Quisiera ser algo afilado para rasgar tu piel e invadirte con mis indecentes gérmenes ponzoñosos de amor. Pornógrafos... Perversos...
Ser una jeringuilla para aspirar tu sangre, inyectarme en tus venas y acariciar tu pensamiento con microorganismos de amor cuasi patológico.
Extremadamente radiactivos.
Y provocar orgásmicas mutaciones en tu poderoso e imbatible cerebro.
Soy un tomahawk que voltea en el aire lanzado a toda velocidad, masivo y pesado hacia tu coño que es mío. Y ofrecerte al Gran Manitú que se erecta entre mis toscas piernas destilando densos hilos de baba fiera y sexual.
Pareciera que rosas y nubes no tienen poder suficiente para hacer trizas las defensas de tu piel y alma.
Las diosas por su poder requieren medios potentes, definitivos. Necesitan ser impactadas para que lleven sus dedos con desesperación a sus indecentes clítoris duros y hambrientos de lengua y dedos. Folladas contra una pared, a cuatro patas. Que los dientes voraces y peligros se arrastren amenazantes entre los labios que los muslos ocultan. Entre los labios que se dilatan ante mis ojos y dejan oscuras manchas en las telas, en las bragas.
La violencia desatada del deseo que late en las venas de mi polla.
Quiero ser cortante y golpeador, quiero ser uranio y heroína para que sucumbas a mí como una lánguida puta drogada y sometida. Y en el paroxismo del insano e indecente deseo, sellar tu cuello con un grueso collar de hebilla, como si una hermosa y peligrosa pantera fueras. Atarte a la pata de la cama para cometer con tu cuerpo las aberraciones más secretas que mi alma podrida de amor imagina.
Luego, cuando ronronees y por tus muslos se escurra mi leche; te susurraré de las hirientes y frágiles rosas, del dador de vida y muerte que es el inabarcable mar y de las hermosas y letales estrellas que pulsan y esplenden en el cosmos a millones de vidas luz.
Y cuando desfallecida necesites en una cálida noche que la ternura te arrope, mis filos se enterrarán en mis propias carnes para mortificarme y ser seda en tu piel. Susurrarte amores viejos como los cometas en tus oídos.
Si Atila fue el Martillo del Universo, yo seré El Brutal e Impío Filo que rasgará tus dimensiones y tu piel.
Luego, mi amor, mi puta.
Luego te contaré de oscuros secretos de amor con el tallo de una rosa arañando dulcemente tu coño en una caricia impúdica, apenas conteniendo mi furia por metértela.
Luego, cielo...
Y te sonreiré y todo estará bien.
Soy tu amor afilado y desbocado.
Iconoclasta
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