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26 de julio de 2008

Extirpación quirúrgica del amor

Intento desconectar el cerebro de toda esa carga emocional que es el amor.
Quiero evitar toda pasión. Lo hago para poder vivir.
Necesito ser insensible, la vida con este amor es agotadora.
A lo mejor he escarbado algo más que la zona del amor porque siento una tristeza desesperante.
Y un poco de odio también. Aunque puede que sea normal, si no hay capacidad para el amor, sólo queda el odio. A pesar de esto, la bondad no debería verse alterada; da igual, tampoco quiero ser un ángel.
Los trozos de cerebro obturan el desagüe del lavabo y la sangre mana a través de la trepanación que me he hecho en la sien derecha.
Soy médico, tengo conocimientos de anatomía y el cerebro lo he estudiado durante mucho tiempo. Se podría decir que estoy lobotomizando el amor en mis sesos. Siempre es complicado taladrarse el cráneo uno mismo, el cerebro será indoloro pero el tejido que recubre el cráneo y la calavera, duelen mucho.
Aparte de esto, cuando insertas la fina varilla de acero inoxidable por el orificio practicado, ocurren cosas que no controlas. A veces te meas, otras te cagas y otras simplemente se te cae la baba como a un imbécil.
Se producen también extrañas alteraciones en la consciencia y es difícil si no se tiene algo de autocontrol, reconocer que estás flipando pepinillos.
Ha sido difícil encontrar la dosis adecuada para anestesiarme la zona posterior del cráneo sin quedarme dormido y sin sufrir una gran merma en mis reflejos. El resultado ha sido que ha dolido mucho. No he gritado porque me he tragado unos cuantos comprimidos de ansiolíticos para aplacar las emociones. Me estoy escarbando el cerebro sin ningún tipo de emoción ni alegría.
No es exacto, hay una parte de mí, que vive con tranquilidad la intervención, otra parte de mí, permanece prisionera en la zona oscura y por momentos, engañada por las alucinaciones y reacciones de la parte del cerebro que gobierna el inconsciente. Es como estar en una especie de infierno, surrealista. Me ha parecido ver a Dalí cortándose sus propios ojos con la hoja de afeitar.
Si no fuera por los ansiolíticos, me encontraría llorón y tembloroso.
La pitufina es sorprendentemente erótica. Danza ante mis ojos mostrándome las aureolas azuladas de sus pechos y canta con su dulce voz provocándome una erección de lo más humillante dadas las circunstancias. Tiene los pezones duros como nueces.
Mi madre muerta me sonríe desde el ataúd y picando con sus manos podridas en la tapilla de vidrio, llama mi atención.

—Levanta la tapa, me duele la espalda de estar acostada tanto tiempo.

Está muerta y no lo sabe. Se me escapa una risita tonta, sin dientes está horrible.
Los ojos siguen con fijeza la mano derecha que mueve y gira con mucho cuidado la varilla en mi cerebro, en el lóbulo frontal. No veo un reflejo de mí en el espejo. Es un hombre extraño.
Mi cara se encuentra grave y seria. Me recuerdo a un vampiro de película, un rostro sin emoción.
El inconsciente sigue haciendo de las suyas y ahora sufro imágenes extrañas, vivo una pesadilla en la que en lugar de expulsar cálculos renales, orino pequeños bebés muertos. El dolor en el glande es insoportable, afortunadamente la medicación no me deja gritar. Mi principal misión es salir vivo y con el menor daño posible en el cerebro.
El meato parece rasgarse hasta partir en dos el glande y la mano izquierda se aferra al pene para intentar contener el dolor. Como si el dolor de verdad brotara del glande reventado. Un bebé se ha quedado atravesado y no acabo de expulsarlo. La mano no puede saber que es una ilusión, y el cerebro bastante trabajo tiene con auto-mutilarse como para preocuparse de la polla y sus alucinaciones.
Saco con cuidado el rasca-cerebros y sacudiéndolo en la pica, dejo caer otro trocito de blanco cerebro.
Parece que va bien, aún tengo el control.

—Soy Jesucristo y bienaventurados sean los padres que sodomizan a sus hijas e hijos.

Yo no quería decir esto; pero tenía que pronunciar alguna frase para asegurarme de que no he estropeado la capacidad del lenguaje.
Todos los cerebros no son iguales, ni en medidas ni en morfología, así que toda la bibliografía médica respecto al cerebro, se ha de tomar como una ayuda aproximativa y no como una ley o norma de obligado cumplimiento. Todas esas ilustraciones, fotografías, planos y esquemas del cerebro, son meramente orientativas. Y las pequeñas diferencias podrían decidir sobre la felicidad o la imbecilidad. Aunque no tengo muy claro si son sinónimos. Esto de operarse el cerebro crea momentos de confusión.
La mano izquierda está golpeando el mármol del lavabo y esta vez, el dolor es verdaderamente físico. En este estado de narcosis, prefiero el dolor psíquico y el terror. Son más manejables, ya que es fácil que tarde o temprano sepa que es una pesadilla. Un hueso fisurado, no es una pesadilla y duele de cojones.
Un giro más en el rascador y consigo que la mano se tranquilice, obedece a mi voluntad.
Yo no sé si queda más amor por extraer, ante la duda continúo. Creo que habrá un momento en el que sentiré cierto alivio en mi alma, cuando no sienta nada por ella. Tiene que ser así, semejante carga no se suelta como si nada.

—¡Papá! ¿Cuándo mueras, podré quedarme con tu novia? Es más guapa que mamá.

Estos críos…

—¿Me dejarás que la folle frente a tu cerebro sin amor? Si quieres, puedes hacerte una paja, a mí me da igual.

Su madre está también aquí.

—Escarba toda esa mierda que tienes ahí dentro y saca a la puta de ahí. Sácala y pártela en trozos.

No está mal mi esposa, el vaquero se hunde profundamente en su vagina y la mano izquierda sueña con meterse dentro y liberar su coño de esa invasión que la excita.
¿Le excita ver cómo me destrozo el cerebro? Puede que mi mujer no sea tan horriblemente aburrida como creía. Mi hijo le acaricia el sexo distraídamente. Es todo un hombrecito con sus trece añazos.
Clic, clic…
Es como haber cagado, se ha ido toda la tensión. Si pienso en ella, siento una total indiferencia. No se me acelera el pulso y lo que queda de mi cerebro se encuentra relajado.
Extraigo la varilla rasca-cerebros y por fin puedo respirar aliviado.
Y ahora caigo de rodillas al suelo, vomito todo lo que he estado reteniendo para una buena asepsia de la zona de operación y tapono con una gasa el orificio del cráneo. A continuación, extraigo de la solución salina el tejido de carne y piel que he cortado para tapar el agujero y con esparadrapo lo sujeto en su lugar. Estoy de vacaciones y no he de volver al hospital hasta dentro de tres semanas. Apenas se notará la cicatriz.
El cadáver de mi esposa, se ha enfriado y el corte de su yugular tiene un aspecto tumefacto, parece que ríe bajo su boca abierta y asombrada. Los ojos están en blanco.
El cuerpo de mi hijo se encuentra muy cerca de su madre y su brazo intenta tocarla. El crío está tirado en el recibidor, de costado ya que el puñal que tiene clavado en el corazón no le ha permitido arrastrarse con el pecho pegado al suelo. La madre está en el pasillo. Los separa tan solo el marco de la puerta.
La operación ha sido un éxito, no siento ningún tipo de necesidad de amar. Incluso siento repelencia por la palabra “amar”.
Aparto el cuerpo de mi esposa con el pie para no tropezarme. En el comedor el climatizador zumba suavemente y el aire fresco me conforta.
Me duele la cabeza.
He debido tener un lapsus, porque no sé cuando he encendido el cigarrillo. No soy feliz, sólo me encuentro en paz.
¿Por qué están muertos mi mujer e hijo? Creo que he sido yo. Una vez tuve una amante a la que amé tanto que sentí la necesidad de romper con todo lo que me obstaculizaba para estar con ella.
Estoy en paz y no necesito nada. Ni siquiera vivir. Seguro que junto con el amor, he extirpado el deseo de vivir.
Si pudiera recuperar el trozo de cerebro y colocarlo de nuevo…
A la mierda.
Frente a mí un hombre se arranca un trozo de piel de la sien, hay un agujero negro.
El hombre con un semblante indiferente y sin brillo en los ojos, aferra una varilla de acero. Hay un lavabo sucio de sangre y carne blanca. Una pitufina se masturba con sus mini-piernas separadas sentada en el grifo del lavabo.
Los bebés muertos han atascado el desagüe del inodoro y el agua rebosa pequeños cuerpos blanquecinos.
La aguja entra rápida como una bala en el cerebro y la hace girar sin cuidado hasta que queda inmóvil, quieto como un muñeco sin amor, con la mano colgada de la aguja que ha devastado el cerebro. Respira rítmicamente y con normalidad.
Las escleróticas de sus ojos se han llenado de sangre y se ha meado.
Clic, clic…


