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4 de marzo de 2010

Soy dios



A veces estalla en mi mente todo el deseo acumulado y no puedo ser educado, se me escapa la vanidad y el orgullo que intento mantener oculto bajo una gruesa capa de humildad.
La humildad es necesaria para poder vivir relajadamente. Ser dios es algo agotador si lo haces a todas horas.
Por eso la abrazo desde atrás, para que no pueda ver el poder divino de mis ojos. Es por ello que me sitúo a su espalda, no quiero que vea al dios. Sólo quiero que se sienta adorada como una diosa.
Porque sólo yo lo puedo hacer. Nací para hacerla sentir la mujer más bella y deseada del planeta. Quiero que sienta y sepa que es obra suya la dureza que late pegada a sus nalgas.
Que no sepa del control que ejerzo en mi bálano potente y duro. No quiero que mi mirada vanidosa me delate como a un dios.
O tal vez, sí... Tal vez quiero que se pegue más a mi piel para sentir la divinidad que la envuelve, que la unta, que la moja, que la empuja, que la viola una y otra y otra y otra vez...
Inmisericorde. Desquiciado.
Porque soy dios, sólo así se puede entender que mis dedos jugueteen hasta el límite del dolor con sus pezones duros. Henchidos de placer y micro-orgasmos que se transmiten desde sus nalgas presionadas por un pene salvaje e impío, e irradian hacia ese corazón y cerebro que amo por encima de todas las cosas.
Incluso por encima de mí mismo.
Sólo así se entiende que soy dios, con su divino cuerpo rendido entre mis brazos.
Mirad sus ojos entrecerrarse cuando mis dedos se enfilan en el elástico de su braguita, cuando deslizo la tela y dejo su pubis al aire. Mirad como sus ojos se cierran y su cuello se estira necesitado de que mis labios succionen la sangre que va directa a su placer.
Me rinde sus arterias, su sangre, su alma, su coño...
Soy el puto dios y debéis arrodillaros ante mí follándola.
Soy un dios y ella es la prueba. No voy a ser humilde.
Soy la más degenerada y vanidosa de las deidades.
No puedo mantener mi anonimato. La jodo ante vosotros y la hago mía y exclusiva, un mensaje a la humanidad. Una nada sutil amenaza y aviso.
Ella es mi soberbia. Y me ama por encima de cualquiera de vosotros, humanos.
Y yo la amo por encima de mis otros colegas dioses.
Con mi poderoso rabo oprimido entre sus muslos... ¿No os excita? ¿Me creéis ahora ante su ademán de profundo placer que soy dios hecho carne dura? No me reconozcáis dios si no queréis. Pero dejad de morderos los labios esperando que ella acaricie el bálano que asoma entre sus muslos y acaricie su sexo anegado con el amoratado ariete que cabecea salvaje y violador.
La voy a joder hasta que me grite y me insulte.
No tendré piedad ni cuidado alguno con su cuerpo.
Su cuerpo que es mío. Sólo mío. Yo lo he ganado, yo lo he comprado.
Yo soy el amor pulsante y duro y erecto.
El dios embiste desbocado. Nada detendrá la cópula salvaje.
Sus gemidos resonarán en el planeta y los otros, vosotros desesperaréis ante lo que no conoceréis jamás.
No es convicción, no la necesito. Es pura ostentación.
¿Os pensáis acaso que separa sus piernas para que mis dedos se hundan en su sexo por simple gimnasia sexual? Abre sus piernas porque quiere tragarse al dios mismo. Separa sus piernas y se estremece entre mis brazos porque mis dedos son divinos en su piel y sólo yo soy capaz de sacar su alma por el coño y meterle la mía.
Suda ella y sudo yo. Somos la fuente del placer sumo y resbalan los pies en el suelo pringado de fluidos.
Quiere que me hunda en su coño y hacerlo así aún más divino.
Quiere el bautismo en su útero ardiendo.
Ardiente como una forja.
Somos un reflejo obsceno infinitamente repetido ante el espejo. Profundo. Inconmensurable.
¿Veis como alza los brazos y rodea mi cuello dejando sus pechos indefensos a mí? Soy su dios y ella se abandona a un Zeus voraz.
No lo haría con nadie nacido ni por nacer. Sólo conmigo.
Tengo que ser vanidoso no hay otra opción.
Y amenazo feroz la delicada piel de su cuello con mis dientes.
Humildad... No voy a ser humilde con la cosa más hermosa del mundo entre mis brazos. Es mía, es mi esclava soy su amo y no tendré piedad con ella.
Y ella me pide que no la tenga.
Y cuando dice eso, temo desfallecer, temo rendirme ante ella y perder mi vanidad y orgullo y besarla con un llanto extremo de amor doliente.
Los dioses no cedemos.
Abro su vulva con mis dedos para que se sienta aún más indefensa.
¿Os gusta su coño? Es mío. Soy su amo y su dios y me ama por encima de todas las cosas. Y por encima de todas las cosas, desea que su vulva se derrame abierta ante mi voluntad, que moje los dedos que castigarán sus pechos por enésima vez.
¿Deseáis tocar y lamer, humanos?
Os mataría si os acercarais, fulminaría vuestra vida, la de vuestros hijos y la de vuestros antepasados si una sola lengua intentara acercarse a este coño que es mío.
Mirad como se deja abrir. Si supierais del sutil temblor de sus muslos...
Presiona a la vez sus nalgas para sentir mis cojones pesados y ardientes. Es salvaje en su obscenidad. Sería una diosa si no fuera mi esclava.
El filamento de fluido que se descuelga de mi glande es otra ostentación más de vanidad y cuando la gota se desprende y queda prendida entre el sutil vello dorado de sus muslos, su piel arde en sacrilegio.
Óleo bendito, la extremaunción del placer en el infierno.
Yo soy dios y la arrastraré desde el infierno al purgatorio, desde el séptimo coro celestial al paraíso perdido.
Y ella se dejará hacer.
Y yo me jactaré con mi pene aún entre sus piernas de lo muy dios y sagrado que soy.
Mirad como sus uñas se clavan en mi piel divina aferrándose ante el temor instintivo del vuelo del placer. Mirad la sangre que corre por mi cuello. Es vanidad pura.
Es jactancia sangrante.
La misma que dilata hasta el infinito mi polla entre sus piernas.
Girad la cara si os sentís ofendidos.
Pero no intentéis hacerlo vosotros. Mi bella es única, especial.
Destruye todo asomo de piedad, humildad y pudor.



Iconoclasta

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