Con cinco minutos me bastan para no creer
que he perdido la eternidad que se juró. Trescientos segundos que le robo a un
bostezo con un par de pensamientos ligeros, pasan rápidos aunque yo los mire a
cuentagotas deseando que no terminen nunca.
La eternidad encerrada en un reloj con
cinco minutos de arena que se deshace al caer me impide darle vuelta de nuevo.
Arena que se disuelve en el viaje de su caída con trampa. Debería estar
acostumbrada, las opciones no venían incluidas en el paquete de mi existencia.
Se hubieran ahorrado lloriqueos si tan solo
el chip de entendimiento por una eternidad no estuviera desbloqueado. O lo
olvidaron o lo hicieron con mala intención… Con muy mala intención.
He pensado mucho sobre de qué manera
gastarme la falsedad de eternidad. Esta que me han regalado y que compraron en
fayuca sin garantía. Pensaba eternizar la alegría de mi niñez en soledad
mientras los ancianos imaginarios me cuidaban en el jardín trasero del hogar en
ruinas. Tal vez, ocuparía esas mediocres centenas de segundos para un inmenso orgasmo espasmódico; lo sentí
banal.
Con el reloj en la mano y la rabia de una ausencia,
la multitud de recuerdos se reproducen a una velocidad de miedo. Una estación
de autobús, una carta, semen derramado, el llanto en los ojos de un niño, los
pétalos secos, unas gafas, el bostezo, mi clítoris, un espejo, dios, un nombre…
Y el carrete se detiene cuando escupo sangre para vomitar el amargo trago de bilis.
Tengo la vesícula reventada y la piel comienza a notarse infecta…Como toda yo,
como siempre, no hay nada raro.
La vida me ha dado sabores más repugnantes
que los que hoy llevo en la garganta y el nudo es mucho más pequeño que el que
he tenido que tragar por años.
Cuando pensaba en morir deseaba que fuera
bajo una causa extraña; no por esto tan simple y sin emoción. No acabaré de
ninguna manera fuera de lo común a como he vivido. Siempre envuelta en mierda,
sangre y amargura. ¿Qué diferente tiene pasar al otro lado de la nada bajo el
mismo panorama?
Cuando me regalaron la falsa eternidad, me ilusioné
como una cría al principio. Mientras vas observando los detalles y lo mal que
la han fabricado me di cuenta que era la misma mierda de siempre: espejismos.
Tengo el reloj a punto de poner a correr.
Creo que es buen tiempo. Un poco de calma ante
tanto engaño no cae mal.
Lo siento, mi amor. Pensé que te podría
alcanzar en la eternidad, pero me engañaron hasta el final. Me dieron muerte
seca y sin esperanza: momentos de vida en cinco minutos que se hacen nada, sin
opción.
Los granos comienzan a caer y sé que cuando
caiga el último este dolor que me dobla desaparecerá por completo, la infección
se apoderará bestialmente de todo tejido muerto y las larvas comerán hasta el
último pliegue de mi coño, sí, ese que solías bañar con tu lengua.
¿Te das cuenta en qué invertí mis últimos
segundos?
Lástima que no sea un cuadro romántico de
Julieta muriendo envenenada, tampoco seré la obra interpretada en los teatros,
porque soy burda hasta en mi muerte. Vestida entre vómitos y una masturbación
que enuncia tu glande.
Mi boca chorrea un verde líquido espeso y
sé que doy vergüenza.
Caen tan rápidas las arenas que el único alivio
lo agradecerá mi sistema nervioso al dejar de sentir dolor.
Me dieron muerte a cambio de eternidad. Otra
vez invadida en el engaño. Y yo que daba
brinquitos infantiles al saber que te encontraría en un mejor lugar que ni dios
pudo crear. Siempre fui ingenua.
Esa es la asquerosa realidad.
No te veré jamás.
Aragggón
220520121419
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