Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
18 de marzo de 2010
Leyes y necesidades
No creo que haya un serio problema en mi cerebro. Todo lo contrario: soy puro instinto sin grandes complicaciones.
La única ley que puedo entender es la que dicta mi lógica y mi instinto. La que dicta mi necesidad.
Las leyes creadas por otros hombres inferiores a mí en inteligencia, fuerza y valor son completamente intrascendentes y si transijo con algunas de ellas es solo para poder vivir cómoda y relajadamente.
Esta amabilidad por mi parte, esta tolerancia hacia la imbecilidad, desaparece en el momento en que se convierten las leyes y normas en un obstáculo para la consecución de mi objetivo o la solución a un problema. Normalmente, YO y las leyes nos toleramos bastante bien. No hago caso de ellas y ellas no hacen caso de mí.
Por obstáculo considero el lento proceder de las administraciones de los gobiernos. Y me parece lento cuando la espera se prolonga más allá de quince minutos.
Quince minutos es el tiempo que aguanta mi corazón a un ritmo tranquilo cuando necesito algo. Pasados los quince minutos, mi corazón se acelera y ya me siento liberado del cumplimiento o respeto de cualquier ley o norma.
Mi tiempo es tan valioso como el de cualquier ministro o cualquier lerdo funcionario.
Ni necesito ni quiero que nada ni nadie guíe mis pasos.
No soy como otros que se comportan como mi perro, que cuando lo suelto de la correa, durante un tiempo no sabe que hacer con su libertad.
Así pues, es perfectamente justo y justificable que emplee la violencia para imponerme a otro cuando las leyes no me dan soluciones.
No voy a esperar a ser anciano para que alguien me devuelva lo que me ha robado, por poner un ejemplo. Si alguien me roba, le arranco los pulmones.
Porque de esto se trata convivir en sociedad: imponerse a otros haciendo uso de las leyes y normas. Subiendo así en el escalafón de dinero, posición social y poder.
Los hay que hacen uso de leyes y normas y estoy yo que hago lo que me conviene.
Si la ley actúa rápido, soy su más seguro servidor (y una mierda). Si es más lenta, entonces sueño con vientres abiertos y vísceras resbalando por enormes tajos que vacían de sangre los cuerpos en muy pocos segundos.
También me gusta ser lírico además de pragmático.
No es algo socialmente aceptable, pero me importa el rabo de la vaca loca ser aceptable o no.
Sinceramente, mi simpleza es ejemplar y si todos fuerais como yo, la raza humana evolucionaría más rápidamente y mejor.
A ver, que las mujeres deseosas de ser madres de sanos , vigorosos y hermosos bebés levanten el dedo y se quiten las bragas. Tengo para todas.
Hay que saber que cobardía, conformismo, integración y colectividad, no son cosas de las que sentirse orgulloso y que van en contra del instinto predador con el que nacemos.
El otro día sin ir más lejos, una retrasada mental gorda como un tonel, apestosa y con la ropa pringada de restos tóxicos procedentes de su continuo hociquear entre la basura, me exigió un cigarrillo y unas monedas.
Yo no le hice ni puto caso. Además, me daba asco.
Pues la subnormal se puso tras de mí y siguiéndome por el paseo gitaba: “¡Este payo no me ayuda! ¡Este payo quiere que me muera de hambre! ¡Este payo quiere que sude por un cigarrito!”.
Con mucha educación y evitando acercarme a aquella bola de sucia manteca (¿he apuntado que carezco de empatía alguna?), le dije:
—¿Quieres hacer el favor de dejarme en paz?
—Si no me das un cigarrillo y unas monedas no me voy.
“Me cago en diosssssss”, pensé yo intentando no llamarla “sucia hija de perra” (sic).
No habían pasado ni cinco minutos; pero mi corazón se aceleró (los quince minutos de paciencia se pueden acortar en función de la irritación).
Así que en lugar de acudir o pedir ayuda. Cogí un tubo de hierro de un contenedor de escombros y le di un buen golpe con él en el muslo izquierdo.
Soy un macho fuerte que practico habitualmente el levantamiento de pesas y soporto estoicamente la imbecilidad diaria, con lo cual puedo afirmar con una rotunda claridad de mis preciosos ojos verdes, que soy fuerte como un toro.
Ser fuerte de espíritu está bien cuando vives en un asilo o en un manicomio. Cuando eres libre, tienes que tener una buena masa muscular para imponerte. Sobre todo, si no te hacen ni pizca de gracia las leyes y tienes que apañártelas tú solo.
O sea, que cuando golpeé lo hice a conciencia, intentando ser devastador.
