Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
3 de junio de 2016
Un horizonte de libertad y amor
No hay nadie que pueda estropear el momento diciendo que va a llover, que el cielo presagia muerte. Que hace viento...
Bendita la libertad de la soledad...
Cuando amenaza lluvia voy hacia las montañas, con psicótica ansiedad.
Cuando la gente se resguarda, yo emerjo.
Es el cielo que siempre soñé, es la fuerza que siempre quise sentir.
No ver un horizonte de tragedia ha sido la tristeza de cada día al despertar.
He estado a punto de no llegar; pero no le hice caso a nada ni a nadie.
Sigo el camino del dolor ignorándolo. La soledad es compañía y me lleva adentro de mí mismo, con cariño, con paciencia. Calmando mis náuseas por el vértigo de la vida que pasa doliente.
Y un fuerte viento me dice que todo está bien. Me hace sentir indómito, salvaje.
El viento que me forja, que me endurece.
Él serena toda mi frustración pasada, la melancolía de no haber nacido aquí, de llegar a este cielo cuando ya he gastado casi toda la vida.
Mis nubes grises y de un azul cobalto que parecen amenazar con aplastar a todos los seres que vivimos bajo ellas, me dan una libertad que se eleva por encima de las montañas.
Mis moléculas quisieran formar de ellas.
Las nubes tiran de mi piel para arrastrarme allá arriba.
Entrecierro los ojos ante el viento que refresca dolores y cansancios, como si me acariciara.
Y el viento se convierte en los lejanos besos de ella. Ella que me ve como si fuera un hombre completo. El aire es fresco como tienen que ser sus labios, dice que nos olvide el mundo durante los largos besos.
Sus palabras y el cielo denso y funesto. El decorado hermoso y preciso para un vida y una muerte.
Porque es un buen momento para morir con dignidad y amado.
Amando...
Antes de que estropee, por favor.
En el íntimo y solitario camino, el viento se torna ráfagas de amor que arrasan, que me arrancan de mi rostro todo lo que dolió, lo que duele y lo que dolerá. Lo que no gustó y lo que no gustará.
Cierro los ojos pensando en su boca y en las marcas de su biquini, en su culo... Y bajo las nubes que dejan ya caer gruesas gotas, tengo una erección salvaje y libre. Ella sonreiría y me besaría muy pegada a mí para sentir lo que provoca.
Yo sonrío al viento que es ella.
Ella desnuda.
Ella húmeda.
Ella pegada a mí.
No me he dado cuenta del tiempo y la distancia que he consumido y recorrido, estoy tan lejos que soy nube.
Ya nadie me distingue, soy de color azul cobalto para alguien que mire el horizonte.
Me basta con ese privilegio.
Ha valido la pena.
Ahora toca volver, para ello utilizaré medio cerebro para obligar a mis piernas a no quedarse bajo el cielo lo que me queda de vida.
La otra mitad del cerebro trabajará en combinar la palabras adecuadamente para intentar plasmar la belleza de la que soy víctima.
Soy víctima de ella, mi amor.
De las nubes y el viento, mi libertad, mi hombría.
Mi naturaleza salvaje tanto tiempo aplastada por los mediocres días se rebela y se expande, quiere ser vapor y trascender.
Mi muerte digna...
Nadie tendrá que incinerar mi cadáver, un rayo me desintegrará.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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