En las noches del toque de queda marcial del nuevo fascismo español, a pesar de la maravillosa lluvia, las calles huelen a rancio, añejo y mierda.
La lluvia no puede con toda esa indignidad que cubre como un manto de mierda las calles nocturnas de prisión. No puede la pobre lluvia, arrastrar el hedor de la dictadura y su cobardía. Su asfixiante presión.
No es por el bozal (o mascarilla como pretenden que se le llame) por lo que cuesta dios y ayuda respirar; es por los mezquinos carceleros que lo apestan todo. La dictadura pudre hasta la mismísima lluvia. Pobre amiga…
En mi pueblo la lluvia no es ácida, es tóxica y huele a excrementos y suciedad de prisión. A viejas muertes que ya nadie recuerda de otra dictadura cuyas estelas de olor a mierda, siguen flotando en el aire como las de los reactores en el cielo.
Y así una noche, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra… Hasta inevitablemente vomitar desde el balcón a la sucia calle fascista empapada de miserias. Literalmente el dedo del fascista que te lleva a la náusea.
Mierda con mierda se paga.
Mi pobre lluvia que han podrido…
Buenas noches de mierda a los puercos.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.