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14 de junio de 2010

Póquer y pesas


Estoy cansado por un exceso de ejercicio y es bueno.
O al menos necesario.
Lo necesario no tiene que ser bueno. Suele ser doloroso.
La vida es una cerda sarcástica que ríe roncando bañada en purines.
Necesito disolver en sudor todo este amor pegajoso que me cubre. No es feo amar, está bien.
Es una buena cosa.
A veces.
Y si además te crees que eres amado, incluso podrías tener en tu mano un proyecto de felicidad. Uno sonríe mirando las cartas y piensa: “esta vez no será un farol”.
Sólo un proyecto.
Cojones...
Sólo una ilusión, porque lo que es casi seguro, es que en el primer descarte te darás cuenta de que el proyecto de felicidad se ha convertido en una mierda.
Una puta mierda.
Y a tomar por culo.
Y por eso paso de póquer y amor. Por esto sudo como un cabrón tirando de kilos de hierro, pesas rojas de pintura rota, mancuernas oxidadas por el sudor; para que estallen las putas venas. Para que se forme un edema bajo mi piel, una hemorragia interna de amor. Que se libere presión de las entrañas contraídas.
Que el sudor arrastre los besos imposibles, engañosos e inexistentes que la piel se ha empeñado en sentir. La piel está loca, está para que le peguen un tiro y evitarle tanto padecimiento.
Que besos y caricias muertas resbalen hasta formar un charco en mis pies.
No hay póquer de amor ni escalera a la felicidad.
Sólo los músculos contrayéndose alimentados por venas gordas como sanguijuelas. Pulsantes.
Lombrices azuladas que laten bajo mi piel pálida.
Y mi indecente pene impío. Bum-bum-bum...
Inasequible a la tristeza y a la destrucción.
Bestia.
Puro y puto instinto.
Reproductor.
¿Es posible reproducirse uno mismo? No hay nadie más.
Es estúpido. Es idiota y triste la idea de ser hermafrodita.
Me haré la paja más triste, una paja eterna y estéril.
Vacía.
Nada.
Cero.
Tal vez masturbe la mancuerna hasta que me sangren los ojos de ver tanta locura.
Me la pelaré tan vacío que provocaré un profundo desasosiego en la faz del planeta, tan triste y decadente que las flores se marchitarán en un inusitado otoño.
Soy poderoso expandiendo mis miserias.
Dale, dale. Que duela.
Hay semen negro en el mazo de cartas, no quiero cambiar cartas, prefiero no tener nada que conseguir una escalera de dolor. No quiero ganar porquería.
Gotas de sudor en las pesas, las manos sucias de orín. Es mejor que la leche del diablo.
Dale que dale.
Más útil que una mamada al macho cabrío que ni el alma me quiere comprar. Me cago en su puta madre.
Ya he perdido bastante.
Ya tengo bastante.
Y por más que sudo, no acabo de sentirme limpio.
Sangre en el meato...
Está bien, es dramático.
Mientras no duela, me importa un carajo.
Y duele, coño.
Me cago en la puta.
Las putas me miran y me ven limpio. Me ven fuerte, me ven macho y deseable. Me ofrecen una mamada por sólo diez euros; pero hay algo en mí que hace que casi se arrepientan de rentar sus malolientes bocas a mi excelsa polla. Tal vez la sangre que sudan mis músculos les causa recelo. O soy demasiado hermoso para ellas y se sienten demasiado putas, exageradamente zorras.
Soy vanidoso cuando me siento mierda.
Supervivencia pura.
O eso...
O me pego un tiro.
Joder...
El bíceps se tensa, es curioso que todo se tense, que el organismo entre en crisis ante una mala mano. Ante Negranoche que me hace desesperar imaginando mundos horribles sin ella. Hay mil ciento ochenta y cinco formas de sufrir por ella.
Las conozco todas.
