Powered By Blogger
Mostrando entradas con la etiqueta analfabetismo funcional. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta analfabetismo funcional. Mostrar todas las entradas

22 de agosto de 2024

lp--Malevolencia es la reina--ic


No sé por qué; pero me resulta más fácil pronunciar malevolencia que benevolencia.

Será que benevolencia ya está en desuso y no tiene sentido pronunciarla, ni siquiera como ejercicio de logopedia.

Además, el narco estado español le ha decretado a la Real Academia Española que borre eso de benevolencia y a servilismo le añada la definición que se ha quedado huérfana de voz.

A mí me parecía la extinta benevolencia, la más escalofriante palabra porque con suma facilidad se puede articular la b como una p (por error o malicia); cosa que me haría escupir aterrorizado ante la inefable posibilidad de semejante cosa en mi boca.

Sí, servilismo es más fácil de articular que benevolencia. Y en este momento, servilismo surge por los labios suave e inevitablemente a cada instante.

Aun así, insisto: la reina sigue siendo malevolencia, su primera sílaba es tan voluptuosa y refrescante…




Iconoclasta

4 de junio de 2024

lp--Los dientes superiores o la muerte de la literatura--ic

 


"—¿Yo? —rio el oficial, abriendo los ojos desorbitadamente—. ¿Yo? ¡Pregúntale a tu pueblo quien es el loco! —Rodríguez de Liria mostró sus dientes superiores en una mueca de infinito desprecio—" (novela El secreto de Boca Verde de Alberto Caliani).


El subrayado de la cita, eso de los “dientes superiores”, es un ejemplo elegido al azar de entre cientos de miles de “obras literarias” actuales que muestra el estilo y la calidad literaria (que ni la de un niño de cinco años puede ser peor), que se está extendiendo como un excremento diarreico en la globalidad fascista del coronavirus y el cambio climático.

Creados y explotados semejantes bodrios de pseudo literatura por la codicia de los portales de internet de venta de libros o suscripción. Casi todo son malos autores que se autoeditan y autopublican con una impunidad espantosa, sin revisión y escrúpulo ortográfico y semántico alguno.

Lo de “sus dientes superiores” es infantilismo, falta de imaginación y habilidad léxica que da miedo y causa vergüenza ajena. Es de imaginar que por dientes superiores se refiere a los incisivos. Y tal como es la anatomía de la boca humana, para mostrarlos, el personaje debía haber enrollado el labio superior sobre la encía superior (exactamente como hacen orangutanes y chimpancés sin causar desprecio infinito por ello). No sólo es estúpido, es absurdo y estúpido. Eso no es una mueca de infinito desprecio, sino la imitación de una asquerosa rata. ¡Idiota!

O bien, el personaje tiene un serio problema de discapacidad mental y coordinación motora. Y para hacerlo del todo mal, para llenar páginas, el figura del autor añade infinito a desprecio para infligir más dramatismo en el lector; como si no nos riéramos al leerlo.

No es sólo por el infantilismo y analfabetismo en sí, es mucho más grave. La decadencia cultural de una sociedad la arrastrará a la miseria y su extinción por esa merma de inteligencia que la hará inviable como grupo social o étnico.

Que se publiquen e incluso vendan estas barbaridades como novelas es lo peor que podía ocurrir (además de que un narco dictador sin habilidad literaria, ni conocimiento del  lenguaje se autopublique dos veces en poco tiempo como pasa en España), porque es pudrir el conocimiento y la cultura, las bases de toda civilización. Esto es el indicativo de que las sociedades globales del coronavirus, el cambio climático, el homosexualismo y el servilismo, están al borde del precipicio.

Cuando un analfabeto funcional puede vender sus miserias y se le compran, la sociedad va en retroceso hacia su ruina o hasta que una cultura con un conocimiento superior y valores éticos, la someta por la fuerza y la esclavice.

Que en las escuelas aprueben a los ignorantes o vagos por caridad o lástima, tiene esta consecuencia terrible: “sus dientes superiores” y otros infantilismos surgidos de un cultivado oscurantismo impuesto por un estado/dios tan analfabeto como la chusma que gobierna. Ningún jerarca quiere que un simple ciudadano tenga más conocimiento que él; es básico erigirse en sabio supremo para que el dictador y su cártel de burócratas se mantengan en su poltrona o bajo palio católico (o musulmán que tan de moda está entre los fascistas estalinistas, deslumbrados por la capacidad represora del islam).

