lágrimas de frustración y pena.
Masturbarme con los dedos manchados de chocolate; sólo por esto puedo resultar a veces dulce yo también.
Eres tú mi golosina, es tan fácil afirmarlo como difícil contener esta creciente ansia que todo lo dulce me provoca.
Maldito el día en el que adiviné que eras dulce. A partir de ese momento cualquier golosina eres tú.
Qué putada amarte. Se acabó la tranquilidad, se acabó mi pensamiento egoísta y práctico. Ahora existo para saborearte, paladearte, chuparte...
¿Sabes que los caramelos tienen propiedades vaso-dilatadoras? Es algo que he descubierto recientemente.
Contigo.
Chupo un caramelo y tengo una erección y pienso en ti.
Es mentira, no es el orden real de los síntomas de la patología.
Chupo un caramelo, pienso en ti y me crece, se expande.
Pienso en ti y chupo un caramelo.
Chupo caramelos porque te amo.
Dulces ensayos clínicos a los que me someto con tu dulzura, con solo evocarte.
¿La perdida de la madurez es un efecto secundario de la pasión por lo dulce? ¿Se puede perder el peso de la vida por sólo un dulce?
Un caramelo... Sólo...
A pesar de todo el tiempo vivido.
Es vergonzoso desear con avidez. Incontinencia de sinceridad...
El misterio de nuestro ser nos hace interesantes a ojos de otro.
Y amar así es perder todo asomo de exclusividad; sentirse mediocre y desnudo ante tu dulce sonrisa.
Ante tus ojos de menta.
Tus labios de fresa.
Tus pechos de gominola.
Ositos de goma...
Eres una chuche, mi caramelo. Preciosa.
Y yo un niño con barba, un poco amargo.
10 de septiembre de 2008
Cobardes de sol y lluvia
Es increíble, está ocurriendo.
No hay niños en el parque o en la calle por las mañanas, y mucho menos al mediodía.
Comienzan a salir bien entrada la tarde, como los murciélagos.
Lo están consiguiendo.
Es cuanto menos curioso ver cómo doblegan el ánimo y el valor de la población.
Recuerdo (hace miles de años) que ni el calor ni el frío nos retenían encerrados en casa. Recuerdo a mis padres confiar en la fortaleza y salud de sus hijos y no temer al calor del verano. Eramos niños tan fuertes y valientes como nuestros héroes. Bruce Lee sólo daba increíbles patadas y manejaba los nunchakus como un dios. Y no decía tonterías del agua.
Una emoción de ser espía cuando acompañaba a mi padre a comprar alguna novela de Henry Miller a una librería de ocasión. El librero se sumergía entre abarrotadas estanterías de madera y emergía con un libro con el lomo un poco roto y las páginas dobladas. Lo envolvía varias veces en periódico y le decía a mi padre muy flojito el precio. Y todo porque aquella puta de Franco respiraba como un cerdo ahíto.

Conducíamos bicis pesadas y cascos de plástico de romanos. Eramos valientes y arrojados, eso nos creíamos.
La libertad de la calle y el espacio abierto eran drogas poderosas.
Insultos, peleas, rodillas rascadas y el vómito de un mareo por culpa de un cigarrillo compartido entre mil mocosos. Nadie murió, y tal vez sea el único de aquellos enanos que ha desarrollado un más que merecido cáncer de tibia. Seguramente debido al anti-ergonómico diseño de una bici. Y a un afán por querer ser fuerte y poderoso y héroe y gozar de superpoderes y fumar para querer parecerme a los mayores. Fui malvado como ninguno.
Es que se me escapa la risa.
¿Cómo evitar pensar que se ha hecho de la debilidad y la cobardía, una aceptada pauta de vida y convivencia?
¿Cómo puede temer un niño al sol sino vive en el desierto? ¿Cómo es posible que un niño no explore el mundo que lo aprisiona?
¿Cómo no pensar en hijos cobardes de padres cobardes?
¿Cómo escribir esto y no ofenderos? O no llamar basura cobarde y sin cerebro a esta sociedad farisea, descendiente directa de los envidiosos que lapidaron a aquel mito del nazareno y su cacareada cruz.
Ser cobarde es simplemente carecer de valor. No tiene nada que ver con ciencia, tecnología y costumbres.
Los niños salen cuidadosamente a la calle con sus ropas limpias y planchadas, con pelos engominados. Rechazan bancos polvorientos y a veces, cuando se aproxima el anochecer, se frotan los brazos porque debe resultar tierno y adorable que un chico sienta frío en una noche de pleno verano.
Cobardes de sol y lluvia, cobardes de heridas, luchas y juegos.
Convenceos cobardes, con sofismas de salud y consejos institucionales y sectarios de que no lo sois; pero sólo se os puede llamar cobardes. No existe otra forma de llamaros sin ofender mi propia inteligencia.
Cobardes vosotros, vuestros hijos y los que están por nacer.
No veo que esto vaya a mejorar.
Golpes de calor...
¡Qué cojones! Ni que los niños nacieran con ochenta años...
Menos mal que siempre queda el sexo y las putas para desahogarse, que si no... Y el caballo, y la coca, y el jaco y los mensajes institucionales de los gobiernos; que es lo más consumido.
Yonquis cobardes.
Buen sexo.
No hay niños en el parque o en la calle por las mañanas, y mucho menos al mediodía.
Comienzan a salir bien entrada la tarde, como los murciélagos.
Lo están consiguiendo.
Es cuanto menos curioso ver cómo doblegan el ánimo y el valor de la población.
Recuerdo (hace miles de años) que ni el calor ni el frío nos retenían encerrados en casa. Recuerdo a mis padres confiar en la fortaleza y salud de sus hijos y no temer al calor del verano. Eramos niños tan fuertes y valientes como nuestros héroes. Bruce Lee sólo daba increíbles patadas y manejaba los nunchakus como un dios. Y no decía tonterías del agua.
Una emoción de ser espía cuando acompañaba a mi padre a comprar alguna novela de Henry Miller a una librería de ocasión. El librero se sumergía entre abarrotadas estanterías de madera y emergía con un libro con el lomo un poco roto y las páginas dobladas. Lo envolvía varias veces en periódico y le decía a mi padre muy flojito el precio. Y todo porque aquella puta de Franco respiraba como un cerdo ahíto.
Conducíamos bicis pesadas y cascos de plástico de romanos. Eramos valientes y arrojados, eso nos creíamos.
La libertad de la calle y el espacio abierto eran drogas poderosas.
Insultos, peleas, rodillas rascadas y el vómito de un mareo por culpa de un cigarrillo compartido entre mil mocosos. Nadie murió, y tal vez sea el único de aquellos enanos que ha desarrollado un más que merecido cáncer de tibia. Seguramente debido al anti-ergonómico diseño de una bici. Y a un afán por querer ser fuerte y poderoso y héroe y gozar de superpoderes y fumar para querer parecerme a los mayores. Fui malvado como ninguno.
Es que se me escapa la risa.
¿Cómo evitar pensar que se ha hecho de la debilidad y la cobardía, una aceptada pauta de vida y convivencia?
¿Cómo puede temer un niño al sol sino vive en el desierto? ¿Cómo es posible que un niño no explore el mundo que lo aprisiona?
¿Cómo no pensar en hijos cobardes de padres cobardes?
¿Cómo escribir esto y no ofenderos? O no llamar basura cobarde y sin cerebro a esta sociedad farisea, descendiente directa de los envidiosos que lapidaron a aquel mito del nazareno y su cacareada cruz.
Ser cobarde es simplemente carecer de valor. No tiene nada que ver con ciencia, tecnología y costumbres.
Los niños salen cuidadosamente a la calle con sus ropas limpias y planchadas, con pelos engominados. Rechazan bancos polvorientos y a veces, cuando se aproxima el anochecer, se frotan los brazos porque debe resultar tierno y adorable que un chico sienta frío en una noche de pleno verano.
Cobardes de sol y lluvia, cobardes de heridas, luchas y juegos.
Convenceos cobardes, con sofismas de salud y consejos institucionales y sectarios de que no lo sois; pero sólo se os puede llamar cobardes. No existe otra forma de llamaros sin ofender mi propia inteligencia.
Cobardes vosotros, vuestros hijos y los que están por nacer.
No veo que esto vaya a mejorar.
Golpes de calor...
¡Qué cojones! Ni que los niños nacieran con ochenta años...
Menos mal que siempre queda el sexo y las putas para desahogarse, que si no... Y el caballo, y la coca, y el jaco y los mensajes institucionales de los gobiernos; que es lo más consumido.
