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5 de marzo de 2019

Buitres y nuestra carroña


El buitre vuela muy alto y no sabe nada del bebé muerto aún enganchado a un trozo de placenta, abandonado pérfidamente bajo un coche estacionado.
El buitre planea alto, lejos de la puta que vendió su coño y su boca por un papel en una película o por un tiempo de fama. Y ahora vende con lágrimas de mierda su “violación” por más dinero.
El buitre no mira abajo por los fanáticos patriotas que claman tierras que no les pertenecen, que sufren el complejo patológico de ser hijos de ella, de esa tierra. Patriotas asesinos de libertades…
El buitre busca cualquier cosa que le sirva de comida.
Tal vez el bebé, si no estuviera bajo el coche…
El buitre planea ajeno a todo lo que no sea comida y altura.
Yo soy un buitre con la extraña habilidad de caminar por la puta tierra y hacer mosaicos legibles con trozos de mierda.
Soy el buitre que piensa sin asomo de moral o juicio, en la madre que parió al bebé y lo tiró. En mi mundo, hay madres de otras especies que devoran a sus hijos o los dejan morir de hambre, por las razones que sean.
Si te sirve de algo vivir, si acumulas experiencia; no es extraño, no es antinatural que una madre mate a su hijo.
Por otra parte, los genitales están desligados de la voluntad del cerebro en gran parte de la chusma o población humana. Es una conclusión un tanto escatológica fruto de la aburrida experiencia de estar entre ellos. De soportarlos.
Sobrevuelo con curiosidad por encima de la cabeza de mamá asesina, intentando picotear su miedo y soledad. Como querer saber para nada, como quien ve una película. Hay tiempo para ocuparse de ociosidades si eres un buitre hábil.
No me importan los patriotas juzgados y los frustrados, en ellos simplemente hay una ambición tan vulgar y mórbida que siento deseos de vomitar.
A la puta que llora su falsa violación, simplemente me la follaría solo por saber si vale la pena tanto dinero que ha cobrado por su coño torpe.
Así que soy el buitre que caga sobre las putas oportunistas y las emotivas patrias y lo que contienen. Sobre jueces, mandatarios y sus decisiones que arruinan vidas.
Solamente picoteo cosas que son realmente dolientes y el bebé produce cierta desazón que trasciende más allá del bostezo: su sangre mezclada con aceite de motor y la mierda de la ciudad.
Apetece la metafísica de la muerte tierna, tiene morbo. Más interés, definitivamente. Es una buena performance en un mundo tan vulgar.
Siempre es mejor lo malo intenso que lo bueno anodino.
Lo sórdido suele tener una expresión artística mucho más impactante que una bandera de mierda o una puta que mal actúa. O los que lloran su repugnante poder.
Al fin y al cabo, los buitres comemos mierda, carroña. Queramos o no.
Seguramente lo mismo que come la madre asesina, seguramente lo que hubiera comido el bebé muerto. Todo encaja…
O tal vez, la madre no quería dejar de teclear el móvil y vivir una eterna adolescencia cobarde y miserable. Hay hembras humanas infinitamente menos nobles que las de otras especies y venderían un hijo por unos miles de “likes” mierdosos a su “selfi”.
Son tiempos de protagonismo para los idiotas envanecidos por ninguna razón.
Luego, los que no son buitres, debatirán en programas televisivos para deficientes mentales, la necesidad de reglamentar el parir y su edad, se hablará del aborto y de la situación social y económica de algunas de las reses de las ciudades pocilgas.
Mientras tanto, en algún poblado miserable, una mujer joven se lanza al suelo de nalgas desde unos metros para desprender el feto que lleva en el vientre sin necesidad de permisos ni espectáculos. Y en soledad.
Posiblemente muera, la picotearé si estoy cerca.
Soy un buitre que ve cosas, no juzgo si son buenas o malas, yo solo vuelo aburrido; como mi colega que cuelga a un millón de metros sobre mí.
Asisto a una mala película porque no puedo hacer otra cosa mientras espero la muerte.
Me alimento de carroña; pero no me gusta.
Es mi puta idiosincrasia e ineludible vida: comer mierda y restos.
Todos los días.
Porca miseria…




Iconoclasta

5 de octubre de 2015

Un exceso de amor


El problema del mundo es que hay un exceso de amor. El amor asalta a la gente a cada paso, a cada segundo. Se ama al amante, a los padres, a los hijos, a los sobrinos, a los primos... Y además de amor, hay mucho cariño y afecto por lugares y cosas.

Alguien ha llevado a creer a la peña que hay que amarlo todo indiscriminadamente. Porque mientras amas eres idiota (es la opinión generalizada de los estamentos religiosos y de poder) y estás a merced de otros, porque el amor lo llena todo y necesitas poco más, salvo papel y pluma.

La verdad es que solo se puede amar a muy pocos si se ama con esa exclusividad que nos hace especiales y únicos. 

Es simple, a lo que más se quiere, no se le puede escatimar amor, tiempo, vida e ilusiones.

Hay poco espacio y tiempo para tanto amor.

Se debe ser selectivo para no caer en cariños mediocres.

Los humanos no son jesucristos ni santos.

Han impuesto amar de una forma globalizada a tantas cosas, que se hace imposible distinguir entre amor y vulgaridad.

Hay una olimpiada para ser el más amado y el que más ama. El más beato y el que tenga mejor corazón.

Y mi instinto de territorialidad, el instinto que me llevó a buscar la teta tras haber nacido, no encuentra esa exclusividad, esa sensación de pertenencia que todos los animales sentimos en algún momento.

Todo el mundo es solo medio amado.

Y mi esencia, la misma que quería a mi madre con exclusividad, enteramente para mí en los momentos de indefensión, se rompe y pervierte entre tanto amor banal.

Ahora es el odio más necesario que el amor, es el predador que va a mantener el equilibrio en un mundo de bendiciones que se dan sin miramiento, como si todos fueran curas y sacerdotes.

En un mundo sin leones los ciervos comen conejos porque no les queda pasto.

Es un engaño, una hipocresía. El amor no debe aplastar lo que en esencia es el ser humano: un maravilloso e inteligente predador con destellos de ternura.

No somos ángeles, somos bestias con una vagina derramándose de deseo y un pene latiendo entumecido por una irrigación sanguínea, ante el cuerpo y la mente que deseamos.

Freud dijo que no se es hombre hasta que muere el padre. Está bien, tiene razón, aunque no sabía porqué.

Cuando amas no se pueden cortar raciones para toda la familia y amigos y dejar así un vacío de silencio y hastío en tu propia casa. No deben estar juntos dos seres que precisan de multitud a su alrededor. Porque no se bastan, se asustan de los momentos íntimos cuando no follan.

Por otra parte, con tanto amor, es muy difícil encontrar el adecuado. La vida es un mercado de personas y afectos.

Todo son inconvenientes si no hay algo de odio.

Todo son hipocresías cuando las bestias se visten de ángeles.

No banalizo cuando digo que te amo absolutamente.

El tabaco calma mi ansiedad, la pluma escribe en tu piel cada palabra y cada gemido, el cuchillo es mi condición humana que no debo olvidar.



Iconoclasta