No me veas con esos ojos.
Déjame sentarme un poco en la silla. Los
temblores al fin sacudieron la casa por lo que veo. Era linda con el comedor
completo en tono chocolate. ¿Me regalas
agua? Sabes que no bebo café, aún me dan esas convulsiones raras por las
madrugadas. Sí, trozos de pasados que me acompañan pegados como parásitos
envejeciendo y renaciendo conmigo.
No,
no sé nada de ellos. Tu sabes, crecen se hacen adultos y uno ya no tiene nada
que hacer más que regalar un gesto amable cuando te lo piden.
¿Y el tuyo? Aún lo extrañas tanto como esos
lunes por la tarde que el silencio se hacía pesado y doloroso entre tus ojos.
Es igual a ti. Solitarios y fuertes…
Con hielos, si…
¡Cómo me duelen las piernas! Cada vez se
hace más pesado, pierdo habilidad y aunque repita el diálogo y lo sepa de
memoria cuando vuelve a suceder pareciera que algo nuevo va a surgir, pero no
es así. Tu sabes que no.
¿Aún acostumbras el ibuprofeno? Solo
necesito uno para calmar el ardor en el cuello. Mi cuello…
Pocos hielos, mejor, ya sabes que me duele
el tabique. Es raro que pasen los años y
nunca cierra la cicatriz.
¿Sabes? El tiempo siempre va en nuestra contra.
Nací demasiado tarde para ti, aún así te encontré. Tiempo y distancia parecían
los filos de una tijera cada vez más cerca de nosotros; a pesar de eso soportamos el dolor de cualquier negra
circunstancia. Hoy el tiempo me carcome las fuerzas y me vuelve más insegura de
poder resistir el camino que me trae a ti. Es como si el tiempo se disfrazara
de fatiga que me ablanda los huesos para llegar de nuevo.
Fue un mayo de hace varios cientos de años
que te pregunté si lo volverías a hacer ¿recuerdas? Me has preguntado varias
veces cómo es que lo hice. Fue sencillo. Esa tarde juré regresar cuantas veces
fuera necesaria para encontrarte repetidamente.
No pensé en tu cansancio. Solo imaginé las
glorias de tu imagen refrendada en la estación de autobús en el viejo noviembre.
Perdóname por la arbitrariedad de mi
decisión. Fue condena o no, no lo sé. Pero la dicha de rodear tu perfil con mis
dedos me envició tanto que arrastré tu alma conmigo en eso que los antiguos
llamaban karma.
“No te canses” repites siempre. Y tu voz se
aglutina en mis tímpanos mientras soporto el filo nocturno y asqueroso en mi
vientre con la dicha de que momentos más tardes estaré mezclando mis labios con
los tuyos.
Repetiré la sangre sucia y el dolor de un
vientre vacio porque opté por repasar las cicatrices y abrirlas cuantas veces
fueran necesarias solo por la dicha de vivir de nuevo el respiro de tus días.
Y volveré siempre con la infantil súplica
de que me quieras más, porque por más que he repasado los momentos contigo tus
besos me saben a poco.
Perdóname, mi dios. Te he condenado. Somos
almas sin descanso viviendo en una no realidad alejada de la vida; esa que una
vez tuvimos en los ojos.
Pero hoy no puede ser peor que esos
tiempos. El hambre y la sed son las mismas, solo los colores han empalidecido y
los fantasmas de quienes estuvieron en nuestra contra siguen apareciendo. Se
condenaron con nosotros y no pudimos exorcizarlos. Ojalá hubiéramos podido
aislarnos en un planeta abandonado, cerca del no nato para cuidarlo más de
cerca. Sí…Todavía lo lloro.
Ya va siendo hora, mi amor. Me gustaría
preguntarte si lo quisieras hacer de nuevo, pero la celotipia encarnada entre
las uñas se apodera de mí y me obliga a hacerlo y no puedo darte opción. Sé de
tu cansancio y del deseo de cerrar eternamente los ojos, pero no soy buena, mi
cielo, nunca lo fui.
Ven abrázame y déjate caer sobre el filo de
la navaja, mi fatiga hace que el corte sea más doloroso. Deja que tu peso selle
por esta vez tu muerte, lo demás es cosa mía.
Sabes que beberé del piso todas tus gotas para bañarme en ti y luego
continuar con lo me que toca.
Quizás en un giro de circunstancias la
próxima vez podamos salir de aquí. No te angusties que no suelto tu mano. ¿Ves
cómo es fácil acostumbrarse al dolor? Abrázame y ayúdame a que el corte se
dirija a mi cuerpo también para que seamos parte del mismo desgarre. Dibujemos
la cicatriz del dolor más puro haciendo del corte un tejido que nos une.
No me mires con esos ojos.
Pudiera ser que esta vez le ganemos al
tiempo, al lugar y no tengamos que pasar tantos años de una podrida soledad
separados.
Estuve tan segura de decirte que lo
volvería a hacer…
Aragggón
070520122206
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