Votar es el mayor error que una persona con inquietudes de libertad y honestidad pueda cometer. Con ese aparente acto festivo y frívolo, cada voto es una autorización a la dictadura para que el estado ¡con tu permiso y sonrisa! robe y destruya tus más necesarias libertades y necesidades biológicas.
Porque votar, en definitiva, es creer en el estado y pedirle que haga de ti lo que le plazca.
Es un acto terrible y suicida contra la libertad y la dignidad.
El voto autoriza al tirano a hacer tu vida gris e invadir tu intimidad. A erradicar la ilusión de tu día a día para llenarlos con sus dogmas de prohibición y castigo.
Porque lo que llama el estado “civismo” es contrario a tu supervivencia: votar al enemigo para que haga contigo lo que quiera con tu permiso y fe religiosa en él.
Firmar un cheque en blanco y dárselo al criminal.
Depositar tu voto en la urna que te ordenan, es comulgar con la dictadura, recibir en toda la boca su hostia de usura y tiranía, eternizándolas para joder el nacimiento de próximas generaciones.
Es una frivolidad digna de una infancia no formada aun intelectualmente.
El voto es la aberración de la libertad y la voluntad.
Si tú has votado, es tarde ya. Solo, si se diera el caso, podrías educar a tus hijos para que no cometan tu error, que no voten jamás, que no se ahorquen gratis ante el tirano.
Iconoclasta
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