Una reina que amo, que me ama. Y tal vez se sienta sola mientras yo escribo.
¿Pero cómo escribir de quien amas si está frente a mí, a mi alrededor?
Cuando tu amor está presente la besas, la abrazas, le dices que la amas; pero no escribes. Sería tonto perder así el tiempo con ella.
Mantienes tus sentidos a la espera para acercarte a ella, controlas que nadie pueda interrumpir un momento íntimo con ella.
Son demasiadas tareas juntas para añadir encima la literatura.
Son necesarias las barricadas para besarse parapetados tras los sacos terreros de un mundo hostil e injerente.
Es necesario que yo no duerma para hacer constar en acta que la amo.
Mañana iré al notario.
Ella no necesita esos formalismos. Yo sí porque no soy muy locuaz. Mi voz es fea, mi dicción sosa.
Cuando lee en voz alta, las palabras se hacen pura dulzura, hay inflexiones de sensualidad. Ella con su propia voz se siente más amada con mis letras. Soy un hombre poco cultivado en las artes oratorias.
Es importante que ella duerma a veces cuando escribo.
Aunque crea que está un poco sola.
Sé muy bien que no es agradable sentirse solo; pero es una breve percepción por la que debe pasar. Ni ella ni yo tenemos la culpa de mi torpeza. Me parieron así de lerdo con la oratoria.
No tengo un tono de voz adecuado para recitar mis ideas de amor y ternura porque mi pequeño cerebro no conecta bien con las cuerdas vocales.
Y encima he pasado las tres cuartas partes de mi vida sin decir cosas de amor; sólo las escribía.
Las soñaba como algo fantasioso e imposible.
Es razonable y excusable que algún rato en alguna noche, pueda sentirse sola cuando me levanto de la cama para escribir lo que no acostumbro a pronunciar.
Y así hago constar en acta que la amo, que su piel es mi consuelo, mi cobijo y mi alegría.
(Por no hablar de lo muy dura que me la pone).
Gastaré cierta cantidad de dinero en un notario; será una buena inversión.
Y así cuando yo muera y se sienta agónicamente sola, podrá confirmar leyendo este acta certificada por notario, que aún muerto la sigo amando. Que duermo muy pegado a ella.
Y no como zombi, si no como un espíritu de amor. Algo dorado y esponjoso recién salido de la centrifugadora para que no le cause una fea impresión.
(Esto último debe certificarlo el notario como punto importante, porque mi reina es un poco cobardica por las noches).
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