Si nadie se asombra de encontrar semejante novela a la venta o como lectura por suscripción y no maldice la estafa, significa que ya no queda esperanza para la cultura, el arte y la inteligencia. Y mucho menos con los audiolibros, cuya función primera es castrar el intelecto evitando el gran ejercicio mental y básico que representa descodificar el lenguaje escrito, el que dio el espaldarazo definitivo hacia el conocimiento a las civilizaciones. Los actuales fascismos del coronavirus y el cambio climático (pseudo democracias) exigen la vuelta a la tradición oral de propagar el conocimiento que en poco tiempo se convertirá en chismorreo y superstición. Sin embargo, los decretos nazis o estalinistas climático, homosexuales y sanitarios sí que quedarán bien escritos y eternos para que nadie pueda evadirse de su cumplimiento gracias a un funcionario que los pregonará por las calles ante la incapacidad lectora de las nuevas generaciones. Como los diez mandamientos de aquel dios psicópata y asesino.

Se puede brindar por ello con sabrosa agua de cloaca.

Otros optamos por cagarnos en el puto dios que ha parido a toda esta panda de jerarcas hijos de puta y sus libros de papel e informáticos y audiolibros, de autoedición y estafa.

Y así con el cine, así con el cómic, con el arte y la prensa.

Esto es lo que se van a encontrar las generaciones que crecen ahora y las que están por nacer. No tardarán en nacer seres humanos sin cerebro, con el cráneo rellenado con minions de goma con pito y playmobils que no saben ni doblar las rodillas. Seres vivos como zombis obedeciendo y humillándose a sus jerarcas que a duras penas saben leer su propia mierda que decretan o publican en todos los rincones de esta repugnante globalización nazi clima-sanitaria..



Iconoclasta

3 de noviembre de 2021

Maquiavelo, víctima de su inteligencia


Es una metáfora el título de este pequeño ensayo, Maquiavelo fue víctima directa de la envidia, de una envidia rabiosa; porque con su existencia dejaba al descubierto la decrepitud mental de sus contemporáneos.

Tras la lectura de las primeras tres páginas de El Príncipe, de Maquiavelo;  la política y la administración de los reinos o estados pasa a segundo plano en el lector.

Lo que destaca con luz propia es el propio autor, su inteligencia incisiva, su inconmensurable conocimiento de la historia y el profundo conocimiento de las variadas raleas humanas.

Y eso fue la causa de su tortura, encarcelamiento, ruina, destierro y negación de su obra hasta muchos años de su muerte.

Es extraño, sin embargo, que semejante escritor, político, filósofo, historiador y sobre todo, diplomático, no pudiera dominar su vanidad (bien merecida) de sabiduría ante los peligrosos poderosos de su círculo social. La vanidad fue su propia telaraña…

Todos aquellos papas, reyes, príncipes, aristócratas y rancios funcionarios de las distintas cortes, se sintieron desoladoramente imbéciles. No podían medir su intelecto y su sabiduría con la de Maquiavelo. Ellos jamás llegarían a escribir ni un párrafo de cinco líneas con precisión sobre política, estrategia militar o historia; como Maquiavelo fue capaz de escribir centenares de páginas sin vacilar.

Se dice que Maquiavelo es el padre de la política moderna. Y es porque está muerto.

Realmente es una forma de decir que, solo puedes ser un gran pensador y trascender si estás muerto. Porque de nuevo, la envidia no te permitirá vivir para contarlo.

La lectura de su libro más famoso por parte de los actuales jerarcas, presidentes, ministros, altos funcionario, etc.; aún les causa repulsión. Incluso en el mundo empresarial o económico, con mayor incidencia en el aspecto laboral. Esa inteligencia y dominio del ser humano, es la que revela la cara más dura y criminal de la envidia. Si existiera alguien como Maquiavelo que no hubiera sido amordazado por las actuales censuras en medios y sobre todo en las grandes editoriales que velan por el actual oscurantismo, la imbecilidad de las manadas humanas; lo habrían ejecutado de un tiro en la nuca.

