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7 de febrero de 2021

La velocidad del sonido


Pensé que llegaría un momento en la vida en el que me sintiera medianamente bien. Y cuando de nuevo escuchara Speed of Sound de Coldplay unos años más adelante, me reconociera de nuevo como un hombre pleno. Bueno… al menos vivo y con el cuerpo más o menos completo.

Tal vez alguna frecuencia de la música y la letra de aquella canción produjo una sorprendente reacción eléctrica en mi cerebro en el momento preciso. Una reacción de fuerza y ánimo contra todo pronóstico.

Me reconozco ahora que escucho la canción, cuando han pasado dieciséis años. Y he recordado con melancolía a aquel hombre más joven al que se quería comer la muerte trepando venenosa por una pierna dolorosamente rota… Y por ella, se asomó  a los pulmones, se extendió por los huesos, se hizo pus en la sangre, secó las venas y creó carne muerta. Y a pesar de toda aquella andanada de dolor y miedo, escuchando a Coldplay en una de aquellas infinitas mañanas rotas, postrado en un sillón con la pierna enterrada en yeso hasta la ingle y palpitando malignamente, tuvo una certeza de futuro: que muerto él sería yo el que ahora, escuchando de nuevo la canción, lo evocara con ternura.

Pablo el Muerto: lamento que pasaras aquel año de mierda. Tantos días perdidos…

No sabré en qué momento moriré, el próximo que podría tomar el relevo de la vida será Pablo el Viejo; el decidirá si mi vida y muerte le habrán servido de algo.

Estoy condenado a vivir y morir, vivir y morir, vivirdolermorir…

Es eufórico vivir y por tanto morir a la velocidad de la luz cuando has experimentado la lenta y degenerativa velocidad del dolor.

Sísifo se entretenía con una piedra y podía subir empinadas cuestas.

Yo tengo un buen equipo de música y mi canción es muy bonita.

Seguramente al viejo Pablo, le encantará un día escuchar la velocidad del sonido, la que yo escucho ahora para él como hizo mi antepasado Pablo el Roto nacido en San Valentín del 2005.

Nunca se sabe cuándo acabará definitivamente la canción; pero no tenemos otra cosa que hacer.

Tal vez sea por culpa del esperanzador título de la canción y un ritmo ligero y tranquilizador para un tullido con la soga al cuello que, desearía correr a esa velocidad del sonido en lugar de la del dolor.

Si la canción no acaba antes, Pablo Viejo, espero que la disfrutes y que la poca vida que te queda, sea más velocidad que dolor, más música que rugido.

Cuando muera yo, toma el mando, no pises el freno.






Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

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