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27 de enero de 2010

Sosiegoland



Alegorías, amabilidades de la pasión saciada. Un descanso tras la tormenta.
Simplezas de enamorados.
De vez en cuando hay que ser y buscar serenidad.


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He encontrado en el mapa de nuestro amor un lugar llamado Sosiegoland.
No es un buen nombre, casi diría que es cacofónico; pero es una treta: lo han llamado así para que no se masifique, para que las bestias que tragamos amor a baldes, podamos descansar con tranquilidad. Sin otros que no entienden la belleza de dos manos entrelazadas, de unas risas sencillas que brotan solas, sin esfuerzo y en las que no se adivina que un día hubo llanto.
No es un engaño, mi amor. Es un parque de atracciones de la paz y la serenidad. Cuando los cuerpos han dado cuenta de si mismos y los labios se han saciado, queda disfrutar de cada momento y hacer magia de las cosas más sencillas.
Es hermoso y un poco misterioso: tras una muralla derruida en la que crecen secas hierbas entre las juntas de las piedras, se extiende una llanura arenosa. Sólo los enamorados que han sobrevivido a la distancia y el tiempo pueden ver belleza en la soledad y la aridez de la arena, en el rugido de un viento que obliga a cerrar los ojos. Es una forma de disuadir a los mediocres, si cruzas el arenal de Sosiegoland con el amor de tu vida entre tus brazos, se abre la puerta a la paz y a la ilusión.
Meses han pasado desde que hemos llegado a un noviembre no demasiado frío, no demasiado caluroso. Noviembre satura los colores con su otoño y nos da un magnífico decorado, mi vida.
Sosiegoland durante estos días ha preparado Hermoso Noviembre (no son muy originales con los nombres, pero son buena gente). Cada treinta días escenifican un Hermoso Mes para que siempre podamos volver.
Dice el folleto publicitario que Sosiegoland es el mayor fabricante de esperanzas del sector del amor.
Sosiegoland no promete despedidas, es genial. Simplemente ocurre que la primera visita al parque se convierte en el primer día de una vida y la segunda visita es otro día más, con más fotos y regalos que nos hacen recordar que pronto habrá otro Hermoso Mes.
Y ahora que nos hemos bebido, que hemos tanteado la piel, vayamos a Sosiegoland. ¿Te acuerdas que te dije que durante esos días que estuviéramos juntos haría que te olvidaras de todas las cotidianidades y de los días iguales?
Ven, mi bella, es un viento molesto; pero no hay nada que nos moleste si estamos abrazados. Es el santo y seña nuestra sonrisa contra el viento, contra todo. La que abrirá la entrada para vips. Porque somos importantes, somos héroes de una odisea romántica. Hemos lazado el amor por el cuello; te he lazado por tu sugerente cintura y tú me has domado. Descansemos.
Sosiegoland es una ciudad-alegoría. Fíjate, la entrada es un pozo que lleva al interior de la tierra. ¿A qué son buenos con sus juegos de luces? Parece un planeta entero bajo la tierra. Y la luz... Se han gastado una millonada en ambientación. Es tan nítida y fresca la luz...
No hay que entornar los ojos, salvo cuando miro los tuyos, siempre me deslumbras.
Hay una sala de cine donde pasan El lado oscuro del corazón. Está vacía, es sólo para nosotros, para que me la cuentes en voz baja, sin que nadie nos haga callar.
Dime qué sigue, cuál es tu mejor escena y media hora antes del final explícame cómo acaba. Yo disfruto de la película a través de tus emociones, de tu entusiasmo. Gozo y vivo cada escena que me cuentas y explicas. Y tú disfrutas estropeándome la sorpresa de cada una. Te amo cuando no callas, cuando el entusiasmo te hace hablar y hablar y dan ganas de comerte a besos.
Es una de las atracciones fuertes de Sosiegoland, no es nada del otro mundo. Es una simpleza para amantes que quieren vivir un momento sereno, intercambiar sonrisas, descansar de la pasión y hacer su mundo único donde todo está bien.
Es efímero, serán unas horas; pero... ¿A qué es hermoso? Y no tiene fin, podemos volver otro día, mi amor. Si reservas una estancia para Enero, nos crearán un Hermoso Enero.
Hay un café donde sirven sin prisas, donde hay música que acompaña a las palabras continuamente y tus párpados se relajan en una caída dulce que me detiene el corazón. Maná y Milanés se turnan las canciones y el voz rota de Sabina, hace de intermediario.
Los Cadillacs te sacan a bailar y tú me arrastras entre las mesas tirando de mi mano.
Bueno, esto es un truco mío, yo les pasé el listado de canciones para la hora del café, estas cosas funcionan así, no es magia, mi vida. Pero es real, como tu sonrisa y la mía.
