Me gustaría ser un escritor romántica y carismáticamente atormentado. Un hombre triste que se emborracha al tiempo que en el papel escribe su alma con una pluma japonesa de edición limitada y con un buen reloj.
Claro que ser materialista no es lo que me descalifica como escritor atormentado; es esta cochina erección que me incomoda la que me califica como un hombre simple, con un cerebro liso.
Maldita sea, no es elegante estar caliente.
No es elegante que la puta me esté haciendo una mamada y se me deslicen lágrimas por la cara. Debería estar escribiendo en un cuarto en penumbra con una rata como compañía.
El amor se rasga como la hoja de papel que rompo cuando no quiero reconocer lo que escribo. No es por dolor, es por vergüenza.
El amor dura el tiempo que tardas en conocer a quien crees amar. Luego se convierte en mediocridad, en monotonía y por fin en engaño.
Los hijos te aman hasta que se hacen mayores y se dan cuenta que son mejores que tú...
Así que le hago caso a mi polla y me la toco.
Bajo el prepucio y el glande brilla baboso, con ganas de invadir o violar; es inevitable dejar una mancha de fluido en mi elegante pluma después de haber acariciado a mi alter ego.
No soy un escritor atormentado, soy salvaje en el deseo primario, me parieron demasiado cerca del bestialismo y oscilo entre el pensamiento y el instinto, sin pudor, sin reparos.
¿Cómo puedo escribir de tormentos y vicisitudes si este pene no siente absolutamente nada parecido a lo que siente mi alma corrupta?
Observo mi relojazo y el grabado de la pluma. Pienso en lo muerto y en lo que queda vivo mientras me fumo un cohiba que sabe a gloria bendita.
Intento llorar por las ilusiones que se fueron directamente a la basura; pero siempre acabo en una página de porno oriental. Es que están preciosas las jodidas japos...
Quisiera ser anti-viagra para ser más intelectual y asemejarme a esos grandes escritores que viven y mascan su tristeza con mujeres de pago en sórdidos moteles. Que escriben en mil hojas de amor y derrota sobre una pequeña mesa de madera.
Yo necesito una buena mesa organizada con espacio para tabaco, cenicero y papel. Tengo muchas cosas, no podría ser tan humilde. La humildad me la paso por el forro de los huevos. Así, sin literatura.
Porque no nací como escritor, ni pude vivir como un bohemio. Trabajé como un cabrón, prostituyéndome durante toda una vida por un puñado escaso de dinero. Sin romanticismo, sudando y desgastando mi cuerpo.
"Como todo el mundo", pensarán algunos. Solo que a mí, "todo el mundo", me importa una soberana mierda.
Al final, es razonable que no sea un escritor triste. Solo furioso y con prisa; que el tiempo corra rápido, sabiendo que el final es la nada. El amor, el odio, la paternidad, la felicidad, el dolor y la desgracia son accidentes geográficos en el mapa de la vida.
Y mi pene parece saberlo, porque cabecea inquieto y repleto de sangre en mi pantalón. Quiere salir y ser lamido, ser empuñado y apretado hasta el dolor, meterse en una elástica e inundada vagina hasta escupir un semen caliente y abundante con un gemido, con una blasfemia: "La virgen santa, la hostia puta, qué gusto..."
El atormentado queda a merced de su polla y así ella cuida de mí. Borra la vergüenza por los errores cometidos y convierte la tristeza en un nuevo universo de posibilidades. No piensa en la muerte, solo sabe que está vivo.
Su primitivismo me contagia el ánimo...
El sosiego de la soledad es una entelequia, la soledad es algo intenso, solo los más fuertes se soportan a sí mismos. Solo los que tienen una polla inquieta pueden vivir sin pudor y sin meditar sobre el mal y el bien.
Los escritores románticos y tristes buscan cuchillas de afeitar, veneno o se balancean en el borde de las alturas y de la narcosis.