Yonquis cobardes.
Buen sexo.
4 de septiembre de 2008
666: Escatología
Como todos los episodios de este personaje, hay pornografía y violencia extrema. Es para adultos.
Este episodio de 666 es especialmente fuerte y repugnante. De hecho, el más repugnante que he escrito hasta la fecha. Cruel como ninguno, hay un pobre perrito...
-----------------------------------------------
Me encontraba buscando material pornográfico en la videoteca de mi oscura y húmeda cueva, cuando en la estantería de parafilias, observé un dvd marcado como “Escatología”.
Seguramente se lo trajo alguno de mis crueles como botín de algunas de nuestras salidas.
Una parafilia es una desviación sexual; algo de tarados y enfermos.
La escatología es la afición por follar entre mierda, con mierda y comiendo mierda si es necesario.
Para que lo entendáis:
Seguramente se lo trajo alguno de mis crueles como botín de algunas de nuestras salidas.
Una parafilia es una desviación sexual; algo de tarados y enfermos.
La escatología es la afición por follar entre mierda, con mierda y comiendo mierda si es necesario.
Para que lo entendáis:
Escatología---> Parafilia---> Enfermos mentales---> Marginales---> Coprófagos (comedores de mierda)---> Sexualidad enfermiza---> Escarabajos peloteros---> Porno-actores tarados.
Los primates tenéis de todo en vuestra propia especie, y los aficionados a la escatología son los escarabajos peloteros de la humanidad.
Nada de lo que sentirse orgulloso, porque dejar que alguien se te cague o mee en la boca, es sucio y repugnante hasta para mí.
Hasta los perros tratan de tapar sus propios excrementos cuando han cagado.
Por otro lado, yo no estoy sujeto vuestras costumbres de tolerancia, cobardía e hipocresía y si un primate es un repugnante come-mierda, no tengo porque sentir simpatía alguna por él. Sólo asco y más odio aún. Lo hago pedazos o lo quemo, me da igual. Y la duración del tormento está en función de mi humor.
La tolerancia de la que pretendéis hacer gala, patéticos paletos, me la paso por el forro de mis malditos cojones y si mi propia naturaleza me lleva a despreciaros hasta tal punto que el acto de torturaros y asesinaros me aburre; no podéis ni llegar a imaginar el asco y el desprecio que siento por los escatologistas, coprófagos, coprófilos o como quiera que mierda se quieran llamar (valga la redundancia).
Coloqué el dvd en el reproductor, seguro de que encontraría razones para hacer una nueva visita a la humanidad y lanzar otro de mis mensajes de miedo, odio y maldad.
Cuando comenzó la película; una mujer fea, tan fea como son los hijos nacidos de la cópula entre padres e hijos o entre hermanos durante muchas generaciones (eso que llaman endogámicos y que abunda en los pueblos más ocultos y pequeños), se separó las nalgas con las manos y de su ano salió un excremento gordo y seco que me estropeó la bocanada de humo del partagás kilométrico que me estaba fumando.
Decidí apagar el televisor, si quería ver mierda, no tenía más que pasear por entre los primates y abrir en canal a cualquier espécimen elegido al azar.
En el momento en el que accionaba el pulsador del mando para apagar la televisión, apareció otro tarado en escena con una peluca de payaso en la cabeza; se arrodilló frente al culo de la cerda y con la boca cogió el cagarro que asomaba repugnante por el esfínter.
Mi Dama Oscura se encontraba masajeando mis trapecios tras el sillón de piedra.
—¿Me das permiso, mi Señor, para hacer una visita y felicitar a tan buenos actores? Mostrarles su propia inmundicia cuando aún la tienen dentro del cuerpo.
El televisor mostraba al macho y a la hembra, se habían untado la mierda en sus pieles cerdunas y ahora copulaban como dos cerdos en una charca.
Cuando abrían la boca, sus dientes estaban llenos de excrementos.
Seguramente sería chocolate, pero el efecto era pura mierda.
Mi Dama Oscura, me había dejado y volvió a los pocos minutos con una cámara de video.
Me gusta el cine, y cuando puedo, me gusta rodar mis propias películas.
Y en Suecia, aunque la luz es muy fría, y el color un poco crudo para mi gusto, se está fresquito. Y es de agradecer.
Decidí ser director de películas porno-escatológicas y hacer algún cameo durante el rodaje; mi ego es tan grande como mi capacidad de odiar. Cogí un trípode, metí los dedos en la vagina de mi Dama Oscura y la masturbé hasta que se me corrió de pie ante la mirada de todos los crueles escondidos entre las piedras. Cuando gritó de placer, lancé un rugido que provocó una lluvia de polvo desde el invisible techo de la cueva.
Llevar a la Dama Oscura conmigo me facilita el acceso a todos los lugares del planeta, ellos y ellas se la quieren follar. Imaginan su negra melena agitada por el placer que le proporcionarían. Sus piernas son tan lujuriosas que uno no piensa más que lo que tiene entre ellas, deseas lamer cada pierna hasta llegar a su coño, que sin duda alguna, se encontrará empapado de una baba de fuerte olor.
Hombres y mujeres desean tenerla cerca y lanzan sus devaneos pueriles para intentar joder con ella.
La productora Scandinavia Erotics, era la autora del dvd escatológico.
Mi Dama Oscura vestía una microfalda negra y al caminar, dejaba ver sus nalgas desnudas contoneándose como las de una verdadera puta.
—Soy Lans Hoëder y quiero una entrevista con el Sr. Sergei Lepizc, el director de Festín de Mierda 4. Esta señorita es mi representada y quisiera ofrecérsela para que participe en alguna de sus producciones. Caga como ninguna y además tiene la habilidad de lanzar la mierda lejos de si con el culo.
—Si no tienen cita, el sr. Lepzic no les recibirá. Pueden dejarme una tarjeta y...
No acabó de hablar, porque planté mi mano en su poderoso y siliconado pecho izquierdo y lo oprimí con fuerza. Y oprimí su mente.
Como mucho cerebro no tenía la secretaria del pornógrafo, su pezón se puso duro. Mi Dama levantó la falda dejando al descubierto su coño y se acercó hasta colocarse muy cerca del rostro de la secretaria. La primate comenzó a lamer su pubis con el pecho estrujado en mi mano. Sus lengüetazos eran largos y pegajosos. Estuve a punto de sacarme la polla; pero me pudo la crueldad.
No pude evitar clavarle mi puñal en el pecho y sacarle la prótesis de silicona. Yo seguía invadiendo su mente; a pesar del dolor y el terror, la secretaria siguió lamiendo el pubis de mi Dama Oscura hasta que le arranqué el corazón y lo dejé encima del teclado del ordenador.
Hice una foto de tan dramática escena.
Dejamos el cadáver allí para que se pudriera y no me preocupé de coger el alma de la tía buena, mi preocupación era filmar mi propia película. Y para ello necesitaba actores acostumbrados a la mierda.
Abrí la puerta del despacho de Sergei y mi Dama entró desnuda de cadera para abajo, se había quitado la falda y su pubis estaba ensangrentado por la sangre que le salía de la boca a la secretaria cuando le arrancaba el corazón.
—¿Quiénes son ustedes? ¿No les ha dicho mi secretaria que no recibo sin cita previa?
Debe ser un buen negocio todo lo relacionado con la mierda, porque el despacho de Sergei era un derroche de decoración vanguardista. La mesa del despacho era una losa de fino mármol, los sillones de las visitas, medios huevos de acero inoxidable con su interior mullido y forrado en piel.
Una luz color salmón salía de paneles adosados a las paredes y todo era de un blanco níveo tiznado de rosa. Demasiada luz para mi gusto. Y demasiado calor.
Sergei vestía un jersey negro de cuello alto muy ajustado y unos pantalones marrones de piel. De lo más hortera.
—Nosotros sólo queríamos saber donde se encuentran los dos actores de Festín de Mierda, me gustaría contratarlos para una fiesta particular.
Sergei no me escuchaba, se encontraba pasmado mirando el coño ensangrentado de la Dama Oscura y ésta, sin reparo alguno, se lo estaba limpiando con un pañuelito de papel, mojándolo con saliva.
Me acerqué a la mesa, apresé la mano de Sergei y metiendo la punta del cuchillo entre uña y carne, le hice saltar la uña del dedo corazón.
Aquello no mejoró su atención pero me hizo visible a sus ojos y más receptivo a mi charla.