Unas horas perfectas para que las recordemos segundo a segundo cuando nos necesitemos y caigamos en la tentación de pensar que no volverá a ocurrir. Es el momento de juntar nuestras frentes y cerrar los ojos sintiéndonos.
Sosiegoland certifica nuestro amor. Da la paz y la tranquilidad de haber cumplido nuestros deseos. Y esos detalles dulces como la miel, dan fe de ello en nuestra memoria con sonidos, olores y sabores.
Hemos construido nuestro mundo.
Cuéntame otra película comiendo golosinas. Deja que te haga una pregunta susurrada al oído y sientas el cosquilleo de mis labios.
Es un momento para la tranquilidad, para una charla, para pasear de la mano.
El mundo es nuestro, es nuestro lugar y tiempo. Por fin, mi amor. ¿Te acuerdas cómo hace apenas unas horas desesperaba por ti? ¿Y tú decías que morías de amor?
En Sosiegoland dan ramos de flores multicolores a las mujeres que van de la mano de sus hombres; huelen a mil fragancias que no hay ahí fuera, allá arriba. Son muy buenos con los detalles, porque usan perfumes que hacen olvidar el cansancio y años de espera. Donde quedan atrás las lágrimas y las penas. Donde los malos recuerdos no pesan, porque la calma y la paz de dos manos entrelazadas es suficiente para distraer a los corazones de lo que un día tuvieron que latir con ansia y desespero.
En Sosiegoland hay altavoces estratégicamente situados, y cada vez que el hombre posa la mano en las nalgas de su mujer, suena en alto un “plaf” para que nos riamos a carcajadas. Un chivatazo divertido de que te meto mano.
Dulce Noviembre en Sosiegoland es la temporada dorada, el parque cumple su primer año de vida y han preparado visitas al museo de Frida Kahlo. ¿Te lo puedes creer?
Sólo para nosotros, sólo visitas concertadas, y todo porque tienes tanto que decirme de cada cuadro, que necesitamos estar solos charlando relajadamente. Yo te pregunto, porque lo mío no es el arte, lo mío es amarte. Y tú me instruyes, porque lo tuyo es amarme; pero además, cielo, eres la que domina mi brutalidad, la que me hace sonreír cuando hay que hacerlo. La que relaja mis músculos con una sonrisa.
La que con un “Ci vediamo” deja en el aire una ráfaga de amor que seda mi pasión a veces ciega y desbocada.
Necesitamos pasar unas horas en Sosiegoland, está lejos, mi amor; pero más lejos estuvimos nosotros y ya ves... Hicimos un puente de la nada, con tensores anclados en las nubes y una pasarela de vidrio sobre un mar de agua transparente, una ventana que nos muestra los corales rojos, verdes y azules. Medusas iridiscentes que aletean ingrávidas y una tortuga que tranquila, se las come. Algún pez payaso se pavonea entre las algas y un tiburón da un toque de suspense a la vida en el agua.
Así de tranquilo es Sosiegoland, donde la pasión dolorosa y agotadora se queda en la muralla de abrasadas piedras por el calor como la muda de una serpiente. Donde la ternura y el amor calmo, se convierten en un bálsamo para el ánimo.
Las lágrimas en Sosiegoland se secan con los dedos del amante y se convierten en una sonrisa para ser rematadas con un beso. ¿Lo oyes? Siempre hacen lo mismo, Arjona canta de náufragos cada vez que los labios se rozan.
No es que sean adivinos, es que tengo la manía de anotar cada cosa que te gusta y al final, esas cuarenta mil cuartillas que he escrito de ti, han servido para crear Hermoso Noviembre en el parque de la serenidad.
A veces es mi mano la que hace el sonoro plaf (soy rápido cuando de tocarte el culo se trata) y tú lanzas un gritito y me miras con esos ojazos entornados, engañosamente amenazante y con ese brillo travieso que te hace única.
Hoy no voy a retorcer mis manos ansiosas por besarte, tengo las tuyas para aferrarlas con fuerza y llevarlas a mi rostro para sentirme niño, para sentirme amado. Para que mi rostro te ame a través de los dedos. Sin prisa, serenamente y con un sol dorado que no ciega, un largo crepúsculo donde somos un contraluz de puro amor.
No dormiremos, en Sosiegoland no hay cansancio, no permiten que los amantes pierdan un segundo de tiempo; pero podemos tumbarnos en la hierba y abrazados, sentir el vértigo del planeta al girar a nuestro alrededor. Está permitido. Es de obligado cumplimiento. Son severos cuidando los detalles de nuestro amor.
No acabará el día en Sosiegoland, no tiene fin. Como el amor inagotable que bombea mi corazón, como el poderoso amor que mana por cada poro de tu piel.
No hay despedida, no hay una tristeza. Hoy y eternamente, miraremos las estrellas cogidos de la mano, robándonos un beso o manteniendo tal silencio que los corazones hablarán por nosotros.
Feliz eternidad, mi amor.
Mi reina...



Iconoclasta

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