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24 de mayo de 2016

Coreografía impúdica


¡Miradla desnuda! Con su coreografía del deseo arrastra las manos por su piel en un espectáculo lujuriosamente bello.
Su sensualidad es despiadadamente arrolladora.

Acaricia su coño profundamente y maltrata sus pechos enloquecedores.
Abre sus piernas para mostrarse insufrible. Y yo me aferro a mí mismo intentando estrangular la salida de mi baba sexual que la busca.

Pintada cuidadosamente su piel más íntima de un blanco obsceno, contrasta con brutalidad con el dorado bronceado de las mamadas que el mar, el viento y el sol le hacen.
No estoy celoso, yo lamo, muerdo y araño su piel más pálida y sensible; donde no llegan ellos.

Mis labios se arrastran por su pensamiento todo y me convierto en su impúdico amor.
Soy un perro en celo, que la monta por detrás, torpe y rápidamente. Rasgando su piel...
Mi glande deja regueros brillantes de posesión allá donde la palidez es hambre incontenible.

Soy una serpiente maldita, un ángel caído que se aferra con la boca a sus pezones. Que chapotea entre sus muslos en la sinfónica y sexual obertura del gemido.
Y mis venas pulsan feroces irrigando el tejido, deseando el consuelo de sus manos mojadas de sí misma.
Soy el sol y el agua que se escurre como un secreto lujurioso entre sus muslos divinos.
El espectador de pene duro que admira a la bailarina de la carne palpitante.

Soy una frecuencia en su gemido.
Soy unos testículos contraídos y pesados de semen espeso que se derrama sobre lo dorado y lo blanco.
Que salpica su cabello salvaje.

Ella es dogma y mis labios susurran en sus oídos la letanía arcana de la paranoia sexual: puta, puta, mi puta...
Los dedos se enredan y aferran su melena para llevar su rostro y boca gimiente hasta el borde de mi desesperación, un pene que sufre los espasmos de amarla. Que cabecea encabritado como un semental que no puede soportar más su coreografía pornógrafa.

Soy un delito metido en su coño, una ofensa para la humana moral.
Mirad la belleza de su danza, extendiéndose soberbia en la piel lo que me ha arrancado.
Entre mis dedos viscosos, apenas puedo sujetar la pluma que escribe las feroces palabras de follarla. Se me resbala como el alma se me desliza sobre su piel.

Hay un fundido en negro cuando recuesto mi cabeza en su pecho y duermo el sueño de los derrotados con el bum-bum de su corazón aplacando lentamente mis últimos gemidos.
Miradla, es ama de un hombre. Le pertenezco.
Yo y todo lo que contengo.
Todo lo que derramo.



Iconoclasta

11 de marzo de 2016

El dolor de amar



Si  te follara en una iglesia las imágenes girarían sus rostros aterrorizadas y avergonzadas.

Quisiera no ser placer, ser tu dolor. Porque el dolor anida y pulsa como una estrella durante toda la eternidad.

Y el placer es un cometa veloz, una estrella fugaz. Rápida como el semen se enfría fuera de la carne.

Quisiera que mi bálano doliera dentro de ti, que te corrieras entre lamentos de placer y dolor, con esquizofrenia. Aferrándote a tu coño con dedos crispados sin saber qué hacer con toda esa paranoia que soy y que te meto.

Con esta demencia de amarte.

Quiero ser tu dolor en lo profundo y agitado de tu coño y en tu cerebro, donde reside el alma, si la tenemos.

Seré más y más tiempo en ti.

Llenarte y expandirme en tu vagina húmeda y cálida mientras tu cabeza niega lo que está ocurriendo y no puedas detenerlo, ni quieras.

El amor no es bondad, es posesión, acoso y deseo.

Yo soy la cara oscura, sucia y obscena del amor.

Que se amen los ángeles con bondad, que sometan sus culos a Dios cantando loas y toda esa mierda; que yo te la meteré y marcaré tu piel hasta que desees mi muerte y no me permitas que saque mi boca de entre tus muslos.

Que sepa el planeta cómo te la meto y los hijos que podrían haber nacido, brillen derramados en nuestra piel y en la superficie de las cosas enfriándose.

Ofrendar lo no nato a la culminación del deseo.

Negar la reproducción bombeando, embistiéndote; con el rímel corrido haciendo de tus ojos un placer y un dolor que nos aboque a la eternidad.

Que respires con los pezones doloridos, con los muslos arañados.

Y que duela, que yo te duela hasta la siguiente follada, para que no me olvides, para que mi presencia sea constante en tu pensamiento y en tu piel.