—Quiero la dirección de esos dos marranos.
Cuando se piden las cosas con la debida seriedad y te haces valer como un hombre de palabra y peligroso, te lo dan todo.
—Están rodando otra película, aquí mismo, en una casa de las afueras, allí los encontrarán.
Tenía la esperanza de que no le matara. Y garrapateó en una lujosa carta con membrete la dirección de la casa.
Cogí la pistola que me ofrecía mi Dama y le pegué un tiro entre los dientes. Salpicó sangre por todas partes; sin duda alguna ya habéis visto en algún reportaje el efecto hidrostático que una bala tiene en una sandía, pues bien, estoy seguro de que algunas paredes de aquel despacho jamás volverán a ser de blanco níveo.
La Dama Oscura se sentó en uno de aquellos asientos-huevo y se cagó sin asomo alguno de pudor.
Será hermosa y malvada, pero cuando quiere es toda una cerda.
Y sutil no es con sus mensajes.
La amo.
La casa de campo se encontraba al norte de Estocolmo, a escasos diez minutos. Un chalet lujoso de algún millonario pervertido o un socio de la productora.
La verja principal que cerraba el camino de la carretera principal a la casa, se encontraba abierta y conduje el Aston Martin recién adquirido para la ocasión por el camino particular.
Una furgoneta y un par de autos se encontraban estacionados frente a una pequeña casa separada de la mansión principal.
Estacioné el coche frente a la casa principal y nos acercamos caminando hasta la casucha donde estaban rodando la película, seguramente Festín de Mierda 5 o Amo tu mierda.
La actriz, según Sergei, se llamaba Ana y el actor John. No tenían apellidos, seguramente se encontrarían bajo una capa de mierda.
Aparte de los dos artistas, en la casa se encontraban un cámara, el director, el ayudante de dirección, el iluminador y una maquilladora.
Y ni siquiera era la casa, era el garaje con un mal decorado. Por mucho que a un millonario le guste la mierda, le revienta que caguen en su casa.
Sois tan complejos los primates...
Mi preciosa Sig Sauer P220 del 45 acp, se encontraba pletórica de balas y el sol de la tarde se reflejaba en su superficie creando una difuminada pátina anaranjada. La belleza de la muerte no tiene parangón con ninguna otra cosa.
La Dama Oscura sujetaba en la mano una Beretta del nueve pavonada. La negrura de aquella arma hacía juego con su cabello y su piel. Había nacido humana, pero ni yo podría asegurarlo viéndola empuñar con aquella naturalidad la pistola.
No hubo saludos. No hubo tiempo para las sorpresas. Estaba todo en silencio filmando una mamada que Ana le estaba haciendo a John. Su pene era mucho más pequeño de lo que parecía en la película y a Ana se le veía la suciedad incrustada entre los pliegues de la piel.
Apoyé el arma en la nuca del director y disparé. Al ayudante lo tenía muy cerca y le acerté un tiro en la sien.
La Dama Oscura había disparado en el cuello de la maquilladora y cuando el iluminador echó a correr gritando, le acertó en la espina dorsal; cayó sin poder llegar a la furgoneta. No podía moverse y reptaba como un gusano, gimiendo, llorando. La sangre estaba empapando la abundante ropa que llevaba. Agonizó durante más de media hora.
En cuestión de segundos, el suelo se tornó resbaladizo por la enorme cantidad de sangre que dejaban ir los cuerpos.
Los actores estaban quietos en la cama, inmovilizados por el miedo.
La Dama Oscura se dirigió a nuestro coche para coger la cámara de video y el trípode. Afortunadamente, la iluminación ya estaba montada. Cuando se trata de matar, siempre salen bien las cosas.
—Vamos a filmar una película de cagones. De morir no os libráis —les decía a los actores que nos miraban fijamente alternando su atención entre nosotros dos—; pero de vosotros depende que sea interminable vuestra tortura.
La Dama Oscura tocó mi hombro y me dio la cámara y el trípode. Llevaba una bolsa negra con cadenas y esposas colgada del hombro.
Mientras preparaba la cámara y me encendía un cigarro, ordenó a los actores a colocar las manos en una tubería sujeta al techo del garaje y les esposó las manos.
Les obligó a abrir las piernas cuanto podían y les encadenó los pies con grilletes a las estanterías murales ocultas bajo el decorado.
Dejó cerca una escalera de mano abierta.
Nos llevó casi dos días el rodaje.
Mientras tanto, apareció un Saab descapotable blanco con un cincuentón de pelo blanco y una puta de lujo, a los que degollé cuando se acercaron al garaje. El primate maduro era el dueño de la casa, lo sé por las fotos. Nos instalamos en la casa durante el tiempo que duró el rodaje.
También tuve que matar al jardinero y a un par de críos (los nietos del dueño de la casa) que se acercaron con sus bicicletas. El hedor a cadáver se extendía por toda la propiedad, cosa que me hacía sentir bien.
El resultado de lo filmado es más o menos así:
Mierda letal 1 (este es el título y aparece una mierda deshaciéndose como sangre líquida para dar paso directamente a la primera escena)
La cámara muestra un sucio garaje con el suelo lleno de sangre y cadáveres, el sonido de las moscas es omnipresente y se acerca el encuadre hasta la oreja de una chica por la que asoma la cabeza de una mosca.
Un hombre y una mujer se encuentran encadenados con los brazos en alto a una tubería en el techo, ambos lloran intentando no mirar a la cámara. Sus pies están separados y encadenados a las paredes. La mujer es un celulítica treintona que aparenta tener cincuenta años, con una peluca rubia torcida tapando sus rizos morenos, sus tetas son gordas y están lacias. La cámara hace zoom en el hombre que lleva una grotesca peluca pelirroja. Está enfermizamente delgado y sus velludos y pequeños genitales penden como piel reseca entre los sucios rizos negros.
Ambos muestran sus pechos manchados de vómito.
La cámara los rodea y el encuadre muestra las nalgas de los actores. Sus glúteos están ensangrentados, se cierra más el encuadre y se puede apreciar que en cada actor, se han cosido las nalgas con un grueso cordón de cuero, cegando así los esfínteres.
Se aproxima más la cámara para mostrar el detalle de las infecciones y la pus que rezuma por los puntos de sutura. Una mano de mujer pasa seductoramente el dedo por las puntadas de cuero para acabar dando un cachete cariñoso en las nalgas. Se escucha un gemido
El enfoque vuelve hacia atrás y muestra a los dos actores en un plano alejado. Ahora se aprecia que hay una escalera de tijera tras ellos. Con una música de película muda y filmado en cámara rápida, hago mi primer cameo y corro cómicamente hacia ellos subiendo por la escalera abierta. Los actores intentan, girando la cabeza, ver lo que ocurre u ocurrirá a sus espaldas. No hay nada como el miedo para aprender a actuar.
Subo tres peldaños de la escalera para estar cómodamente tras ellos. Una broma: saco mi cuchillo de entre los omoplatos y llevo el peligroso filo al cuello de la cerda. La cámara muestra mi rostro con la lengua fuera en actitud malvada y un hilo de baba colgando de mis incisivos. He de reconocer que soy un hombre deseable.
La Dama Oscura aparece en escena, con unos zapatos negros de charol y unos tacones kilométricos, porta con cuidado un pequeño cubo de plástico rojo y un embudo grande en la otra.
Me alcanza primero el embudo y al ponerse de puntillas se puede ver en todo su esplendor la raja de su coño depilado. Arranco la cinta que tapa la boca del hombre, le obligo a tragarse la parte estrecha del embudo y mantengo su cabeza contra mi pecho obligándolo a mirar al techo. La Dama Oscura me alcanza el cubo y vuelco en el embudo el contenido: chocolate caliente mezclado con galletas.
—Si no empiezas a tragar esto, te arranco tiras de las pantorrillas hasta que te comas tu propia lengua.
Un plano muestra como el embudo se vacía a cámara rápida para luego, enfocar el rostro del encadenado y su garganta para mostrar los fuertes y rápidos movimientos de la glotis al tragarse todo aquel dulce manjar.
La Dama Oscura, se coloca frente a la cámara y llevándose los dedos a la vagina, separa los labios y los tensa, hasta que aparece su duro clítoris empapado por entre los pliegues. El dedo corazón, se posa en él y comienza a rotarlo.
Fundido en negro.
Otra vez, en una cómica y rápida velocidad, bajo la escalera y la llevo tras la mujer; hago exactamente lo mismo que con el hombre, sólo que a ella, sin querer, le he partido los incisivos al meterle el embudo en la boca.