Iconoclasta

21 de julio de 2008

El ángel roto

Se ha caído y se ha roto, el golpe de la puerta al cerrarse por una ráfaga de aire, ha hecho saltar de su soporte la figurita.
El ángel de terracota se ha hecho pedazos contra el suelo. La sonrisa modelada sigue siendo la misma. Y sus ojos, en otro trozo de cabeza, tristes y esperanzados niegan la sinceridad de esa sonrisa. Está segura de que dios los obliga a sonreír a su pesar. A los ángeles les pasa como a ella: no quieren ser lo que son. Hay cosas mejores.
Entiende a los ángeles.
Y ríe amargamente porque si los ángeles no existen, ella teme que tampoco existe para el mundo. Tiene miedo de parecerse a un ángel, tanto en su no querer ser como en la sonrisa falsa y forzada que cada día le duele más dibujar en su rostro.
A veces ríe con malditas las ganas.
No sabe lo quiere ser, pero esto no; no más tiempo.
¿Cómo va a desear ser lo que es, si una simple figurita barata, pone en marcha toda la tristeza necesaria para que los ojos se aneguen de lágrimas?
Una profunda tristeza.
Los ángeles caen porque vuelan, ella se rompe como la paja por ninguna razón.
La mujer siente ganas de llorar, de arropar el torso del angelito y acariciar sus alas rotas.
Parece que el pequeño, se agita entre sus manos, que expira el aire con cansancio, un pequeño gemido, y parece acomodarse entre sus manos. Tal vez se ha cansado de ser ángel y estar colgado de un soporte. De ser un adorno de algún dios cruel.
Se pregunta si ha sufrido, si está agonizando con dolor. Tal vez no sienta nada. Y teme que lo que único que siente el angelito, es alivio y descanso.
Está cansada como roto el ángel.
El ángel ya ha dejado de ser lo que no quiere ser. Ahora sí que es bendito.
No quieren dejar de ser ángeles, seguramente por puro aburrimiento. La eternidad no es un buen negocio. Las alas les deben picar en la espalda y se les llenan las plumas de piojos.
No son tan perfectos como dicen los gentiles y bondadosos.
Ella a veces se rasca el cuero cabelludo, porque la soledad le irrita el cabello. Quisiera extirparse con las uñas toda esa soledad. La angustia de una vida que la obliga a arrastrarse.
Como a los ángeles la eterna bondad les irrita las plumas.
Es todo tan monótono... Tan igual cada día...
Sólo necesita un abrazo, un susurro de amor. ¿Cómo puede vivir con ellos y sentirse tan terriblemente sola?
¿Cómo no puede querer a un hombre tan bueno?
Ama incongruentemente al ángel roto de la misma forma que amaba a su hijo cuando ayer mismo era pequeño y la necesitaba.
El ángel se muere entre sus manos hecho pedazos. Y ella, ahora desinfecta sus heridas con alguna lágrima.
Será tonta... ¿No le ha parecido ver una pluma de arcilla blanca cayendo en torbellino al suelo?
Los piececitos del ángel están intactos y ella los toca como tocaba los de su hijo. Ahora ya no, el hijo ha crecido; es un adolescente incómodo con las ternuras, como todos los adolescentes. Nada especial
El ángel quiere morirse. Y ella se iría con él. No puede dejar sola a la criatura. No puede dejar que muera así: solo y hecho pedazos.
Su mente está prendida de una tristeza que la hace más bella si cabe. Su cabello corto y despeinado le da una apariencia adolescente y su bata transparente, deja ver una piel bronceada y un cuerpo que aún miran con lujuria los hombres por la calle. Su marido no.
El ángel ya no se mueve, ha muerto y tira su cadáver al cubo de la basura. Las lágrimas hacen presión en sus ojos y tres gotas compiten por su rostro por ser cada una la primera en lanzarse al vacío.
Se mira en el espejo y dos ojos de color miel se clavan en los suyos y por el agujero negro que es la niña del ojo, el pequeño ángel se interna correteando tras una angelita.
Y un hombre y una mujer también saltan al negro agujero. Y se dejan llevar por lo que quieren ser, por lo que quieren hacer. El ángel hace gemir a la angelita. La mujer araña el torso del hombre y gime también con cada arremetida.
Sus manos abren la bata, y sus pechos asoman agresivos, la mano se desliza entre el rizado y poblado Monte de Venus; un dedo ávido colapsa de caricias ese bulto resbaladizo de fibra sensible que es el centro de placer del universo.
Y al placer se suma un deseo y la caricia es cada vez más agresiva y los dedos separan los labios y se internan en la humedad mientras una lágrima ha llegado al pecho y sigue su rumbo al vacío.
El ángel ha muerto y su sexo palpita. La masturbación es triste y poderosa. Necesita ser amada, quiere ser follada como hace años que no se siente así.
No es ángel ni madre, ni amante esposa, no quiere ser eso. Ya no. El tiempo pasa y los ángeles caen y se rompen en pedazos y su última voluntad es no seguir siendo divinos. Ni bondadosos.
Ella quiere ser follada y sentirse puta. Quiere entre las piernas la lengua más áspera que la haga lanzar alaridos de placer. No es buena, no es un ángel. Sólo una mujer con ganas de ser follada. No puede pensar con bellas palabras, está cansada de las buenas y correctas ideas que convierten los días en una prisión sin escape.
Y apenas es consciente de que de su sexo mana abundante el flujo y que la tristeza y el deseo de no ser más lo que es, penetra en lo más íntimo de ella palpitando, extendiéndose por dentro del organismo como un virus de placer apocalíptico.
Piensa que le va estallar el sexo por la forma en que parece expandirse entre sus piernas.
Y con la mano apresando con fiereza su sexo, su orgasmo sube triste, y el espejo le muestra a la bella mujer de pezones erectos y la tez perlada de sudor, abrir la boca en un suspiro. En un gemido.
Se sienta temblorosamente sobre la tapa del inodoro, aún con la mano entre las piernas.
No es una buena mujer, no es una santa, no es una madre afable. Ya no.
A veces teme caer y partirse y no tener a nadie que la llore, que sujete su cuerpo roto en un último instante.
No quiere un beso en la frente, ese beso que se lo den cuando muera, cuando se rompa en pedazos y no pueda sentirlo.
Rebusca entre los cajones del armario del lavabo y saca un paquete de tabaco y un encendedor.
Su respiración se ha sosegado, el humo sube por su rostro y le escuece en los ojos.
Desde la habitación, donde el ordenador zumba, llega el sonido de aviso de un diálogo. Con desgana, temiendo encontrarse con su amiga en este instante, se dirige al ordenador.
Un desconocido, ha abierto una conversación y ella acepta.
Una fotografía de la mujer sonriendo aparece en el avatar del cuadro de diálogo.
—Eres un ángel —escribe Limbo789
—Lo sé; un ángel roto —teclea con una sonrisa amarga la mujer.
Lágrima y ceniza caen en el teclado. Y tal vez, no está segura, una pluma de arcilla blanca.


Iconoclasta

15 de julio de 2008

Dios


Dios ha muerto en pedazos. Dios está troceado en mi nevera.
El no debería haberme alejado de ella, él no debería haberme creado tan lejos de ella. Le recé tantas veces que se acercó a mí y de un certero tajo abrí su sacratísimo cuello.
Me como a Dios cuando tengo hambre, poco a poco lo voy devorando, no lo he dicho a nadie. Porque quien mata a Dios se convierte en Dios. Y yo no quiero sentir las oraciones de nadie. Soy Dios para llegar a ella. Para alzarla al cielo con mis brazos que son un manojo de fibras contraídas por el amor que siento.
Si escucho una oración la ignoro, mi poder es para mí; para tenerla, para llegar a ella. He dejado desangrar a un hijo en los brazos de su madre porque soy Dios sólo para ella.
Lo demás no me importa. Incluso lo destruiría todo para que nada ni nadie nos moleste.
Mi vida ha muerto. Mi vida está troceada en mi nevera, voy devorando a mi amor para que se funda en mí. La sangre que manaba de uno de los tajos, en su frente, se escurría por sus ojos como lágrima roja. No quería morir, no creía que pudiera morir por la mano de Dios. Mientras la apuñalaba se quejaba lánguidamente, exhausta. El dolor que provoca un Dios es tan intenso que anula la voluntad de expresarlo con un grito profundo. La voluntad se doblega ante la divinidad.
Era necesario unirla a mí. A Dios… Ego me absolvo.
Y mi pene sagrado la santificó en la hora de su agonía; fue su extremaunción con una polla divina. Mi amor sudaba sangre con su último orgasmo.
Un jaco de caballo y en vez de agua, su sangre. Su sangre hermosa y tan espesa que necesito mi fuerza diosa para poder empujar el émbolo, la vena se rasga por el temblor de mi presión. Pero soy Dios y mi caballo sagrado acaba galopando por mi riego sanguíneo.
Directo a mi pene. Directo a mi divino cerebro, mientras saboreo un delicioso trozo de su pecho.
Ahora soy dos veces Dios.
Un Dios de risa afable, ensangrentada.
Revolcándome entre los placeres de la sanguínea heroína y los lamentos de los que sufren, sin que nadie les escuche ya.
Sin que nadie pueda hacer nada por ellos.
Ignorando todo el humano dolor.
Un Dios distraído y satisfecho.


Iconoclasta

8 de julio de 2008

666: Gays duros

No me sorprendo de nada, sólo paso el tiempo observando el comportamiento de los primates. Intento comprender que ocurre dentro de sus estúpidos cerebros.
Os odio.
Odio a todos los primates sea cual sea su raza o credo y muerdo sus vísceras cuando los he destripado.
En mi oscura y húmeda cueva, el televisor emitía imágenes de una celebración, los primates lo celebráis todo porque vuestra vida es tan miserable y vale tan poco que intentáis daros importancia como sea.
Que los primates maricas hagan sus fiestecitas con el culo al aire y los rabos y testículos bien marcados, es algo que miro con cierto aburrimiento; pero mi poderoso cerebro, al observar a esa piara de maricones danzar al ritmo de una samba tercermundista, se puso en funcionamiento cuando desfilaron los conocidos como gays duros. Primates con el rabo enfundado en cuero, pantalones abiertos de cuero negro, o shorts propios de puta, gorras, botas y adornos de estética nazi.
Si un nazi de verdad cogiera a una de estas nenazas, lo quemaría vivo. Quemaría su artificiosa piel tostada, su milimétrica barba afeitada al uno y les metería su propio bálano por el recto sin ningún tipo de cuidado.
Velludos, musculosos, tintados y varoniles. Todos van de rubio. Parecen hermanitos de una inmensa familia maricona.
Se cogían de la mano y se besaban los labios con ternura ante las cámaras. Me meé en mi sillón de piedra llevado por la emoción.
Mi Dama Oscura se bañó los pechos con mi ponzoñosa orina y gimió desesperada.
Me acerqué hasta el marica, agarré su cabello corto y me manchó la mano de amarillo, le clavé la aguja profundamente en el oído izquierdo y mi Dama Oscura tuvo que taparse los oídos por los irritantes sonidos que lanzaba.
Vaya, estoy divagando de nuevo, me he adelantado un poco.
Estos primates son más idiotas aún que la media, ¿es posible que rindan homenaje a su verdugo llevado por el instinto de la penetración anal tan enraizada en los pelos de sus culos?
Y a nadie se le escapa a estas alturas que Hitler es pederasta, y un desviado. Lo tengo continuamente gimiendo como un perro en celo, frente a una jaula con niños hambrientos para toda la eternidad.
He capado al subnormal. Y aún no entiendo (me refiero también a las aleatorias y caprichosas circunstancias que llevaron a semejante idiota al poder de Alemania) como un primate con tan poco cerebro y tan mediocre pudo montar el follón que montó y desatar la segunda guerra mundial. Su pequeñito y pálido pene se encuentra en la sala de los desviados de mi museo y es tan poquita cosa, que el ser sodomizado por el führer debía ser una delicatesen de esas que se disfrutan en los ratos de desidia.
Si ya de por sí, el endogámico Hitler es repelente, cuando estaba rodeado de sus oficiales de la SS y éstos se le corrían en la cara, daban ganas de cortarle los párpados con unas tijeras, cosa que hice de buen grado. Ahora no puede dormir.
Hitler se masturba día y noche en su celda viendo a los niños desnudos que agonizan y agonizarán de hambre por toda la eternidad hasta que mis genitales digan basta. El führer hacía pasar hambre a los judíos porque soñaba con sodomizar aquellos cuerpos agotados y esqueléticos. Quería que su apenas funcional pene, resaltara en un cuerpo y él sentirse un poco más poderoso. Hitler tenía el cerebro del tamaño de sus testículos. Ningún primate se sentiría orgulloso por ello.
Era un ser adorable si se le ponía una buena mordaza y se le estrangulaban los testículos con un alambre; hijo de primos-hermanos con patentes resultados consanguíneos, su afán era y es ser sodomizado por medio de la humillación.
Un subnormalito maravillosamente desviado…
Se imaginaba a sus SS de cuero negro abriéndole las nalgas y tratándolo como a un judío.
El tarado tenía también sus anhelos, sus fantasías.
Si os fijáis en los viejos documentales, cuando les daba las manos a los niños en sus baños de multitud, se ponía nervioso y el flequillo de esquizofrénico le caía por la frente al tiempo que su mano se crispaba en la cara del niño y en sus ojos se dibujaba el deseo de colocar al bebé en sus rodillas y…
Pues ahí tenéis a los velludos y machotes maricas de cuero negro, imaginándose que son guardias pretorianos de Hitler y obsequiándole con un ballet a lo Village People si pudieran viajar en el tiempo.
Y van de sensibles con sus manazas entrelazadas con ternura. Es para vomitar.
Me ponen furioso.
Hitler lo quemaba todo: judíos, gitanos, negros, polacos… Y los gays duros también serían pasto de hornos crematorios en su momento. Son idiotas con su fetichismo fascista.
Menos mal que los judíos han aprendido y matan y no perdonan. Me encanta su constante ira. Me gusta matar judíos poderosos y rabiosos, tiene más aliciente pelear contra los valientes que contra los cobardes. Porque de morir, no se librará ninguno de los dos.
Para vosotros el führer está muerto, y por eso los maricas le rinden pleitesía vistiendo sus mierdas de uniforme. Si sus culos estuvieran a mano del gran maricón, seguro que se iban a disfrazar de gallinas caponatas.

