Las palabras son pobres para expresar el
rechazo, la repulsión. Pueden llevar a engaño, a ser demasiado ambiguas a pesar
de la claridad con la que se apuñala con ellas.
Hay diccionarios que recogen el acervo
cultural de los ignorantes y acopian palabras que sirven absolutamente para nada,
solo son expresiones de analfabetos con una pretenciosa ambición de ser
neologismos. Los hay de citas, que aunque no den satisfacción, te hacen parecer
culta. Hay diccionarios de todo tipo, seguramente se puede comprar uno que no
servirá absolutamente para nada, salvo para taparme la cara ante el asco que
siente al verme.
Pero si pudiera, me comería el coño ahora
mismo y todo el asco que me tiene me lo metería con su glande en el culo sin
piedad. Yo me dejaría, pero sin demasiada alegría.
Hay medios atenuantes para evitar sentirme
infectada por la repulsión que siente hacia a mí.
Puedo imaginar chistes obscenos, hablar de
banalidades o ver una película en silencio para no soportar todo ese asco que
me tira a la cara y darle tiempo y lugar para que se pueda expresar con quien
ama y desea con más intimidad.
No es por bondad, ni por ser tolerante y
comprensiva con su nuevo amor de mierda, es para tener algo de comodidad en
medio de toda esa repulsión. Llegados a este punto todo está acabado, es un
proceso imparable y cuanto menos molesto sea, mejor.
El lenguaje, para la cuestión del asco y el
rechazo, carece de suficientes recursos.
Hay una serie de consoladores rotativos, con
perlas que frotan los labios vaginales, que te distraen deliciosa y tiernamente
de ese asco que siente; no son muy caros y me quieren. Es que uno solo es
aburrido y ya está viejo el que tengo.
Las palabras a veces son mentirosas, ofensivas,
hirientes y siempre superfluas, es muy difícil que revelen lo real. Podrían
considerarse un berrinche pasajero.
Nunca alcanzarán la intensidad y la sinceridad
que produce el contacto con la piel de quien siente asco.
Es un proceso simple, pero te pringa los dedos
y los labios como una brea que no se puede quitar aunque se froten las manos
desesperadamente con arena.
Un beso en la mejilla y sus lágrimas se
derraman como si fuera violación, acaricias su piel y sus músculos se crispan.
Ya no es esa piel que le besa la que deseaba.
En el mercado de los fracasados siempre hay pieles mejores que elegir.
Ahí, en ese instante de llanto y tensión, hay
que pensar seriamente en que el amor se ha ido a la mierda, o mejor expresado,
ha encontrado otra simpatía, otras risas y otro placer.
Cualquier palabra es infructuosa y patética.
Hay esmaltes de uñas preciosos que te mantienen
un rato distraída de tanta repulsión. Mucho asco, pero clava su mirada en mis
pezones duros sin disimulo.
En ese mismo instante en el que sus lagrimitas
se escapan tras el casto beso, comienza a aflorar mi vergüenza por haber amado
ese ser que ahora se ahoga en asco al besarle, al hablarle, al acercarme... En
todo momento.
La vergüenza de que su nuevo amor se fraguó ya
meses atrás, cuando yo le comía la polla y él soñaba que era la boca de la otra.
No es suficiente y hay que realizar otro test
de repulsión.
Acme (la de los inventos del Coyote y el
Correcaminos) los vende baratos y son bastante fiables; pero si la economía va
un poco deprimida y por el mismo camino que el amor, hay un recurso más
sencillo, aunque es sucio: el abrazo.
La prueba de fuego es el abrazo: cuando su cabeza
se mantiene rígida y lejana para que no llegue mi beso, cuando su cuerpo se
endurece y parece que es madera, algo ajeno a mí, a lo que un día fue; resulta
positiva de repulsión.
Es algo lógico, era de esperar tras el primer
llanto por un beso en la mejilla; pero hay que pasar por ello antes de enviar a
la mierda "tantos años o meses de amor", hay que asegurarse y untarse
de esa mierda que su piel despide:
repulsión, asco, rechazo, pena, soledad...
El beso en los labios ya no se debe intentar,
porque sería tomar veneno, cosa que es innecesaria y excesiva cuando te has
intoxicado con su asco. Es mejor que el beso se lo dé quien le ama de verdad y
no enfermarse más, que tome sus putas maletas y salga de una vez por todas con
su repulsión a que otra le chupe los cojones.
En medio de todo ese asco, lo más saludable
sería follar, no es inverosímil, puede ocurrir. Por eso quiero mis tres dildos
de diferentes tamaños.
A veces los que ya no se aman copulan como
medida de tregua, sin esperanza; tragándose todo el asco que sienten, por la
polla o por el coño. Es algo meramente funcional: hay que vaciar los huevos e hidratar
la vagina; eso sí, siempre pensando en el nuevo amor y que todo ese placer es
un mal trago por el que hay que pasar. No follarán mucho, pero es mejor que un
beso que deja sabor a mierda en la boca y en la piel.
Los hay que siguen follando a pesar de que ya
están con aquella piel que no les repugna, por algún motivo, sienten la necesidad
de enmugrarse follando y recordar los viejos tiempos del asco y la miseria;
pero los deficientes mentales no son ejemplo a seguir.
La repulsión no es una palabra, no son mil
deseos, no son gritos ni llantos. No son onomatopeyas.
La repulsión anida en su piel y solo se siente
en toda su magnitud cuando la mano hace contacto, cuando los labios se cuartean
resecos tras un beso que solo ha llevado a un llanto y una tristeza infinitas.
Así que mientras él siente toda esa repulsión
y asco, mejor entro en la página de Acme y compro una sex-machine, que es una especie
de taladro con un pene doble (anal y vaginal): viene con un trípode y solo has
de agacharte un poquito acercando el culo con el control en la mano, lo hace
todo.
De verdad, que esto de ser repulsiva, me
preocupa mucho.
Bip-bip.Iconoclasta
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