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14 de julio de 2022

De madres y los hijos castrados


Las madres mueren y es tarde para decirles todo aquello que sentías.

Y nos queda esa presión dentro.

La muerte de la madre es la menos dolorosa, porque no muere. Es imposible.

El hecho de ser madre es eternidad, ser padre es efímero.

Nunca podrá haber igualdad de sexo, sus diferencias son insalvables, como su biología.

Sus instintos son distintos e indispensables para la vida de ambos, para hacer lo que deben por lo que son.

La sociedad se ha ensuciado con ingenuidades doctrinales de predicadores de feria. Las reses humanas integradas y obedientes han asumido la dictadura de la secta que pervierte la verdadera y única naturaleza de machos y hembras.

No pueden ser iguales, y si lo fueran, me quisiera morir.

Hay una religiosidad sectaria en toda época. Una secta que llena el pensamiento de la chusma de tal forma que queden ciegos a lo que van a padecer y cómo van a ser condenados a la miseria, su hambre y la inevitable violencia.

Por ello, los estados quieren reses confusas, acobardadas, ignorantes que asienten y dicen amén llevándose a la boca la hostia envenenada de la ignorancia y la mentira al paladar.

Las niñas imitan a las mujeres adultas y los niños a los hombres; pero es solo un juego instintivo que se da en todo animal de La Tierra, necesario para su desarrollo. Luego niñas y niños, se expandirán en su adultez, se diversificarán y serán según su carácter y necesidades fisiológicas. Como ha sido siempre en el desarrollo y evolución de la especie humana y de la única forma posible. De la única forma para que evolucionara la especie, y sobreviviera.

Atacar las bases primigenias de la naturaleza es violar lo más íntimo de cada ser. Es extirpación de la razón pura.

No dejan de envenenar a la chusma votante, la pervierten y castran sus instintos. Los políticos y religiosos son criadores de cerdos preocupados por seleccionar los marranos que más les convienen en las grandes granjas o ciudades.

Y los cerdos no lo saben y venden sus hijos al diablo, al matarife aturdidor; que los sacrificará de la misma forma sean machos o hembras.

Luego, a la fábrica de alimentos procesados, patés de cerebros vacíos aromatizado con la más sectaria ignorancia e ingenuidad infantil adulta.



Iconoclasta

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