Darwin se masturbaría con lágrimas en los ojos sabiendo de mi precisa adaptación al medio. Soy el eslabón perdido que todas las mujeres desean.
Y acerté. Pegó un berrido ensordecedor y cayó al suelo destocinándose, rodando sobre sus michelines, derramándose a si misma por todas partes. Como una masa informe. Estoy seguro de que sus padres no se sentirían orgullosos de ella.
Parecía una masa de gelatina aullando.
Había bastante gente por la calle; pero el rebaño sí que es empático y decidió ser cauto y no meterse donde no le llaman, porque era fácil imaginar (y a mí más) que me quedaba hierro y fuerza para rato.
Nadie ayudó a la cerda. Y nadie me molestó.
Si hubiera avisado a un policía para que me sacara de encima a la zampabollos, aún estaría hablando del tema.
Y tengo cosas que hacer. Tenía que comprarme una nueva edición de El Quijote encuadernada lujosamente, e ilustrada por un dibujante que dicen que es lo que rima con joya de bueno. Quería vaciar el libro de hojas y usar las tapas como decoración en una nueva estantería que no compré en Ikea. Seré pobre; pero tengo mi orgullo.
Me gustaba la Odisea; pero era pelo más estrecho el lomo y no me convenció.
Alguien podría decir que soy un tanto misántropo. Pues se equivoca, yo no voy a misa jamás y menos en trompo.
Soy gracioso cosa mala.
La gorda se levantó la falda para mirarse el golpe. Era asqueroso, estaba aún más sucia por dentro que por fuera y de sus ennegrecidos muslos emanaba un asqueroso hedor a orina y menstruación seca. Podría ahorrarme los detalles; pero me apetece incomodar. Y si yo me jodo, que se jodan los demás.
Es lo que hace la ley, los jueces, los abogados y los que los sobornan; que nadie me juzgue a la ligera.
Se le formó en la cara exterior del muslo una aparatosa ampolla hemorrágica que se estaba hinchando de sangre. Por lo visto se había roto un capilar. Y el edema empezaba a ser espectacular. A veces las cosas salen bien sin pensar demasiado.
Lloraba sin poder tocarse por el dolor del épico hematoma; pero no me dijo ni una palabra cuando la miré a los ojos con el tubo de hierro en la mano aún.
Estos bichos aprenden rápido.
Comportamiento condicionado: Si lo haces bien galleta y si no, latigazo.
Soy instruido, además de cultivar el sexo, el cuerpo y la marihuana, también cultivo la mente.
Di media vuelta como un valiente torero ante el astado y me encendí un cigarrillo con el ritmo cardíaco ya más tranquilo.
Leyes... Yo no soy un buen ciudadano, no quiero ser siquiera ciudadano. No tengo esa ambición.
Conque me dejen tranquilo tengo suficiente.
Y en efecto, cuando al cabo de dos horas y con mi precioso libro bajo el brazo, pasé por aquel lugar, de la gorda sólo quedaba una mancha de sudor en el suelo.
Y mirad, ¿veis como tengo razón? Ahí tenéis a la retrasada mental frente al estanco esperando que salga algún cliente para pedirle tabaco y dinero.
La miro, ella me mira. Le sonrío afable mostrando todos mis dientes amarillentos del tabaco pero de formas preciosas. Y ella se acaricia un poco el muslo.
Eso sí, hay rencor en su mirada; el bicho está resentido. A veces debería llevar cáscaras de fruta para darles algo de premio.
Pues bien, no me dice nada, no me pide un cigarrillo ni tabaco, ni hace ademán de acercarse. Estoy a punto de pensar que no es tan deficiente mental como parece.
Lo que yo os diga, la única justicia que hay es la que uno mismo aplica.
La única norma es la que te dicta el instinto para hacer lo correcto en el momento adecuado. Y la prueba está en que el instinto le ha dicho a la gorda que no era buena idea molestarme y lo ha puesto en práctica.
Hay cosas tan obvias como un truño* en la nieve.
*(Nota del autor. Truño: una mierda como un puño)
Y coñorín coñorado, este cuento se ha acabado.
Moraleja: dale caña y tira. Si tienes que esperar que la ley te ayude, lo tienes crudo.
Tic, tac, tic, tac...
Alea iacta est y veni, vidi, vici.
(Sé latín).
Llevad siempre una buena barra de hierro encima, no siempre encontraréis material didáctico a mano.
¡Eseso-eseso-esesostodo amigos! (Porky Pig, nuestro rey favorito, sin igual)
Precioso...
Iconoclasta
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