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21 de noviembre de 2024

lp--Los rotos--ic


Esperanzas impávidas, sin emociones visibles, son las que mantienen los rotos que conocen la frustración y las imposibilidades de las cosas, donde cosas = humanos.

Los humanos son cosas porque son ajenos a la esencia natural del resto de las especies animales.

El humano, mayoritaria y secularmente, es una especie animal de mente insectil y cuerpo de mamífero.

¿Qué animal se puede permitir unas vacaciones y no morir de hambre?

O peor aún ¿qué animal es capaz de vivir esclavo toda su vida? Excepto los de explotación ganadera que nacen muertos o temporalmente vivos.

Dios creó a los animales y ya harto y hastiado, al ser hombre y a la mujer como su esclava.

No me invento nada, está en las sagradas mamadas.

Datos, datos, datos….

Pero existen las cosas rotas, los humanos rotos que fuerzan la pasión más allá de lo que la lógica y mediocridad pueden entender. Se fragmentan, desgastan y agotan la vida con muy pocas esperanzas de ganar.


Hay una voluntad de trágico romanticismo en romperse una y otra y otra vez.

¡Qué valientes son los seres que se dejan rasgar el alma y la piel por la pasión de amar!

Por deseo.

Por trascender.

Por sentir.

Por existir.

Por un amanecer con su amante.

Porque se equivocaron una vez e insisten en volver a equivocarse.

Se parten en dos mentes, una es para quien desean y la otra sobrevive en la realidad en la que son presos.

No existe el amor perfecto y eterno; pero no se rinden acunando su fragilidad, protegiéndolo incluso de la propia química de sus biologías.

Y temen lo peor: que cuando el amor se haga tangible se infecte de mediocridad, de la realidad.

La realidad es un lugar hostil para algo tan etéreo como el amor. Lo saben y por eso han partido su mente en dos pedazos, en dos dimensiones, en dos universos: en un sueño de acceso restringido que los hace únicos y abandonados. Y una praxis que les permite las elementales tareas de supervivencia.

El sueño al que asisten cuando la realidad los aplasta y les roba la alegría tan poca.

No dan consejos de amor y pasión aunque son ingenieros doctorados en arquitecturas oníricas del amor y la pasión.

Seres que escriben metáforas arcanas, indescifrables para los intrusos y otros hongos.

Se abrieron el pecho con sensualidades y construyeron dentro una cámara acorazada de seguridad contra la vulgaridad para su tesoro de amor.

A veces divago… Me gustaría ser un superhéroe del amor; pero es tarde. Mis fracturas no se regeneran ya no cicatrizan.

Un día con una tos, se me escapó el amor de mis pulmones rasgados.

No puedes romperte continuamente y pretender salir ileso.

Quedan secuelas.

Al final de la fortaleza, sólo queda un eco de amor que podría derivar en locura.

El amor nos degasta porque es su función, se alimenta de ilusiones de nuestro pensamiento, del cerebro, del alimento, de nuestro tiempo…

El amor es frágil, pero exige fortaleza para resistir sus embestidas.

Os veo sangrar por dentro y llorar quedamente por fuera con una sonrisa que no engaña.

¡Cómo os admiro, mis apreciados quebrados!

El amor debe ser violento en su pasión y demoledora exclusividad; pero al igual que con una tormenta, no se puede luchar contra él. Sólo soportarlo y que su viento no te arrebate de la realidad y te precipites a un purgatorio donde nadie tiene la posibilidad de hacer tangibles los deseos mínimos.

Donde no es posible dar o recibir y colapsa la mente.

Una vez experimentado el amor, no sólo se pierde el miedo a la muerte. Hay momentos de angustia que te preguntas dónde está esa hija de puta para llevarte lejos de tu tragedia de amor.

Lo peor de un tiempo sin amor es la visión de un horizonte vacío.

Los rotos sois unos privilegiados de la tragedia.