Un reloj corre a velocidad de vértigo, han pasado cuatro horas y un encuadre muestra las barrigas ya un poco prominentes de los actores escatos.
Enfoque de sus glúteos y unos segundos mostrando las tumefacciones y el feo color de las heridas suturales de las nalgas. Un punto rezuma un líquido espeso y amarillo veteado de sangre. Entre la raja del culo se les pone a cada uno un termómetro y la pantalla digital marca los 39,8 grados centígrados.
La Dama Oscura se coloca frente a los dos actores y les toca los genitales y las tetas sin conseguir arrancarles un gemido. Sus ojos apenas reaccionan.
El director (yo) sale a escena de nuevo para darles su nueva ración de chocolate con galletas. Piden agua, pero no se les da ni una gota.
Otra vez el reloj avanzando a cámara rápida hasta que pasan cuatro horas.
Los vientres de los primates ahora están tensos y enrojecidos, empieza a notarse la presión en sus intestinos. Una mano con uñas largas y rojas y un anillo con tres seises en el pulgar, acaricia aquellas prominentes barrigas. Es hora de cebar de nuevo a los primates.
En esos dos días, cada uno de los actores, se tragó ocho kilos de chocolate con galletas.
El reloj vuelve a avanzar rápido para luego mostrar las barrigas de los primates. Parecen embarazados y los ombligos sobresalen como tumores de la tensa piel. Alguno ha vomitado, por la nariz. Sudan mucho, están pálidos y respiran con mucha dificultad.
Una toma de mi espalda, muestra como me saco el cuchillo de entre la carne de los omoplatos para ponerlo en la femenina mano de la Dama Oscura.
—Es tiempo de morir entre mierda —dice frente a la cámara con sus labios rojos como la sangre y sus negros ojos brillantes como zafiros.
Se abre el cuadro de la escena y la Dama Oscura se acerca al hombre contoneándose, empuña el cuchillo por el peligroso filo. Es fantástica.
Se dirige al primate macho. Hunde ligeramente el filo en la parte baja del esternón y practica un corte poco profundo hasta el pubis. Una sangre muy espesa se desliza perezosamente por el vientre, los genitales y las piernas.
Un perro pequeño lame la sangre a los pies del actor (apareció en las últimas horas, y llevaba un collar con cristales de Swarosky que decía: Brutus).
Con la cerda hizo lo mismo, sólo que además, le cortó ambos pezones practicando una cruz encima de ellos. Les habíamos amordazado con una tela muy fuerte, ya que sabíamos por experiencia, que cuando el dolor es intenso, la cinta aislante no sirve como mordaza, no tiene la suficiente fuerza para sujetar unas mandíbulas que claman misericordia al cielo ante la devastadora tortura.
Me excité como un perro ante los pezones sangrantes de la guarra, la Dama Oscura salió de escena y me lancé a mamar la sangre que manaba de los pezones de la actriz.
Cuando me sacié, le pegué una fuerte patada lateral a su barriga. La Dama Oscura había hecho un buen trabajo, porque la herida se abrió en su totalidad y cayó al suelo el paquete intestinal de la puta con un sonido gelatinoso. El hombre se debatía intentado liberarse de las cadenas, aterrorizado ante lo que le esperaba. Se estaba poniendo morado por momentos.
Por mucho que se moviera, no tenía forma alguna de esquivar la patada y tras pegársela, otro nuevo montón de tripas cayó al suelo.
En ningún momento les quité las mordazas; aunque estuve tentado para que se pudieran oír sus gritos; pero si vomitaban, ensuciarían las tripas que ahora parecían gordos gusanos palpitantes. Estaban tensas y prietas como longanizas.
Cogí la morcilla del hombre y la corté con el cuchillo, de tal forma que exprimiéndola con fuerza, la vacié en la cabeza de la hembra.
Consiguió chillar después de todo. La mierda comenzó a contaminarse con la sangre que manaba del tejido intestinal.
Cuando corté el intestino grueso de la mujer, no me dio tiempo a llevar el cabo a la cabeza del hombre y la mierda salió rápida y a presión. Sólo pude manchar los genitales del hombre.
Aquella casquería rellena de mierda despedía un hedor insoportable que se apoderó de todo el garaje y la pobre Dama Oscura tuvo que vomitar. Filmé sus pechos agitándose tras las náuseas, es preciosa haga lo que haga. El artista también tiene que sacrificarse en pro de su obra si quiere ser pasional y transmitir emociones al espectador.
(Estas anécdotas hicieron más largo el rodaje, aunque gracias al montaje final, la película no aumentó demasiado su duración).
A los pocos segundos, los primates dejaron de moverse y sus ojos se habían cerrado. Respiraban con dificultad cuando les arranqué los restos de intestinos para que la cámara captara la caverna que quedaba; el último plano que filmamos de ambos vivos. El final de la película es más vulgar y sólo trata del descuartizamiento de los cadáveres y una masturbación que la Dama Oscura se hizo usando la mano del primate macho.
Fundido en negro para el final, no hay títulos de crédito. Se escucha la canción de los Rolling :”Simpaty for the devil” y un plano muestra al perrito blanco llamado Brutus, mordisqueando los cadáveres en descomposición, agitando contento el rabo.
Hasta que un balazo en el costado lo lanza muerto dos metros al interior del garaje. Mi Dama Oscura tiene una puntería envidiable.
Así es como matamos dos pájaros de un tiro e hicimos una película de escatología y a la vez una snuff movie.
Me han pedido copias a cambio de su alma: tres reyes europeos, seis presidentes, siete jeques árabes y tres raperos traficantes de drogas.
La película, he de reconocerlo, no es muy comercial y no creo que se convierta en una película de culto para un consumo masivo.
Ya os contaré más historias.
Siempre sangriento: 666

Iconoclasta
Nada de lo que sentirse orgulloso, porque dejar que alguien se te cague o mee en la boca, es sucio y repugnante hasta para mí.
Hasta los perros tratan de tapar sus propios excrementos cuando han cagado.
Por otro lado, yo no estoy sujeto vuestras costumbres de tolerancia, cobardía e hipocresía y si un primate es un repugnante come-mierda, no tengo porque sentir simpatía alguna por él. Sólo asco y más odio aún. Lo hago pedazos o lo quemo, me da igual. Y la duración del tormento está en función de mi humor.
La tolerancia de la que pretendéis hacer gala, patéticos paletos, me la paso por el forro de mis malditos cojones y si mi propia naturaleza me lleva a despreciaros hasta tal punto que el acto de torturaros y asesinaros me aburre; no podéis ni llegar a imaginar el asco y el desprecio que siento por los escatologistas, coprófagos, coprófilos o como quiera que mierda se quieran llamar (valga la redundancia).
Coloqué el dvd en el reproductor, seguro de que encontraría razones para hacer una nueva visita a la humanidad y lanzar otro de mis mensajes de miedo, odio y maldad.
Cuando comenzó la película; una mujer fea, tan fea como son los hijos nacidos de la cópula entre padres e hijos o entre hermanos durante muchas generaciones (eso que llaman endogámicos y que abunda en los pueblos más ocultos y pequeños), se separó las nalgas con las manos y de su ano salió un excremento gordo y seco que me estropeó la bocanada de humo del partagás kilométrico que me estaba fumando.
Decidí apagar el televisor, si quería ver mierda, no tenía más que pasear por entre los primates y abrir en canal a cualquier espécimen elegido al azar.
En el momento en el que accionaba el pulsador del mando para apagar la televisión, apareció otro tarado en escena con una peluca de payaso en la cabeza; se arrodilló frente al culo de la cerda y con la boca cogió el cagarro que asomaba repugnante por el esfínter.
Mi Dama Oscura se encontraba masajeando mis trapecios tras el sillón de piedra.
—¿Me das permiso, mi Señor, para hacer una visita y felicitar a tan buenos actores? Mostrarles su propia inmundicia cuando aún la tienen dentro del cuerpo.
El televisor mostraba al macho y a la hembra, se habían untado la mierda en sus pieles cerdunas y ahora copulaban como dos cerdos en una charca.
Cuando abrían la boca, sus dientes estaban llenos de excrementos.
Seguramente sería chocolate, pero el efecto era pura mierda.
Mi Dama Oscura, me había dejado y volvió a los pocos minutos con una cámara de video.
Me gusta el cine, y cuando puedo, me gusta rodar mis propias películas.