Como hicieron con él en el Renacimiento, otra época de mierda. Lo actualidad es un Renacimiento; pero sin arte, solo con los gobiernos y las administraciones malas, corruptas y fascistas.

La premisa es fácil: inteligentes y valientes dejan en evidencia a lerdos y cobardes; y si alguien es más inteligente o decidido que tú: mátalo y se acabarán así las odiosas comparaciones.

Y esto sí que es absoluta actualidad que se puede ver en el mundo de la política, en el laboral y en el arte. La envidia nunca es tan mala como estos tres ámbitos. Mala y criminal.

De ahí que el brujo de una de aquellas prehistóricas tribus de judíos, se inventara el cuento que aparece en la biblia (en el Génesis) del Árbol de la Vida o el Árbol Prohibido (incluso en algunos textos figura como el Árbol de la Sabiduría) de cuyos frutos comieron Adán y Eva. Para que nadie de su tribu pudiera demostrar que era más inteligente que él; y si así fuera, sin duda alguna habría comido del árbol prohibido y se le debería matar a pedradas.

La biblia está llena de parábolas nacidas de la envidia, hacia otros seres de rango inferior que pudieran demostrar ser más inteligentes. Siguiendo esta línea de conducta, es lógico que las grandes y viejas logias secretas o íntimas de políticos, aristócratas y millonarios, tengan una jerarquía basada en la envidia y en evitar la entrada a su selecto círculo a todo individuo con mayor inteligencia que ellos. A menos que pague mucho dinero, porque si algo tiene el envidioso, es que la avaricia lo aplaca.

La envidia es más vieja que la biblia, por supuesto. Pero fue en la biblia donde se documentó por escrito y se mostró en todo su esplendor en parábolas didácticas y salmos que se convirtieron más tarde en legislación. La biblia siempre requiere la lectura de un sacerdote a la feligresía para que nadie saque conclusiones obvias.

Esto es absolutamente actual, hoy más que nunca, donde la feroz censura prohíbe y borra todo pensamiento individual; no hay mejor censura que decir que hay ciertos libros que no suscitan interés alguno; y los de Harry Potter, Crepúsculo y cosas melifluas de historias de catedrales, sí. De ahí la razón que los grandes pensadores del siglo pasado hayan muerto sin dejar huella, ni otros que pudieran haber seguido sus pasos. El error, de nuevo, en los seres inteligentes es que son simples individuos y no corporaciones o partidos políticos. Y un individuo con un buen razonamiento podría ser peligroso para el proceso de infantilización de los adultos de las sociedades consumistas; también conocido como globalización (analfabetismo funcional para todo el planeta).

Las actuales fascismos oscurantistas (falsas democracias) han iniciado su proceso de estabulación de las grandes manadas humanas y ningún individuo por ingenioso que sea, puede elevar su pensamiento por encima de la imbecilidad colectiva.

¿Una persona crítica, con pensamiento propio, lógico y lúcido? Es imposible actualmente.

En el inicio del siglo XXI, se inició descarada e impunemente la persecución al libre pensamiento y dos décadas después, es efectiva: ha conseguido hacer de la población mundial, un hato de ovejas lloronas que callan cuando la pantalla de sus teléfonos les habla de las mentiras y los credos que han de seguir y asumir sin rechistar, por el bien de sus vidas, aunque les cueste un poco la ruina.

Es increíble; pero cualquier otra consideración sería defender la envidia más venenosa: la de un político y su ambición.

A Maquiavelo, lo volverían a matar hoy, en este año del 2021, por pura envidia, por puro temor de los jerarcas a no tener sus conocimientos y libertad mental.

Estamos abandonados en un mar de idiotez, banalidad e ignorancia. Los hay que cantan y aplauden al ritmo de las olas de excrementos y los hay que simplemente, no queremos tragar mierda y nos ahogamos.

Como pobres maquiavelos que cometieron el crimen de pensar y pensar bien.

De saber y saber más.

A mí me va más la vanidad que la envidia, sinceramente, en verdad os digo.



Iconoclasta