Ser un doloroso injerto en ti.

Como no olvido el sabor a óxido salvaje que tu sangre deja en mi boca.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

3 de junio de 2015

Maldita


Foto de Sacrila.

Lo difícil de amar no son esas pequeñas cosas como cultivar el amor en los pequeños detalles, en eso tan cacareado de hacer de cada día un nuevo y maravilloso comienzo. Eso viene solo, sin esfuerzo.

Lo duro es follarte para después, casi en el acto, evocar tu sabor y el perfecto roce de una penetración que funde y confunde nuestras carnes.

No es fácil amarte, me arrebatas el control.

Maldita seas.

Mi mano en tu cuello, incrédula de acariciar toda esa sangre y respiración que manan por esa piel tan amada y tus ojos poderosos que parecen mirar tan adentro de mí que temo sangrar, te convierten en maldición, en condena. 

Lo difícil es mantener la serenidad.

Te adoro, maldita seas.

Eres un tormento hermoso al que amo sísmicamente.

Lo titánico es no masturbarse una y otra y otra y otra vez, evocando cada momento en el que gemías, en el que mi saliva caía sobre tu piel.

Es aniquilador no estar dentro de ti.

Tú no eres consciente de la carga erótica que dejas caer en mis hombros.

En mi rabo erecto...

Maldita, maldita, maldita...

No eres consciente de la pesadez pornógrafa de tus pechos que oscilan entre jadeos, que se erizan por la amenaza de mis dientes. Eres inocentemente maldita en tu natural erotismo, en tu innata forma de amarme.

Y aún así, cargas con el pecado de ser mi obscenidad.

Maldita tu belleza que me hace patán de boca abierta.

Maldita tu piel porque ofrece una calidez que me embriaga y me roba la voluntad.

Malditos tus labios que he devorado y mi glande los ha hidratado.

Malditos tus pechos desproporcionados en su grandeza enmarcados por unos hombros adolescentes.

Eres tan obviamente sexual...

Malditas tus piernas preciosas que conducen inexorablemente a tu coño, un infierno al que me arrastras y no tengo fuerza para resistir. No quiero resistir.

Malditas tus manos que aferran mi pene hasta el dolor y me guían como un muñeco por la ruta del deseo desmedido de tu sexo insaciable.

Maldita la cadera rotunda que servirá para afianzarme cuando te embista y pierda el control dentro de ti, adentro.
Más adentro, más fuerte...

Maldita toda tú, porque eres pura heroína en vena, me provocas síndrome de abstinencia.

Soy un yonki de tu pensamiento, de tu alma diosa.

Maldita seas...

¿Cómo es posible amar semejante maldición?

Maldita porque eres voluptuosa hasta el tormento.

Porque cuando me he saciado de tu cuerpo, está tu alma omnipresente que vectorialmente unidireccional (es física, es mensurable, es táctil tu poderosa mente) ataca directamente a la línea de flotación de la realidad, para convertir un tiempo y un lugar anodinos, en el más misterioso y seductor universo.

Maldita porque tus palabras de amor me hacen agua.

Recuerdo siglos atrás de estar contigo, recuerdo tu vientre y tu mirada aniquiladora y milenaria como un sortilegio.

Eres maldita porque has hecho de mí un amante errante que vaga buscándote desesperado en todas las eternidades y universos.

Yo te amo, Maldita.