Y en Suecia, aunque la luz es muy fría, y el color un poco crudo para mi gusto, se está fresquito. Y es de agradecer.
Decidí ser director de películas porno-escatológicas y hacer algún cameo durante el rodaje; mi ego es tan grande como mi capacidad de odiar. Cogí un trípode, metí los dedos en la vagina de mi Dama Oscura y la masturbé hasta que se me corrió de pie ante la mirada de todos los crueles escondidos entre las piedras. Cuando gritó de placer, lancé un rugido que provocó una lluvia de polvo desde el invisible techo de la cueva.
Llevar a la Dama Oscura conmigo me facilita el acceso a todos los lugares del planeta, ellos y ellas se la quieren follar. Imaginan su negra melena agitada por el placer que le proporcionarían. Sus piernas son tan lujuriosas que uno no piensa más que lo que tiene entre ellas, deseas lamer cada pierna hasta llegar a su coño, que sin duda alguna, se encontrará empapado de una baba de fuerte olor.
Hombres y mujeres desean tenerla cerca y lanzan sus devaneos pueriles para intentar joder con ella.
La productora Scandinavia Erotics, era la autora del dvd escatológico.
Mi Dama Oscura vestía una microfalda negra y al caminar, dejaba ver sus nalgas desnudas contoneándose como las de una verdadera puta.
—Soy Lans Hoëder y quiero una entrevista con el Sr. Sergei Lepizc, el director de Festín de Mierda 4. Esta señorita es mi representada y quisiera ofrecérsela para que participe en alguna de sus producciones. Caga como ninguna y además tiene la habilidad de lanzar la mierda lejos de si con el culo.
—Si no tienen cita, el sr. Lepzic no les recibirá. Pueden dejarme una tarjeta y...
No acabó de hablar, porque planté mi mano en su poderoso y siliconado pecho izquierdo y lo oprimí con fuerza. Y oprimí su mente.
Como mucho cerebro no tenía la secretaria del pornógrafo, su pezón se puso duro. Mi Dama levantó la falda dejando al descubierto su coño y se acercó hasta colocarse muy cerca del rostro de la secretaria. La primate comenzó a lamer su pubis con el pecho estrujado en mi mano. Sus lengüetazos eran largos y pegajosos. Estuve a punto de sacarme la polla; pero me pudo la crueldad.
No pude evitar clavarle mi puñal en el pecho y sacarle la prótesis de silicona. Yo seguía invadiendo su mente; a pesar del dolor y el terror, la secretaria siguió lamiendo el pubis de mi Dama Oscura hasta que le arranqué el corazón y lo dejé encima del teclado del ordenador.
Hice una foto de tan dramática escena.
Dejamos el cadáver allí para que se pudriera y no me preocupé de coger el alma de la tía buena, mi preocupación era filmar mi propia película. Y para ello necesitaba actores acostumbrados a la mierda.
Abrí la puerta del despacho de Sergei y mi Dama entró desnuda de cadera para abajo, se había quitado la falda y su pubis estaba ensangrentado por la sangre que le salía de la boca a la secretaria cuando le arrancaba el corazón.
—¿Quiénes son ustedes? ¿No les ha dicho mi secretaria que no recibo sin cita previa?
Debe ser un buen negocio todo lo relacionado con la mierda, porque el despacho de Sergei era un derroche de decoración vanguardista. La mesa del despacho era una losa de fino mármol, los sillones de las visitas, medios huevos de acero inoxidable con su interior mullido y forrado en piel.
Una luz color salmón salía de paneles adosados a las paredes y todo era de un blanco níveo tiznado de rosa. Demasiada luz para mi gusto. Y demasiado calor.
Sergei vestía un jersey negro de cuello alto muy ajustado y unos pantalones marrones de piel. De lo más hortera.
—Nosotros sólo queríamos saber donde se encuentran los dos actores de Festín de Mierda, me gustaría contratarlos para una fiesta particular.
Sergei no me escuchaba, se encontraba pasmado mirando el coño ensangrentado de la Dama Oscura y ésta, sin reparo alguno, se lo estaba limpiando con un pañuelito de papel, mojándolo con saliva.
Me acerqué a la mesa, apresé la mano de Sergei y metiendo la punta del cuchillo entre uña y carne, le hice saltar la uña del dedo corazón.
Aquello no mejoró su atención pero me hizo visible a sus ojos y más receptivo a mi charla.
—Quiero la dirección de esos dos marranos.
Cuando se piden las cosas con la debida seriedad y te haces valer como un hombre de palabra y peligroso, te lo dan todo.
—Están rodando otra película, aquí mismo, en una casa de las afueras, allí los encontrarán.
Tenía la esperanza de que no le matara. Y garrapateó en una lujosa carta con membrete la dirección de la casa.
Cogí la pistola que me ofrecía mi Dama y le pegué un tiro entre los dientes. Salpicó sangre por todas partes; sin duda alguna ya habéis visto en algún reportaje el efecto hidrostático que una bala tiene en una sandía, pues bien, estoy seguro de que algunas paredes de aquel despacho jamás volverán a ser de blanco níveo.
La Dama Oscura se sentó en uno de aquellos asientos-huevo y se cagó sin asomo alguno de pudor.
Será hermosa y malvada, pero cuando quiere es toda una cerda.
Y sutil no es con sus mensajes.
La amo.
La casa de campo se encontraba al norte de Estocolmo, a escasos diez minutos. Un chalet lujoso de algún millonario pervertido o un socio de la productora.
La verja principal que cerraba el camino de la carretera principal a la casa, se encontraba abierta y conduje el Aston Martin recién adquirido para la ocasión por el camino particular.
Una furgoneta y un par de autos se encontraban estacionados frente a una pequeña casa separada de la mansión principal.
Estacioné el coche frente a la casa principal y nos acercamos caminando hasta la casucha donde estaban rodando la película, seguramente Festín de Mierda 5 o Amo tu mierda.
La actriz, según Sergei, se llamaba Ana y el actor John. No tenían apellidos, seguramente se encontrarían bajo una capa de mierda.
Aparte de los dos artistas, en la casa se encontraban un cámara, el director, el ayudante de dirección, el iluminador y una maquilladora.
Y ni siquiera era la casa, era el garaje con un mal decorado. Por mucho que a un millonario le guste la mierda, le revienta que caguen en su casa.
Sois tan complejos los primates...
Mi preciosa Sig Sauer P220 del 45 acp, se encontraba pletórica de balas y el sol de la tarde se reflejaba en su superficie creando una difuminada pátina anaranjada. La belleza de la muerte no tiene parangón con ninguna otra cosa.
La Dama Oscura sujetaba en la mano una Beretta del nueve pavonada. La negrura de aquella arma hacía juego con su cabello y su piel. Había nacido humana, pero ni yo podría asegurarlo viéndola empuñar con aquella naturalidad la pistola.
No hubo saludos. No hubo tiempo para las sorpresas. Estaba todo en silencio filmando una mamada que Ana le estaba haciendo a John. Su pene era mucho más pequeño de lo que parecía en la película y a Ana se le veía la suciedad incrustada entre los pliegues de la piel.
Apoyé el arma en la nuca del director y disparé. Al ayudante lo tenía muy cerca y le acerté un tiro en la sien.
La Dama Oscura había disparado en el cuello de la maquilladora y cuando el iluminador echó a correr gritando, le acertó en la espina dorsal; cayó sin poder llegar a la furgoneta. No podía moverse y reptaba como un gusano, gimiendo, llorando. La sangre estaba empapando la abundante ropa que llevaba. Agonizó durante más de media hora.
En cuestión de segundos, el suelo se tornó resbaladizo por la enorme cantidad de sangre que dejaban ir los cuerpos.
Los actores estaban quietos en la cama, inmovilizados por el miedo.
La Dama Oscura se dirigió a nuestro coche para coger la cámara de video y el trípode. Afortunadamente, la iluminación ya estaba montada. Cuando se trata de matar, siempre salen bien las cosas.
—Vamos a filmar una película de cagones. De morir no os libráis —les decía a los actores que nos miraban fijamente alternando su atención entre nosotros dos—; pero de vosotros depende que sea interminable vuestra tortura.
La Dama Oscura tocó mi hombro y me dio la cámara y el trípode. Llevaba una bolsa negra con cadenas y esposas colgada del hombro.
Mientras preparaba la cámara y me encendía un cigarro, ordenó a los actores a colocar las manos en una tubería sujeta al techo del garaje y les esposó las manos.