Puedo escuchar vuestros corazones forzados y buscar el aire del amor dibujando sus labios en el aire con un dedo que gotea la esperanzas muertas.

Vuestra agonía es la más hermosa, fascinantes vuestras fracturas y la determinación de no curarlas.

Y lo más increíble es que toda esa épica, un día la volveréis a vivir.

¡Qué locos mis rotos!

Qué generosidad derrochadora de vida.

Alguien os aconsejó prudencia y dijisteis: Y una mierda.

¡Bravo, mis ensangrentados seres admirados!

Mujeres y hombres rotos derrochándose, dándose a sí mismos como materia combustible.

Regalándose a pesar de la realidad que los somete con su vulgaridad, cotidianidad y banalidad. Un cártel de mafias que como la banca, siempre nos vence.

La cuestión es cuánto tiempo aguantar.

Por ella o por él, bien vale una fractura ¿verdad?

Y otra más…

Qué delirio y privilegio ser uno de los pocos rotos que habitan en la Tierra.

Nadie contará vuestra historia porque el amor no es un libro, es un vapor, una emotividad, un padecimiento y placer que escapa a toda lógica, mesura, planificación y voluntad.

Si el amor dotara de una visión superior a los amantes se verían como hermosos zombis con rosas clavadas profundamente en el pecho y los sexos palpitantes porque no hay pasión sin una carne que la contenga.

No en esta dimensión.

Guardáis silencio porque no os fiais de mí, que sólo soy una gris realidad.

Tan solo ejerzo de notario, sin afán de lucro.

Gracias por mostraros abiertos, sólo pretendo admirar lo que ya no puedo sufrir porque ya no hay tiempo y un ataúd es el aislante perfecto del amor y su desproporcionado voltaje.

Cortocircuitos neuronales, fisuras entre el tejido muscular, roturas óseas, hernias y corazones al límite del fallo cardíaco; son las patologías de los rotos por amor y la pasión en un lugar donde un liquen mezquino lo cubre todo.

Los puedes distinguir porque sus miradas están saturadas de curiosidad y determinación, como si miraran a tus espaldas cosas invisibles.

Captan las invisibles e inaudibles frecuencias del amor.

Yo mismo soy un roto; pero ya desgastado, apenas tengo una poca carne para el amor y ningún hueso que ofrecer. La pasión es una droga degenerativa para el organismo.

Soy un yonqui con las venas podridas.



Iconoclasta

11 de abril de 2015

Solo heridos


Nada tengo que ver con una artista como Frida. Soy la absoluta oposición a lo que ella era: arte, sensibilidad y emoción.
Solo hay una cosa que podría tener en común: el dolor del cuerpo; pero hasta ese dolor en mí es ridículo comparado con el suyo.
Si insisto en buscar algo común, sería que estamos ambos en los extremos: ella en su universalidad y admiración. Yo en mi mediocridad y ocultación.
Pero eso es una trampa burda que intento por dar algo de importancia a mi existencia, un sofisma.
Solo tenemos en común haber sido heridos.
No puedo evitar al ver su dibujo, pensar que soy una bestia herida en los huesos y el pensamiento. Siento una especial simpatía por ella, herida.
Sé que hay mucha gente dolorida, pero no me interesa esa gente. Es mi intimidad, mi pensamiento. Yo elijo quien está en él. Siempre que puedo. Y en mi pensamiento no existen multitudes, dos o tres seres a lo mucho. Exagerando.
Soy el dibujo de un gato con los cuartos traseros aplastados, maullando en la cuneta de una carretera llena de coches veloces que no prestan atención.
No vivo como quiero, como ella, ni siquiera así padezco.
Solo hago lo que puedo, soy lo que puedo, muy lejos de lo que me gustaría.
Sin clase, sin elegancia, con los dientes rotos de apretarlos al soñar lo que no soy y no seré.
Ojalá su dolor haya cesado, pronto me toca a mí también.







Iconoclasta