Ahora floto en lo corrupto, en mi ansiado
aislamiento.
He llegado tras un descenso impetuoso de un
río desbocado. Y elegí no ir al mar, estoy ahíto de amor, cariño y compañía.
Durante el descenso atisbé una charca de agua
estancada con peces flotando de lado, muertos. Maloliente y opaca; pero sobre todo,
nadie quiere llegar aquí. Mi soledad perfecta… Habito allá donde todo el mundo
repudia.
Me masturbo con imágenes del pasado. Yo la follaba;
pero ella imaginaba que era la lengua de otro, la polla de él, sus uñas
lacerando su piel, no las mías.
En esta charca inmunda me confieso yo también
corrupto, no deberían existir seres como yo.
Se la metía usurpando el lugar de otro,
eyaculaba en su coño sabiendo que otro semen deseaba mi esposa.
Y empezó a ser perfecto porque lo que quedó de
mi amor se convirtió en una perversión. Y cuanto más amaba al otro, más dura me
ponía la polla.
Las aguas muertas me acogen en una soledad
utópica y cálidamente putrefacta. No era necesaria una cabaña en un inhóspito
paraje de montaña.
Solo ella amando a otro y yo jodiéndola por
detrás.
El amor, la pasión y los sueños que un día nos
unieron, solo eran un caudaloso río con más espuma que agua. Una canoa que
conforme descendía, ganó demasiado peso. El amor no es para tres.
Y la soledad es solo para uno. Me quedé con
ella, con la soledad y mi polla dura.
Olí la descomposición y salté a las aguas
muertas.
Ellos ahora están en su océano de amor y yo me
baño entre algas podridas y cuerpos hinchados de animales que se mecen en la
superficie de la inmundicia a mi alrededor. Más abajo, en lo invisible hay
otras cosas que giran y se meten por entre mis piernas llevados por algún movimiento
acuoso que no sé de donde viene. Un sapo con su espalda obscenamente cubierta
de huevos, me observa parpadeando tranquilamente, no pondrá sus huevos en mi
reino venenoso.
Aguas ponzoñosas como mi pensamiento y mi vida.
Ni siquiera las alimañas quieren estar aquí.
Mi mano
se agita serenamente dentro del agua, acariciando el pene. Mi glande
descapullado roza cosas ignominiosas que no quiero saber que son.
Ella acuna a su amante en la noche, lo desea y
despierta a cada instante con una luz de esperanza brillando frente a sus ojos.
Y yo no siento pena ni amor, solo deseo metérsela por el culo y mentirle que la
amo, con mi polla dentro de ella, con su verdadero deseo frustrado y empujado por
mi carne dura.
Hace tiempo que no es mía, hace tiempo que
descendiendo por las salvajes aguas del amor y la vida, subió otro a nuestra
canoa.
Me la follaba disfrutando, sabiendo que pertenecía
a otro. Era pútridamente poderoso.
Me aburrí o sentí asco con el tiempo. No sé,
no importa, solo son elucubraciones de las aguas muertas. Mi pensamiento, mis
dudas, mis carencias... Son mi compañía fiel.
Y llegó mi momento, como una llamada en la oscuridad
sentí la necesidad de ser solo una unidad, de no ver más de todo lo que ya
sabía y conocía.
Decidí que la descomposición era mi sitio, mi
lugar. Nadie querría venir aquí y enturbiar mi perfecta soledad.
Ya nada me sujetaba a nadie y me zambullí. Las
aguas muertas no dejan ver mi cuerpo de tan sucias y oscuras, solo siento mi
pene y mis miembros balancearse entre
carnes muertas y mierda.
Mi semen sale despacio y sin fuerza, tan
muerto como estas aguas; pero el placer es mil veces más intenso. Mana lentamente
por el meato, como una crema que forma filamentos en esta agua venenosa y
estancada. Y mi jadeo profundo que nace de lo más solitario, da cuenta de un
placer que crece lentamente y se prolonga en el espacio y el tiempo. Una paja
en la aguas muertas, es enésimamente más placentera que lo que he conocido. No
existe mamada, ni vagina que prolongue el orgasmo con tal fuerza.
Todo ha sido pérdida de tiempo, tantos años…
La punta de mis dedos rozan pieles, huesos,
cosas duras y cosas blandas. El asco está vencido y no tengo miedo. A veces
vienen ratas heridas a morir aquí.
Tal vez sea una rata herida, pero me siento
joven, me siento bien. Pareciera que la suciedad verdosa que esplende el agua
en la que vivo, tiñe la atmósfera también de oscuro y me siento a salvo de la
luz.
No echo de menos mi polla en su boca, ni el tacto
de su piel. Echo de menos invadirla cuando su alma estaba con él. Tomar
posesión de su cuerpo y hacerla mártir del amor que sentía por otro.
Estoy podrido como las aguas muertas; solo yo
he podido convertir la infidelidad en mi paranoica perversión.
Convierto lo malo en peor. Soy el superlativo
de la miseria humana.
En algo tenía que destacar, era imposible ser
tan mediocre.
Es una charca pequeña, no puedo nadar; pero me
basta con mi pensamiento, con mis recuerdos.
Ellos nadan en aguas limpias, porque los
deshice en ácido en la tina tras matarlos con un bate de béisbol en la
habitación donde follaban. Sus cabezas reventaron para luego ir deshaciéndose
con cada golpe. Perdieron facciones, belleza e identidad. El bate era un amasijo
de cueros cabelludos.
La muerte no es un buen cosmético.
En mis orejas se acumulan las moscas y los escarabajos
juegan con mi pelo. Los mosquitos me pican los párpados. Y si el agua no fuera
tan pútrida, las sanguijuelas se alimentarían de mis ingles. Aún así, no me
atrevo a llevar la mano entre mis nalgas, me conformo con pensar que es una
alucinación y no hay algo vivo buscando mi ano abriendo paso con pequeños
mordiscos en los glúteos .
No los odiaba, simplemente me molestaban para
desaparecer, para llegar aquí. Existen trámites por los que no quería pasar, tenía
prisa por marchar hacia el aislamiento. Me aseguré que no me buscaran para
cosas banales.
Todo es silencio, todo es oscuridad en esta
charca del pantano.
Por alguna razón que desconozco, sigo vivo
tras una semana aquí, solo como los insectos que se meten en mi boca y bebo esta
agua repugnante cuando me duermo y sin querer mi boca se llena de ella. A veces
he sentido el acre sabor de mi propio semen en la boca.
No puede quedar mucho de vida.
Lo bueno si breve dos veces bueno…
Y una mierda.
Vivo en aguas muertas, y no me hace gracia
morir. Ahora no…
Iconoclasta
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