Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
2 de octubre de 2015
Los castaños de la sabiduría
Tienen una apariencia casi divina. Y he entendido en ese momento, como una revelación, porqué Eva después de morder el rabo del diablo, se comió una manzana. Si es que están preciosas y apetecibles, como las castañas que he encontrado y de las cuales he cogido una para darme el gustazo.
"Voy a hacer como Eva la fácil, pero sin tetas".
Y durante media hora he pelado la castaña mientras caminaba alborozado, ilusionado con adquirir más sabiduría si fuera posible.
Eso sí, bien vestido: con caras botas de Goretex, pantalones Dockers, camiseta Nike ultra seca y bolso de outdoor Victorinox. No creo que una hoja de parra pueda cubrir lo que soy.
Así que tras hacerme un par de pequeños cortes en los dedos con mi afilada navaja Spyderco, la castaña estaba hermosa. Era el momento.
Pues me he cagado en Dios, porque en mi vida me he llevado algo tan amargo a la boca.
Juro que tal y como la he mordido, la he escupido y hasta mis Rayban se han salpicado de castaña amarga.
No consigo quitarme ese repugnante sabor. Le voy a pegar fuego al puto castaño de la sabiduría.
La vida en el campo es preciosa si antes has comprado las jodidas castañas en el súper.
Y que les den por culo a Dios, Satanás y Eva por listillos.
Joputas...
Iconoclasta
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