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19 de noviembre de 2022

lp--La última vez (Prime video, un presente distópico)--ic


Es la última vez que reproduzco una comedia producida por Amazon.

Es desolador el mundo que escenifican, como si no fuera ya malo sin forzar guiones.

Ya sé que es mandamiento religioso o mística de la igualdad (aunque no sé a qué viene lo de igualdad) que deban aparecer,  encajen o no en el guion, toda suerte de homosexuales de los dos sexos que existen, por ejemplo en la especie humana: hembra y macho.

Me sentía triste, tal vez por el otoño o por la mierda que cobro.

Y me dije: “Voy a ver una comedia para que me arranque una sonrisa de mi ancestral rostro curado por el tiempo, la desgracia y la dictadura. Y juro que nunca más volveré a pasar hambre y bla, bla, bla…” Y pulsé reproducir en el icoñito de una comedia confeccionada primorosamente por Amazon y que decía ser primicia.

En apenas quince aburridos y mediocres minutos, se desplegó la cuota de homosexualismo como es habitual. Un personaje supuestamente ingenioso según los cánones morales actuales, neuróticamente graciosillo y de verborrea aguda; el arquetipo de homo de las series de televisión y cine de las comedias amables sin riesgo alguno para ninguna edad.

Hay que recordar que las compañías de películas y series de pago como Netflix, HBO, Disney +, AMC, etc… Son muy rigurosas con su obediencia eclesiástica hacia el mandato de inclusión maricona en toda producción audiovisual, ya sea de temática de boxeo o de las apariciones marianas de Fátima.

Pero lo de Prime Video (Amazon) es pura paranoia inquisitorial. Es la Torquemada de todas las compañías.

Aún no recuerdo como ocurrió y que motivo había (hace ya casi treinta segundos que detuve la película) para que en una escena que transcurría en plena calle se juntaran en un encuadre seis machos y ¡todos maricas! ¡Seis!

Ni siquiera cabían, era demencial…

En los pocos segundos que atisbé aquella distopía del presente de mi vida, pude entrever un negro marica, un hindú marica, un árabe marica, un par de blancos maricas, un hispano marica, y no pude verlo; pero presentía que había allí un esquimal marica al que seguramente, por ser bajita su raza y dada la densidad demográfica del encuadre, lo ocultaban sus compañeros de reparto. Seguro que estaba allí y cobrando.

Los seis emitían sonidos y risitas en una cacofonía gallinácea diabólica, estorbando a los figurantes paseantes en su caminar hacia ningún lado, como almas en pena.

De verdad que no cabían en la pantalla, coño.

Se me cayó el cigarro de la boca y me quemé los huevos.

Aquella distopía… Seis de seis. Era más potente que la escalera de color del póquer.

Y yo sin saber el origen de aquel tumulto de “género”, pobre de mí.

Llenaban tanto la pantalla, que imagino lo mucho que tuvo que padecer el director de fotografía (si lo hubiera) para colocar al cámara en la distancia y ángulo adecuado para que cupiera esa muchedumbre de cuota homosexual en el fotograma.

No sé a que se debió; pero en ese mismo instante me sobrevino jaqueca, un dolor intenso. Y decidí volver a ver Bone Tomahawk película ingeniosa donde las haya, inteligente, de diálogos cultos, violenta y gore hasta tener que apartar la mirada en alguna escena.

Todo ello sin pagar cuota homosexual.

Y que conste en acta (y que tome nota el cabrón del notario que para eso cobra una pasta), que uno de mis villanos favoritos, además del de El silencio de los corderos (el modisto de las polillas); es el pistolero homosexual asesino de El tren de las 3:10, brillantemente interpretado por Ben Foster. Un personaje tan carismático como despiadado y eficaz en su trabajo.

Es la última vez que elijo una comedia cometida por Amazon, es igual que asistir a una de esas misas en las que un telepredicador suelta sus fanáticas e histéricas arengas con sus largas y despeinadas cejas polvorientas, sucias de farlopa.

Así de sectario es Amazon en el pago de cuota a la Iglesia Ortodoxa de la Divina Igualdad del Corazón Televidente.

De verdad, que no cabían en el televisor.

Una pesadilla.



Iconoclasta


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