Ese mismo instante en el que las imágenes jocoso-festivas eran emitidas en directo desde Berlín, me vestí y clavé el cuchillo entre mis omoplatos y al igual que hace el marica de Dios, me presenté en aquel lugar con sólo desearlo. Mi Dama Oscura se abrazó a mi poderoso torso y vino conmigo.

—Me encantan los gays duros y varoniles que al final son unas nenazas de lo más tiernas. Con sus barbas milimétricamente cortadas, siento deseos de abrir mis voluptuosos muslos de zorra satánica y aplastar mi vulva desflorada, rascarme contra sus barbas —susurró mi Dama Oscura en mi oído para acrecentar mi ira.

Es una astuta.

—Me pica el coño, mi Dios.

Entre la multitud de gente que flanqueaba el desfile de maricas y tortilleras, habían niños que observaban aburridos las tetas, los culos y algún rabo de toda aquella carne danzarina y orgullosa. Supongo que a las crías de primates esto les aburre tanto como a mí me inspira el descuartizar sus cuerpos.
Son muy sensibles los gays duros, los pelos de sus sobacos lo claman al cielo.
Es extraño el fetichismo que se da la mano con la apología de los asesinos genocidas y aún así es bien vista por la sociedad.
¿No os parece que sois estúpidamente banales? ¿Y qué más da que os torture, mutile y descuartice a unos cuantos primates? El planeta seguiría existiendo sin vosotros.
Mi Dama Oscura seguía conjurando mi ira, sus labios que tan bien saben besar y mamar mi semen, ocupaban toda mi atención, la música del pasacalles maricón cesó y sólo escuché su voz suave, convincente. Voz de diosa sensual.

—Me pone, me parece hermoso ver esos dos grandes y peludos ejemplares de machos ir cogidos de la cintura —se refería a dos primates con gorras nazis y petos de cuero, uno de ellos llevaba las nalgas desnudas—. Quiero meterme entre ellos y convertirme en el relleno de un bocadillo, que me hagan sudar por los dos agujeros y que me hagan sangrar el ano, que me traten como los SS trataban a las judías.

Imaginé a mi Dama Oscura en un campo de concentración en estado de inanición, sus crestas ilíacas sobresaliendo desmesuradamente y su coño gordo y e hinchado por el hambre. E imaginé arrancarle los ojos y llenar su reseco coño. Y todo en mi mente se hizo sangre y polla y coño y culo y mierda…
Recordé las duchas de Zyclon B, del placer de oler las montañas de cadáveres sucios de cal viva en las enormes fosas y eso me llevó a concluir que todos aquellos primates que bailaban como subnormales, habían olvidado aquellos tiempos de grandeza para mí; debían experimentar el dolor y el terror para que sus mentes se abrieran a la historia. Sentí deseos de traerme al pederasta y maricón de Hitler de nuevo a la tierra, con sus párpados cortados. Sentí caliente el cuchillo clavado entre los omoplatos (no me gusta llevar funda; llevar enterrada el arma en el cuerpo me da también cierto encanto sado-fetichista), mordí los labios de mi Dama Oscura hasta hacerlos sangrar, y me uní al desfile de maricas.
Soy la memoria viva.
El alemán tiene una pronunciación dura y tosca; es chocante oírlo de boca de un primate que alardea de duro y sin embargo, tiene las hormonas tan alborotadas, que parece un niño atrapado en el cuerpo de un gigante; resumiendo: un deficiente mental.
Me coloqué a la altura de un primate musculado que caminaba y bailaba rígido como una estaca, el sentido del ritmo lo tenía embutido en lo más profundo de su próstata demasiado desarrollada. Si hubiera llegado a cumplir cinco años más, un cáncer lo hubiera podrido por dentro. Debía buscar a su novio a juzgar por las repetidas veces que miraba en torno suyo buscando algo.

—Hola Hércules; estoy muy caliente. ¿Estás sólo? —a mí me daba igual matarlo a él, a su novio, a sus padres, hermanos y primos; era una pregunta retórica.

Me observó desde su altura, me sacaba la cabeza y sus músculos estaban recubiertos de una capa de aceite que le daba un aspecto sudoroso, me miró con cierto desdén a la cara, sin embargo, cuando apreció la amplitud de mis hombros y el desmesurado desarrollo de los pectorales, que eran patentes bajo mi camisa de lino, me sonrió mostrando sus blancos dientes de cretino.

—Estoy harto de bailar, necesito un buen masaje en el recto para relajarme —tuve que gritar de nuevo para hacerme oír entre el bullicio y la música mala que no dejaban de emitir desde una carroza llena de drag queens de lo más espeluznantes.

También le enseñé unos cuantos billetes de cien euros, cosa que le hizo sonreír cordialmente.
Y salimos de la formación del desfile para internarnos entre los espectadores. Había perdido el contacto visual con mi Dama Oscura.

—Soy Mefisto —cosa que le dio igual ya que estaba ocupado en contar los billetes.

—Volpert —dijo su nombre con parquedad y con cierta desgana.

Nos dirigíamos hacia el hotel Stratz Platz. Sonó un móvil y lo sacó del bolsillo trasero de su short ajustado de cuero negro. Una camiseta negra de malla dejaba salir entre el tejido rizados pelos del pecho.

—Pues haber venido a tiempo, he tenido que hacer más de la mitad del recorrido del desfile solo y tú aún te has de vestir. Ahora estoy con un amigo. Ya te llamaré cuando acabe.

Entramos en el hotel, pagué noventa euros por una habitación y subí cogido de su mano hasta el primer piso del hotelucho de putas y chaperos.
Abrió la puerta de la habitación en la que había una vieja cama doble con las patas de acero dobladas por demasiadas cópulas y una especie de tocador bajo la ventana. Suelo y paredes eran grises, aunque el tono de la moqueta del suelo era mucho más oscuro. Era deprimente.
Saqué el cuchillo de mi espalda y note correr la sangre caliente por la espalda.

—Ni una palabra ni un grito, primate —le avisé con el cuchillo atravesando la primera capa de piel de su cuello.

Le hice quitar la funda de la almohada y le metí todo lo que pude en la boca para que no pudiera hablar. Con el cinturón de su short, le até las manos y para convencerlo de que no debía abrir la boca, le rasgué su mierda de camiseta para dejar su pecho al descubierto; le amputé el pezón derecho con un rápido movimiento; cayó a sus pies junto con el aro que lo atravesaba.
Se le escapó el aire por la nariz y los mocos le dieron un aspecto patético. Cayó en la cama revolcándose de dolor.

—Una mujer morena, alta y con un minivestido fucsia, preguntará por Mefisto. ¿Le podría indicar que suba a la habitación cuando llegue? La estamos esperando.

—Sí, no se preocupe, ella misma le pagará el suplemento de la habitación.

No son generosos los alemanes.

Me encendí un puro mientras odiaba y soñaba con descuartizar al primate, el humo activó el detector de incendios y sonó el teléfono.

—Está prohibido fumar en las habitaciones.

—Por lo que he pagado, fumaré lo que me apetezca. ¿Vas a venir, tú primate, a obligarme a apagar el cigarro? Te arrancaré el corazón mientras tu lengua se mueve aún en el suelo como el rabo cortado de una lagartija.

Colgó el teléfono sin decir ni una sola palabra.
Pasaron diez minutos cuando la Dama Oscura entraba en la habitación; llevaba una enorme bolsa de plástico en la mano. Se acercó hasta mí y acarició mis cojones con firmeza a modo de saludo; luego se inclinó sobre el primate que se hallaba aún tendido en la cama llorando y revolcándose con muy poca dignidad. Se mojó el dedo índice en la boca y le presionó la escalofriante herida que había dejado la amputación del pezón. Le lamió la sangre de la tetilla a pesar de las patadas ciegas que lanzaba el marica.
Le di la vuelta en la cama dejándolo boca abajo y le corté los tendones flexores de las rodillas con dos rápidos cortes. En vez de patalear, se retorcía como un gusano ensuciando con su sangre la colcha. La habitación empezaba a oler a carnicería.
Mi Dama, abrió el bolso y lo vació encima del tocador. Me dio una aguja enorme, más o menos como las de hacer media.
Cuando debáis matar a alguien, no le aviséis, no se lo digáis. No habléis con él. Sufre mucho más el animal que no entiende y que no sabe por qué le está pasando esto. Lo que acrecenta el terror es la ignorancia.
Y no elijáis a una víctima por afán justiciero. Acabar con la vida de un primate, de un congénere vuestro es un arte que se ha de disfrutar.
Vale, aquel era un marica fetichista del nazismo, pero el mismo dolor le infligiría, pongamos por caso, a un activista de Greenpeace o a otro de Amnistía Internacional. Si por mí fuera, llenaría el mundo de desviados y pederastas como Hitler para sentirme a gusto y bien.
Le giré su perfecta cara admirando la varonil sombra de la barba y en el oído izquierdo le clavé la aguja ensuciándome de tinte amarillo la mano con la que inmovilizaba la cabeza contra el colchón. Cuando la punta de la aguja asomó en el interior de su boca, dejé que se retorciera de nuevo a su gusto. Mi Dama Oscura se tapó los oídos con las manos molesta por los gritos del machote, a pesar de tener la boca obturada por la tela.
Insertar una aguja de media en el oído es una técnica que hay que practicar con cuidado, más de un primate se te muere por el shock doloroso si no tiene un corazón sano. Este era de los fuertes, y mientras lloraba e intentaba gritar, le di unas palmadas en el culo.
La aguja no es mortal, pero pocas cosas hay tan dolorosas como el que te pinchen el oído hasta llegar a atravesar la mejilla. Hay que tener un gran dominio del cuerpo para no cagarse y mearse. El marica no se cagó, sólo se meó. Cosa que es de agradecer, porque yo no soy un escarabajo pelotero de la mierda como lo son los desviados escatologistas (comedores de mierda, vamos).
Como era de esperar, apareció el ángel que a veces suele enviar Dios para dar consuelo y entereza a mis víctimas a la hora del tormento.
Este no lo había visto nunca, era un ángel-niño. De pelo lacio, su piel era más morena y oscura que la del marica. Se acercó hasta él y le besó la frente llorando.

—No sufras, no estás solo. Pronto pasará todo y tu vida empezará de nuevo con nosotros, no llores mi amado hermano.

Las voces de los ángeles tienen la propiedad de dar serenidad y esperanza. Cuando un ángel visita a un primate, éste se siente retornar a la infancia y sentir la protección y el amor con el que sus padres lo criaron. El marica se dejó acariciar el devastado oído por aquella mano angelical, ni siquiera se quejó cuando la aguja se movió por el roce cariñoso. Por ser un ángel tan joven, hacía bien su trabajo, se metía en el papel.
A mí me calmó un poco también aquel niño santo y alado; pero fue un segundo, cuando lancé el cuchillo para cortarle la cabeza, desapareció llevado por la mano de Dios. Ese idiota tiene reflejos.

—Este me lo llevo yo, se pudrirá en el infierno y su dolor y agonía no tendrán fin. Puedes enviar al más candoroso de tus ángeles, Dios de enfermos y tarados, y te traerás un saco de vísceras y una almohada de plumas ensangrentadas.

