Pensó demasiado tiempo en el enigma del amor, sus consecuencias e imposibilidades.
Un día prestó atención al espejo y se vio viejo y débil. Humillado con un pañal.
Todo aquel desgaste para al final morir y dejar de importar…
Abrió el mando del gas de la cocina y aceleró el proceso de la agonía.
Pasados unos segundos nadie sabía que un día existió.
Yo lo sé porque soy Dios.
Y como él millones; pero muy pocos encuentran la solución al enigma, el suicidio, y mueren rabiando como ratas con el espinazo partido en una sucia calle.
Se siguen meando encima durante años y años, gastando indignamente sus ahorros en pañales.
No los creé a mi imagen y semejanza, el meteorito que mató a los dinosaurios provocó una nube radiactiva, mutó una manada de titís y el resultado fue la pérdida del pelo y un tumor en el cerebro con el que nace todo ejemplar de la raza humana. Con el tiempo algún figura afirmó que los animales humanos tienen el cerebro más desarrollado de todas las especies.
Y como no había gas, también murió babeando, como la gran mayoría votante.
Son como aquellos monos de mar que se vendían por correo en los setenta, simples amebas.
Han pasado tan solo mil millones de año y ya me aburro.
Iconoclasta