Iconoclasta

12 de julio de 2014

Dos buenos chicos


"Qué lástima que tengas esa cara redondeada, dulce y tierna de chica manga. Eres preciosa, una Heidi deseable... Porque no te servirá de nada para que sea cuidadoso y educado contigo.
Te la voy a meter por el culo hasta que muerdas de dolor las infectas sábanas de la cama del motel.
Y luego me la chuparás con los ojos ciegos y las manos esposadas.
Estoy caliente; pero no será rápido. Te arrancaré ese precioso vello lacio del coño, con la cera de una vela negra que dejaré caer en tu raja, que mantendré abierta con unas toscas pinzas de madera.
Tu pequeño y durísimo clítoris latirá ardiendo.
Confundirás dolor y placer. Cuando de tu coño mane la leche del orgasmo, me correré en tu cara y tus manos no podrán limpiar el semen de los ojos, que se filtra por la tela negra que te mantiene ciega. Ni el de la nariz, tendrás que tragarlo o ahogarte.
Beberás tanto semen que te quedarás embarazada vía digestiva.
Si supieras, preciosa Montse, lo que destila ahora mismo mi pijo... La densidad del deseo, la pegajosa lujuria que humedece mis calzoncillos. Te masturbarías como una ninfómana, el vello castaño de tu vulva se empaparía y se pegaría a esos labios pequeños y tersos que forman tu coño.
Respirarías agitando con fuerza esas enormes tetas con los pezones endurecidos como bolas de acero, serías una asmática de la pornografía.
Te apresaría entonces el coño entero, presionándolo con la palma de la mano y cerrando los dedos hasta que entre ellos se derrame el humor que te hace puta.
Sé que eres de las que babea y se extiende toda esa ansiedad por la cara y por los pechos, pero no podrás y las comisuras de tus labios serán unos embalses desbordados.
Cerda... Cerda...
Te dilataré con el puño y no podrás mover las piernas temiendo que se te desgarre el tejido que separa el ano del coño.
Te llevaré a la confusión, donde muere el placer y nace el dolor. Aunque nunca he sabido distinguir qué es lo primero.
Te enseñaré que el dolor o el placer, nacen con la primera bofetada que hará sangrar tu respingona nariz de nena buena, para luego morder tu coño y golpear sin cuidado esa pequeña perla perfecta que escondes entre los pliegues de la vulva con el glande amoratado, henchido de sangre como una variz, como una  sanguijuela".
 Montse se siente abrumada por silenciosa e intensa mirada de Cristian. Se encuentran sentados frente a frente en una pequeña mesa de un restaurante italiano, en la zona alta de la ciudad, es caro, pero íntimo.
Es su primera cena en pareja, durante cinco semanas, hasta que han podido dejar a sus hijos (son divorciados) a cargo de los abuelos. Hasta ahora solo se han limitado a pequeños tocamientos y besos en los reservados de las discotecas.
Siente una especie de ternura en la mirada de Cristian, es un hombre bueno, amable. Tiene una ligera sensación de vacío en el estómago ante la incertidumbre de como será una noche entera con él; pero es una agradable incógnita.
¬—Tienes cara de niño bueno, esa mirada tuya tan tierna...
—Y tu coño es mío, lo maltrataré cuanto quiera ¬—le respondió al tiempo que metía el pie descalzo entre las piernas, separándole los muslos.
No supo que decir ni como reaccionar, la sonrisa afable de Cristian permanecía inmutable en su rostro. Su sexo se hacía agua, el tejido de la braguita estaba empapado.
—Te aseguro que no quedará ni un rincón de tu piel libre de mi leche.

Todo su cuerpo está dolorido, su ano parece tener enormes hemorroides y su vagina es un horno ardiendo. El monte de Venus está en carne viva por la cera derramada.
Y aún así se masturba al evocar a Cristian, el niño bueno. Le gustó especialmente que le violara la boca con sus manos atadas y los ojos vendados....
Cuando le metió mil dedos en el ano y sintió que la iba a partir por la mitad...
 Aún mancha el papel de sangre cuando se limpia.
El clítoris tan pequeño que era, ahora está inflamado como una vejiga. Lo golpeó, lo mordió, lo succionó.
La tierna Montse, la de los ojos grandes de Heidi, se está masturbando con una recia manopla de esparto para exfoliar la piel sentada en el inodoro, con un espejo de maquillaje frente a su vulva irritada e inflamada, maravillosamente inflamada.
Y a medida que le sube el orgasmo, se ríe. Ríe del gesto infantiloide de Cristian, su ademán cortés de predador cruel. Lobos vestidos de cordero...
Se apaga el cigarrillo en la ingle y aguanta el dolor sudando, sus pezones irritados y lesionados, se estremecen con el escozor de la humedad que baja desde su rostro empapado. Evoca el momento en que le arrancó un buen trozo de prepucio con los dientes.
Toda aquella hemorragia en su boca, mezclándose con el semen y la baba.
Se comportó como un hombre, gritó de dolor pero siguió bombeando en su boca, la hizo vomitar.
Con el pene mutilado... Se ha detenido en las caricias, el dolor de los labios vaginales arrasados por la manopla es insoportable. El clítoris parece que va a estallar y se moja con agua fresca que toma del lavabo haciendo cuenco con la mano.
Ella llevaba en el bolso una enorme aguja de peletería, y se dejó atravesar la piel del escroto para follarla, con cada embestida la sangre de sus huevos mojaba su vulva, respiraba dolorosamente, pero no paró hasta eyacular. Mordió los labios de Cristian hasta que sangró y la sangre se mezclaba en las dos bocas. Era una aberración de follada.
Se ha corrido, con el agua fresca aliviando los labios vaginales...
Le duele la ingle, pero no importa.
Espera impaciente otra noche con él. Lo malo no es el dolor ni las lesiones, lo malo es el tiempo que tardan las heridas en sanar para poder volver a realizar las mismas aberraciones.
Su pene mutilado en su boca... Dios...
Ella también parece una buena chica.
Y de hecho lo son.
Serán dos buenos chicos desintegrándose con mutilaciones y heridas, hasta desaparecer en la habitación del horrible motel "chino".
Un día se dejarán la vida desangrados o infectados porque no podrán esperar a que las heridas sanen. La familia y los amigos, no podrán creerlo, se les veía tan amables, tan tranquilos...
Es hermoso soñar.
Mañana irá a ver a Cristian al hospital, el prepucio se ha infectado, los médicos le habían avisado que no se masturbara mientras la herida fuera reciente.
Es tan hombre...
Heidi y Pedro el cabrero...
Está caliente otra vez.








