Tengo una erección y se revela así la dura y
larga realidad: la polla dura es una horizontalidad trémula, incontenible y
feroz.
Pienso que la erección es horizontal como la
muerte y la mediocridad.
Puedo arreglarlo, puedo verticalizar lo
erróneo.
Presiono en el nacimiento del bálano y lo
obligo a bajar, fuerzo a que el filamento
del deseo se descuelgue perpendicular al suelo, como lo está mi pijo
ardiendo; para que se pegue la hebra de baba olorosa entre el vello de mis
piernas.
El hecho de obligar a que el glande apunte con
su ojo ciego y fiero al suelo, es masturbación. La verticalidad, el peso, la
gravedad, la presión son factores que acarician mi sensibilizado meato, que se
abre hambriento buscando ciego una caverna de carne elástica donde meterse.
En la horizontalidad todo es demasiado fácil y
previsible. En la verticalidad sudo y mis cojones cuelgan henchidos de semen
para ella. Para su boca.
Para su puta boca.
Para su sagrada boca.
Para su amada boca.
Hay un agolpamiento de sangre inmediato y mi
fantasía me lleva a pensar que me agarra la polla con sus finos dedos y me
acaricia como a un caballo. Soy una bestia con la polla dura y vertical, soy el
martillo de las mujeres, el falo impío. Soy la paja que se hacen al lado de sus
maridos y de sus amantes cuando éstos duermen.
Así me gusta que me coma el rabo: yo lo
mantengo recto y vertical. Ella recibe toda esa dureza y gravedad entre mis
piernas, con mis cojones acariciando su frente. Con el vello enredado entre su
cabello rizado y opulento. Leonino...
Que mire al cielo y su boca se llene de mí.
Los dioses son verticales, nos escupen desde
allá arriba y hacen patente nuestra planicie.
Es algo que tiene arreglo.
Llenar vertical y con presión su boca con mi
semen…
Mi polla es plomada. Una sacralidad como lo
son sus pezones duros y perpendiculares al eje de mis cojones pesados y a punto
de reventar.
Me excita la verticalidad, porque la raja de su
coño es recta como a plomo caen las lágrimas de la Virgen María y las de una
madre que sostiene el cadáver de su hijo, al que parió tras ser follada, con
toda probabilidad horizontalmente.
Su boca se llena de mí, su cuello estirado,
sus ojos observando mis cojones y mi próstata, su coño dejando una mancha brillante
en el suelo, su clítoris enorme sobresale pornográfico hasta forzar mi
masturbación. Todo eso revela la verticalidad.
Son detalles que convierten a la
horizontalidad en algo aburrido.
Mi mano tiembla ante lo inevitable, ante mi
corrida, ante la sagrada eyaculación que me hace abominable a ojos de puritanos
y fariseos, porque se folla a oscuras y horizontal. Es una lucha de semen
derramado contra los dioses y la horizontalidad.
No es cruenta, solo láctea. ¿Dios se puede
quedar embarazado si toma de mi leche divina?
No sé, son cosas que uno piensa, son
blasfemias que nacen de la vertiginosa y pornógrafa verticalidad.
Mi amor succiona y succiona. Temo que me
arranque el pijo…
La penetro verticalmente y ella alza sus
nalgas para que se haga mi voluntad. La jodo con fuerza para acariciar con mi
pijo su sagrado útero si pudiera. Empalarla de tanto que la deseo…
Que piense, que crea que algo extraño se ha
clavado profundamente en sus entrañas.
Que sienta que hace lo contrario a parir.
La verticalidad no tiene piedad, yo tampoco.
Y mi amor carece de escrúpulos.
La horizontalidad es muerte y un descanso para
el corazón.
¿Quién quiere eso?
Traga mi amor, toma la eucaristía vertical de
mi polla en tu sagrada raja.
Seguiremos en pie, rectos e imbatibles con el
fluido de tu coño y mi semen goteando y marcando la verticalidad que creían
ostentar los dioses idiotas y la naturaleza imbécil y estúpida.
Iconoclasta
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