Tengo kilos de hierro colgando de mis manos que jamás podrán tener la densidad de este amor que me cubre entero, como una brea.
Una brea que me aterroriza, que me unta de miedo.
Otro fracaso no.
Me marco un press de banca para que los pectorales se desarrollen hacia adentro. Ojalá me aplastaran el cochino corazón.
A veces me siento como en la trena, sin otra cosa que hacer que jugar al póquer o levantar pesas para exprimir el hierro como si exprimiera el ansia de mis huesos.
Dame dos cartas vida: ¿puedo mirarlas y elegir? El fracaso nada entre jotas y ases. Hagamos trampas, no soy orgulloso.
No necesito faroles para fracasar.
Tengo unas pesas para purgar el fracaso. Lo llevo bien.
Estoy acabado. No lo llevo tan bien.
Miento lo necesario para que el fracaso no se convierta en tumor.
Lo llevo bien.
Si se puede llevar bien toda esta basura.
Dame dos jotas de amor, de joder, de jamás.
Ten misericordia, cabronazo.
No me obligues a jugar a la ruleta rusa, crupier de mierda.
Desafortunado en el juego, afortunado en amores.
Y una polla.
Eso no va conmigo. Soy desafortunado en todo.
Me cago en dios.
Ahora tengo un póquer de pesas y he quemado las cartas.
No ha querido hacer trampas y le tendré que reventar la cabeza con diez kilos de hierro.
Acepta la trampa, iremos a medias, te doy el corazón aún goteando sangre y a cambio me tatúas sus besos eternos en los ojos, es el tormento 966 de 1985 que hay.
La he amado/sufrido una eternidad.
¿No crees que es hora de darme un premio?
Métete el premio por el culo, porque ya es tarde.
Hijo puta.
Dame jotas o muere. Soy peligroso, soy un animal acorralado.
O mejor muero yo, es más fácil que ver cada día las mismas pesas, los mismos naipes con su mensaje de perder otra partida.
Porque estoy seguro de que no hay más, la baraja se hizo sin jotas.
Sin jotas de joder y sin jotas de amor. Sin jotas de sonrisas.
Coño, a veces pienso que no me sirvió de nada ir al colegio.
Porque amor se escribe con la m de mamar.
Puedo ser más obsceno, puedo decir barbaridades hasta que un rayo me parta en señal de justo castigo.
Porque si no me das las cartas que necesito, te puedes meter en el culo tus enseñanzas, crupier de mierda.
Así que apuesta rojos y par, olvida los naipes, no jugaré más. Apuesta por los músculos reventados, por un sudor ácido que escalda los ojos.
Porque sólo tengo rojos y par. Pesas y kilos a pares.
Dos, cuatro, seis, ocho y un millón de putos kilos para morir cuanto antes.
Dame jotas crupier, las pesas no dan esperanzas. Sólo dos cartas y prometo chutarme mi propia orina en la vena.
Soy un yonqui de mis miasmas.
Un desafortunado en todo.
Untado como una jodida tostada de amor y miedo.
Que te den por culo.
Un curl de bíceps más y el corazón se partirá en dos.
No es una amenaza, crupier de mierda. Es un aviso de inminente sangre.
Recoge las cartas, el semen negro del diablo será cubierto por mi vómito rojo.
No hay tiempo para faroles, no quedan jotas para un póquer de joder y amor.
Tal vez necesite descansar, tal vez me arranque la piel a tiras.
Tal vez...
Póquer de jotas, muerte por kilos.
Estoy perdido, cielo.
Me han ganado con una pareja de doses, así de fácil es destruirme.
Y entre uña y carne, ya mana dulce la sangre. La presión de unas pesas era mi pobre comodín.
Una carta en la manga.
Deja que me ría.
Mi joker de muerte.
Morir con el rabo tieso... Me lo tendrán que cortar para cerrar el ataúd.
Mi último acto de obscenidad.
Es que me río la hostia.
Hilarante.


Iconoclasta
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