Recité mi oración a Él en el milenario idioma, me desnudé para ello. Mi polla estaba erecta.
Y clavé mi puñal en una axila del marica para demostrar mi autoridad.
Aquella puñalada, acabó con todo el consuelo y serenidad que le había transmitido el ángel al maricón.
Mi Dama Oscura, apenas prestó atención al ángel porque estaba ocupada ordenando en el suelo lo que traía dentro de la bolsa.
Lo primero que hizo, fue colocarse una máscara de protección contra gases corrosivos. Le cubría toda la cara y su respiración era ruidosa. La amo por encima de todas las cosas, hasta imaginándola cortada en pedazos y pudriéndose la amo.
A mí me obsequió con un disfraz, y como soy dado también al festejo y la fantasía sexual, me vestí con él. Cuando me planté así vestido frente al aturdido maricón, pudo admirar una copia mejorada de Hitler, en ese momento se derrumbó y volvió a emitir fuertes sonidos. Eso era miedo y lo demás son futesas. Mis botas altas brillaban y los pantalones bombachos me hacían fascinantemente terrorífico a sus ojos. Hasta el molesto bigote de mosca, dejó de tener cualquier tipo de carácter festivo para convertirse en el horror del rubio y puro ario maricón.
Hice oscilar graciosamente la peluca de tupé como lo hacía Hitler y el marica abrió desmesuradamente los ojos. Seguramente le hacía gracia e intentaba reír.
Le crucé la cara con la fusta y golpeé la aguja que sobresalía por su oreja. Se cayó de la cama con las piernas lacias, los tendones seccionados le hacían parecer una musculosa lagartija sin patas. Una sangre clara se deslizaba por su costado por la estocada que llevaba en la axila.
Lo alcé del suelo con un brazo y lo lancé de nuevo la cama.

—Mi Señor, sujeta bien sus hombros, no dejes que se mueva el mono. Te gustará.

Lo sujeté con fuerza, presionando con todo mi peso en sus hombros. La Dama Oscura, tras el visor de la máscara, sacó la lengua con lascivia, y me asió el pene tieso y duro. Me lo acarició hasta que sentí que las venas que lo alimentaban de sangre iban a estallar y mi leche inundaría todo vuestro repugnante planeta.
Siempre hace lo mismo, me pone cachondo y luego me deja en suspenso hasta que a ella le da la gana que me corra. Un día le arrancaré las cuerdas vocales susurrándole palabras de amor.
Aquella bolsa parecía el baúl de un mago: sacó de dentro un enorme espéculo de metacrilato, un embudo y una botella de un litro de ácido clorhídrico. La máscara, por lo visto, no era un juego fetichista.
A mí no me afecta nada, mi carne es incorruptible, mi cuerpo eterno. Como el de Dios, pero con una polla más grande y activa.
El primate no sabía lo que se le venía encima, y debía estar agradecido de que no hiciera como los médicos de la SS hacían con los judíos y le inyectará gasolina en la vena. O simplemente, le amputara los testículos con unas tijeras melladas.
En seguida vi, que hubiera sido mejor para él una inyección de gasolina con o sin plomo. Porque lo que le esperaba, era con diferencia, mucho más doloroso y lento.
La Dama Oscura es deliciosa odiando a los de su propia especie. Es tan letal…
Le cortó los shorts de cuero y de un tirón lo desnudó. Encajó el pico del espéculo en el esfínter. El primate intentaba moverse, apretaba las nalgas para evitar la dolorosa invasión, intentaba hablar. Los primates sois de lo más complejo, no habláis apenas con nadie, y luego con vuestro asesino seríais capaces de tomar una taza de café charlando animadamente.
Cuando estuvo satisfecha con la abertura del culo, cogió el embudo y lo metió entre por la zona de visión del espéculo.
Acto seguido, se puso unos recios guantes de goma, abrió la botella de ácido y comenzó a verterlo lentamente por el embudo.
En los primeros segundos, el gay duro, no sintió nada, pero a medida que pasaban los segundos, y un olor nauseabundo y corrosivo invadía la habitación; el primate congestionó su cara, se tensaron las venas de su cuello y sus ojos parecían salirse de las órbitas.
Por el espéculo salía un vapor amarillo y se oía crepitar algo en el interior del hombre.
Me hubiera gustado quitarle la mordaza para oírlo gritar, pero no tenía ganas de matar a más primates, porque si aquel idiota llegara a gritar y alguien acudiera para curiosear, lo hubiera decapitado.
Según movía su cabeza, me rozaba el pene del cual me goteaba ya un fluido espeso.
Mi Dama no miraba ya otra cosa que mi rabo dolorosamente duro, se sentó a mi lado y con brutalidad, con golpes secos, me masturbó.
Se había quitado las bragas y su coño depilado se encontraba dilatado, los labios mayores se habían separado y su clítoris asomaba duro y bañado de fluido. Yo aún no podía soltar al marica, estaba agonizando, pero le quedaban fuerzas como para querer huir con el espéculo clavado en el culo y presentarse alardeando de perfomance en el desfile de los orgullosos maricas.
Sólo a nivel de próstata, su vida ya no era posible. Y cuando el intestino convertido en papilla y toda aquella mierda se metiera en el torrente sanguíneo, era cuestión de minutos que muriera. La habitación estaba llena de ese vapor amarillo y venenoso.
Mi Dama Oscura, cogía mis cojones abriendo y cerrando la mano, para estimular la producción y salida de semen.
Eyaculé en la cara del marica aspirando el aroma de su muerte. La Dama oscura se metió el mango del cuchillo en la vagina y se dedicó a castigarse el botoncito de su coño hasta que su espalda se arqueó por el orgasmo.
El alemán apenas se movía, sus brazos estaban lasos.
Le di la vuelta y el ácido le había comido parte del pene y los testículos. Salía humo de su carne, el pubis era una masa de carne deshecha y ennegrecida, el ácido aún estaba actuando y las sábanas se deshacían.
Cuando le saqué la mordaza de la boca, no intentó respirar. Aunque su pecho subía y bajaba lenta y discretamente; estaba muerto, estas cosas se saben cuando tienes cierta experiencia.
Me vestí, y sentí el hedor del ácido, mierda, sangre y carne quemada impregnada en la ropa, cosa que me gustó.
Al pasar frente a recepción, la Dama Oscura le pegó un tiro en la boca al recepcionista y los dientes rotos salieron por su cogote para clavarse en el gran llavero mural que tenía a su espalda.
Volvimos de nuevo al desfile, que ya había llegado a una plaza con una tarima en el centro.
Un pequeño primate ratero, un cachorro de diez o doce años intentaba abrir el bolso de la Dama Oscura para robar. Le di dos discretas puñaladas sin que la multitud se enterara de nada; una en cada riñón. Cayó al suelo con un gran rictus de dolor en el rostro y me subí de pie encima de su cuerpo para tener una mejor visión del espectáculo que estaban montando en el improvisado escenario.
El día estaba saliendo completo.
Acta est fabula.
Tengo más cosas que contaros, a su tiempo.
Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

4 de julio de 2008

El desierto


Camino a gatas como el sediento en el desierto, con la misma certeza de que el final está cerca. El organismo ya está demasiado agotado. Yo soy el organismo, soy el conjunto de todos los deseos y sus reacciones físicas y mentales. No pienso, sólo deseo.
La esperanza es lo último que se pierde… No mana agua de la esperanza; morir esperanzado no hace el final más dichoso. Es una ironía, una burla la esperanza. Una broma pesada que me hace escuchar su voz cuando no es posible. Cuando no está.
El amor es diferente a la sed, a la muerte en el desierto. El amor es un torturador que te mantiene vivo con las tripas fuera. El amor suspende la agonía en el corazón. Resultado: estado de animación agónica suspendida. Soy una bestia hibernando y consumiendo mis grasas corporales durante la espera.
No me doy cuenta hasta que el semen aparece frío en mi mano. Está helado, tendría que ser cálido. Ella es cálida, es arena del desierto, abrasadora e indolora. Peligrosa.
Gateo siguiendo su rastro, sus efluvios. A veces tararea y siento la terrible ansia de su boca selladora, no hay palabras al besarla, todo es voluptuosidad; ya nada importa, no soy y soy ella. Sus labios son metales ardientes que sellan el habla.
El amor es eterno como eterno se hace el dolor y la espera.
Ella certifica con sus labios mi destrucción sin quererlo, sin saberlo y no me sacia nunca. Es cocaína y anfetamina. Es jaco en vena.
El sediento no vive sólo de agua, necesita la sal. Ha de lamer las rocas del desierto para extraer un mínimo de minerales que retengan el agua en sus tripas, en sus órganos.
En el desierto hay piedra y como en la vida, es difícil encontrar lo que buscamos.
Piedras que lamer. Cuerpos que chupar.
Con su piel ocurre lo mismo, siento la urgente necesidad de pasar mi lengua por ella. Recorrer su piel morena para llegar a su coño con mi lengua ávida, él me aportará lo único que necesito: su excitación, su humedad de hembra salvaje. Arrancarle gemidos como los que lanza el desierto al ser cortado el aire por hordas de moléculas de cuarzo impulsadas por el viento.
Unos dicen que el amor es lo más bello; que los enamorados tienen una especial percepción del mundo. El amor… ¿Y qué pasa cuando te enamoras de alguien a quien sólo puedes disfrutar unos minutos al día si tienes suerte? ¿Qué ocurre cuando tu puto cerebro no hace más que pensar en ese ser tan especial?
¿Alguien ha arañado el aire soñando que acaricia su cuerpo?
¿Acaso nadie se ha hecho una paja y ha escupido su orgasmo con esa agónica mezcla de tristeza, melancolía y excitación? El puto amor complica hasta el placer.
¿Qué no lo veis, poetas? No jodáis.
No es un prado verde el amor, no es un oasis en un mundo bestializado e ignorante. El amor es un desierto que seca los lacrimales, que reseca los dedos, que hace pesados los testículos.
El semen a mis pies se enfría triste y muerto. Precioso ¿verdad? Sólo que no se enfría, no funcionan así las cosas en el desierto, el semen crepita como en una plancha de metal al rojo vivo. Y siento una pena extraña por este hecho. Soy parte de esa leche, me evaporo también. No soy capaz de ver la nube de vapor en el que se ha convertido.
Sin ella, no soy hombre.
Sólo hay unos segundos de dicha por una era cósmica de esperas, de angustias, de sonreír como un loco ante el aire. Soñándola.
Os gritaría lanzando ira y flemas, mentirosos. Si no estuviera tan sediento, si mi cuerpo no estuviera tan agotado y mi mente tan colapsada, os escupiría e insultaría.
Menuda mierda y menuda estafa. Con vuestros cantos de dicha y felicidad no hacéis más que convertirme en un fracasado; vosotros sois la cara y yo la puta cruz. Y cuando elijo cara, cuando acierto, una ventisca que desgarra mi alma me arrastra al desierto de nuevo. Como si ella me quisiera allí, erosionándome por ella, pero sin ella. Me convertiré en una rosa del desierto.
Qué cojones…
El amor es caníbal y peligroso, me ciega con espejismos donde la llevo en brazos respirando directamente de sus pulmones; alucinaciones donde la jodo.
El amor no hace felicidad, sólo es una euforia, una descarga eléctrica que envía a la mierda madurez y lógica. Es por ello por lo que los enamorados son felices a pesar de tiempo y distancia. Y de todas las dimensiones.
Flipan en colores.
El jardín es un muladar. ¿Veis? El amor es un desierto que ciega, deslumbra los ojos de los amantes. Cualquiera que los vea, dirá que están locos.
Tarados.
Gateo por la vida hundiendo las manos en arena ardiente que despelleja la piel.
Y los espejismos del desierto… Tengo el pene destrozado; duna tras duna la veo. Busco pastillas para sedarme, para prolongar y hacer táctil la alucinación: ella clavada en mí.
Mis sesos narcotizados mienten de una forma cegadoramente real. Apenas me queda glande de tanto que he copulado con la arena.
Poetas que habláis de la belleza del amor dador de dicha. ¿Podéis mirar mi polla sin sentir rechazo? Está podrida de llagas infectadas.
¿Es esto romanticismo? Duele tanto desear…
¿Qué diríais de mí, queridos genios?
No, no es el pene el que me duele, no me duele nada. Simplemente agonizo en el espacio sin oxígeno. Está lleno de arena.
Las lágrimas son rosas del desierto: arena con lágrimas y sudor, sangre y semen.
Tengo una rosa del desierto en la estantería, donde los libros tratan de amor. Y cada día es más grande. Cada día soy más arena y menos carne.