Les obligó a abrir las piernas cuanto podían y les encadenó los pies con grilletes a las estanterías murales ocultas bajo el decorado.
Dejó cerca una escalera de mano abierta.
Nos llevó casi dos días el rodaje.
Mientras tanto, apareció un Saab descapotable blanco con un cincuentón de pelo blanco y una puta de lujo, a los que degollé cuando se acercaron al garaje. El primate maduro era el dueño de la casa, lo sé por las fotos. Nos instalamos en la casa durante el tiempo que duró el rodaje.
También tuve que matar al jardinero y a un par de críos (los nietos del dueño de la casa) que se acercaron con sus bicicletas. El hedor a cadáver se extendía por toda la propiedad, cosa que me hacía sentir bien.
El resultado de lo filmado es más o menos así:
Mierda letal 1 (este es el título y aparece una mierda deshaciéndose como sangre líquida para dar paso directamente a la primera escena)
La cámara muestra un sucio garaje con el suelo lleno de sangre y cadáveres, el sonido de las moscas es omnipresente y se acerca el encuadre hasta la oreja de una chica por la que asoma la cabeza de una mosca.
Un hombre y una mujer se encuentran encadenados con los brazos en alto a una tubería en el techo, ambos lloran intentando no mirar a la cámara. Sus pies están separados y encadenados a las paredes. La mujer es un celulítica treintona que aparenta tener cincuenta años, con una peluca rubia torcida tapando sus rizos morenos, sus tetas son gordas y están lacias. La cámara hace zoom en el hombre que lleva una grotesca peluca pelirroja. Está enfermizamente delgado y sus velludos y pequeños genitales penden como piel reseca entre los sucios rizos negros.
Ambos muestran sus pechos manchados de vómito.
La cámara los rodea y el encuadre muestra las nalgas de los actores. Sus glúteos están ensangrentados, se cierra más el encuadre y se puede apreciar que en cada actor, se han cosido las nalgas con un grueso cordón de cuero, cegando así los esfínteres.
Se aproxima más la cámara para mostrar el detalle de las infecciones y la pus que rezuma por los puntos de sutura. Una mano de mujer pasa seductoramente el dedo por las puntadas de cuero para acabar dando un cachete cariñoso en las nalgas. Se escucha un gemido
El enfoque vuelve hacia atrás y muestra a los dos actores en un plano alejado. Ahora se aprecia que hay una escalera de tijera tras ellos. Con una música de película muda y filmado en cámara rápida, hago mi primer cameo y corro cómicamente hacia ellos subiendo por la escalera abierta. Los actores intentan, girando la cabeza, ver lo que ocurre u ocurrirá a sus espaldas. No hay nada como el miedo para aprender a actuar.
Subo tres peldaños de la escalera para estar cómodamente tras ellos. Una broma: saco mi cuchillo de entre los omoplatos y llevo el peligroso filo al cuello de la cerda. La cámara muestra mi rostro con la lengua fuera en actitud malvada y un hilo de baba colgando de mis incisivos. He de reconocer que soy un hombre deseable.
La Dama Oscura aparece en escena, con unos zapatos negros de charol y unos tacones kilométricos, porta con cuidado un pequeño cubo de plástico rojo y un embudo grande en la otra.
Me alcanza primero el embudo y al ponerse de puntillas se puede ver en todo su esplendor la raja de su coño depilado. Arranco la cinta que tapa la boca del hombre, le obligo a tragarse la parte estrecha del embudo y mantengo su cabeza contra mi pecho obligándolo a mirar al techo. La Dama Oscura me alcanza el cubo y vuelco en el embudo el contenido: chocolate caliente mezclado con galletas.
—Si no empiezas a tragar esto, te arranco tiras de las pantorrillas hasta que te comas tu propia lengua.
Un plano muestra como el embudo se vacía a cámara rápida para luego, enfocar el rostro del encadenado y su garganta para mostrar los fuertes y rápidos movimientos de la glotis al tragarse todo aquel dulce manjar.
La Dama Oscura, se coloca frente a la cámara y llevándose los dedos a la vagina, separa los labios y los tensa, hasta que aparece su duro clítoris empapado por entre los pliegues. El dedo corazón, se posa en él y comienza a rotarlo.
Fundido en negro.
Otra vez, en una cómica y rápida velocidad, bajo la escalera y la llevo tras la mujer; hago exactamente lo mismo que con el hombre, sólo que a ella, sin querer, le he partido los incisivos al meterle el embudo en la boca.
Un reloj corre a velocidad de vértigo, han pasado cuatro horas y un encuadre muestra las barrigas ya un poco prominentes de los actores escatos.
Enfoque de sus glúteos y unos segundos mostrando las tumefacciones y el feo color de las heridas suturales de las nalgas. Un punto rezuma un líquido espeso y amarillo veteado de sangre. Entre la raja del culo se les pone a cada uno un termómetro y la pantalla digital marca los 39,8 grados centígrados.
La Dama Oscura se coloca frente a los dos actores y les toca los genitales y las tetas sin conseguir arrancarles un gemido. Sus ojos apenas reaccionan.
El director (yo) sale a escena de nuevo para darles su nueva ración de chocolate con galletas. Piden agua, pero no se les da ni una gota.
Otra vez el reloj avanzando a cámara rápida hasta que pasan cuatro horas.
Los vientres de los primates ahora están tensos y enrojecidos, empieza a notarse la presión en sus intestinos. Una mano con uñas largas y rojas y un anillo con tres seises en el pulgar, acaricia aquellas prominentes barrigas. Es hora de cebar de nuevo a los primates.
En esos dos días, cada uno de los actores, se tragó ocho kilos de chocolate con galletas.
El reloj vuelve a avanzar rápido para luego mostrar las barrigas de los primates. Parecen embarazados y los ombligos sobresalen como tumores de la tensa piel. Alguno ha vomitado, por la nariz. Sudan mucho, están pálidos y respiran con mucha dificultad.
Una toma de mi espalda, muestra como me saco el cuchillo de entre la carne de los omoplatos para ponerlo en la femenina mano de la Dama Oscura.
—Es tiempo de morir entre mierda —dice frente a la cámara con sus labios rojos como la sangre y sus negros ojos brillantes como zafiros.
Se abre el cuadro de la escena y la Dama Oscura se acerca al hombre contoneándose, empuña el cuchillo por el peligroso filo. Es fantástica.
Se dirige al primate macho. Hunde ligeramente el filo en la parte baja del esternón y practica un corte poco profundo hasta el pubis. Una sangre muy espesa se desliza perezosamente por el vientre, los genitales y las piernas.
Un perro pequeño lame la sangre a los pies del actor (apareció en las últimas horas, y llevaba un collar con cristales de Swarosky que decía: Brutus).
Con la cerda hizo lo mismo, sólo que además, le cortó ambos pezones practicando una cruz encima de ellos. Les habíamos amordazado con una tela muy fuerte, ya que sabíamos por experiencia, que cuando el dolor es intenso, la cinta aislante no sirve como mordaza, no tiene la suficiente fuerza para sujetar unas mandíbulas que claman misericordia al cielo ante la devastadora tortura.
Me excité como un perro ante los pezones sangrantes de la guarra, la Dama Oscura salió de escena y me lancé a mamar la sangre que manaba de los pezones de la actriz.
Cuando me sacié, le pegué una fuerte patada lateral a su barriga. La Dama Oscura había hecho un buen trabajo, porque la herida se abrió en su totalidad y cayó al suelo el paquete intestinal de la puta con un sonido gelatinoso. El hombre se debatía intentado liberarse de las cadenas, aterrorizado ante lo que le esperaba. Se estaba poniendo morado por momentos.
Por mucho que se moviera, no tenía forma alguna de esquivar la patada y tras pegársela, otro nuevo montón de tripas cayó al suelo.
En ningún momento les quité las mordazas; aunque estuve tentado para que se pudieran oír sus gritos; pero si vomitaban, ensuciarían las tripas que ahora parecían gordos gusanos palpitantes. Estaban tensas y prietas como longanizas.
Cogí la morcilla del hombre y la corté con el cuchillo, de tal forma que exprimiéndola con fuerza, la vacié en la cabeza de la hembra.
Consiguió chillar después de todo. La mierda comenzó a contaminarse con la sangre que manaba del tejido intestinal.
Cuando corté el intestino grueso de la mujer, no me dio tiempo a llevar el cabo a la cabeza del hombre y la mierda salió rápida y a presión. Sólo pude manchar los genitales del hombre.
