Lástima que
el silencio es tan profundo y la muerte tan callada, porque desde ahí te
insulto.
No me
bastan las cuerdas para reventarlas en tu cara y que un escupitajo vuele hacia
el centro de tu frente escurriendo sobre tus ojos la muestra de podredumbre que
me nace para ti.
Desde el
rincón de la inexistencia mi oscuridad se hará sonido y que la mancha sepia de
las sombras haga estallar tus tímpanos. Recitaré el parto que me expulsó como
maleficio por el reconocimiento de la insana
sangre que me circula en las venas.
Nada más
impotente que ver la vida fétida circulando bajo mi carne. El saber de una
infección sin remedio es la condena absurda que me coloca un pie entre las
nubes y el otro, tembloroso, en la última baldosa del edificio más alto de la
mala suerte.
En llantos
deberías agradecer que los muertos son mudos y no tienen gestos o simplemente
desaparecen. Tienes tantos “silenciosos” que te aullarían su dolor
constantemente para que no olvides las penas que les provocaste en vida, cuando
la voz de ellos no era más que letras temblorosas de melancolía y sollozos
guardados para no lastimarte.
Yo también
me llevaré el dolor y el asco, pero mis letras resonarán en tu cabeza mientras
se clavan a tu carne, desde el día que las recorras. Sé que llegarán a ti.
Jugamos sucio ¿no?, eso es parte de la herencia. Matamos en silencio,
desollamos bajo la hipocresía, condenamos sin lágrimas mientras la sonrisa se
retuerce de gozo y las manos escurren de sangre goteando venganza.
Cuando me
vaya, posiblemente acudirás a mi entierro, posiblemente no. Quizás mueras
primero, tienes más probabilidades. Y si es así, correré con la suerte de verte
descender entre la tierra sin un aplauso de dignidad. Entonces entrarás al
mundo del silencio, donde los muertos mudos sonríen al ver tu miedo y tu caída
sin descanso. Un funeral de sombras sin caras, dándote la espalda… De eso me
encargo.
¿Recuerdas
cuando mis hijos pedían mis brazos y atropellaste mis manos?
¿Olvidas a
la abuela que pedía un abrazo y luego
amaneció fracturada? ¿Y el día que agonizó entre tu burla? ¿Se te ha olvidado?
¿Tu memoria
retiene el día que mi padre se fue hambriento de tu casa y descalzo en mi
puerta aún pronunciaba tu nombre?
Los viejos
ya no están y yo estoy a punto de partir, me esperan. Al fin…
El buzón de
tu casa está vacío, como tu cuarto, tu baño, tu sala, tu mundo, tu carne. Es tu
lugar un momento prolongado más callado que la muerte, más sin nada.
Que la
suerte me llegue a tiempo para verte morir primero y verte en el frío oscuro
para decirte que es una lástima lo profundo del silencio. Y trataré de alargar
mis orejas en un sínico gesto:
¿Qué dices?
No te escucho. ¿Cómo?
Y sonreiré
al final desde mi callada muerte para abrazar a la abuela, alimentar y besar a
mi padre, caminar juntos esperando a mis hijos y a mi Pablo y a mi gente y a mi
gata…
Solo queda
drenar esta mierda líquida que bombea una víscera deforme, adolorida y cansada.
Toda mi carne es una náusea agotada y sofocada que pide con urgencia vaciar el
veneno.
Estamos
vivas y los sonidos son cortos y finitos, la vida es bullicio y estridencia.
Lástima que
la muerte sea tan callada.
No importa,
igual te escupiré.
Aragggón
121020120937
No hay comentarios:
Publicar un comentario