Yo aferro mi bálano y tengo que recoger un semen incontrolable que nunca va a aterrizar a sitios fáciles de limpiar.
El romanticismo es algo que solo puedo intuir, soy una bestia que ha trabajado demasiado, que ha maltratado el cuerpo y la mente. No queda tiempo para un romanticismo suicida, es hora de follar. Siempre lo es.
El otoño es el final de la época del color y el sonido, los humanos caen presas de la melancolía, de la luz que quedó atrás y las noches se hacen más largas, con más monstruos.
No soy humano, porque el otoño me alegra, apaga la actividad ajena a mí, el mundo lo es.
Ajeno... Soy un maldito error, mi padre no se la metió bien a mi madre.
No puedo ser un escritor carismático, solo soy un escritor impunemente frío. Que odia escribir en lugares deprimentes y humildes.
Alguien tiene que serlo, hay carroñeros, hay parásitos y estoy Yo.
Y mi pene.
Esta Nakito tiene un vello púbico lacio y fino... Guarras orientales.com...
A lo mejor, cuando envejezca puedo ser romántico y tierno en mi tristeza. Cuando mi pene esté cansado y la erección no se imponga a mi metafísico pensamiento.
El animal de Battiato suena en el estéreo, estoy de acuerdo en algunas cosas con la canción, pocas pero suficientes para asentir expulsando el humo de mi pecho por la nariz y la boca.
Dejo la pluma y enciendo el cigarro número mil doscientos de la mañana, toso y escupo. Y sé que nunca podré ser un escritor de la depresión y el suicidio. Así que tecleo en mi magnífico ordenador el texto, mejorándolo fríamente a plena luz del día, con una buena música y un buen café.
La vida sórdida es trabajar y llegar exhausto a tu casa sin tiempo para el pensamiento.
No me arrepiento de ser materialista y bestia. Ni de mi vanidad, me la he ganado a pulso como el cáncer de pulmón que se pudiera estar desarrollando ahora en mi pecho.
Iconoclasta
2 comentarios:
Me encantan tus pataletas, son elegantes arrebatos.
Este en especial me rasga como la pluma al papel.
No veo nada anti-literaridad en este texto cercano al realismo sucio y al viscerrealismo duro.
Y siento contradecirte, pero seguro muchos románticos escribirían con la misma "simpleza", luego de haber acariciado a su alterego.
Seguro eran más simples que los racionalistas (eso es es un secreto a voces).
Me gusta tu camaleónica pluma.
Tengo un poema sobre eso de convertirse en bestia (algo gótico, qué raro).
No sé si lo conoces, pero te lo comparto.
Licana
La luna me signa con su resplandor mineral.
Mis facciones se alargan entre convulsiones,
mis dientes crecen debido a la pulsión
y un rojo surco se desliza por mi rostro.
Sollozo la pérdida de mi humanidad.
Toda esta carroña pulsando por subir
a la superficie y mancharme con su vómito.
No me miréis ahora, no por favor.
No quiero que nadie ponga sus ojos en mí
mientras me convierto en bestia.
No quiero que miren el espectáculo que doy
dominada por mis instintos más básicos.
A veces quiero ser invisible y anodina.
Hacerme impenetrable para los otros.
No quiero que descubran lo bestia que soy.
Lo elemental, lo violenta, lo primitiva.
Larga vida a mi bestia, no la matéis.
Yo os lo pido, por favor, perdonadle la vida.
Amo esa parte de mí que todavía no está mutilada.
No quiero que nadie sepa, que ni siquiera se imaginen
que me sube un grito aberrante por la garganta
y Thánatos me posee, inmisericorde, cada luna llena.
Siempre me ha gustado Licana. Los licántropos enamorados son la máxima expresión del amor y el bestialismo desatados, impúdicos en su absoluta falta de moral.
Y a mí me gustan tus góticas y tormentosas letras bermejas como la sangre fuera de las venas.
Un abrazo forte.
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