Iconoclasta

28 de junio de 2008

Vida de mierda

Ojalá la puta vida tuviera barriga para poder meterle un navajazo y abrirla en canal como a una cerda. La vida asquerosa que para unos es una constante sodomización y que después de una bofetada viene otra.
Das con un imbécil una y otra y otra y otra vez.

Me duele la cabeza…

La vida debería tener cuerpo, y ojos para podérselos arrancar. La vida me mira con sus ojos porcinos y le clavaría agujas en ellos, los pincharía hasta que sus sesos se deslizaran por sus cuencas dañadas.
La puta vida que a otros favorece y a otros nos llueve mierda. La vida es un trozo de papel higiénico con la que me limpio el culo después de cagar.
La vida tiene esa belleza para los agraciados, que los desgraciados no vemos; y así es fácil que uno se sienta a gusto oyendo que ocurren desgracias en el mundo. Han de ocurrir para que uno no piense que es el único que tiene mala suerte.

La vida es demasiado larga, coño.

La vida no enseña nada, es ignorancia sobre ignorancia y no tiene carácter didáctico, así que todo ese refranero popular sobre la experiencia y la retórica de lo que uno aprende de ella, que se lo apliquen en forma de supositorio (con esto digo: por el culo, los hay muy cortos) y luego se den masajes en los intestinos tras pasar amablemente su "jornada" de "trabajo" los que más disfrutan la vida.
Quiero ser desgraciado, lo intensamente que odio, no puede tener parangón en importancia con lo intensamente que otros disfrutan. Lo noto en mis venas hinchadas, en mis escleróticas resquebrajadas de pasión e ira.
Cada uno explica la feria según le va, y no encuentro razón alguna para dar crédito a lo que el favorecido siente por la vida.
Simplemente escupo ante las cosas bellas que dice ver.
Pienso que van drogados algunos optimistas. Si hay una ley aplicable, sólo es ésta: cuanto menos tienes, más te quitan y cuanto más trabajas, menos te pagan.
Los jueces tienen un ansia especial por eliminar todo asomo de justicia y los policías se excitan sexualmente pegando a individuos que sólo trabajan y no ofenden a nadie con su vida. Los que gobiernan acaban siempre con la nariz hipertrofiada, bulbosa. La cocaína tampoco cobra mucho tributo físico si tienes pasta.

Quiero que se vean obligados a cortarme el pene para poder cerrar mi ataúd. No quiero que me quemen, quiero pudrirme; y muerto seguir siendo infeccioso.

Hay otra ley que es aplicable a todas las circunstancias de la vida: a los que tienen más dinero las putas les salen más baratas y los que tenemos poco dinero, hemos de tirarnos a las sidosas con tres capas de condones en la polla.
La vida es una auténtica mierda para unos. Mientras existan desgraciados y otros que acaparan toda la suerte y riqueza, ocurrirá lo que debe ocurrir: asesinatos y guerras. Ambas cosas son las únicas vías de justicia y desagravio ante una vida infectada por mierda e idiotas.

La vida debería tener manos y dedos y así poder arrancarle las uñas muy lentamente, hasta que vomite los pulmones de puro dolor.

No quiero ser un desguace de órganos, hay demasiados vivos.

La vida tendría que tener boca, para hacerle tragar toda la mierda que me ha hecho tragar a mí.
Tengo en la boca el sabor de la podredumbre: quilos de mierda tragados durante años.

Mis dientes están podridos.

La vida, tendría que tener vida para poder arráncarsela y matarla y matarla y matarla y matarla.
La vida debería estar embarazada para, de una patada en su panza, arrancarle su hijo en el noveno mes.
La vida soy yo, soy parte de ella, soy un organismo más, un organismo agraviado, leso, envidioso y violado. Y si pudiera elegir, quisiera ser lepra, una lepra veloz, dolorosa e incurable. Portadora de locura.

Quisiera en estos momentos de inspiración, acabar con todas las vidas. Un genocida…

Los genocidas no abundan, no sé si aman la puta vida. Tal vez han encontrado ese punto de equilibrio entre esta ensalada de estupideces y estúpidos que es la puta vida. Ellos dicen quien vive y quien muere.
No sé si tirarme a las vías del tren o a la puta de a quince euros la mamada.
Nadie debería vivir demasiado tiempo; por si acaso.
Y esto no pinta bien, cada generación consigue vivir más tiempo.
No puede tener un final feliz.
Buen sexo.



Iconoclasta

24 de junio de 2008

Castración química, otra estupidez...

¿Castración química para pederastas y violadores? Ni hablar.
Todo este asunto de los pederastas y violadores, se resuelve con la castración de los testículos y la amputación del pene. Que tengan que mear sentados. Que se sientan ñoños y llorones ante la falta de testosterona.
Y es más, se les podría dejar en libertad sin que cumplan un solo día de prisión, salvo los días de hospitalización por el tratamiento para la amputación o corrupción de sus genitales. Tenerlos en la trena es un gasto estúpido. Que se masturben continuamente a costa de nuestros impuestos, no es algo que me acabe de gustar.
Porque no hacen otra cosa.
Imaginad el sufrimiento de un animal de éstos que ha perdido su polla, el centro de su existencia. Incluso cabe la posibilidad de que se suiciden, estos animales reaccionan muy mal cuando no pueden ejercer su enfermiza afición.
Vale, incluso para que los progres de turno de Amnistía Internacional no lloren ante lo que para ellos podría considerarse una tortura, se podría plantear que al tarado violador, se le anestesiara localmente.
¿Sufrirían el síndrome del miembro fantasma estos tarados?
¿A que soy ingenioso?
Incluso podrían sacar provecho de su nueva voz si alguien no los mata antes.
¿Un chute para inhibir la libido sexual y ya está? Y una mierda, a estos hijos de primos no los calma una aspirina avanzada.
Y hay que ser un poco inteligente, no sólo hay que pensar en la eficacia de los inhibidores de los deseos sexuales. Si no se les castra físicamente, cabe la posibilidad de que tengan hijos, que sus genes se perpetúen. Y ya que estamos privados de cualquier tipo de selección natural y teniendo bien claro que estos deficientes salidos que son los violadores y pederastas no van a dejar nunca de lado sus instintos, la amputación es algo que ya tendría que estar funcionando.
A lo mejor no habría que gastar mucho dinero en cirugía siquiera: un viejo aparato de rayos x achatarrado de alguna clínica veterinaria, y a irradiarles dosis masivas en sus genitales. Más barato, imposible.
Y nada de psiquiatras, que a los pobres gatos no les dan ni una sola sesión para paliar su dolor.
Que ni un solo gen puedan transmitir por ningún tipo de medio, que su estirpe muera con ellos. Y si alguno tuviera hijos, se debería hacer un estudio genético y calcular las probabilidades de que puedan ser en un futuro, como su padre. Si no han cometido ninguna violación, bastaría con esterilizarlos, una vasectomía definitiva, por ejemplo. Algo no demasiado invasivo y que les conserve la funcionalidad del pene.
También habría que evaluar a los padres y familiares, tenerlos censados. Se les podría meter bajo la piel, un chip identificativo, como el de los perros.
Algo que facilite a la policía su localización.
Está visto que si no les das el trabajo hecho y las ideas mascadas, jueces y políticos son incapaces de encontrar ningún tipo de solución para controlar y acabar con estos tarados.
Vale, está bien, cabe la posibilidad que sus pezones se sensibilicen desmesuradamente ante la falta del bálano: pues ya que se les corta el rabo y los huevos que les arranquen los pezones para que no se los puedan pellizcar y llegar al orgasmo psíquico por medio de la mortificación.
¿A que soy listo?
En un próximo artículo, veré si puedo recuperar la canción del cinco, que tan famosa hicieron Epi y Blas en Barrio Sésamo; a ver si así conseguimos que los poderosos y desidiosos políticos y jueces, puedan usar sus neuronas con algo de gracia e ingenio.
Además, siempre están protegidos y con escolta y no tienen ni puta idea de lo que es una violación.
Es bueno tener la mente ágil. Sobre todo para encontrar soluciones sencillas y poco onerosas con el bolsillo de los currantes.
A continuación, copio un documento veterinario, que no dudo que se pueda aplicar en los machos que aquí tratamos (aunque no contemplan la amputación del pene):

La verdad de la esterilización
• Su temperamento, vitalidad, cariño, inteligencia, ganas de jugar.... no cambian. Evitas muchas conductas molestas para los animales y para sus dueños. La esterilización los hace más sociables y menos problemáticos.
• Es un bien para la sociedad ya que evitas la proliferación de camadas no deseadas y sus inevitables sacrificios.


Falsos mitos de la esterilización
• "Los animales esterilizados pierden vitalidad, enferman y se vuelven apáticos" "Las hembras deben de tener como mínimo un parto" "Tras la operación engordan"
• "Pierden el instinto"
• "Los animales necesitan tener al menos una camada"

Como podéis ver, capada la bestia, se acabó la rabia.
Eseso-eseso- esesos todo amigos… (Porky Pig).
Buen sexo.



Iconoclasta

20 de junio de 2008

El probador de condones y la subida del euribor


Me encontraba meditando sobre la negritud e inabarcabilidad del cosmos profundo. En la gran cantidad de estrellitas que hay en él, preguntándome dónde coño están las constelaciones del zodíaco. Estoy cansado de los enigmas de científicos e iluminados que te unen cuatro estrellas con unas cuantas rayas, te plantan encima el signo del zodíaco, por ejemplo piscis (soy un lujurioso piscícola) y cuando miras al cielo sólo ves un montón de estrellas sin ningún orden.
Los astrólogos y astrónomos deben esnifar algo a lo que los humanos normales no tenemos acceso. Miran al cielo con sus escleróticas vidriosas y ven cosas que a mí me están vetadas por pura maldad.
Ni siquiera he visto una aleta de los pescados de mi horóscopo.
Y por eso, paso de mirar al cielo y localizar la osa mayor, la menor o alguna de sus primas las guarras.
Ni osas, ni peces, ni toros, ni gemelos. Estoy por pasarme al calendario chino a ver si ellos no mienten como cosacos.
En fin, son cosas en las que uno piensa cuando los telediarios te arrullan con sus mentiras tras haber comido un buen plato de garbanzos con chorizo, dos hamburguesas con queso y bacón, patatas fritas con salsa brava, unos trozos de queso y un kiwi.
El humo de un partagás, tenía un sutil efecto narcotizante y mi pene se expandía lenta y perezosamente bajo mi pijama.
Me encantan estos momentos de paz y tranquilidad cuando mi mujer e hijo están fuera de casa. Todo hombre necesita sus momentos de soledad.
Soy un probador de condones sensible e intelectual.
Y de repente me olvidé de las putas estrellas.
Por enésima vez, comentaba la maciza de la Mónica Carrillo (no la conozco pero la quiero por lo buena que está, las mujeres bellas hacen las mentiras dulcemente creíbles), que iban a subir las hipotecas según adelantaba el director del banco central europeo; con toda probabilidad en poco más de un mes y medio.
Saqué un condón del lote Anal World/007GaysHard, que son de una extrema dureza, sin lubricante. Una delicatesen para los más avanzados y duros maricones. Es un nuevo proyecto pensado para los individuos más acomodados de la sociedad, ya que los millonarios, reyes y políticos en el poder, necesitan vivir nuevas emociones más intensas.