Aquella casquería rellena de mierda despedía un hedor insoportable que se apoderó de todo el garaje y la pobre Dama Oscura tuvo que vomitar. Filmé sus pechos agitándose tras las náuseas, es preciosa haga lo que haga. El artista también tiene que sacrificarse en pro de su obra si quiere ser pasional y transmitir emociones al espectador.
(Estas anécdotas hicieron más largo el rodaje, aunque gracias al montaje final, la película no aumentó demasiado su duración).
A los pocos segundos, los primates dejaron de moverse y sus ojos se habían cerrado. Respiraban con dificultad cuando les arranqué los restos de intestinos para que la cámara captara la caverna que quedaba; el último plano que filmamos de ambos vivos. El final de la película es más vulgar y sólo trata del descuartizamiento de los cadáveres y una masturbación que la Dama Oscura se hizo usando la mano del primate macho.
Fundido en negro para el final, no hay títulos de crédito. Se escucha la canción de los Rolling :”Simpaty for the devil” y un plano muestra al perrito blanco llamado Brutus, mordisqueando los cadáveres en descomposición, agitando contento el rabo.
Hasta que un balazo en el costado lo lanza muerto dos metros al interior del garaje. Mi Dama Oscura tiene una puntería envidiable.
Así es como matamos dos pájaros de un tiro e hicimos una película de escatología y a la vez una snuff movie.
Me han pedido copias a cambio de su alma: tres reyes europeos, seis presidentes, siete jeques árabes y tres raperos traficantes de drogas.
La película, he de reconocerlo, no es muy comercial y no creo que se convierta en una película de culto para un consumo masivo.
Ya os contaré más historias.
Siempre sangriento: 666
Iconoclasta
29 de agosto de 2008
Estrés post-vacacional (Lloronas)

YO, afortunadamente, no he conocido a ningún pusilánime de éstos. Soy muy selectivo con la gente que trato; no me hablo con inferiores.
Puede que sea una mentira de los psicólogos para que alguien se lo crea, se sugestione, se deprima y pida cita para rascarse el bolsillo.
YO no consigo imaginar al albañil llorando como una mujerzuela con una paletada de mortero secándose entre sus crispados dedos gritando a la grúa su angustia.
Aquí no acaba la cosa, nada puede ser tan sencillo: los niños también tienen su corazoncito depresivo y su cerebro estresable. Y han de ser llevados a un psicólogo porque se muestran irritables y llorosos.
Que los niños se estresen y hayan de acudir también al médico para que les sanen el cerebro, es normal. De tal palo tal astilla; los padres no hacen más que transmitir y eternizar la cobardía y la falta de voluntad a través de las generaciones para hacer una humanidad más vacuna y ganadera.
YO a pesar de todo, confío en que los humanos estresados, sabrán salir al paso de su angustia por volver al trabajo. Unas gotas de pegamento super-rápido en el café acabaría con sus vidas rápida y eficazmente. Es una forma digna y bohemia de acabar con tanta tristeza. A vuestros hijos estreso-deprimidos, se lo podéis mezclar en los cereales. Cualquier analfabeto de tantos que hay con títulos por todas partes, sabe que el pegamento super-rápido contiene cianuro como componente principal. ¿O alguien se ha creído que el olor a almendras amargas es un aromatizante?
La selección natural entre los humanos, como es de preveer, está encaminada a convertir a la humanidad en un conjunto de rumiantes televisivo-deportivo que disfrutan como un cochino en una charca. Es catártico para el homo basura erectus, el ver que un montón de nenazas corren tras el balón y se lleva el mérito del gol el que menos ha trabajado. Como les pasa a ellos, les encanta que les ocurra lo mismo a los demás. Les hace sentirse menos putas.
Ser un pusilánime y un cobarde no es una enfermedad, es una degeneración, una tara que no se puede curar más que con la amputación de la cabeza.
Los estresados pusilánimes que no tengáis cojones a daros un buen lingotazo de pegamento, tenéis otra opción: coleccionar los fascículos que todos los septiembres de la vida salen a la venta. Casas de muñecas, es una bonita y tierna colección; los hombres así demuestran ser sensibles y tener un desarrollado lado femenino y las mujeres porque se pasan por el forro de las bragas el acorazado de guerra de un millón de piezas en un millón de entregas.
Respecto a vuestros hijos, si no sabéis ser padres y os asustáis ante las lágrimas caprichosas de vuestros retoños, no los llevéis al médico, regaladlos a hombres y mujeres que sepan educar niños. No los estropeéis más y entregad a vuestros hijos a quien de verdad se los merece.
Es que folláis sin ninguna contención y es muy fácil preñar y dejarse preñar sin tener en cuenta que no hay suficiente inteligencia para ser padres.
¡Ay pusilánimes míos...! Id a currar, so maricones y dejaros de lamentos de cobardes.
Ego os absolvo, nenazas.
Idiotas.
Buen sexo.
Iconoclasta
25 de agosto de 2008
El probador de condones y Pekín 2008
Me encontraba mirando a la saltadora de pértiga rusa, acariciando mi pene distraídamente y excitándome igual de distraídamente con aquella mujer de escasos pantaloncitos que dejaban unas musculosas y poderosas nalgas al aire. Y su pelvis prometía una depilación total hasta lo más profundo de su entrepierna. Yo pensaba en que la haría rabiar con mi propia pértiga y gritaría como una condenada ante el verdadero éxtasis del triunfo.
Estaban buenísimas las atletas rusas del Pekín 2008.
Estaban buenísimas las atletas rusas del Pekín 2008.
Sin embargo, tengo un poderoso cerebro multicanal y en algún momento, mientras pensaba en como la elevaría a las cumbre más alta del planeta con mi poderoso y eficaz pene con el que la genética me ha dotado, me vino a la mente el Everest, el Himalaya, el yeti, los yaks, el tercer ojo, los lamas y por fin el Tíbet.
Es que miro mucho el canal de pago de National Geographic.
No soy sólo un instrumento de placer para las mujeres; aparte de ser su esclavo sexual, mi cerebro guarda muchos registros variados. Una forma elegante de decir que soy culto como el mismísimo Morgan Freeman en Seven.
Me corrí con una extraña mezcla de sensaciones encontradas y cuando me limpiaba de semen, pensé con más precisión en un solo tema.
Las relaciones laborales entre esclavo y amo (o trabajador y empresario), son el reflejo a menor escala de la relación entre políticos, entre naciones y entre planetas si hubiera vida más allá del quinto pino.
Los mismos desacuerdos y las mismas artimañas para solucionar problemas. Las mismas actitudes.
Lo mismo que ha ocurrido con China en las olimpiadas Pekín 2008 es lo que ocurre cada día en todas las empresas.
Mucha solidaridad con el compañero despedido, muchas firmas y e-mails de protesta; pero en cuanto llegan las vacaciones o alguna celebración, nadie se acuerda ni del nombre de pila del querido compañero injustamente despedido.
Idéntico a lo que ha ocurrido (o no ha ocurrido) con la represión y los asesinatos que China ha ejercido contra el pueblo tibetano. Los tibetanos han tenido que gastar en cremas vaso-dilatadoras un montón de pasta para aliviar las hemorroides chinas.
La sodomización puede ser una delicatesen siempre y cuando sea de mutuo acuerdo entre los maricones. Si se lleva más allá de lo festivo y esporádico hasta convertirlo en cotidiano, las hemorroides se inflaman como pelotas de ping-pong.
En mi empresa, un compañero de mierda (uno de esos siempre sonrientes, optimistas y dinámicos como la madre que lo parió), fue despedido porque lo pillaron fumando en el lavabo
No, no fue sólo por fumar, sino porque mientras fumaba, escribía en la puerta de los cagaderos: “ijo puta hel director”.
El sujeto en cuestión ocupaba el cargo de editor de publicaciones y era primo lejano de un primo hermano de la prima de la esposa del director (uno de esos enchufes que practican algunos amos para demostrar su poder social y económico).
A mí el imbécil no me caía bien ni mal.
Está bien, me caía rematadamente mal, como un bocado en lo que rima con joya. Siempre que me veía pelármela durante las pruebas de integridad de los lotes de condones elegidos, agitaba con una sonrisa imbécil el puño cerrado con el dedo pulgar hacia arriba. Como si me hiciera un favor halagándome.
A mí lo único que me halaga son los pezones duros de las chicas y mujeres que vienen de vez en cuando a ver como trabajo y de paso se ofrecen a masturbarme con una explosiva expresión de lujuria en sus arrebolados rostros.
