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13 de enero de 2022

Un universo en el hielo a la luz de la luna


Camino en una noche de luna gibosa.

Clara.

La senda parece regada con semen de plata.

Solo.

Y hace frío, frío de verdad.

En un charco helado la luna ha dejado caer un trozo de universo.

Una galaxia a mis pies.

Pienso que me tragará. No es miedo, es un deseo.

Exhalo el humo blanco de las noches frías y los ojos me traicionan con unas gélidas lágrimas. Bajo el ala del sombrero para ocultar mis ojos a la luna; que no vea mi debilidad.

Luego, con la mirada clara y terrible, observo en derredor con la navaja abierta. No sé cuándo se ha abierto, no sé en qué momento ha llegado del bolsillo a la mano.

Temo que un animal se acerque para robar mi libertad, mi soledad y mi universo. Tengo la salvaje certeza de que vale la pena morir y matar por esto.

Piso el hielo con la esperanza de que sea un agujero de gusano y morir en el universo.

Y con el hielo también se ha fracturado mi alma.

Y ha dolido hostia puta. El dolor está siempre en la vida, como un compañero que te odia.

Yo quiero una muerte indolora, por favor… Le lloro a la luna con los ojos ocultos.

Me arranco la lágrima y le doy gracias sin mirarla.

Y camino solitario, nocturno y frío. No es casualidad, no es azar.

Es volición.

En algún momento me doy cuenta de que aún aferro la navaja. Pienso sin alardes que matar y morir es tan connatural como ser libre y solitario.

No te das cuenta y ocurre.

La luna no regala universos a cobardes ni a banales.

No cuestiono mi cordura.

Mañana más, esto acabará cuando muera.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


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