Iconoclasta

13 de marzo de 2014

Ni petite, ni mort


La petite mort es una metáfora de mal  gusto, una frase que no acaba de llegar a explicar ni por asomo lo que siento cuando tu coño se desliza y deja mi  pene mojado de ti y de mí, palpitante como un animal que agoniza. Extenuado...
Cuando tus labios vaginales al abandonarme rozan el glande, los dedos de mis pies se encogen porque se preparan para una bajada imparable a la animalidad.
Quien padeció la petite mort no supo jamás lo que es amar, lo que es joder, lo que es el puto  deseo que se extiende desde mi pijo y sube por los intestinos como un trallazo hasta mis sesos anulando todo raciocionio.
Quien padeció la petite mort echó un polvo más o menos afortunado, pero ni de su coño ni de su polla salió su alma y los abandonó.
Hostia puta...
Siempre se quedan cortos o yo soy un alienígena con amnesia que no recuerda como fue la última vez que jodió con quien amaba.
He tenido que nacer para explicarlo, para que la chusma sepa lo que es el final de un orgasmo.
El problema no solo está en el bajo intelecto medio de la población mundial, está en su mediocridad e hipocresía. Las putas palabras que dan miedo de escribir, de pensar, de decir. Siempre es igual: morir es "dormir", una enfermedad terminal es "estar enfermito", follar es "hacer el amor", odiar es "ya no te amo de la misma forma" y quiero joderte es "estás preciosa".
El" te amo", se dice durante la comida, meando o viendo una película; y si te la quieres tirar, se lo dices.
Cuando era pequeño no podía acertar que era lo que me repugnaba de una forma latente y continua en mi cerebro. Me hice un poco más mayor y supe que el asco venía de lo que pensaban ellos, todos. No quería saberlo, pero es así, me invade la humanidad como una metástasis de otra metástasis más profunda.
Unos pintan cuadros y yo tengo cáncer de vómito ante la humanidad.
Se inventan alucinaciones angelicales creyendo ser seres divinos y en lugar de sexos que huelen a orina y excremento, pareciera que tienen crisantemos y un colibrí libando sus sexos con suprema delicadeza.
Pues bien, yo aplasto al colibrí y arranco los crisantemos, quiero la carne desnuda y la orina escapándose de placer junto con el semen y las babas.
Esa comunión de éxtasis y flaccidez mental, cuando un coño se llena de semen y una polla se vacía, es solo para menores de edad, para intelectos menores e hipócritas.
La petite mort no explica mi segunda eyaculación, cuando de tu sexo mana mi semen en mi  vientre  por una simple cuestión de gravedad, cuando tu raja se muestra aún blanquecina.
La petite mort parece solo una estúpida tontería que padecen hombres y mujeres sin demasiadas inquietudes.
Mi gran muerte me lleva a odiarlo todo cuando me desvanezco entre los ecos de una corrida que parece arrancarme los cojones y hacer mierda mi voluntad.
Y blasfemo en nombre de la bestia en la que me convierto. Tu coño me roba la inteligencia y lo humano.
 Me corro como dios, o como le gustaría hacerlo. Dios babea cuando ve mi vientre contraerse y mi semen abrirse paso por la carne de mi bálano.
Después de joderte soy libre, soy la antimateria y un ser sin intelecto.
Pero ante todo soy un guiñapo incapaz de defenderse, si me quisieran abrir el pecho y arrancarme el corazón no podría hacer nada por evitarlo. Porque aún, durante unos minutos estoy en tu vagina, sintiendo esa presión que me arranca los hijos que jamás nacerán y que no los quiero.
Solo puedo aferrar mis cojones y sentir que no te los has llevado. Y descansar...
Descansar y no ser.
Eso no es una petite mort, es una bajada directa al más puro bestialismo. Es estar cabronamente vivo y jodidamente idiota por unos minutos.
Es estar a merced de lo que te amo, por eso permanezco indefenso sujetándome la polla aún goteante y respirando como puedo.
Si pagara a una puta, no habría nada de eso, le daría una patada en el culo para que se fuera de mi lado. No soy un bohemio de la absenta y las putas sifilíticas de otros tiempos, que inventaron la petite mort porque sus cerebros estaban demasiado descompuestos. Demasiado vulgares sin las drogas.
Putas y bohemios de vida fácil y divertida... Qué coño sabrán, idiotas...
La petite mort, no explicará jamás porque me quedo tan vacío cuando me arrancas parte de mí con tu coño inmenso, con tu coño dulce, con tu coño ávido, con tu coño soberbio que se sabe superior a mí.
Que lo es...
Hay una expresión que es la verdadera: hacerse mierda.
Y fumar hasta que la voluntad vuelva, tarde lo que tarde.