Pues se montó el gran pitote por el despido del idiota. Yo no firmé ningún documento de solidaridad ni participé en los paros convocados a modo de protesta que preparó y llevó a cabo el comité sindical.
Es que miro mucho el canal de pago de National Geographic.
No soy sólo un instrumento de placer para las mujeres; aparte de ser su esclavo sexual, mi cerebro guarda muchos registros variados. Una forma elegante de decir que soy culto como el mismísimo Morgan Freeman en Seven.
Me corrí con una extraña mezcla de sensaciones encontradas y cuando me limpiaba de semen, pensé con más precisión en un solo tema.
Las relaciones laborales entre esclavo y amo (o trabajador y empresario), son el reflejo a menor escala de la relación entre políticos, entre naciones y entre planetas si hubiera vida más allá del quinto pino.
Los mismos desacuerdos y las mismas artimañas para solucionar problemas. Las mismas actitudes.
Lo mismo que ha ocurrido con China en las olimpiadas Pekín 2008 es lo que ocurre cada día en todas las empresas.
Mucha solidaridad con el compañero despedido, muchas firmas y e-mails de protesta; pero en cuanto llegan las vacaciones o alguna celebración, nadie se acuerda ni del nombre de pila del querido compañero injustamente despedido.
Idéntico a lo que ha ocurrido (o no ha ocurrido) con la represión y los asesinatos que China ha ejercido contra el pueblo tibetano. Los tibetanos han tenido que gastar en cremas vaso-dilatadoras un montón de pasta para aliviar las hemorroides chinas.
La sodomización puede ser una delicatesen siempre y cuando sea de mutuo acuerdo entre los maricones. Si se lleva más allá de lo festivo y esporádico hasta convertirlo en cotidiano, las hemorroides se inflaman como pelotas de ping-pong.
En mi empresa, un compañero de mierda (uno de esos siempre sonrientes, optimistas y dinámicos como la madre que lo parió), fue despedido porque lo pillaron fumando en el lavabo
No, no fue sólo por fumar, sino porque mientras fumaba, escribía en la puerta de los cagaderos: “ijo puta hel director”.
El sujeto en cuestión ocupaba el cargo de editor de publicaciones y era primo lejano de un primo hermano de la prima de la esposa del director (uno de esos enchufes que practican algunos amos para demostrar su poder social y económico).
A mí el imbécil no me caía bien ni mal.
Está bien, me caía rematadamente mal, como un bocado en lo que rima con joya. Siempre que me veía pelármela durante las pruebas de integridad de los lotes de condones elegidos, agitaba con una sonrisa imbécil el puño cerrado con el dedo pulgar hacia arriba. Como si me hiciera un favor halagándome.
A mí lo único que me halaga son los pezones duros de las chicas y mujeres que vienen de vez en cuando a ver como trabajo y de paso se ofrecen a masturbarme con una explosiva expresión de lujuria en sus arrebolados rostros.
Pues se montó el gran pitote por el despido del idiota. Yo no firmé ningún documento de solidaridad ni participé en los paros convocados a modo de protesta que preparó y llevó a cabo el comité sindical.
—Deberías firmar, Iconoclasta. Es algo que nos podría ocurrir a cualquier si a la compañía le sale de los huevos.
A mí me daban cada mes un sobre con una propina por mi dedicación y sé muy bien ver las injusticias y los abusos que los empresarios cometen contra el trabajador. No soy tan ciego; pero yo trabajo por dinero y cuanto más gane, más triunfo.
Y tal vez fuera por deformación profesional que le contesté:
—A mí me la pela.
—Pues vas a salir “retratado” en el boletín mensual del comité —me amenazó Chema.
El boletín es una especie de revistilla en la que se repasan y explican las actuaciones y problemas que trata el comité sindical, cuyo secretario es el Chema.
Chema, normalmente es un hombre afable que se preocupa por todos los problemas laborales que surgen; pero si se le hincha la vena síndico-justiciera, es de lo más pesado.
—No te preocupes, no soy vergonzoso —le contesté untándome el pene con crema hidratante.
Me encontraba preparado para hacer otro test de integridad y mi glande era todo dilatación, estaba recubierto de una baba espesa y olorosa. Cuando tiré de la piel y lo descapullé, un hilillo de fluido se descolgó de la punta hasta formar una gota y caer al suelo al romperse el tenue filamento por el peso.
A mí me gusta ver estas cosas, me parecen casi poéticas. La vida ofrece escenas de gran belleza plástica si estás atento.
El Chema es un animal insensible donde los haya, ni siquiera elevó una ceja.
—Y tu hija tampoco lo es, me ha llamado porque quiere ser culo de prueba para el lote de de Pleasures Culos Womans. Dice que esta actividad voluntaria, le dará puntuación para ser promocionada a supervisora de la supervisora tercera.
Chema me miraba fijamente.
—No te preocupes, no hay prisa. Hasta dentro de nueve días no se fabrica el próximo lote. Estoy seguro de que no le importará que un esquirol le pete el culo. Y nos van a hacer un reportaje fotográfico durante el test para la promoción publicitaria.
Dicho esto, el cerebro del sindicalista se revolucionó lentamente haciendo extraños ruidos de engranajes oxidados.
Y las ideas se le transparentaron en el cráneo.
Que me iba a tirar a su hija ya no tenía remedio; pero que la hija fuera fotografiada con el culo empalado por un esquirol, era un pelo más peliagudo para él, puesto que su carisma de paladín de los currantes se podía ir a la mierda.
Igualito a lo que ha ocurrido con todos esos países, personajes y atletas comprometidos con la causa del pueblo tibetano y que se han llevado más contentos que mierda en bote sus medallas y diplomas olímpicos ofrecidos por el poder opresor chino.
Si es que todo tiene el mismo final.
Sólo que en el caso de mi empresa, sí que despedían a un imbécil que se lo merecía y ocupaba el puesto de alguien que pudiera ser apto y legal.
Estoy seguro de que ocuparía el puesto otro imbécil igual. Yo no soy un cándido de esos que creen en la equidad y todas esas mierdas.
—Estoy hasta los huevos del boletín, este mes no voy a publicarlo y además, apenas hay noticias —respondió con total naturalidad.
Siempre me ha parecido fascinante la capacidad del ser humanos para evadirse de la aterradora realidad y fintar la mierda que se le viene encima con total desprecio hacia su propia dignidad.
Y de una forma tan espontánea y coloquial.
Se largó de mi departamento más contento que unas castañuelas.
Durante aquel mismo mes, cada semana se hacía un paro de la producción de diez minutos para exigir la readmisión de aquel tío que no me acuerdo de su nombre. Y al igual que ha ocurrido con China y ante la proximidad de las vacaciones, la dirección de la empresa nos obsequió con un lote especial de cuatro cajas de condones especialmente indicados para penetraciones infantiles (muchos hacen turismo sexual en los países asiáticos aprovechando las grandes ofertas de las agencias de viajes), un pequeño vibrador con arnés para adaptar al bálano y un pin con la silueta de mi pene a escala 1:30 demasiado grande para mi gusto. Casi chabacano diría yo si no se tratara de mi polla.
Eso sumado a la paga extra, hizo olvidar a la gente al “ijo puta”.
Con la hija de Chema, durante la prueba de los lotes de condones en la que se había ofrecido voluntaria, me equivoqué. Me puse nervioso con lo buena que está y se la metí sin condón. Cosa que a ella le pareció un detalle de lo más tierno. En el segundo test, entre gemidos y acariciándose el clítoris con ferocidad mientras la penetraba profundamente el culo, farfullaba:
—Hay que hacer otro test, no siento nad... Argggg...
Y por fin, con el cuarto test dimos el lote por bueno. Me besó la boca y dijo amarme:
—Puta —le dije.
Es que cuando me corro mi cerebro se hace hostil y sólo pienso en los latidos de mi pene aún recalentado.
Y ella, sonriendo lujuriosamente respondiome, la muy bella:
-¡Siiiii, uhmmmm!
Al mediodía entró en mi departamento su padre, el Chema, con unos cafés y estuvimos hablando de la precariedad laboral y obviando casi con denuedo el que su hija había estado apoyando sus tetas en aquella misma mesa mientras le perforaba con elegancia y masculinidad su hermoso culo.
Idéntico todo que en las olimpiadas de Pekín 2008.
Si es que no hay nada nuevo. Todo está inventado.
Salvo los pantaloncitos de las atletas rusas... Una monada.
Buen sexo.
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