Y decidí descargar toda mi angustia interior por esa nueva mala noticia que me obligaría a traerme el doble de trabajo a casa y hacer horas extras.

Mientras la Carrillo miraba con esos ojazos mi pene enfundado en un condón grueso, negro y de áspera superficie antideslizante; yo pensaba en su escote y en agradecer al idiota del banco central europeo que anticipara la noticia. Al menos avisaba para así, darme tiempo a vender a mi hijo en internet para poder pagar el próximo plazo de la hipoteca.
Así que mientras hacía subir y bajar mi mano por el bálano, ahora mucho más grueso por el condón blindado, me dejé llevar y cerré mi mente a la maldad del ser humano e inundé mi mente con imágenes lujuriosas. El budismo es una cremosa disciplina.
Noté como se dilataban las venas de mi poderoso pene, cómo palpitaban bajo el grueso látex y como mis cojones comenzaban a hacer movimientos peristálticos, cuando apareció la jeta de Zapatero. Mónica comentaba que éste había reprochado amablemente al director del banco europeo, el que adelantara la noticia.
“Con lo difícil que resulta mantener engañada a la peña, y tú vas y sueltas la noticia así de sinceramente. Estas cosas se comentan antes con los colegas y ya me encargaré yo de decírselas a la chusma a su debido tiempo”, díjole Zapatero al otro cerdo.
Yo acostumbro a oír las palabras de los presentadores, pero si se trata de creer, me gusta más leer directamente en los labios del personaje. A Zapatero es difícil entenderle porque no tiene labios y necesita logopeda como en aquel mismo instante yo ansiaba que una boca femenina se adaptara a mi glande amoratado y reventón para recibir una dosis de proteína blanca y cremosa.
Fueron exactamente esas mismas palabras las que le dijo al idiota del director del banco. Soy listo como una ardilla y mis mentiras son mucho más creíbles e inteligentes.
Y además aprendo de todo esto, es aburrido observar políticos y poderosos, pero es la única forma de aprender a mentir de una forma sincera, es decir, que uno mismo se crea la propia mierda que suelta.
Me corrí cuando los ojazos de la Carrillo, se abrieron sorprendidos y libidinosos al ver como mi mano tensaba con tal fuerza el condón durante la eyaculación, que dejaba transparentar la carne. Mi imaginación es tan poderosa como la de los astrólogos viendo dibujos del horóscopo en las constelaciones.
Es una mierda tener una mente tan compleja como la mía, pero dios me maldijo con esta inteligencia y lo he de llevar como mejor pueda.
Dicho de otra forma, todas las preocupaciones por mi economía doméstica, se instalaron en el pijo, provocando un tormentoso y tortuoso orgasmo. Soy un ser atormentado en todo momento.
A los pocos segundos llegó mi mujer de su jornada laboral, me besó en los labios, me sacó el condón, me besó en la punta y me limpió primorosamente.
―¿Cómo te ha ido el día? ―preguntó con la boca llena.
―Precioso ―le contesté presionando la cabeza para que no se despegara de ahí.
La quiero…
Al día siguiente, cuando entré en mi departamento de control de calidad, Miravet, el jefe de la línea de condones duros, me dijo que era hora de probar en culo masculino el modelo 007HardGay.
―¿A quién vas a utilizar para las pruebas? ―preguntó con aire de preocupación.
Estos condones se diseñaron para abastecer un mercado en expansión y había una buena cantidad de dinero invertida en el proyecto, de ahí que se preocupara personalmente por el test del control de calidad.
―¿Tu hermana no tiene un culo pequeñísimo? Seguro que su esfínter es tan estrecho que podría servir como banco de pruebas para las penetraciones duras y correosas.
―No. Hace tiempo que he notado que se sienta un poco de lado, creo que su novio la ha estrenado bien. Ahmed sería mejor candidato.
Odio follarme a Ahmed porque no soy maricón. Aunque soy consciente de que el mundo laboral es así y hay que estar a las verdes y a las maduras si quieres conservar la nómina.
―Está bien, pero no se lo digas, ya se lo comentaré yo en el momento oportuno. Si le avisas con tiempo, es capaz de lubricarse el culo unos días antes para que le duela menos.
Me acordé en aquel momento de Zapatero y su reproche al del banco central europeo.
―De acuerdo, Iconoclasta. Pasado mañana tendremos un par de lotes de un millón de unidades y tendrás que certificar al menos, seis de cada lote.
―No te preocupes. Se harán las pruebas.
Me coloqué un condón verde pistacho serigrafiado con letras árabes (un encargo especial de un jeque de Kuwait) y me masturbé tranquilamente ante la ventana del pasillo de visitas, donde un grupo de chicas estudiantes de ingeniería industrial se agolpaban aplastando sus pechos contra el vidrio.
―Putas… ―susurré hipersensibilizado cuando me corrí.
Los fogonazos de los flashes de las cámaras, me dejaron más ciego aún temporalmente.
Me encendí un cigarro y llamé a Ahmed, que se encontraba en aquellos momentos limpiando los urinarios de los vestuarios masculinos.
―¿Podrías hacerte cargo de mi departamento pasado mañana? No podré venir hasta mediodía y hay un lote en espera: el Ultrasensible Woman Gigantous. Marina estará de coño de pruebas.
Oí el zapateo alegre del moro.
―No ti preocupes. Istaré allí como un cliavo ―dijo riéndose de su propia metáfora.
Yo también me reí.
Me miré al espejo preguntándome si mis cejas se estaban transformando o era sólo una impresión producto de mi gran capacidad de mimetismo para con la mentira. No me gustaría tener esas cejas en pico del político. Las encuentro horteras.
Me encendí otro cigarro más y me dediqué a leer los anuncios de contactos mientras esperaba un tiempo prudencial a que mis cojones fabricaran más semen para la próxima prueba de integridad.
Por fin llegó el día de la prueba de los condones 007GaysHard. Seis pequeñas cajas negras con un “Confidencial” estampado en rojo se encontraban en la mesa de mi despacho.
A las ocho en punto, Ahmed entraba tarareando una canción en su idioma.
Cuando me vio su semblante se torció con sorpresa.
―¿No decías que no ibas vienir?
―Ayer me llamaron a casa: este lote no podía esperar.
La cámara hace un vertiginoso giro hacia las cajas negras y los ojos de Ahmed se abren en toda su amplitud. Un redoble de tambor en sourround crea sensación de suspense y terror.
Yo silbo tranquilamente sin mirarlo a la cara.
En un movimiento instintivo, se lleva una mano al culo, aunque sea moro, no es idiota y sabe lo que le espera.
—¿Quieres qui ti ayudi en la prieba? —yo pensé en aquel momento que sí que era idiota.
—No Ahmed, necesito tu culo para probar los condones.
Saqué uno de la caja y cuando vio el tamaño y el grosor del condón, palideció y tuvo que sentarse.
—Cuando acabemos, entrará Serafina a probar el próximo lote control del Ladys Figa’s, que es bucal.
Me miró con sus oscuros ojillos esperanzados y le dije.
—Animo, que son sólo seis test.
Miraba receloso el condón que saqué de la caja y que se sostenía derecho en la mesa debido a su solidez y rigidez, mientras se bajaba los pantalones. Metió la mano en el bote de vaselina y cuando estaba a punto de untarse el culo, se la sujeté.
—Ni hablar, Ahmed, hay que probarlo “a pelo”. Es para maricas muy avanzados y duros.
Se limpió la vaselina en la camisa, muy contrito él y colocó el culo en pompa apoyando el pecho en el banco de pruebas y abriendo las piernas.
Soy un trabajador nato y no me gusta perder el tiempo, así que no le dije nada cariñoso, ni siquiera le confesé que lo de la Serafina era mentira. He estudiado mucho a los personajes famosos y dinerosos del mundo de la política y economía.
Cuando le penetré, de su boca salió un chirrido irritante: eran los dientes que los apretaba y se deslizaban arrastrándose los unos contra los otros.
Yo tenía en el cajón una mordaza maso con pelota de ping-pong. Desde que vi Pulp Fiction, siempre deseé metérselas en la boca a mis compañeras de trabajo, pero como el Ahmed me estaba dando la vara, se la coloqué mientras estaba distraído clavando las uñas en la mesa presa, seguramente, del placer que le provocaba la estimulación de la próstata y de la cual yo no era sensible gracias al grosor de la pared del condón.
Yo creo que se sintió aliviado.
Las niñas de un colegio que venían de visita para ver las instalaciones, aplaudían entusiasmadas y sus profesoras les explicaban en qué consistía el control de calidad. Una de ellas, la profesora más joven, me miraba con deseo.
Antes de empezar con el cuarto test, liberé la mordaza y le ofrecí un cigarrillo, hinchó un flotador para sentarse en él. Tenía una erección considerable.
Yo le hice un cumplido de macho a macho.
—No es una ericción, es la próstata que me la has mietido hasta los huevos.
—Pues mejor que se te quede ahí, te queda mucho mejor y le da más volumen al pene.
Le di una palmada en la espalda cuando estaba dándole la tercera calada al cigarro:
—Vamos a por los dos últimos a ver si podemos acabar pronto e ir a tomar una cerveza a la sala de descanso.
Fue más o menos bien, y la sangre por fin dejó de manar de su ano en el quinto. Cuando me corrí con el último condón, tenía el pene tan sudado y mojado de mis propios jugos, que cuando la saqué, el condón se le quedó en el ojete.
No le dije nada, pegué un fuerte tirón de la goma y lo arranqué de allí. Por lo visto se habían enredado los pelos del culo en la superficie antideslizante y lo depilé de una sola sesión.
No gritó porque estaba amordazado, pero la pelota de ping-pong salió disparada de la mordaza de su boca para estrellarse y hacerse añicos contra el cristal de la ventana de la sala de visitas.
Las niñas aplaudieron emocionadas y las profesoras se rascaban el coño con disimulo.
—Oye compañero, ahora espera aquí , que el jefe te traerá un sobre con el plus de peligrosidad en negro, que te lo has ganado. Y no te muevas que el doctor Barrios, vendrá con crema y antiinflamatorios para el esfínter. Yo voy a avisar a la Serafina para el siguiente lote que te he comentado
Ahmed me sonrió y no varió su posición.

