Ojalá no lo fuera. Ojalá fuera un padre sencillo sin complicaciones. Un padre natural.
Pero soy tu padre bastardo. Es algo que ha ocurrido sin darme apenas cuenta.
Mamá es tremenda, crea cosas que jamás han existido. Cosas que nadie siquiera ha osado nombrar.
Ámala como yo, ámala infinito, mi pequeña.
Soy papá bastardo. Nadie ha renegado de mí, nadie me ha rechazado; pero llegué tarde, mi pequeño cielo. Fue sólo una cuestión de tiempo.
Una cuestión de lugar.
No tuve suerte, pequeña mía.
Lo importante, mi pequeña, es que te desarrollarás y nacerás entre unas fuertes corrientes de amor que te harán especial. Aunque por ser hija de mi bella (tu mami) ya naces especial.
Mamá es un poco bruta amando, es arrolladora. No te preocupes pequeña, aunque parezca violento el amor, es hermoso. Ya lo entenderás.
No sé si será bueno que ya de tan renacuaja sepas del amor y del deseo; pero no podemos ni queremos evitarlo. Hay bebés que nacen entre muerte y miseria.
No puede hacer daño que estés rodeada de amor.
Vivimos, bebemos y comemos nuestro amor. Mamá no puede evitar que yo ame cada fibra de su ser. Ni que yo considere que soy tu bastardo padre.
Perdona mi pequeñita, que grite tanto el amor por mamá. No puedo amarla en silencio, duerme pequeña, tranquila porque dos corazones laten por ti. Sólo son gritos de amor.
No es malo, cielo. Ser tu padre bastardo es una gracia que me ha otorgado mamá. Un privilegio, el acto más bello.
Tan bello como lo que un día escribió mami: “Si pudiera encontrarte para que lamieras sus primeros pasos, solo entonces valdría la pena abandonar la sabana eternamente.”
¿Sabes, mi pequeña? Esa frase se me clavó como un sable en el corazón, no he leído jamás nada de tal belleza y ternura: “lamieras sus primeros pasos”.
La repito, la imagino, la siento. Esas palabras son amor y ternura en su estado más puro y primario, mi pequeña. Obligan a amar con una fuerza desmedida. Y me sentí catapultado hacia el espacio y ser un cometa volando a vosotras.
Mi pequeña, lameré cuidaré y besaré cada uno de tus pasitos.
Un día muy cercano, mamá te abrazará y tendrá en su piel un aroma especial, la impregnaré de mí. Entonces abrázala, aprieta sus cachetes que son como los tuyos y cuando te dé besitos, aspira su aroma. Que será el mío también. La habré amado tanto que habrá rastros de mi piel en la suya.
Ese seré yo, mi pequeña.
Un padre bastardo del amor.
Un día me reconocerás y me darás la manita para llevarme hasta mami ¿va? Sería bellísimo.
Y aún que no has nacido hazme un favor: presta atención a los sueños de mamá y me verás. Me sentirás. ¿Podrías parecerte un poquito a mí? Aunque sea algo casual.
Una uña, un gesto, una mirada. Me gustaría tanto.
Sería un regalo para mamá también.
Que un día jugueteando con un lápiz, dibujes una letra que se parezca un poquito a la mía.
Es que cielo, ser un padre bastardo es precioso; pero a veces camino con los pies descalzos por una alfombra que impregna melancolía y tristeza.
A veces uno se siente inconsolablemente solo por mucho que te quieran.
¿Me harías ese favor? Si no puedes no pasará nada, te amaré igual, mi pequeña.
Aunque sólo sea un pelito. Es una sorpresa, un regalo para mamá.
¡Shhh...! Y sé discreta, que se te escapa la risa como a mamá cuando piensa en... Bueno, ya te contaré cuando seas mayor.
Tienes la inteligente y traviesa mirada de mamá.
Eres una princesa.
Os quiero.
En ningún momento te olvides de querer mucho, mucho a mamá.
Qué secreto más bonito, mi ángel. Un papá bastardo no lo tiene todo el mundo.
No te preocupes, aunque el tiempo y el espacio me hayan convertido en un padre remoto y oculto, sonrío feliz, pequeñita mía.
Estos arranques de tristeza no son desdicha ¿eh?
Papá bastardo es más feliz de lo que nunca fue ni creyó llegar a ser.
Y cuando llegue el día en el que papá bastardo se deshaga en el tiempo, se diluya y se agote como a todos nos pasa, esta carta aún seguirá en un rincón de tu cabeza y de una forma u otra, te daré un besito de buenas noches todos los días.
Y ahora te dejo tranquila, que tienes que desarrollarte y hacerte fuerte para crecer.
Y se suave cuando nazcas, mi pequeña; que mamá es flexible pero no de goma.
Duerme feliz pequeña, que mi mano es cálida en el vientre de mamá.
Os quiero.
Iconoclasta
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