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8 de septiembre de 2014

Exceso de comunicación


No es verdad que haya un exceso de información por parte de los medios audiovisuales y de gestión del poder. Y si lo hubiera, según los diletantes que lo discuten, no es siginificativo. Al 99 % de la población, la información le entra por una oreja y le sale por la otra sin haber sintetizado nada de ella.
El problema es el exceso de comunicación, poca madurez intelectual, poco cerebro y demasiados canales.
Demasiados medios para la comunicación banal e inmadura.
Todo lo que se traduce de la palabra electrónica al pensamiento se transforma en una versión de ellos mismos completamente distinta de si esas palabras son manuscritas o manifestadas en una conversación frente a frente donde no escapen los matices de miradas y ademanes.
Porque para escribir es necesaria la reflexión y la habilidad. Para hablar es necesaria una integridad y eficacia mental. Y ambas cosas escasean como el agua en el desierto.
El problema de la comunicación banal se agrava cuando se realiza entre más de dos personas al tiempo. Habitualmente, gracias a los teléfonos con conexión a internet, las conversaciones suelen realizarse entre más de seis o siete especímenes. Son malas conversaciones, un esnobismo por usar un aparato electrónico sin la suficiente educación o cultura. Pero sobre todo, sin la suficiente capacidad intelectual.
Seamos sinceros, la gran parte de la humanidad escribe mal o con dificultad y es incapaz de entender y asimilar lo que lee. Tienen en sus manos un instrumento que ofrece más posibilidades de lo que su intelecto puede asimilar.
La comunicación banal y sin fundamento, es una epidemia que hace de los comunicadores la caricatura de unos amantes, de una amistad o de una cultura inexistente.
Las parrafadas a través de los medios sociales y baratos como la mensajería instantánea, son un mero ejercicio de vanidades infundadas, donde se buscan los elogios y afectos entre imágenes irreales y prefabricadas de esos individuos (que la individualidad no conocen), porque son como cabezas de ganado que necesitan rozarse las grupas continuamente los unos a los otros para no sentirse abandonados.
Las capacidades intelectuales y la madurez mental de tantos millones de seres, no está preparada para mentir (consciente o inconscientemente) en tantos canales. Se confunden, toman mentiras por verdades y crean su propia realidad a su medida, porque piensan que entre ellos hay miradas sinceras.
Y no las hay, no hay miradas. Solo son intentos de pobres cerebros para lucirse a cualquier precio y demostrar que no son lo que ellos se reconocen en el fondo. Intentando ocultar con eternas sonrisas y mensajes de amor y lamentos de soledad sus decepciones. Crean protagonismos que calman una vanidad de decepcionado.
Cuando llega el momento (rara vez ocurre porque el valor y la determinación no es cosa de cobardía) en el que esa mediocridad disfrazada de literatura barata, de vanidad que pretende ser belleza y divinidad espiritual se encuentran; asisten con vergüenza a sus propias limitaciones y la realidad pone de manifiesto con un golpe de mazo en la mesa que son tan vulgares como lo que día a día respiran.
Incapaces de entender lo que ha pasado se convierten en mártires de un dolor que no existe. Porque la decepción de darse cuenta que no se es un ser especial, no es un dolor. Es vergüenza.
No, el problema no es la información, el problema son las mentiras y las falsas imágenes que la peña crea de sí misma para intentar destacar.
La realidad se impone, afortunadamente en la cotidianidad y quien no sirve, no trabaja, no folla, no mama...
Toda esa banalidad comunicativa nace de la cobardía. Se ha degenerado tanto la especie humana desde que los leones dejaron de comer hombres, mujeres y niños, que la cobardía se ha hecho genética en la humanidad.
Los cobardes se amargan y lloran si están solos más de cinco minutos.
Y por ello, si hay que engañarse y engañar, cualquier medio vale para no estar solos y demostrar que se es lo más querido y admirado de todos los mediocres que figuran a su alrededor.
Los niños miran con atención las videomentiras de yutup y cosas semejantes que sus padres llevan al hogar como muestra de cultura y entretenimiento. Y lamentablemente creen estar viendo cosas reales, que solo dan risa a los tontos.
La cobardía y la ignorancia crean religiones y otros mitos. El exceso de comunicación disfraza la miseria y el analfabetismo en excelencias y seres especiales que no tienen fundamento en la vida cotidiana, para combatir así el miedo a la soledad que es el único y verdadero estigma con el que nacen los bebés en el planeta Tierra.
Porque de otros planetas, no conozco nada.
Hay tantas reses de ganado, que las religiones, el fútbol y la televisión de masas no bastan para mantener a la peña contenta con su mísera existencia, han tenido que crear un medio para que se mientan a sí mismos. Y es bueno que ocurra, que haya una marcada distinción entre la chusma y la élite.
Otro problema iresoluble es que todos se creen élite.
Smartphones, tabletas, ordenadores... Margaritas a los cerdos.
El mejor medio de comunicación, mi único canal, es una voluta de humo de tabaco que se deshilacha caprichosamente en un contraluz.
El tabaco... Mi eterno e infalible compañero.









Iconoclasta

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