Iconoclasta

8 de enero de 2014

Biominerales


Somos básicas representaciones de lo mineral y lo biológico.
Lo biológico se corrompe en las sábanas: manchas de fluidos que llevaron en algún momento vida.
Lo mineral es efímero, la dureza de los materiales: de sus pezones duros y erectos, de mi pene en ese instante inquebrantable.
Podríamos representar más cosas: el pensamiento y el puro instinto, las emociones y la muerte: pero cuando la razón se disipa, como si de una nube tóxica se tratara, solo importan los restos y la dureza de los elementos. El resto de consideraciones solo obstaculiza y retrasa el placer.
El hedonismo es el único paraíso probable de lo humano, de lo poco humano. Es la vanidad más desinhibida, sin bendiciones ni maldiciones.
Fuimos paridos para la cópula, para el placer. Otras obligaciones no son culpa nuestra, ni responsabilidad.
Un vómito de semen que sale de un trozo de carne en barra, una raja trémula destilando un humor blanco.
La lengua que todo lo lame...
No hay nada que sentir, los jadeos nacen de las entrañas sin cerebro, los sexos tienen su propio sistema nervioso, las mentes están lejanas, no hay mentes. Solo el sordo chapoteo de la cópula, los estertores del placer.
Un follar lacónico, mecánico. Lo único que somos capaces de desear con la suficiente fuerza como para hacerlo realidad.
Porque el pensamiento y la emoción matan el placer y matan la animalidad. Diluyen los minerales y hacen virus de los fluidos. El pensamiento humano lo destruye todo.
El pensamiento es erosión.
Dos piedras follando, dos piedras cubiertas de pequeños vestigios de vida.
Líquenes como pieles...
No se piensa cuando se penetra, no se duda cuando se abren las piernas para recibir ese mineral carnoso y lubricar la lítica dureza.
El amor se queda flotando como una deshilachada nube de humo y los crucifijos cuelgan cabeza abajo ante los biominerales que follan. Como un castigo a los dioses por haber hecho mal las cosas con las mujeres y los hombres. Las oraciones son blasfemias regurgitadas en las cumbres del placer. 
Los biominerales se olvidan que existe la humanidad cuando respiran rápidamente tras el derrame de líquidos, podría reventar el planeta y ellos seguirían sintetizando el placer que han conseguido.
Soy una piedra, soy algo que se hunde en el agua sin gritar cuando se ahoga, soy una boya que flota indolente en el mar, un mojón en el camino con el único fin de ignorar todo aquello que no es placer.
Soy un tumor de mí mismo, encapsulado. Un cáncer que anula el pensamiento y cualquier emoción.
Soy el reservorio de la indiferencia y el deseo no humano de meter mi pene en su raja de suave talco (el mineral más blando, el más fragante).
Soy una roca que suda y que escupe a la vida, sin odio ni pasión. Porque lo único que existe es joder.
Las piedras no mueren nunca, estamos ahí, esperando que alguien nos pise, que alguien nos joda. Esperamos ser instrumento de caza, defensa y muerte.
Somos los híbridos entre lo animal y mineral, los biominerales somos un coño y una polla que se deslizan y penetran sin importar dolor, muerte, vida o amor.
Miles de años de evolución, asco y aburrimiento nos han formado. 
Litos y Eros... Ni siquiera esa romántica combinación somos.
Y dormimos abrigados por el musgo y la defecación que llueve de lo humano sobre nuestros simples compuestos.
Es una suerte haber nacido híbridos, somos lo mejor y lo peor, sin términos medios, sin grises.
Somos negro y blanco.
Dureza y determinación.
Un día fuimos pecado, ahora somos únicos.









Iconoclasta