Cuando salí del departamento, me encontré con el doctor Barrios que se acercaba con un espéculo enorme.
—¿Cómo ha ido con Ahmed?
—Bien. Ahora está secándose las lágrimas. Si te pregunta por la Serafina, no le hagas ni caso.
Barrios me entregó un sobre cerrado.
—El director me ha dado este sobre para ti. Está agradecido con tu sacrificio en este test.
—Sssstupendo —dije a la vez que mi poderoso cerebro contaba hasta ochocientos euros.
Cuando cerró la puerta del departamento tras de sí, al cabo de unos segundo oí un grito desgarrador . Era Ahmed, el doctor ya le debía de haber encajado el espéculo y en ese momento lo estaría abriendo.
—Tranquilo Ahmed, luego una lavativa y como nuevo —le decía afablemente el Dr. Barrios. Debieron haber conectado el micrófono de la sala por algún error y todo el personal de la fábrica estaba excitado.
Es una mierda la vida, y cuanto menos tienes, menos te dan.
Comprendí el reproche que Zapatero le hizo al director del banco central europeo; los poderosos han de saber engañar al pueblo. La ignorancia de los menesterosos es la herramienta de poder por excelencia.
Al cabo de unos días, me encontré con Ahmed y le regalé una caja de condones con sonajero, especial para sexo con preñadas; los acababa de probar y eran defectuosos. Sus ojos se iluminaron y me invitó a una cerveza y un cigarro.
Y la Serafina me la chupó el resto del día.

Iconoclasta

15 de junio de 2008

La ternura

Hoy no seré bestial, el hombre se cansa en determinados momentos de ser tan obsceno, tan brutal. ¿Adrenalínico?
Soy tu creación, nena. Por ti soy así. No has tenido suerte; en lugar de crear a un ser sensible y perfecto, cual hermosa doctora Frankenstein, has creado un monstruo enamorado y sin cerebro.
Es tan fantástica la vida… A pesar de todo, a pesar de mí. El mundo puede ser un buen sitio si estás en el momento oportuno.
No te rías de mí, pero ¿podrías darme ternura? No sé, a veces el hombre siente miedo de algo que no acierta a identificar. El hombre se acuerda de que una vez fue niño y se le amaba por nada en especial, por ser él. No por sus dotes sexuales o su fortaleza física. O sus enormes y anchos hombros. Era un crío que en algún momento movía a cierta ternura.
No era gracioso, sólo respiraba de pequeño.
Así que sea por la lluvia que cala en mi alma (hoy tengo alma, la noto doler) o por los truenos que han destrozado mi coraza, el corazón parece estar a flor de piel. Me siento desprotegido, pequeño.
No me siento ridículo, mi cielo. Mi único miedo es haber dejado de ser lo bastante hombre para merecerte.
Sin que sirva de precedente, mi amor; frótame con tus manos la espalda, acaríciame, por lo que más quieras. Si te lo pido otra vez, estallaré en lágrimas.
¿Qué me pasa, preciosa?
Que la vida ha sido un poco difícil, cielo.
Por fa, me mola que me abraces. Engáñame y dime que todo está bien.
Ni siquiera me engañes.
No me digas nada, sólo me enterraré en tu olor, me esconderé en ti. Eres cálida y mis manos están descarnadas de escalar hielo nuevo.
Al respirar trago mucha saliva y cuando quiero retener las lágrimas, siento que no puedo respirar bien. Déjame tu cuerpo para ocultar mi rostro y mis lágrimas. No puede hacer daño. Estoy harto de todos. Mi Negranoche, es tu manto el que pido, tu manto de la serenidad. Tu cabello negro sobre mí, como un dosel donde encontrarme a salvo de la luz que me muestra como soy.
El monstruo necesita sentirse querido por nada en especial. El monstruo está maldito y no ofrece ternura, no sabe. Sin embargo, en el colmo de su egoísmo, pide la mano y los labios portadores de cariño sereno.
Tú creaste al monstruo, Negranoche, serénalo, dale sólo una ternura breve, algo que le haga sentirse amado por el simple hecho de respirar.
Págale con unos céntimos de ternura ese corazón que ha hecho enorme para ti, para latir en ti, en lo profundo de ti. Para gritar cosas que ningún hombre debería gritar si quiere seguir siéndolo. Mira la bestia, Negranoche.
Le sangran los pies, ni él sabe de dónde viene, estoy cansado, cielo.
¿Me quieres? No lo digas, bésame. O cobija mi rostro en tu hombro. Es tan simple…
Duele esto; debe ser la vida.
Es la vida lo que duele, se habrá infectado de tanto clavar las uñas en ella y arrancarle trozos para durar un tiempo más a tu lado. Todo el que pueda.
Ojalá pudiera ser poeta y escribir metáforas de árboles cansados, de flores marchitas, de jardines de luz y esperanza. Del alma bella que se esconde en la carne. De la carne que se abre ante ti para ofrecer un sacrificio, una muestra de pertenencia absoluta y demoledora.
Soy un monstruo y no me duele mostrarte mis miserias.
Sólo acierto a frotarme las manos en la ropa, están cansadas y heridas, ya no recuerdo de donde vengo ni a donde voy. Eres mi faro, sólo eso. Tenía que llegar a ti, y llorar oliendo tu piel.
Ha sido tan largo todo…
Tanta obscenidad y violencia. Tanto gritar, tensar músculos, pisar fuerte…
El cuerpo se rompe, se recompone, se vicia, se ensucia. El cuerpo te busca. El pene es un ser sin cerebro e impío.
Hoy el cuerpo está abatido está laso, el cuerpo quiere llorar y no sabe por qué.
Sé que en algún momento he renacido, lo noto en el sabor a ceniza en mi boca. El ave fénix debía sentirse así.
No… él resurgía de las cenizas, yo llevo ceniza pegada en la piel. Minutos, horas, días y años incinerados.
El monstruo está cansado, el monstruo no quiere poseerte, ahora no. Soy pequeñito, soy minúsculo. Soy tan poca cosa, Negranoche…
Eres un hada negra de sonrisa conjuradora de penas. Maldita sea esta congoja que no me deja hablar, decir que te quiero con unas lágrimas apenas contenidas.
Qué manía ésta de desear licuarme en ti, así, suavemente, dulcemente.
Sin que sirva de precedente.
Ahora, Negranoche, no dejes que esos enormes ojos me vean llorar. Los niños no lloran…
No puedo respirar bien…
Tan pequeño… Hace tanto que fui querido por nada…
Buenas noches, mi bella Frankenstein, dormiré un rato entre tus brazos, eres tan cálida…



Iconoclasta

4 de junio de 2008

Día sin tabaco, precioso de verdad

Me paso por el forro el tan precioso Día sin tabaco. Son cansinos los defensores a ultranza de la salud pública, de paranoias idiotas sobre sus derechos violados por fumadores sin escrúpulos. ¿Tendrán coche estos talibanes de las libertades individuales? Les gustaría prohibir el tabaco por la razón más vieja del mundo: la envidia, no pueden soportar los pequeños placeres de otros, son seres que sufren, que quieren inundar del gris de su mediocre existencia la de los demás. Son cobardes, hipocondríacos, pero lo que es peor, son parte del sistema. Son herramientas ciegas del poder para llevar a cabo la globalización. La globalización es sólo una forma más de dictadura amable. Amenazan con el calentamiento global, amenazan con ello porque van a preparar tal cantidad de impuestos, que el obrero va a caer de rodillas ante ellos y les van a llamar “amos”. Se les pone gorda, se excitan con esas ideas los torquemadas de la salud pública. ¿Y no prohíben fabricar más coches? Yo necesitaría fumar toda la vida para contaminar la mierda que tira al aire el vehículo más ecológico. Veo progres en las terrazas de los bares tomarse sus bebidas y tapas entre el humo de los coches y autobuses. Y no quieren que se fume. Claro, pero es el tabaco lo que les pudre. Lo que les pudre del tabaco, es que los hay que paramos unos minutos para fumar un cigarro. Sienten envidia de lo que no tienen valor de hacer, son demasiado serviles los torquemadas del tabaco. Se les ve venir desde el lejano horizonte. Pasear por las calles de cualquier sucia ciudad y lo son todas, es respirar mierda de coches, de autobuses; ruidos. Que nadie se asuste por un cigarro, lo malo es la estela de mierda que dejan en el aire los reactores militares en sus pruebas. La mierda de las incineradoras de basura propiedad de los ayuntamientos. Está bien, cogeré un cáncer de pulmón y deberéis pagar mi tratamiento. Yo lo hago con el borracho que conduce y tiene un accidente, yo no me quejo cuando un deportista que practica una actividad arriesgada necesita tratamiento. No me quejo cuando en vacaciones y por puro vicio, tienen que ser atendidas las víctimas de los accidentes. No me quejo de que tengan que atender a nadie en la salud pública. Podríais ser generosos con la salud pública, al fin y al cabo os pegáis una buena vida a costa del obrero, no deberíais someter a tal castigo psicológico a vuestros esclavos. Al final, se consigue el efecto contrario. Mirad la URSS, al final, todo eran borrachos ymiseria. Es que se me escapa la risa, porque muy listos no sois. Lo que deberíais hacer es estar menos pendientes de los demás, controlad vuestro afán de notoriedad y poder. Tened más ética. Sois idiotas con vuestra obsesión por el tabaco. Vuestra verdadera obsesión, es la envidia. No podéis soportar gente que vive relajada y no se preocupa demasiado de las enfermedades. Es todo la misma mierda, si conseguís prohibir el tabaco, lo conseguiréis prohibir todo y los borregos comerán de vuestra mano y se esquilarán ellos mismos. ¡Qué bueno está el humo del tabaco! Y además, me hace más hombre y más interesante. Y más valiente, es curioso como sigo fumando a pesar del cáncer y lo que me cuesta respirar tras subir las escaleras. A mí estas cosas, no me asustan. Lo que me deprime es no ver las estrellas en la ciudad en la que me encuentro prisionero, esposado por una sociedad de cobardes seres y cobardes ideas. Es esta una sociedad que se mueve por envidias y absurdas ideas de salud pública que no pasan ni siquiera a la credibilidad de un niño de seis años. Les revienta y les da por culo que me fume un cigarro, como les revienta y da por culo que su vecino tenga un coche mejor. Y hablan de salud pública. La salud pública la uso como papel higiénico en este caso, la salud pública lo que tiene que hacer, es llorar menos y trabajar más. Que hay muchos enfermos y no todos son por el tabaco. Hay gente con cáncer por trabajar en empresas insalubres y por respirar el aire monóxico de las ciudades. Que no den tanto por culo con la mierda del tabaco. Que no es para tanto. Lo que llama mucho la atención, es que se permita beber y emborracharse mientras no se conduzca. Nadie habla de la salud pública y el gasto de tratamiento de comas etílicos, de basura generada, de puñaladas borrachas en cuerpos borrachos. Y es porque la bebida, embrutece al ser humano y lo convierte en imbécil. El tabaco no, el tabaco deja al individuo más o menos igual, con todos sus sentidos más o menos alertas, con toda su lógica en funcionamiento. Cerebros que funcionan, cerebros de obreros que piensan con cierta asiduidad y con cierta facilidad, no son cerebros buenos para una Europa Unida ni para la globalización de mierda. Que la globalización ni más ni menos, al final, es la explotación del obrero por unos pocos de euros en todo el mundo, sea cual sea el país. Y claro, no me pueden perder el tiempo fumando. Idiotas. Me paso por el forro el Día sin tabaco. Y mira que soy capaz de coger una pajita e indiscriminadamente lanzar el humo de mi cigarro hacia las personas, soy de una crueldad… Eso sí, cuando pase un autobús, respirad hondo y pensad con alivio, que no es tabaco la mierda que tragáis.


