Toma una parte del mundo, una porción al azar.
Una a tu elección.
Machácala, pulverízala y después viértela en una probeta. Haz el vacío.
Deja que repose durante dos horas, cosa que no es necesaria; pero quiero lamer tu sexo y besarte. Invadiendo lo más íntimo y profundo de ti. O penetrarte arrastrando, casi hiriendo tu piel con mis dedos desesperados.
Hacerte gemir de placer con mi mano invadiendo tu sagrado coño en este laboratorio de amor. Apretándolo hasta que tus inmensos párpados bajen vencidos por el deseo. Quiero que me insultes desesperada y embrutecida ante lo que hace mi boca metida entre tus muslos.
Y ahora con tu frente perlada aún del mador de los orgasmos, aún con la respiración agitada; coge ese mundo pulverizado y colócalo en un portaobjetos con una base de gelatina incolora.
Yo te ayudo, me encanta abrir tu bata blanca y coger tus pechos plenos forzando los pezones a que se endurezcan. Sentir tus nalgas presionar mi pene que se revuelve enfurecido contra la tela que lo hace prisionero.
Empezamos con cien aumentos.
¿Nada?
Pasamos a doscientos.
¿Nada?
Pasamos a un millón.
¿Nada?
¿Estás convencida ya? Joder, mi bella, te lo llevo diciendo toda la eternidad.
Ya sólo me quedaba demostrarlo con pruebas científicas.
El mundo es completamente mineral, inorgánico y yermo a pesar de la sangre derramada.
Sólo tú tienes luz y vida, mi amor.
Sin ti está todo muerto.
La ciencia era mi último recurso, se acabó discutir, perder el tiempo filosofando.
Y ahora, por favor, bésame sin ciencia. Porque nací buscándote por puro instinto. Y esperé mal respirando a que nacieras y luego crecieras, y luego aprendieras, y luego adquirieras conciencia de tu belleza y usaras tu sensualidad innata para cautivar al mundo. Para hacer sentir tu presencia y gritarme que necesitas ser amada y abrazada hasta la desesperación.
Te repito que no, eso que ves moverse es un pelo de tus largas pestañas; cuando te he besado se ha debido desprender.
No es un ornitorrinco.
¿Quieres besarme de una vez por todas, mi bella?
Por favor, no sigas, no encontrarás nada ahí. Lo sé porque de ahí vengo buscándote.
De ahí procedo, mi amor. Conozco mi planeta y ahora que ya está demostrado científicamente lo vacío que es el universo sin ti, no quiero hablar más de ello.
Toda aquella vida sin ti es un mal sueño que no quiero recordar.
¿De verdad vas a seguir mirando por el microscopio con esa risa traviesa, hermosa licenciada en amorología desbocada?
Mi amada científica...
Así no hay quien folle.
Si necesitaras una prueba de mi amor, con gusto cortaría una muestra de mí para que me observaras al microscopio y supieras cómo mis células saltan hacia a ti hasta que mueren tristes de no llegar.
No, ese trozo no me lo pienso cortar, graciosa.
Y ríes...
Y río.
Cómo te amo...
Iconoclasta
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