Iconoclasta

27 de mayo de 2008

Superman contra la locomotora

La locomotora se aproxima a toda velocidad, he fundido la vía para detenerla, he cortocircuitado la catenaria, he creado con mi super-soplido un huracán que hace volar camiones. Y nada.
Avanza imparable la cosa más hermosa del universo.
Yo, el gran Supermán, no puedo con ella. Es imposible detenerla.
Salvarme.

La locomotora viene directa a mí, lanzando sonrisas y guiños de amante, apuntándome al pecho con sus preciosos senos.
Ni la criptonita haría mejor su trabajo que la debilidad que me causa acariciar su cabello negro. Anda que tengo una suerte…

Cómo la quiero, la super-quiero si he de ser más preciso. Me merezco alguien así, he luchado mucho. Y aunque no la merezca, la quiero, la necesito. La lloro y salvo vidas con tristeza cuando no está.
Aunque ella… Aún no sé si se merece algo como yo: un poco loco, un poco amargado con este tiempo y lugar. Aunque no lo cambiaría por nada en este instante, aunque la bella locomotora de amor me arrollara hasta hacerme pedazos.

Lo malo es que no es una locomotora normal, es un tejido de emociones de sensualidad y ternura. De lencería y coquetería. De pasión. Es tan apasionada que hay que sujetarla con fuerza, como a ella le gusta.
Si fuera metal, la podría detener.

Imposible mantenerse en pie y firme ante el impacto de su ternura, ante su sonrisa. Me hace sentir bien, me hace sentir un hombre querido que sirve para algo más que salvar vidas o levantar coches con una mano.
Hay un inconveniente: me debilito ante ella; no, no se trata de eso: es desidia, no me importa nada cuando la locomotora aparece veloz y rápida doblando las dimensiones con su velocidad, con su fuerza, con su sonrisa y ternura. Cuando sus dedos corren por mi cara, cuando sus manos se posan en cualquier parte de mi piel, ella es el centro de un caleidoscopio con fondo oscuro de terciopelo negro.

Lleva una cinta de terciopelo negro en el cuello porque se sabe hermosa. Yo soy Supermán y no he de pensar en obscenidades, en asirla por la cinta y poseerla haciendo uso de mis superpoderes, del único que atino a usar cuando la tengo entre mis brazos, cuando me cabalga. El resto de los poderes son sonrisas y ternuras.
Soy Supermán y no debería enamorarme.

Ella me hace sentir solo, más solo que nadie, porque no está siempre.
Lo único fuerte, que se rebela y me hace aún sentir un superhombre, es mi miembro: reacciona como una bestia ante ella, parece hostil en su deseo de penetrarla entre esos muslos que sueño con lamer sediento hasta llegar… Hasta llegar a su sexo que es el crisol de una supernova. Ella también es una super-girl, pero del amor, del cariño. De la belleza.

Tonto tampoco soy y el tener visión de Rayos-X es algo que me proporciona mucho tema para mis ratos de soledad y autocomplacencia.
La preciosa locomotora del amor, ha hecho del héroe un hombre encelado. Si además se sabe que también aplico supervelocidad a mi consuelo…
Mi pecho se tensa ante el inminente golpe de la locomotora.

Estaba pensando en cambiar estos calzones rojos por unos pantalones vaqueros o de loneta. Me da vergüenza que me vean así, en este estado de excitación. Además, ella se ríe de lo hortera que soy. Pero luego me besa y me dice que me quiere, susurra lindezas acompañadas de risas cómplices y una encantadora y maliciosa ingenuidad.

El amor es una locomotora. Ella es una máquina de amor, y yo estoy en medio de las vías. Debería apartarme porque hay tantos seres que dependen de mí, que es un acto de irresponsabilidad abandonarme a ella.
No podré, ni quiero evitarlo.

Me gustaría, cuando me siento tan desdichado y tan solo, tender mi capa en el suelo, para que ella se siente y yo pueda apoyar mi super-cabeza en su regazo. Suele bromear con mi perímetro craneal como yo suelo bromear con el tamaño de sus pechos.
Sus pechos vienen directos hacia mí.
Misericordia…

Es agónico el super-querer.
Tiene la propiedad, de convertir al hombre de acero, en una carcasa repleta de gelatina cálida. Mis entrañas se hacen agua.
Y me hace sonreír más de lo que quisiera. Esto no es serio.
Esto no es un trabajo para Supermán.
O sí, todo ese amor, toda esa mujer es algo que sólo un superhombre puede soportar.

La locomotora ya está aquí, en todo el pecho.
Nunca me he sentido tan bien con el pecho roto.
Y ahora, a super-amarla. Es la única misión. Es el único trabajo para Supermán.
No desea otra cosa.
Misericordia…

Iconoclasta

16 de mayo de 2008

Detestables vecinos (II)

Ya estoy harto, día tras día están ahí, insistentes, coloniales, reptantes. Están revoloteando en agua estancada como libélulas, como mosquitos.

No los odio, me deprimen.


La miseria grapada a la miseria, y pegada a la antipatía. Como el culo y la mierda.


Pululan en el agua como renacuajos cabezones.

Al viejo macho no lo he pillado, debería estar lamiendo los escalones de la escalera con la lengua o alguna cosa por el estilo. Ni lo sé ni me importa, que bastante desagradable es ver sólo a uno.
Y encima, dada la sequía, seguro que premian su miseria. La vida no es justa. A todos los tontos se les aparece la virgen.

Detestables vecinos...

Buen sexo.


Iconoclasta

13 de mayo de 2008

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres triscaban trigo en un trigal.
No tiene gracia, no tenían porque estar los tigres en un patético trigal, ni para mezclarlo, ni para retozar en él.
Y sería normal, dado el caso, que estuvieran tristes. Los tigres no triscan, los tigres copulan con las tigresas y cazan y devoran animales y hombres.
¿Por qué coño tienen que estar en un asqueroso y aburrido trigal? ¿Por qué esa tristeza en un animal que debería ser y sentirse orgulloso?
Los rumiantes, los burros, las ovejas… Los mansos retozan y triscan el trigo con su deambular cansino. Ellos son tristes.
Es una burda mentira; los tigres no son tristes y jamás lo han sido. La gente inventa estas cosas para consolarse de su propia miseria. Cabrones.
Yo sí que soy más triste que el cadáver de un bebé.
Aunque más peligroso.
Un bebé al que le está devorando la cabeza un triste tigre.
Tal vez han confundido el pelaje ensangrentado de sus belfos con la tristeza. Son tan idiotas los hombres, que confunden ferocidad con aflicción. Los hombres no distinguen el cabello rubio ensangrentado de las espigas de trigo. La gente debería graduarse la vista más a menudo.
Tres tristes tigres triscan cabellos dorados como el trigo en un matadero.
Pesarosos sois vosotros; pobres y previsibles. Lo pervertís todo, queréis quitarle la belleza a lo salvaje porque vuestra vida es tan mediocre e insana, que enfermáis de ponzoñosa envidia por lo más genuino. Y es vuestra envidia lo único que os mantiene activos. Cabrones, cabrones, cabrones, cabrones…
Ni siquiera jodéis por méritos, jodéis porque pagáis y porque no tenéis donde elegir. Jodéis por suerte. La suerte de los idiotas.
Lo jodéis todo, joderíais a un pobre animal como joderíais a vuestro hijo en la cuna si vuestro Cristo de los tarados os lo pidiera. Malditos…
Si fuera Dios, vuestras cabezas se caerían mientras camináis tristes por vuestro territorio, os las arrancaría y las tiraría a una era llena de trigo y tigres.
Miles de tristes cerebros triscando trigo.
Tristes vosotros, mala gente que apesta el planeta.
¿Un tigre triste? Tristes fueron vuestros padres al follar, tristes os alimentaron y tristes murieron; por eso yacen unos cadáveres encima de otros y están pegados por podredumbre, grapados unos a otros por cintas de miles de gusanos que son felices.
Alguien tenía que ser feliz.
Tristes vuestros dioses de mierda, esos dioses que deciden con vuestra cobardía, quien devora a quien. Nadie decide por un tigre, el tigre se alimenta de trozos de carne en movimiento como vosotros. No comen carroña ni animales muertos. Vosotros sí, cada día.
Ninguno de esos tres tristes tigres obedecería a ningún amo ni Dios. Le arrancarían las cuerdas vocales de un zarpazo.
Hijos de puta, queréis joder a los tigres. Cazadlos y matadlos, pero no los imaginéis en un trigal, no los imaginéis tristes. Insultáis a los tigres, insultáis al planeta y provocáis que os descerraje un tiro en la cabeza con este preciso y potente Mauser de calibre 30-30.
La madre empuja un carrito de la compra tan lleno de bolsas y paquetes, que parece que va a volcar al girar por una de las calles del aparcamiento.
La niña camina con un peluche entre los brazos. La madre le grita algo y la pequeña, sobresaltada, corre hasta alcanzarla. Se detienen frente a una furgoneta familiar.
Esto es tristeza.
Le ruego a Dios si existe, que guíe mi bala por el camino de la verdad, que sea certera como certero es el tigre en su salto tras acechar a la presa.
Que la sangre corra y el trigo sea triscado por el labriego, no por un tigre. Que la presa muera y el cazador se alimente. Como siempre tuvo que ser. Algo verdadero, algo coherente. Algo de esperanza para mí.
Para los tigres…
Que así sea, amén.
Uno, dos… Y la cabeza de la niña revienta entre una nebulosa de sangre. Estoy tan lejos que la detonación de la bala no la ha podido escuchar nadie, se ha camuflado entre tanto ruido de gente y coches allá en la zona comercial. La madre tiene medio cuerpo dentro del maletero acomodando la compra y no podré disparar con rapidez antes de que se de cuenta de que su hija es un triste cadáver.
Cargo otra bala.
Tres tristes tigres…
El pequeño aún da un par de pasos cogido de la mano de su padre cuando la bala le destroza el corazón y desintegra el hombro izquierdo.
… triscan trigo…
El padre da media vuelta con rapidez y nuestros ojos se encuentran sin que él sea consciente que mira directamente a la muerte con los ojos ciegos. No ve nada, es el efecto devastador de la bala que le ha destrozado la espina dorsal a la altura de los omoplatos, el que le ha obligado a girarse de repente hacia mí. Un títere ya roto.
La muerte tiene caprichosas reacciones.
… en un trigal.
Aún queda otra bala para mí, otra bala que lleva una sonrisa dibujada. Nada de tristeza, no quisiera morir triste. No quiero triscar en un trigal.
El sabor del cañón es desagradable, tan desagradable como un trigal lleno de tigres tristes.
El gatillo es suave y su tacto terso, conforta mi ánimo.
Tres tristes tigres…
No. Los tigres no se suicidan ( y no soy tan valiente com ellos). Los tigres siguen devorando hasta que se les da caza, un elefante los parte en dos, o mueren de viejos con sus belfos canos.
Con el dorado pelaje ya marchito.



Desmonto el fusil, recojo los casquillos de las balas y con la mira telescópica en una mano y un cigarrillo en la otra, espío toda esa tristeza que ocurre casi cuatrocientos metros más allá. Hay tanta gente alrededor de los muertos que no los dejan pudrirse en paz.
Y no es tristeza, no hay tristeza cuando alguien es cazado, sólo miedo entre los que aún viven. Deberían tomar clase lenguaje de refuerzo. No es razonable confundir la tristeza con el miedo. Son cosas distintas y que nada tienen que ver.
Lo mismo que los tigres y el trigo.
Tres tristes tigres…
Cabrones, mis tigres no… Ellos sólo mueren, no son como nosotros.
Nunca serán tristes.
Odio los trabalenguas, nunca se me han dado bien.


Iconoclasta